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domingo, 30 de octubre de 2022

CARTA XCII. Antigüedad de la iglesia de Gerona.

CARTA XCII. 

Antigüedad de la iglesia de Gerona: su catedral siempre fue la de Santa María, nunca la de San Félix, sino interinamente mientras dominaron los Moros en la ciudad: el clero de ambas iglesias profesó la canónica Aquisgranense desde fines del siglo IX: restauración de dicha canónica en el XI: pruebas de esto, y de que no se observó aquí la regla de San Agustín ni la de San Benito: noticia de lo que era el mazo de San Benito: varios ritos monacales de esta iglesia fueron la causa de esta opinión: noticia de ellos y de lo que era el Prepósito: número, orden y nombres de sus arcedianatos: número y calidades de los canónigos: cuándo y cómo pasaron a serlo los presbíteros llamados de Capítulo: origen de sus beneficiados: quien concurría a las elecciones de Obispos: cuando comenzó a elegirlos el Papa: sujeción de esta iglesia a la de Narbona: su título (titular en el índice), sello, hermandad con la de Puy en Francia: cuánto tiempo duró la fiesta a Carlo Magno: vestidos corales de los canónigos.

Mi querido hermano: Mucho se ha escrito sobre la antigua cristiandad de Gerona haciéndola remontar algunos historiadores hasta los tiempos apostólicos, colocando en esta Sede por primer Obispo a San Máximo, discípulo de Santiago. Algo más reciente ha de ser si San Saturnino fue el primer apóstol de estos países, como dan por supuestos algunos monumentos de nuestros monasterios e iglesias. Mas aun dejando aparte los primitivos tiempos, en que es muy verosímil que estuviese propagada por acá la religión, nos consta que lo estaba ya a fines del siglo III, como se ve en las actas de los mártires que padecieron a principios del siglo IV, que cierto no debía ser tan nueva la religión aquí en 303, cuando apenas llegado Daciano a España ya destinó a Gerona un vicepresidente tal como Rufino, que muy de asiento y de propósito persiguiese los templos de Dios vivos y muertos. 

Y constando que aquella persecución comenzó por derribar y asolar las iglesias como principal objeto suyo, se ha de tener por indubitable que la había ya en esa época en Gerona, y que era Sede de su Obispo propio llamado Poncio, martirizado en 303, y lugar donde se congregase la muchedumbre de cristianos, que debía ser considerable si se ha de calcular por los que murieron en esa persecución, que son más de doscientos, digo los conocidos.

El lugar donde estaba esta iglesia no puede ser otro que el actual, no habiendo quien dispute esta preeminencia sino la iglesia de S. Félix, y disputándolo esta a lo que entiendo sin razón. Porque el lugar donde ahora está el templo de este Santo era a fines del siglo III y principios del IV cementerio de los cristianos, donde consta que fueron sepultados casi todos los mártires y señaladamente San Félix Africano, y S. Narciso Obispo. Y como la disciplina de aquel tiempo no permitía que nadie se enterrase en iglesias, síguese que no la había ni catedral ni subalterna en el lugar indicado; el cual por otra parte estaba entonces extramuros de Gerona y delante de la puerta por donde se tomaba el camino de las Galias; circunstancias que comprueban la oportunidad de aquel sitio para cementerio y la importunidad para una Sede o iglesia matriz. Más adelante se verá el origen de esta pretensión. 

Decía, pues, que Rufino destruyó la catedral antigua, de modo que el citado Obispo San Poncio y sus fieles no tenían otro lugar donde congregarse que las criptas o soterráneos, y lo mismo aconteció a San Narciso, el cual fue muerto por los perseguidores en una de aquellas venerables juntas en el mismo cementerio que ahora decía. Que si se dice muerto en la iglesia de San Félix tomaron con grande impropiedad la iglesia que se construyó después por el terreno o sitio de ella. Cesando al cabo de ocho o diez años la persecución, y llegada la paz de Constantino, luego hallamos en esta ciudad dos iglesias cuyo examen importa mucho para la historia de esta Sede. Llamose la una de San Félix, levantada sobre el mismo cementerio o lugar donde había sido sepultado aquel insigne mártir, que por lo heroico y brillante de su martirio, y por la fama y celebridad que le dieron los himnos de Prudencio, se llevó la principal advocación del templo, oscureciendo en cierto modo el nombre de San Narciso, y del otro Félix, su diácono, sepultados en el mismo lugar. Bien se echa de ver cuán conforme era la erección de este templo a la disciplina de la época en que cesaron las persecuciones, cuando en todas partes se levantaron iglesias sobre los sepulcros de los mártires. Y así sin dificultad se puede fijar la época de esta hacia los años 320 o cosa tal.

Tampoco dudo que sea del mismo tiempo la otra iglesia intitulada constantemente de Santa María, y situada en el mismo lugar donde hoy está la catedral nueva, Sede propia de los Obispos de esta ciudad. Porque cierto es que por ardiente que fuese la devoción de los Gerundenses a San Félix Africano, primero debía restablecerse la Sede e iglesia matriz ya que había libertad para ello. Y que esta lo fuese la de Santa María, y no la de San Félix, aún en el siglo IV, lo persuade el haberlo sido en el siglo VII, porque no había razón ni es creíble que los Obispos de este último siglo ocupasen otra Sede que la que tuvieron los del IV. Pues a principios del siglo VII dice San Ildefonso (de viris illustribus, cap. X) entre otros elogios de San Nonito, Obispo Gerundense, adhaerens instanter obsequiis sepulcri S. Felicis Martyris. Circunstancia nada notable en un Obispo que asistía diariamente en su catedral, si esta lo hubiera sido el templo donde estaba el sepulcro de S. Félix. Por donde parece claro que era distinto de este el de la catedral, el cual estaba dentro de los muros cual correspondía a la iglesia matriz.

Por esta última razón cuando los moros se apoderaron de Gerona hacia el año 717, tomaron para su mezquita la catedral, y para los Cristianos que quedaron pecheros, quedó libre el uso del templo exterior de San Félix, a donde trasladó el Obispo su Sede y todo el culto de la catedral; y allí permaneció hasta la restauración de 785. De este espacio de sesenta años, dice un Cronicón de Ripoll hablando de esta restauración de la catedral, quae tunc erat in ecclesia S. Felicis (Marca hispánica, col. 250): y más claramente lo dice un sermón del Obispo Oliva: Ibi (en la iglesia de San Félix) erat ecclesia cathedralis tempore infidelium; porque no habiéndolo sido en los tres primeros siglos, no hay otra época a que convenga el tempore infidelium sino a los sesenta años del dominio de los moros.

Conquistada esta ciudad por las armas de Carlo Magno, o más bien por los Cristianos que quedaron en ella, se restauró la catedral y la Sede episcopal en el lugar en que ahora está. Desde esta época de mayor luz quedan innumerables documentos que acreditan que la catedralidad no ha mudado de lugar. De modo que a la actual iglesia de Santa María, que es ahora distinta de la de S. Félix, es la misma que lo era en los diplomas del siglo IX y siguientes. Y este es a la verdad un argumento muy sólido para probar que el templo de S. Félix no disfrutó jamás este honor sino interinamente en los sesenta años de cautiverio. Porque no es presumible que un templo tan respetable ya por su famoso titular fuese despojado del honor episcopal que había disfrutado desde la paz de Constantino si tal hubiese. Ni se hallará que Carlo Magno u otro Príncipe de aquel tiempo despojase tan ligeramente los templos de su antiguo honor en las ciudades que conquistaban de los moros. Esto era mucho menos verosímil en Gerona, que en medio de la barbarie de los árabes supieron mantener el culto cristiano en la iglesia de San Félix, por donde no había título para que se temiese alguna mengua en las invasiones venideras. Así que no fue este el motivo de la mudanza de la catedral al lugar donde está, sino la restitución del derecho que tenía este sitio profanado con las impurezas del Corán en aquellos sesenta años. Trata este punto con más extensión Dorca en la obra de los mártires. Sea con motivo de la sobredicha traslación de catedralidad al templo de S. Félix, sea por otra causa, el clero de ambas iglesias se consideró uno solo hasta el siglo X; de lo cual da algunas pruebas el mismo escritor. A mediados de ese siglo se dividió un clero de otro, y el de San Félix suena gobernado por abad propio, como se dirá otro día. Aún antes de esa división se había ya introducido aquí la Vita canónica Aquisgranense, comúnmente admitida por las iglesias de Cataluña en aquellos tiempos anteriores al remate del siglo XI. Yo no tengo duda en que aquí se introdujo luego que se mandó observar en el concilio de Aquisgrán (Aachen) del año 816. Mas como para esto se necesitaba dotación fija y apoyada con la autoridad real que asegurase a los canónigos de su subsistencia, de ahí es que no nos consta la observancia de esta regla hasta que el Obispo Teotario en el año 881 logró de Carlomán un diploma o como llamaban preceptum, en confirmación de todos los bienes de esta iglesia; el cual publicó Baluzio (capítul. Reg. Franc. apén. número CXVI) y está en el libro verde de esta catedral, fol. 178. Hizo esto el Obispo con ánimo de dotar de nuevo a su clero, y de hacerles observar la regla canonical a imitación de Frodoino Obispo de Barcelona, que ya lo había ejecutado en 878. El nuestro lo verificó en 882, señalando los estipendios o sustentación, que su clero, esto es, el de San Félix y Santa María, debían recibir sirviendo a Dios en sus iglesias. Irá copiado de nuevo este instrumento, aunque publicado varias veces, y novísimamente por Dorca. En él se debe fijar la introducción de la canónica Aquisgranense en esta iglesia, porque sus fórmulas son las mismas con que se establecía en otras partes. Más claro parece esto en que desde entonces los canónigos de Gerona comenzaron a llamarse así, como se ve en el instrumento de la elección del Obispo sucesor Servus Dei del año 886 o 887 en que todos los subscriptores se firman Canonicus, cosa no usada hasta entonces (a: En la España Sagrada, tom. 43, pág. 96 y 169 se da por sentado que en esta iglesia no se instituyó la vida canónica hasta muy entrado el siglo XI. No me admira que opinase así el que tan escaso se muestra de noticias del tiempo del Obispo Teotario; y eslo sí que es de admirar en quien vio por sus ojos los archivos de Gerona.) 

Y así es claro que tomaron este dictado a canone o regla; y no habiendo entonces otra en uso por acá sino la de Aquisgrán, admitida en toda la provincia Narbonense, a la cual pertenecía nuestra iglesia, es preciso concluir que esta es la que aquí se admitió como en la de Barcelona, Vique y Urgel. No se opone a esto la subscripción de Badagarius Abba que se halla en la citada escritura de elección. Porque este Abba o Prepósito era el que según mandaba aquella regla tenía a su cuidado el gobierno económico de la iglesia. 

Ya advertí en el viaje de Vique que la canónica Aquisgranense tenía por propio carácter el no obligar a sus profesores a la total abdicación de la propiedad, y así quedaban con el derecho de testar libremente de sus bienes, muebles y raíces al tiempo de morir. Y que esto se usase aquí en los siglos X y siguientes se podía mostrar en una larga serie de ejemplares por las escrituras que quedan de este género, y por los legados de los canónigos a su iglesia, notados en sus óbitos en los Martirologios. Dorca cita algunos (pág. 351). He copiado dos (a: Aps. ns. XXVIII y XXIX.) para muestra: uno del año 1064, tiempo en que, como se verá, estaba en su auge esta canónica Gerundense. Este es el testamento de Ponce Levita (nombre sinónimo de canónigo de Gerona), y Capud scolae, oficio unido entonces a la canónica. En él verás la franqueza con que dispone de todos sus bienes, y los muchos que poseía como dueño propietario. Es notable la mención que hace de mancusos auri monetae aeneae. El otro es del año siguiente 1065, hecho por Guillermo Guifredo, canónigo de esta iglesia, que murió en Palencia, yendo en romería a Santiago en el mes de agosto de este año. Otros muchos hasta principios del siglo XIII se citan en el proceso de 1239, produciendo los legados que se hicieron a los presbíteros de esta iglesia. Lo mismo pudiera hacer respecto de las oblaciones y admisiones in canonicum, en cuyo acto la canónica consignaba a los nuevos la percepción de ciertos frutos, de que disponían a su arbitrio. Cosa que no toleraba otra regla que la Aquisgranense.

Sin embargo, creo que hasta principios del siglo XI no estuvo en gran auge esta canónica, o por falta de edificio que comprendiese en un recinto todas las habitaciones y oficinas que la correspondían, o por otras causas. Así hallamos que es a XII de las calendas de diciembre del año 1019 (XXIII del Rey Roberto), el Obispo Pedro Roger, con el auxilio de su hermana la Condesa de Barcelona Ermesindis, y del hijo de este Berenguer, Conde y Marqués, resolvió restaurar y dotar esta canónica, mandando construir su edificio, como se ve en la escritura publicada en la Marca Hisp. (Ap. n. CLXXXII), y copiada por mí de nuevo del original, donde se hallan algunas suscripciones que omitió el impreso, y se corrigen las erratas que en él se cometieron (a). Otra copia va de la nueva dotación que hizo poco después el mismo Obispo: por donde se ve el esmero con que cuidó de la reforma de este clero (b).

Es verdad que en ninguno de estos instrumentos se dice restaurase aquí la canónica Aquisgranense. Mas la circunstancia de haber asistido a aquel acto solemne los canónigos de Barcelona, que la habían admitido el año 1009, y San Ermengol, Obispo de Urgel, que la plantificó en su iglesia en 1010; y la de haberse hecho todo con su acuerdo es un indicio manifiesto de que aquí no se introdujo otra regla. Dorca, que trató de propósito esta materia, omitió un argumento que es el más concluyente de esta verdad. En dos martirologios modernos de esta catedral, uno del siglo XIII y otro de fines del XIV, se halla al fin o toda o la mayor parte de la Vita canónica Aquisgranense con el prólogo, todo conforme la publicaron los editores de Concilios. Lo mismo se ve en otro martirologio de la colegiata de San Félix. Cualquiera volumen que se hallase de ello aquí era ya un indicio suficiente de lo que digo. 

(a) Ap. n. XXX. = En la España Sagrada, tom. 43, se publica este documento copiándolo de la Marca Hispánica. 

(b) Ap. n. XXXI. 

Pero lo es mucho mayor el hallarse en los martirologios, libros en que sólo se escribía lo que había de servir para la lectura y uso diario de la Praetiosa en los monasterios y en las iglesias que se amoldaron al rito monacal. Porque en esa hora, después del martirologio, se leía, o el Evangelio del día en las fiestas, u otras lecciones análogas al objeto, o un trozo de la regla y constituciones en las ferias, como todavía se observa en mi orden y otras: y esto era general en todas las canónicas. Pues si en los martirologios escritos de nuevo en los siglos XIII y XIV pusieron aquí la canónica Aquisgranense, es claro que esta es la que leían al tiempo de la Praetiosa. Y a esto alude una consueta del siglo XIV, que manda leer a esa hora un trozo de Decretis Patrum, expresión equivalente a aquella canónica, que no es otra cosa sino una colección de sentencias de Padres y Concilios. También se infiere de lo mismo que esta es la regla que observaron en los siglos anteriores. Porque ya se sabe la tenacidad con que los cuerpos guardan sus antiguos ritos y costumbres. Con esta sola reflexión queda desmentida la opinión de los que creyeron que la canónica Gerundense fue Agustiniana. Porque además de que esta regla no pudo regir aquí antes del remate del siglo XI, en que era todavía desconocida en Cataluña, debemos decir lo mismo de los siglos XIII y XIV, en que no se acordaron de ella cuando escribieron los martirologios sobredichos. Cosa del todo inverosímil, si entonces o antes estuviera en uso.

