CARTA LII.
Concluye el sobredicho catálogo.
(errata del título corregida)
Mi querido hermano: No hay preámbulos, sino acabar con nuestra labor.
Al obispo Fr. Benito de Tocco sucedió
Juan Beltrán de Guevara, el cual tomó posesión de su silla por procurador a 29 de Abril de 1573. Durole muy poco la dignidad, y murió antes del 5 de Diciembre del mismo año, en que ya administraba la sede el arcediano. Hállase que a 6 de Diciembre del año siguiente 1574 tomó posesión de ella
Bernardo de Jossa y Cardona, abad comendatario de S. Salvador de Breda desde el 1564: lo fue después de S. Miguel de Cuxá en 1572. También disfrutó poco el obispado, como que murió en esta ciudad a 21 de Septiembre de 1575. Esto consta por las memorias halladas en el monasterio de S. Salvador de Breda. Sucediole
Pedro de Aragón, hijo de los duques de Segorbe, el cual tomó posesión a 4 de Marzo de 1577, y gobernó por espacio de siete años hasta el de 1584, en que a 28 de Mayo tomó el arcediano posesión de la vacante, como consta en este archivo (lib. Compulsa, fol. 16). Entonces fue trasladado este obispo a la sede de Jaca, y de allí pasó a la de Lérida, donde finalmente murió en 1597. Quédanos de su pontificado en Vique un sínodo en 1581, donde entre otras cosas mandó que los clérigos no usasen de sombreros por las calles, sino sólo de bonete (pileo crucis) a excepción del tiempo de lluvia: item que cada dos meses se rasurasen la corona y barba, no dejando bigotes (mostaxos), ni lo que llamaban la merquesota, que no sé si sería la perilla. También prohibió que nadie se enterrase en la iglesia sin especial licencia suya. No es menos notable que esto la bula que a sus instancias le dirigió el papa Gregorio XIII a 30 de Septiembre de 1580, prohibiendo el abuso que había aquí el día de la Purificación, en que el celebrante, bendecidas las candelas, arrojaba una gran porción de ellas sobre la multitud del pueblo, a que se seguían muchos clamores, irreverencias y desgracias. También he visto en el archivo de la ciudad las instrucciones que este magistrado dio a sus enviados en Roma, donde reúnen muchos cargos y quejas contra el obispo. La distancia del tiempo, la falta de documentos y la poca importancia del negocio, nos excusan de juzgar si eran o no justas. A este obispo sucedió día 3 de Noviembre de 1584
Juan Bautista Cardona, del cual hablé con alguna extensión, aunque siempre inferior a su conocido mérito literario, en el episcopologio de Tortosa, a donde fue trasladado en 1587. A 12 de Abril de ese año el arcediano ya administraba esta sede. No le fue inferior el que le sucedió, es a saber,
Pedro Jaime, natural de Paracuellos de Xiloca, colegial de S. Ildefonso de Alcalá, y catedrático allí mismo de teología, después canónigo del Santo Sepulcro de Calatayud y arcediano de Teruel en la iglesia de Zaragoza. Había sido nombrado para la silla de Jaca, que se creyó vacante por promoción de D. Pedro de Aragón a la de Orihuela; mas no habiéndose verificado este segundo nombramiento, tampoco lo fue el primero, y entonces fue provisto en esta iglesia vacante por la traslación del antecesor. Tomó posesión por procurador a 6 de Noviembre del mismo año 1587. El catálogo impreso habla con gran recomendación de su saber, dulzura, rectitud y celo. Nada de ello parecerá ponderado a quien haya leído el sínodo que celebró en 1591, el cual imprimió el mismo año en Tarragona Felipe Roberto, en 4.