miércoles, 15 de febrero de 2023

Carta CXXXV. Capilla de los canónigos de Tarragona en el siglo XII. (ETC)

Carta CXXXV.

Capilla de los canónigos de Tarragona en el siglo XII. Su titular iglesia de Santa Tecla llamada la vieja: su sitio y el del cementerio antiguo. La catedral actual no fue comenzada por San Olegario, ni hasta fines del siglo XII, ni se concluyó hasta fines del siguiente: su consagración y descripción. Capilla del Sacramento construida por Don Antonio Agustín. Memoria de algunos profesores de las bellas artes. Descripción del claustro de esta iglesia. Dónde fueron hallados los restos de la antigüedad que en él se conservan. Capilla de Corpore Christi. Biblioteca antigua de la catedral, con noticia de algunos de sus códices: pobreza a que está reducida en el día. Manuscritos de la biblioteca de los PP. Dominicos. La del difunto canónigo don Ramón Foguet.

Mi querido hermano: A la noticia de la constitución interior de esta iglesia, es justo añadir la de la parte material de ella, en que hay cosas dignas de saberse. Primeramente, de lo dicho en la carta anterior resulta que los primitivos canónigos tuvieron su capilla o iglesia propia dentro del claustro canonical, de la cual el Arzobispo Don Bernardo Tous (no se lee bien porque esta página está borrosa en el scan), fundador de la vida reglar, habló de esta manera: Dono item praefatis canonicis ipsam capellam inferius et superius, quae contigua est ipsi fortitudini. En el edificio que aquí llaman torre Patriarcal, se echan de ver trozos anteriores al tiempo de Don Juan de Aragón, Arzobispo de esta iglesia y Patriarca de Alejandría de quien tomó el nombre; esto y el haber sido ordinaria habitación de los Arzobispos hasta que pasaron a la torre de la prepositura, suprimida a principios del siglo XV, hace verosímil que la misma fortaleza fuese habitación de todos los Prelados desde el siglo XII, y por consiguiente, que allí vivieron los primeros canónigos. Por otra parte se conserva pegada a este palacio antiguo, una capilla bastante capaz con arcos de medio punto y con oficinas sobre ella, cuya construcción no desdice de aquel tiempo, aunque pudo ser renovada más adelante. Todo esto hace sospechar que fuese esta la capilla primitiva de los canónigos Tarraconenses. Sin embargo, en las memorias escritas por algunos individuos de esta iglesia en los últimos siglos, se segura que la capilla de los canónigos era lo que hoy es sacristía; opinión que no puedo aprobar por no hallarse junto a este sitio rastro alguno de fortaleza.

También se tiene aquí por cierto que esta capilla se intitulaba S. Mariae,  para lo cual alegan la cesión que Roberto, Príncipe de Tarragona, hizo al Arzobispo y Conde Don Ramón en el año 1151, de las dos terceras partes de esta ciudad y su campo, cuya fecha dice así: Facta est haec diffinitio in ecclesia S. Mariae, quae contigua est ipsi castro. Lo mismo confirma otro instrumento del año 1153 que he copiado, en el cual los testigos que asistieron a aquella cesión deponen de su verdad, y firman in ecclesia S. Mariae (a: Ap. núm XVI). Pero es de reflexionar que en estos documentos anteriores a la ordinación hecha por el Arzobispo Don Bernardo en 1154, se supone ya edificada la fortaleza, y este Prelado dice después que la estaba edificando. Esto y el ver que en aquellos instrumentos se llama absolutamente castrum, sin especificar que lo fuese del clero, me hace creer que aquella iglesia S. Mariae, lo era del castillo o fortaleza principal de la ciudad, donde consta que vivía el dicho Roberto, como Príncipe de ella, y donde por lo mismo no podía ni debía vivir el clero. Tampoco tenía la capilla canonical por titular a Santa Tecla, porque Don Bernardo la distingue claramente de la iglesia que tenía este título, diciendo: Instituo, ut in omnibus diebus Dominicis et praecipuis festivitatibus, maiores missae quae cantantur in hora diei tertia, in ecclesia S. Teclae celebrentur: concilia quoque atque consagrationes Pontificum in eadem ecclesia S. Teclae nichilominus celebrentur.