Mucho más equivocada es la especie de haberse observado aquí en lo antiguo la regla de San Benito, como aseguró el padre Roig (pág. 202 y 206): fábula sólidamente combatida por Dorca (pág. 345 y siguientes). Es verdad que en el breviario propio de esta iglesia, escrito en 1339, se halla la fiesta de San Benito a 21 de marzo; pero es sólo de tres lecciones, y el oficio todo del común. Rezo propio y octava tiene allí mismo la fiesta de la traslación de dicho Santo, a quien llaman Pater; mas eso no prueba que lo fuese de estos canónigos, como no lo era Santo Domingo, a quien también llaman Pater en el oficio propio de su fiesta, ni San Francisco, a quien dan el mismo dictado las lecciones escritas en el leccionario propio de esta iglesia. El clero secular adoptaba estas festividades de los fundadores de las órdenes, y de ellos tomaba los oficios propios para el rezo. Y en esto no hay que cavilar más. Pero ciertamente es reparable que la festividad principal de San Benito fuese en el siglo XIV de un rito tan inferior, que no sufriría ningún cuerpo en la fiesta de su Patriarca. Más es que en las actas capitulares del mes de abril de 1372 se halla una ordenación hecha por el Obispo y Capítulo con estas palabras: Ordinarunt ad honorem Dei et reverentiam S. Benedicti quod translatio S. Benedicti colatur per Christi fideles, in locis ubi sit monasterium virorum seu mulierum ordinis Sancti Benedicti... Y añade que esto lo hicieron ad humilem suplicationem venerabilium Abbatum et aliorum ipsius ordinis qui interfuerunt in Synodo in Gerundensi Ecclesia proxime celebrata. Esta era buena ocasión para que los canónigos expresasen su profesión benedictina, y mostrasen la debida veneración a su Patriarca, estableciendo dicha fiesta en Gerona. Esta omisión es un argumento claro de que entonces no había aún nacido la opinión de haber sido Benedictinos estos canónicos. Dudábase todavía de esto mismo aún en el siglo XVI, en que tan válida estaba la fábula del mazo de San Benito. Así se llamaba un recio golpe que se oía en la catedral, el cual, según creían algunos, anunciaba la muerte próxima de algún canónigo. Para que veas lo que esto era va copia de un acta capitular de 12 de diciembre de 1528 (a: Ap. n. XXXII.).  

La opinión del estado monacal de la canónica Gerundense podo nacer de las prácticas de refectorio, dormitorio, capítulo, colaciones en el claustro y otras, y de los nombres de oficio consiguientes a esta: cosas usadas aquí y en otras iglesias por largo tiempo. Lo del refectorio estaba ya aquí desusado a principios del siglo XIII, pues en el proceso de 1239 se lee: Cum olim canonici omnes comedebant in refectorio. En el libro verde, desde el fol. 112, se hallan varios estatutos ya del 1216 sobre las porciones canonicales en dinero. Mas aun quitada la comida en refectorio, quedaban en él las colaciones en los días de ayuno, y en el claustro en los días festivos: y así se practicó hasta el siglo XV (V. lib. verd. fol. 134). En 1315 se daban, según la antiquísima costumbre, dos colaciones en los días de ayuno (Ibid. fol. 126). Mas no entiendas que ambas eran para todo el clero, sino la primera para el capítulo y la segunda para los restantes, y así debe entenderse esta colación duplicada, donde quiera que se halle usada. Quitose aquí esta práctica en 1325, mandándose quod de cetero non detur nisi unicus potus in claustro vel in refectorio in diebus jejunialibus et aliis quibus est consuetum bibere bis; et pro secundo potu, detur certa pecuniae quantitas (Ibid. fol. 129. b. et in lib. den Calçada fol. 114). El uso del dormitorio continuaba aún al tiempo del proceso de 1239, en que se supone que al presbítero hebdomario (hebdomadario encuentro anteriormente) se daba en él cada noche una candela. Mas no se recogían allí todos los canónigos, constando de muchas escrituras que tenían sus casas fuera del ámbito del claustro y lechos propios. Los oficios de refitolero, cocinero, dormitorero y portero de la canónica fueron erigidos en beneficios perpetuos en 1319 por el Obispo Don Pedro de Rocaberti (Ibid. fol. 141. b.); lo cual nació sin duda de la total supresión de aquellas oficinas, aunque les quedasen algunas obligaciones análogas a su origen. He dicho, y téngolo por cierto, que estas prácticas monacales no prueban la profesión monacal en las catedrales; como tampoco la persuaden el claustro y clausura, el coro en medio de la iglesia, el silencio, la Praetiosa en el capítulo, el uso de comenzar las completas en él con la lección espiritual y bebida, y pasar luego al coro a concluirlas. Estas y otras mil cosas compatibles con el derecho de propiedad eran miradas como un antemural de la vida perfecta del clero secular, el cual sin abdicar sus bienes y sin hacer voto ninguno solemne de vida más perfecto, debía distinguirse de los legos en la conducta exterior. Lo mismo a proporción se ha de decir de los nombres de Abad, Prior y Prepósito usados en escrituras de los siglos X, XI y XII, nombres sinónimos, con los cuales era llamado indiferentemente, no un superior monacal a quien se prestase la obediencia que constituye aquel estado, sino un superior económico, a quien tocaba la corrección primera de los delincuentes y la administración de las rentas. Lo más común en esta catedral era llamarle Praepositus; y que no significase más que lo dicho se ve en la división de este oficio en las doce preposituras que conservaron el nombre y obligaciones del primero, y es que creciendo las rentas y la carga de su colección y distribución, fue preciso aliviarle, repartiendo entre muchos lo que uno solo no podía desempeñar. Las primeras memorias que aquí hallo de los prepósitos por meses, son de principios del siglo XII. Algunas de ellas mismas o acaso distintas se intitulaban de Albuziano, de Aredo, de Eviza, Caciano, etc., tomando el nombre de las villas o iglesias cuyos frutos estaban a su cargo.

Había en esta iglesia cuatro arcedianatos, es a saber: el mayor o Gerundense, llamado antiguamente de rogationibus (por la jurisdicción y derecho que tenía en Ravós, lugar distante dos horas de esta ciudad), el de Besalú, el de Empurias y el de Peralada, a quien sucedió el de la Selva, si no me engaño, en el siglo XII. Estos cuatro títulos correspondían a los cuatro condados que componían esta diócesi. 

Ya muy de antiguo ocupan en el coro los cuatro ángulos y en las procesiones de la vigilia de Navidad al capítulo, día de Ceniza, Jueves Santo y otras, tienen señalada en las consuetas su colocación respecto de las otras dignidades de esta manera: arcediano mayor, sacrista mayor, precentor, abad de San Félix, y los arcedianos de Besalú, Empurias y la Selva. El abad de San Félix era por lo regular el mismo arcediano mayor hasta el siglo XII. Entonces comenzó a darse aquel cargo a otras personas, y esta dignidad siempre se reputó por la cuarta de esta catedral.

El número de canónigos era el de veinte hasta la visita del Cardenal Sabinense en 1229, en que se aumentó al de veinte y cuatro, y así ha continuado. Eran y lo son diaconiles, y es ocioso probar esto con escrituras, muchas de las cuales van copiadas. Esta es la causa de ser aquí tan frecuentes las firmas de Levita, que siempre se ha de tomar por equivalente de canónigo, porque lo eran, y ellos solos lo eran con toda propiedad. Aún hoy no son admitidos al osculum pacis, si no están ordenados de diáconos, que es el grado que requiere su prebenda; otra condición precisa para entrar en su número era la de ser de genere militari ex utroque parente: esto es, nobles, porque esto significaba el miles en los siglos XII y XIII. Confirmaron esta constitución varios Papas y también el concilio Basileense, VIIII. kal. junii de 1437 a instancias del capítulo y del Obispo Bernardo Pau, qui, dice el decreto, nostrae congregationi incorporatus existit. La causa de esta condición de nobleza fue precaver por los enlaces de los canónigos con los nobles, los daños que estos hacían en las posesiones de esta iglesia. Para la celebración de los oficios divinos había doce presbíteros llamados de capítulo, los cuales se repartían esa obligación por semanas, teniendo cada uno de ellos por ministros a dos de los canónigos. Llamábanse también statores, como estantes por el capítulo. Los arcedianos eran los diáconos del Obispo según una constitución del año 1434 (Lib. den. Calçada fol. 173. b), solos estos presbíteros y los canónigos podían celebrar o ejercer oficio eclesiástico en el altar mayor, a excepción de los Evangelios, Liber generationis y Factum est de los maitines de Navidad y Epifanía, las Pasiones en la Semana Santa, la Angélica del Sábado Santo, y las misas matutinales que se permitía cantar a otros. Este era todo el clero de la catedral a principios del siglo XIII, es a saber: los canónigos, dignidades y presbíteros de capítulo, a que se añadía el clavero y dos capellanías establecidas, una por el canónigo Guillermo de Terrades, y otra por la Condesa Ermesindis, que murió hacia la mitad del siglo XI. 

En 1208 se introdujo la fundación de beneficios que se llamaron stabiliti. Hizo la primera Alemany de Aiguaviva, sacrista de esta catedral y después su Obispo, a 28 de febrero del año citado, a la cual se siguieron otras hechas por el Obispo Arnaldo de Creixell en 1214. Y este es el principio del numeroso clero de esta iglesia que tanto contribuye al lustre de las funciones eclesiásticas. En esta misma época los presbíteros de capítulo entraron en la pretensión de ser tenidos por verdaderos y esenciales canónigos. Fundábanse en la costumbre antiquísima de asistir a las elecciones de Obispos, de suscribir como canónigos, de no ser echados del capítulo en sus deliberaciones, y por consiguiente alegaban derecho a percibir el florín mensual que por constitución del Obispo Guillermo de Monells de 1173, se debía dar a los canónigos que cursaban en alguna universidad. Los canónigos dijeron que esto había sido una tolerancia, etc. El negocio paró en compromiso, como ya dije otro día. Los jueces dieron sentencia a 29 de octubre de 1240, declarando que los presbíteros no eran verdaderos canónigos, ni debían percibir los florines que se daban ratione estudiorum, sed quia, prosiguen, in electione episcoporum dictos presbiteros invenimus praescripsisse, et si non ad plenum, cum beneficio tantum et supplemento nostrae conscientiae, in ipsa electione episcoporum jus habere dictos pbros. declaramus. También se mandó que pudiesen obtener preposituras, y que no fuesen excluidos del capítulo, cosas de que estaban ya en posesión. Apelaron los presbíteros de esta sentencia a la Sede Apostólica, y el Papa Inocencio IV la confirmó en 1249. Así quedó el negocio por entonces. Andando el tiempo, el Papa León X erigió estos doce presbiterados en canonicatos, dispensándoles en el estatuto de genere militari, y conservándoles las obligaciones antiguas de hebdomadas, etc. El breve es de 1520 IV. kal. octob. Con esto quedaron treinta y seis canonicatos como hoy subsisten. Del mismo contexto del proceso consta, que dichos presbíteros nunca habían tenido la abadía de San Félix, que siempre estuvo anexa a un canonicato de la catedral, y hoy es la cuarta dignidad de ella.

De lo dicho se ve, que la elección de Obispos fue aquí peculiar del capítulo; y aunque en el siglo IX consta que acudían a este acto los clérigos rurales con los civitatenses, como verás en la elección del Obispo Servus Dei el año 886; sin embargo, entiendo que esto no se ha de tomar tan literalmente que se suponga haberse hecho una junta a que acudiese todo el clero, sino que congregado gran parte de él se hacía aquella aclamación, que tales eran por lo regular las elecciones de los Obispos. Así aún del siglo XII hay por acá algunos decretos en que se dice haberse congregado para ello el clero y pueblo, con ser así que el pueblo no tenía acción ninguna en tal acto. Y se ha de distinguir entre lo que es la elección del prelado y la carta dirigida al metropolitano, pidiendo la confirmación e intronización del electo; a esto último concurrían los nobles y magistrados, y en nombre de todos se hacía la súplica. A principios del siglo X, año 908, suena aquí el Obispo Wigo, electo por el Rey Carlos el Simple. Y es el único ejemplar que hay de ello. En los restantes, el clero, o sea el capítulo por aclamación, o por escrutinio o por compromiso, nombró siempre a su pastor hasta el año 1292, en que el Papa nombró Obispo a Don Bernardo Vilamarí. Esta es aquí la época de las reservas pontificias en orden a la dignidad episcopal.

Durante el cautiverio de Tarragona reconoció esta iglesia, como todas las otras de la marca, al Arzobispo de Narbona por su metropolitano, a quien acudían en lo que tocaba a confirmaciones de Obispos, concilios y causas eclesiásticas, y él venía a consagrar templos, entronizar Obispos y cosas semejantes. Sobre estas pruebas comunes a las catedrales de Urgel, Barcelona y Vique, tiene esta de Gerona otras particulares. Porque con la intrusión del Obispo Ermemiro hacia el 886, puesto por el famoso Sclua, intruso en Urgel, que se arrogó los fueros de metropolitano Tarraconense, tuvo Gerona ocasión de mostrar su opinión en este punto, o sosteniendo el derecho de Servus Dei ya electo y consagrado por el de Narbona, o eligiéndolo verificada ya aquella intrusión de Ermemiro, y presentándolo al mismo Arzobispo como a su cabeza legítima con desprecio de la vana pretensión de Sclua, a quien nunca reconocieron por tal, aun reconociéndolo los Obispos de Barcelona y Vique. Este afecto particular de nuestra Sede a la de Narbona, fue sin duda la causa porque el decreto de la elección del Obispo Borrell de Vique en 914 se puso en manos de nuestro Obispo Wigo, para que él solicitase el consentimiento de los comprovinciales y del metropolitano Narbonense; porque la razón que allí se da de que estaba más cerca de aquella capital, no tiene gran verdad. De lo mismo nació igualmente la resistencia que nuestro Obispo Arnulfo hizo a Cesario, abad de Santa Cecilia, electo Arzobispo Tarraconense en el concilio Compostellano: cuento que dan por fabuloso los críticos del día; pero que a pesar de sus censuras, es y será siempre un hecho. De lo mismo entiendo que nació, el que nombrado Atón, Obispo de Vique, Arzobispo de Tarragona, no fuesen reconocidos por tales los sucesores en más de un siglo. En resolución, Gerona reconoció por metropolitano al de Narbona, desde su conquista en 885, hasta la restauración de Tarragona, o excepción de las dos breves épocas de Atón y Berenguer Rosanes, Obispos de Vique. Ya se dijo que el titular de esta iglesia siempre fue Santa María, con el cual se ha distinguido de la de S. Félix, y se ha indicado regularmente desde el siglo IX la Sede y episcopado Gerundense, como se ve en varios diplomas, y en el decreto que se dirá de la elección del Obispo Servus Dei en 886, los canónigos que ponen título de iglesia no ponen otro que Sanctae Mariae, que es otra prueba sólida de que la catedralidad nunca fue propia de la iglesia de S. Félix. A esto no se opone que en algunas escrituras, por la grande veneración y celebridad del Santo Mártir y por la unión que ambas iglesias tenían, suenen donaciones hechas a la Sede con título sólo de S. Félix, juntándolo otras al título de Santa María. Habrás observado ya en los documentos que he enviado en el discurso de mis viajes que en las donaciones, así de Reyes como de particulares, los titulares de los monasterios e iglesias no se expresan siempre con la exactitud que ahora quisiéramos. Nacía esto de la devoción del donador a los Santos que tenían su propio altar, además del mayor en los monasterios e iglesias. La iglesia de Roda en algunos diplomas episcopales de mitad del siglo XI se llama Sancti Valerii et S. Vicentii, por haberse entonces hallado el cuerpo de S. Valero y depositado en la catedral, que nunca, ni antes ni después tuvo otra advocación que la de S. Vicente Mártir. El mismo era el titular del monasterio de Gerri, al cual sin embargo se le añaden, y a veces prefieren en algunas donaciones, los títulos de Santa María, S. Pedro, San Juan y otros. Cuán cierto y demostrado es que el titular de la catedral de Vique no era otro que S. Pedro. Sin embargo, ¿cuántas donaciones hay hechas a aquella Sede intitulándola Sanctae Mariae por la devoción a la imagen venerada en la antigua capilla fuera de la catedral llamada la Rotunda? ¿Quién contará los nombres de Santos que dan los antiguos documentos a la colegiata de Besalú, antes monasterio de canónigos reglares de S. Agustín? Bastan estos ejemplos que ahora me ocurren para que nadie se deslumbre con la diversidad de titulares expresados en algunos diplomas. Aquí había más, y es que el nombre y los milagros de San Félix era lo que hacía famosa la iglesia Gerundense, y lo que estimulaba a los poderosos a enriquecerla por donaciones, o por gratitud, o para merecer los favores de tan ilustre mártir, cuyo nombre expresaban en las escrituras, porque él era todo el móvil de su liberalidad. Las Condesas Gisla y Ermesindis, por ejemplo, regalaron un frontal de oro en honor de S. Félix, como dicen todos los escritores; mas esta alhaja sobre hallarse en la catedral y no en la iglesia de San Félix tiene además que observar, que en el centro se entalló la imagen de Santa María y no la de aquel Santo, como dando a entender que la iglesia a quien se dio estaba titulada de Santa María y no de S. Félix.