° Inéditos han quedado los que tuvo en 1593 y 96, cuyas actas originales he visto en el archivo episcopal; de las cuales he extractado algunas noticias litúrgicas curiosas, que omito aquí por no alargar más esta narración. En 1592 consagró la iglesia de nuestra Señora de Monserrate. Por el mismo tiempo se erigió la silla de Solsona, compuesta de parte de este obispado y del de Urgel. Sábese también que instituyó y dotó en su catedral la fiesta de Santa Escolástica, de quien hay aquí una reliquia insigne, como ya se dijo. También construyó a sus expensas la puerta lateral del templo llamada de San Juan, que se derribó con motivo de la nueva fábrica. Finalmente fue trasladado a la silla de Albarracín a principios del año 1597, dejando esta vacante día 10 de Marzo. Allá obtuvo el honor de diputado del reino de Aragón, y murió en 1601 (V. Laasa Bibl de escrit. de Arag.). En esta le sucedió a 16 de Julio del mismo año 1597
Juan Vila, natural de Cervera (como se cree en aquella ciudad), canónigo de la de Barcelona, y catedrático allí de teología y cánones por espacio de 40 años, varón muy docto y versado en las lenguas hebrea y griega; de cuya doctrina no pudo disfrutar esta iglesia por haber muerto antes de cumplirse el año de su gobierno, en el cual entró a 7 de Octubre de 1598
Francisco Robuster (o Reboster) y Sala, que de arcediano de Santa María del Mar en la iglesia de Barcelona, y su canónigo, había sido promovido al obispado de Elna. Era natural de Reus en el campo de Tarragona, donde construyó un convento a los PP. carmelitas descalzos. En su ingreso tuvo el sínodo acostumbrado. Otro queda mucho más curioso celebrado en el Junio de 1602, en que mandó que a los enfermos que padeciesen vómito no se les aplicase a la boca la Eucaristía para besarla, según costumbre, sino que la adorasen sólo presentándola desde lejos. Otras particularidades quedan notadas en su debido lugar. A 8 de Septiembre de 1606 se hallaba en Manresa consagrando al obispo electo de Caller Fr. Lorenzo Nieto, monje de Monserrate, con asistencia del obispo de Solsona Luis Sanz, y del de Barcelona Rafael de Rovirola. Nada más sé de nuestro prelado sino que murió en esta ciudad de Vique a 27 de Abril de 1607, y que le sucedió a 13 de Abril del año siguiente
Onofre Reart, natural de Perpiñan y obispo que ya era de Elna, a cuya silla fue promovido de canónigo penitenciario de Barcelona. Celebró aquí dos sínodos en 1609 y 1610, y en el año siguiente fue trasladado a la silla de Gerona, cuyo gobierno renunció al cabo de algunos años, y murió en su patria. De esta iglesia tomó posesión por procurador
Antonio Gallart, a 16 de Abril de 1612, obispo también de Elna, y antes canónigo, arcediano y maestrescuela de Lérida. Durole poco el pontificado, y murió a 19 de Diciembre de 1613. Al cabo de 8 años fue llevado su cadáver al monasterio de Escala Dei. Sucediole
Fr. Andrés de S. Gerónimo, monje del Escurial (Escorial) y su prior. Tomó posesión a 17 de Noviembre de 1614. Queda de él un sínodo que celebró e imprimió en 1618. Trajo a esta ciudad a los PP. jesuitas, fundándoles un colegio con la advocación de S. Andrés. Dotó en su catedral las fiestas de S. Gerónimo y de Santa Eulalia, y murió a 29 de Septiembre de 1625. Duró la vacante hasta el 1627, en que a 28 de Junio tomó posesión
Pedro Magarola, arcipreste de Vilabertrán, canónigo tesorero de Barcelona, prior de la colegiata de Santa Ana en la misma ciudad, y después obispo de Elna. A los dos meses de su posesión tuvo sínodo. Otro tuvo el año siguiente 1628; el cual existe impreso el mismo año en Barcelona por Gerónimo Margarit. En la misma oficina publicó un ritual de esta diócesi en 1629.
