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sábado, 14 de mayo de 2022

CARTA 5. Códices litúrgicos que se conservan en la Biblioteca de la santa Iglesia Metropolitana de Valencia.

CARTA 5. 

Códices litúrgicos que se conservan en la Biblioteca de la santa Iglesia Metropolitana de Valencia. 

Mi querido hermano: He comenzado estos días el examen de los códices litúrgicos que se conservan en esta santa Iglesia de Valencia, cuya razón voy a darte con la posible brevedad, pues lo he prometido. 

Primero hablaré de los que pertenecen a otras Iglesias, entre los cuales me han llamado la atención tres ejemplares de un misal inglés, todos en vitela, de diversos tamaños, escritos a fines del siglo XIII, o principios del XIV. 

Consta que son ingleses, no sólo por la multitud de Santos de aquella nación que celebra la mayor parte con octava, y por estar en la lengua de aquel país la fórmula de los esponsales; sino principalmente porque en un rasgo de la pluma del escritor al fin de uno de ellos, se lee que era de (1) Westminster (pone West-minster), acaso de la famosa y antiquísima Abadía de Benedictinos. Lo más notable que hay en ellos es la (2) secuencia para cada Domingo de Adviento: (3) cosa que sabes cuan rara es respecto de un tiempo en que por lo común cesa toda señal de alegría. Y aun echo de ver que estas son diferentes de los pocos ejemplares de esta excepción que cita Martene. (4) También tienen prosas para todas las fiestas de los Santos; y para que no falte a ninguna de ellas esta solemnidad, (5) las ponen en las misas comunes. A la oración secreta llaman secretum a diferencia de los nuestros antiguos, que unos la llaman sacra otros sacranda. En lo demás son harto conformes al romano. 

Hay también un misal escrito por un Bertrando Daynnier, loci de Flamnaco Dioecesis Ruthenensis (de Rodez) anno 1469. Otro también MS. en vitela en 4.° de la Iglesia de Roma, que fue del uso del Ven. D. Miguel Amigó, Presbítero valenciano: es de fines del siglo XV.

Item, Missale Ord. Minor. Venetiis edit. ab Octav. Scoto 1482 en 4.° 

Se halla también un breviario de la Iglesia de Cartagena MS. en 4.° en muy buen papel, pero diminuto. Carece de salterio: de los himnos sólo nota el primer verso, y de las lecciones la primera cláusula: pone en algunas fiestas dos añas, ad Magnificat: el Santoral comienza por la fiesta de S. Juan ante portam Latinam, y acaba con la de la Invención de la Cruz. La primera lección principia casi siempre por la del Martirologio. No se halla en él fiesta alguna posterior al siglo XII, ni aun de la del Corpus hace mención, sino por incidencia, hablando de los tiempos en que se debe decir el oficio de la Virgen. También parece favorecer mucho a la antigüedad de este códice la rúbrica del día de la Natividad del Señor, en la cual previene que las misas del gallo y de la aurora no se terminen con Ite missa est, sino con Benedicamus Domino; nè populus, dice, licenciatus ab Ecclesiam ad missam majorem non redeat. Palabras que manifiestan mucha proximidad al siglo XI, en el cual se escribió el libro intitulado Micrologus de observ. Eccles., en cuyo capítulo XXXIV hallo lo siguiente: Finitis nocturnalibus vigiliis, missa Dominus dixit ante matutinales laudes cum Benedicamus Domino, non cum Ite missa est completur, ne populo quasi licentiam abeundi infra matutinales laudes dedisse videamur, quas statim post missam, iterum concrepantibus signis, incipere solemus. Sin embargo, creo que este códice se escribió en el siglo XV, como lo manifiesta el carácter uniforme con las notas que puso algún curioso en las primeras y últimas hojas por los años 1460.

Vengamos ya a los códices propios de esta Iglesia, los cuales por lo general son del siglo XV, aunque alguno de ellos alcanza tal vez a los últimos años del XIV. Y es bien de admirar que entre tantos misales como se conservan, sólo haya quedado un breviario en folio MS. en vitela el año 1464, como consta de las tablas del cómputo eclesiástico. Otro ejemplar idéntico existe en la Iglesia parroquial de los Santos Juanes de esta ciudad, pero está escrito cuatro años antes. Contiene las constituciones sobre los oficios divinos, que el año 1408 formó el Obispo de esta Iglesia Don Hugo Lupia y Bagés con su Cabildo, las cuales envié el correo pasado. Aunque dejo para los siguientes la noticia de algunas costumbres de esta Iglesia, no puedo omitir hoy una cosa harto singular de este códice; y es, que en las principales festividades después del Resp. IX de maitines, pone una como prosa de seis u ocho versos, a la cual llama constantemente verbeta. Palabra usada también en algunas fiestas por un breviario del monasterio de Sixena (Sijena) que existe en la biblioteca de esta Universidad impreso en Zaragoza por Jorge Coci el año 1547; pero desconocida a los autores litúrgicos y gramáticos que he visto hasta ahora. Tal vez puede derivarse de los verbos verbicino, verbosor como si dijera: mucha, o nimia, o más alabanza. A no ser que la tengamos por lemosina en su origen, y alusiva en la significación a la voz verbet, con que los comerciantes de telas de seda de este país llaman a la tarjeta o papelillo cosido a las piezas de ropa donde apuntan su precio, varas &c. Esto (se) me ocurre ahora, no alcanzo más. De esta prosa no queda rastro alguno en los breviarios que se imprimieron; de los cuales, aunque se hicieron varias ediciones, no he hallado sino la de esta ciudad del año 1533. typis Francisci Romani; he visto de ella dos ejemplares en esta biblioteca de Santo Domingo, uno en 8.°, y otro en 12.° Coinciden en gran parte con el referido breviario MS., como también un diurno de esta Iglesia que se guarda en su archivo, y es de los principios de la imprenta, aunque carece de las primeras y últimas hojas. 

Aún a mediados del siglo XVI trabajó esta Iglesia en la reforma de su breviario, como se ve por el que dejaron MS. los eruditos valencianos Manfredo Escrivá, Gerónimo Carróz (Carroç), Luis Sabater, Tomás Real, Gerónimo Palomares, Sebastián Juan Pellicer y Miguel Sanz. Es digno de aprecio el celo y la prudencia con que estos sabios intentaron purificar los oficios eclesiásticos de ciertas nimiedades y pías representaciones antiguamente usadas, de las cuales no necesita la Iglesia para mostrar a sus hijos con todo decoro y majestad los misterios de nuestra santa Religión. No sé qué causas pudieron impedir la impresión de este códice, que se guarda en el mismo archivo, habiendo mediado tantos años desde 1544, en que le concluyeron, hasta la reforma de San Pío V. Los misales MS. de esta Iglesia son en mucho mayor número. Dos de ellos contienen únicamente las misas de las fiestas principales en que debía celebrar el Obispo. Los demás ofrecen variantes de alguna consideración, de que hablaré en los correos siguientes. En sus calendarios, que he copiado, anuncian la fiesta de S. Juan Chrisóstomo de este modo: San Joannis os auri, o aurei, Ep. et Mar. sin declinar jamás el dictado os auri, y dándole en todas las oraciones el dictado de mártir. Abundan en misas votivas y en secuencias, aunque en uno y en otro les exceden el impreso en Venecia, año 1492 fol., y mucho más el impreso allí mimo el 1509. Del primero hay dos ejemplares, uno de ellos en vitela, y nueve o diez del segundo. También se conserva otra edición de Zaragoza hecha por Coci año 1528. Otra reforma del misal emprendió esta Iglesia a mediados del siglo XVI, como se ve en el que dejaron en el archivo lleno de enmiendas, y con la añadidura de muchos prefacios propios, seis de los cuales son del Sr. D. Martín de Ayala.

Estos y otros misales prueban a mi juicio lo que algunas veces hemos hablado, que la mudanza de nuestra liturgia en el siglo XI se limitó al canon y al orden de las preces antes y después de él; mas no alteró la substancia de las oraciones que se conservaron en gran parte como en el mozárabe (pone muzárabe). Tales son las que prescriben estos códices a los Sacerdotes para vestir los ornamentos sagrados: la bendición del pan al tiempo de la oferta (ofrenda) del pueblo: la bendición in unitate Sancti Spiritus, benedicat vos Pater et Filius: la oración Aperi Domine, os meum antes del Te igitur; y otras muchas, que por lo que se halla en los códices anteriores, se ve que las conservó la tradición de los tiempos antiguos. 

No sé si merecerá toda la atención que yo creo la figura de la casulla, con que en varias letras iniciales del misal de 1509, se dibujó vestido el Sacerdote en ademán de celebrar el incruento sacrificio. Es cerrada enteramente, y doblada sobre los brazos, en todo igual a la planeta antigua. Tal vez pudiera conjeturarse que este era el uso de esta Iglesia por aquel tiempo; pero yo más bien diré que los impresores venecianos quisieron expresar la costumbre de la suya. Como quiera, se echa de ver que en una o en otra parte duraba aún en el siglo XVI (6) la casulla talar redonda, sin otra cisura que la necesaria para la cabeza. Igual figura se observa en las no despreciables y bien conservadas miniaturas de un ceremonial de Obispos. Parece del siglo XIV, y no de esta Iglesia. Los Diáconos nunca se pintan sino con túnica talar blanca cerrada del todo, con mangas hasta la muñeca. Los Obispos con planeta, y la mitra mucho más abierta que ahora, y las dos cúspides más bajas, aunque no tanto como las que se ven en el sepulcro 

del IV (4°) Obispo de esta Iglesia D. Jasperto de Botonach, que murió en 1288. La corona de Ministros más parece de los monjes de ahora que del clero secular. Se conservan también en esta Iglesia tres libros de evangelios impresos en Valencia en 1520 por Jorge Costilla, Cordobés. Otros tres de epístolas MSS. del siglo XV, y varios misales hasta el número de veinte y cinco a treinta. Hallé también un tomito en 4.° impreso en Valencia por Juan Jofre en 1529 intitulado: Forma calendarii, con tablas para un calendario perpetuo, y varias reglas para los cómputos &c. del uso de los Religiosos menores de San Francisco de la provincia de Aragón; y otro breviario en 4.° MS. en vitela del siglo XV para uso de la misma Orden. 

Se me olvidaba dar noticia de un collectario, o como llaman capitula, MS. en 8.° del mismo tiempo, en el cual se hallan algunas antiguallas. Entre otras la Benedictio sagittarum (saetas, flechas), para preservar a los que las lleven consigo de heridas de todas clases, y la Oratio pro declaratione Regis Aragonum. Juzgo que fue del uso de algún convento de Religiosos de nuestra Señora de la Merced o de los Trinitarios por las oraciones y preces que hay en las primeras y últimas hojas pro fratribus redeuntibus à redemptione captivorum, y también in captivorum advenientium receptione. 

Marcha el correo, y no puedo concluir hoy esta descripción. Algo queda para el siguiente. Dios te guarde. Valencia 20 de Noviembre de 1802. 


NOTAS Y OBSERVACIONES. 

