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sábado, 11 de febrero de 2023

CARTA CXXVI. Noticia de varias iglesias y conventos de la ciudad de Barcelona.

CARTA CXXVI.

Noticia de varias iglesias y conventos de la ciudad de Barcelona. 

Colegiata de Santa Ana.

Mi querido hermano: La iglesia colegiata de Santa Ana fue en lo antiguo de monjes o canónigos del Santo Sepulcro de Jerusalem, cuya fundación se ignora, pero verosímilmente se puede fijar hacia la mitad del siglo XII y muy poco después del 1141, porque se sabe que a 29 de agosto de este año W., Patriarca de Jerusalem y P., Prior del Santo Sepulcro, enviaron a G. su canónigo para hacer fundaciones de aquella orden en España. Vino además este sujeto como encargado de aquellos Prelados para firmar la concordia que aquel monasterio del oriente había hecho con el Conde Don Ramón Berenguer IV sobre la parte que pretendía poseer en el reino de Aragón por el testamento de Don Alfonso I

Existe esta carta en el archivo real de esta ciudad, de la cual además de este apunte saqué copia que ahora no tengo a mano, pero me acuerdo que estaba sin fecha. Esto no obstante, debe ser del año 1141 o siguiente, puesto que en 1140 vino acá otro canónigo llamado Raimundo para tratar de la cesión de aquel derecho a favor del sobredicho Conde. Así que G., que la confirmó y autorizó con su firma, debió venir después. Y él es sin duda el que introdujo dicha orden en estos dominios; pues en la citada carta dicen aquellos Prelados, que le instituían Prior en estos reinos, y ruegan al Conde que le señale lugar e iglesia in quibus convenienter conversare secundum Deum valeat.

No me atreveré a decir que este monasterio de Santa Ana fuese el primero que por acá se fundó, pero sé que existía ya formado en el año 1184, en que el Rey Don Alfonso II le hizo donación del castillo de Palafurgell (: Palafrugell) en la diócesi de Gerona. Al mismo concedió Don Jaime I a 20 de julio de 1266, que se cerrase una calle inmediata y sin salida, donde se cometían muchas torpezas y había ruidos que estorbaban la observancia regular. Era entonces Prior Fr. Pedro Canals. (Archivo real, registro IX, Jacobi I, folio 22).

A este monasterio se unieron otros dos o tres andando el tiempo, de los cuales es preciso dar la noticia que he podido adquirir. Había en esta ciudad un monasterio de la orden de la Penitencia, conocida en este país con el nombre dels frares del sacs (de los Sacos), como les llamaba el Infante Don Pedro en 1270; entre los gastos que hizo estando en Lérida: Item als frares dels Sacs X. sol. (Ibid. Reg. VII. Infan. Pet. fol. 63 b).

Esta orden fue suprimida en el concilio Lugdunense de 1274, como lo dice un Cronicón de Ripoll que he copiado, con estas palabras: 

Cassatus fuit ordo Saccorum. Parece que en dicho concilio se permitió a esos religiosos continuar en el usufructo de sus casas y posesiones, según dicen ellos mismos en la escritura de que voy a hablar. Según todas las señas y por varias y fundadas conjeturas estos religiosos vivían donde hoy están las monjas Franciscas de Jerusalem, cuya casa fundó en 1453 Rafaela Pages (Pagés), natural de Sarria (Sarriá), cediéndole el terreno el Prior de Santa Ana, que entró a ser señor de él por las incorporaciones de que voy hablando. En ese lugar, pues, vivían todavía algunos de aquellos frailes o hermanos (frater) del Saco en 1293, cuando con anuencia del Papa y mediación del Obispo y Capítulo de Barcelona quisieron pasar a ser canónigos reglares de San Agustín, incorporándose con el monasterio de esta orden que aquí había, llamado de Santa Eulalia del campo. Verificose esto de la manera que expresa la escritura cuya copia incluyo (a: Ap. núm. VIII.), y me excusa decir más.

Esta reunión se hizo con grandes ventajas del monasterio de Santa Eulalia (de Mérida), el cual estaba situado extramuros de la ciudad, cerca de los molinos reales, camino de Vique, donde dicen que antiguamente hubo un templo dedicado a Venus. Esta canónica Agustiniana fundó en 1155 el Obispo de esta iglesia Guillermo de Torroja; y allí existía aún en 1210 cuando el Rey Don Pedro II de Aragón le concedió que pudiese regar ciertas tierras con el agua de aquellos molinos. Mas como aquel sitio, según consta de la citada escritura, fuese pantanoso y ocasionase muchas enfermedades mortales a los que allí vivían, trataron de trasladarse a la casa de sus nuevos hermanos los exfrailes del Saco al paso que los recibían en su obediencia; y de esta traslación trata la citada escritura de 1293.

Después de esta traslación consta, aunque no he podido averiguar la época fija, que pasó esta canónica de Santa Eulalia a la casa donde hoy viven las monjas Dominicas de Monte Sion, las cuales primero estuvieron en los arrabales de la ciudad por fundación del Cardenal Don Fr. Nicolás Rosell de mi orden, y consta que se trasladaron al sitio actual en el año 1423, dos después que la canónica de Santa Eulalia se reunió a la de Santa Ana, como diré: porque en este año 1423 Don Alfonso V, renunciado el patronato que tenía del priorato de San Vicente de Garraf, de canónica Agustiniana, fundado en 1163 por Don Alfonso II, lo unió a Santa Ana para dotar la precentoría, con pacto que dejasen para las monjas de Monte Sion el convento de Santa Eulalia del campo. Todavía se ven en este convento de monjas algunos rastros de aquella canónica, como también conservan copia auténtica del testamento de dicho Cardenal y algunas reliquias que él les dejó. Pues como digo, en 1421 a instancias del Rey Don Alfonso V y con la autoridad del Papa Martino V fue incorporada dicha casa de Santa Eulalia a la de Santa Ana, quedando ambas bajo la única dirección del Prior del Santo Sepulcro; y así continuaron hasta que Clemente VIII secularizó en 1592 todas las iglesias reglares canonicales de Cataluña, Cerdaña y Rosellón, en cuya época fue erigida en iglesia colegial.

El edificio de la iglesia y canónica de esta colegiata es en alguna parte del siglo XII, en cuyo tiempo se construyó, como puede colegirse del Necrologio de ella misma, donde el día 11 de enero se nota el óbito de un canónigo venido de Jerusalem, llamado Carfilio, con estas palabras: Obiit Carfilius, frater Sancti Sepulchri, qui edificavit ecclesiam Sanctae Annae. A pesar de ser muchas las notas que he recogido tocantes a sus Priores, me parece oportuno omitir el catálogo de ellos, porque temo equivocarme confundiendo los Prelados de las dos casas reunidas, y más que esta clave es muy pequeña y de poca falta para la historia, aunque pudiendo ser, no la defraudaría de ese auxilio.

Con el deseo de adquirir algunas de estas noticias pasé a casa del canónigo de esta colegial Don Ramón Iglesias, donde entre otras preciosidades que no esperaba, encontré una colección muy respetable de pinturas. Este instruido eclesiástico supo sacar el debido fruto de varios viajes que hizo fuera de España en su juventud, y parte expendiendo algunos caudales, parte sabiéndose aprovechar de algunas felices casualidades, ha recogido hasta cien cuadros originales de profesores célebres. Tal es un Buen Pastor, que algunos creen de Ribera y yo no extrañaría fuese de Murillo. Del primero es indudablemente un San Antonio Abad de estatura colosal, y del segundo una bellísima Anunciata: de Lucas Jordán una Rebeca y Eliecer: de Carlos Marata una Virgen con el niño durmiendo en brazos: de Guido Rheni un San Juan Bautista, que está por concluir: del Catalán Viladomat una Santa Ana, un San Francisco Javier y dos figuras excelentes de Jesús y María con otros muchos cuadros: de Simón Vovet una Diana y Endimión, tres cuadros de Sátiros, el carro del Sol y un Marte y Venus: de Joanes un Jesús coronado de espinas: una bellísima Concepción que parece de Mateo Cerezo: un San Francisco de Paula de Sebastián Conca: el convite del Fariseo de Rubens. Y basta porque no puedo contar todo lo que allí hay, ni tampoco te servirá mucho esta noticia, si no vienes a verlo, como hacen todos los curiosos e inteligentes que pasan por Barcelona, donde no es esta la única colección de preciosidades que llamen la atención. Pero quise decir algo de ella, aunque esto no toca a mi viaje, ya que pasé allí un rato tan alegre, sin el polvo y taciturnidad de los archivos.

Santa María del mar.

Santa María del mar.

La iglesia parroquial de Santa María del mar es en su parte material lo que dijo Ponz en su viaje, y sólo se equivocó en atrasar un siglo la fábrica, diciendo que comenzó en el año 1429 y se concluyó en 1483. 

En la puerta que mira al mediodía hay dos inscripciones colaterales, una en lengua latina y otra en la laica o materna, que expresan como el edificio comenzó día 25 de marzo de 1329, y de otras memorias del archivo consta que se concluyó muy en breve, como cosa de treinta años. Puso la primera piedra Bernardo Llull, Arcediano de Santa María del mar y el primero que obtuvo esta dignidad, creada en 1324 hasta el 1348 en que murió. Está enterrado en la capilla de Corpore Christi, que construyó a sus expensas. El edificio es uno de los atrevimientos más brillantes y bien ejecutados de la arquitectura gótica.

Ponz se admira, y con razón, de lo extravagante y chabacano que es el nuevo altar mayor, construido desde el 1772 al 1782. A mí me asombra todavía más que esta obra se emprendiese y perfeccionase sin contradicción en un tiempo en que en Barcelona se construía por tan buen gusto la casa nueva de contratación o de la Lonja. Así que yo no echaría la culpa al común de la ciudad, sino a la ignorancia de los que aprontaron los caudales y a la prepotencia del arquitecto bárbaro, cuyo nombre no merece ser conocido.

Con la ocasión de esta obra se colocó el coro tras del altar mayor, como antes estuviese en medio de la iglesia al estilo monacal. Y yo no sé por qué se adoptó esta práctica en iglesias seculares, donde había de concurrir el pueblo, para el cual apenas hay lugar y proporción en el crucero y naves colaterales, ocupando la del centro las inmensas cavidades de los coros para cuarenta o cincuenta residentes que acuden a ellos. Tampoco son conformes al buen gusto de arquitectura los coros elevados en el testero de los templos, que roban al espectador una buena parte de él y hacen sus entradas mezquinas y lúgubres. De ambos defectos carece este templo de Santa María del Mar, que con otro altar mayor bien ejecutado podría atraer a los menos devotos. Su titular es la Asunción de nuestra Señora, y sobre la puerta principal en la parte interior se conserva la imagen colosal que había en el altar viejo. Pero la fiesta principal de la parroquia se hace a nuestra Señora en el día de la Circuncisión, y así no faltan doctos oradores que han dicho que la titular es Santa Maria ad praesepe. En los libros antiguos se llamó la iglesia Santa Maria de mari por la proximidad a él, y de las arenas por estar sobre ellas todo el edificio.

Este es el templo o parte de él donde estuvo enterrado el cuerpo de Santa Eulalia. Algunos quieren señalar, como con el dedo, que el sitio fue la capillita que hay debajo del órgano con la invocación de Santa Eulalia de Mérida y San Ivo conf., la cual por su pequeñez parece parte de otro edificio y verosímilmente del antiguo, que quisieron conservar al tiempo de construir el actual. Todo es adivinar, y acaso el sitio de tan venerable depósito está hoy profanado por los vecinos contiguos a la iglesia.

En la sacristía hay alhajas muy ricas, pero no antiguas. Es graciosa una portadita que allí sirve de tránsito de una pieza a otra. La pila bautismal es una pieza prolongada de mármol sin otro dibujo en sus fachadas cuadradas laterales que unas espirales concéntricas y muy parecidas a un sepulcro que vi en el jardín del palacio arzobispal de Tarragona. Y así no extrañaré que fuese bautizada en esta misma pila Santa María de Cervelló, llamada vulgarmente del Socós. 

Hay en esta iglesia un gran número de residentes entre beneficiados y clérigos, que no lo son, los cuales en el día llegan a 129. Tiene su capilla propia de música, con lo cual y lo despejado del templo se celebran fiestas de mucha pompa y lujo. En los días ordinarios el canto de las horas es precipitado con demasía, como en la catedral y otras iglesias.