Estas y semejantes reflexiones no debían olvidar jamás los que contradicen la catedralidad de Santa María. Medir las escrituras antiguas por la exactitud y propiedad del día es ignorar la diplomática en esta parte.

Otra prueba es de lo mismo el sello antiguo y moderno del capítulo, que nunca representó otra cosa que la imagen de nuestra Señora sentada. Así lo conservan en el día, con ser así que la fiesta principal de su titular es la de la Asunción, que en otras catedrales bastó para que alterasen su situación representándola en pie desde fines del siglo XV o cosa tal.

Tenía esta iglesia hasta nuestros días hermandad con la de Puy de Francia, y de ello hay muestras en las ocurrencias de ir y venir canónigos, los cuales mutuamente percibían la porción canonical, y eran tratados como tales. Quedan además desde el siglo XV varias cartas de un capítulo a otro, algunas de las cuales están copiadas en el Cartoral, fol. 310. Mas esto no nace de lo que dicen comúnmente los escritores, que cuando Carlo Magno conquistó esta ciudad en 785 puso en ella por Obispo un canónigo de la de Puy, cuyo nombre se ignora. En el episcopologio verás cuan fuera va esto de camino, y como verosímilmente en 785 era ya Obispo de esta Silla Adaulfo. La conquista de esta ciudad por Carlo Magno es uno de los cuentos más ruidosos entre los eruditos, con ocasión de las memorias que aquí se tienen de aquel Príncipe y de las demostraciones religiosas con que le ha honrado esta iglesia. Es de desear que todos los hijos de Gerona entren en las ideas juiciosas de su paisano Dorca, que en su obra de los Mártires de Gerona acaba de desentrañar y poner en claro esta fábula con todas sus circunstancias portentosas. El resultado de su trabajo es que cuando Carlo Magno vino a España con su ejército y estuvo en Zaragoza en el año 778 sujetó la ciudad de Gerona con otras muchas, dejando en ellas tributarios a los Moros que quedaron con su mando: que rebelándose estos después, el ejército de los franceses (francos) vino sobre esta ciudad en 785, llamados por los Cristianos Gerundenses, los cuales advirtiendo la poca guarnición de Moros, entregaron la plaza a Carlos, a quien habían jurado obediencia siete años antes (y esto ciertamente es más glorioso para Gerona que su conquista a fuerza de armas por aquel Rey): que por consiguiente es una fábula que esta conquista fuese en virtud de los portentos de la lluvia de sangre, aparición de una cruz en el cielo, etc., que ni sucedieron en Gerona sino en la Alemania, ni en ese año 785 sino en el siguiente 786: que ni en uno ni en otro estuvo ni pudo asistir personalmente Carlo Magno a la conquista de Gerona, estando como estaba en Italia y Sajonia. Estas y otras cosas que cuentan por muy ciertas algunos escritores están sólidamente confutadas en la citada obra a que me remito, como viajero ocupado en otras cosas que falta averiguar. La tradición nada vale cuando hay en contra argumentos de casta. La fiesta que aquí se hizo a este Rey como Santo tiene un origen moderno y conocido, que es la credulidad del Obispo Arnaldo de Monrodó, el cual la instituyó en 1345, como se dirá otro día. Pedro de Marca se equivocó en decir que esta fiesta duró hasta los tiempos del concilio Tridentino, y que aun quitada, quedó el sermón en alabanza de aquel héroe a la hora de la misa mayor. 

En cuanto a lo primero en una consueta del año 1360, que pone esta fiesta, al margen se halla notado de letra del siglo XV que ya no se celebraba en virtud de un breve del Papa que la mandó suspender. Nada más se expresa allí; mas yo sé que este Papa fue Sixto IV. Consta esto de las actas capitulares del año 1493 (fol. 55, día 9 de abril) en que el capítulo, cortejando a D. Lope de Haro, embajador del Rey Católico (Fernando II de Aragón) al nuevo Papa Alejandro VI al tiempo de mostrarle las reliquias, altar y otras preciosidades de la catedral, le dio razón del culto y oficio de IX lecciones con que Carlo Magno había sido venerado en ella por espacio de unos 140 años hasta que lo prohibió el Papa Sixto. El embajador ofreció representar este negocio a Su Santidad y solicitar la restauración de la fiesta. Y si hizo lo primero, es cierto que lo segundo quedó por hacer. Lo de la obra del sermón todavía es más equivocado, pues ya en 1470 se decía el panegírico a la una del día de la dominica II de Cuaresma, como se dice también hoy y como yo le he oído este año. La fiesta, cuando se celebró, tenía por día propio el 29 de enero, como se ve en las consuetas, etc. Mas debe notarse que no era general en todas las iglesias de esta ciudad. De la colegiata de San Félix con ser tan principal, puedo asegurar que no la admitió o que al menos no la guardaba a mitad del siglo XV, cuando todavía continuaba en la catedral. Una consueta de dicha colegiata de ese tiempo dice: De hoc festo (Caroli Magni) in ecclesia S. Felicis nichil fit; immo fit de VIII die S. Vincentii. Sed in Sede et aliis ecclesiis, fit de Karolo tamquam de festo signi novi. 

Acerca de los hábitos corales del clero en los siglos antiguos, no puedo dar por cierto cosa alguna. Sin embargo, puede servir de luz la rúbrica que establece una consueta de esta iglesia escrita en 1360 para la solemnidad del Sábado Santo, “Finita nona, dice, quatuor clerici induti superpelliceis hymnum Inventor rutilis cantent in Truna ubi leguntur lectiones de duobus in duobus; et hic (esto es, antes de cantar Exultet angelica) penitus deponuntur capae nigrae, nec in antea utimur nisi superpelliceis." Al margen de letra del siglo XV se nota: Hodie autem deponuntur (capae) sexta finita imediate. De cuyas palabras se debe inferir que en los siglos XIV y XV, durante el tiempo pascual y acaso hasta Todos Santos, el hábito del coro era sólo la sobrepelliz, y de ese día al de Pascua la capa negra. Esto último consta de una constitución del año 1321 en que se añadió que los que no llevasen capa negra en tiempo de invierno se sentasen en el coro inferior, y en las procesiones precediesen a los otros para evitar la deformidad que debía resultar de la mezcla de trajes diferentes. En una y otra temporada, así sobre las capas como sobre las sobrepellices, llevaban almuzas negras: y esto indica la constitución copiada en el libro Dencalçada (den, d'en Calçada): est consuetum, dice, quod nullus clericus intret chorum cum vestibus viridibus bipartitis, virgatis, rubeis vel stacatis, nec cum caligis, nec cum almuciis nisi nigris, et quod portent superpellicia vel capas. Otra noticia nos da el mismo libro, (fol. 213) que dice: Quando presbiteri de capitulo, seu quicumque beneficiati capis pluvialibus induuntur, non portent subtus ruquetum seu garnatxiam sed superpelliceum portare omnimode teneantur. Entiendo que las almuzas eran cerradas por delante, aunque mucho más cortas que las que hoy usan los canónigos. Estas no tenían capilla, la cual era propia y estaba cosida con la capa, y cubría del todo y ajustadamente la cabeza. Vese esto en las figuras sepulcrales de canónigos y beneficiados, así en el claustro de la catedral como en otras iglesias. A lo mismo alude una constitución capitular del 22 de junio de 1509 en que se ordenó quod de cetero quilibet capitulares et beneficiati hujus Sedis portantes capas de choro, possint in choro et extra deferre caputia caparum extra caput in collo more aliarum ecclesiarum cathedralium; ita quod sit in arbitrio cujusque dicta caputia portare in capite aut in collo prout sibi placuerit. En 1553 a 18 de marzo dio permiso el capítulo para que cada uno de sus individuos usase de chirotecas sive manicas, no obstante el estatuto antiguo y costumbre que prohibían su uso. La materia común de estos hábitos era la lana. En los registros capitulares de Alfonzello, fol. 134, hallo que en 1472 ya se dispensó con el clero ut possent uti serico et ornamentis canonicalibus. El uso de los armiños en las almuzas de invierno no entró acá hasta el 1609 en que mandaron se comprasen. Algo más tardó a introducirse el uso de hábitos canonicales morados para invierno y verano, que no se mandó hasta 1629. Hoy se usan en el invierno capa talar de estameña morada con sotana y almuza de lo mismo. Del traje común del clero fuera de la iglesia, darán razón varias constituciones sinodales que irán copiadas, y de que se hablará en en el episcopologio desde el siglo XIII en adelante. A Dios, etc. 

lunes, 27 de febrero de 2023

CARTA CXXXVIII. Concluye el catálogo de los Arzobispos de la santa iglesia metropolitana de Tarragona.

CARTA CXXXVIII. 

Concluye el catálogo de los Arzobispos de la santa iglesia metropolitana de Tarragona. 

Mi querido hermano: Vamos a concluir hoy este catálogo con la noticia de los Prelados de este siglo y siguientes. A Don Juan de Aragón sucedió

Don Arnaldo Cescomes (de Cumbis le llamaban los latinos de aquel tiempo), Catalán, nacido en la quinta o masía dicha de Cescomes, en el término del lugar de Puig de Reis, obispado de Urgel. Era ya canónigo de Barcelona y Vicario general de aquel obispado en 1305, y en 1312 se halló en el concilio de Tarragona como procurador del Cabildo o del Obispo de aquella iglesia, y fue el que leyó la sentencia en que los Templarios de estos reinos quedaron absueltos de toda sospecha de herejía, como noté más arriba. Promovido después a la Silla de Lérida, fue trasladado a esta metropolitana antes del año 1335, en que ya celebró un sínodo diocesano, y es el primero que se conserva de los Prelados de esta iglesia (a: Ap. núm I.). En el año siguiente celebró concilio provincial, cuyas constituciones andan entre las impresas. En 1337 escribió tres cartas, una a Benedicto XII y dos al Cardenal Juan de Convenis sobre la expulsión de los Moros de España, las cuales publicaron Baluzio, Miscell., tomo III, pág. 106, y el Cardenal Aguirre. Sostuvo los derechos de su esposa con gran celo. Del 1344 hallo que compuso las diferencias que había entre los curas y demás beneficiados de la catedral super colligendis, recipiendis ac distribuendis obventionibus seu caritatibus, quae pro processionibus extremarum unctionum, sepulturarum et absolutionum morientium, et capdans, etc. Nada más he hallado de este Prelado, sino que murió a 9 de septiembre de 1346. Está enterrado en el plano de la capilla de las once mil Vírgenes, que él construyó, y su epitafio dice así: 

Hic iacet Arnaldus bonae memoriae Archiep. Tarraconensis, qui etiam fuit Episcopus Ilerdensis; qui tam hic, quam in ecclesia Ilerdensi atque alibi, innumera bona fecit, et in Tarraconensi inter alia hanc capellam fecit, construxit et dotavit: qui obiit anno Dni. M.CCC.XLVI. V. idus septembris. Requiescat in pace anima eius. El sucesor fue

Don Fr. Sancho López de Ayerbe, Aragonés, de la orden de San Francisco, trasladado a esta Sila de la de Tarazona: hizo su entrada en marzo de 1347, y dicen que este es el primer Prelado que fue recibido con la pompa que hoy se acostumbra, y que recibió de sus vasallos en reconocimiento de señorío 25.000 sueldos. Era confesor del Rey Don Pedro IV y muy querido de él. En un sínodo que celebró en 1355 mandó observar en la diócesi la constitución que cinco años antes había hecho este Príncipe de que las escrituras se calendasen, no por los años de la Encarnación, sino por los de la Natividad, omitiendo el cómputo de nonas, idus y kalendas, y contando por su orden los días del mes (a: AP. núm. II). Otra memoria produce Blanc de su celo y constancia, y es la resistencia que hizo al colector de la Cámara Apostólica Jaime de Contestre, canónigo de Valencia, el cual exigía el tributo supuesto que el Conde Don Berenguer de Barcelona había ofrecido a la santa Sede de todo el territorio de Tarragona. El Arzobispo, haciendo ver que aquella fue una simple oblación, produjo tales razones que el Papa se dio por satisfecho; y ya no se habló más de tal exacción. No mostró menos su caridad en la peste que asoló este país el año 1348. Fue este azote bien conocido y sentido en toda la Europa; en esta diócesi perecieron todos los párrocos, y para suplir su falta encargó el Arzobispo a los jurados de los lugares que se buscasen cualesquiera sacerdotes seculares o regulares para su asistencia, a los cuales por el mero hecho de ser así elegidos, daba todas las facultades necesarias. También se sabe que condenó el error que enseñaba un monje Cisterciense hacia los años 1353, es a saber, que el hombre debe obrar por puro amor de Dios, y que no es lícito hacer el bien por la esperanza de la vida eterna. Tras esto sabemos que celebró cuatro concilios provinciales. Así, desempeñado bien su ministerio, murió día 22 de agosto de 1357, y fue enterrado en el convento de San Francisco de esta ciudad, el cual, como en las guerras se derribase, ha perecido su sepulcro. El Necrologio suple su falta; dice, así: XII kal. sept. anno Domini M.CCC.LVII. obiit Fr. Sancius de Ayerbe, XIX Archiep. Tarracon(.), qui multa opera fecit tam in castro archiepiscopali huius urbis, quam in aliis domibus pontificalibus. Es de notar aquí que el castrum archiepiscopale, donde Don Fr. Sancho construyó algunas obras es el que dicen Torre del Patriarca, no el palacio que hoy es archiepiscopal; porque este entonces era casa del Prepósito, y los Arzobispos no se trasladaron a ella hasta entrado el siglo XV. Tuvo por sucesor a 

Don Pedro Clasquerín, Catalán, que había sido canónigo de Barcelona, y como tal asistió en 1338 al juramento del Rey Don Pedro IV, cuando fue admitido por canónigo de aquella iglesia. Fue después Obispo de Huesca y de Mallorca, de donde fue trasladado a esta iglesia en febrero de 1358. Por agosto del mismo ya asistió a las cortes de Barcelona. El crédito de su doctrina le acarreó los honores de Patriarca de Antioquía y consejero del Rey Don Pedro. En 1359 creó el arcedianato de San Lorenzo en esta iglesia, suprimiendo para ello la obrería: el primero que obtuvo la nueva dignidad fue el canónigo de la misma Guillermo Botson. Celebró tres concilios provinciales y cuatro diocesanos: de los primeros están las constituciones en la colección de ellos; las de los segundos irán copiadas por mí, inéditas hasta ahora, a excepción de tres o cuatro que publicó Don Antonio Agustín; y esto quede dicho para los que mencionaré más adelante (a: Aps. núms. III, IV, V y VI.). En 1372 le encargó el Papa Gregorio XI el examen de la doctrina de Raimundo Lulio, delatada por Fr. Nicolás Eymerich, mas por sus ocupaciones se cometió el juicio a los Vicarios generales del Obispo de Barcelona. Del 1374 hay aquí memoria de haberse fundado un beneficio con el título de la Concepción de nuestra Señora por Pedro Francesch, comensal de esta iglesia. Construyó este Arzobispo el lienzo de muralla que corre desde el convento de San Francisco hasta el de Santa Clara. Defendió con gran tesón los derechos de su iglesia, singularmente contra las pretensiones de los vecinos de Tarragona; llegó el negocio a términos que tuvo que llevar su causa a la corte del Papa, donde se dio sentencia en su favor. Mas volviendo de allá le atajó la muerte en Francia, en la ciudad de Agde, día 10 de enero de 1380. Trajéronse acá sus huesos de allí a ocho años, y están depositados en la capilla de nuestra Señora, llamada de los Sastres, que él hizo, en una urna levantada en la pared con este letrero: Anno Domini M.CCC.LXXX. X die mensis januarii in civitate Achde obiit Reverendissimus in Christo Pater et Dominus Dominus Petrus miseratione divina Patriarcha Antiochiae, et aministrator ecclesiae Tarraconensis; ossa cuius sunt translatata in hoc tumulo (leo tumullo) die sabati XVIII. aprilis anno Domini M.CCC.LXXXVII. cuius anima requiescat in pace.

