CARTA XI.
Fiestas de la santa iglesia de Valencia al Ángel Custodio y a la sangre de Cristo. Misas del día de la conmemoración de los fieles difuntos. Origen de su multiplicación en esta diócesis.
Mi querido hermano: Muchas de las instituciones y ceremonias antiguas peculiares de esta iglesia se han abolido de todo punto: otras se han conservado hasta nuestros días, o porque nada contienen opuesto al espíritu de la devoción, o porque su misma antigüedad las ha hecho mirar con un cierto respeto. De algunas de ellas voy a hablar en esta carta.
El domingo después de la octava de los apóstoles S. Pedro y S. Pablo celebra esta iglesia (1) fiesta al santo Ángel Custodio de la ciudad y reino de Valencia. Consérvanse en ella algunas reliquias de las antiguas piadosas
representaciones. Porque cuando el magistrado pasa a la catedral a la hora de la misa mayor, le preceden diez y ocho niños huérfanos de la casa de S. Vicente Ferrer con pequeños estandartes, vestidos de ángeles, que hacen corte a otro de más edad, que representa al tutelar de esta ciudad y reino. Van también en esta comitiva cuatro personajes, representando a los evangelistas: otro con un escudo o pavés grande, y en él pintadas las armas de la ciudad, y un pez de plata colgado de la cintura, significando a Tobías el mozo, sobre cuya cabeza el ángel tutelar pone su mano en señal de protección. Se busca de estatura mayor que los otros, y aun se procura calzándole chapines. Al ángel que este representa cantan los niños los loores siguientes.
Angel Custodi de Deu infinit,
Guardau la ciutat de dia y de nit
Pera que no entre lo mal esperit.
Esto es:
Ángel Custodio de Dios infinito,
Guardad la ciudad de día y de noche
Para que no entre el mal espíritu.
Con esta comitiva pasa a la catedral el magistrado, y entrando en ella, se incorpora con la procesión del clero, que se hace antes de la misa mayor, a la cual asisten en lugar distinguido del coro, y concluida vuelven a la casa
del ayuntamiento. El origen de esta ceremonia es del año 1446, como consta por el consejo de los Jurados, cuya copia envío, y donde se describe muy por
menor el orden, número, color y forma de los vestidos de estos personajes (a: V. el apéndice n. I.). Parece que la fiesta se hacía antes del siglo XV, con ocasión de algunas epidemias; mas no se había señalado como obligación anual hasta el dicho año. Tiene esta fiesta rezo propio, distinto del que se decía antiguamente, compuesto el año 1411, el cual se halla en los breviarios MSS. de esta iglesia, escritos por ese tiempo, y aun en el de 1544.
También es notable en esta iglesia la fiesta de la sangre de Cristo, que se celebra fer. IV post oct. apostolor. Petri, et Pauli. Comenzó por Mislata, lugar vecino a esta ciudad, a principios del siglo XVI, con ocasión de unas voces,
que dicen oyó un labrador ese día al tiempo de emprender su labor, con las cuales se le mandaba no trabajar por ser día colendo. Tengo remitida la relación extensa de todo, que hizo el docto maestro de ceremonias de esta iglesia don Teodosio Herrera y Bonilla (a: V. el apéndice n. II.), bien conocido por sus escritos litúrgicos, de quien es también la consueta que hoy día rige en esta iglesia. Inmediatamente compuso un oficio el v. fr. Juan Micó, dominico, de que comenzaron a usar los religiosos de dicha orden en este reino. El clero secular rezaba otro, que he visto y copiado del breviario MS. de la catedral, compuesto año 1544, hasta que el beato Juan de Ribera mandó en el año 1589 que rezasen todos el del ven. Micó (b).
(b) Ximeno en su Bibliot. Valent. atribuye los himnos del actual oficio de la sangre al pavordre de esta iglesia D. Jayme Ferruz. Pero mientras no se aleguen pruebas de ello, debemos creer que son también del ven. Micó: supuesto que él pidió y obtuvo la aprobación de todo el oficio, y de los himnos también, como obra suya, al vicario general de mi orden fr. Francisco Romeo en el año 1545; y que el clero secular comenzó luego a usar de otro rezo con himnos enteramente distintos, en lugar de los cuales parecía regular que adoptasen los compuestos por una persona secular tan docta y acreditada, como lo era dicho pavordre. Yo creo que los himnos que este compuso son los del oficio suprimido por el beato Ribera.