El archivo es moderno, y así conservan pocos códices. Entre ellos está el Misal impreso en 1498, de que ya dije en el pontificado de Don Pedro García. Hay en él una nota sobre haber mandado el Obispo Don Juan Dimas Loris en 1596 que se guardase este ejemplar en el archivo, y que nadie celebrase con él. Tienen también un libro en vitela, que llaman de les Llunes por las (lunas) que hay chapadas en las tapas, y es Registrum B. Mariae de mari, ordenado en 1341; contiene en cinco libros las obligaciones del Arcediano y de los beneficiados, sus respectivos derechos, percepciones de emolumentos, etc., excelente guía para el gobierno de la parroquia. Otro libro en papel de principios del siglo XVI, donde están copiadas todas las ordinaciones municipales sobre pesca y pescadería, hechas a fines del siglo XIV y principios del siguiente. Item libro de aniversarios y Consueta, muy bien conservada, de la cual me he valido para completar los artículos litúrgicos que quedaron imperfectos con el ejemplar casi inservible de la catedral. Esta de acá se copió o extractó de aquella para el uso propio de la parroquia, como consta de mil lugares: y fue esto en 1450, que es el año en que empieza la tabla pascual. La fiesta de la dedicación de su altar se manda celebrar en la dominica III de octubre, y dice: Fiat officium ut in dedicatione ecclesiae; tamen ubi fit mentio de dedicatione domus, fiat mentio de altari; et ubi dicitur: Fundata est domus, dicatur: Consecratum est altare, et ubi dicitur: Domus mea, dicatur: Altare meum, prout melius poterunt verba aptari. Al fin hay un tratado: quid agere debeant curati, primicerius, mannerius, scolares, sacrista. A los escolares manda que desde el lunes de la primera semana de cuaresma hasta el Viernes Santo teneant ornatum altare maius, et retrabulum, et imagines de cortinis et pannis albis et velum templi. Item que desde el primer domingo de octubre hasta la Pascua a las cuatro de la mañana tangatur squilla quae vocatur de prima ad avisandum parrochianos qui negotiare habent. Al sacristán se le mandan preparar ornamentos de color verde en las fiestas de San Juan Bautista, Santa Cruz de mayo y de todas las Santas Vírgenes: en las de las continentes, morados: en la de los SS. Confesores, Papas u Obispos, lividi: en los que no lo fueron, pallidi: en las dominicas de cuaresma, negro, y en las ferias de la misma, blanco. A este tenor hay otras curiosidades rituales que quedan apuntadas en su debido lugar.

Al bajar del archivo topé con una inscripción sepulcral moderna que hay detrás del coro, y dice así:

Plorantibus

Partum suum Charitibus, Cupidini fratrem,

Alumnum unice dilectum Musis, nepotem Mavorte, 

Risu et jocis amicum

Plaudentibus Angelis atque Archangelis:

Inter Hispanorum, Belgarum, Gallorum, Italorum 

Gemitus et suspiria:

Vectus innocentiae pennis.

Ad coelos die 18 maii 1739 emigrabat

Ill. D. D. Josephus Leopoldus de Glimes de Brabante

Anno aetatis suae decimo

Wallonianae regiae cohortis secundum Ducis locum tenens. 

(En el centro)

Quam bene mortalitatem exuit, qui induit immortalitatem. 

En la mano derecha dice que puso esta inscripción el Conde de Glimes, Capitán General de Cataluña, padre del niño.


San Pablo del Campo.

Uno de los monasterios más antiguos de Barcelona es el de PP. Benedictinos de San Pablo del Campo, llamado así por estar antes fuera de la ciudad, distante como un tiro de cañón de sus primitivos muros. Ahora se halla dentro de ellos, hacia el poniente, al extremo de la calle de su nombre. Dicen que esta casa es del siglo IX (a: Vid. Tristany Corona Benedictina.), y que fue restaurada a principios del XII por Guiberto y su mujer Rotlendis. De esto último puedo acotar dos documentos. Uno es la inscripción del siglo XIV que se halla sobre un sepulcro de piedra en los claustros, junto a la puerta del Capítulo antiguo, que dice así: VI. nonas madii anno Dni. MCCCVII obiit G. de Pulcro loco, qui anniversarium hic constituit, et est cum suis parentibus hic sepultus. Et fuerunt hic translatata corpora spectabilium Guibberti Guitardi, et uxoris eius Rotlendis, qui hoc cenobium fundaverant, et Romanae ecclesiae obtulerunt IIL kal. mai. anno MCXVII. Otra urna hay junto a esta de la misma familia de Belloc (Belloch, Bello loco o Pulcro loco), de la cual eran sin duda los citados Guiberto y su mujer. El nombre de estos, y lo que hicieron a favor de esta casa, consta de la escritura de su unión, o más bien sujeción, a la de San Cucufat del Vallés, y a su Abad Rolando, hecha en 1127 por los prohombres de Barcelona y su Obispo San Olegario, a cuya custodia la encomendaron los dichos Guiberto y Rotlendis. Ecclesia, dice, S. Pauli de Campo, quae a constructoribus suis Domino Guiberto et uxore sua Rollendi (Rotlendis) oblata est Deo et B. Petro, et Apostolicae Sedi. Va el documento que hablará por mí (a: Ap. núm. IX.). Son muy de notar en él las causas que obligaron a esta resolución, es a saber, la decadencia en la regularidad, y en la recta administración de las posesiones. Cosa que no cabe suponer en solos los diez años que pasaron desde la construcción de Guiberto a la incorporación sobredicha. Así que tengo por evidente que es más antigua esta casa; y que las palabras fundaverant y constructoribus, que se aplican a Guiberto y su mujer, se han de entender con alguna extensión por restauración. Pero debió ser casi total, puesto que ninguna parte del edificio parece anterior al siglo XII, si no es la arca de la iglesia y su portada principal, compuesta sólo de un arco de medio punto, con un grueso bordón concéntrico, sostenido todo por columnas amarradas, con capiteles al modo de los corintios. En lo alto de la puerta se ve en un óvalo una mano de relieve en ademán de bendecir. En el lintel de piedra, que es como el diámetro del semicírculo, y sirve para ajustar las puertas cuadradas, se halla un letrero que merece alguna consideración, donde suena un Renardus con su mujer Raimunda, cuyos nombres no se escribieran en parte tan principal, si no hubieran tenido gran parte en la fundación de esta casa.

Dentro de la iglesia, que es una cruz de brazos casi iguales, en la capilla de San Galderich se halla una inscripción de carácter enteramente gótico, que dice así: Pro alodiis, domibus, atque averis, quae huic cenobio ego Petrus Pincerna trado, quidam monachus augeatur in hoc cenobio, qui pro me et pro defunctis fidelibus in hoc altari Beati Nicolai missas cotidie celebret. Quod si aliter factum fuerit, Hospitalariis et Barchinonensibus civibus licitum erit quod traditum est huic, ad alium religiosum locum transferre, per sexaginta dies monachis istis prius id emendare amonitis. Este altar de San Nicolás pasó a ser de San Galderich Confesor, con la ocasión de haberse depositado en esta iglesia su cuerpo, traído desde San Martín de Canigó, antes del año 1665, con motivo de las guerras de Francia; y cuando se restituyó allá el sagrado depósito en el año sobredicho, quedaron acá dos huesos de las piernas, y parte del cráneo. Aunque el carácter de esta inscripción parece del siglo X, o por ahí; mas el señalar sesenta días de término a los monjes, como también lo hizo San Olaguer en la citada escritura, y el encargar la observancia de esta manda a los Hospitalarios, que no se establecieron por acá hasta el siglo XII, me hace sospechar que no tiene esta piedra tanta antigüedad como parece. El claustro es pequeño, y todo de la restauración de Guiberto. Consérvase bien la puerta y dos ventanas colaterales del Capítulo, de cuya área y cavidad se han aprovechado para hacer la escalera nueva por donde se sube al resto del edificio, que todo es nuevo. Al pie de una de esas ventanas que decía hay esta inscripción: Frater Berengarius de Solicrupo, Prior huius domus constituit hic anniversarium, et flocos monachorum; qui obiit, anno Domini MCCXCIII. XIII. kal. octob. R. pater eius stabilivit hic anniversarium. Obiit. VII. idus aprilis anno Dni. MCCLX. Otras  muchas inscripciones sepulcrales hay por allí de poca importancia para la historia y paleografía. El flocos de esta que he dicho, era como una cogulla, u otra parte insigne del vestido monacal: tú lo verás. Puesto ya aquí quise leer de nuevo el letrero del sepulcro del Conde Wifredo III, aunque ya publicado tantas veces por nuestros historiadores.

SVB AC TRIBVNA ( JA )

CIT CORPVS CONDAM ( WIFRE )

DI COMITI FILIUS WIFREDI SIMILI MODO CONDAM COMITIS BO

NE MEMORIE DIMITTAT EI DNS AMEN. QVI OBIIT VI KL MADII SVB

ERA DCCCCLII ANNI DNI DCCCCXIIII (914)

ANNI XIIII REG KARVLO REGE POST ODONEM. A+Ω 

Hállase esta piedra fuera de la iglesia, al lado de su puerta colateral, bastante maltratada, y expuesta a que acaben con su letrero los muchachos. Por lo mismo oí con gusto la resolución que se va a tomar de entrarla en la iglesia, de orden del muy ilustre señor Don Fray Jaime de Llanza y de Valls, Pavordre del Llobregat y Prior de este colegio. Porque colegio es ahora este monasterio, y de toda la congregación Tarraconense, donde se envían de varios monasterios los catedráticos y colegiales, cuya educación literaria está en un pie respetable, como he oído a gente imparcial.

San Justo

A la iglesia parroquial de San Justo atribuyen sus feligreses toda la gloria y antigüedad propia de la primitiva Sede de Barcelona. En su área, dicen, estuvo el cementerio de los mártires, y la cripta o iglesia subterránea de los primitivos fieles, sobre la cual se edificó en tiempos más pacíficos la única iglesia Barcinonense, Sede de los Obispos en ambas épocas. Prueban esto con la deposición de testigos en un proceso actuado en esta curia eclesiástica a 12 de abril de 1346; y con no sé qué cavidades subterráneas que hallaron en 1723 al tiempo de abrir una sepultura para el clero. Apoyan lo mismo con la autoridad de Tomich (Cong. de Catal., cap. 29) y de Carbonell (fol. 48). Añaden que enviando no sé qué Obispo de Barcelona a Roma a no sé qué embajadores para que trajesen de allá reliquias, les respondió no sé qué Papa: Volved a vuestra patria, tomad tierra del pavimento de San Justo, exprimidla y saldrá sangre de mártires. Y lo bueno es que así se hizo y se llenó una redoma; pero no parece. Esta y otras antiguallas se predican frecuentemente en el púlpito de esta iglesia en obsequió de sus parroquianos. ¡Ojalá se dijeran igualmente en obsequio de la verdad! En las cartas anteriores se dijo ya que en el siglo VI había ya aquí iglesia Sedes S. Crucis, título que jamás tuvo esta parroquia. Pues a principios del siglo IX suena el clero del mismo título que acompañó a Ludovico Pío en 801 cuando entró triunfante en Barcelona. Y el Obispo Frodoino en 878 no llevó el cuerpo de Santa Eulalia a la iglesia de los Mártires, sino a la de Santa Cruz, como se ve por el documento adjunto (a: Ap. núm. X). Y la continuación de este santo depósito prueba evidentemente que aquella iglesia es la misma que la catedral actual, con la diferencia de la fábrica. Y si ya era entonces intitulada Sanctae Crucis, ¿por qué no sería ella misma la Sedes S. Crucis donde se tuvo el concilio en 599? ¿Y por qué no lo sería en los siglos primitivos? Para deshacer esta identidad de iglesia es menester algo más que estas hablillas y glorias buscadas con el amor a partidos, que condena la caridad. Muy diferente principio que esta pretendida antigüedad tienen algunos privilegios que goza esta parroquia. Uno es el uso de los estandartes idénticos con los de la catedral, esto es, cruz blanca en campo colorado. Otra singularidad de esta iglesia es el privilegio concedido al altar de San Félix sobre los testamentos sacramentales. Llámanse así los que se hacen por deposición de uno o dos testigos que oyeron al difunto intestato en cualquier época de su vida una u otra palabra suelta sobre la disposición de sus bienes. Jurando luego estos testigos sobre el altar de San Félix en esta iglesia, extiende el escribano esta disposición, como si él la recibiera. Hállase autorizada esta costumbre entre las antiguas de Barcelona (a: Vid. Constituciones de Cataluña, vol. 2, tit. Consuetuts de Barcelona, c. 48. ). En el día se está construyendo de nuevo el altar mayor. El que se ha quitado era de principios del siglo XVI, bendecido por el Obispo auxiliar Don Juan de Cardona a 27 de diciembre de 1522. En el provisional vi un buen cuadro del Salvador, que será, a lo que entiendo, de Viladomat. Venéranse en el altar de San Paciano las reliquias que dicen ser de este Santo: la piedad suple en esto lo que acaso fallará a la verdad. Entrando en la iglesia, a mano izquierda, sobre la pila de agua bendita se halla una inscripción sobre piedra mármol con letras mayúsculas, y a renglón seguido, que dice así: Hic requiescit Witiza filius Teoderedi. Dimittat ei Deus. Amen. Era DCCCCXXXVIII. ab Incarnatione Domini anni DCCCXC. anno II. regnante Karulo Rege die XIII. klds. aprelis sic obiit. Precisamente hay equivocación en el año de Cristo 890, en el cual no era Rey ningún Carlos. Lo era Carlos el Simple en el año 900, y es puntualmente el segundo de su reinado post Odonem; y como con él cuadra bien la era expresada 938, diremos que en ese año 900 murió el Witiza; y que el cantero añadió por error en los años de Cristo la nota numeral X.