En estas palabra se hace expresa mención de la iglesia de Santa Teda existente en el siglo XII, que servía propiamente de catedral. Esta es sin disputa la que hoy llaman Santa Tecla la vieja, conocida ya con este nombre no sólo a principios del siglo XIV, como he visto en los estatutos de refectorio y cocina hechos en aquel tiempo, sino también en el siglo XII, como lo verás en el testamento del Arzobispo Don Bernardo Olivella, otorgado en 1287 (a: Ap. núm. XVII.) El llamarla así entonces, no era porque la tuviesen por el templo antiguo de este nombre, anterior a los Árabes, sino para distinguirla de Santa Tecla la nueva, o catedral, que ya se había construido. Es sin duda obra de los primeros Prelados, luego que las armas cristianas se apoderaron de la ciudad, aunque hay varios remiendos y renovaciones de los siglos posteriores. Y no es inverosímil que a pesar de la furia asoladora de los bárbaros, se conservase la memoria del lugar donde estuvo el antiguo templo, y acaso permaneciesen aún sus paredes, sobre las cuales levantaran estotro edificio; así como se conservó gran parte del palacio de Augusto, y vestigios considerables del anfiteatro, circo y otros edificios públicos.

Hállase situada esta iglesia dentro del cementerio antiguo, el cual debió comenzar a servir desde el siglo XII, de cuyo tiempo hay algunas inscripciones sepulcrales en las paredes exteriores de la capilla. Podemos en esto conjeturar que designada y planteada ya la fábrica de la catedral donde ahora está, pareció aquel terreno de la iglesia de Santa Tecla el más oportuno para el objeto por su proximidad a la matriz conforme a la disciplina de aquellos tiempos, y por la ardiente devoción del pueblo a tan insigne patrona. Muy bien cuidada debía estar esta iglesia en el siglo XIII, cuando el Arzobispo Don Bernardo Olivella, que fundó allí varias capellanías, la eligió para su sepultura. Otros dos sepulcros de Obispos hay en el pavimento que por sus lápidas no se puede averiguar quienes son. Merece grande atención este templo por haber sido la primera catedral después de la restauración, donde debieron consagrarse los sufragáneos durante el siglo XII, y celebrarse los concilios provinciales, entre otros el de 1180, tan famoso para los diplomáticos, en que se supone mudado el estilo de calendar las escrituras, y comenzado el uso de los años de la Encarnación en vez de los de los Reyes de Francia.

Y digo que aquella iglesia sirvió para esto en todo el siglo XII, porque la catedral que hoy existe, no se comenzó hasta fines del mismo.

