sábado, 11 de marzo de 2023

XVII. Epitafio sapientísimo doctísimo varón Antonio Agustín, Cesaraugustano, Gerónimo Ezquerra

XVII.

Epitafio al sapientísimo y doctísimo varón D. Antonio Agustín, Cesaraugustano, Arzobispo de Tarragona, hecho por Fr. Gerónimo Ezquerra, Carmelita descalzo, Aragonés. (Vid. pág. 39.)

“Oye Agustín la fama de un Antonio,

y herido de la gloria que le inflama,

dio en una voz de entrambos testimonio.

Qué es esto, amigos? Los indoctos (clama)

se levantan, y osados ese cielo

nos arrebatan con perpetua fama?

Nosotros fabricando de cerbelo

en nuestra carne y sangre revolcados

yacemos miserables en el suelo.

Con nuestras letras y doctrina hinchados

andamos tras el aire; cuando aquellos

son por el aire al cielo levantados.

Qué nos importa con soberbios cuellos,

frente arrugada, y arrogantes labios,

buscar el nombre que aborrecen ellos?

Aquellos son los verdaderos sabios

que saben con doctísima ignorancia

trocar en alabanza sus agravios.

Dejemos pues, amigos, la arrogancia,

juntemos el estudio de inocencia

con el de la elocuencia y elegancia.

Esta fue de aquel Padre la sentencia:

juntar contra las fuerzas del demonio

de Antonio y Agustín virtud y ciencia.

Tú, célebre Agustín, piadoso Antonio,

que en letras y piedad de aquesta junta

un vivo das al mundo testimonio:

Cuando por su memoria nos pregunta,

le podrás responder con la memoria

que en ti quedó del uno y otro junta.

Del gran Egipcio la piedad notoria,

y el labio del doctísimo Africano

en ti compiten una misma gloria.

Dígalo el foro superior Romano,

que de tu sacra trípode suspenso

oráculo esperaba soberano.

El pastoral cayado, tanto ascenso,

las graves legaciones de Alemaña,

medida corta de un valor inmenso.

El valor que a un Fernando, de la extraña, 

a un Príncipe Filipo de la nuestra

a toda gente acepto te acompaña.

La docta pluma en altos vuelos diestra,

la verdad a la ley restituida

con llave de sus títulos maestra.

La cana antigüedad reflorecida,

nuestro siglo con ella en su tesoro

y la futura edad enriquecida.

El sacro, el docto, y el piadoso coro

que en Lérida, Alifán, Sicilia y Trento,

tu pecho admiran con igual decoro.

El huérfano, el desnudo y el hambriento,

el sabio, el ignorante, el rico, el pobre,

y todos juntos con un mismo acento

Harán que el nombre de Agustino sobre-

puje la edad y la común miseria

mal defendida en bien fundido cobre.

La cabeza levanta Celtiberia,

y el honor de tal hijo comunica

a los maternos límites de Iberia.

Salduba aquesta gloria se adjudica, (Salduie, Caesaraugusta, Zaragoza)

y por el de Agustín con el de Augusto

el título de Augusta ya duplica.

Pues ni el vigor pacífico y robusto

del César pudo hacerla más ilustre

que el pecho de un varón tan sabio y justo.

También le cabe parte de este lustre

a la mayor del mundo insigne Atenas,

Con que de nuevo su grandeza ilustre.

Pues pisando de Tormes las arenas,

de otras tantas grandezas con su nombre

dejó las musas de su escuela llenas.

Ni menos ennoblece su renombre

a la colonia Julia vencedora,

donde encerró en su edicto a Dios un hombre (a).

Al sucesor de Fructuoso adora

su cátedra, metrópoli de España,

con que el antiguo título mejora.

Del Tirrénico lago que la baña,

del circo, foro, emporio, anfiteatro,

y otras ruinas de grandeza extraña.

Solo a su Antonio saca en su teatro

después de Eulogio, Augurio, y Fructuoso,

cuyo fue sucesor cincuenta y cuatro.

Tú, espíritu gentil y glorioso,

que en el empíreo alcázar sublimado

gozas seguro de inmortal reposo:

Si admite aquesa paz algún cuidado,

tenlo del patrio suelo, de la Silla

que honraste, que ocupaste venerado.

Y al que buscando la verdad sencilla

para entender las leyes, y explicallas

en tus profundas páginas se humilla;

Al que adorando sacras antiguallas,

piedras, letreros, cifras, inscripciones,

tus Diálogos revuelve, y tus Medallas;

A todos los ardientes corazones

que en las reliquias de tu ingenio y vida

buscan ingenio y vida a sus acciones,

Acúdeles, Antonio, sin medida,

alcanzándoles luz sobreeminente

de caridad en Cristo reducida

para contigo amarle eternamente.”

(a) En tiempo de este buen poeta andaba muy valida la autoridad de que César publicó en Tarragona el famoso edicto del censo que comprendió a S. Joseph y su Sma. Esposa. El cit. Flórez, t. 25, nos ha desengañado.