A esta época pertenece lo que Zurita, Diago y otros escritores refieren de la aparición, bofetada y amenazas de Santa Tecla al Rey Don Pedro IV de Aragón, si no reintegraba a la iglesia de Tarragona de todo lo que le había usurpado. A lo mismo alude la famosa carta de San Vicente Ferrer al Rey Don Martín sobre este negocio. También hallo del tiempo de nuestro Arzobispo la consagración de la iglesia de Santa María de Falcet que hizo de su licencia Fr. Petrus divina miseratione Ponderachensis Episcopus en la dominica tercera de octubre del año 1365. Vacó esta iglesia siete años por el cisma que afligía a la cristiandad; porque todas las iglesias de Aragón con su Rey se mantuvieron largo tiempo en el partido que llamaron de indiferencia. Esta fue la causa porque el sucesor

Don Íñigo Valterra, aunque promovido a esta Silla en el año 1380, no tomó de ella posesión hasta el 30 de enero de 1387, gobernando entre tanto la iglesia de Segorbe, que ya obtenía con el título de electo Tarraconense. Era natural de Valencia, y Canciller del Infante Don Martín, Duque de Monblanc, y había también obtenido la mitra de Gerona. A las memorias que de este ilustre varón publiqué en el Episcopologio de Segorbe debo ahora añadir que hizo concordia con el Rey Don Juan sobre los intereses y derechos de esta metropolitana, y que celebró cuatro concilios provinciales, cuyas constituciones se hallan en la colección de las Tarraconenses, y tres sínodos diocesanos inéditos hasta ahora (a: Aps. núms. VII, VIIII y IX.). También se tuvo en sus días el concilio de Gerona convocado por el Cardenal Don Pedro de Luna, Legado de Clemente VII, con el cual tuvo tanta cabida nuestro Arzobispo, que siendo Papa con el nombre de Benedicto XIII, le envió con embajada a su competidor Gregorio que estaba en Pisa para tratar de la unión de la iglesia por medio de un concilio general. Hallándose ausente este Prelado, su Vicario general, Pedro de Casas, hizo con el Cabildo la institución de las distribuciones que llaman comunes. Fue esto en 1393; lo cual confirmó el Papa Luna. Los últimos años de su vida pasó nuestro Prelado en Valencia, y finalmente murió muy viejo en Segorbe a 17 de febrero de 1407. Sucediole en el mismo año

Don Pedro Çagarriga, Obispo de Lérida, tomando posesión en el mes de julio. Antes había sido Arcediano de Benasque en la iglesia de Lérida. Ya se hallaba por entonces en esta provincia el llamado Papa Luna, donde encontró grande apoyo y abrigo en todas sus persecuciones. Nuestro Prelado fue uno de los que se mantuvieron en su obediencia, y de los que se hallaron en el concilio de Perpiñán de 1408, firmando los dos instrumentos que ya dije se hallaban originales en el archivo de la catedral de Tortosa, en los cuales se da por verdadero Papa a Benedicto. Obtenía este la dignidad de Camarero de Tarragona, y como tal, cuando vino a esta ciudad habitó la casa que por el oficio le correspondía; y en premio de lo afecta que le fue la iglesia, puso mano en la reforma de ella así en lo espiritual como en lo temporal suprimiendo la prepositura, y haciendo otras cosas que ya dije en los correos pasados. De Perpiñán pasó nuestro Arzobispo al concilio de Pisa de 1409, en compañía de Don Bonifacio Ferrer y otros Prelados, como Legados de dicho Papa. La relación de lo acaecido en este viaje y concilio halló manuscrita el señor Bayer en Florencia, y de ella habla en las notas a la Bibl. vet. de Nicolás Antonio, tom. II, pág. 214. Otro suceso ruidoso alcanzó y manejó nuestro Arzobispo, que fue la vacante del reino de Aragón por muerte de Don Martín, y la elección del sucesor en la corona. A su virtud y saber se debió en gran parte la tranquilidad de la provincia en días tan críticos; sobre todo fue singular la prudencia con que condujo asunto tan complicado hasta el fin deseado de la junta de Caspe. Él fue uno de los nueve electores; y aunque no estuvo por el Infante Don Fernando de Castilla, amole después mucho este Príncipe, y le hizo su Canciller, y en premio de sus buenos servicios le dio el castillo y villa de Ager, y aun en su muerte le nombró Consejero de su hijo Don Alfonso. Dicen que regaló a esta iglesia una espina y un pedazo de la fimbria del vestido del Redentor, con la cual se sabe que en el siglo XVI había costumbre de bendecir agua y darla a beber a los fieles en el templo. Consta de una resolución capitular de 14 de noviembre de 1588, en que se mandó que se bendijese el agua, pero que no se bebiese en el templo. Hizo nuestro Prelado varias constituciones para reforma del clero y culto en un concilio provincial que celebró, y en un sínodo que tuvo en 1410 (a: Ap. núm. X.). También costeó en parte el viril o custodia de plata dorada, para las procesiones del Corpus, que pesa 144 libras. Comenzó el retablo mayor de mármol, que se continuó por su inmediato sucesor, el cual tiene la misma forma que dicho viril. En su tiempo, aunque ausente él, mandó el Cabildo celebrar siempre las octavas de nuestra Señora con toda solemnidad, y en los versículos de las conmemoraciones de vísperas y laudes desde Pascua a Pentecostés añadir alleluya. Murió finalmente en Barcelona con grande opinión de Santidad a 31 de diciembre de 1418. Su cuerpo se halló entero de allí a siete años, y le trasladaron a esta iglesia: tiene su entierro en el pavimento del claustro en su entrada principal para la iglesia; está cubierto con una plancha de bronce, donde se leen estas palabras: 

Hic iacet Reverendissimus in Christo Pater et Dominus Dominus Petrus de Çagarrigua bonae memoriae Archiep. Tarraconens., qui obiit in civitate Barchinona ultima die decembris anno a nativitate Domini M.CCCC.XVIII, qui huic ecclesiae multa bona contulit, cuius anima requiescat in pace, amen, amen. El Necrologio dice esto más: instituit missam quotidianam, dum missa maior cantatur, et festum de fimbria vestimenti Domini. Donavit etiam imaginem argenteam B. Teclae, patronae nostrae. Este ilustre Arzobispo tuvo también un digno sucesor que fue

Don Dalmacio del Mur, natural de Albi, diócesi de Tarragona, y cura que había sido de la villa de Valls en la misma. Fue trasladado a esta Silla de la de Gerona en julio de 1419. En el siguiente tuvo el sínodo, cuyas constituciones te envío (a: Aps. núms. XI y XII.). Fue muy estimado del Rey Don Alfonso V, cuyo Embajador fue dos veces al Rey Don Juan II de Castilla, como se refiere en su Crónica. También fue enviado por la corte general de Cataluña, con otros ocho de varios estamentos, a visitar y cumplimentar al mismo Rey Alfonso, que se hallaba en Nápoles en 1422, saliendo para esto de Barcelona a 22 de octubre, a donde volvieron el día 12 de febrero del año siguiente. Asistió en las cortes que aquel Príncipe celebró en Tortosa el año 1426, y por su ausencia quedó presidente de aquella asamblea: encargo que desempeñó muy a satisfacción de todos. No se sabe la causa de no haberse hallado en el famoso concilio de la misma ciudad, presidido por el Cardenal Pedro de Fox en 1429. En sus actas, que publicó Harduino, se lee que estaba vacante esta Silla. Mas es cierto que nuestro Prelado la gobernó hasta después de 1430; como que Don Francisco Clemente, Arzobispo de Zaragoza, a quien sucedió, no murió hasta el 17 de diciembre de ese año. A las costumbres que todavía se resentían de la relajación consiguiente a las turbulencias del cisma, aplicó saludables medicinas en el concilio que celebró en 1424. Dedicado igualmente al decoro y ornamento de su iglesia, construyó, con los auxilios que le suministró el Cabildo, el gracioso altar mayor de mármol que hoy día permanece, poniendo él mismo la primera piedra, con las armas de Santa Tecla, día 9 de abril de 1429. Esto dicen los más, o todos los escritores; pero en el libro de cuentas de la fábrica del retablo, que existe original en el archivo, se ve claramente que se comenzó mucho antes esta grande obra, y que se trabajaba en ella en marzo de 1426. Además están las armas del antecesor, el señor Zagarriga, en escudo grande, sostenido de un genio, al lado de la epístola, en el gran zócalo (que vale más que todo el altar), y al lado del evangelio las del señor del Mur, de igual tamaño (leo tamayo) y proporción. Puede ser que en tiempo del primero se comenzase a labrar, y en tiempo del segundo a colocarse lo ya labrado. Tras estas y otras cosas ilustres pasó a gobernar la iglesia de Zaragoza en 1431, y dicen que murió allí al cabo de cinco años. No dice bien con esto la fecha de la dedicatoria con que Pedro Tomich, historiador Catalán, dirigió a este Don Dalmacio, Arzobispo de Zaragoza, el libro de su Crónica, que fue a 10 de noviembre de 1438, como se lee en un códice de la biblioteca de los PP. Carmelitas descalzos de Barcelona. En la Marca Hisp. (lib. III, cap. V) se supone equivocadamente hecha esta dedicatoria en 1448. Sobre esta prueba de lo que protegía a los literatos, es muy auténtico el testimonio del cronista Catalán Boades, el cual, en su Libre dels faeits darmes de Cataluña, inédito, y concluido en 11 de noviembre de 1420, dice de nuestro Don Dalmacio que, siendo Obispo de Gerona, le socorrió mucho para comprar libros y adquirir melladas (medallas) y otras antigüedades. En esta silla le sucedió el desgraciado

Don Gonzalo de Ixar, Aragonés, electo por Eugenio IV a 18 de abril de 1431, como consta de una carta que he visto en este archivo del Rey Don Alfonso V, fecha en Barcelona a 13 de octubre del mismo año, en que recomienda el electo al Capítulo. Tomó luego posesión a 17 del mismo mes de octubre. Era todavía lego, y así Don Otón de Moncada, Obispo de Tortosa, le ordenó de grados y subdiaconado en la villa de Reus, y luego le dio en Cambrils el diaconado; el sacerdocio recibió en Barcelona de mano de Don Dalmacio del Mur, su antecesor. Poco le duró su dignidad, de la cual no queda otra memoria sino dos constituciones que hizo en el Capítulo general de San Fructuoso de 1433, y el fin desastrado que tuvo de allí a dos años; porque andando a caza por los montes cercanos a la villa del (de) Valls, cayó del caballo y murió allí mismo. Yace su cuerpo en el pavimento de la catedral, cerca de las gradas del presbiterio, pero sin epitafio alguno, que no lo consintió poner su hermano Don Juan. El Necrologio suplirá esta falta; dice así: 

III. idus novembris anno Domini M.CCCC.XXXIII. obiit Dominus Gundissalvus Dixar, XXIIII. Tarrachonens. Archiep., qui venando cedidit de equo, et rupto collo expiravit prope villam de Valls in campo Tarrachone. Le sucedió

Don Domingo Ram, Aragonés, natural de Alcañiz, el cual, siendo Obispo de Huesca, fue uno de los nueve electores de Caspe. Después pasó a la iglesia de Lérida, donde fue creado por Martino V presbítero Cardenal, no diácono, como dice Zurita, con el título de San Juan y San Pablo, a 10 de marzo de 1430. Fue trasladado aquí a 25 de agosto de 1434. Era hombre muy conocido por su saber y virtud, de quien hay varias memorias en las historias de estos reinos. De sus hechos, durante este pontificado, sabemos que trató de reparar y concluir la muralla de esta ciudad, y también de remediar la escasez de agua con la construcción del acueducto llamado de Loreto; proyecto varias veces intentado, mas siempre sin fruto hasta nuestros días, como se dirá en su lugar. Llamado al concilio de Basilea, después de su traslación a Ferrara, supo excusarse con maña de su asistencia, aun en medio de las instancias con que el Rey Don Alfonso V le mandaba ir allá. Enviole este Príncipe a Roma por su Legado, donde fue hecho Cardenal y Obispo Portuense, y murió a 25 de abril de 1445, como se nota en el Necrologio. Tiene su entierro en la iglesia de San Juan de Letrán, con este epitafio: Hic jacet Reverendiss. in Christo Pater et D. D. Dominicus Ram, Episcopus Portuensis S. R. E. Cardinalis, Tarrachonensis nuncupatus. Qui obiit anno Dni. MCCCCXLV. mense aprilis, aetatis suae centessimo, vel circa. A los dos meses cumplidos del fallecimiento de este Prelado fue nombrado por sucesor

Don Pedro de Urrea, Aragonés, promovido a esta dignidad de la de Prior de Zaragoza, e hizo su entrada pública a 19 de mayo del año siguiente. Era muy alentado para las cosas de la guerra, y diestro en su política y manejo. Por esta razón el Papa Calisto III, que le debió tratar antes de ser promovido a la Silla de San Pedro, le nombró general de las galeras que armó en la expedición contra los Turcos; de lo cual dejó para memoria en esta iglesia el estandarte de que usaba, colgándole sobre el coro, como hoy subsiste: en él se ven las armas de San Pedro y las de nuestro Arzobispo. Premió también el Papa su desempeño con el patriarcado de Alejandría. En las guerras civiles de estos reinos, con ocasión de las pretensiones de Don Carlos, Príncipe de Viana, contra el Rey Don Juan II, siguió nuestro Prelado al principio el partido de los Biamonteses, esto es, del Príncipe: y aun fue uno de los nueve enviados al Rey pidiéndole, en nombre de los Catalanes, la libertad de Don Carlos, preso en Morella. Mas luego, viendo los excesos que en estas y otras demandas cometían los de su partido, pasó al del Rey, quien, en premio, le hizo su Canciller y Capitán general de la milicia. Hospedó también al mismo Rey en esta ciudad, y asistió a la Reina Doña Juana en su muerte, sucedida aquí a 13 de febrero de 1468. En el Archiepiscopologio ms. de Blanc se nota y prueba con buenos documentos que durante estas guerras civiles proveía el Rey todos los beneficios y curatos que pertenecían a Obispos o patronos del bando contrario, los cuales, por esto solo, se creían despojados del derecho de provisión. A los presentados por el Rey daba el Arzobispo la colación como Metropolitano. Con la ocasión de estos disturbios se hospedaron en esta ciudad personajes muy ilustres, entre ellos el Cardenal Don Rodrigo de Borja, Legado de Sixto IV, al cual presentó el Cabildo un regalo, compuesto de dos terneras, tres pares de ocas, otros tres de ánades, con otras aves, y dos botellas de vino griego, hecho en la villa de la Selva. De la sencillez de estos regalos, usados en aquellos tiempos, hice memoria otra vez hablando del que presentó al mismo Cardenal el Cabildo de Játiva. Entre los bienes que esta iglesia recibió de su Prelado, dos cuentan principalmente: uno fue la construcción de la sillería del coro, hecha en 1479, y otro la corrección del Breviario, que regía desde el pontificado de Don Bernardo Olivella, de cuyo códice y su edición hablé en carta anterior. En medio de todo este esmero y cuidado, y de una prelacía de cuarenta y cuatro años, es bien extraño que no se conserve memoria de haber celebrado ningún concilio provincial. Murió a 9 de septiembre de 1489. Tiene su sepultura en el pavimento del coro, con este letrero: Hic iacet Reverendissimus in Christo Pater Dominus Petrus de Urrea, Patriarcha Alexandrinus, et Archiepiscopus Tarraconensis, qui fecit hunc corum. Obiit autem IX. die sept. anno Domini M.CCCC.LXXXIX. En la sacristía mayor se guarda un báculo de cristal y plata, que es el de este Prelado, y no el de San Olaguer, como algunos creen. Tuvo por sucesor a

Don Gonzalo Fernández de Heredia, antes enfermero de esta iglesia, y Obispo de la de Barcelona. Fue trasladado por Inocencio VIII a 13 de junio del 1490, cuando se hallaba en Roma por Embajador del Rey Don Fernando el Católico. Allí se encontró en la elección de Alejandro VI, mereciendo en la vacante ser nombrado Capitán de la guardia del cónclave, y obtener después algunos otros cargos públicos. Pasó también a Nápoles a sosegar algunos motines, empleando en todo esto muchos años hasta muy cerca del 1500 en que vino por fin a su iglesia, sin haber aguardado la vacante de Alejandro VI como comúnmente se cree. Puesto aquí se dedicó a aumentar el culto y hacer algunos piadosos establecimientos. Entre otros conserva el Necrologio la memoria de que instituyó una misa cotidiana de quinque plagis en la capilla de monte calvario, y que se celebrase dicha fiesta con rito de semidoble: y que en la media noche del Viernes Santo se dijese todo el salterio por doce presbíteros delante del monumento. También se imprimió de su orden el Misal propio de esta iglesia, de que ya hablé en otra carta. Para desempeñarse de los gastos que tuvo que hacer en sus expediciones, se retiró al monasterio de Escornalbou, sitio excelente para el objeto, de donde no salió sino con motivo de su última enfermedad. Murió en esta ciudad a 21 de noviembre de 1511. Tiene su sepultura cubierta con planchas de bronce en el pavimento de la iglesia cerca del lindar de la entrada principal del templo, cuyas puertas hizo a sus costas cubriéndolas con planchas como hoy están. El epitafio dice así: Reverendissimo in Christo Patri Domino Gonsalvo, ecclesiae Sanctae Tarraconensis Archiepiscopo, ex Herediorum gente clarissima orto, devotissimo, pientissimo, Laurentius Episcopus Nicopolitanus (a) benefactori optimo, Praesuli incomparabili, defuncto XI kal. decembris anno M.CCCCC.XI cuius circa limen recondita ossa quiescunt. 