Acaso habrá quien tenga esta especie por aventurada. Ponz en su viaje dice que este templo se edificó en el año 1117 y siguientes. Comúnmente se afirma que San Olaguer restauró la iglesia catedral, cuya área encontró llena de maleza, y tal como pinta Orderico Vital (lib. XIII. Hist. eccles.) en las palabras que cita Flórez: In episcopali quippe basilica quercus et fagi (robles y hayas), aliaeque procerae arbores iam creverunt. Mas estas expresiones sólo pueden verificarse respecto de la iglesia de Santa Tecla la vieja, no de la nueva catedral, la cual vuelvo a decir que es obra del siglo XIII, y cuando más comenzada a fines del anterior. No negaré que San Olegario quisiese entrar en empresa tan santa, pero no tengo por verosímil que la pusiese en ejecución en los tiempos que alcanzó, tan apurados, que le obligaron a poner la ciudad en mano extranjera, mayormente habiendo residido en ella tan poco tiempo. La fábrica de este edificio desde su principio se ejecutó bajo un plan que se siguió hasta su conclusión; y si se observa lo primero que en él se trabajó, señaladamente la parte exterior del presbiterio donde no se ha añadido adorno ni reparo alguno, se verá que es del gusto del siglo XIII, o muy próxima a él. Algo más que estas conjeturas vale lo que decíamos poco ha, que el Arzobispo Don Bernardo para las funciones de la catedral, y de metropolitana señaló la iglesia de Santa Tecla, sin hacer mención de iglesia nueva ni de haberse comenzado, ni de que debiesen celebrarse en ella estos actos, cuando estuviese concluida. Prueba evidente de que en el año 1151 en que mandó esto aquel Prelado, ni aún se pensaba en la construcción del nuevo edificio, o por lo menos no había en él parte ninguna que estuviese en estado de servir para el culto. Lo cual es de todo punto inverosímil, si hubiera dado principio a está fábrica San Olaguer, que así como concluyó gran parte de los muros de la ciudad, así hubiera adelantado estotro edificio, si en ello pusiera la mano; pero el Santo acudió a lo más necesario, que era la defensa del pueblo, dejando las obras suntuosas para tiempos de paz y abundancia. Para satisfacer a los que digan que con el nombre de Santa Tecla pudo indicar Don Bernardo la nueva iglesia, o parte de ella ya habilitada, y para que del todo se vea que en su tiempo ni aún se había comenzado esta obra, será bien copiar aquí una breve cláusula del testamento que hizo el sucesor Don Hugo de Cervelló en 1171 (a: Ap. núm. XVIII.): Dice así: Praeterea mandavit, quod mille morabatini quos tradiderat Poncio de Barberano, iturus Romam, ad opus ecclesiae incipiendum, et ad officinas canonicae faciendas, in eodem opere, sicuti tunc ordinaverat expenderentur: D. videlicet in opere eclesiae, et D. in officinis canonicae. Las palabras ad incipiendum opus ecclesiae, de ningún modo se interpretan bien, sino aplicándolas a la iglesia catedral. Consta, pues, que en tiempo de este Prelado Don Hugo, que comenzó a serlo en 1164, se trató de comenzar este magnífico edificio, y aun podemos inferir de lo dicho que efectivamente se trabajaba en él al tiempo de su muerte. Así que puede fijarse su principio en el año 1170. De la continuación del edificio no he hallado otra memoria más que la que hizo en 1214 el Arzobispo Don Raimundo Rocaberti en su testamento (a: Ap. núm. XIX.); del cual consta que se estaba construyendo el claustro y la iglesia. Tardó esta en concluirse lo que tardó en ser elegido Arzobispo Don Bernardo Olivella, el cual habiendo tomado posesión de esta silla en 1272 se propuso concluir el templo, y para poderlo hacer con menos incomodidad de sus feligreses, resolvió retirarse por algún tiempo al monasterio de los canónigos reglares de Escornalbou, donde era reconocido como Prior por ser Arzobispo, y viviendo con poca familia y mucha moderación, ahorró grandes sumas, con que pudo construir las dos últimas naves transversales, y la fachada del templo. Dicen que el arquitecto que en esto entendió, se llamaba maestre Bartomeu. En el necrologio de esta iglesia al día 11 de marzo hallo memoria de otro arquitecto con estas palabras: anno 1256 obiit frater Bernardus, magister operis ecclesiae.

Consagró este templo el Arzobispo Don Juan de Aragón, hijo del Rey Don Jaime II en el mes de junio de 1331 estando presentes el Rey Don Alfonso IV, su hermano con su mujer Doña Leonor, y los Obispos de Gerona, Lérida, Tortosa y Urgel, y los Arzobispos de Sacer y Caller en Cerdeña, y el Infante Don Ramón, Conde de Pradas (Prades), hermano del Rey y del Arzobispo, y otros muchos señores de la corte. Este mismo Prelado hizo los púlpitos; porque aunque el todo del edificio se concluyó, sin embargo quedó para la liberalidad de los venideros la construcción de muchas capillas, altares, y otros adherentes. Tiene de largo este templo desde el lindar de la puerta hasta el testero del presbiterio 467 palmos catalanes. La latitud de la nave principal es de 61 palmos, y la de toda la iglesia, excluyendo el fondo de las capillas, de 251. Las naves colaterales no acompañan en la elevación a la principal. Todo el edificio es de sillares, los cuales se dice que se tomaron del alcázar de los Emperadores. La pila bautismal es una pieza grandísima de mármol hallada entre las ruinas de la casa Imperial, la cual por su concavidad y hechura se presume que sirvió de baño. Las vistas de la fachada y cortes del edificio son propias de la atención de los que viajan con este objeto. 