En él, como en todos los demás de sus antecesores, se hallan impresos en lengua materna ciertos edictos breves, que los curas deben leer a sus feligreses en Adviento, Cuaresma y otros tiempos del año, para hacerles entrar en el espíritu de la iglesia. Medio muy oportuno para que las ovejas oigan de continuo la voz del pastor aun estando ausente. Nuestro obispo fue trasladado a la silla de Lérida en 1634, y en el siguiente le sucedió
Gaspar Gil, canónigo lectoral de Zaragoza su patria, y antes magistral de Tarazona. Tomó posesión día 3 de Abril por su procurador Miguel de Clariana. Consagrose en Zaragoza a 6 de Mayo. Su primer objeto fue la erección del seminario Tridentino bajo la invocación de S. Joaquín. Casi llegaron a cumplirse los deseos de este sabio y celoso prelado; mas el diablo perdía mucho en ello, y logró ahogar en la cuna un proyecto de que pende en gran parte el bien de cualquiera diócesi. Hallose en el concilio provincial de Barcelona de 1637: en el anterior había tenido sínodo en su iglesia, que he visto original. Puso la primera piedra del convento de religiosas de Santa Teresa, y promovió su fábrica que se concluyó en 1638. En este mismo año a 25 de Agosto murió este obispo, a quien pone entre los escritores la Bibliot. de Latassa (tom. II. pág. 556). Sucediole
Raimundo de Senmanat y Lanuza, canónigo y arcediano de Barcelona y después obispo de Elna, tomando posesión a 20 de Abril de 1640. Poco tardaron en suscitarse las guerras entre España y Francia que asolaron a este país invadido por las armas enemigas, y engañado con esperanzas que no se cumplieron. Nuestro obispo siguió constantemente el partido del rey católico, con lo cual se vio precisado a marchar a Madrid. Arruinaron entonces los franceses el antiguo palacio episcopal, y los obispos sucesores se vieron precisados a habitar en casas particulares, hasta que reedificándose poco a poco se completó aquel edificio en nuestros días.
Fue trasladado este obispo a la silla de Barcelona en 1656, y acá le sucedió
Fr. Francisco Crespí de Valldaura, que tomó posesión a 6 de Marzo del mismo año. Era natural de Valencia e hijo del convento de Santo Domingo de aquella ciudad. Consérvanse allí dos cartas suyas muy notables. Una de Conceptione B. V. Mariae dirigida al papa Alejandro VIII y al rey Felipe IV, de la que habló Marracci (Apend. Bibliot. Marianae, pág. 38): y otra escrita al mismo rey sobre el origen de las tres misas en el día de ánimas, que es la que publicaste ya en el tomo II de mi viaje (pág. 164). Ya viste en ella la costumbre que había en esta diócesi a mitad del siglo XVII de pedir licencia los sacerdotes seculares al obispo o a sus vicarios para decir dos misas en dicho día, y que regularmente no se les negaba. He visto en el archivo episcopal el original de un sínodo que tuvo en Abril de 1657. Luego entendió en la traslación del convento de su orden al lugar que hoy tiene, costeando en gran parte su obra y solicitando para ello varias limosnas. Continuó su gobierno hasta el año 1662 en que murió día 30 de Mayo, hallándose en Barcelona. Trájose acá su cadáver y se enterró en el trasagrario de la iglesia de dicho convento con esta inscripción: Hic iacet D. D. Fr. Franciscus Crespi de Valldaura ord. Praed. episc. Vicen. qui fabricam huius templi incepit, et perficere non potuit, quia obiit die 30 Maii 1662.
Después de este prelado hallo en los registros de posesiones la noticia de uno omitido en los catálogos impresos, que es
Braulio Sunyer, natural de la Puebla de Masaluca, diócesi de Tortosa, canciller de competencias de Cataluña, tesorero y canónigo de Tarragona en 1654. Tomó posesión por procurador a 5 de Junio de 1663. En el concilio de Tarragona de 1.° de Septiembre de 1664 asistió con el dictado de Episcopus Vicensis, et electus Ilerdensis. Mas no pasó a aquella silla hasta 12 de Febrero de 1665. Tuvo por sucesor a
Jaime de Copons, arcediano de Andorra en la Seo de Urgel. Comenzó su gobierno día 25 de Marzo de 1665, y le duró hasta el 1674 en que fue trasladado al obispado de Lérida. Dos sínodos celebró aquí, uno en Abril de 1667 y otro en 1673; mas ni uno ni otro contienen cosa notable. El palacio episcopal le debe gran parte de su restauración.