(1) Westminster... famosa y antiquísima Abadía de Benedictinos. Este insigne monasterio no fue fundado en el primer siglo de la Iglesia por S. Pedro Apóstol, cuya invocación tiene, como aseguran algunos escritores ingleses de estos últimos siglos, sino en el VII por el monje Melito, que después fue Obispo de Londres, y adelante Arzobispo de Canterbury (pone Cantorbery), con el auxilio del Rey Sebertho, a ejemplo, y tal vez a instancia de S. Agustín el Apóstol de Hibernia, como juzga Mabillon. Tomó el nombre de Westminster de la situación occidental (west, oeste), donde se edificó, para que correspondiese a la Iglesia Catedral de S. Pablo, poco antes edificada al oriente de Londres por el Rey Ethelberto.

Deteriorada esta casa por la injuria del tiempo, hacia la mitad del siglo XI la restableció y reedificó magníficamente en diez y seis años el santo Rey Eduardo (Mabil. Annal. Bened. ad ann. 1049. t. IV. p. j510.) En su Iglesia fueron sepultados este santo Rey y su esposa Etgith, desde cuyo tiempo, en que Guillermo su sucesor le concedió también muchas posesiones, o acaso desde el reinado de Enrique III (pone Henrique, Henry), que la reedificó a principios del siglo XIII al estilo gótico, se destinó para sepultura de la Casa Real, con cuyo motivo hizo en ella Enrique VII un rico panteón para sí y sus sucesores. Del deplorable estado de este templo después de las turbaciones religiosas de aquel reino habla Ponz en su Viaje fuera de España (t. II. pág. 10 y sig.) De los célebres escritores que florecieron en este monasterio desde su fundación, y de otros señalados servicios que a sus monjes debió la religión antes de Enrique VIII, tratan S. Anselmo en sus cartas (lib. I. Ep. XIII. XVI. XXXVI.), Userio en las Antigüedades británicas (p. 128.), y Mabillon en los Anales Benedictinos (t. III. p. 546. y t. V. p. 434. 435.) 

(a) Secuencia para cada Domingo de Adviento. Para muestra de estas secuencias pondremos solo la de la Dominica IV de Adviento, que dice así: 

Jubilemus omnes unà

Deo nostro qui creavit omnia,

Per quem cuncta condita sunt saecula: 

Caelum quoque plurima luce coruscat, et diversa sunt sidera

Sol mundi stema, noctium decus luna, caeteraque splendentia,

Mare, solum, alta, planaque, profunda flumina, 

Aeris alta spatia quò discurrunt aves, venti, atque pluvia, 

Haec simul cuncta tibi soli Deo Patri militant, 

Nunc et in aevum sine fine per saecula laus eorum tua gloria. 

Qui pro salute nostra prolem unicam 

Patri in terra missisti sine culpa ob nostra delicta. 

Te Trinitas, precamur, ut corpora et corda nostra 

Regas et protegas, et dones peccatorum veniam. 


(3) Cosa... rara respecto de un tiempo en que por lo común cesa toda señal de alegría. No es extraño que en los misales haya secuencias para cada Domingo de Adviento. Hállanse también ejemplares de esto en nuestros misales antiguos. Porque durante el Adviento y lo demás del año, a excepción de los ayunos y de la Quaresma (Cuaresma), por antigua tradición se cantaba en España el Alleluia (aleluya), como dice S. Isidoro (de Div. offic. lib. I. c. III), al fin de la cual solía alargarse sin palabras ni sílabas el canto con el aliento o respiración prolongada, o voz sostenida, que eso quiere decir pneuma, sonus quidam laetitia sine verbis, como dice S. Agustín (in Ps. XCIX, n. 4.), que son las notas multiplicadas sobre la última a de Alleluia, por cuya causa en algunas Iglesias la llamaban balido (V. de Vert. Expl. des cerem. de l' Eglis. p. I c. IV. t. III. p. 107.) para manifestar el gozo del alma cuando alaba a Dios, y para elevarla a la contemplación de su gloria. Dum vero, decía Ruperto, psallimus Alleluia, jubilamus magis, quàm canimus, unamque brevem digni sermonis syllabam in plures pneumas protrahimus, ut jucundo auditu mens attonita repleatur, et rapiatur illuc ubi sancti exultant in gloria (Rupert. de Offic. div. lib. I. cap. XXXV.). 

Estas neumas o expresiones de júbilo, según advierte el orden romano, se llamaron secuencias, como si dijésemos, secuelas de la Alleluia: sequitur jubilatio, quam sequentiam vocant. A algunos les pareció mejor, dice Grancolas (les Ancien. liturg. pág. 507.), suprimidas las neumas, poner en vez del simple sonido algunos cánticos, especialmente en los días solemnes; lo cual dio ocasión a que se introdujesen en la liturgia en las grandes fiestas las prosas llamadas todavía secuencias porque se siguen al Alleluia. Costumbre que parece hallarse ya establecida en tiempo de Hugo de S. Víctor, que dice: Quando sequentia dicitur, posterius Alleluia non habet pneuma, sed chorus loco ejus sequentiam concinit. (de Myster. c. VII.) 

Estas palabras ligadas de esta suerte a la neuma, quiero decir, a las notas con que se cantaba el remate de la Alleluia, presto fueron divididas en estrofas o versículos. Y como desde la introducción de esta novedad se distribuyeron las palabras por notas, de modo que a cada nota correspondiese una sílaba, quedó después silábico el cántico de las prosas. Mas adelante, experimentándose cuan difícil era guardar esta perpetua sujeción a las notas del Alleluia, se tomó de ahí motivo para introducir en las prosas otros cantos, bajo distintas notas de las que servían para cantar el final o la secuencia del Alleluia. Por eso ya en el día en nada conviene el canto de las prosas con el del Alleluia, y aun algunas de ellas rematan con Alleluia (V. de Vert. loc. laud, p. 109).

En esto se ve también la razón por que recién introducido este rito, no se decía secuencia sino en las misas cantadas que tienen Alleluia, cuyo apéndice, por decirlo así, era la secuencia. Y así notó Durando que no debía decirse prosa cuando no se dice Alleluia, porque la prosa se sustituyó a la neuma. Por eso debió decir Maldonado en su tratado MS. de las ceremonias de la misa (ap. Lebrun. Cerem. de la Mis. p. II. art. VI.): 

"colligo curiositate privata aliquorum Sacerdotum fuisse additam prosam in missis, quae pro defunctis dicuntur: ut dicant Dies illa, dies irae. Quod fit extra rationem, et antiquos missales libros qui tantum habent sequentiam in diebus laetis.” Y así el misal dominicano hecho en Salamanca el año 1576 prohibió que se cante la prosa de la misa de los difuntos por ser contra rúbrica. Adelante no haciendo alto en la institución de las prosas, ni a que en su origen fueron como una continuación de la Alleluia; mas considerándolas como himnos o deprecaciones propias de la solemnidad y del oficio, y teniéndose por solemne la misa cantada de difuntos, se permitió que se cante en ella la secuencia; y así algunos misales no la mandaban decir en las misas rezadas. Ahora se dice indistintamente en todas las misas de difuntos. 

(4) También tiene prosas para todas las fiestas de los Santos. Pondremos de estas prosas una u otra muestra. 

Dominica infraoctava Nativitatis

Sequentia.

Christi hodierna celebremus natalitia: 

Caelica resonent clara camenas agmina,

Nunc regis celebrando gradulanter nuptias.

Lux nova jam terras illustrat veteres pellens tenebras,

Reserat superna gratia diu clausa palatia.

Faelix Mater et sola intacta Virgo et puerpera:

Cum jam Nato stas gravida cum viri sis cubilis nescia.

Omnis caterva nostra te rogat, Domina,

Solvas ut nostra cuncta peccaminum vincula Virgo sempiterna beata. 

Digna fuisti sola tollentem crimina 

Intra uteri claustra portare, qui gubernat omnia superna, infera. 

Hunc suam laudant facta, gaudentque bona qua vivunt super essentia. 

Nos humillima turba damus debita, poscentes ejus dementiam, 

Ut nostra praestans tempora nunc quieta, 

Det placidam frui vitam, utilia donando famulis munera; 

Ac inter nos discrimina saeva solvens post funera derelicta,  

Sedem ducat mortis ac malorum ignaram; 

Ubi ad dexteram Patris almam sedet, conregnat, aeternus per omnia, 

Potenter cuncta disponendo cum eo saecula praesentia, 

Beata justis donans omnibus praemia

Praeclara qua lux vere micat, quae est salus aeterna, et nostra gloria.


In festo S. Vincentii Martyris.

Sequentia. 


Stolam jucunditatis, Alleluia.

Induit hodie Dominus militem suum Vincentium 

Solito plaudat alacriùs concio laeta fidelium.

Hodie martyr insignis hostiam Deo placentem obtulit; 

Hodie tormentum ignis graviter examinatus pertulit. 

Animatus ad certamen monitu B. senis 

Gravissimis non refugit exhibere membra poenis. 

Ante ducem accersitur, et de rebus convenitur communis Ecclesiae. 

Sed non caedit blandimentis, emolitur aut tormentis ejus avaritia.

Illuditur Diaconus, dum sustinet martyr sanus poenarum angustias.

Dat minister charitatis, hostibus exuperatis, gratiarum copias. 

Furit igitur Praefectus, et paratus ardens lectus, 

insultantis viscera crates urit aspera. 

Sudat martyr in agone, spe mercedis et coronae, quae datur fidelibus pro Christo certantibus. 

De cujus victoria caeli gaudet curia. 

Quia vicit hodie ministros nequitiae. 

Ut hunc ergo per patronum consequamur vitae donum 

In illius die festo chorus noster laetus esto. 


(5) Pone prosas en las misas comunes. Notgero, o Notkero Balbulo, Abad de S. Gal, en el siglo IX, es el primero que compuso esta clase de prosas con aprobación de Nicolao I. Algunas de estas composiciones métricas y rítmicas de Notkero dio a luz Enrique Canisio en sus antiguas lecciones. Pero ninguna de estas obras aparece en los misales antiguos, así de Roma, como de otras Diócesis. Juan Francisco de Rubeis (dissert. de Sacr. Forojul. ritib. cap. V. §. IV.) impugna sólidamente la narración de algunas circunstancias que añadió a este hecho Ekkcardo en la vida de Notkero (cap. XVI.), publicada por Goldasto (Rer. Alamannicar. t. I.) A lo primero no las tenían sino las misas de las grandes solemnidades, luego se fueron multiplicando de suerte que las había propias en todas las misas. Adam de San Víctor compuso muchas en el siglo XII, las cuales equivocadamente atribuyó Cornelio Schultingio (Biblioth. eccl. t. I. p. II. cap. VI. et VII.) a los Papas Gelasio y Gregorio, como advierte el Cardenal Bona (de Reb. liturg. lib. II, c. VI.) 

Este mismo rito de poner secuencias en todas las fiestas de los Santos se nota en el misal de Aquileya, publicado el año 1517, y en otros MS., así de aquella Iglesia, como de la Forojuliense y Salisburgense (Salisbury), que vio Juan Francisco de Rubeis (V. diss. laud., V. et XIV.) 

Llamóse prosa en contraposición del himno, que es composición métrica, sujeta a cantidad (quantidad) y determinado número de pies: porque la prosa sólo está sujeta a la rima, y a un determinado número de sílabas, y aun hay prosas que no tienen rima ni medida de sílabas, como se ve en alguna de estas muestras del misal de Westminster. 