El coro se fabricó en tiempo de los Reyes Católicos; la sillería es de roble de Flandes; hízola el Arzobispo Don Pedro de Urrea en 1479, por precio de 65.000 sueldos: fue el escultor Francisco Gomar, vecino de Zaragoza. El órgano se estaba trabajando en 1562 por los escultores Gerónimo Sancho, y un Perris (Pierre) Ostri, que así suena en las resoluciones capitulares de aquel tiempo. A la descripción que hizo Ponz de la excelente capilla del Sacramento, sólo tengo que añadir las particularidades siguientes: es a saber, que Don Antonio Agustín, que fue el que la construyó, pidió licencia al cabildo para hacerla en el refectorio, por el mes de mayo de 1580: que este pensamiento ya lo había propuesto al mismo cuerpo el Arzobispo Don Gaspar de Cervantes en 7 de noviembre de 1572: y por último, que el arquitecto que entendió en su ingeniosa construcción fue Bernardo Casseres, a quien en una resolución capitular de 1.° de agosto de 1583 llaman maestro arquitecto de la capilla del Arzobispo; y como entonces lo era Don Antonio Agustín, el cual no edificaba otra capilla sino esta, parece que él y no otro debió ser el arquitecto. Lo fue después el insigne Pedro Blay, de Barcelona. El pintor Isac, a quien Pons atribuye los cuadros del altar de esta capilla en 1587, encarnó el crucifijo del coro, sino que aquí le llaman Constancio Isac, y Pons Isac Hermes. Para hacer este crucifijo se ofrecieron varias cantidades en 1583, con tal que saliese tan acabado como el del coro de la catedral de Valencia, y aun se escribió a un canónigo Freixa, que se hallaba en aquella ciudad, para que mandase hacer allí un crucifixi molt bell, y ben proporcionat, y ab bona perfeccio. Acaso no se verificó esto, si es verdad que le concluyó, como aquí dicen, un maestro Miret, fuster del Capitol en 1587.