La fiesta se halla solamente instituida por Paulo III año 1543. De estos tiempos es la famosa cofradía de la sangre, establecida en la parroquia de S. Miguel. Mucho más digna de atención es (2) la costumbre que tuvo principio en esta iglesia de decir tres misas cada sacerdote el día de ánimas: cuyo origen he buscado con gran diligencia; pero sin fruto. Los documentos de que hablaré luego sólo dicen que es una costumbre inmemorial. Yo creo que es posterior al siglo XIV, porque escribiendo hacia la mitad de él fr. Guillermo Anglés, lector de teología de esta catedral, su tratado de expositione missae, que he visto MS. en su archivo, y estableciendo en él rúbricas generales, y mencionando los días y casos en que se pueden celebrar muchas misas, nada dice sobre estas tres del día de ánimas. También es probable que no se debió la introducción de esta costumbre a la silla apostólica.
En lo que parece no caber duda es en que los religiosos de santo Domingo fueron los primeros que repitieron dicho día las misas en este reino de Valencia, cuya práctica aprobada por Julio III, pasó después al clero secular.
Felipe IV consultó a varios obispos de la corona de Aragón, para que dijesen la costumbre de sus diócesis en este particular, y si atendido su origen sería menester recurrir a la santa sede para introducirla en los reinos de Castilla. He hallado la respuesta del obispo de Vique D. fr. Francisco Crespí de Valldaura, fecha en 18 de Abril de 1658. Por ella se ve que en su tiempo era peculiar de Valencia este rito; y que en Vique pedían algunos licencia para decir dos misas al obispo, la que se concedía fácilmente: por donde concluye que bastaba la licencia de los ordinarios para ello. Incluyo copia de esta carta, cuya lectura te informará de lo dicho, y otras cosas mucho mejor que mis extractos (a: Se publicará en el apéndice núm. III.). También me había propuesto enviarte otra copia del parecer que sobre esta memoria escribió el dominicano fr. Nicolás Figueres por el mismo tiempo, y se conserva original en la biblioteca de este mi convento. Pero es muy largo, y de erudición harto común. Sólo hallo en él una noticia digna de memoria, y es que en el día de la conmemoración de los difuntos, aun a principios del siglo XVII, acostumbraban los fieles en la villa de Sueca, patria del autor, y otras partes de este reino, llevar a la iglesia unas espuertas o canastos de pan para repartir entre los ministros del altar y los pobres; y por esta costumbre se llamaba este día en lengua vulgar dia de partir lo pá (a). Acaso será este el origen de la limosna que suele darse ahora a los sacerdotes, que en ese día andan por las iglesias y cementerios diciendo responsos.
A Dios y basta por hoy y por este año. Veremos qué dará de sí el primer correo de año nuevo, que te deseo muy feliz. Valencia 30 de Diciembre de 1802.
(a) Estándose imprimiendo esto me avisa mi hermano que en el archivo de la santa iglesia de Segorbe en los libros de cuentas de fábrica del siglo XV se halla el mote siguiente: diluns 2 de Nohembre, dia de partir lo pá, pagui &c. Esto es: Lunes a 2 de Noviembre, día de partir el pan, pague (pagué : paguí en valenciano) &c. También me advierte que acaso tendrá conexión con el origen de este dictado una de las constituciones inmemoriales de aquella iglesia, esto es, de fines del siglo XII, en que permitiéndose al sacristán que reparta entre los ministros las ofertas de vino, candelas &c., no precisamente cada día, sino cuando se recogiere una decente porción; sin embargo se le manda expresamente que el pan y vino que ofrezcan los fieles en la conmemoración de los difuntos, lo reparta en el mismo día, sin dejarlo para el siguiente.
NOTAS Y OBSERVACIONES.