(6) La casulla talar redonda &c. No hallo repugnancia en afirmar esto de Valencia, puesto que en Roma en ese mismo tiempo estaban en uso las casullas de esta figura, como consta por algunas pinturas de Obispos, e imágenes sepulcrales de Sacerdotes (V. Krazer de Liturgiis, sect. III. art. VI. cap. V. n. 179). Tampoco es inverosímil que sucediese lo mismo en Venecia, donde además de la proximidad a la cabeza del orbe cristiano, acaso imitaron a los griegos, que aún hoy día conservan las casullas cerradas. 

La que usó Calixto III en la canonización de S. Vicente, y se guarda en esta Iglesia de Valencia, está cerrada hasta más abajo de los codos, rematando en punta las dos alas. 

miércoles, 15 de febrero de 2023

Carta CXXXIV. Noticia de la Santa metropolitana iglesia de Tarragona después de su restauración.

Carta CXXXIV. 

Noticia de la Santa metropolitana iglesia de Tarragona después de su restauración. = Cuándo y cómo se introdujo en ella la vida reglar: no la instituyó San Olaguer. = Memoria de algunos de sus primeros canónigos: su número, admisión, hábito, rito en los divinos oficios, etc. = Origen y supresión de la dignidad de la prepositura. = Reforma de esta iglesia por el Papa Luna: su titular Santa Tecla. = Forma que se guardó antiguamente en la elección de sus Prelados. = Preeminencias de su Capítulo. = Varias costumbres rituales del siglo XVI y posteriores.

Mi querido hermano: No es menester prevenirte que acerca del estado antiguo de nuestras iglesias poco o nada podré yo añadir a lo que han dicho nuestros historiadores, señaladamente los sabios autores de la España Sagrada. Harto haré, siguiendo sus pisadas, en examinar algo del estado moderno, y esto como viajero que no tiene por objeto principal escribir la historia de cada iglesia, sino recoger los documentos de sus archivos. Mas con erta ocasión ¿quién podrá dejar de referir lo que las ilustra y engrandece, y más si ha costado algún trabajo el encontrarlo? Así que hablaré de la santa metropolitana iglesia de Tarragona después de su restauración, pues a este estado pertenecen todos los documentos que se conservan en sus archivos. Y aunque esta época pueda fijarse con razón en los fines del siglo XI, como diré de propósito en el catálogo de sus Arzobispos; mas como los dos primeros, es a saber, Don Berenguer de Rosanes y San Olegario, retuvieron al mismo tiempo el uno la silla de Vique y el otro la de Barcelona, y ambos pontificados estuvieron trabajados con las correrías de los Moros, que apenas dejaban sosegar a los moradores de Tarragona, no pudieron entender en el orden de la iglesia que renacía, restaurando en ella su decoro antiguo; especialmente San Olegario, persona tan principal en su tiempo; anduvo ocupado en negocios gravísimos que le separaban con frecuencia de su metrópoli; tanto que en el año 1128 se vio precisado a hacer donación de Tarragona y su campo a Roberto de Culcio, Burdet o Aguilón (que con todos estos nombres es conocido) para que los protegiese y poblase (a: Ap. núm. III. ); donación que costó cara a los Arzobispos, como lo veremos en su catálogo. Pues digo que hasta la muerte de San Olegario no nos consta de la forma que tuvo su clero, ni de cosa alguna que hiciese perteneciente a la constitución interior de la iglesia. En la misma ignorancia estamos respecto del sucesor Don Gregorio, quien por su breve pontificado no dejó de esto ninguna memoria.

El principio del nuevo orden de esta iglesia en su estado moderno se debe al célebre Prelado Don Bernardo Torts, el cual tampoco logró poner en práctica sus sabias ideas hasta que el Conde de Barcelona Don Ramón Berenguer IV, conquistando a Tortosa y Lérida, alejó de estas comarcas las armas de los Sarracenos (N. E. Olé tus huevos, tocayo. Los Moros de Tarragona, cuando vieron las barbas cercanas pelar, no pusieron las suyas a remojar, sino que se largaron por mar; no fue la cosa tan fácil como la pinta aquí el autor Villanueva). Entonces, libre ya de aquel sobresalto, pudo volver a su iglesia toda la atención que antes se llevaban los ejércitos y expediciones contra infieles. Fue así que en el año 1154 hizo la primera ordinación de su clero, estableciendo la vida reglar de San Agustín, y mandando observar los usos y costumbres de la iglesia de San Rufo. Imitentur, dice, morem et consuetudinem ecclesiae S. Ruphi in devotione ecclesiastici officii, in victu cotidiano et in habitu clericali. Manda que el Arzobispo instituya un Prior claustral, y que sean admitidos a la congregación cuantos lo pidieren. Para habitación de los canónigos les da la fortaleza que estaba edificando, en la cual pudiesen defenderse de los insultos de los Moros que infestaban estas costas. Juntamente les dio una capilla pegada a la fortaleza con todas las oficinas necesarias a la vida reglar, dormitorio, cocina, refectorio, capítulo, graneros y otras. 

Para el sustento les dio la mitad de las décimas, hornos, viñas, etc., de la ciudad y término de Tarragona, según lo fijó el Conde Don Ramón en la donación que hizo a la iglesia de Santa Tecla. Manda que las misas mayores que se cantaban en los días festivos a la hora de tercia, se celebren en la iglesia de Santa Tecla, donde también se celebren los concilios y las consagraciones de Obispos. Finalmente dice que si el Arzobispo quisiere comer en refectorio con los canónigos, se le dé doble ración que a uno de ellos, y que en ese caso, y lo mismo, si quisiere dormir en el dormitorio común, sólo lleve consigo un capellán. Todo esto dice haberlo ordenado de acuerdo con el Conde Don Ramón, el cual suscribió a esta constitución con el Cardenal Jacinto Bobo, Legado del Papa (que después lo fue con el nombre de Celestino III) y los Obispos Gaufredo de Tortosa, Bernardo de Urgel, Guillermo de Barcelona, Berenguer de Gerona, G. de Lérida, Pedro de Zaragoza, y otros nobles del reino. La fecha dice: Actum est hoc III. kal. novembris anno Dominicae Incarnationis M.C.LIIII., (1154) regnante quoque Leodovico Rege Juniore, anno XIX. in Francia.

De este documento, poco conocido hasta ahora, cuya copia incluyo sacada del original (a: Ap. núm. IV.), se infieren algunas curiosidades dignas de notarse. Primeramente parece cierto que este grande Arzobispo fue antes canónigo de San Rufo en Aviñón; de otro modo no introdujera aquí las costumbres de aquella iglesia. Acaso tomaron ocasión de lo mismo los que dijeron que era Francés; pero se sabe que en aquel monasterio eran también admitidos los extranjeros. En segundo lugar se ve cuán equivocada es la idea que algunos tienen de que San Olaguer fue autor de la vida reglar en esta iglesia; pues además de este instrumento, en que suena hecho el nuevo establecimiento por Don Bernardo Torts, sin hacer mención de vida reglar introducida por aquel Santo, existe la bula de confirmación que expidió el Papa Clemente III en el año 1188, donde expresamente se dice que la vida canonical de esta iglesia había sido instituida por dicho Don Bernardo. Infiérese también de aquella ordinación que los canónigos debían cada día celebrar privadamente los oficios divinos en la capilla adjunta a la fortaleza, y que sólo en los días festivos celebraban en público la misa mayor a la hora de tercia, en la iglesia de Santa Tecla. Cuál fuese aquella fortaleza, que era la canónica de aquel tiempo y su capilla adjunta, lo diré otro correo, cuando trate de la iglesia de Santa Tecla y de la catedral y otras cosas tocantes a su fábrica. 

Cinco años después de aquella primera constitución, es a saber, a 30 de junio de 1159, dio el mismo Prelado para vestuario de los canónigos con quienes vivía, la villa de Reus y la iglesia de San Fructuoso en Tarragona, que se supone era la casa del nacimiento del Santo donde han vivido los Capuchinos hasta nuestros días en que se ha derribado con motivo de la obra del muelle. Andando el tiempo confirmó ambas constituciones el Papa Alejandro III, y con mayor expresión Clemente III, de todo lo cual van copias (a: Aps. núm. V, VI, VII.). En la donación que he dicho de 1159, firman después del Arzobispo, Pedro Sacrista, Bertrán de Mediano, Pedro de Carcasona, Roberto Gineth, R. de Ribes, Bernardo de Trexa, Arnaldo de Mangons, con Raimundo, sacerdote notario del Arzobispo. Aunque lo parece, yo no creo que estos fuesen los canónigos que entonces había en esta iglesia, porque de ninguno de ellos se halla el óbito en su necrologio, como se encuentra de otros que lo eran en aquel siglo. Entre los cuales merece particular memoria uno llamado Segui (Seguí), que falleció a 6 de junio de 1170, el cual es sin duda el magister Seguinus, Embajador del Conde Don Ramón al Papa Adriano IV, como consta de la carta de aquel Príncipe descubierta por mí en Tortosa (b: V. Tomo V. Carta XXXVI.). No sé si este Segui sería el Petrus Segui, Obispo de Orense, de quien como de escritor habló Nicolás Antonio en su Bibl. vet., que floreció poco más de la mitad del siglo XII, aunque le supone o Francés o Portugués. Nada decido: sólo quiero llamar la atención de los literatos. Dicen que Don Bernardo trajo consigo algunos canónigos de San Rufo. De este número pudo ser Rogerio, que murió a 3 de enero de 1159. Pero con el dictado de San Rufo sólo hallo a un Durando que firmó la donación que Don Bernardo hizo a Roberto, Príncipe de Tarragona, en 1148 (a: Ap. núm. VIII.).

No es extraño que en aquellos tiempos fuese muy reducido el número de canónigos, cuando aun las más amplias donaciones no producían lo que ahora una heredad regular. Con el tiempo y con la mejora de la agricultura y de las artes y aumento de la población se aumentó también aquí el número de canónigos hasta treinta por decreto de Juan, Obispo Sabinense, Legado del Papa, a los principios del siglo XIII. De este tiempo es la postulación hecha al Papa Inocencio III para que confirmase en Arzobispo de Tarragona a Don Sparago, en la cual además del Prepósito, Arcediano, Camarero, dos Sacristas, Prior claustral, Chantre y Obrero, firman otros muchos que aunque no se llaman canónigos, lo eran sin duda alguna (b: Ap. núm. IX.). Debían serlo también los que ejercían estos oficios, que no podían conferirse a clérigos seculares, según una constitución de Don Berenguer de Villamuls (: Vilamuls) hecha en 1193 (a: Ap. núm. X.). A las quejas que sobre esto hubo, por no ser tantas las rentas que bastasen a la manutención de tan crecido número, ocurrió el Papa Gregorio IX, encargando en el año 1252 al Abad y Prior del Monasterio de Santas Cruces que examinasen la verdad de estos hechos (b: Ap. núm. XI.). Todavía estaba por cumplirse aquel decreto en los tiempos de Inocencio IV, de quien se conservan dos cartas instando la ejecución. Para admitir a un canónigo nuevo era necesario el consentimiento de todo el Capítulo; y la resistencia de un solo individuo le excluía. Quitó esta costumbre, que no era peculiar de Tarragona, su Arzobispo Don Pedro de Albalat en 1248, reduciendo estas elecciones a la clase de canónicas. Los canónigos antiguamente vestían sobre la ropa talar interior, sobrepelliz con capa que se llamaba canonical. Esta era la costumbre de la iglesia de San Rufo, que mandó observar aquí el Arzobispo Don Bernardo; y de esto queda memoria en el rito, para admitir a los novicios cuya copia incluyo (c: Ap. núm. XII.), donde se lee: Novitius volens indui superpellicio prius rasus et tonsus, indutus ceteris vestibus, quae ad canonicum pertinent, praeter capam et superpellicium, cum saeculari capa venit ad capitulum etc. En la bula de reforma de esta catedral que expidió el Papa Luna en 1410, se supone que el vestido usual de sus canónigos, era la sotana de color oscuro y talar con mangas ajustadas y sobrepelliz, añadiéndose la capa en ciertos tiempos del año para los oficios; allí se establecen otras leyes sobre esto, de lo cual te informarás con la lectura de dicho documento (a: Ap. núm. XIII.). 