Jaime Mas, canónigo de Tarragona y oriundo de la misma ciudad, tomó posesión a 2 de Diciembre de 1674. Celebró sínodos en 1677 y 82: murió a 4 de Marzo de 1684, y fue enterrado en su catedral. En el año siguiente a 21 de Marzo ya estaba en posesión de esta mitra
Antonio Pascual, catalán, natural de Arenys (de Mar) en la costa entre Barcelona y Gerona, colegial que había sido en el de S. Clemente de Bolonia, visitador general en la diócesi de Toledo, vicario de Madrid, canónigo y arcediano de Gerona, y por último auditor de la Rota romana. Debe a este prelado su diócesi la edición de un sínodo que celebró a 4 de Junio de 1685, donde ingirió un epítome de las constituciones provinciales Tarraconenses, impreso todo el mismo año en Barcelona por Rafael Figueró. Otro tuvo en 1691, de que sólo quedan algunos borradores ilegibles. No fue menor el servicio que hizo a la misma con la completa edición de su ritual en tres tomos impresos en Gerona en 1688 y 89 por Gerónimo Palol. El 1.° es de ritibus et ceremoniis sacramentorum. El 2.° de sepulturis et exequiis defunctorum. El 3.° de variis functionibus ecclesiasticis. Obra muy completa en su clase, y apreciable aun en la parte tipográfica. Otras muchas cosas le deberá que yo ignoro. Gobernó diez y nueve años hasta el día 25 de Julio de 1704 en que murió: fue enterrado en el coro de la catedral. Seis años careció esta silla de la presencia de pastor, no porque no hubiese en todos ellos nombramiento de obispo, como se cree, sino porque las revueltas de aquellos tiempos con las guerras de sucesión lo estorbaron. Yo he hallado en el archivo de esta ciudad la noticia de un obispo desconocido, que fue
Fr. Baltasar de Montaner, abad de S. Cucufate del Vallés, el cual dio aviso de su promoción al cabildo y magistrado de esta ciudad, con carta fecha a 16 de Mayo de 1705. En su consecuencia los cónsules le destinaron una embajada para darle la enhorabuena el día 19 siguiente. Las turbaciones de aquellos días, o la muerte impidieron su consagración, y aun su posesión. Por lo que no se cuenta entre los obispos de esta iglesia. Hállase también memoria de lo dicho en el abaciologio de aquel monasterio. Lo cierto es que a 30 de Junio de 1706 ya dio la ciudad la enhorabuena por su promoción a esta silla a
Manuel de Senjust y Pagés, que se hallaba a la sazón en Barcelona, y cuya carta de gracias, fecha a 5 del Julio inmediato he visto en el mismo archivo. Con todo eso tardó cuatro años en tomar posesión de la silla; lo cual verificó el día 1.° de Abril de 1710, y pocos días después hizo acá su entrada pública. Era ya prior claustral en la iglesia de Tortosa y su canónigo a 3 de Febrero de 1691 en que aquella iglesia le dio poderes para asistir al concilio provincial: después fue diputado de Cataluña. Celebró en esta catedral un sínodo en los días próximos a su entrada, y otro en 1714. Prevaleciendo ya entonces en Cataluña las armas de Felipe V, el obispo que seguía el partido de la casa de Austria, se vio precisado a abandonar su silla y retirarse al lugar de la Atmella en el Vallés, diócesi de Barcelona, donde murió a 18 de Enero de 1720. Sucediole el célebre obispo
Raimundo de Marimón y Corbera, hijo del marqués de Serdañola, nacido en Barcelona en 1679. Concluidos sus estudios en Salamanca pasó a Madrid donde residía su padre, y luego fue nombrado canónigo y arcediano mayor de Tarragona, en cuya iglesia vacante por causa de las sobredichas guerras de sucesión tuvo el oficio de vicario general y gobernador apostólico, con nombramiento particular del papa Clemente XI. Con esto pudo ensayarse para el gobierno de la iglesia de Vique, a que fue promovido en 1721, y de que tomó posesión a 8 de Marzo. Consagrose a 1.° de Mayo en su misma patria, a la cual no volvió jamás. Quédanos un sínodo que tuvo en su entrada, es a saber, en el 26 de Junio, impreso el mismo año 1721 en Barcelona por Jaime Suria. De su doctrina, rectitud, mansedumbre, y demás virtudes personales y pastorales habló largamente el P. Antonio Codorniu jesuita, en la vida de este prelado que publicó en Barcelona 1763, y con mayor elegancia en la latina que imprimió Onofre Prat de Saba, ex-jesuita en Ferrara 1785, con el título Imago optimi episcopi. En el necrologio de esta iglesia se dice de él: ex divite pauper pro inopibus effectus, et tamquam strenuus miles pro ecclesiastica libertate decertans. Alude esto a los cuentos que pasaron entre él y D. Pedro Arredondo, comisionado regio para el impuesto de los millones, y a otros acaecimientos en que echó mano de las censuras y de todo el rigor de la iglesia. Murió a 16 de Enero de 1744. Fue enterrado en el pavimento de la capilla de S. Bernardo Calvó, al lado de la epístola. Sucediole