En testamento de Bonfill, levita, año 1007 (Arch. de la catedral de Vique), entre otras mandas hizo la siguiente: "et ipsas XI. uncias de auro, quod debebat illi Sendredo frater suus concessit ad domum Sancti Justi: ipsas uncias V. propter Deum et remedium animae suae, et restauratione ipsius ecclesiae, et dimissit eas in potestate praedicto Mercutio usque peracta sit quoopertura eius. Et de ipsas sex uncias ... Latae conditiones V. idus aprilis anno XI. regnante Roberto Rege.”

Don Pedro II, en un privilegio concedido al monasterio de San Feliu de Guixols en 1203, dice: Ludovicus, filius Caroli M. anno 18. sui regni abstulit Sarracenis Barcinonam, et edificavit ibi sedem ad honorem S. crucis J. C. ex eo, quia crux ignea aparuit Patri suo, cum cepit civitatem Gerunde. 

Residió el Obispo y Capítulo durante las dos fábricas de la catedral en San Justo. Lo dice Diago y lo niega Campillo. El sello del Vicario perpetuo es las barras rojas en campo dorado con la corona real. Es iglesia unida al arcedianato mayor.

Santa María del Pi.

La iglesia de Santa María, llamada del Pi, suena ya en el siglo XI en una escritura de venta de ciertas casas sitas en el arrabal de Barcelona, en el castillo nuevo, cerca de dicha iglesia: la fecha es del año XI del Rey Felipe, que es hacia el año 1070 (a: Existe en el Archivo real de Barcelona, armario de Monblanc, Saco Jesús núm. 886.): era entonces como sufragánea de la del lugar de Sans, de la cual, andando el tiempo, vino a ser matriz. El nuevo templo es obra del siglo XV, el cual se consagró, como se ve en la memoria que de ello queda, en una piedra colocada entrando por la puerta colateral, que llaman del Ave María, que dice así: Dicmenge á XVII. de juny del any M.CCCCLIII. fou consegrada la present sglesia per lo Reverend Frare Lorens, Bisbe de Terranova, stans obrers los hon. en Gabriel Dalos, ciutada, Anthoni Çes Ylles, notari, Joan Soler, specier, é Jacme Perdigo, sabater de Barcelona, é Sacrista Mossen Bernat Ribera, Prevere.

En la sacristía conservan un buen cuadro de Viladomat, que representa y será verdadero retrato del Venerable Oriol, beneficiado de esta iglesia y beatificado en estos días. El pintor tiene aquí su entierro, y vi con gusto la inscripción que para memoria de tan ilustre artista colocó a su costa mi amigo el señor Don Nicolás Rodríguez Laso, inquisidor, y juez subdelegado de imprentas en el reino de Valencia. Ejemplo que, imitado por otros, excusaría a la posteridad mil cuidados en la biografía.

CONVENTO DEL CARMEN CALZADO.

En la biblioteca del Carmen Calzado no hallé cosa de que hablar.

CONVENTO DE LA MERCED.

El convenio de la Merced es nuevo. Del antiguo queda memoria en una piedra que hay sobre un cerco de comunicación del convento a la iglesia, que dice así: Aquest es lo primer monestir del orde de la Verge Maria de la Merce a X. de agost fundat ayn MCCXVIII. 

En el archivo hay pocos manuscritos, y sólo de cosas relativas a la historia de la orden. Existen también allí varios tomos en fol.° y en 4.°, que contienen las apreciables apuntaciones del erudito P. M. Fr. Manuel Ribera, con copias de varios documentos: todo lo cual trabajó en los años que estuvo encargado de la dirección y arreglo del archivo general de Aragón. Buen caudal para las familias principales de esta corona, y nada más.

Convento de San Francisco

El convento de PP. Observantes de San Francisco está pegado a la muralla de mar, situado en el mismo paraje donde primitivamente estuvo el hospital de San Nicolás, en el cual se hospedó el P. San Francisco pasando por esta ciudad. Ocupa aquel mismo terreno un claustrito pequeño, que fue el de la primitiva fundación, y en él está la celda de dicho Santo Patriarca con este letrero sobre la puerta: Cella fratris Francisci de Assisio, anno 1214. Tiene unos ocho pasos de latitud y doce de longitud. Esta es poco más o menos la área de la respetable habitación, la cual destruyó una borrasca del mar hacia el año 1500, y al cabo de un siglo la reedificó como hoy existe Don Fr. Adrián Maymó, Prior de San Juan en Cataluña, el cual se enterró en una capillita colateral, donde costeó un buen cuadro que representa a San Francisco como está en su sepulcro. Es grande el concurso a este claustro en el día principal de su fiesta. De este recinto pobre pasaron pronto los religiosos al nuevo convento que hoy tienen. La iglesia grande estaba ya construida a fines del siglo XIII cuando la consagró San Luis, Obispo de Tolosa, asistido de Don fray Bernardo Peregrí, Obispo de Barcelona e hijo de esta casa. Testigo de esto es una piedra que se halla en el claustro al lado de una puerta que manda a la iglesia, la cual dice así: Anno Domini M.CCXCVII. idibus julii haec ecclesia Fratrum Minorum in honorem Beati Nicholai constructa, fuit consecrata per Dominum fratrem Ludovicum, ordinis Fratrum Minorum, Episcopum Tholosanum, illustris Regis Caroli filium, presente Domino fratre Bernardo eiusdem ordinis, Episcopo Barchinonensi, simul consecrante altare Beati Francisci in eadem ecclesia collocatum. En el día ocupa el nicho principal del altar mayor una estatua colosal de la Concepción, y San Nicolás queda elevado al segundo cuerpo. En ella se enterraron varios Príncipes de Aragón, cuyas cenizas se conservan en urnas levantadas en el presbiterio con sus inscripciones modernas, en que no se tuvo gran cuenta con la cronología. Tampoco tiene mayor exactitud la nota del año en que murió Fr. Ponce Carbonell, cuyo cuerpo dicen que está en el testero del altar mayor; pues allí se nota que murió en 1297, siendo cierto que en 1333 firmó en un codicilo que hizo en la villa de Alforja, diócesi de Tarragona, su Arzobispo Don Juan de Aragón. En el mismo testero vi entero el cuerpo de Doña Leonor, Reina de Chipre, finada a 26 de diciembre de 1417. Las dos urnas que hay en el capítulo no son de Reyes, como me dijeron, sino una de Pedro Marques, Canciller de Don Alfonso III de Aragón, que murió en 1295, y la otra de Inés, mujer de Francisco Marques, muerta en 1316. En la sacristía vi algunas reliquias buenas: la más notable es una moneda de plata poco mayor que una peseta, con algunos caracteres que no pude conocer por impedirlo el cristal y adornos. Dicen que es una de las treinta que sirvieron a la traición de Judas.

El claustro es obra del siglo XIV, y de su bendición queda en una piedra la memoria siguiente: Anno Domini MCCCXLIX, pridie idus octobris, Reverendus Pater Frater Palazinus, Episcopus Sanctae Justae, istud primum claustrum quod est sub tecto primo quatuor parictibus, et capitulum et etiam transitum qui est de dicto claustro ad cimiterium, consecravit. Innumerables son los entierros que hay en él, y algunos son de las nobles familias de este principado. En él se hallan colocados y bien custodiados los cuadros de la vida de San Francisco, que pintó el Catalán Viladomat. Entre los cuales es muy digno de la atención de los artistas el que representa la música que le hizo un ángel: compiten en la perfección así la gracia y desembarazo de la aptitud de esta figura, como la inimitable del Santo, sentado sobre un escaño de madera y enajenado, dejando caer la mano siniestra con toda la verdad de la naturaleza. Todavía tengo por superior el que representa el Santo ya difunto y tendido en el suelo. Ojalá se continúe en el método que han adoptado estos sabios religiosos de tenerlos siempre cubiertos y sólo descubrirlos en las fiestas solemnes. En la biblioteca, que es pública, hay pocos manuscritos pero útiles para la bibliografía. Tal es la traducción catalana del Speculum Crucis, (N. E. ¿Será mirall o espill?) que escribió en italiano Fr. Domingo Cavalca, de mi orden, en Pisa, hecha por Fr. Pedro Busquets, monje de San Feliu de Guixols, a instancias de Doña María, mujer del Rey Don Alfonso V, el cual también había traducido el libro de Ira é paciencia del mismo Cavalca. El primer opúsculo trajo de Italia Fr. Bernardo Vilalta, monje de Monserrat. El Busquets había estado allá más de quince años. Todo esto consta del título del libro manuscrito en el siglo XV. No me dispensaré de copiar el de un volumen fol. vit. del siglo anterior, dice así: Sequitur prima rubrica libri sequentis. Et est sciendum quod Dominus Bonaventura fecit primum opus de Vita Christi, et durat circa duas manus papiri. Secundo quidam Carturiensis addidit multa; et sic fecit secundum opus de Vita Christi, et durat circa octo manus papiri. Tertio venit Ubertinus, et addidit quatuor manus; et sic sunt duodecim manus. Quarto venit quidam Coelestinus, ordinis Coelestinorum monasterii Parisiensis, qui meliora et flores totius operis; et composuit quartum librum, sive quartum opus quod sequitur. Et est optimum pro personis devotis et maxime pro illis qui volunt facere sermones. Et istud durat circa duas manus papiri. Et est opus noviter factum, prout patet in sequentibus.

Más larga descripción necesita un volumen fol. que contiene: 1. Alanus de Planctu naturae. 2. Liber Birriae (es una imitación del Amphitruo de Plauto). 3. De arbore in qua se suspendebant mulieres (son ejemplos morales de la vanidad de las mujeres). 4. Seneca de formula vitae. 
5. Philosophia magistri Philippi Elephantis cum versibus Nasonis ac proberviis moralibus commendatione dignis. 6. Regimen contra epidimiam editum a Magistro Sanccio de Riva aurea. (Ridaura). = Init. = Implorato in auxilium Virginis Filio, qui solus omnes sanat languores, intendo ad nutum Domini mei Luppii miseratione divina Archiepiscopi Cesaraugustani, cui Deus annuat sine labe, pro suae personae, communique omnium salute regimen ab epidimiali morbo praeservativum ac curativum, prout mea subpetierit facultas ingenii, in scriptis redigere. Primo quid sit epidimia circumscribere. Secundo causas epidimiarum reddere. Tertio signa epidimiarum subjungere. Quarto remedia salubria applicare. = 7. Preservatio contra pestilentiam data per magistrum Juhannem de Tornamira, magistrum in medicina de Montepessulano, anno a Nativitate Domini MCCC. septuagesimo. = 8. Regimen contra epidimiam datum per magis. Joannem Jacobi magistrum in medicina Montispessulani, anno a Nativ. Dni. M.CCC. septuagesimo, 1370 secundum numerum alguarismi. Este volumen curioso compró Pedro Miguel Carbonell, archivero real, de Pedro Visars, por precio de 18 sueldos a 16 de febrero de 1473, y lo dio a la biblioteca del convento de Jesús, orden de San Francisco, extramuros de esta ciudad, die lunae post festum Paschae XXVII. martii anno salutis M.CCC. (falta una C) octogesimo sexto, Fernando II feliciter regnante (Fernando II de Aragón, el Católico, 1486). Todo esto notó de su mano el mismo Carbonell al fin del libro.