(a) En el Oriens Christianus del P. Lequien no hay memoria de este Obispo Lorenzo entre los que gobernaron la iglesia de Nicopoli.

Este Lorenzo Obispo sería su auxiliar y gobernador durante su ausencia y largo pontificado: sé que era ya su Vicario general en el mes de agosto de 1506. Muy breve fue el del sucesor

Don Alfonso de Aragón, natural de Valencia, hijo del Duque de Villahermosa y Conde de Ribagorza. Era ya muy anciano cuando le trasladaron a esta Silla de la de Tortosa, en el mes de julio de 1513. Después de lo cual sólo sabemos que murió a 26 de agosto del siguiente; y esto y no más dice el epitafio que está sobre su sepulcro en el pavimento del presbiterio al lado del evangelio.

A Don Alfonso de Aragón sucedió

Don Pedro Folch de Cardona, de linaje muy conocido. Era Obispo de Urgel cuando le trasladaron a esta Silla a 23 de marzo de 1515. Fue Canciller de los Reyes Don Fernando y Carlos V, y Virrey y Capitán general de Cataluña, oficios que se vieron en él unidos por la primera vez, y desempeñados según el gran crédito de su saber, política y nobleza. No se esmeró menos en el hospedaje que preparó a dos personajes ilustres, a quienes una suerte muy diferente trajo a Tarragona. Uno fue el Papa Adriano VI que vino a esta ciudad en 1522 a embarcarse para Roma en las galeras que le aprestó su discípulo Carlos V. El segundo fue el Rey de Francia Francisco I, a quien conducían por mar los Españoles preso a Madrid, y tomaron algún descanso en este puerto y ciudad, el día 23 de junio de 1525. Mucho contribuyó nuestro Prelado a sosegar un alboroto de los soldados mal contentos con el atraso de las pagas, de que hubiera podido resultar la fuga de tan ilustre prisionero. Celebró también este Arzobispo dos concilios, cuyas constituciones se conservan. Dotó la catedral, y construyó a sus expensas dos capillas espaciosas, que son la de Santa María Magdalena, y la de la Anunciación. En el comedio de las dos hizo un suntuoso sepulcro a sus tíos Don Jaime y Doña Timbor de Cardona, con estas inscripciones: Jacobo de Cardona, Cardinali dignissimo Petrus Archiep. Tarracon. regiusque Cancellarius, nepos et alumnus statuendum curavit. = Timbori Cardonati, vestali sanctissimae atque piissimae Petrus, Archiep. Tarracon. ac regius Cancellarius, nepos haud ingratus posuit. Dispuso asimismo un Ordinario o Ritual de administración de sacramentos, que se imprimió en 1530. Y este año murió nuestro Arzobispo a 11 de abril. Tiene su entierro con el de sus tíos, como también su sucesor y sobrino.

Don Luis de Cardona, que vino a esta Silla de la de Barcelona por el mayo de 1531. Escasamente duró su prelacía año y medio, mas este corto espacio de tiempo forma una época muy señalada en esta iglesia, porque entonces se verificó su secularización, de que ya hablé en mis cartas anteriores. Muerto este Prelado a 13 de noviembre de 1532 le sucedió 

Don Gerónimo Doria, noble Genovés, diácono Cardenal del título S. Thomae in Parione, después S. Mariae in porticu, que ya había tenido en administración las iglesias de Jaca y de Huesca. Tomó posesión de esta a 5 de julio de 1533 y esto por procurador, y así gobernó siempre la mitra por mano ajena, pues jamás vino a residir en ella. De lo cual nacieron males que no son irregulares en semejantes ocasiones; mayormente que uno de sus Vicarios generales era tan blando de condición que decía con frecuencia en su lengua nativa: non ho venuto á amazzare gl' uomini.

Hostigado el Cabildo con las continuas representaciones de los desórdenes, sobornos y ventas de la justicia, se vio precisado a mandar que concluido el actual gobierno, se renovase y pusiese en práctica la constitución del Arzobispo Don Sancho López de Ayerbe de officio Vicarii, en que se estableció que los Vicarios generales de los Obispos de la provincia siempre fuesen naturales, y nunca extranjeros. A pesar, y en medio de estos males, se celebraron cinco concilios, se formó la primera colección de los celebrados hasta allí, se imprimieron varios códices rituales, se agregó la dignidad de Camarero a la mensa capitular, y se hicieron otras cosas buenas. Murió este Prelado en Génova en el mes de marzo de 1558. En el mismo año, a 24 de mayo, murió también en el monasterio de Poblet el Obispo de Nicopoli Don Fr. Francisco Roures, de la orden de Santo Domingo, que fue auxiliar de este Cardenal. De allí a dos años le sucedió 

Don Fernando de Loazes, Obispo que era de Tortosa, habiendo antes gobernado las iglesias de Elna y Lérida. Tomó posesión de esta por procurador a 5 de agosto de 1560. Hallose en las cortes de Monzón de 1563. Tuvo un concilio en 1564, en el cual entre otras cosas se estableció que el Obispo de Elna, cuya iglesia estaba ya desmembrada de la de Narbona, desde el año 1511, resolviese a qué Metropolitano quería sujetarse, y eligió aquel Prelado al de Tarragona. A este mismo concilio se referían los canónigos de la metropolitana de Valencia, pidiendo a los de Tarragona la instrucción de lo que en él se había hecho para norma de lo que debían hacer en el que convocaba su Arzobispo Don Martín de Ayala. He copiado aquí la carta original fecha a 25 de agosto de 1565 (a: Ap. núm. XIII.). Buena prueba de lo que se dijo en aquellas cartas, que antes de ese año no hubo en Valencia ningún concilio provincial. Publicó varias obras bien conocidas de los doctos: San Pío V premió su mérito nombrándole Patriarca de Antioquía: fundó en Orihuela, su patria, un colegio de mi orden: finalmente, después del gobierno de cuatro mitras, fue trasladado todavía a la de Valencia en 1567. Del tiempo de este Prelado es el descubrimiento de minas de esmeril, alcohol, cobre, plata y oro en Albiol, lugar del señorío de esta iglesia. Los que las beneficiaban se obligaron a pagar al Cabildo, del oro la cuarta parte, de la plata la sexta, y de lo demás la octava. Sucedió al señor Loazes (a)

Don Bartolomé Sebastián de Aroyta, natural de Torrelacárcel, en las comunidades de Teruel, y Obispo de Pati en Sicilia. Fue trasladado en el mes de diciembre de 1567 y murió a los cuatro meses. Era muy frecuente en el coro, y amigo de que se saliese de él muy poco. En su tiempo Don Pedro Castellet, Obispo de Urgel, regaló a esta iglesia, de que antes fue Sacrista, algunas reliquias de San Fructuoso, las cuales dice él que halló en su catedral en la capilla de San Odón. Está sepultado este Arzobispo en el pavimento del coro con este epitafio: D. O. M. Memoriae amplissimi et clarissimi viri Bartholomei Sebastiani, Archiepiscopi Tarracon. olim Paccen. Episcopi anteaque Maioricensis, Cordubensis, Granatensis, et Siciliae Inquisitoris, qui obiit XVIII cal. maii anno M.D.LXVIII. H. B. M. P. Este es el primero de los Prelados de esta iglesia cuyo escudo de armas se halle adornado y cubierto con el sombrero archiepiscopal. El sucesor fue 

(a) El autor de las Noticias de la vida de Ambrosio de Morales, que se publicaron al principio del tomo III de la Crónica general de España, edición de Madrid, por Cano, 1791, trae en una nota la especie de que Don García Manrique de Lara, fundador por los años de 1565 del colegio de los Manriques de Alcalá, además de ser capellán mayor de S. M. y Camarero del Papa Paulo III, fue Arzobispo electo de Tarragona. Como no dice más de esto, ni acota el año de su nombramiento, ni acá se sabe de él, lo dejo estar así contentándome con haber apuntado esto, por si otro más feliz adelanta algo sobre ello. 

Don Gaspar Cervantes de Gaete, natural de Trujillo o de Cáceres, diócesi de Plasencia, como quieren algunos, trasladado a esta Silla en el mismo año de 1568. Antes había sido Arzobispo de Mesina y sucesivamente de Salerno. El Papa San Pío V le encargó las causas de mayor entidad que hubo en su tiempo, una de las cuales fue la del Arzobispo de Toledo Don Fr. Bartolomé de Carranza. A 17 de mayo de 1570 fue creado Cardenal del título, primero de San Martín in montibus, y después de Santa Balbina, y Legado Apostólico para los reinos de España. Llegó a esta ciudad por el mayo de 1572. En los tres años que gobernó personalmente la iglesia hizo muchos bienes sólidos y duraderos, con que aprovechó grandemente a sus sucesores. Tales fueron la creación del canonicato penitenciario, la fundación de un colegio de PP. Jesuitas, la del hospicio de pobres, la dotación de niñas huérfanas y la erección del Seminario conciliar, que dicen fue el primero de toda España. Sobre esto no puedo resolver por ahora. Lo que sabré decir es que en 1577 estaba ya corriente el Seminario, según se ve en las fundaciones de becas de ese año: y que en los poderes que el señor Cervantes envió desde Roma en 1571 a N. Ballesteros para tomar posesión de una comensalía, vacante en Escornalbou, se dice que San Pío V había aplicado las rentas de aquel monasterio pro erigendo Seminario con breve de 12 de marzo de 1569, a petición de nuestro Arzobispo. Algo más es esto que lo que se lee en la Historia de los Seminarios. Agregó el Prelado este establecimiento al de un estudio general o universidad, reuniéndolos en un solo edificio y suprimiendo para la dotación del primero el monasterio de canónigos reglares de Escornalbou, unido a la mitra, en el cual entraron luego los PP. de San Francisco. Antes de esta época había en la catedral escuela de gramática, según lo mandado en el concilio Lateranense III. Leíase también en ella teología por sujetos buscados de fuera, y así permaneció después hasta que se creó el canonicato lectoral. Mas no bastaba esto para el lustre y provecho de esta ciudad ni para los grandes deseos del sabio Cardenal, si no reunía las enseñanzas bajo un solo plan de constituciones: las cuales, porque él dejó incompletas, las perfeccionó el sucesor Don Antonio Agustín. Sobre la puerta de la universidad se halla la siguiente inscripción: D. Paulo, Apostolo, S. = Cum Gaspar. Cervantes. Gaete. S. R. E. Cardinalis. optimus. atque religiosissimus. Tarraconen. Antistes. magnam. vim. auri. ex. quo. vectigalia. mercedibus. solvendis. praeceptoribus. omnium. disciplinarum. (a) emerentur. Reip. nostrae dedisset. S. P. Q. Tarraconen. tanto. beneficio. excitati. locum. hunc. eisdem. disciplinis. docendis. extrui. iusserunt. VIII. eid. septemb. an. salutis. christianae. M.D.LXXII. Lud. Joanne. Liula. Fran. Febrer. Pet. Riber. Cos. 

(a) Entre las cartas dirigidas a Don Antonio Agustín, que se guardan originales en la biblioteca de los PP. Carmelitas descalzos de Barcelona, hay una de Antonio de S. Just, autor de esta inscripción, con fecha de 28 de abril de 1773, en que supone que en lugar de las palabras, ya grabadas, Praeceptoribus omnium disciplinarum, había él escrito la sola palabra Perceptoribus, incluyendo, además de los maestros, a los bedeles y oficiales del estudio que percibían algo de aquellas rentas. El lector juzgará del mérito de ambas lecciones. Lo cierto es que el cantero, ignorando el arte de las cifras, en la palabra Praeceptoribus juntó las dos primeras letras, y alargando el palo vertical por la parte inferior, puso el travesaño que es cifra de Per, aun estando sólo con la P; y así resulta de su escritura la palabra Perreceptoribus. Esto he dicho para satisfacer la curiosidad de los individuos de aquel cuerpo literario.