Manuel Muñoz y Guil, natural de Murcia, colegial de S. Clemente en Alcalá, y allí mismo catedrático y canónigo. Tomó posesión de esta silla a 5 de Septiembre de 1744. No tardó muchos meses a celebrar sínodo. Otro tuvo más adelante en que proporcionó a su esposa un bien sólido, con la colección de sinodales establecidas por sus predecesores, las cuales publicó en un vol. en 4.° impreso en Vique por Pedro Morera 1748. El mismo año publicó una sabia pastoral, dando varios documentos a los fieles de todas clases. Dos más publicó en 1751, una dirigida solamente a los eclesiásticos, y otra a los padres sobre la crianza de los hijos. Más transcendental y duradero fue el bien que hizo a su iglesia con la erección del seminario conciliar, inútilmente intentada por sus antecesores, a cuyo establecimiento logró que se aplicasen las anatas de los curatos con bula apostólica que para ello alcanzó. Por todos estos títulos será memorable su pontificado, aunque sólo duró siete años, esto es, hasta el día 30 de Septiembre de 1751 en que murió. Hállase su entierro en la sobredicha capilla de San Bernardo al lado del evangelio. De allí a un año, es a saber, a 26 de Septiembre de 1752 estaba ya en posesión de esta silla
Fr. Bartolomé Sarmentero, de la orden de S. Francisco, autor de un curso de teología que se imprimió 1750. Celebró luego un sínodo que se publicó en el mismo año de su entrada en Vique por el citado Pedro Morera. También se imprimieron las ordinaciones que estableció con su capítulo tocantes al régimen de los divinos oficios &c. Decretó el plan general de reunión de los beneficios de toda la diócesi. Construyo una casa de convalecencia. Ocupado en estos y otros útiles proyectos murió a 6 de Diciembre de 1775, y fue sepultado en la capilla de S. Bernardo. Le sucedió
Fr. Antonio Manuel de Artalejo, natural de la villa de Cienpozuelos, diócesi de Toledo, y ex-general de la orden de la Merced. Tomó posesión a 8 de Junio 1777. Quedan acá buenas memorias de su vigilancia en el gobierno, visita y consuelo de sus ovejas, especialmente en el aumento del seminario, que como tierna planta padecía mucho en los pagos de anatas y otros réditos. También le llevó su atención la indispensable renovación del templo de su catedral, varias veces intentada por sus antecesores. Su ánimo firme y resuelto no reparó en entrar en tan costoso proyecto sin otros auxilios para continuarlo más que la liberalidad de los hijos de esta iglesia. Él por su parte ofreció 2 mil (signo) libras anuales, y los réditos que le pertenecían de las pavordrías: otras 2 mil libras ofreció el capítulo. Con esto solo se trató de derribar desde luego el templo viejo, y poner la primera piedra del nuevo; lo cual se verificó a 24 de Septiembre de 1781. En tanto pasó la residencia al convento de los PP. dominicos. La historia estará siempre quejosa de los subalternos que entendieron en aquella demolición; porque sin atender a los oportunos avisos del prelado y de los sabios individuos de la iglesia, y sin contar con la posteridad, ni con los buenos servicios recibidos de los enterrados en aquel venerable templo, destruyeron sus sepulcros con todos sus adornos e inscripciones. El obispo sobrevivió poco a esta época, y murió a 18 de Junio de 1782. Con motivo de la obra de la iglesia fue depositado interinamente su cadáver en la del convento de su orden de esta ciudad, de donde fue trasladado a 7 de Noviembre de 1804 a la catedral, y a la nueva capilla de la Concepción, cuyo altar se construyó a sus expensas, dejando allí también una lámpara de plata. Sucediole el actual prelado