Otro vol. hay fol. men. vit. con adornos en el frontis e iniciales, del cual da razón el prólogo, de quien son las siguientes palabras:

Prolech primer sobre la incepcio de la exposicio de la postilla de Papa Ignocent tercer sobre los VII. psalms penitencials segons la translacio Romana. = Atestant lo savi tresaur encorporat o amagat dins la faç de la terra, fa poch, o no gens de profit, entro que es pervengunt (pervengut) a noticia daquells quil cerquen... per tal que subsidi los sia donat a encendre lo foch de lur devocio, e encara los altres no molt escalfats, qui lo present tractat legiran, sien provocats per devocio a fer oracio e a les altres bones obres, induhit per lo Reverent Senyor Frare Berenguer March, per la gracia de Deu Maestre de la casa de la cavalleria de Sancta Maria de Muntesa del orde de Calatrava... per ço yo Frare Johan Romeu, del orde dels frares Preycadors jatsia reput mi insuficient, etc. 

El Maestre de Montesa Berenguer March lo fue desde el 1382 hasta el 1408, y este es el tiempo en que se hizo esta versión, cuyo autor podría conjeturarse que fuese Valenciano, puesto que la orden de Montesa sólo residía en el reino de Valencia.

Nada más tengo que añadir de esta respetable casa, sino que la habitaron los Claustrales hasta los tiempos de San Pío V, en que fueron arrojados de su posesión un día del Corpus mientras hacían la procesión. 

Vinieron a vivir en él los PP. Observantes del convento de Jesús, extramuros de esta ciudad, fundado en 1428, en que puso la primera piedra el Rey Don Alfonso V.

San Agustín.

El convento de San Agustín fue uno de los que más experimentaron el rigor de la guerra de sucesión: con lo cual y con la necesidad de trasladarse de su antiguo sitio de la Esplanada en 1727, perdió gran parte de sus antigüedades apreciables. La nueva fábrica es grandiosa y pasarán muchos años para que se concluya. Es lástima que no se procurase en su iglesia el buen gusto con que se principiaron los claustros. La biblioteca es espaciosa y limpia, y digna de que resida en ella un bibliotecario que ordene manuscritos y misceláneas modernas. Allí vi una Biblia en vit. del siglo XIII, escrita con esmero y con grande igualdad de tinta y de pluma, y una Suma moral de San Raimundo del siglo XIV. Item los Comentarios manuscritos de los IV libros de las sentencias, dictados por el docto Valenciano Blas Navarro del siglo XVI. También se guarda allí la Apología pro SS. PP. et DD. Eclesiae adversus Barbeyrach et alios, obra de Don Fray Agustín Eura, Obispo de Orense, natural de Barcelona, de quien habla el padre Flórez en el catálogo de Obispos de aquella iglesia. Son cinco vol. 4.°, obra erudita pero escolástica, como cosa de los principios del siglo XVIII. Pudiera ser digna de la luz pública, si alguno de los doctos religiosos de aquel convento se tomara el trabajo de refundirla.

La celda del padre maestro exprovincial Fr. Juan Izquierdo honra por sí sola el convento, y lo honrará siempre si los religiosos saben resistirse a las instancias de los golosos literatos. Primeramente en su biblioteca descuellan buenos manuscritos. Tal es un códice que contiene los Usages de Barcelona, y varios concilios Gerundenses y Tarraconenses. Estos últimos he copiado todos, merced a la franqueza de su dueño. El códice es del siglo XV. Item un códice vit. fol. que comprende el tratado lemosín de la batalla de Scipio, obra de Fr. Antonio Canals de mi orden, el mismo de que ya diré en la biblioteca de los PP. Descalzos. Del mismo autor el tratado de Seneca é Providencia, dirigido al molt é noble Mossen Ramon Boil, Gobernador general del regne de Valencia. Consta de nueve capítulos. = Traducción lemosina de aquella carta atribuida a San Bernardo en la biblioteca de los Descalzos. = Una carta con este título: La letra deval scrita feu lo Marques de Villena e Compte de Ribagorza, qui apres fo intitulat Duch de Gandia, per Donna Johanna, filia sua, quant la maridá ab Don Johan, fill del Compte de Cardona per la qual li scribi castich é bons nodrimens, dient axi: Cara filla, etc.

Del cronista de Cataluña Diego Monfar y Sors posee la Historia de Don Jaime de Aragón, Conde de Urgel, manuscrita en 1631, y la de los Condes de Urgel. Item la Historia de los Condes de Ampurias y Perelada por Don Joseph Taberner y de Ardena, canónigo de Barcelona y Obispo de Gerona, muerto en 1726. Este escritor es el que envió al P. Martene copias de varios documentos Españoles, como dice en su prólogo a la Amplissima collectio. Vi también allí mismo vertidos en lemosín y del siglo XV los dos tratados de Albertano de Brescia De doctrina dicendi et tacendi, y el Liber consolationis et consilii. El primero se dice allí escrito en 1215, y el segundo por equivocación en M.CCC.XLVI. pues debe ser en 1240. De estos opúsculos se volverá a hablar en los de los PP. Carmelitas. Sobre esto están las Constituciones de la iglesia de Barcelona en un códice de fines de siglo XV, las que copié y envié ya. Item varios tomos de borrador y apuntaciones que hizo en Roma Don N. Bastero, autor de la Crusca Provenzale, extractando los códices de poetas Provenzales del Vaticano. Había pensado valerme de este trabajo para publicar un catálogo alfabético de los poetas Provenzales Españoles. 

No sé si me resolveré a ello todavía. Es obra larga y el tiempo corto. 

A más de esto posee dicho padre un buen monetario, y ordenado con tanta inteligencia como curiosidad. Es considerable la copia de medallas de familias Romanas y del tiempo medio en los condados de este país. 

A esto acompaña una biblioteca toda de numismática y algunas preciosidades de historia natural. Adornan la celda algunos buenos cuadros. En el oratorio tiene un retrato de San Luis Bertrán, que me pareció de lo mejor del Valenciano Espinosa, y un Calvario a la manera de Rubens, y un cuadrito extranjero de autor desconocido para mí, que representa la entrega de la túnica ensangrentada de Josef a su padre Jacob. Sobre esto acaba él mismo de colocar en el De profundis cinco cuadros del excelente Viladomat, y son: Nacimiento, Circuncisión y Adoración de los Magos, disputa en el templo y el pasaje del Centurión, todo comparable con lo mejor de nuestra nación. Por lo que he visto de este profesor, me parece otro Ribalta, así en lo piadoso de los asuntos, como en la propiedad de los caracteres. No he tenido el consuelo que esperaba, de hallar algunas memorias literarias del célebre Agustiniano fray Pedro Malón de Chayde, que estuvo de Prior y murió también en este convento. Todo pereció con motivo de la traslación.
A Dios. 
Barcelona, etc. 

jueves, 16 de febrero de 2023

CARTA CXXXVII. Catálogo de los Arzobispos de la santa iglesia metropolitana de Tarragona.

CARTA CXXXVII. 

Catálogo de los Arzobispos de la santa iglesia metropolitana de Tarragona. 

Mi querido hermano: Una de las cosas en que con mayor ansia he deseado emplear mi trabajo, es en formar un catálogo de los Prelados que han gobernado la iglesia metropolitana de Tarragona. El lustre particular de los que lo fueron, los grandes negocios que algunos de ellos manejaron, y sobre todo el nombre de esta iglesia le hacen acreedora a una obra que ya disfrutan otras de nuestra nación. Lo único que en esta clase se ha publicado hasta ahora, han sido los catálogos que preceden a las colecciones de Constituciones provinciales, que ordenaron los Arzobispos Doria, Agustín y Terés, y a la de las Sinodales del Sr. Llinas; pero todo esto casi no es más que la serie cronológica de los Prelados. 

El P. Flórez trató sólo de los del estado antiguo. Pons de Icart se extendió únicamente en las grandezas antiguas de Tarragona. El señor Amat, Abad de San Ildefonso, ha seguido en su enumeración el método conciso y nervioso que se propuso para su historia eclesiástica. Entre tanto son ignorados los claros hechos y aun los nombres de muchos a quienes honró la dignidad de Arzobispos Tarraconenses. Yo que en este viaje he tenido proporción de registrar varios documentos concernientes a este objeto, y los Archiepiscopologios y Necrologios de la iglesia, y entre ellos el catálogo inédito que trabajó extendidamente Don José Blanc, natural de esta ciudad, capellán de honor de Felipe IV, y canónigo de esta iglesia desde el año 1645 hasta 1672 en que murió, y el que trabajó posteriormente Don Mariano Mari (Marí), comensal de la misma; no he querido que pereciese mi trabajo, y así me he propuesto formar este catálogo con la debida extensión en algunos artículos, singularmente en los de los siglos XII y XIII, que son los más interesantes a la historia. Ocioso es prevenirte que no escribo panegíricos; y así supuestas las virtudes pastorales, y el desempeño de sus obligaciones, diré lo que la historia desea para su ilustración. La causa porque paso de largo sin detenerme en la descripción de los concilios que se celebraron, diré otro día por no anticiparte importunamente una pesadumbre. Dejando, pues, aparte el estado antiguo de esta iglesia, en que nada me ocurre que añadir a lo dicho por el P. Flórez, la serie de los Arzobispos de Tarragona en su estado moderno, no debe comenzar sino desde que recobrada la ciudad por los Cristianos se restituyó igualmente el título de Arzobispo Tarraconense. Y aunque en el siglo X hubo un Obispo en Vique, a quien se concedieron los honores de Metropolitano Tarraconense, mas esto no fue restauración de esta iglesia, sino unión de ella a la de Vique; en cuyo Obispo para comodidad de la provincia, se depositó la jurisdicción de Metropolitano. Restauración propiamente dicha de la Silla y dictado de Arzobispo Tarraconense, no la hubo hasta fines del siglo XI, como dejó sólidamente demostrado el P. Flórez en el tomo XXV. Esta es la época que siguen todos los Necrologios y Archiepiscopologios que he registrado en este archivo para numerar sus Prelados modernos. Y así no extrañes que me descarte de la cuenta que otros siguen, y que ponga por primer Prelado después de la dominación de los Árabes, a 

Don Berenguer Seniofredo o de Rosanes, Catalán, Obispo de Vique: el cual acordándose que uno de sus antecesores había obtenido el honor de Metropolitano Tarraconense, intentó honrar segunda vez su Silla con esta prerrogativa. Hallábanse ya en mejor estado las cosas de los Cristianos, que al fin habían llevado sus conquistas hasta Villafranca de Panadés; pero estaba todavía subyugado de los Moros el campo de Tarragona, y esta ciudad experimentaba aún el furor de un enemigo que se ensangrentaba hasta con las ruinas de la nobleza antigua. No desmayó con esto el Prelado; antes enardecido con el favor de la restauración total, hizo un viaje a Roma, para tratar con el Papa Urbano II lo que en aquel negocio convenía. Logró, pues, que aquel Pontífice escribiese a los Condes y Señores que había en estas provincias, alentándoles a la empresa con la esperanza de ganar las mismas indulgencias que en las cruzadas se solían conceder. Produjo esto el buen efecto deseado, y en el año 1089 se ganó por los Cristianos toda la tierra, desde Villafranca de Panadés hasta Coll de Balaguer, arredrando a los Moros en los montes de Prades, donde tenían los castillos de Ciurana, Escornalbou y Albiol. Con esto quedó la ciudad y el campo de Tarragona por los Cristianos, no para poseerle pacíficamente, que los Moros no cesaron en sus correrías, tanto, que aún en 1108 decía con razón el Papa Pascual II que nadie se atrevía a vivir en Tarragona. Mas con todo esto, en el año 1091 se supone verificada la restauración de esta ciudad en la bula de Urbano II, expedida para confirmar a Don Berenguer la posesión de su iglesia. Diré algunas de sus expresiones: libertatesque et consuetudines, quas novis Tarraconensis urbis colonis promulgasse cognoscitur (Berengarius Barchinon. Comes), collaudamus et rata manere authoritate nostra decernimus … Tarraconensem urbem ac populum; Domino ibi aspirante collectum, sub Apostolicae Sedis tutela suscipimus … A este tenor hay otras expresiones, que dan a entender que estaba ya conquistada, y aun poblada ese año la ciudad: aunque por lo expuesta que quedó a los insultos de los Moros cercanos, no pudiese mantenerse ni tratarse de la total restauración de su iglesia. Y si porque en algunos documentos posteriores se habla de restaurar a Tarragona, hemos de decir que todavía no estaba conquistada en este año 1091, también deberemos decir lo mismo respecto del año 1148, en que el Arzobispo Don Bernardo confirma a Roberto la donación de San Olaguer, ad restaurationem, dice, Terraconensis ecclesiae et civitatis: lo cual es un absurdo, porque ya entonces se conquistó Tortosa, y Tarragona estaba en pacífica posesión de los Cristianos. Así que, la palabra restauración aquí se debe entender por total perfección, no por conquista.