Algunas otras memorias me han comunicado de artífices de menor cuenta, que omito por hallarse ya en el Diccionario de profesores de bellas artes. Soló quiero advertir que es sin duda alguna del Zúcaro un cuadro de la Asunción en la dicha capilla del Sacramento, especie omitida  en dicha obra. Muy digna es de ser conservada la memoria del doctor Jaime Amigo, cura de Tiviza, que sin ser artista de profesión hizo los dibujos de las principales obras que se hicieron en esta iglesia en el siglo XVI. El órgano, el crucifijo del coro, los bellísimos sepulcros de los Arzobispos Terés, Cervantes y Agustín, las portadas y retablo de la capilla del Sacramento, su graciosa cúpula construida sobre una bóveda antigua de media caña, toda de sillares: estas y otras obras se deben a aquel digno eclesiástico, que supo hermanar el gusto y el ardor en promover las bellas artes con el más exacto desempeño de las obligaciones de su ministerio. Era natural de Ulldemolins en este arzobispado. Volviendo ahora a la fábrica de la iglesia, hállase pegado a ella por la parte de poniente el magnífico claustro, que ciertamente merece una descripción más circunstanciada que la que hizo Pons, así como ofrece a los curiosos puntos de vista excelentes. Ya dije que se estaba construyendo en el año 1214, aunque algunos adornos de arcos y columnas son posteriores. Es un cuadrado perfecto, tiene por lado sesenta y dos varas: en cada uno de ellos hay seis arcos grandes de medio punto, los cuales se subdividen en tres pequeños sostenidos por columnas de mármol, que son en todo 276, sin contar las del aula capitular, cuyos grupos, junto con el hermoso jardín y fuentes del luneto, forman un todo vistoso y magnífico. Los capiteles y bases de las columnas son de gusto gótico y de labor muy varia y caprichosa; apenas se halla una que diga con otra. Los frisos están llenos de relieves de asuntos sagrados, profanos, imaginarios y aun imposibles. Tal es entre otros un relieve que representa todas las operaciones del entierro de un gato, ejecutado por los gatos. No hay duda que lo más apreciable en estas obras es la unidad y sencillez, pero en medio de esta variedad y extravagancia del ingenio humano halla el curioso espectador con que deleitarse, observando los progresos de las bellas artes y los conatos para avecinarse a su modelo, que es la naturaleza: y tal vez se tropieza entre muchos desaciertos con valentías de un ingenio de primer orden, a quien sólo le faltó nacer en siglos más ilustrados. En las artes y ciencias la mayor parte de los hombres debemos lo que somos a la educación; alguna disculpa tiene el que no corrige los defectos que de ella sacare, cuando el mal gusto es tan general que no se hallan buenos maestros ni modelos que imitar. Digo esto al paso para responder a los que miran con desprecio estas obras. En una pared de este claustro están bien colocados los restos que quedan del famoso templo de Augusto en Tarragona, los cuales publicó el P. Flórez. Fueron hallados, no en los cimientos de la capilla nueva de Santa Tecla, como comúnmente se cree, sino en la calle llamada del Horno de San Bernardo, detrás de la plazuela dicha del Oli (aceite, óleo), distante de la catedral como un tiro de fusil. Otras razones alegaba con esta el citado canónigo Posada, para probar que este fue el sitio de aquel famoso o infame templo. Junto a estos monumentos está colocada una portadita árabe con un letrero cúfico alrededor del arco, de que acaso hablaré otro día. Junto a estas reliquias de la antigüedad está la puerta del antiguo refectorio, del cual sólo se conserva la mitad, pues lo restante se hizo capilla del Santísimo, como llevo dicho. En lo que queda se ve la bóveda de piedra sillar romana, y es uno de los trozos más bien conservados de la casa y adyacentes antiguos de los Emperadores, Legados, Prefectos, etc. De las capillas que hay en el claustro la más famosa es la intitulada De corpore Christi, fundada por Don Geraldo de Rocaberti, Prepósito de esta iglesia, a principios del siglo XIV in capite capituli, seu capitularis domus, como se explica el Papa Juan XXII en el breve que citaré después. Efectivamente era esta la pieza del capítulo hecha según la forma monacal para las prácticas de la vida reglar, entre otras para la lección diaria de la kalenda. Ahora sólo sirve de tránsito para el archivo y sala nueva capitular, que es magnífica y bien decorada. Gran servicio se haría a la iglesia si esa pieza que decimos, siendo, como es, espaciosa, clara y sana, y en el día casi inútil, se destinase para sacristía mayor. Cosa muy fácil estando inmediata a la actual, que es mezquina, lóbrega, húmeda y sumamente incómoda.

El fundador de esta capilla depositó en ella, o en algún sitio contiguo, una porción de libros destinados a la pública utilidad y enseñanza del clero. Para su conservación impuso el Papa Juan XXII pena de excomunión al que los extrajese, excepto el Arzobispo, a quien se le da permiso para que saque los que quisiere, con la obligación de restituírlos dentro de un mes. El breve es del año XV de su pontificado (1330). Esta es la memoria más antigua que he encontrado de la biblioteca de esta catedral. A estos libros aludiría la constitución que poco después hizo el Arzobispo Don Juan de Aragón, Patriarca de Alejandría, mandando que se custodiasen en el dormitorio común bajo de dos llaves distintas, y que los recibiesen por inventario los dos síndicos anuales. Del año 1402, en tiempo del Arzobispo Don Íñigo Valterra, es la constitución siguiente: 

fiat libraria de lapidibus politis bene et congrue supra claustrum ecclesiae Tarraconensis, videlicet, in illo loco claustri contigui dormitorio, magis idoneo. No debió tener por entonces esta constitución el efecto deseado. En el pontificado de Don Pedro de Urrea se volvió a mandar ut ad bibliothecam construendam locus commodus eligatur.