Francisco de Veyán y Mola, nacido a 25 de Abril de 1734 en la villa de Tamarite de Litera, reino de Aragón y obispado de Lérida, colegial en el mayor de S. Vicente de Huesca, y catedrático allí mismo de cánones, doctoral de Tarazona, y sucesivamente de Zaragoza, y después arcediano mayor de Santa María de la misma iglesia, donde obtuvo los cargos de canciller de competencias, sub-colector de espolios y vacantes, juez de cruzada y vicario general en la vacante por muerte del arzobispo D. Bernardo Velarde en 1781. Fue promovido a esta silla dos años después, y las bulas están fechas a 15 de Diciembre de 1783. Tomó posesión en 21 de Febrero del año siguiente, fue consagrado en Zaragoza a 14 de Marzo, y vino a esta ciudad el 23 de Mayo. Su primer cuidado debió ser la conclusión del templo actual, comenzado por su antecesor, proporcionando varios auxilios al efecto; entre los cuales logró de S. M. Los réditos de la capiscolía vacante por diez años y después hasta 21. Contribuyó con 2500 libras anuales de su mensa, costeó varios altares, cancel y otras obras; y por último hizo la consagración de la iglesia día 15 de Septiembre 1803, fijando ese mismo día para la fiesta de la Dedicación en lugar del 31 de Agosto en que se celebraba la del templo antiguo, construido por su antecesor Oliva. El seminario conciliar le mereció mucho más su atención. En la vacante del Sr. Artalejo se estableció una concordia sobre el pago de anatas, renta principal de aquella casa; la cual no cortó del todo las quejas de los párrocos contribuyentes, ni los motivos de ellas. Verificose esto con un nuevo arreglo y decreto del consejo real, con el que se aseguró de un modo equitativo y suave la subsistencia del seminario; a quien también aplicó otras rentas, con que mejoró su edificio, aumentó el número de colegiales y el salario de maestros de primeras letras, gramática y retórica, fijó la dotación de las cátedras de filosofía y teología que no la tenían, y por último logró que quedase esta casa incorporada con todas las universidades de España. Extendiose su celo al cuidado y educación de los expósitos, logrando con repetidas instancias que se estableciese casa para recogerlos, y que el rey aplicase a su dotación la décima del fondo pío beneficial de esta diócesi: instituyó y dotó allí un maestro de primeras letras, y una maestra para las niñas. En suma la casa está en un pie respetable, y he visto mantenerse en ella en el día más de ochenta expósitos de ambos sexos. El palacio episcopal arruinado en las guerras de los años 1640, y reedificado lentamente por los prelados, le debe su total perfección por haber construido la parte de norte colateral a la iglesia, que por estar destruida presentaba un aspecto indecente; logrando en ello otro bien, que fue ocupar en esta obra y la de la casa de expósitos a muchos pobres artesanos, cuyas manufacturas se hallaban arruinadas por la guerra con los ingleses. Omito otras obras de celo y caridad que deben tenerse por supuestas y sabidas. Lo que no callaré es la institución de una biblioteca pública que hacía gran falta en esta ciudad subalterna. Por de contado estaban destinados a este fin los libros de los ex-jesuitas; mas estos se veían, como hoy quedan en algunas ciudades, ocupando inútilmente los desvanes, y alimentando polillas y ratones. Deseoso del bien público nuestro prelado, lo primero que hizo fue escoger y costear la fábrica material, tomando del piso segundo de los claustros de la iglesia dos ángulos, y adornándolos decentemente, hasta hacer que en sus ventanas se guardase el mismo gusto gótico de todo el luneto de los claustros. Colocó los libros ya dichos, y los que él tenía de varias facultades y erudición antes de ser promovido a esta dignidad, y una gran porción de otros traídos y comprados a gran costa, que en todo compondrán el número de siete mil volúmenes, sin contar otros tres mil propios de este prelado destinados ya a aquel depósito. Añadió a este establecimiento un pequeño museo de historia natural del país, que espera su aumento y perfección de los prelados sucesores. La biblioteca, que ya tiene nombrado y dotado el bibliotecario, sólo aguarda la conclusión de los índices para exponerse al público. Este es uno de los bienes más sólidos que un obispo puede hacer a su diócesi.