Con la misma carta envió el Papa al Arzobispo el palio, como se ve en la copia que publicó Flórez. No sé con qué motivo alarga Blanc este privilegio al año 1094. Nada diré del censo que en esta bula supone el Papa, prometido por el Conde Don Ramón a la Sede Apostólica, de cinco libras de plata anuales, como en feudo al patrimonio de San Pedro, ni del ningún influjo que tuvo Don Bernardo, Arzobispo de Toledo, en la restauración de Tarragona, porque esto ya lo trató de propósito el P. Flórez. Por documentos hallados posteriormente, consta que el de Toledo, como Legado Apostólico, impidió a nuestro Arzobispo la celebración de un concilio provincial, y que él vino a tenerlo y presidirlo en la iglesia de Vique, como se dirá en su lugar. Mas también consta que en la conquista y población de Tarragona, los que se ofrecieron a ello trataron solamente con nuestro Arzobispo, entregándole a él, como encargado de la expedición, los rehenes y fianzas de sus promesas. De esto se habló ya con más extensión en el Viaje a la iglesia de Vique. 

Conservó este Prelado la iglesia de Vique, de lo cual no se infiere que Tarragona estuviese todavía por conquistar, sino sólo la pobreza de la nueva iglesia, así como se verificó en el sucesor San Olaguer.

El año de la muerte de este Prelado está muy dudoso en los escritores. Sábese que asistió al concilio de Nimes de 1096, donde contestó a las quejas que contra él dio el Abad de Ripoll. Uno de los Cronicones que 

te envié de la iglesia de Tortosa fija su muerte en el año 1098 (a: El P. Flórez, hablando de la iglesia de Vique, dice que vivió hasta el enero del año 1100. Pero es evidente que en la bula con que el Papa Urbano II, a fines del año anterior, confirmó la canónica Ausonense, le supone ya difunto. Y así es innegable que murió en el enero de 1099, constando que hasta poco antes de ese mes estaba vivo. (V. Viaje de Vique.)). 

A este Prelado, dice el Cardenal Doria que sucedió Don Raimundo Tarrago, Obispo de Barcelona. Omítenlo los señores Agustín, Terés y Llinás, y aun el Papa Gelasio II, en la carta en que confirió a San Olaguer el arzobispado de Tarragona, no le señala otro antecesor que el ya dicho Berenguer. Según esto debió de estar vacante muchos años esta Silla, lo cual nada tiene de extraño en la turbación y revueltas de aquellos tiempos. Como sea, el sucesor de este primer Prelado fue

San Olaguer (Olegario u Oldegario), nacido en Barcelona hacia la mitad del siglo XI. Fue canónigo de aquella iglesia y su Prepósito en 1093. Muy poco después se hizo canónigo reglar en el monasterio de San Adrián, donde era ya Prior en 1095, y lo fue hasta después de 1108, en que con deseo de mayor perfección pasó al convento de San Rufo en Aviñón, casa matriz de algunos que en nuestras provincias se fundaron del mismo instituto. Poco tardaron en hacerle su Abad los de aquel monasterio, dignidad que obtuvo hasta 1116, en que viniendo a Barcelona acompañando a Doña Dulce, Condesa de Provenza y mujer del Conde Don Ramón Berenguer III, le propuso este Príncipe para Obispo de aquella capital. Antes de cumplirse el año de aquella dignidad, ya le eligió el mismo Conde para Arzobispo de Tarragona. Era a la verdad el más a propósito para la restauración de esta ciudad, tan deseada de todos. Porque su virtud y doctrina y el respeto con que por ambas cosas era mirado de los Pontífices y Reyes, le proporcionaban repoblar pronto una metrópoli tan insigne y darla el lustre que merecían sus grandezas antiguas. Para que entendiese en esto con más ahínco, le hizo el Conde donación para sí y sus sucesores de la ciudad y campo de Tarragona a 23 de enero de 1117. En este documento, publicado por Marca, Flórez y otros, no da el Conde a nuestro Santo el dictado de Arzobispo Tarraconense, sino el de Obispo de Barcelona, porque todavía no le había confirmado el Papa; ni esto se verificó hasta el 21 de marzo de 1118, en que recibió personalmente de Gelasio II, que a la sazón se hallaba en Gaeta, la confirmación y el palio y todos los derechos de Metropolitano. En este documento, que hallarás en los escritores citados, verás que el Papa llamó al Santo, Obispo de Barcelona, cuya silla retuvo por la pobreza de la de Tarragona; y que por la misma causa se le concedió que cuando se conquistase Tortosa, fuese reconocida por parroquia suburbana de Tarragona, hasta que esta metrópoli recobrase su antiguo esplendor. Lo cual se verificó por algún tiempo, como diré después.

Aplicose el nuevo Prelado a la restauración de su esposa, y a pesar de la asistencia a los concilios de Tolosa y Reims, celebrados en 1119, al de Letrán en 1123, y a los de Clermont y Carrión en 1130 y a algunos más, y de otros graves cuidados que le ocuparon entonces, atrajo muchos pobladores a la ciudad y comenzó a disponer otras cosas útiles. El crédito que adquirió en aquellos célebres congresos, señaladamente en i el Lateranense, le acarreó el honor de Legado à latere, con que le honró el Papa Calixto II: Y porque estas y otras ocupaciones no le apartasen de su principal objeto, que era Tarragona, ni quedase descuidada su restauración por atender a estos vastos objetos, después de haber procurado que en un concilio de Narbona de 1127 se estableciese la cofradía de contribuyentes al mismo objeto, (V. Flórez, tom. XXVIII, pág. 198), tomó el partido de dar en feudo esta ciudad y su campo a Roberto de Culeio, llamado también Burdet y de Aguilón. Era este un caballero de Normandía; que vino como otros a la guerra sagrada de España contra los infieles; el cual pareció muy a propósito, así para atraer muchos pobladores de su país, (N. E. ¿Y cómo se entendían con los catalanes?) como para defender con valor la ciudad de las correrías de los Moros. Así que el Santo Arzobispo, con acuerdo del Conde Don Ramón III, hizo a Roberto Príncipe de Tarragona, dándole la ciudad y su territorio con los mismos límites como los había recibido del Conde, reservándose las décimas y primicias y todos los derechos eclesiásticos. Roberto recibió este don en feudo, y en la misma escritura, que se firmó a 14 de marzo de 1128, hizo juramento de fidelidad al Arzobispo y sus sucesores. Ambas cosas hallarás en el documento copiado por mí mismo del original de este archivo, porque la copia que publicó el padre Flórez está muy viciada, como verás si tienes la paciencia de cotejarla con la mía que ya te envié.

Aprobó todo esto el Papa Honorio II, y apenas hubo entonces quien no aplaudiese esta resolución, la cual en efecto fue acertada, porque Roberto pobló mucho la ciudad con gentes extrañas que atrajo a ella; y el canónigo Blanc dice haber visto algunos establecimientos hechos por él en el año 1150 junto a un castillo o lugar llamado de los Poitiers. Mas las resultas que esto tuvo en adelante no fueron muy favorables a los sucesores de San Olaguer, como veremos en su lugar.

Desembarazado ya el Santo con esta disposición del cuidado temporal de la ciudad, pudo atender a los graves y urgentes negocios que por otras partes le rodeaban. Por lo tocante a esta ciudad, es cierto que ella le debe la reedificación de sus muros, los cuales consta que había durante la ausencia que hizo el Príncipe Roberto a Normandía, pues de este tiempo se cuenta que su mujer (a) defendió la ciudad con valor, cuidando de la defensa y reparo de los muros con espíritu igual al de su marido.

(a) Comúnmente dan a esta señora el nombre de Sibilia o Sibila. Si no fue este segundo nombre o apellido, debió ser la primera mujer de Roberto, muerta antes del 1148, porque desde ese año en varios documentos que envío, ya suena su mujer Inés, que sobrevivió a su marido, muerto antes de 1160, y cuyos hijos fueron Guillermo, Roberto y Ricardo. La noticia de este último he hallado posteriormente en un documento del monasterio de Santas Cruces del dicho año 1160.  También es indubitable que este Prelado quiso comenzar la fábrica de la catedral. A lo menos Pons de Icart, en su libro Grandezas de Tarragona, dice que como las facultades no le bastasen para tan grande obra, solicitó del Papa Inocencio II, en el año 1131, una bula, para que los sufragáneos contribuyesen a los gastos de la fábrica. Sin embargo, yo creo que nada hizo en esta parte, como ya dije en mis Cartas anteriores. Las glorias y grandezas de este Santo Arzobispo se hallan escritas en varias obras, y también sus milagros. De alguno de ellos hablaba el Conde Don Ramón IV en la carta al Papa Adriano IV, que te envié copiada desde Tortosa, cuando le decía que su Nuncio, el maestro Seguí, informaría a S. S. de algunos puntos particulares de revelatione, scilicet, B. Ollegarii, olim patris vestri … El Papa había sido monje de San Rufo, y San Olaguer su Abad. Murió este Santo Prelado en Barcelona, día 6 de marzo del año 1137, según nuestra cuenta, a los 76 de su edad.

La sobredicha carta del Conde Don Ramón, que pertenece a los años 1155, es una prueba nueva de la veneración con que fue mirado este Santo Arzobispo, pues vemos que ya le llaman Beato. Otra prueba es el concilio de 1149, que citaré más abajo. He logrado copia de un sermón inédito del mismo de Adventu Domini, el cual existe en el archivo de Uclés, manuscrito en pergamino de aquel tiempo, según lo asegura Don Juan Antonio Fernández, archivero general de la orden de Santiago, que lo copió (a: Ap. núm. XX). Le sucedió 

Don Gregorio, cuyo apellido se ignora, y sólo se sabe que era antes Abad del monasterio de San Miguel de Cuxá, y que fue el primer Arzobispo de está metrópoli que presidiese con sólo su título. Tampoco se puede averiguar con certidumbre el año en que comenzó su pontificado. Dicen que no recibió el palio hasta el año 1144, y que por esta razón en las cortes que celebró en Gerona el Conde Don Ramón Berenguer IV el año 1143, subscribió con el dictado de electo Tarraconense, junto con los Obispos Dodo de Huesca, Bernardo de Zaragoza, Raimundo de Vique, Berenguer de Gerona, y Guillermo, electo de Roda, y varios Abades y nobles del reino. Esta también sería la causa porque en 1139 el Capítulo de Barcelona pidió la confirmación de su Obispo Don Arnaldo a W., Arzobispo de Arlés y Legado de la Sede Apostólica, como se dijo en su debido lugar. El Papa Lucio II, que fue el que le dio el palio, hace en su carta mención de haberlo dado igualmente a Don Berenguer de Vique y a San Olaguer: confirmó también la donación el Conde Don Ramón y todas las concesiones Apostólicas precedentes. Nada más se sabe de este Arzobispo, cuyo pontificado fue breve. Su muerte pone el Necrologio de esta iglesia día 25 de marzo de 1146. Uno de los Cronicones inéditos de Tortosa pone en la era MCLXXXII, año 1144, la muerte de Guillermo, Arzobispo de Tarragona: acaso puso Guillermo en lugar de Gregorio. El de Ripoll le llama Gregorio, y pone su muerte en ese año. Poco tardó en sucederle

Don Bernardo Tord o Torts, Catalán, como parece por el apellido que acá es frecuente. Otros quieren que sea Francés por haber sido canónigo de San Rufo en Aviñón, como si en aquel monasterio sólo fuesen admitidos los naturales del país. Lo que no es inverosímil es que fuese discípulo de San Olaguer, cuando gobernó como Abad aquella casa. Este gran Prelado, a quien más que a todos es deudora la iglesia de Tarragona, fue promovido a esta Silla por el Papa Eugenio III en mayo de 1146 y juntamente recibió la confirmación de todas las donaciones hechas a su iglesia hasta aquel tiempo, aunque en esta clase fue mucho más completa la bula que expidió el Papa Anastasio IV a 25 de marzo del año 1154, a que suscriben todos los Cardenales, y donde se señalan todas las iglesias sufragáneas entonces de esta metrópoli: es a saber, Gerona, Barcelona, Urgel, Vique, Lérida, Tortosa, Zaragoza, Huesca, Pamplona, Tarazona y Calahorra. Del mismo Papa Anastasio y del mismo año es el breve Apostólico con que obligó al Obispo de Barcelona a restituir o indemnizar a la Silla de Tarragona por la ocupación de las iglesias de Siges (Sitges), de Ribes, de Cubells, de Gisaltrud (Geltrú) y otras, y al Obispo de Vique por las de Santa Coloma de Marca, de Caralto (Queralt), de Aquilons, de Loraco, de Avellano y otras; las cuales, como dice el Papa, habían ocupado aquellos Obispos en el tiempo del cautiverio y desolación de Tarragona.