A este cuidado se debió la conservación de algunos libros raros que aún permanecían en el siglo XVI, como se ve en las Actas capitulares de aquel tiempo. Don Antonio Agustín, recién promovido a esta Silla, pidió al cabildo en diciembre de 1577, que se le prestasen algunos libros para la edición que meditaba de las Constituciones provinciales Tarraconenses y catálogo de sus Arzobispos, y se resolvió que se le diesen Marchiles super constitutionibus et versiculis temporum, et alii originaliter, et libri mss. qui fuerint necessarii. Antes de esto, en 1564, el Duque de Francavila, Capitán general de Cataluña, hallándose en esta ciudad con motivo de la peste de Barcelona, pidió al cabildo un libro intitulado Otia Imperialia. En 2 de septiembre de 1598: “proposuit (dicen las Actas) dominus canonicus Marian que ha parlat ab lo senyor Archabisbe sobre lo libre del Coch, y que li ha dit que cren (creu) nol trobara.” En 1.° de mayo del año siguiente restituyó el Arzobispo dicho libro del Coch

Si este libro era de cocina, e impreso, pudo ser uno que compuso en tiempo del Emperador Carlos V un maestro Roberto, del cual vi años pasados un ejemplar muy raro en la biblioteca de mi convento de San Onofre, extramuros de Valencia. Hasta mediados del siglo XVII quedan memorias de librería, y libros hurtados y restituidos a esta santa iglesia. Más adelante, con los contratiempos de las guerras, o con la avaricia criminal de los que buscan para sí solos estos tesoros, desapareció la biblioteca, que por varios indicios debía ser copiosa y exquisita; y aunque en el día hay, como antes, oficio de bibliotecario, casi no tiene en qué ejercitar su jurisdicción, porque de la grandeza antigua sólo han quedado los códices siguientes: Pontificale Romanum, fol., sin páginas, ni año, ni oficina de impresión; pero sin duda de fines del siglo XV. = Ordinarium Sacramentorum secundum ritum et consuetudinem sanctae metropolis ecclesiae Tarraconensis, dispuesto por el Arzobispo Don Pedro de Cardona, e impreso por Juan Rossembach en Barcelona, año 1530. = Missale ecclesiae Tarraconensis, ordenado por el Cardenal Arzobispo Don Gerónimo Doria, e impreso en León por Cornelio de Septem grangiis en 1550. = Otro Misal fol. del tiempo del Arzobispo Don Gonzalo de Heredia, con este título: Incipit liber Sacramentorum editus à B. Gelasio Papa Romanae Sedis, emendatus, et breviatus à B. Gregorio: quo in praesentiarum utitur sancta Tarraconensis ecclesia, Hispaniarum metropolis. Se imprimió en Tarragona per Johannem Rossembach Alemannum, perfectum XXVI. junii anno salutis christianae M.CCCC.XCIX. = Un Breviario impreso en 8.° hacia los años 1490, aunque ni esto ni el impresor se expresan; le dispuso el Arzobispo Don Pedro de Urrea, Patriarca de Alejandría, el año XL de su pontificado, encargando este trabajo a Don Jaime Campaner, canónigo, a Don Miguel Sisterer, comensal, y a Mossen Gabriel Cobou, beneficiado, los cuales concluyeron su obra a 24 de diciembre de 1484. = Diornale secundum usum ecclesiae Tarraconensis, ms. vit. del siglo XV, forma de 32. Este librito le restituyeron en unas misiones el año 1794. = Un fragmento de Breviario de esta iglesia, manuscrito muy maltratado: contiene el salterio, hymnodia, capítulos y oraciones, las lecciones, antífonas y responsorios; pero estas sólo llegan al día de Ceniza: es posterior a los tiempos de Calixto III: pone verbetas en maitines después del IX. R), y alleluia; y prosa después del capítulo, en las segundas vísperas de las principales festividades. De donde se puede inferir que esta costumbre, observada también en Valencia, como dije en su lugar, era general en toda la provincia Tarraconense. = Un códice ms. fol. que contiene: 1.°, el Necrologio de esta iglesia, copiado: de él he formado excerptas: 2.°, Martyrologium Usuardi (Martirologio de Usuardo), con su prólogo ad Karolum Magnum (Carlomagno): 3.°, Expositio regulae Beati Augustini edita ab Ugone de Sancto Victore (Hugo de San Víctor): 4.°, Litaniae:  5.°, Forma induendi novitium et faciendi professionem: 6.°, Modus dicendi Praetiosa qui nunc servatur: 7.° Modus dicendi Praetiosa tempore antiquo, et secundum consuetudinem ecclesiae Sancti Ruphi. Todo parece escrito en el siglo XV, aunque en el Necrologio hay adiciones del siguiente. 