He tenido la complacencia de ver mi catálogo de obispos, pintado antes que impreso. Porque luego que este prelado leyó mi trabajo sobre el episcopologio antiguo y moderno, resolvió adornar con los retratos de medio cuerpo de sus antecesores el salón de sínodos dispuesto para ello con buena proporción, ordenando por sí mismo los epígrafes latinos de cada uno de ellos. Las pinturas son decentes, obra de Mariano Colomer y Luciano Romeu, naturales y vecinos de Vique. Nada más digo de este prelado, dejando a los venideros la relación de otras cosas que ahora ofenderían su modestia. A Dios.
Esto se escribió a principios del año 1806, que es cuando hice el viaje a aquella iglesia. Las turbulencias que de allí a dos años sobrevinieron a nuestra Nación, así como no permitieron imprimir lo escrito, también quitaron a este sabio prelado la proporción de completar la ilustración de su diócesi. Porque no eran aquellos tiempos sino para atender a lo más necesario, que era la defensa de la patria, y la asistencia y consuelo de los fieles invadidos por un ambicioso usurpador. Lo que en esta ocasión padeció la ciudad de Vique, y lo que por ella y por el alivio de sus vecinos hizo este verdadero pastor en las dos veces que la subyugaron los franceses, él mismo a instancias mías me lo refirió en dos cartas muy largas que me escribió en los años 1809 Y 1812; las cuales entre otras muchas con que frecuentemente me honraba, conservo con el aprecio que se merece un obispo tan literato y virtuoso. Acusáronle porque no había abandonado su grey, cuando entraban a devorarla los lobos. Tal era el fanatismo de lo que algunos llamaron entonces amor de la patria. No censuro la conducta de nadie; pero no puedo dejar de encarecer el esfuerzo apostólico que tuvo este obispo de Vique, que acordándose de la doctrina y ejemplo de S. Agustín (Epist. ad Honoratum), y sabiendo que la tempestad no venía solamente sobre su persona, sino sobre el pueblo que Cristo le había encomendado, no sólo no abandonó la diócesi, sino ni aun la sede y palacio; en el cual se le entraron los generales franceses Saint Cyr y Suchet, y de ellos fue acatado y de todos sus subalternos, a pesar de la franqueza y constancia con que en varias ocasiones les acriminó su usurpación y defendió los derechos del rey Fernando VII. Los lances que en esto hubo de gran peligro para el obispo, y de no poco provecho para su feligresía, se hallan prolijamente y con mucha modestia referidos en las cartas sobredichas. Las cuales tenía resuelto imprimir aquí, para que sirviesen de apología de su autor, y desengaño de los que de palabra y de obra tiznaron su conducta en esta parte. Pero viendo que son muy largos estos escritos, y que tanto me falta que andar en los míos, he mudado de propósito, confiado en que acaso hará otro por sí y separadamente este oficio de justicia debido a la virtud y memoria de tan sabio prelado. El cual murió de edad de 82 años, 8 meses y 5 días a la una de la tarde del 30 de Diciembre de 1815. Fue enterrado en el plano de la capilla de nuestra Señora del Pilar, construida a sus expensas, donde se le puso la siguiente inscripción que él dejó mandada en su testamento, encargando que no se le pusiese otra:
Hic iacet Franciscus Veyan et Mola, episcopus Vicensis. Praefuit huic sanctae ecclesiae triginta duobus annis et quindecim diebus. Obiit die 30 Decembris anno 1815. Orate Deum pro eo. Era de estatura regular, grave en su trato, firme en sus resoluciones, suave con los necesitados, pronto para cuantos le buscaban, y con todo eso tan amante del retiro, que bien solían pasársele los diez y los doce meses sin salir de su palacio más que para los oficios episcopales.