Volviendo ahora a los hechos de nuestro Arzobispo; el primero y más insigne es la celebración de un concilio provincial que le atribuyen después del de junio de 1146. In eo, dice Pedro de Marca, (Marc. Hispan. col. 499), inter coetera institutum est symbolum quod dicitur confratria, cuius se confratres statuerunt Eugenius Papa III et S. Bernardus, Abbas Clarevallensis. Hay quien dice que este symbolo fue un cuerpo de doctrina contra los errores de los Arnaldlstas, pero basta una tintura de la lengua latina para entender que lo que estableció el concilio fue una cofradía que indubitablemente fue la cruzada, predicada ese mismo año por San Bernardo contra los infieles de Oriente. Pinio en las Actas de los Santos (mens. aug. t. IV. pág. 189) habla del concilio Carnotense celebrado en el mismo año, y para el mismo efecto. San Bernardo hace mención de él en su epístola 256. ¿Quién sabe si se ha tomado Tarraconense por Carnotense, no habiendo por otra parte memorias de tal concilio de nuestra iglesia en los Historiadores?

Acaso será menos dudosa la existencia de otro concilio provincial celebrado en 1149, cuya noticia daré copiando las palabras con que habló de ello Don Juan Antonio Fernández, archivero general de la orden de Santiago en carta de Zaragoza, 10 de abril de 1799. "San Olegario, dice, como Metropolitano aprobó y confirmó una constitución de concordia establecida entre las iglesias de Tarazona y Tudela el año 1135. Ocurrieron sobre su observancia algunas diferencias entre ambos Cabildos, y para dirimirlas los convocó y citó el Arzobispo Don Bernardo para Jaca, donde celebró un concilio a que asistieron los Obispos de Barcelona, Calahorra, Oloron, el Arzobispo de Aux, et aliorum plurium virorum religiosorum tam Abbatum quam coeterorum, y por consejo de todos se determinó que se observase inviolablemente la referida concordia o establecimiento que había confirmado S. Oldegario.”

Esto fue en 1149. Hasta aquí el citado señor Fernández; el cual añade que aquí ya se dio título de Santo a San Ollegario, tres años antes de la primera memoria que produjo el P. Flórez de este dictado. Noticia excelente por cierto, si este hábil archivero nos hubiera comunicado la fuente donde la bebió. Sépalo el público, sin embargo, por si hay algún curioso que se empeñe en apurarla.

A los dos años de consagrado nuestro Prelado, acompañó al Conde Don Ramón en la empresa contra Tortosa. Durante aún el sitio de aquella ciudad suscribió nuestro Arzobispo algunas donaciones del conquistador, y él mismo admitió la de la iglesia de Tortosa, de sus diezmos y primicias, y de dos hornos, uno para la mesa pontifical, y otro para la de los canónigos. De este documento desconocido hasta ahora, te di ya noticia en las cartas que dirigí desde Tortosa. Es notable que después de decir el Conde: et tibi Bernarde, Tarraconensis Archiepiscope, añade, ac Dertusensis, concesione Romani Pontificis, Episcope. Alude esto a lo establecido por el Papa Gelasio II en la carta dirigida a San Olaguer año 1118, en que mandó que cuando fuese conquistada Tortosa, quedase su iglesia como parroquia suburbana de Tarragona, hasta tanto que recobrase esta metrópoli su esplendor antiguo, y entonces tuviese Tortosa su Obispo propio. Gozó Tarragona de este privilegio hasta el mes de agosto de 1151, en que nuestro Prelado consagró al primer Obispo de Tortosa, llamado Gaufredo. También fue nuestro Don Bernardo el que compuso el reñido pleito entre la iglesia de Tortosa y los Templarios de Amposta sobre el campo de San Juan. Las cartas y documentos sobre esta materia envié ya desde aquella ciudad.

Del mismo año 1148, a 9 de febrero es la confirmación que hizo al Conde Roberto de Culeio, de la donación que le había hecho San Olaguer. En esta pone ciertos pactos que no se hallan en la donación primera. Entre ellos se retuvo la quinta parte de todos los derechos que por razón de su dominio percibiría Roberto. De este conseñorío del Arzobispo y de Roberto, queda una muestra en la escritura, que va copiada, de las franquicias que se concedieron a los habitadores de Tarragona (a: Ap. núm. XXI.). Poco después Roberto, por consejo de su mujer Inés y de su hijo Guillermo, cedió al Arzobispo, y sucesivamente al Conde Don Ramón de Barcelona, las dos terceras partes de Tarragona y su campo, achacando que no podía cumplir lo pactado. Pareció, y era así la verdad, que no cumpliendo los pactos quedaba deshecho el convenio que sobre ellos se fundaba, mayormente cuando contra lo expresado en él, ponía Roberto justicias y tomaba las armas sin consentimiento del Arzobispo, haciendo otras extorsiones y exigiendo derechos que no debía. En consecuencia de esto dio el Arzobispo al Conde Don Ramón la ciudad y territorio, del mismo modo que antes los había dado al Príncipe Roberto, y el Conde comenzó con esto a llamarse Príncipe de Tarragona. Fue esto en 1151 (a: Ap. núm. XXII). Más adelante volvió el Conde a la iglesia todo lo recibido. Los hijos de Roberto negaron después que se hubiese hecho tal cesión de las dos terceras partes, y fue preciso requerir sobre ello a los testigos; de lo cual he copiado dos instrumentos apreciables (b: Aps. núms. XXIII y XXIV.). Las resultas fatales de los resentimientos de Roberto con esta ocasión se verán en el pontificado siguiente. 

El gran deseo que tenía este Prelado del bien de su esposa, le obligó a entender en el establecimiento y orden que debía dar a su clero, cosa que sus antecesores no hicieron. Y así en el año 1154 a 31 de octubre hizo la constitución de la vida reglar de San Agustín que debía observarse en Tarragona, de la cual hablé ya en mis cartas anteriores. Los bienes que al estado e iglesia resultaron de este establecimiento, fueron iguales a los que percibieron de otros cuerpos del mismo instituto. Lo cierto es que para los extravíos e ignorancia del clero, no había otra medicina más oportuna que aplicar, que la vida canónica y religiosa. Movíale a esto con particularidad el deseo de continuar en su profesión que había comenzado en San Rufo, cuyas costumbres introdujo acá. Desde esta época vivió con sus canónigos en la fortaleza que él había edificado para salvarse de los piratas Sarracenos. Dicen que trajo algunos canónigos de Aviñón; yo sólo hallo uno llamado Durando, el cual suscribe con el dictado de canonicus Sancti Ruphi, en la confirmación que dije arriba hecha al Conde Roberto en 1148. Acaso había ya fallecido antes del tiempo de esta constitución que decimos, en la cual no firma como parecía regular, ni tampoco en la donación que hizo el mismo Prelado el día 30 de junio de 1159, en que dio para el vestuario de los canónigos la villa de Reus con su iglesia y la de San Fructuoso en Tarragona. Tengo copia de este documento, como de otros muchos que cito aunque no lo diga. En el año 1155 hizo venir algunos monjes del monasterio de San Pedro de Besalú, para que predicasen por estas tierras, y con su ejemplo fomentasen la práctica de la virtud, tan necesaria a la prosperidad de los pueblos. Dioles la iglesia de Santa María Magdalena, que se derribó en el sitio de esta ciudad de los años 1644. Como eran tan unos los sentimientos de este Prelado con los de Gaufredo, Obispo de Tortosa, y tan uniforme la vida de ambas iglesias, fue muy fácil establecer entre ambas la hermandad de que ya hablé, tratando de aquella iglesia. Sucedió esto en 1158. También es del tiempo de este Prelado, y acaso obra suya, la famosa carta que hizo el Conde Don Ramón estando en Gerona a 6 de agosto de 1150, año XIV del Rey Luis el Joven, en que revocando la costumbre que hasta entonces regía, permite que los bienes de los Obispos que muriesen, queden intactos para sus sucesores, como lo había prometido, estando para emprender la conquista de Almería. Va el documento (a: Ap. núm. XXV.). (N. E. Poco duró la conquista de Almería, que volvió a poder de los Moros.)

Muerto este Príncipe en 1162, su mujer doña Petronila escogió a nuestro Arzobispo por su Legado para dar cuenta al Rey Enrique de Inglaterra de este suceso, y de como quedaban bajo su protección los estados e hijos del difunto. En el desempeño de encargo tan honroso le alcanzó la muerte en el año siguiente 1163, día 28 de junio; época que fija el Necrologio de esta iglesia. En la Marc. Hispan. col. 509, se refiere que muerto este Prelado, el Papa Alejandro III, a 26 de julio del mismo año, prohibió al Arzobispo de Toledo ejercer ningún acto de jurisdicción en la provincia Tarraconense. Parece que dio motivo a esto la consagración de un Obispo electo de Pamplona, el cual compareció en el concilio de Turon, celebrado en ese año, junto con otro Obispo de la misma Silla, consagrado por su legítimo Metropolitano de Tarragona: ambos fueron privados de aquella iglesia y elegido un tercero. En Tarragona sucedió al difunto 

Don Hugo de Cervelló, Catalán, de nobilísima familia y Sacrista de Barcelona. Poco antes había acompañado al Conde Don Ramón en su viaje a Lombardía, y había sido testigo de su testamento ordenado en el Burgo de San Dalmacio, cerca de Génova, como consta de la publicación de dicto testamento, hecha en Huesca a 11 de octubre de 1162, donde entre las suscripciones se lee: Signum Hugonis de Cervilione, Barchinonensis Sacristae, qui huic testamento interfui apud Sanctum Dalmatium et huius rei testis sum, et sicut vidi et audivi, ita verum esse manu propria rogatus juro et affirmo per Deum et haec sancta … 

Entre las mandas del testador se halla la siguiente: Et Hugoni de Cervilione (dimissit) mille aureos in suo pignore de Villamaiore quam ei iam supposuerat pro suo debito. Sin duda fue electo Arzobispo dentro de pocos días, pues a 14 de junio del año 1163, ya suena con este dictado en las cortes de Barcelona, en que fue alzado por Rey Don Alfonso. 

En un breve que le dirigió el Papa Alejandro III le habla así: Quia necessitatibus tuis paterna sollicitudine providere nos convenit, totum beneficium, quod a Barchinon. ecclesia, et a Ven fratre nostro Will. ejusdem ecclesiae Episcopo hactenus habuisti, ad sustentationem tuam in vita tua tibi concedimus. La fecha es: Dat. Senone VII. kal. julii (a: Ap. núm. XXVI.), sin año, como se observa en la mayor parte de los breves de Alejandro III. Mas es cierto que aquel Papa, celebrado un concilio en Turon en la Pentecostés de 1163, luego pasó a Senonas, y que allí permaneció año y medio. Así que téngolo por del mes de junio de 1164, con lo cual se compone bien lo que el Papa supone que ya le había confirmado en el arzobispado de Tarragona, y que todavía no lo fuese en 1163. Era ardiente en las guerras contra los Moros. En el año 1165 se supone erigida la iglesia colegial de canónigos reglares de San Agustín con la advocación de San Miguel, en el monte llamado de Escornalbou, vecino a esta ciudad: otros adelantan esta fundación al año 1162, cosa que no puedo admitir siendo cierto, como lo es, que la donación de aquel lugar fue hecha por el Rey Don Alfonso a Juan de San Baudilio, electo Prior de la nueva colegiala por nuestro Arzobispo Don Hugo: y ni aquel Príncipe ni este Prelado comenzaron sus gobiernos hasta muy adelantado el año 1163. 