Hizo también un buen baluarte que hoy se conserva, conocido con su nombre. Celebró dos concilios, visitó su diócesi, y en las parroquias y otras iglesias dejó varias muestras de su celo y literatura. La catedral conserva la memoria de su corazón pacífico y enemigo de etiquetas, que destruyen el fin del ministerio sacerdotal. También se sabe que en 1574 trataba de remediar la falta de agua que padecía esta ciudad con la conducción de una fuente de Puig del fi; pero acaso estorbó tan útil proyecto su muerte, acaecida a 17 de octubre del año siguiente. De allí a dos años se trasladaron sus huesos de detrás del altar mayor al magnífico sepulcro que de su orden construyeron sus albaceas en la pared media entre las capillas de San Miguel y de las once mil Vírgenes. En la parte de la primera se lee: Michaeli Archangelo Sacrum. Gaspari Cervanti Gaete, ex Inquisitore Archiepiscopo Messanensi, item Salernitano, item Tarraconensi, Presbytero Cardinali, Antistiti sanctissimo et vigilantissimo, de Tarraconensibus optime merito ex testamento. Vixit an. LXIILI., praefuit ecclesiae an. VII., obiit XVI. kal. novembris M.D.LXXV. En la parte que mira a la capilla de las Vírgenes se lee: Virginibus S. = Inquisitoris primum functus munere: creatus inde Antistes Messanensium, Salernitanorum, et Tarraconensium: Romanâ et purpurâ coruscans verticem Gaete Cervantes tantillus pulvisculus iam fiet: hospes, dein exurget integer: pia interim parentem lugens Tarraco suae magistrum vitae habebit optumum. Estas solas inscripciones hay en su sepulcro; por más diligencia que he puesto no he podido hallar las dos cuartetas españolas que supone existentes en él y publicó Oldoino en su nueva edición de las vidas de los Papas y Cardenales. Sucediole el famoso 

Don Antonio Agustín, natural de Zaragoza. De los grados por donde llegó a esta dignidad y los negocios que manejó en los pontificados de Julio III y Paulo IV, y de sus destinos de Auditor del palacio Apostólico, Obispo de Alifa y Lérida, hablan largamente los que escribieron su vida. Yo por no hacer aquí un artículo infinito diré sólo algunas particularidades de su pontificado en Tarragona, que es donde echó el sello al crédito de su virtud y sabiduría. Comúnmente se dice que fue trasladado de Lérida por Gregorio XIII a 17 de diciembre de 1576. Pero sobre esta época hay que observar lo que resulta de tres cartas suyas originales que se guardan en este archivo. La primera, fecha en Lérida a 15 de noviembre de 1576, en que responde al parabién que le dio el Cabildo por su elección. La segunda, fecha en la misma ciudad a 21 de diciembre de 1576, donde supone que aún no habían venido las bulas de Roma. La tercera supone lo mismo, y está fecha en Aspa a 4 de enero de 1577. De los cuales documentos se infiere que fue electo por el Rey para Arzobispo antes del día 15 de noviembre de 1576, y que las bulas no habían venido aún a 4 de enero del año siguiente, y así no se debe seguir la cuenta de los que dicen que fue trasladado a 17 de diciembre de 1576. En lo que no cabe duda es en que tomó posesión el día 24 de febrero de 1577 por medio de su procurador Don Bernardo de San Clemente, Prior de Serrabona, en la diócesi de Elna; hizo su entrada pública a 10 de marzo del mismo año. El gozo con que lo recibió esta iglesia lo muestran bien las cartas sobredichas y otras dos más, que por ser inéditas he copiado (a: Ap. núm. XIV.), en las cuales se ve que aun antes de ser trasladado aquí era consultado por este Cabildo en los negocios más arduos y delicados. También incluyo otra carta suya inédita, en que da razón de algunas cosas del concilio de Trento, y fija el día de su nacimiento (a: Ap. núm. XV.). Casi la primera operación de su pontificado fue tratar de remediar los daños que ocasionaba un gran número de gente forajida que infestaba su diócesi, para lo cual logró de Gregorio XIII una bula en que los excomulgaba, reservándose su Santidad la absolución, excepto en el artículo de la muerte. Tradújola nuestro Prelado en lengua vulgar, y la imprimió al fin de las Sinodales. Y porque ni aun con esto se atajaron los males, y los facinerosos hallaban asilo en la villa de Reus, donde no podían entrar los ministros del Arzobispo por ser del señorío del Cabildo, trató con él que cediese a la mitra esta villa con reserva de la décima, etc. Fue esto en 1582, lo cual confirmó el Papa Gregorio XIII. Otro daño había remediado dos años antes con la traslación del hospital, que estaba junto a la iglesia, al lugar donde hoy permanece. Tampoco le permitía su ilustración la tolerancia de la costumbre que halló introducida de poner en ciertos días altares portátiles en las paredes de la iglesia para celebrar misas. Y aunque no pudo impedir que se pusiesen los altares y ramos, todavía logró que las misas se dijesen en los altares fijos de las capillas. Esto fue en 1581. Por este mismo tiempo entendía en la construcción de la famosa capilla del Sacramento, de que ya hablé en otra carta. Otro proyecto tuvo algunos años adelante, que hubiera sido utilísimo, si lo hubiera verificado: que fue el de construir un museo donde recogiese todas las antigüedades de Tarragona; mas de él y de sus malas consecuencias será bien decir cuando se trate de esta materia, que si haré, dándolo Dios. A este amor que tenía a las antigüedades, y al deseo de promover por cualquier medio la ilustración, debió el sabio Jesuita Andrés Scotto sus adelantamientos, y el docto impresor Mey la protección que le proporcionó el nombre que hoy tiene en la historia tipográfica. No era nuestro Arzobispo uno de aquellos sabios que viven para sí solos: donde hallaba el mérito lo buscaba y atraía a sí, y protegía y estimulaba en su carrera. Y no era como quiera amador de los literatos, sino mucho más de los virtuosos. Entre los cuales apreció mucho al B. Nicolás Factor, que por entonces estuvo algún tiempo morador del convento de Escornalbou; gustaba mucho de tenerle consigo, y con santo ingenio logró lo que tanto deseaba, que era ver al Santo en alguno de sus éxtasis. Porque, según la tradición de esta ciudad, dispuso un día que acabada la comida contasen a coros unos niños el Psalmo: Laudate pueri Dominum; con esto tuvo el negocio hecho, porque al llegar al Sit nomen Domini benedictum, se arrebató el Beato en largo éxtasis, tanto que hubo tiempo para que un pintor que estaba prevenido le retratase en tan envidiable actitud, y aun dicen que entonces compuso el piadoso y docto Arzobispo dos dísticos, que se escribieron en el mismo cuadro, y son los siguientes:

Dum gustas, Factor, Domini dulcissima verba, 

Raptus es in coelum, perfruerisque Deo;

Inde reddis laetus divino nectare plenus,

Atque doces coelum scandere quo liceat (a: Vid. Mayans, Vida de este Prelado, núm. 195, con algunas variantes en el segundo dístico.) 

En medio de su vasta literatura, que tiene acreditada con gran número de escritos, descollaba la eclesiástica, a la cual hacía servir como criadas todas las ciencias seculares. Así será fácil entender cuánto trabajaría en bien de su esposa, celebrando tres concilios provinciales y dos diocesanos. De cuyas constituciones se publicaron parte en su tiempo y por su cuidado, y parte por el del sucesor el señor Terés. Y aun él mismo, no contento con la colección formada por su antecesor el señor Doria, hizo otra de nuevo, en que sirvió mucho a la provincia y aun a todas las naciones sabias que han recibido siempre con la debida veneración las decisiones de la iglesia Tarraconense. También formó unas Ordinaciones pro choro, las cuales por ser inéditas he copiado del único ejemplar impreso en pergamino, que permanece en el coro de esta santa iglesia (a: Ap. núm. XVI.). Es de advertir que en estas ordinationes pone encabezado su nombre y apellido: Nos Anton. Augustinus. Lo mismo indica en las firmas con las iniciales A. A. y en todas las cartas poniendo A. A. Ilerden. = A. A. Tarracon. Cosa desusada en los Obispos, poner su apellido ni la inicial de él. Dejó este gran Prelado muchas obras mss., las cuales asegura el canónigo Blanc haber visto en el Escorial, cuando era capellán de honor de Felipe IV. Al mismo monasterio se condujo también gran parte de su librería, según el consejo que dio a Felipe II Don Juan Bautista Cardona, Obispo de Tortosa, en el tratadito De regia Sancti Laurentii bibliotheca; y digo gran parte, porque sé que una porción de sus libros están hoy día en el monasterio de Santas Cruces, de la orden del Císter, los cuales veré, si llego allá. Otros en la biblioteca del Duque (o Conde) de Villahermosa, en quien recayó la casa de Augustin. Ojalá hubiese concluido Don Martín Baylo, canónigo de esta iglesia, gran confidente de nuestro Arzobispo, el índice que había comenzado de toda su biblioteca; pero muerto el Prelado se contentó con publicar la parte que estaba hecha, en que da razón de 252 mss. griegos, de 562 manuscritos latinos y de 975 volúmenes impresos en varias lenguas. Buena muestra de la erudición de este grande hombre, acreditado con sus doctos escritos. Murió Don Antonio Agustín sábado día 31 de mayo entre cinco y seis de la tarde del año 1586. Sus huesos no se trasladaron al sepulcro de mármol donde hoy están, en la capilla del Santísimo, que él fundó, hasta el día 15 de septiembre de 1594. Pons publicó el epitafio que allí se puso; mas yo he querido copiarlo de nuevo con los mismos caracteres mayúsculos, conservando toda la ortografía y abreviaturas para comodidad de los apasionados a la memoria de tan ilustre Español. 

Dice así: 

S. S. EVCHARISTIAE S. 

ANT. AVGVSTINVS. ANT. PROCANC. F. CAESARAVG. PALAT. APOST.

AVDITOR. EPISC. ALLIFAN. PAVLI IV. AD PHILIP. ET FERD.

REGG. LEGAT. SICILIAE. CENSOR. ILERD. EPISC. MAX. PLAV

SV. TRID. CONC. INTERFVIT. INDE AD TARRAC. ARCHIEP. TRANSL. 

I. V. ET. HVMANITATIS. VINDEX. CLARISSIM. IVDEX. INCOR

RVPTISSIM. ELEEMOSS. LARGIT. EXCELLENS. ORACVLVM 

SAPIENTIAE. TERRESTRE. EDITIS. AVREIS. LIBRIS. ATQ. EDEN 

DIS. RELICTIS. HOC. SACELLUM. S.S. EVCHARISTIAE P. C. 

XPM. AC. S. THECLAM. TVTELAREM. EX. ASSE. HEREDD. FACIENS.

OBIIT. PRID. KAL. IVN. AN. MDXXCVI. AET. LXIX.

Lo sensible que fue a los Españoles la pérdida de este grande hombre declaró bien el P. Fr. Juan Gerónimo Ezquerra, Carmelita descalzo, en un Poema que por ser inédito y por amenizar un poco esta lectura, he querido remitirte (a: Ap. núm. XVII.).

Don Juan Terés, natural de Verdú, en Cataluña: estudió las humanidades en esta ciudad, y la teología en la de Valencia, con suma pobreza. Después, siendo beneficiado de esta catedral tuvo la lectoral por oposición; le hizo el señor Cardenal Cervantes canónigo penitenciario, y poco después su Obispo auxiliar con el título de Marruecos. Sucesivamente lo fue de Elna y Tortosa, de donde fue trasladado a esta metropolitana por Sixto V en mayo de 1587. Admitió y protegió las fundaciones de PP. Capuchinos, Agustinos y Carmelitas descalzos, y además mejoró el edificio de los Jesuitas. Promovió la canonización de San Raimundo de Peñafort (cuyo cuerpo reconoció en 1596 con comisión Apostólica), y la disciplina y culto por medio de los concilios provinciales que celebró. Felipe III le hizo su Virrey y Capitán general de Cataluña en la Pascua de 1602; y marchando a Barcelona para cumplir con este oficio, murió allí a 10 de julio de 1603, de edad de 64 años. Fue trasladado su cadáver a esta iglesia, y depositado en un sepulcro, construido en el cóncavo de la pared, entre las dos capillas de San Fructuoso y de San Juan Evangelista, que son sin duda las mejores de esta iglesia. Pons, en su Viaje, describió este precioso monumento de las artes. Las inscripciones que hay en él son dos: 1.a, Johannes Teres, Cathalon. ex Canonico Poenitentia. Tarracon. ad Eccles. Marroch. Elnen. Dertuse. ac Tarracon. evectus, Proregis ac Capitan. General. Cathalon. officio fungens, totius Provintiae damno nobis eripitur VI. id. jul. M.D.C.III. aetat. LIXV (LXIV). 2.a, Johannes Teres, patria Verdun litteris, morib. honorib. clariss. Eps. Marroch. Elenen. Dertusen. Archieps. Tarracon. Cathalon. Prorex et Capitan. general. Praesul. pientiss. Praeses sapientiss. Princeps. humaniss. obiit Barcin. VI. id. jul. an. M.DC.III. aetatis LXIV. De este Prelado hay un buen retrato hecho en su tiempo sobre la puerta de la sacristía de la capilla de San Fructuoso. Es del natural, y está con roquete largo hasta media pierna. No quiero omitir la noticia de que para la fábrica de una escalera pidió este Prelado al Cabildo dos piedras del muelle, prometiendo volverlas luego. De esto, que sucedió en 1594, se ve que la construcción o conservación de este edificio público estaba a cargo del Cabildo. Habíalo ya a principios del siglo XVI, pues al amanecer del día 15 de julio de 1507 entró en él la armada de Don Fernando el Católico, con su mujer Doña Germana; y las Actas capitulares de ese día dicen que llegó ad portum, Tarraconae fabricatum. Creo que se construyó hacia la mitad del siglo XV, de lo cual, y de su artífice, sé que se dio completa razón al señor Cean para su Diccionario de arquitectos españoles. En el día se está renovando este edificio tan interesante, y con grande extensión y comodidad de la marina y comercio, aprovechándose oportunamente de una grande cantera inmediata que proporciona no sólo el adelantar mucho la obra, sino la conducción de cantos gruesísimos, hasta de cuatro mil quintales y más. Los venideros, que no hallarán rastro de la cantera, apenas querrán creer que el puerto de Tarragona se hiciese sólo de ella, y que toda esta gran mole se compone de piedra jaspe, o que admite pulimento. Esto he dicho, por si no tengo ocasión de referirlo en otra carta. Volviendo ahora a nuestros Arzobispos, por muerte del señor Terés, dice Jimeno (Escritores de Valencia) que estuvo nombrado don José Esteve, Obispo de Orihuela; pero murió a 2 de noviembre del mismo año 1603, y así fue luego electo

Don Juan de Vich y Manrique, natural de Valencia, el cual, estando en Roma enviado por Felipe II, fue electo Obispo de Mallorca, de donde al cabo de treinta años vino a ser Arzobispo de Tarragona. Hizo su entrada a 16 de agosto de 1604. Fue Prelado pacífico y muy limosnero, y dejó algunas fundaciones para perpetuar su caridad. Lastimado de la escasez de agua que padecía esta ciudad, desde que se inutilizó el acueducto Romano, y de los males e incomodidades que a esto son consiguientes, trató de conducir una fuente de la ermita llamada de Loreto. En 1607 entendía en la construcción del acueducto un maestro Ferrer, el cual ofreció subir el agua hasta la catedral. Cumpliolo efectivamente; pero duró poco este bien, y no sé por qué. Más abundante y duradero fue el riego espiritual que dio a sus ovejas en un concilio provincial que celebró, y en un sínodo que tuvo a 26 de abril de 1607, el cual imprimió en esta ciudad Felipe Roberto. Llegó a ser nuestro Prelado el más anciano de todos los de España. Con este motivo se le concedió un Obispo auxiliar, el cual se consagró en Barcelona. Este era Don Juan Esterlich, que fue después Obispo de Jaca, y el mismo que llevó y acompañó el cadáver del difunto Arzobispo, que había muerto el 4 de marzo de 1611, al entierro que su ilustre familia tenía en el monasterio de nuestra Señora de la Murta, orden de San Gerónimo, del reino de Valencia, donde, concluida la iglesia nueva, se le dio sepultura en 1632. A dicho monasterio había regalado este Arzobispo toda su librería (a: Estas noticias las escribió un monje en las tapas de la Biblia políglota.) Le sucedió

Don Juan de Moncada, hermano del Marqués de Aitona Don Gastón de Moncada, Obispo de Barcelona, trasladado a esta Silla no en 22 de agosto de 1612, según la opinión corriente, sino en 23 de abril de 1613. No hizo su entrada hasta 25 de enero de 1617; porque con la ocasión de la vacante se suscitaron varios pleitos sobre su jurisdicción en esta ciudad, los cuales tardaron todo ese tiempo en terminarse en la chancillería de Barcelona. Y uno de los derechos que se mandaron conservar a su dignidad, fue el de ser recibido él y sus sucesores por los Cónsules de Tarragona, con las ceremonias que presencié en la entrada del Prelado actual. El lector que quiera instruirse en esta materia, puede acudir a un libro que publicó Don Francisco Vertamón, oidor de Barcelona, con este título: Recuerdos de los fundamentos que manifiestan el supremo dominio ... y la jurisdicción omnímoda que pro indiviso conservan en la ciudad de Tarragona la invictísima Protomártir Santa Tecla, su metropolitana iglesia, y sus Arzobispos con Su Magestad, impreso en Barcelona, 1684. A pesar de estos litigios, que le obligaron a vivir mucho tiempo en Barcelona, celebró dos concilios, uno en 1613 y otro en 1618, ambos inéditos. Era además recto, imparcial, y en el proveer los curatos sin acepción de personas, dadivoso y consolador de desvalidos. Con lo cual hubiera dejado memoria de uno de los más ilustres pontificados de esta iglesia, si los pleitos necesarios no le llamaran a otra parte sus rentas y atención. Murió en Barcelona a 3 de noviembre de 1622. Fue depositado en el monasterio de Pedralbas (Pedralbes), y luego traído a esta catedral y sepultado en el coro, con esta inscripción: Mausoloeum postumae ac perennis gloriae Illmo. et Revmo. D. D. Johanni a Moncada primum Archidiacono Canonico Salmanticensi, item Infirmario et Sacristae Tarraconensi, postea Priori S. Annae, ac Antistiti Barcinonensi, inde Archiepiscopo Tarraconensi; qui obiit die III. novembris M.DC.XXII. erectum. 