No hallo que secularizada esta iglesia en 1530 (b: Ap. núm. XIV.) hubiese alguna mudanza en los hábitos canonicales como parecía regular; sólo sé que en 1594 por el mes de abril, resolvieron los canónigos vestir armiños con hábitos de escote o estameña fina, y que los usaron por primera vez el día de San Fructuoso de 1595. En el siguiente dicen que se recibió aviso de haberles concedido el Papa que vistiesen como los canónigos de San Pedro de Roma. Y en efecto, así sucede. En orden a los oficios divinos, ya he dicho que Don Bernardo introdujo aquí los usos y costumbres de San Rufo de Aviñón. Cosa que nadie extrañará sabiendo que el otro Don Bernardo, primer Arzobispo de Toledo, introdujo en España hasta el estilo de la escritura francesa. 

El nuestro es excusable, porque teniendo derecho para escoger el rito que le pareciese más oportuno, y resolviéndose a vivir con sus canónigos, parecía regular que le siguiesen en el rito a que estaba acostumbrado, así como le imitaban en la profesión. La única memoria que he encontrado de esto, se halla en un Martirologio de esta iglesia, manuscrito en el siglo XV, donde después de poner la Praetiosa según el rito actual, añade en artículo separado: Modus dicendi Praetiosa tempore antiquo, et secundum consuetudinem ecclesiae S. Ruphi. De donde se infiere también que ya entonces habían dejado aquel rito, adoptando el que generalmente se observaba en estas provincias.

También queda dicho que se mandó observar la costumbre de San Rufo en la comida. Pero concluidas con el tiempo las nuevas oficinas de la canónica, hallo que a principios del siglo XIV, se hicieron estatutos para el refectorio, necesarios para el régimen de una casa reglar. En su lectura he visto que ya se había dispensado entonces en aquella tan estrecha condición que puso Don Bernardo para cuando el Arzobispo quisiese comer en refectorio, que fue la de entrar sólo con un capellán (a: Hállanse estos estatutos en el archivo de esta Santa Iglesia).

El capítulo XXVI dice así: Qualiter debeat provideri Archiepiscopo quando comedit in canonica. “Deven donar al Archabisbe tota vegada que menuch en la canonge a la sua escudela dos canongies de totes coses, e asos (:a sos, sons; sus; els seus) companyons una capellania, e asos clerges entre dos una capellania, e asos escuders entre quatre una canongia, e asos troters entre sis una capellania de companatges, e pa e vi aytant com meniar e beure puxen a dinar tan solament.” 

Y ya que se ofreció decir esto, añadiremos el capítulo XXXII, cuyo título es: In die S: Nicomedis: Item aquest día comensa Nicomedis, e no dona per sopar sino tres dies la setmana, ço es a saber, dicmenge, dimarts e dijous, tro a carnestoltes.” Este era el tiempo de abstinencia desde Santa Cruz de septiembre hasta la semana antes de Adviento, a la cual llama de Carnestoltes, aludiendo a la práctica general entonces en casi toda la Iglesia occidental, y que aún hoy día subsiste en Oriente, de no comer carne (carnis + tolere : tolre) ni lacticinios en todo el Adviento; por cuya causa, como advierte el Cardenal Baronio, se llamaba el Adviento en algunas provincias la cuaresma de San Martín.

Como el Arzobispo Don Bernardo no habla en su constitución más que de crear un Prior claustral a cuyo cargo esté la corrección de los canónigos y oficiales del convento, es de creer que no se pensase entonces, ni sea de aquel tiempo la dignidad de Prepósito, tan famosa y principal en esta iglesia. Pero no tardó mucho en crearse, pues ya en 1193, en una constitución del Arzobispo Don Berenguer Villamuls de que hablaré en él Catálogo de los Arzobispos, firmó Johannes Terrac. eccl. Praepositus después del Arcediano R. de Rocaberti; y aun antes de esto, en 1164, el Papa Alejandro III concedió ciertas indulgencias al Prepósito y Capítulo. Todo lo hallarás comprobado en los documentos que van para la colección. Pertenecía a este oficio el cuidado de las temporalidades, del cual se exoneraban voluntariamente los que se consagraban a Dios en la vida reglar: por esta y otras causas era de mucha consideración así en rentas como en preeminencias. Entre las cuales una era que cuando las elecciones de Prelados se hacían por compromiso, el Prepósito era el único vocal nato. Así consta del instrumento de elección del Arzobispo Don Benedicto Rocaberti en 1251 (a: Ap. núm. XV.). Convocaba también el Prepósito a los sufragáneos para estas elecciones como primera dignidad del Capítulo, de suerte que siempre se decía: Praepositus et Capitulum ecclesiae Tarraconensis. El Papa Luna, que obtenía la dignidad de Camarero de esta iglesia, y durante sus tribulaciones encontró en ella buena acogida, viendo en la prepositura algunos abusos dignos de reforma, la suprimió aplicando sus rentas a las doce dignidades restantes, e imponiendo a estas la de dar cada una por meses cincuenta reales a cada canónigo, treinta a cada uno de los comensales, etc. Este nuevo plan se hizo cuando falleció el último Prepósito Don Guillermo Gramatge, que fue a 10 de octubre de 1410, según consta del necrologio. Por aquí empezó el citado Luna a autorizar la inobservancia de la vida reglar; a esto añadió la facultad de testar y la abolición de refectorio y dormitorio en un reglamento hecho a 5 de noviembre siguiente, que intituló: Reformatio ecclesiae in temporalibus et spiritualibus. Mas porque con la turbación de los tiempos no se tuviese por desautorizada esta alteración de la disciplina, se procuró que todo lo dispuesto fuese confirmado por el concilio Constanciense, electo ya Martino V. Desde esta época fue desapareciendo la observancia regular, hasta que en 1530 se logró la bula de secularización, sesenta y dos años antes que se efectuase en las demás iglesias reglares de este principado. Contribuyó a esta anticipada determinación el favor y cabida que tenía con el Papa Clemente VII Don Nicolás Burguera, alias Marcilla, canónigo de esta iglesia y Arcediano de Villaseca. Aun entonces no salieron los canónigos de la pobreza en que los dejó el Papa Luna, con lo cual hubo motivo para varias quejas contra las dignidades que crecían en rentas con el crédito de los frutos. Remediose este mal en 1768, suprimiendo para el efecto algunas dignidades. Faltaban ya entonces las de Pavordre, Camarero, Sacrista, Capiscol y Arcediano de San Lorenzo. Poco después se suprimió el arcedianato de San Fructuoso, el cual pasó a la iglesia de Iviza, erigida en 1782. En orden al titular de esta catedral, es de saber que, en el nicho principal del retablo mayor, se halla una imagen de nuestra Señora, con el niño en los brazos, y en la mano derecha una azucena; y aún se cree que en el que había antes que se hiciese el nuevo, hacia los años 1429, se veneraba la imagen de esta Señora, que ahora es conocida con el título del Claustro. Efectivamente, el Papa Luna, en la bula de reforma, impone al Arcediano de San Fructuoso la carga siguiente: et pro centum cereis qui ardere debent ante altare B. Mariae ecclesiae Tarraconensis, triginta libras cum integritate persolvat. Semejante obligación pone al Arcediano mayor. Aun antes de esto, en 1388, hizo el Arzobispo Don Íñigo Valterra una constitución, en que manda que todos los canónigos y dignidades, dentro de los diez días de tomada posesión de su prebenda, den un cirio, de peso de seis libras a lo menos, para que arda sobre las rejas del coro en los sábados y festividades de la Virgen. Todo esto indica que el altar de nuestra Señora no era un altar particular, sino el principal o mayor. Mas aunque esto sea así, yo creo que el origen y motivo de ello fue la ardiente devoción de los Reyes de Aragón para con esta Señora, y la que tuvieron los Prelados y cabildo de esta iglesia.

A pesar de esto, es indubitable que el nombre con que ha sido conocida la iglesia Tarraconense desde los primeros siglos, nunca fue ecclesia Sanctae Mariae, sino Sanctae Teclae. De lo cual son pruebas la carta del Rey Don Jaime II al Rey de Armenia pidiéndole una reliquia de esta insigne Mártir, y la bula del Papa Gelasio II concediendo en 1118 a San Olaguer que usase del palio en la festividad de Santa Tecla, contándola entre las principales de Tarragona. Sobre estos documentos, de que para prueba de esta verdad se valió el P. Flórez, hay en este archivo otros muchos que no tuvo presentes aquel docto escritor. El Conde Don Ramón Berenguer III, en la donación de Tarragona que hizo a San Olaguer y sus sucesores, dice: trado ecclesiae Sedis Tarraconensis, quae in honore Beatae Teclae Virginis olim fundata fuit, etc. Fue esto en el año 1117, donde se ve la tradición común por entonces de que dicha Santa había sido la titular de la antigua iglesia; y como esta se halla tan próxima a los pueblos donde, o no entraron, o dominaron muy pocos años los Moros, es fácil entender cómo pudo durar esta noticia hasta los tiempos del citado Conde. (N. E. Recuerden ustedes que Tarraco está pegada al mar. Ni los romanos ni moros entraron volando. Los puertos de mar eran clave para defensa, y ataque.) Siguiendo esta tradición, los Prelados de Tarragona después de su restauración no le señalaron otro titular. Así vemos que instituyendo el Arzobispo Don Bernardo la vida regular en 1154, dijo: instituo, ut in cathedrali ecclesia Sanctae Teclae, quae Tarraconensis provinciae caput esse dignoscitur. Y hablando más abajo de la iglesia de este nombre, manda que en ella se celebren las misas mayores en los días solemnes, y los concilios y consagraciones de Obispos, que son los actos de catedral y metropolitana. Por una consecuencia de esta tradición y precepto, los Obispos sufragáneos hacían su juramento de fidelidad y obediencia al metropolitano, bajo esta fórmula: promitto obedientiam Beatae Teclae, et sanctae ecclesiae Tarraconensi, et tibi N., etc. De esto he hallado en el archivo algunos ejemplares. En el siglo XIII llegó a ser formulario común, en los que se conservan originales de principios del siguiente, aun antes de traerse aquí la reliquia del brazo de la Santa Mártir, que fue en 1323. Por donde se echa de ver que la traslación de tan insigne reliquia, lejos de haber sido causa del título, fue efecto de él y de la ardiente devoción con que quisieron resarcir la pérdida de otra suya que antiguamente debieron poseer, sin lo cual no pudieran edificar templo a su nombre. Añádese a esto la prueba que resulta del sello y armas que siempre ha usado esta iglesia, en el cual nunca figuraron la imagen de María Santísima, como lo hicieran, si ese fuera su título, sino sola la letra Thau de los antiguos Hebreos, en esta forma: T, que es la inicial del nombre Tecla, la cual he visto tejida en las banderas que sirvieron para la conquista de Iviza, que aún existen, y aún ahora la llevan sobre sus ropones los niños que sirven en los ministerios inferiores de la iglesia.