Dudas a cada paso, que tal vez cesarán en la visita que pienso hacer a aquel monasterio. La causa de esta erección fue querer ahuyentar los Moros y gente forajida de aquellos bosques, desde donde les era fácil talar y cautivar y hacer otros daños en el campo de Tarragona. Se estableció allí la vida reglar bajo el pie en que lo estaba ya en esta ciudad, y se concertó hermandad entre ambas iglesias. El Prior de la nuevamente erigida debía ser un canónigo de la de Tarragona, elegido por tres canónigos de cada uno de los Capítulos con el Arzobispo. Así duró hasta 1219 en que el de Tarragona cedió al Arzobispo este derecho, y con autoridad Apostólica de Honorio III quedó unido aquel priorato a la mitra hasta la extinción de dicha colegiata, verificada a mediados del siglo XVI. Y aunque en todo ese tiempo el Arzobispo era el Prior de Escornalbou, suena en los actos judiciales Prior de aquella casa, que sería como superior o más bien Prior claustral. Pasó después el monasterio a serlo de los Padres de la orden de San Francisco, que hoy lo habitan. Los canónigos de la nueva colegial se intitulaban en latín Canonici Cornubovis (cuerno buey, bou, toro) y Cornubovenses, como ya lo habrás advertido en algunas donaciones y escrituras que he enviado pertenecientes a la iglesia de Tortosa.

D. Hugo dio a N. Calbó en 11 de abril de 1169 una heredad junto a esta ciudad, la cual aún hoy día es conocida con el nombre de Mas Calbó. Así la donación como la casa es digna de memoria por haber nacido en ella el célebre Obispo de Vique San Bernardo Calbó, que floreció en el siglo XIII, y fue canónigo de esta iglesia y Vicario general. Celebró también concilio en 1170, ignorado, pero cierto.

Por el testamento (a: Ap. núm. XXVII.) de nuestro Arzobispo se sabe que hizo o intentó hacer un viaje a Roma, y que era Legado de la Sede Apostólica, aunque el Papa Alejandro III no le da este título en las cartas que escribió con ocasión de su muerte, lo cual hizo Celestino III en semejante ocasión hablando de Don Berenguer Villamuls, como veremos. Todo lo demás que hay que contar de este pontificado pertenece al desastrado fin que le tenía guardado la Providencia.

Ya dijimos arriba que Roberto, Príncipe de Tarragona, había hecho donación de las dos terceras partes de la ciudad y su término al Conde Don Ramón y al Arzobispo e iglesia; mas arrepintiéndose luego la mujer e hijos de Roberto, comenzaron a negar la existencia de tal donación y a recobrar por la fuerza lo perdido. Tuvo necesidad el Conde de requerir a los testigos para que hiciesen en pleno juicio y corte una deposición de lo que habían en esta parte presenciado. En este instrumento, cuya copia ya se envió, se ve que el Príncipe Roberto había fallecido antes de 1162 y aun antes de 1160, como también consta de una donación de su mujer Inés, hecha al monasterio de Valldaura en ese año. El Arzobispo Don Hugo resistió como pudo a las violencias que la mujer e hijo del difunto ejecutaban en algunos lugares del campo de Tarragona; y por excusar quejas voluntarias y terminar con la justicia un negocio tan odioso, le puso en el tribunal real, y después de una sentencia dada en Tortosa, apelaron y fueron citadas las partes a Tarragona, donde en presencia del Rey y de Guillermo de Montpeller con toda la corte, en que se hallaban Guillermo, Obispo de Barcelona, P. de Vique, P. de Zaragoza, S. de Huesca, P., Sacrista de Vique, y los nobles Arnaldo de Castellvell, G. de San Martí, Miro, juez de palacio y otros muchos, fue sentenciado que la cesión hecha por Roberto y su mujer de las dos terceras partes de Tarragona al Arzobispo y Conde Don Ramón era firme y valedera: que Guillermo de Tarragona, hijo de Roberto, diese satisfacción al Arzobispo del agravio que le había hecho estableciendo justicias en la ciudad y territorio sin su consentimiento, y estuviese a lo pactado en este artículo: que Guillermo no tenía derecho para percibir chestas, toltas, forcias, y que indemnizase a los agraviados con lo que por este título había recibido: que tampoco debía tomar armas sino para defender la ciudad y territorio, o con precepto del Arzobispo o del Rey: y por último, que la villa de Constantins (Constantí) quedase libre para el Arzobispo e iglesia. Otras cosas se resolvieron en este juicio, del cual he hallado una copia del mismo tiempo, y de ella me he servido para entender y fijar el estado de esta causa (a: Ap. núm. XXVIII). Dicen que esto fue hacia el año 1168. En la col. 1352 de la Marca Hispan. hallarás una carta del Rey Don Alfonso a Guillermo de Tarragona, en que le reprende ásperamente de su mal proceder, y por su contexto se confirma el de la sentencia que he dicho. Tras esto Guillermo, aconsejado o estimulado por su mala madre, hizo que su hermano Roberto pusiese en práctica el proyecto horrible de asesinar al Arzobispo. El lugar y las circunstancias del hecho nos son desconocidas. Algunas de ellas se pueden colegir de la carta de Berenguer de Tarragona al Rey Don Alfonso, que trae Marca (loc. laud. col. 1353); sólo sabemos que la ejecutaron en el mes de abril de 1171, y que a 17 de dicho mes murió el celoso Arzobispo de resultas de las heridas recibidas, habiendo antes ordenado su testamento. Así murió este Prelado el mismo año y por la misma causa que Santo Tomás Cantuariense (Canterbury). Dicen que el Papa Alejandro III escribió varias cartas con esta ocasión. Yo sólo he visto una original dirigida al sucesor Don Guillermo y a los sufragáneos, encargándoles que exhortasen al Rey a que no consintiese permanecer en sus dominios a los agresores; y que en caso de resistencia pusiesen entredicho en todo el reino (a: Ap. núm. XXIX). Otras publicó Marca. Efectuose el destierro, como lo asegura el epitafio de este Prelado, cuyos huesos se trasladaron a una urna de mármol, elevada en la pared del crucero, junto a la capilla de Santa Bárbara, en la cual, entre las armas de un ciervo azul en campo de oro, se esculpió la inscripción siguiente: Obiit Reverendus Pater Dominus Hugo de Cervilione, quondam Archiepiscopus hujus sanctae ecclesiae XV kals. madii, anno Domini MCLXXI, cujus ossa in hac tumba sunt condita, et quem Robertus, Princeps Terrachonae, ejus et ecclesiae vasallus, interfecit; propter quod ipse, et Berengarius ejus frater, mater quoque ipsorum, qui in ejus mortem una cum filiis fuerant machinati, de toto regno cum tota sua progenie per edictum regium expulsi sunt, et bonis suis privati. Anticum quoque epitaphium hoc erat: “Hugo magis voluit perire, quam jura perirent.” Aquí se supone que el hermano de Roberto el matador era Berenguer, no siendo sino Guillermo, ambos hijos de Roberto e Inés. Es cierto que el padre tuvo un hermano llamado Berenguer, el cual influiría en aquel delito, mas el homicidio comúnmente se atribuye a Roberto el hijo. Escolano, lib. VII, c. 23, dice que el matador fue Roberto el padre, que todos los cómplices quedaron heredados en el campo de Tarragona, y que de ellos desciende la ilustre familia de Aguiló, Barones de Petres en Valencia. Esto último bien puede ser; pero lo primero carece de fundamento, como se ve por lo ya dicho. En el testamento, cuya copia ya envié habrás visto, se halla la noticia de haber este Prelado comenzado en Tarragona un hospital, y de que en su tiempo todavía no se había empezado la fábrica de la actual iglesia con la memoria de algunos deudos suyos. Sucedió a este Arzobispo

Don Guillermo de Torroja, Catalán, tal vez de alguno de los lugares de su apellido en este principado, promovido a esta Silla de la de Barcelona, donde había residido veintisiete años. Este es aquel Prelado de quien dije en el Episcopologio Dertusense que en el año 1162 era vicegerente y como testamentario del difunto Conde de Barcelona, Don Ramón Berenguer IV, en cuyo nombre y el del niño Rey Don Alfonso, hizo a la iglesia de Tortosa la donación que allí dije tan notable por todas sus circunstancias (a: Ap. núm. XXX). De donde se infiere lo estimado que era de aquellos Príncipes. No lo fue menos del Papa Alejandro III, y por ello fue juzgado el más a propósito para ocupar esta Silla en tiempos de tanta turbación. No se sabe precisamente el tiempo en que fue promovido a ella. Por una carta con que los canónigos de Barcelona le pidieron la confirmación de su Obispo Don Bernardo, consta que a 25 de junio de 1172 en que está fecha, ya era Arzobispo y Legado de la santa Sede Apostólica. Así que sin razón se le atrasa esta dignidad al 7 de junio de 1173. Tres cartas he visto que le escribió el Papa Alejandro III: una en que le da la facultad de excomulgar a los que retenían los derechos eclesiásticos, y en caso de restitución los daban a los monasterios, y no a la iglesia cuyos eran (a: Ap. núm. XXXI). Otra en que confirma la donación del Conde Don Ramón a la iglesia de Tarragona, y los diezmos y señoríos de los lugares de Stagno, Vite, Francolí, Constantí, Lentisclel y Reus (b: Ap. núm. XXXII), y la tercera en que aprueba lo que él mismo dio a esta iglesia en Lérida y Tortosa al tiempo de su conquista (c: Ap. núm. XXXIII): cosa que respecto de esta última ciudad no sé como componer con la posesión de propio Pastor en que ya estaba desde el 1151, cuando se concedió a Gaufredo, Obispo Dertusense, lo que antes se había dado a Don Bernardo Tarraconense, como ya dejo insinuado. Asistió nuestro Don Guillermo a las cortes de Fuente Aldara, como se ve en el documento que se publicó en la Marca Hispan. col. 1363. Fue esto en 1173, y del mismo año es la concordia que ajustó con el Rey Don Alfonso sobre los derechos de la ciudad de Tarragona, con acuerdo de los Obispos B. de Barcelona, Ponce de Tortosa, y G. de Gerona, y de los nobles A. de Torroja, Maestre del orden del Temple, A. de Castellvell, R. de Moncada, R. Fulco, B. Abad de San Félix de Gerona, G. de Jorba, A. de Villamuls, y G. de Belloc (a: Ap. núm. XXXIV). Poco después cedió el Rey todos los derechos que en la dicha concordia se había reservado. La copia que envío de todos estos documentos dirá mejor que yo lo que ellos contienen (b). El Necrologio de la iglesia coloca la muerte de este Prelado a 7 de marzo de 1174. Tiene su entierro al lado del que dije de su antecesor, y la inscripción que hay en él dice así: Obiit Reverendus Pater Dominus G. de Turre Rubea, quondam Archiepiscopus hujus sanctae ecclesiae nonis martii anno Dominicae Incarnationis MCLXXIIII, cujus ossa in hac tumba sunt posita. Tiene el escudo de armas una torre (N. E. rubea : roja; gules : rojo vivo) con almenas de gules en campo de oro. Le sucedió

Don Berenguer de Villamuls, Catalán, Abad que era de la colegiata de San Félix de Gerona. Dicen que fue confirmado por Alejandro III a 20 de junio de 1174. Lo que yo sé es que se llama todavía electo Tarraconense en 21 de marzo del mismo año en que firma la donación que hizo Don Alfonso II a los Templarios de la quinta parte de Tortosa, de esta manera: Berengarius, Abbas S. Felicis et Tarraconen. ecclesiae electus; y lo que es más, en febrero de 1175, en la concordia que hizo con él Don Alfonso sobre las compras que habían hecho ambos en el campo de Tarragona, es a saber, el Arzobispo del lugar de Arves de Alanzón, y el Rey en el lugar de Villagrasa. He visto original este documento y va copiado (a: Ap. núm. XXXVI). También se llama electo en una donación de Guillermo de Peratallada, Obispo de Gerona al monasterio de Ripoll en 1167. Mas con esto es claro que la suscripción de nuestro Arzobispo es posterior a la fecha de aquel documento. En 1177 le dio el Rey Don Alfonso el castillo de Albiol in monte Carbonario, de esta diócesi. Acaso 

gratificó con esto parte de los servicios que le hizo acompañándole en la conquista de Cuenca. Asistió al concilio general Lateranense III, que celebró en 1179 el Papa Alejandro III, en que se condenaron los errores de los Albigenses y Valdenses. Del año 1180 es el concilio provincial, que se supone haber celebrado en Tarragona, en que se mandó que de allí en adelante no se calendasen las escrituras y actos públicos por los años de los Reyes de Francia, como antes se usaba, sino que se notasen sólo los años de la Encarnación de Jesucristo. Consta esto del único testimonio de los Cronicones Barchinonense y Masiliense, que lo aseguran. Nada queda 

de este concilio, cuya memoria se omitió en el catálogo de Arzobispos que precede a las Constituciones de los señores Agustín y Terés. Por otra parte existen en los archivos que hasta ahora he visto, innumerables escrituras anteriores a esta época, que sólo tienen el año de la Encarnación, aunque no son pocas las que noten solamente los años de los Reyes de Francia. Así, abolida con la práctica aquella costumbre, fue fácil establecer la ley, y más fácil observarla. En 1181 recibió este Cabildo del Papa Lucio III la facultad de oír y juzgar en Sede vacante las causas de los sufragáneos (a: Ap. núm. XXXVII.). Del mismo, a 27 de julio, es la constitución que hizo nuestro Prelado con el Cabildo para que el número de canónigos no pasase de diez y ocho, porque con los gastos necesarios a los vasallos contra las piraterías de los Moros, estaba exhausta y muy pobre la iglesia. Poco después los Legados pontificios aumentaron hasta treinta dicho número, de lo cual nacieron quejas y nuevas constituciones, de que ya hablé días pasados. En 1182 consagró la iglesia Ulianense en Ampurias, cuyas actas se hallan en el apéndice de la Marca Hispan. 