Estos son los únicos códices rituales que se conservan en la Biblioteca de esta iglesia. De los literarios todavía es más escasa; sólo he podido hallar uno del siglo XIV en papel folio con este epígrafe: De regimine Principum, secundum S. Thomam de Aquino, quem librum non complevit praeocupatus a morte sed eius socius postea eum complevit, et Regi Chipri (Rey de Chipre) missit. Este libro me trajo a la memoria el famoso códice Tarraconense de la Suma de este Santo Doctor, cuyas variantes publicó el P. Fr. Francisco García, de mi orden. Sospecho que pudo ser uno de los libros teológicos que el Arzobispo Don Bernardo de Olivella legó en su testamento de 1287 a mi convento de esta ciudad. Mas ni en él, ni en otra parte alguna he podido encontrarle. Deseaba yo certificarme más de los fundamentos con que aquel escritor dijo el primero de todos que Santo Tomás había tomado la parte segunda de su Suma del Speculum morale de Fr. Vicente Bellovacense: especie desmentida hasta la evidencia por el P. Echard, no sólo en la Biblioth. Scriptor. ord. Praed. sino también y con más extensión en el tratado que intituló: Summa S. Thomae suo authori vindicata.

En la biblioteca de este mi convento, ya que hablamos de ella, hay un códice en 8.° de vitela delicadísima, ms. del sig. XIII, que contiene la Suma de San Raimundo de Peñafort con muchas variantes de la edición de Roma, 1603, que es la que aquí he visto: tiene 436 hojas. = Item Directorium Inquisitorum de Fr. Nicolás Eymerich, ms. en fol. a fines del siglo XIV en papel: al fin tiene esta nota: Explicit totum Directorium Inquisitorum haereticae pravitatis compilatum Avinione per Fr. Nicholaum Eymerici, ordinis Fr. Fr. Praed. S. Theolog. magistrum, ac Inquisitorem Aragoniae anno Domini M.CCC. septuagesimo sexto. Sigue del mismo escritor liber de jurisdictione Ecclesiae et Inquisitorum contra infideles, demones invocantes. Otros manuscritos hay, cuya noticia servirá para la biblioteca de mi orden.

Mas por lo que mira a bibliotecas nada hay en esta ciudad comparable con la que legó al convento de PP. Observantes de San Francisco el difunto canónigo Don Ramón Foguet, persona conocida y dignamente elogiada por Don Antonio Ponz en el tomo XIII de su Viaje, carta VI. 