En las elecciones de los Prelados hubo lo que en todas las iglesias de España hasta que se declaró el patronato real. En 1195 el Papa Celestino III expidió la bula de confirmación de esta catedral, en que manda se observe en ella la forma de elección canónica o uniforme o de la mayor parte de los electores. Estos eran todos los individuos del Capítulo y además los Obispos sufragáneos a quienes convocaba el Prepósito para el día que había fijado el Capítulo. He visto en este archivo del 1234 una protesta del Obispo de Barcelona por no haberle convocado el Prepósito a la elección de Arzobispo. Con el fin de que las elecciones fuesen más pacíficas, solían hacerse tal cual vez por compromiso, para lo cual elegía el Capítulo tres individuos de su gremio, los cuales nombraban dos del mismo cuerpo para electores, junto con el Prepósito, que lo era nato. 

A estos tres vocales se agregaban dos de los Obispos sufragáneos, elegidos también por el Capítulo, y juntos los cinco elegían canónicamente el Arzobispo. Todas estas formalidades constan del instrumento de elección de Don Benedicto Rocaberti por muerte de Don Pedro de Albalat, el cual he copiado para este fin y por otras cosas.

En las elecciones de los sufragáneos no hallo cosa que añadir a la costumbre sabida de aquellos tiempos, sino que los Cabildos de las catedrales solían escribir al de la metropolitana a fin de que intercediese con el Arzobispo para que confirmase sus elecciones; y este Cabildo tomaba sus informaciones secretas de las calidades del electo, y asistía por medio de sus representantes a la consagración con los sufragáneos.

Estos prestaban el juramento de obediencia al Metropolitano super altare S. Teclae, y no pudiendo venir personalmente lo prestaban por medio de procurador. Hay en este archivo un cajón donde se conservan muchos documentos originales de estos actos pertenecientes a los siglos XII, XIII y XIV, aun después que comenzó (comenzaron) a estar en su vigor las reservas pontificias. Entre ellos es notable el del Obispo de Huesca Vidal de Canellis, que jura obediencia Archiepiscopo venturo, prid. id. febr. 1237 (38). Con esto se entenderá que no por estar vacante la Sede metropolitana dejaban de confirmarse las elecciones de los sufragáneos. Los Capítulos de Huesca y Jaca, electores de este mismo Obispo, escribieron a Ferrer, Prepósito, y al Capítulo de Tarragona, rogándoles que se consagrase el Obispo Vidal por los Obispos de Lérida y Vique. La data es XIIII. kal. martii in claustro Oscensi, anno Dni. M.CC.XXXVII. (38), cuatro días después que el Obispo prestó su obediencia en Tarragona. En el mismo instrumento se hallan firmados el Prepósito y canónigos de esta iglesia en prueba de que admitían la súplica. La acción que en esta parte tenía el Capítulo Sede vacante no se ve más claro en la elección del Obispo de Tortosa Don Berenguer de Prato, hecha en 27 de octubre de 1316, la cual confirmó Gaufrido de Cruilles, Prepósito de Tarragona, y en su consecuencia juró el electo super altare B. Teclae, día 5 de diciembre inmediato, siendo testigos Ximeno, Obispo de Zaragoza, y G. de Lérida (ibid). Otro ejemplo. El Obispo electo de Urgel, Don Pedro de Urgió, prestó la obediencia canónica Dno. meo futuro Archiepiscopo, día 29 de diciembre de 1269, y en el mismo día fue consagrado con la autoridad de la iglesia de Tarragona por el Obispo de Vique Raimundo, que firma la escritura (ibid) con estas palabras: Ego Raimundus Dei gratia Vicensis Episcopus, qui auctoritate ecclesiae Terraconensis, Sede vacante, praedictum Episcopum, consecravimus, assistentibus mihi Dnis. A. Barchin. et B. Dertus, Episcopis. En 1334 todavía confirmó el Prepósito al Obispo de Gerona, Gilaberto de Cruillas, electo por el Capítulo. Aunque ya entonces las reservas pontificias estaban tan introducidas que el Papa anuló todo lo hecho y proveyó de nuevo la misma Silla en el mismo electo. Otras preeminencias tenía el Capítulo de esta metropolitana; y por lo que toca primeramente a la facultad de oír en Sede vacante y juzgar las causas en apelación de los sufragáneos, aunque es cosa del derecho común, creo que no comenzó esta iglesia a entrar en posesión de él hasta después del año 1181 en que fue electo Papa Lucio III, que fue el que les concedió esta facultad (a: Las facultades que tenían los Prepósitos y el Capítulo de Tarragona en Sede vacante, quedan ya probadas por extenso en la carta antecedente.) 

Su breve no tiene fecha de año, y así no se sabe fijamente cuándo se recibió esta gracia. Convocaba también el cabildo en Sede vacante a concilios provinciales, de lo cual quedan muchas pruebas en los procesos de concilios celebrados en el siglo XVI, que omito por no molestar. Los Obispos sufragáneos protestaron después esta jurisdicción, mayormente a principios del siglo XVII, cuando ya en los concilios se trataba de repartimiento de subsidio y excusado. Pero siempre los Arzobispos han convocado expresando la cláusula de consensu Capituli Tarraconensis, y en 1569 Don Guillermo Cazador, Obispo de Barcelona, que se hallaba con facultad real y con poderes de su Metropolitano el Sr. Cervantes para convocar a provincia, no lo hizo sin contar antes con este Capítulo, y así lo expresó en la convocatoria.

Después de estas noticias de la constitución interior y preeminencias de esta iglesia, será bien añadir la de algunas costumbres suyas, aunque en parte ya abolidas, cuyo conocimiento, adquirido en el examen de códices y actas capitulares, puede interesar mucho a los aficionados a la historia de los ritos de nuestras iglesias. Y comenzando por la misa, usábase en el siglo XVI al tiempo de alzar poner una cortina o dosel de tela negra pegada al altar, para que con la contraposición del color fuese la hostia mejor vista del pueblo. Así es que un canónigo Cardona en 1563 regaló una de estas cortinas y el cabildo la aceptó. Según he oído al Sr. Don Carlos de Posada, dura todavía esta costumbre en Oviedo y en otras partes de Castilla. Por el mismo tiempo se había ya introducido la costumbre de cantarse algunas letras durante la elevación de la hostia y cáliz, la cual subsistió a pesar de las instancias que hicieron algunos doctos y celosos individuos y aun Prelados de esta iglesia. El señor Arzobispo Teres pidió que ni aun el órgano se tocase en aquel acto. Hasta el año 1573 se hizo la bendición de ramos en la dominica de este nombre fuera de la ciudad, en la iglesia de San Fructuoso: cosa muy común entonces y ahora desusada, en que se representaba con más expresión el misterio de aquel día. En la noche de Navidad había Sibila, como ya dije de Valencia, aunque acaso aquí más bien era una representación o escena o comedia. De esto pudo nacer el uso de los villancicos en aquella noche, que todavía dura en muchas catedrales; y siempre será una práctica ajena del espíritu de la iglesia, aunque estén reformadas aquellas composiciones por el buen gusto de poesía y música, como lo están en Valencia y otras partes. Así es que cesó aquí la función que llamaban Entremesos el día de Santa Tecla, y que consta se representaban en el siglo XV. A 16 de junio de 1572 se resolvió que en el verano se celebrasen los oficios de suerte que se concluyesen a las nueve y media, iuxta antiquam consuetam ut valeant ad prandium ire. Decíase hasta entonces la nona por la tarde antes de vísperas, haciendo una breve pausa intermedia; poco después se quitó. En 1570 hallo que la cofradía de clérigos pidió como una distinción que se tocase la campana en los viáticos y unción de alguno de sus individuos, de donde vino a ser común esta costumbre. A 9 de enero de 1613 resolvió este Capítulo no admitir a ningún delincuente que se refugiase en la catedral, y el que entrase en ella fuese echado fuera. Debo observar que esta resolución tan opuesta al derecho antiguo del asilo eclesiástico, pudo ser ocasionada de la resistencia que hacían los cónsules y pueblo de Tarragona en aquel tiempo a la jurisdicción que la iglesia tenía sobre la ciudad y su campo, de lo cual se hablará en el pontificado del Arzobispo Don Juan de Moncada. En 1576 a 21 de mayo se mandó restituir a su antiguo lugar fijo la mesa del pan bendito, y que no se llevase de un lugar a otro. En este género y en prueba de que el día de Ánimas se llamaba dia de partir lo pa, queda aún hoy la costumbre en esta catedral de que a la hora de completas después de las vísperas de difuntos entran en el coro dos curados con sendas cestas y reparten tortas a todos los residentes: lo mismo se repite al otro día a la hora de nona.

De estas y otras cosas semejantes acaso se dirá más en otros correos, singularmente cuando pueda enviar el Archiepiscopologio que estoy acabando de ordenar, donde más de lleno se puede descubrir la historia de esta iglesia. En todo ello he debido mucho a la ilustración del señor Don Carlos González de Posada, canónigo de esta metropolitana, individuo de la Academia de la Historia y comisionado por este cabildo para asociarme en mis especulaciones, las cuales no sé si terminarán con la prosperidad que han comenzado. Entre tanto allá va esa porción de papeles y noticias. A Dios. Tarragona, etc.

viernes, 21 de abril de 2023

CARTA CLII. Códices rituales existentes en Mallorca:

CARTA CLII.

Códices rituales existentes en Mallorca: noticia de algunos ritos antiguos de su iglesia: solemnidad notable de la misa pontifical: funeral de sus Obispos: muestra de las neumas en su canto: modo singular con que se cantaban los himnos de las horas en algunas fiestas: culto de los llamados Santos Mártires Cabrit y Bassa e historia de su martirio.

Mi querido hermano: Hoy estamos de ritos: materia agradable para mí y para cuantos tengan nociones de la disciplina eclesiástica; y muy abundante en esta iglesia, en que ciertamente he hallado, contra toda mi esperanza, cosas dignas de la historia general de los ritos antiguos de España. Y es que a pesar de su vecindad a las iglesias del continente, que le obligó a admitir muchas de sus costumbres, la independencia en que estaba de su metrópoli le proporcionó mayor libertad en adoptar otras peculiares suyas, como parecía a sus Prelados y Capítulo, que entonces eran libres en esta parte. Las fuentes de que me he valido para estas noticias son: 1.°, La Consueta de tempore o libro en que están prescritos los oficios de dominicas, ferias, festividades movibles de Cristo, etc. Es un cód. fol. vit., harto maltratado con la humedad, pero que todavía he podido disfrutar bien. Está escrito con lujo hacia la mitad del siglo XVI, y según conjeturo, antes de la muerte del Obispo Don Antonio Colell, esto es, antes del año 1363. En el rito de la fiesta del Corpus se habla de la muerte del antecesor Berenguer Batlle, y de las alhajas que él y su padre habían regalado a la iglesia, de las cuales se manda usar sólo en la sobredicha fiesta, y esta ordinación se dice hecha a 5 de junio de 1360. Más claro es lo que en la rúbrica del miércoles santo expresa sobre la porción de candelas que el Sacrista debía dar al clero; cuya costumbre antigua dice que confirmó D. Antonius Episcopus Maioricensis, qui nunc ipsi ecclesiae praesidet. Y si alguno me objeta que pudo aquí hablarse del Obispo inmediato sucesor, que también se llamó Antonio (Galiana), que murió en 1375, no me empeñaré en sostener mi conjetura, porque siempre queda salva la antigüedad del códice, anterior a ese año citado, no hallándose ya otro Obispo Antonio hasta el 1496, época a que ciertamente no pertenece. 2.° La Consueta de Sanctis, códice de folio mucho mayor que el antecedente, pero escrito con igual prolijidad y esmero. Ordenose a principios del siglo XVI, porque no sólo trae el oficio de la Visitación de nuestra Señora y el de su Concepción, atribuido a Sixto IV, sino que en el cuerpo cita Actas capitulares del año 1505 (en el día de la Presentación) y del 1512. Yo creo que este es el códice cuya conclusión encargó el Capítulo en acta de 9 de enero de 1516 al domero de esta catedral Don Juan Font y Roig. Es imposible tratar de los ritos de esta iglesia sin hacer honorífica memoria de este docto presbítero, que era ya domero en 1496, y tanto trabajó en este ramo de ritos, como diré luego. Yace en la capilla de Santa Cecilia al lado del evangelio con su breve inscripción. Cuando se publique la biblioteca Mallorquina, podrán contarnos sus autores la vida de este ritualista. Yo sigo mi plan hablando de otros códices que son suyos.