Si te pareciere ímprobo e inútil el trabajo que me tomo en copiar las inscripciones sepulcrales de los Prelados modernos de esta iglesia, reflexiona que sobre merecerlo ellos por su persona y dignidad, es grande el aprecio que los extranjeros han hecho de esta clase de estudio, publicando varias colecciones de inscripciones infimi aevi, entre las cuales es muy notable la que imprimió en 1760 Pedro Luis Galletti en 3 tom. 4.° mayor, sin añadir notas ni ilustración alguna; sino sólo hacinando por clases todas las que se hallan en Roma. Con esta salva seguiré mi catálogo y costumbre. Al señor Moncada sucedió

Don Juan de Hozes, Cordobés, Tesorero y canónigo de Cartagena: vino a esta iglesia ya muy viejo a 11 de noviembre de 1624. Murió a 22 de mayo de 1626. Lo más memorable que hay de su corta prelacía es la liberalidad con que dotó las comensalías y beneficios de la catedral. De aquí, y más de la vejez del Prelado, parece que resultaron algunos disturbios, que por fortuna fueron breves. El clero menor agradecido puso a su bienhechor sepultura junto al facistol del coro con esta inscripción: D. O. M. D. D. Joannes ab Hozes, Cordubensis, ex Thesaurario Cartaginen. huius almae Sedis Archiep. obiit XI kal. junii anno M.DC.XXVI cui largitori munifico praesbiteri commensales, et beneficiati Tarraconenses, hoc monumentum, quod ipse morte praeventus praestare non potuit, lugentes adhuc, munerumque memores, gratitudinis ergo construendum curarunt anno M.D.C.XXXIV. 

Muerto este Prelado se dice que fue electo Don Luis Díaz y Armendáriz, Virrey de Cataluña, de lo cual no sé más. El sucesor fue

Don Fr. Juan de Guzmán, de la Orden de San Francisco, Obispo de Canarias. Tomó posesión a 23 de mayo de 1628; hizo su entrada a 27 del julio siguiente, y a 4 de septiembre del mismo año le trajo el palio el Obispo de Barcelona. Tuvo varias reyertas con el Cabildo sobre puntos de jurisdicción, y aun publicó un libro en defensa de los derechos archiepiscopales, del cual veo que no se hace gran caso. Admitió gustoso la concordia que propuso a ambas partes Francisco de Eril, Abad de San Cucufat, Canciller del principado. En 1631 hospedó en su palacio al Rey Felipe IV que iba a las cortes de Barcelona. Después de lo cual y de haber celebrado, según dicen, un concilio, fue trasladado a Zaragoza en 1633. Sucediole a 16 de marzo del año siguiente

Don Fr. Antonio Pérez, célebre Benedictino, y bien conocido por sus escritos, singularmente por el intitulado Pentateucus Fidei. Era a la sazón Obispo de Lérida, y antes lo había sido de Urgel, después de haber renunciado la mitra de Santa Fé. Celebró un concilio provincial en 1636, que no se ha impreso. Ya entonces se hallaba sin razón disgustado de este país, que era el más a propósito para su avanzada edad. Pero dicen que difería (leo deferia) mucho a los consejos de un Abad llamado Mauro que traía consigo, y a quien encargó todo el peso del gobierno. Resuelto pues a marchar a Castilla, y despidiéndose para esto del Cabildo, le requirió este en la debida forma que llevase delante de sí la cruz como Primado de España, hasta llegar a la corte, y el Prelado lo prometió. Diéronle luego el obispado de Ávila, pero a pocos días murió en Madrid a 1 de mayo de 1637 y se enterró en el monasterio de San Martín. 

Vacó entonces la iglesia de Tarragona por espacio de diez y seis años. Fue la causa que poseída gran parte de Cataluña por las armas francesas, aunque Tarragona se mantuvo obediente a su Rey, el Papa Urbano VIII que trataba de apaciguar estas discordias, no quiso confirmar las provisiones de esta Silla hechas en el Cardenal de Esti, hermano del Duque de Módena, y en Don Pablo Durán, natural de Esparraguera y Obispo de Urgel. A la verdad no fue muy sensible que se frustrara la primera elección, porque el Cardenal era poco afecto a nuestra nación, y acaso hubiera carecido esta iglesia gran tiempo de la presencia de su Pastor. Mas la pérdida del señor Durán fue muy dolorosa para esta metrópoli, porque era doctísimo, y sobre esto amante de la justicia y de la buena disciplina, y por lo mismo muy a propósito para curar las enfermedades que casi todas las iglesias de este principado habían contraído con las vacantes que por la misma causa padecieron. De él y de sus escritos habla Don Nicolás Antonio en su Biblioteca. Rendida en fin Barcelona a 10 de octubre de 1652, luego fue nombrado y provisto Arzobispo de Tarragona

Don Francisco de Rojas, natural de Valencia, Auditor de la Rota Romana, conocido en el orbe literario por las decisiones que imprimió en León. Tomó posesión de esta Silla a 4 de julio de 1653, siendo en ella tan bien recibido como deseado. Con la vacante y las guerras que la ocasionaron halló casi destruido su palacio y relajadas las costumbres. A entrambos daños acudió con diligencia, y con la celebración de dos concilios provinciales. Sin embargo, no pudo evitar algunos disturbios y pleitos, que se ventilaron sin perderse la paz y tranquilidad de su iglesia. Fue trasladado a la de Ávila en 23 de abril de 1663. Le sucedió

Don Fr. Manuel de Espinosa, Sevillano, Benedictino, Abad de Monserrat y General de su orden. Era Obispo de Urgel cuando fue trasladado a esta Silla en febrero de 1664. En el mismo año ya tuvo un concilio provincial, al cual siguieron otros dos en 1670 y 78. Por decreto del segundo de estos concilios, se imprimió un Ritual en 1671, el cual, pág. 21, exime a los sexagenarios de la ley del ayuno. Hay quien sospeche, y con fundamento, que se ingirió furtivamente esta cláusula al tiempo de la impresión: cosa que no es nueva en el mundo. Lo cierto es que ni en los Rituales antiguos de esta iglesia, ni en el de Barcelona de 1620, ni en el de Lérida de 1682, ni en el de Paulo V se halla tal exención. Enmendó el señor Llinás este punto en el sínodo que imprimió en el año 1704, diciendo en la página 200 de sus Constituciones, algunos dicen que insta el precepto hasta los 60 años, pero eso último se debe medir con las fuerzas. Lo más extraño es que aún después de esta resolución, en las reimpresiones del Ritual siga ingiriéndose aquella exención de los sexagenarios, la cual ni es de concilio alguno provincial Tarraconense, ni de tan docto Prelado como era el señor Espinosa. Dícenme personas fidedignas que en un ejemplar de aquel Ritual que se conserva en el convento de mi orden de San Magín de este principado, se halla la nota siguiente: Es del doctor Jaume Gassol, qui feu y ordena lo present Ordinari, per haverlo elegit S. Illma., y el sínodo Tarraconense a dit efecte. Otra nota se halla después de la Pastoral del Arzobispo, en que manda la observancia de lo ordenado en el Ritual, y dice así: Esta carta pastoral tambe la feu lo doctor Jaume Gassol, per haverme S. Illma. ordenat que la fes en nom de ell: y axi matex lo contengut en lo present Ordinari; menos los casos reservats a S. Illma, que nom trobaba en Tarragona; que a trobarmi crech se aguessen disposat de diferent manera. No diré de esto más, sino que recientemente ha mostrado la obligación del ayuno en los sexagenarios el doctor Gaspar Llauger, director del Seminario episcopal de Barcelona, en la Disertación que publicó contra un P. Capuchino de Andalucía; donde de propósito examina la autoridad de este Ritual.

Volviendo a nuestro Arzobispo sé de él que visitó dos veces toda su diócesi, reparó y dotó muchas iglesias, entre ellas la capilla de nuestra Señora del Claustro de esta catedral, instituyendo en la misma muchas fiestas. Asistía con frecuencia al coro, trataba con grande humanidad a los súbditos, y con mayor liberalidad a los pobres. Murió dejando de sí muy buen nombre a 12 de febrero de 1679, y de su edad 82. Enterráronle en el coro con este epitafio: D. O. M. = Hic iacet in morte dives, per quem nullus in vita iacuit pauper, Illustriss. D. D. Fr. Joannes Emmanuel de Espinosa, Hispalen. nobilitate clarus, omnibus virtutibus clarior, liberalitate, aequanimitate, et in Deiparam pietate clariss. uno suo merito omnium suffragiis Montis Serrati Abbas, deinde Benedictini ordinis Generalis, Urgell. Episcopus, et Tarraconensis Archiepiscopus ut nulli cederet Hispanorum Antistitum Primas: obiit die XII Februarii anno M.DC.LXXIX. aetatis LXXXII Archiep. XV. Le sucedió

Don Fr. José Sanchiz, nacido en Valencia, de la orden de nuestra señora de la Merced, de quien ya dije en el Episcopologio de Segorbe, de cuya iglesia fue trasladado a esta a 28 de febrero de 1680. Tomó la posesión su auxiliar Don Gerónimo Solivera, Obispo de Tranopoli, al cual siguió en el mismo encargo Don José Mora, canónigo de Tarragona, Obispo Maroneiense. Celebró el Prelado dos concilios provinciales en 1685 y 1691: en este último publicó el oficio propio de Santa Tecla y su fiesta para toda la provincia. Fue muy dadivoso con su iglesia, a quien regaló entre otras cosas un cáliz de oro: reedificó el convento de su orden y dejó otras memorias de su liberalidad, paz, y celo pastoral. Falleció a 26 de marzo de 1694, y está sepultado en el coro con este epitafio:

Hic iacet per quem tanta pietatis in Deum, Mariam Virginem, Divamque Theclam monumenta surgunt, Illmus. et Revmus. D. D. Fr. Josephus Sanchiz, Minervae dilectiss. sui et sacri ordinis B. Mariae de Mercede honoribus summis praeclarus, Episcopatu Emporicen. et Segobricen. magnus, Archiepiscopatu Tarraconen. excelsior, Hispaniarum primatu celsiss. et meritis excelsior: tamen hic tandem nihil nisi pulvis et cinis; at vivit in cinere virtutibus superstes et fama: fama saeculo, virtutibus coelo. Obiit XXVI Martii M.DC.XCIV, sed luget adhuc Tarraco.: hodie vale dicit ultimum gratitudo, sed aeternum hoc marmore perenni XXV septembris M.DC.XCVI. En el coro del convento de su orden he visto un retrato de este grande Arzobispo, hecho por Juncosa el clérigo. De la misma orden y su General también, fue el sucesor

Don Fr. José Llinás, que tomó posesión a 16 de enero de 1695. Tuvo un concilio provincial en 1699 y otro diocesano que se imprimió en 1704, y este es el que rige en el día. Dio grandes muestras de su celo en las guerras que alcanzó, llamadas de sucesión, y no mostró menos su caridad en las ruinas y desgracias que padecieron los conventos de San Francisco y Santo Domingo y todos los edificios cercanos a una torre antigua que servía de almacén de pólvora, la cual con horrible explosión se voló por un rayo, día 3 de septiembre de 1700. Era incansable en predicar, y de una liberalidad inagotable con que enriqueció su palacio, iglesia, y varios monasterios. Hizo la capilla y altar de San Pedro Armengol en la parroquia de la Guardia.: impetró su rezo, y lo mandó celebrar de doble en toda la diócesi: erigió el convento de la enseñanza de niñas en esta ciudad, amplió el palacio, impetró el rezo de San Ramón Nonato para toda la iglesia: fundó el rosario diario con canónigos, comensales y beneficiados en la capilla de nuestra Señora del claustro; y fundó la cátedra de moral en el convento de Santo Domingo, donde está su retrato. Murió a 15 de noviembre de 1710 en Barcelona, y fue trasladado su cadáver a la iglesia de San Lázaro de Zaragoza. 

Por muerte de este Prelado, ardiendo todavía Cataluña en guerras, fue electo por Carlos III de Austria en Arzobispo Tarraconense Don Isidoro Bertrán, Catalán, canónigo y Arcediano mayor de Gerona, y fue confirmado por Clemente XI y consagrado en el convento de Santa Catalina virgen y mártir de Barcelona, día 13 de noviembre de 1712, por Don Jorge de Espínola, Arzobispo de Cesarea y Nuncio del Papa a Carlos III de Austria en Barcelona, con asistencia de los Obispos de Cartagena de Indias y de Solsona. Había ya tomado también la posesión de esta Silla a 15 de octubre del mismo año y recibido ya el palio de S. S. Mas durole poco esta posesión pacífica, porque a 15 de diciembre del mismo año está fecha la orden del Rey en que como a intruso en la Sede se le desterró de ella y de la provincia, mandándose al mismo tiempo al Capítulo que se gobernase como en Sede vacante, y depositase los frutos del Prelado. Obedeció este, y se fue sin duda a Italia. Noticioso el Papa expidió una bula que empieza In excelsa, en la cual condena como atentado todo lo hecho. Está fecha a 17 de marzo del año siguiente 1714. La he visto impresa en la librería de mi convento de Palma en Mallorca. A pesar de ello el Arzobispo Bertrán tuvo la misma suerte que su Rey Carlos III, y así nadie lo cuenta en el catálogo de los Arzobispos, cuyo ejemplo ha seguido el señor Amat en su Historia eclesiástica. Sabemos, finalmente, que murió en Génova a 9 de octubre de 1719, y que está allí enterrado en el convento de PP. Capuchinos. Estuvo vacante esta Silla hasta el año 1721, en que a 20 de marzo tomó de ella posesión 

Don Miguel Juan de Taverner y Rubí, Catalán, Arcediano mayor de Tarragona y después Obispo de Gerona, el cual en calidad del más anciano de la provincia había juntado un concilio provincial en aquella ciudad el año 1717, en que se establecieron cosas muy útiles. Y esto es lo único que trabajó por la provincia, porque a los cuatro días de tomada posesión murió con desconsuelo de los buenos. Está enterrado en la capilla de Corpore Christi, mas su epitafio está maltratado y enteramente ilegible. Le sucedió un gran Prelado, que fue

Don Manuel de Samaniego y Jaca, natural de Logroño, canónigo penitenciario de San Juan de la Calzada, electo Obispo de Oviedo, el cual entró en esta ciudad a 21 de abril de 1722, y desde luego se aplicó a reformar los males que de las guerras y vacantes anteriores habían nacido. Predicó muchas veces con eficacia, y para más mover a penitencia dispuso unas procesiones, en que él mismo se presentó con una soga pendiente del cuello. A lo cual y a sus visitas por la diócesi siguió gran reforma del clero y del pueblo. El principal remedio era el de los concilios provinciales; echó mano de él en el mismo año 1722, pero fue mucho más útil el que tuvo en 1727, cuyas constituciones extracta en su Historia el señor Amat. La más notable entre ellas es la que trata de disminuir el número de las fiestas, sobre lo cual, como preparando los ánimos ya había impreso una pastoral en 1725 ponderando la observancia que se merecen los días festivos. Otros muchos bienes se esperaban de este Prelado, pero fue promovido a la silla de Burgos hacia el año 1728, la cual renunció el año 1740, y murió de allí a cuatro años en su patria. Después de su promoción a Burgos le sucedió en nuestra catedral

Don Pedro Copons y Copons, natural de Barcelona, de la casa de los Marqueses de Moya, trasladado de la Silla de Gerona a 26 de febrero de 1729. Mostró luego su mansedumbre y amor a la paz en las constituciones que hizo para cortar los disturbios sobre oficios y empleos en el coro, las cuales se conservan pendientes en él. Fue muy limosnero y solícito en inquirir y remediar la pobreza. Hizo algunos regalos a su catedral. Sus principales hechos son los tres concilios provinciales que celebró, en que dicen que hay establecidas cosas muy útiles. Promovió mucho la devoción del corazón de Jesús. Durole el pontificado 23 años, y murió a 19 de abril de 1753. Está enterrado en la capilla de Corpore Christi con esta inscripción: D. O. M. Lacrimas si quaeras, siste, lapidem hunc intuere, et eo oppressam luce petram, quae in pietatis montem creverat. Petrus Copons et de Copons hic iacet, divitiae pauperum, egenorum opes, Marchionibus de Moya natus, Barcinonae Canonicus, Gerundae Episcopus, Tarracone Archiepiscopus: ubique illustrissimus vixit, sed illustrior fuit morte, quam obiit Tarracone omnium ordinum luctu anno a Christo nato M.DCC.LIII., aetatis suae LXXIV., XIII. kal. mai. hebdomada, ut vocant, sancta; et quidem, ni invenisset, certe morte sua effecisset. A este Prelado sucedió