En efecto, esta copiosa y selecta librería acredita su vasta erudición y delicada elección en todo género de literatura. No sé si este sabio logra el fin que se propuso en su donación, que fue proporcionar al público libros para su enseñanza; y no porque los padres no cuiden ni conozcan lo que es este tesoro, que los hay doctos y laboriosos sobremanera, y amantes del bien público, sino porque el lugar donde se colocó es propenso a la polilla, caluroso, estrecho, mezquino y poco correspondiente a la grandeza de la dádiva. Nunca serán bastantemente alabados los literatos que hacen esta especie de donaciones a la posteridad, perpetuando el buen uso del tesoro que más estimaron en vida. Mas sería de desear que a estas miras benéficas acompañase la liberalidad y posibilidad para disponer anticipadamente los lugares de depósito, precaviendo en esto los daños que pueden resultar de la pobreza de los legatarios. Consta esta biblioteca de unos cuatro mil volúmenes. Entre ellos hay varios códices litúrgicos de las iglesias de España, impresos antes de la reforma de San Pío V y un Ritual ms. en vitela del siglo XV, perteneciente a esta de Tarragona, idéntico con los que ya dije de la catedral de Valencia, la cual en este género de códices y otros literarios a ninguna de las iglesias que he visitado hasta ahora, reconoce ventaja. Las pinturas de este literato, que tanto celebró Ponz, vinieron a manos de su hermano Don Francisco Foguet, comensal de esta iglesia. El monetario pasó igualmente al mismo convento de San Francisco. Está bien clasificado, y consta de más de tres mil monedas, aunque en esta cuenta entran varias modernas y medallas de proclamación, premios y otras semejantes. Dióles también un pequeño gabinete de historia natural. Cuando el actual Ilustrísimo Señor Arzobispo, recién venido a esta Silla, pueda verificar su proyecto de establecer una biblioteca pública archiepiscopal, tendrá Tarragona abiertas estas fuentes de la literatura, sin las cuales nunca se hacen grandes progresos. La adquisición de libros está vinculada a los ricos: el que no lo sea está atenido a las instituciones que le formaron, si una mano poderosa y benéfica no le proporciona obras magistrales en las bibliotecas públicas.

A Dios. Tarragona, etc. 



(N. E. Es una maravilla que hoy en día pueda consultar online, e incluso descargar en pdf u otros formatos, monumentos de la literatura. Estos pueden ser escaneados en cualquier parte del mundo y ofrecidos a la comunidad global. Otra cosa es el poder leerlos o no, eso depende de la formación, aptitudes, trabajo y estudio de cada uno, la lengua en que están escritos, el tipo de letra, si son manuscritos o impresos, la calidad del scan, etc. Por ejemplo, en este tomo 19 del Viaje literario de Villanueva - ya llevo 18 editados - me he encontrado algunas páginas algo borrosas, que el OCR, optic character recognition, no puede leer, e interpreta lo que le da la gana, por lo tanto tengo que escribir las palabras yo, porque cuesta menos que corregir las que vienen escritas en texto plano; eso siempre que las pueda leer. Algunas veces tengo que buscar un pdf alternativo, porque no puedo leer alguna página escaneada.)

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Atentos a lo que escriben los imbéciles catalanistas de Catalunya.com :

Pretorio, Palacio de Augusto o Castillo de Pilatos. Fórum Provincial.

Edificio de interés histórico, Palacio, Patrimonio de la Humanidad.

Un edificio de época romana que entre 1129 y 1771 fue utilizado como fortaleza para los normandos. Posteriormente fue propiedad de los reyes de la corona catalano-aragonesa. (Son tan imbéciles como el archivero Próspero de Bofarull) Diversos monarcas hicieron reformas como Jaime II, entre 1304 y 1312, y Pedro III.

El origen del edificio se remonta a la época romana, cuando se construyó una torre con la función de unir la parte baja de la ciudad y el circo con la plaza de representación del foro provincial mediante unas escaleras.

Entre 1129 y 1171 fue utilizada como fortaleza por los normandos. Posteriormente, pasó a ser propiedad de los reyes de la corona catalano-aragonesa y se estableció el veguer real. Varios monarcas hicieron reformas, siendo las más importantes las de Jaume II, entre 1304 y 1312, y las de Pere III. (Pedro IV de Aragón, Pere terç como conde de Barchinona)

A partir del siglo XVI la torre se convirtió en un cuartel militar y sufrió graves daños durante la ocupación napoleónica de la ciudad.

El edificio actual conserva un estilo plenamente medieval, aunque con numerosos elementos de época romana. Además, forma parte del conjunto patrimonial gestionado por el Museu d'Història de Tarragona. Se puede visitar conjuntamente con el circo romano, con el que está comunicado por pasadizos subterráneos. Desde la terraza se puede disfrutar de unas magníficas vistas de la ciudad.