3.° Consueta de la sacristía: libro manuscrito en papel, donde está notado cuanto pertenece al régimen de la sacristía, campanas, etc.

4.° Los libros de fábrica, sacristía, aniversarios, etc., etc.; en todos los cuales están indicadas por incidencia las costumbres de los tiempos antiguos. Todos los códices dichos están en el archivo de esta catedral.

En el convento de PP. Capuchinos he disfrutado otros Rituales, y son:

5.° Missale secundum usum almae Maioricensis ecclesiae: impreso en Venecia por Giunta en 1506, siendo Obispo Don Antonio de Rojas. Pero estaba ya ordenado muchos años antes, como se ve en el rito del sábado santo, donde se manda que en la tablilla se ponía en el cirio pascual se notase el año 1473.

6.° Ordinarium de administratione sacramentorum cum pluribus additionibus adeo necessariis secundum ritum almae Sedis Maioricensis. Dispúsolo el citado Font (siendo Obispo Don Rodrigo Sánchez de Mercado), como yo creo que también dispuso el Misal sobredicho, aunque esto no consta, como consta lo del Ordinario en su prefacion. Al fin se dice impreso en Valencia por Juan Jofre en 1516.

7.° Otros tres o cuatro códices mss. hay allí mismo, muy dignos del esmero con que los conserva el erudito P. Fr. Luis de Villafranca, bibliotecario, con cuya amistad me honro, sino que algunos de ellos están incompletos. De todos me he servido, singularmente de un Breviario que se escribió antes del año 1303, que es el primero en que comienza la tabla pascual que pone al fin del códice, la cual acaba en 1353. Estos son los originales de donde he tomado abundantísimas noticias y copias completas de ritos, que quedan ya en su respectivo legajo, para cuando Dios quiera darme oportunidad de escribir la historia de nuestra disciplina ritual antigua. Sin perjuicio de esto, que precisamente debe tardar algunos años, hoy daré una muestra de lo que ello era y de la variedad de los ritos más principales. Y comenzando por los ordinarios y comunes de todo el año, iré diciendo los que me vengan a mano. En todas las vísperas se decía un responsorio propio de la fiesta después de la capítula, como aún ahora usa mi orden. El Magnificat se cantaba en la mayor parte de las fiestas yendo el clero en procesión (como aún hoy se usa) al altar del santo del día, donde se concluían las vísperas con dos Benedicamus, el segundo después de las conmemoraciones. En las completas siempre antífonas propias del día, y en las de Cuaresma el responsorio In pace, etc., en lugar de In manus. En los responsorios VI y IX de maitines se decía Verbeta, esto es, la prosa rimada que ya he dicho varias veces. Antes de los laudes versículo propio, como ahora en mi orden, al cual llamaban Declinatorium. En todas las fiestas el invitatorio se cantaba en voz baja hasta el tercer versículo, como el introito de la misa hasta el Gloria Patri, del mismo modo que aún hoy usan en Barcelona y otras partes. Al fin de completas aspersión del agua bendita con el responsorio Asperges me. El Asperges, o como llamaban Salispasso, en las dominicas comenzaban en el altar mayor por el preste, quien de allí iba al coro rociando el pueblo a uno y otro lado, y en el coro decía la oración.

Decíase todo el año el oficio parvo de nuestra Señora, es a saber, los maitines rezados (legendo) y las vísperas cantadas a voz baja. Mas en el tiempo de Adviento los responsorios de maitines se decían rezados hasta su última palabra, la cual se cantaba; seguía el versículo con canto, después del cual la presa rezada, hasta la última palabra de ella que se volvía a cantar. El autor de la Consueta de Sanctis, ms. a principios del siglo XVI, dice que preguntó a los ancianos de la iglesia la razón de esto; y que le respondieron haber oído decir a sus antepasados que esto se había introducido para imitar el canto de la sinagoga, cuyos sacerdotes deseaban ardientemente la venida del Mesías. Aliam rationem, dice, non invenimus. Siempre que celebraba misa pontifical el Obispo de esta iglesia le acompañaban doce presbíteros con ornamentos sacerdotales, es a saber, los cinco curas de la ciudad, los capellanes de los hospitales de San Andrés, San Antonio de Padua y Santa María Madalena, con cuatro presbíteros de la catedral. Así lo establece la Consueta de mediados del siglo XIV, en que se supone ya este rito muy antiguo, y de él hacen mención las constituciones pro choro del Obispo Berenguer Batlle, hechas en 1333, como vimos en el episcopologio. Según esto, ¿qué diremos del cronista Dameto y de los demás que aseguran que esta solemnidad comenzó en el Obispo Gil Muñoz a mitad del siglo XV, como privilegio y distinción concedida a sus sucesores por haber él obtenido bien o mal los honores pontificios?

Las fiestas en que el Obispo celebraba de esta manera eran la de Navidad, de jueves santo, de Pascua, de Pentecostés, de la Asunción de nuestra Señora y la de Todos Santos. Dichos doce presbíteros con capas pluviales acompañaban al Obispo a la procesión claustral, concluida la tercia y para la misa vestían todos casullas. Con este acompañamiento salía el Obispo al altar, y dicha allí la confesión, se subía inmediatamente a la silla que está detrás del altar mayor, de que te hablé en los correos anteriores, y allí comenzaba la misa, entonaba la Gloria, etc. hasta el Dominus vobiscum, después del Credo, y mientras en el coro se cantaba el ofertorio bajaba al altar a continuar la misa hasta el fin. Después del Pater noster y de la fracción de la hostia, dicho Per omnia saeculorum, antes de decir Pax Domini, etc., se entonaba en el coro el versículo Princeps ecclesiae, y luego el diácono, tomando el báculo pastoral, vuelto al coro decía el versículo Cum mansuetudine, etc., y el coro respondía el versículo Humili voce, etc. Hecho esto, el Obispo, que había dejado sobre la patena las partículas de la hostia, y el cáliz cubierto, tomando la mitra y el báculo en la mano derecha, se volvía de cara al pueblo, apoyando el codo derecho sobre la espalda del diácono, y el izquierdo sobre la de su socio, vestido de capa. Este socio iba en todos los pontificales, a la izquierda del Prelado, en lugar del subdiácono, que tenía otros objetos. En esta aptitud daba la bendición al pueblo, como se prescribía en el Ordinario. Concluida la cual proseguía la misa hasta el fin.

En el día de jueves santo se celebraba con el mismo aparato la consagración de los óleos, aunque la hiciese un Obispo auxiliar, único día en que se concedía esta distinción a los que no eran Obispos propios de esta iglesia. Y como de estos Prelados titulares solía haber muchos a un tiempo en esta isla en los siglos XIV y XV, las Consuetas tienen gran cuidado de distinguirlos para esto del Obispo propio, a quien llaman Episcopus proprius: lo Bisbe major. A esta misa pontifical solemne llaman las mismas en lemosín fer seu (hacer silla), en alusión a la de las espaldas del altar. De paso advierto que de esta solemnidad, que estaba en práctica a fines del siglo XIV, debe inferirse cuál sería el altar que se construyó y consagró en 1346 por el Obispo Berenguer Batlle, es decir, más bajo que la silla episcopal, desde la cual el Prelado debía ser visto del pueblo por encima del altar. De esto se dijo ya en lo de la fábrica.

En la elección y entrada de los Obispos no hay cosa que notar. En su muerte se sacaba su retrato en yeso para la estatua, que después de enterrado se ponía en una de las salas de palacio, en su féretro, con ornamentos pontificales, a donde el clero, formado, iba todos los días, concluidas las completas, a cantar un responsorio, hasta que se verificasen sus exequias, rodeando la estatua todos los parientes y familiares del difunto, encapironats. El día de las exequias llevaban la estatua en procesión por la ciudad, haciendo la vuelta del día del Ángel Custodio; a cada uno de sus lados iba un home encapironat e cascu aportera un ventall de ploma de paguo, y anira aventant la dita estatua. Concluida la procesión cada comunidad cantaba su responsorio al rededor de la estatua, la cual quedaba en la catedral para la misa de cuerpo presente, que se celebraba al otro día. Todo esto es de la Consueta de la sacristía, manuscrita a principios del siglo XVI.

Viniendo ahora a tratar de los ritos particulares de cada fiesta, seguiré el orden del año eclesiástico. En el cual, lo primero que ocurre es la fiesta del Obispillo, en el día de San Nicolás, cuya elección hacían todos los niños que servían en la iglesia, inmediatamente antes de las vísperas del Santo, en las cuales asistía ya a la estación en su capilla durante el Magnificat, dando después la bendición episcopal. Luego era conducido por todo el clero a la parroquia de San Nicolás, y allí, y a su vuelta en el altar mayor de la catedral, daba también la bendición. En suma, por no repetir lo dicho en otros viajes, en este día hacía todos los oficios episcopales, y los presbíteros más ancianos servían los ministerios de los niños. Su principal fiesta era el día de Inocentes, como diré en su lugar.

En la fiesta de la Concepción de nuestra Señora, concluida la lección VIII de maitines, antes de decirse Tu autem Domine, entonaban dos cantores la antífona Tota pulcra es amica nostra, columba nostra; y otros dos decían et macula originalis non est in te; y los cuatro juntos Alleluia; y luego, el que dijo la lección, la concluía con el Tu autem. Esta fiesta se celebraba ya aquí en 1397.

La de la Expectación de nuestra Señora la introdujo aquí el Obispo Don Gil Sánchez Muñoz, hacia la mitad del siglo XV.