Don Jaime de Cortada y Bru, natural de Barcelona, y de familia muy antigua, a lo menos suena ya su apellido en la donación que he visto original, hecha por Don Alfonso II a Enego Cortada de una heredad en Matamalan con el campo de Machuchga, fecha en Zaragoza en el mes de junio, era 1216 (año 1178). Nuestro Arzobispo vino a esta Silla de la de Zamora a 26 de mayo de 1755. Celebró concilio en 1757, el último de esta provincia: en él se mandó que las actas de todos se recogiesen e imprimiesen; cosa que no se ha efectuado. Con la gran devoción que tenía a la Protomártir Santa Tecla comenzó su nueva capilla, en cuyos cimientos se puso la primera piedra a 17 de agosto de 1760. Nada más sé de este Prelado, sino que murió a 28 de abril de 1762. Su entierro está en el plano de dicha capilla con esta inscripción: D. O. M. = D. D. Jacobus de Cortada et Bru, huius sanctae Tarraconen. Ecclesiae Archiepiscop., antea Episcop. Zamoren. etc. incoeptum suis sumptibus hoc in honorem Prothomartyris Theclae sacellum consumare non potuit morte praeventus V. kalend. maii M.DCC.LXII. H.S.E.L.D.D.CC. idib. mai M.D.CC.LXXVIII. Tuvo este Prelado por Vicario general a Don Mariano Martí, natural de Valls, que después fue Obispo de Puerto Rico y Caracas. Muy breve fue el pontificado del sucesor

Don Lorenzo Despuig y Cotoner, natural de Palma en Mallorca, de cuya silla fue trasladado a 12 de octubre de 1763, y murió el año siguiente día 22 de febrero repentinamente. Su epitafio en la capilla de Corpore Christi, manifiesta algunas circunstancias de su vida, y por lo mismo lo copiaré aquí: D. O. M. = Hic situs est Illustrissimus D. D. Laurentius Despuig et Cotoner, patriâ Palmensis, genere nobilissimus, Canonicus Balearicus, Clericus honorarius Philippi V. Regis Hispan., et ab eleemos. Philippi Borbonii, Parmae Ducis, Episcop. Balearicus, Eccles. Tarracon., Archiepiscopus, Primas Hispaniarum, qui facile primus omni virtute et splendore sui desiderium Eccl. Tarrac. brevi suae reliquit inmortale, cum vixisset annos LX. Vita functus est, et elatus acerbissi. luctu omnium ordinum die XXII. febr. an. a Chris. nat. M.DCC.LXIV. Poco después le sucedió 

Don Juan Lario y Lancis, Aragonés, nacido en Torrecilla del Rebollar, promovido a esta Silla de auxiliar de Zaragoza, tomó posesión a 30 de octubre de 1764. Su primer cuidado fue arreglar un plan beneficial así en la matriz como en toda la diócesi, obra utilísima con que proveyó a las necesidades del pueblo sin queja de los residentes. Visitó tres veces su diócesi, una la isla de Iviza, ejercitando con gran solicitud en todas partes las funciones episcopales. Consagró en su catedral al Obispo de Barcelona Don José Climent. Expidió varios decretos para reforma de abusos y fomento de la sólida piedad. Concluyó y bendijo la capilla de Santa Tecla a 21 de septiembre de 1775. Logró que se incorporase esta universidad con la de Cervera. Estas son las principales memorias que quedan de su tiempo. Murió a 6 de septiembre de 1777, y está enterrado en la capilla de Santa Tecla, donde se lee esta inscripción: D. O. M. = D. D. Joannes Lario et Lancis, ex Episcopo Letensi Archiepiscopus Tarraconensis, quod hoc divae Teclae sacrarium nullis parcens expensis ad perfectionem perduxit, hic sepeliri voluit, annuente CC., et sibi scribi sic: Hic Joannes Lario et Lanzis, Tarraconen. Archiepiscop. expectat resurrectionem mortuorum. Obiit in oppido dicto Lo Pla VIII. id. sept. anni MDCC.LXXVII. Le sucedió.

Don Joaquín de Santiyán y Valdivielso, nacido en la diócesi de Santander, Obispo de Urgel, trasladado a esta iglesia a 15 de mayo de 1779. En los pocos años de su pontificado mostró bien su liberalidad, y cuanto puede un Prelado que ama sus ovejas y comodidad. Porque después de haber empleado algunos caudales en ensanchar y adornar las calles, murallas y paseos de esta ciudad, y en el palacio llamado de Loreto, incluyendo dentro de él la capilla de nuestra Señora de ese título, la cual el señor Copons había comprado de los herederos del presbítero Juan Mir, quien la construyó a mitad del siglo XVI; después, digo, de esta y otras obras, entró en el vasto proyecto de restaurar el acueducto romano. Obra de suma necesidad, y sin la cual Tarragona era corta en su vecindario, escasa en el comercio, incómoda en la estación del calor, y tal como la pintó Bernardino Gómez Miedes en su Historia del Rey Don Jaime I. Para remedio de estos males, y restituir si pudiera la ciudad de su cátedra al grado de su opulencia romana, emprendió la grande obra que digo, venciendo, como es de creer, gravísimas dificultades, y no reparando en cuantiosas sumas. No tuvo el gozo de verla concluida, y para su perfección dejó la cantidad de 48.000 ducados. En su tiempo, es a saber, en 1782 se erigió la Silla episcopal de Iviza, que por derecho de conquista era de esta metrópoli desde el año 1235; con esta ocasión pasó allá el arcedianato de San Fructuoso, de donde percibía los frutos.

Murió nuestro Prelado casi repentinamente día 5 de julio de 1783, causando este suceso un sentimiento correspondiente a lo mucho que se esperaba de quien supo hacer tanto en tan poco tiempo. Su cadáver se trasladó de allí a cuatro años a la sepultura que tiene en el pavimento del coro, donde se halla este letrero: Joachimus Santiyan et Valdivielso, genere clarus, olim Asturicen. Ecclesiae Canonicus, Tuden. Scholasticus, Lucen. Decanus, Urgellen. Episcopus, Tarraconen. demum Archiepiscopus factus, ornandae mox et amplificandae urbi, civiumque commodis intentus, suburbanam viam, et ambulacrum rupibus et aggeribus complanatis extruxit: aquae copiam, ut suo subveniret populo, iamdiu illius penuria laboranti, antiquo Romanorum partim instructo aquaeductu, partim novo constructo, longe huc adducere molitus est. Quibus, aliisque utilissimis operibus, dum strenue, nullis laboribus, vigiliis, sumptibus parcens, incumbit, ulteriora parans, maiora pro animae celsitudine mente volvens, vivis abripitur III nonas julii anno Christi M.DCC.LXXXIII. etat. XLIX. I. P. R. Dicen que compuso este epitafio el sucesor

Don Fr. Francisco de Armañá (Armagnac), del orden de San Agustín, natural de Geltrú, diócesi de Barcelona, el cual era Obispo de Lugo desde el año 1768, de donde fue trasladado a esta Silla en el de 1785 y tomó posesión a 30 de mayo. Están todavía muy recientes las memorias del celo, liberalidad y erudición de este Prelado. Comúnmente se dice que vivía pobre por los pobres: y era así que los remediaba a manos llenas, buscando con solicitud las necesidades ocultas. A su iglesia regaló alhajas y ornamentos varios y preciosos: dotó su clero, fomentó el monte pío de sacerdotes pobres: dio grandes caudales para la obra del puerto y las urgencias del estado; y con todas estas y otras muestras de liberalidad gastó más de cien mil duros en continuar y concluir la restauración del acueducto romano, teniendo el gozo de ver llegar el agua a la ciudad en el año 1798, día 3 de diciembre del santo de su nombre: beneficio inestimable que eternizará los nombres de Santiyán y Armañá. Hallaba para todo esto recursos en la moderación de su trato, parsimonia en la mesa, y pobreza de su casa y persona; viviendo en todo como simple religioso, sin dejar la túnica de lana, ni permitir más adornos que los muy precisos para el decoro de la dignidad. Visitó dos veces toda su diócesi, y no más por su ancianidad; ejercía por sí mismo todos los actos pontificales: predicaba con frecuencia y enviaba misioneros por la diócesi, gente docta como él lo era, que cogiesen y no espantasen la caza: compuso las discordias interiores de su iglesia: unió y dividió parroquias, según lo pedía la necesidad: protegió grandemente las escuelas públicas: dotó bien sus cátedras, como es justo: creó la de escritura, enseñanza tan necesaria a los eclesiásticos, como que es el blanco y cima de su saber, a que se ordenan todos sus estudios anteriores, y sin lo cual la teología escolástica y moral son un cuerpo sin alma. En estos y semejantes cuidados le halló ocupado la muerte cuando ya por su edad de 85 años no podía entender en lo que pide vigor y fuerzas corporales. Murió este ilustre Arzobispo día 4 de mayo de 1803. En sus honras predicó el actual Abad de San Ildefonso Arzobispo de Palmira, el señor Don Félix Amat, entonces magistral de esta iglesia. Está enterrado en el coro con esta inscripción: D. O. M. = Francisco Armagnano, ex Eremitis S. August. primum Lucensi Praesuli, post Archipraesuli Tarraconensi, utrobique indefessa salutis animarum cura, verbo et scriptis doctissimis aeque atque piissimis, morum itidem integerrimorum exemplo, informatis ad pietatem populis, optimi Antistitis functo munere; egenorum patri, quorum sublevandis miseriis, nihil pene sibi relinquens, amplissimos pontificatus redditus expendit; cuius maxime opera et ope fontan. aqua intra muros inducta gaudens potitur Tarraco: in senectute bona e vivis sublato die IV maii anno M.DCCC.III aetatis suae LXXXV, Bartholomeus Soler, ex sorore nepos, huius Primat. Eccl. Decanus, consanguineo fautorique amantissimo fieri curavit monumentum. Los escritos de que se habla en esta inscripción son sus Pastorales impresas en dos tomos en 4.°: tres tomos de Sermones morales, y uno de Sanctis: además dejó manuscritas Instituciones de teología. = Compendio de la historia eclesiástica de Fleury, y otras obras que no concluyó por sus ocupaciones. A los dos meses de su muerte fue electo su digno sucesor el actual Arzobispo

Don Romualdo Mon y Velarde, natural de Mon, diócesi de Oviedo, colegial de San Ildefonso de Alcalá, doctoral de Coria y sucesivamente de Córdoba, donde también fue Deán y gobernador de la mitra. Tomó posesión de esta Silla día 12 de mayo de este año de 1804. El pueblo ha concebido muy bien fundadas esperanzas de un gobierno pacífico y acertado. Nada más puedo decir de esto, porque apenas han pasado dos meses de su entrada pública, que se verificó el día 3 de septiembre con las ceremonias acostumbradas, en razón del señorío temporal de los Arzobispos sobre esta ciudad y su campo: las cuales se fijaron por decreto de la real audiencia de Barcelona en tiempo del Arzobispo Don Juan de Moncada (leo Monca-ca), aunque la pompa en el recibimiento de esa o de otra manera es ya de los tiempos de Don Fr. Sancho López de Ayerbe. En sustancia se reduce la fiesta a lo siguiente. Sale todo el Cabildo hasta una casa de campo distante como un cuarto de legua de la ciudad, donde ya espera el Prelado montado en su mula. Los canónigos van igualmente montados en mulas con gualdrapas negras colgando hasta los pies o patas: no van con manteo, sino con un ropón a modo de balandrán muy pomposo, y con sombrero redondo llano de copa muy pequeña, ajustada a ella una golilla como de dos dedos para mayor seguridad en el encaje de la cabeza; cuelgan además de él varios cordones y borlas de buena labor. El saludo que hacen al Prelado es levantar la borla que cuelga delante del pecho y llegarla hasta la boca. Así pasando todos por delante de él, se forma la comitiva, y al llegar a la puerta de San Carlos salen los regidores o cónsules, como decían antes, con sus bandas de tafetán carmesí, según costumbre de todo este principado. Entonces, acompañado S. Ilma. del magistrado, recibe los obsequios de danzas y comparsas alegres, muchas en número, y algunas notables por su antigüedad. Tras esto se apea la comitiva, y el Arzobispo hace el juramento en un altar preparado en la puerta del convento de San Francisco, y en manos de su Guardián. Concluido este acto, toma otra vez la mula, y guiándola los regidores a pie con cordones de seda encarnada, y precedido de todas las danzas, camina hacia la catedral donde le recibe el Cabildo con hábitos de coro, que para esto se anticipó dejándole en San Francisco. Entran en la iglesia cantando el Te Deum, y en la pieza que queda tras el altar mayor y el testero de la iglesia se le dice al Prelado una oración latina, que esta vez recitó el canónigo Don Carlos González de Posada, y con la respuesta del Prelado se acaba la fiesta de por la mañana. Por la tarde se repiten los juegos y varias representaciones en la plazuela donde está mi convento, que era puntualmente el circo máximo de los Romanos. Los aficionados a aquellas vejeces echarán de menos en estas comparsas la elegancia y el lujo de las que presenció en este lugar el Emperador Augusto. Efectivamente son muy distantes, y muchas composiciones alegóricas que allí vi están llenas de impropiedades, como cosa del vulgo que sólo ama el estrépito, y como dicen nuestros vecinos lo maravilloso. Sin embargo, es reparable el baile que llaman de los Titanes. Consiste en que treinta o cuarenta hombres vestidos como a lo turquesco, van en fila ensartados entre dos telas de paño muy anchas cuanto es la altura de los pies hasta los hombros: descubren sólo la cabeza, la cual mueven y dejan caer a un lado y a otro como con tristeza y pesadumbre, (aún se puede ver algo parecido en Turquía) cada vez que dan un paso o más bien un salto al compás de la sencilla tonada que suenan dos chirimías u oboes. Llegando con esta pausa y aun pereza al teatro de sus habilidades, no tienen otra que dar una vuelta al circo y formar después una espiral, apretada como la de un caracol, y deshacerla luego, todo con un compás más acelerado que el con que vinieron.

Ya ves cuan poca conexión tiene esto con los Titanes y su guerra, como yo esperaba, fiado sólo en el nombre; el cual no tiene otro origen que la tonada ti tan. Una especie me ocurre. En la traducción de la Geografía del Nubiense, hecha por Don José Antonio Conde, y en las notas que él puso, página 199, explicando el elogio que Benjamín de Tudela hizo de esta ciudad de Tarragona y aquellas palabras: fue de los edificios de los Hanakim, explica esta palabra Hanakim por una generación gigantea o Titanes, hijos del cieno. Y aunque el autor nota allí esta opinión de vulgar y digna de los P. C. de las sinagogas, ¿quién sabe si la tenían por cierta los Judíos ricos que había en Tarragona en el siglo XII, tiempo en que escribía su Geografía el autor, que por eso llama a esta ciudad Tarragona de los Judíos? Y si ellos tuvieron por cierto que esta ciudad estuvo habitada de Titanes, ¿no pudieron ser los autores de esta comparsa, de quien sabemos que es muy antigua, y que ya la representaron los Tarraconenses en Valencia en el siglo XIII al tiempo de su conquista, como dice Escolano? ¿Quién sabe? Sin embargo, séase el que quiera el objeto que tuvo en ello el inventor, más bien parece una sarta de cautivos como los que precedían a los triunfos Romanos, y una muestra, aunque impropia, del vasallaje de esta ciudad a su Prelado, que presencia estas fiestas en público, acompañado siempre de los cónsules y del Cabildo.

Buen remate ha tenido la narración de los Arzobispos. 

A Dios. Tarragona, etc.