(1) Fiesta al santo Ángel Custodio de la ciudad y reino de Valencia. Por ventura es esta una de las memorias más antiguas de la fiesta particular del Ángel Custodio, cuya institución suele atribuirse a Paulo V por las instancias de Fernando de Austria que después fue emperador (Tomassin. de la celebrat. des fest. lib. II. cap. 22. n. 11 - o 2 -), y su extensión por toda la iglesia a Clemente X, como consta de su decreto de 13 de Septiembre de 1670. Aún es más singular esta fiesta del Ángel tutelar de una ciudad o provincia, de lo cual sólo alega Benedicto XIV el ejemplo de la iglesia de Portugal, que por concesión de Sixto V, en Febrero de 1590, reza el oficio del Ángel Custodio de aquel reino, examinado por el cardenal Baronio, como consta del decreto de la sagrada congregación de 1604. No quiero decir que desconociese la antigüedad eclesiástica el culto de los santos ángeles, y mucho menos su invocación. Desde los primeros siglos han sido venerados los ángeles como intercesores y defensores nuestros: a lo cual aluden las expresiones de san Hilario (in ps. CXXIX.): intercessione horum… indiget...
infirmitas nostra; y las de S. Ambrosio: si custodiunt, vestris custodiunt orationibus advocati (orat. in Aux. de Basil. trad.), y las preces que les dirige la iglesia en la liturgia y en las letanías mayores. Mas así como la iglesia haciendo en un verdadero sentido por todo el discurso del año una fiesta general a la SS. Trinidad, al SS. Sacramento y a todos los santos, no estableció fiestas particulares con estos títulos hasta después de mucho tiempo, y en distintas épocas: del mismo modo, aunque desde su origen hacia fiesta en cierto modo a los santos Ángeles, cuyo culto incorporó en las liturgias y preces públicas; no les instituyó fiestas particulares hasta pasados muchos siglos. Estas fiestas a los Ángeles Custodios de las ciudades y reinos se fundan en la doctrina común de los teólogos, que no sólo cada uno de los hombres, sino los pueblos también y provincias tienen ángeles destinados por Dios para su custodia. A las razones de Calmet contra esta sentencia, respondió Benedicto XIV en su obra de la canonización de los santos (lib. IV. p. II. cap. 29. in fine. V. Franc. Albertini lib. de Ang. Custode cap. II). En estas fiestas de alguna ciudad o reino se nombra el Ángel Custodio en número singular, a diferencia de la fiesta de los Ángeles Custodios que celebra toda la iglesia, en la cual teniéndose presente, como observa Guyet, que muerto cada uno de los hombres, cesa en su oficio el ángel destinado para su guarda, mandó Urbano VIII que en vez de las palabras angeli custodis, se dijese: angelorum custodum, y en la octava bendición de maitines: quorum festum colimus; para que se entienda, dice Benedicto XIV, que no es esta fiesta del Ángel Custodio de un solo hombre, sino de los de
todos (loc. laud. n. 6),
(2) La costumbre de decir tres misas cada sacerdote el día de ánimas.
La costumbre establecida ya en España desde el siglo VII de decir los sacerdotes muchas misas en un mismo día, de la cual hace memoria el XII concilio toledano, celebrado el año 681 (cap V.), no parece haberse ligado a ciertos días, hasta que se adoptó la limitación de la iglesia Romana, que, como dice el cardenal Bona, permitía celebrar a un mismo sacerdote en algunas vigilias o solemnidades dos o tres misas, y a veces más, según el número de las fiestas que concurrían en un día, o los sitios de un mismo pueblo donde había reliquias de algún santo, o los diversos templos donde se celebraba su memoria, o si sobrevenía alguna necesidad o causa extraordinaria que obligase a decir alguna misa votiva o de difuntos. Establecida después por justas causas la práctica general de no celebrar cada sacerdote diariamente sino una sola misa, todavía quiso la iglesia, además de los casos de necesidad en que da licencia para que se digan dos o más, extender este privilegio al día de la natividad del Señor, como consta del III concilio tarraconense, celebrado el año 1242, conservando en él el rito de las tres misas, introducido en Roma antes de san Gregorio M., y en algunas iglesias de España en los tiempos de S. Ildefonso, y extendido después por casi todo el occidente, desde que Carlo Magno adoptó el oficio romano en todo su reino (V. Bocquillot trait. hist. de la liturg. l. II c. 4 p. 340. seq.) En medio de esta práctica general pudo muy bien conservarse en Valencia por consentimiento de la silla apostólica el rito tan antiguo en ella de celebrar las tres misas en el día de la conmemoración de los fieles difuntos, que se ha extendido después por especial privilegio a todas nuestras diócesis.