En los maitines de Navidad (omitiendo por no molestar otras mil curiosidades) las tres homilías eran las lecciones VI, VII y VIII; la IX era la acostumbrada en la Sibila, con las mismas formalidades que de otras partes. Este rito se abolió a mitad del siglo XVI; mas hacia el 1572 se restauró momentáneamente a instancias del Obispo Don Juan Vich, y también se introdujeron entonces las letras vulgares, que llaman Villancicos. En la segunda lección, Consolamini, cantaban dos las palabras Vox dicentis. Y uno solo: Clama. El otro: Quid clamabo? El otro: Omnis caro fenum. Los dos juntos: et omnis gloria eius, etc. El responsorio VI, escrito en música al fin de la Consueta de Tempore, nos conserva una muestra clara de lo que era el neuma en el canto. Decíase en él, antes del Gloria Patri, la verbeta siguiente, de esta manera: Dos cantores: Hunc prophetae cecinere. Otros dos: e e e. Dos: Nasciturum Christum ex Virgine. Dos: e e e. Dos: e e e. Dos: Egrediens. Dos: Ta a a. Dos: a a a. Dos: a a a. Los cuatro: Tamquam sponsus Dominus procedens de thalamo suo. Dos: Gloria, laus et potestas. Dos: a a a. Dos: Decus, atque virtus sit perhen... Dos: i i i. Dos: Honor Jesu Christo et aeterno. Dos: o o o. Dos: Glo... Dos: o... Dos: o... Dos: o... Los cuatro: Gloria Patri et Filio, etc. En lo demás había evangelio, Liber generationis antes de laudes: estas dentro de la misa, y en la antífona 5.a Pastores respondían desde el altar mayor los niños: Infantem vidimus, como otras veces hemos dicho de otras iglesias. En este día y los siguientes no se decía en la misa mayor la prosa Laetabundus, sino sólo en el día 6, infra octavam, en el de Santo Tomás Cantuariense (Thomas Beckett, Canterbury), San Silvestre, y en las octavas de San Esteban, San Juan e Inocentes.

En las segundas vísperas de Navidad al tiempo del Magnificat venía de la sacristía al coro un diácono representando a San Esteban, con la cara cubierta y vela en la mano, acompañado de dos presbíteros con cirios y bajo de palio, que llevaban cuatro presbíteros vestidos de capas. Así iban, concluidas las vísperas, con todo el clero a hacer estación a la capilla del Santo, y así asistían a los oficios el día siguiente, acompañando al subdiácono y diácono que iban a leer la epístola y evangelio. En la prima y demás horas de este día y otros muchos del año se cantaban los himnos al tono de mira divinae gratiae benignitas, pero de un modo tan original que quiero notarlo como lo he visto escrito con canto en la Consueta del siglo XVI, en que se hacía todo lo sobredicho.

Entonado por dos cantores el versículo Jam lucis orto sidere, respondía todo el coro: mira divinae gratiae. Cantores: Deum praecemur suplices. Coro: Benignitas. Cantores: ut in diurnis. Ut in diurnis, Coro repetía estas palabras. Cantores: ut in diurnis actibus. Ut in diurnis actibus, Coro repetía. Cantores: Nos servet. Nos servet, Coro repetía. Cantores: nos servet a nocentibus. Nos servet a nocentibus, Coro repetía. Cantores: alle. alle. alleluia. Alleluia, Coro repetía. Cantores: Linguam refrenans temperet. Coro: alle. alle. alleluia. Cantores: ne litis horror insonet. Coro: alleluia. Cantores: visum fovendo. Visum fovendo, Coro repetía. Cantores: visum fovendo contegat. Visum fovendo contegal, Coro repetía. Cantores: ne vanitates. Ne vanitates, Coro repetía. Cantores: ne vanitates hauriat. Ne vanitates hauriat, Coro repetía. Y así se cantaba todo el himno, una estrofa con la glosa de mira divinae gratiae, y otra con la de Alleluia. Todo lo dicho se hacía en el día de San Juan Evangelista, sino que el personaje que representaba a este Apóstol iba vestido de casulla; y que con él iba otro representando al Bautista, vestido de pieles, con el cordero y cruz de plata. Ambos debían ser presbíteros. Concluido el segundo Benedicamus de las vísperas de San Juan, venía el Obispillo con todo su séquito al coro: et ascendat trunam, dice la misma Consueta, et distribuat et conferat redditus et beneficia, secundum quod sibi videbitur faciendum. Acompañábanle en este acto y en todo lo restante de la fiesta cuatro canónigos, según se estableció por el Capítulo a 13 de diciembre de 1514, comenzando por las dignidades por turno, bajo pena de diez sueldos. Bajando del púlpito y sentándose en la silla episcopal se decían completas, en las cuales y en maitines y en lo demás el Obispillo y los niños hacían los oficios principales, haciendo los presbíteros los que tocaban a ellos. En la procesión antes de la misa mayor los canónigos llevaban la cruz, candeleros, estandartes y turíbulos. Durante la misa el Obispillo estaba en la cátedra episcopal del altar mayor. A toda esta ceremonia (cuya descripción extensa queda para la historia de los ritos) llama la Consueta ms. de la sacristía Entremes del bisbató, y supone que salía con tiara y varias veces le llama Papa.

En el episcopologio queda dicho que esta fiesta fue enteramente abolida por el Capítulo en 1549. En la procesión de las candelas del día de la Purificación a la entrada en la iglesia se cantaba el introito de la misa. Y esto lo advierto porque era rito general en todas las procesiones que se hacían después de tercia en todas las fiestas del año.

La Consueta del siglo XIV, después del rito de la bendición de la ceniza y de la absolución general de los difuntos en la iglesia, claustro y cementerio, en que se hacían diez estaciones, se manda que el Obispo vista casulla blanca para la misa, y que el diácono y subdiácono tomen igualmente casullas, et portent eas, dice, plicatas ante brachia. Epistola dicatur a subdiacono, deposita casulla super altare, et dicitur ante letrinum; et postea non reddit ad altare sed vadat parare calicem cum vino et hostia, et hoc facto induat casullam. (Era común este rito de preparar el cáliz después de la epístola). Diaconus, finita prima oratione missae, vadat retro altare, et ibi exuat se casulla, et plicatam portet eam super dorsum, scilicet, super stolam, et sic portet eam usque ad comunicandam; et dum dicetur comunicanda, vadat retro altare et induat se dictam casullam sicut prius. De esto es una reliquia el estolón que viste el diácono. Nada se dice en esta Consueta ni en otra alguna de la imposición de penitencia pública, sin embargo que se hacía su absolución solemne en el jueves santo. Los velos con que se cubrían los altares, cruces, etc., durante la Cuaresma, todos eran blancos.

La sobredicha Consueta del siglo XIV nada dice de la procesión de la cruz en la dominica in passione y días siguientes, sino sólo que el coro debía arrodillarse cuando se cantaba el versículo O Crux, del himno Vexilla. Al fin del mismo Códice se halla ya notada de letra posterior dicha procesión, con poca diferencia como ahora se hace, mandándose turificar la cruz. La bendición del domingo de Ramos se hacía en el Padrò. El Obispo iba con ornamentos verdes. Lo demás casi como en las demás iglesias de aquel tiempo. La pasión, con Dominus vobiscum, Et cum spiritu, Passio Domini nostri. Gloria tibi, se leía por uno solo, aun en el principio del siglo XVI, como consta del Misal impreso en 1506, donde después se han añadido de pluma las señales que distinguen las tres voces, que son: C., +. y S.

Los maitines del jueves santo y dos días siguientes se llamaban ya en el siglo XIV dels Fars, o Fasos, de la palabra latina farsa, que se dio a las preces rimadas que se cantaban al fin de estos oficios, cuyos versículos se decían aquí alternando entre el coro, y seis u ocho presbíteros que subían para el objeto a la capilla de la Trinidad, encima del altar mayor. Poníanse veinte y cinco cirios, que se iban matando al fin de cada salmo y responsorio. Cosas muy curiosas hay en los ritos de este día, singularmente en la consagración de los óleos, pero son larguísimas de contar y las guardo para cuando no esté de viaje. A mitad del siglo XIV no se conocía el uso de monumentos: el Obispo reservaba en la sacristía la hostia consagrada para el viernes santo. Pero a fines del mismo siglo ya se reservaba en el altar de Corpus Christi, adornado de propósito al efecto. Consta del libro de la sacristía del año 1396, donde se lee la partida siguiente de gasto. "Item compri cent canes de cayamas de Burguya (lienzo de Borgoña) (cañamazo) per lo sobrecel de la capela de Corpus Christ, hon esta reservat lo Cos precios de Jhu. Xst. lo digous é divenres sant, á rao de III sol. y II diners la cane. Per lo cual pagui vint é hun flori é un sol. é vuyt diners, qui valen XX lib., XVI sol. é VIII diners.” Ya entonces llamaban vulgarmente, como ahora, al monumento la Casa santa. En esta procesión se cantaba el símbolo Quicumque. También se quitaba este día de las pilas el agua bendita, como se hacía en toda la provincia Tarraconense. Curioso era el rito de la reconciliación y absolución de los penitentes que se hacía en este día en el Padrò con la lectura de sus sentencias, etc., etc.; pero es largo además y ando escaso de ocio. Había en el siglo XIV la costumbre de decir después del IX responsorio el Planctus de nuestra Señora, que era una letra vulgar: y también el robo de las toallas del altar al decirse las palabras de la Pasión: Partiti sunt vestimenta mea, etc.; nada de elevación de hostia y otros ritos comunes a otras iglesias. Según la Consueta de la sacristía de 1511 iban los celebrantes al monumento, donde se decía la confesión, vestidos de ornamentos blancos, como había mandado el Capítulo en 1492, y de allí llevaban al altar mayor el Cuerpo de Cristo, el cual elevaba el Obispo in modum circuli, puesto sobre un escaño alto. Omito otras cosillas. En el sábado santo se leían las profecías antes de la bendición del cirio pascual. Poníase en él la tablilla en que se notaba la letra dominical, año de la Encarnación y el día de la Pascua. De esta tablilla queda la descripción siguiente en un inventario de la sacristía del año 1399 (Act. cap.) Item unam cassam depictam, in cuius capite est depictus Jesus crucifixus cum Beata Maria et Sancto Johanne, et cum aquila, et Angelis ad latus, cum uno magno († (a: Así está escrito y no sé lo que significa.); et est in ea calendarium Nativitatis Domini, quod solet apponi in cereo pasquali. 

En la bendición del cirio está (aun en los Misales del siglo XVI) el elogio de la abeja, como en otras iglesias se usaba.

En los maitines de la mañana de Pascua al concluirse el III responsorio se cantaba la prosa Victimae de esta manera. Salían tres presbíteros de la sacristía con dalmáticas, cara cubierta y cirios en las manos, y puestos ante el altar mayor, vueltos hacia el coro, decían los tres primeros versos, uno cada uno. Luego los cantores preguntaban desde la puerta del coro por tres veces: Dic nobis Maria quid vidisti. A cada una de las cuales respondía uno de los tres los versículos Sepulcrum. Angelicos. Surrexit. Luego los cantores se entraban en el coro diciendo: Credendum est magis Mariae veraci, quam Judeorum turbae fallaci. Después de lo cual se entonaba el Te Deum. Esta era la fiesta de las tres Marías.

Esta prosa Victimae no se decía en la misa de estos dos primeros días, sino sólo en el tercero y siguientes de la octava. El sermón era después del Credo y ofertorio, como en otros días del año. Mas en el de este día mandó el Capítulo a principios del siglo XVI que en lugar de la salutación angélica Ave Maria, se dijese la antífona Regina coeli, la cual cantaban los doce presbíteros oficiantes con gran solemnidad (in sono maiori).

En el lunes de Pascua, al tiempo del ofertorio de la misa, el Obispo, canónigos y varios presbíteros sacaban todas las reliquias de la sacristía al altar mayor, donde permanecían todo el día, dándose a adorar al pueblo. Queda ya dicho del rito semejante que había en otras iglesias.

En el martes se cantaba la prosa Victimae, vistiéndose para ello un presbítero con dalmática verde y cubierto con una tela colorada en representación de la Magdalena; el cual, preguntado por los cantores, respondía como dijimos en el día de Pascua, mostrando al mismo tiempo al pueblo algunas pinturas alusivas a sus respuestas, las cuales llama Improperia la Consueta lemosina de la sacristía de principios del siglo XVI; la cual añade: "E quant vindra en aquell pas que la Maria aura á cantar dels cossos resucitar, seran aparellats davall laltar major set ó vuyt fedrins, ó tants quants volran, ab camis, é cuberts los caps ab amits; é quant vindra lo loch de resucitar, axiran davall laltar, é radolant fins baix al darrer graho, anarsen an á la sacristia.“ También de un Ángel que debía cantar no sé qué cosas, que la Consueta no dice, desde encima de la capilla de San Gabriel, dice: "Quant vindra lo cas que aura á cantar, tindra les ales plenes de candeles enceses; é axint fara una bombarde ó alguna ramor, significant lo impetut del seu axir.”

La dominica in albis se llamaba ya en el siglo XIV dia de la caritat, y en el libro de fábrica de 1368 no tiene otro nombre. Acaso nació esto de alguna limosna pública que se hiciera ese día, para lo cual se haría alguna procesión, de que todavía queda una reliquia, en la que me han informado que hacen las parroquias sin la catedral. Mas ni de uno ni de otro hay memoria en los libros del siglo XIV. El vulgo, que es quien suele conservar con más tesón las costumbres antiguas, da aún hoy este nombre a los días de la infraoctava de Pascua, en los cuales aún las meriendas que se hacen en el campo libre se llaman Pa en caritat.

En todo el tiempo pascual no había más que un nocturno. Cuando se rezaba de tempore todos los del coro estaban en pie en reverencia de la Resurrección, y cuando de algún Santo, alternaban los coros como entre año. En el lunes siguiente a la dominica in albis se celebra la fiesta del Ángel Custodio de esta ciudad y reino; y esto desde el año 1407 en que se instituyó, como queda dicho en el episcopologio. En la primera procesión, que se hizo ese año, iban niños representando los Ángeles. A fines del siglo XV (como se ve al fin de la Consueta de tempore) se manda que vayan doce presbíteros con capas cum sisternis (a) pergamini signatis signo civitatis in manibus. Esta procesión, como todas las de esta iglesia, comenzaba por el cántico Te Deum, al cual seguían varios responsorios en distintas estaciones, y finalmente la Salve a la entrada en la catedral. En los días de Pentecostés no había prosa en la misa hasta el jueves infraoctavo.

(a) La palabra sisternus significa sin duda un cuaderno de seis hojas, como quaternus de cuatro. Yo por lo menos no hallo otro significado. Llevarían, pues, aquellos presbíteros unos cuadernos abiertos, o sean cartones (a quienes por la semejanza se diese el nombre de sisternos), en los cuales iban pintadas las armas de la ciudad.

La fiesta del Corpus es muy antigua en esta iglesia, y ya se hacía en ella procesión solemne a mitad del siglo XIV, cuando el Obispo Berenguer Batlle, que murió en 1349, regaló para ello una custodia, cuya descripción nos conserva el inventario citado de la sacristía de 1399 por estas palabras: "Item unum lignum argenteum cum suo crucifixo, et imaginibus Sanctae Mariae et Sancti Johannis, et cum duobus Angelis, et pede argenti: et in medio est reservatorium cristallinum ubi immititur hostia salutaris die festi Corporis Christi; et sunt signa in eo de Papagays, quod est signum Dni. Berengarii Baiuli, quondam Episcopi Maioricensis.” Creo que ha de quedar alguna parte desta alhaja.

En la misa no se decía prosa alguna aun entrado el siglo XVI, como se ve en los Misales de aquel tiempo, sin embargo de que había algunas verbetas en los responsorios de maitines. En la misma época iban en la procesión los doce Apóstoles, cada uno con la insignia de su martirio, todos vestidos de dalmáticas, a excepción de San Pedro, que iba con casulla y tiara (Consueta de la sacristía). Al fin de la Consueta de tempore se ve que en el siglo XV iban en la profesión varios Profetas induti camisiis, y que al concluirse se daba la bendición con el Santísimo, elevándolo in modum circuli. En el Ordinario impreso en 1516 nos queda una exacta descripción del modo con que se hacía esta procesión en dicho tiempo con las siete estaciones que mandó el Rey Don Pedro IV de Aragón en 1368. Es artículo curioso, mas no puedo copiarlo, como también lo es la que nos conserva la Consueta de tempore, ms. a mitad del siglo XIV, cuando la procesión no solamente era por la mañana, sino también antes de la misa mayor. La costumbre de hacerla por la tarde no se había introducido aún en 1597, como consta de las Actas capitulares.

No se conoce el origen de la antigua costumbre de poner la imagen de nuestra Señora sobre una cama en medio de la iglesia en el día de su Asunción. Hacíase esto al comenzar los laudes, y juntamente se sentaban al rededor de la imagen doce presbíteros en representación de los doce Apóstoles, todos con dalmáticas, a excepción de San Juan, que iba con casulla y una palma en la mano. Así iban también en la procesión que se hacía antes de la misa mayor y en la otra que había después de completas. Esta última se estableció por resolución de ambos cabildos en el año 1456, mandándose llevar en ella la imagen de nuestra Señora solamente. En el año siguiente pareció que se llevase alguna reliquia, y en efecto se llevó la Verónica, en el inmediato las espinas del Señor, y luego volvieron a llevar la Verónica, como se usaba todavía en 1511, cuando se escribió la Consueta de la sacristía, de quien es todo esto que he dicho. Omito la noticia de otros ritos para poderla dar de la fiesta que se celebraba en esta iglesia a los llamados Santos Mártires Cabrit y Basa (Bassa), naturales de esta isla, en la dominica infraoctava de Todos Santos. Y es de notar que de dicha fiesta no hay mención en ninguna de las Consuetas ni otros códices rituales que yo he visto, los cuales en ese día ponen el oficio de todos los santos Mártires que tenían todo el segundo nocturno propio, siendo lo demás de dominica. En 1627, día 24 de septiembre, resolvió el Capítulo que se escribiese al Papa pidiéndole oficio y rezo de estos Santos. De este tiempo son las únicas noticias que tengo de la celebración de dicha fiesta; las cuales he tomado de un ms. que hay en el archivo de esta catedral, intitulado Noticiari. En él se lee que se celebró la fiesta en 1631, y que predicó el P. Fr. Agustín Salvador, Dominico; y en 1632 en que predicó lo Pare fra Costa, Guardiá de Jesus.

Otra prueba más terminante de eso es el sermón impreso en 1625, del cual poseo un ejemplar; y por ser este papel raro y contener toda la historia de estos Mártires voy a hacer de él un extracto, aunque sea largo. Su título es este: Sermón de los ínclitos Mártires Sant Cabrit y Sant Bassa, naturales del fidelísimo y dorado reino de Mallorca, naturales de la villa de Alaro (: Alaró): predicado por el muy R. P. Fr. Gerónimo Planes, religioso descalzo del orden de Sant Francisco. En Mallorca por Gabriel Guasp, año 1625, a costa del doctor Juan Coll, rector de la villa de Alaro, especialísimo devoto de los Santos. En el frontis están estos pintados en pie con la armadura militar y lanzas. Sigue la dedicatoria a los Jurados de Mallorca, en la cual se ingiere una carta dirigida a los mismos por el Cardenal Cisneros, fecha en Alcalá a 8 de octubre de 1503, en que recomienda mucho la doctrina de R. Lull. Sigue el sermón que se dice compuesto según la admirable traza del Arte magna revelada por Dios al invencible mártir y doctor iluminado Raimundo Lullio, natural también de dicho reino y gran Senescal y mayordomo mayor de su Rey y Señor. = Tema: Beati qui persequtionem patiuntur. Supone el orador que esta fiesta era real, celebrada antiguamente por los cristianísimos y devotísimos Reyes de Mallorca: que estaba olvidada por haberse dejado el rezado del Breviario antiguo deste santo obispado, en el cual se rezaba dellos en este día de la dominica después del día de Todos Santos en compañía de los otros Mártires. La historia de este martirio la saca de las lecciones que dice se hallaban en dos antiguos Breviarios, impresos el uno en Mallorca en 1488, y el otro en Venecia en 1506, los cuales dice que existían en su tiempo. Y será así sin duda; mas ahora no nos queda ningún ejemplar de aquellos códices. Y así tendré que sacar estas copias del sermón, por las cuales verás que cuando el Rey de Aragón Alfonso III despojó en 1287 del señorío de Mallorca a su tío el Rey Don Jaime, intimó la rendición al capitán del castillo de Alaro, llamado Cabrit. Este se resistió perseverando fiel a Don Jaime; y en alusión al nombre del Rey, llamado vulgarmente Anfós, y a que este es el nombre que dan al pescado llamado mero en Castilla, dijo burlando que Anfós era bueno para salsa. Airado el Rey juró asar al capitán Cabrit y a su compañero Bassa como se asan los cabritos. Y lo cumplió luego que tomó el castillo. Sabido esto por el Papa Gregorio XII excomulgó al Rey, el cual consiguió la absolución prometiendo restituir el reino a su tío y edificar un altar en honor de todos los Mártires, entre los cuales estuviesen los dos sobredichos. Estas cosas verificó el Rey Don Jaime, y su hijo Don Sancho instituyó en 1312 un beneficio en honor de dichos Santos. Esta es la historia que resulta de las lecciones cuya copia incluyo (a: Ap. núm. XI.), en la que sólo advierto por ahora la equivocación con que atribuye la excomunión del Rey Alfonso al Papa Gregorio XII, que fue posterior mucho más de cien años, no quedando arbitrio para decir que sería el X o el XI, porque el primero murió mucho antes del suceso, y el segundo fue Papa casi cien años después. Omito otras reflexiones porque no me he propuesto impugnar el hecho, sino sólo hablar de él en la parte ritual. Por lo demás el orador desempeña su objeto, que fue probar lulísticamente que estos soldados padecieron por la observancia del juramento hecho a Dios en manos de su teniente el Rey Don Jaime ... mayormente que les podía mover a la conservación dél la esperanza que podían tener que vendría su legítimo Rey, favorecido del Rey de Francia, por cuya ocasión le había su sobrino quitado el reino.

En el mismo sermón se lee que los huesos de estos Mártires están en la catedral debajo del altar de la capilla de San Simón y San Judas, los cuales se reconocieron en tiempo del orador. Novísimamente fueron reconocidos día 7 de noviembre de 1805 por varios señores canónigos y otras personas. Así se halla notado al margen del libro de las Actas capitulares que empiezan el día 16 de noviembre de 1633. Uno de los que asistieron me ha informado que se hallaron cenizas y muchos huesos quemados. Están en arcas de piedra de Santañí, debajo del altar de la Piedad, que acaso antes se llamaría de San Judas. Y baste de esto.

De otros ritos podía hablar tocantes a la administración de sacramentos y otros puntos de disciplina. Pero para muestra de las costumbres antiguas de esta iglesia basta lo dicho. A Dios. Palma etc.