Necesitaban entonces las iglesias de que se renovasen con frecuencia las bulas de la protección pontificia: y esta es la causa de hallarse muchas de ellas concebidas en los mismos términos por varios Papas consecutivos. Por lo tocante a esta iglesia he querido copiar y te he enviado la que expidió Clemente III el año 1188, aunque más se debió en esto al sucesor Celestino III (b: Ap. núm. XXXVIII.), como se dice en su lugar. Dicen que este Prelado hizo grandes bienes a su iglesia. Yo no tengo por exagerada esta expresión, mayormente habiendo visto y copiado la famosa constitución que hizo con su Capítulo a 1.° de agosto de 1193. En ella hace tantas donaciones y cesiones a la canónica; que más fácil será conocerlas por la lectura del documento que por mi relación. Por el afecto que tenía al mismo cuerpo, y como previniendo los males que de lo contrario resultaron después, mandó que el arcedianato y demás dignidades nunca se diesen a los clérigos seculares, sino sólo a los canónigos reglares profesos y habitadores de esta misma iglesia. Entre otras tiernas expresiones con que trata al Capítulo, copiaré aquí las siguientes: Pro hiis autem beneficiis et aliis pluribus et maioribus, quae, Deo volente, adhuc conferam ecclesiae, diligat me affectuose, et honoret me ecclesia tamquam pium patrem et bonum Dominum, et juvet me, tam in vita, quam in morte vigilanter et sollicite in orationibus suis et sacrificiis et coeteris spiritualibus bonis. No parece sino que el buen Prelado presagiaba la fatal suerte que le aguardaba con la muerte violenta que le dio poco después Guillermo Ramón de Moncada, casado con una sobrina suya, como lo aseguran los Cronicones que tengo inéditos y todos los Necrologios de esta iglesia y la de Tortosa. La causa del asesinato, que debió llenar de horror a esta iglesia, y aun a toda la cristiandad, estando tan reciente el otro, cometido en la persona del antecesor Don Hugo; la causa, digo, de este crimen refiere el ilustrísimo señor Don Félix Amat, Abad de San Ildefonso, en su Historia eclesiástica, lib. X, cap. VI, con estas palabras: “Dos familias nobles y poderosas se hacían cruel guerra al estilo de aquellos tiempos belicosos, y perturbaban varios pueblos del campo de Tarragona. El Arzobispo debía contener aquellos desórdenes, como Señor del país y en defensa de sus propios vasallos. Y cabalmente, uno de los principales autores era el marido de una sobrina suya, a cuya familia quería el Arzobispo y favorecía con distinción. Valiose, pues, de ruegos, amonestaciones y apercibimientos. Mas en fin, precisado a acudir a la fuerza, mandó prender a su sobrino, le tuvo cerrado algunos días y logró tranquilizar mucho los ánimos. Pero después el fiero sobrino, sorprendiendo al Arzobispo en un despoblado sin defensa, le mató a 16 de febrero de 1193.” Tomich refiere esto del modo siguiente: “Guillem Ramon de Montcada … pres consell dels dessus dits: dient los com lo Arcabisbe de Terragona: qui lavors era li havie feta na de que ell era cuidat morir com estave pres en poder den 

Castellui. Car ell estan en dita preso, lo Arcabisbe li trenca la cama ab lo cep: que lo dit Guillem Ramon tenia en les cames: per quels pregava que li consellasen quen devia fer e los nobles dessus dits li consellarem quel matas: e axis com loy consellarem axis feu per obra. Car anant lo dit Arcabisbe per Ambaxador al Papa de part del dit Conte de Barcelona lo dit Guillem Ramon, e lo Vesconte de Cabrera li isqueran prop lo pla de Matabous qui es apres del castell de Montcada, e matarenlo: per la qual mort lo dit Conte en Ramon Berenguer deshereta lo dit Guillem Ramon de Montcada: el exella de tota sa terra: e lo dit Guillem Ramon anassen en Arago: o (e) aquí estigue.” Es notoria la equivocación de Tomich, que pone este suceso poco después de la toma de Tortosa, y en tiempo del Conde R. Berenguer, que murió en 1162. Por lo demás no es despreciable su texto. El matador era casado con Doña Guillerma de Castellvell, hija de una hermana de nuestro Arzobispo: era Vizconde XVII de Bearne, de Brulois y de Gavarreto. Su tío político le había dado en feudo varias tierras. Cometido el asesinato, se fue a Roma y alcanzó absolución del Papa por mano de Nicolás, Cardenal Tusculano (a: Ap. núm. XXXIX.), cujas actas publicó Marca (Hist. de Bearne), y murió arrepentido hacia el 1223. En la Marca Hisp. se asegura que esto sucedió cerca de Gerona, y el Papa Celestino III en la carta que luego diré, añade que el matador lo llevó allá engañado con el pretexto que su sobrina tenía que tratar con él cosas de importancia (b: Ap. núm. XL.). El testamento, que he visto original, cuenta que yaciendo herido en tierra el Arzobispo, se llegaron a él su capellán Guillermo Clemente, y Ferrer su notario, y después de haberse confesado y ordenado brevemente su última voluntad, fue herido segunda vez por los agresores, con lo cual acabó su vida. De este testamento, hecho de palabra, se hizo escritura VI. kalend. martii, anno MCXCIII, nona die post obitum Domini Archiepiscopi (c: Ap. núm. XLI.). De donde se infiere que debemos poner su muerte en 16 de febrero de 1194, según nuestra cuenta, porque entonces duraba el año 1193 hasta 25 de marzo del 94, y antes ya vimos que en 1.° de agosto de 1193 todavía era vivo. Trájose su cuerpo a esta catedral, y del lugar donde primero se depositó fue trasladado a la urna de piedra que hoy tiene junto a la capilla de San Cosme y San Damián con esta inscripción: “Obiit Reverendus Pater Berengarius de Villamulorum, quondam Archiepiscopus huius sanctae ecclesiae XIIII kals. martii, anno Domini MCXCIII, quem Guillermus Raimundi de Monte Catheno, proprius homo suus, et qui ab eo plura beneficia perceperat propiis manibus interfecit. Huic autor summae pietatis tantam contulit gratiam confitendi, quod in ipsa confesione, dum in eum persecutoris gladius insaniret, interfectori suo pepercit. Deum ad imitationem gloriosi Prothomartyris pro eo incesanter exorans. Ossa hujus cum exhumata fuerunt, a capite usque ad pedes manna albo, ut argentum relucente, cohoperta, et multum odorifera sunt inventa et in hac tumba posita.” Algunas expresiones de este epitafio son de la bula que luego dirigió el Papa Celestino III a todas las iglesias sufragáneas de Tarragona, fecha en Roma a 17 de junio de 1194, de cuyo contenido te enterarás por la copia adjunta (a: Véase el apéndice núm. XXXVIII.) Vacó esta Silla hasta fines del mismo año, entrando ocuparla 


Don Raimundo de Castelltersol (a: Por las noticias que se publicaron de la iglesia de Vique consta que su apellido paterno era Xedmar) (: Xatmar), Catalán, Obispo de Vique desde el año 1185, confirmado por Celestino III a 17 de noviembre del mismo año 1194, según dicen. Lo que yo sé de cierto es que el día último del mismo mes está fecha la gran bula del mismo Papa en confirmación de todas las posesiones de esta iglesia con expresión de todas las que tenía en su diócesi y otras gracias. En ella envía el Pontífice el palio al nuevo Arzobispo Raimundo, y le concede en él algunos otros privilegios. Del mismo año es la providencia que a instancias de nuestro Arzobispo tomó el Rey Don Alfonso de Aragón contra los herejes Waldenses, llamados Pauperes de Lugduno, los cuales inficionaban sus reinos con varios errores. Firmose el edicto en Lérida en octubre de 1194. De noviembre del mismo año es el privilegio de salvedad que dio este Príncipe en favor de esta metropolitana, a la cual dice que ya estaba obligado a proteger utpote mater omnium ecclesiarum regni nostri: expresa también los límites de su jurisdicción a flumine Gaiano (riu Gaià; río Gaiá o Gayá) usque ad collum de Balaguer. Está fecho en Tarragona per manum Columbi notarii. De allí a tres años, a 8 de julio, creó el Arzobispo la dignidad de la precentoría, uniéndola a un canonicato, según lo dispuesto por sus antecesores; y así perseveró hasta los tiempos del señor Arzobispo Cervantes. Entre estas y otras tantas ocupaciones en bien de su iglesia, le sobrevino la muerte a 4 de noviembre de 1198. Está enterrado junto a la capilla de Santa Bárbara en lo alto de la pared en una urna de mármol, donde tiene por armas un castillo con tres torres (terç, terça : tercio) de oro en campo de gules. La inscripción dice así: "Obiit Reverendus Pater Dominus Raimundus de Castro Terciolo, quondam 

Archiepiscopus hujus sanctae ecclesiae II nonas novembris, anno Dominicae Incarnationis MCXCVIII, cujus ossa in hac tumba translata sunt.” Todos estos epitafios y los del siglo siguiente, no son del tiempo que suenan, sino escritos a principios del siglo XIV, como lo muestra su carácter uniforme con el del último que allí está depositado, que es Don Guillermo Rocaberti. Enterrábanse primero los Arzobispos en el pavimento de la iglesia al pie del altar de San Agustín, como más adelante se probará, a excepción de uno o dos en el siglo XIII. Los huesos de todos ellos elevó el citado Arzobispo Rocaberti y depositó en urnas, como hoy están, y entonces fue cuando se escribieron estos letreros. Y quede esto dicho y supuesto para lo que se dirá cuando se hable de este Prelado. Al difunto Don Raimundo sucedió otro del mismo 

nombre, que fue


Don Raimundo de Rocaberti, Catalán, quien ya gobernaba esta iglesia en el marzo del año 1190. Era muy querido del Rey Don Pedro de Aragón, de quien alcanzó algunos privilegios para su catedral, y a quien acompañó en varias expediciones que hizo aquel Soberano, particularmente en las vistas concertadas en Jaca con el Rey de Inglaterra en 1205 y en la famosa batalla de Úbeda de 1212 (Navas de Tolosa). No consta que le acompañase en el viaje de Roma, cuando fue coronado aquel Príncipe por el Papa Inocencio III: ceremonia que describe Zurita lib. II. cap. 51; de donde resultó a nuestro Arzobispo y sus sucesores el derecho de ungir a los Reyes de Aragón, como consta de la bula dada en Ferentino a 17 de junio de 1206 (V. Bull. Rom.). 

En el siguiente 1208 confirmó el mismo Papa la renuncia que hizo el Rey Don Pedro del derecho con que hasta entonces había entendido en las elecciones de los Obispos, dejándolas libres para los Cabildos, contentándose con que los electos le prestasen juramento de fidelidad. Gran parte tuvo en esto nuestro Arzobispo, como también en la composición del pleito y ruidosa causa que levantaron al Obispo de Vique, Guillermo de Tavartet, dos de sus canónigos, de la cual hay memoria en el derecho (lib. V. tit. I de accusationibus, cap. 19. Cum oporteat). Habíale comisionado el Papa Inocencio para la averiguación de esta causa junto con el Abad de Poblet y el Arcediano de Barcelona (a). Resistió varonilmente el mismo Prelado a ciertas pretensiones que contra la iglesia tenían los vecinos de Tarragona y su campo, con los cuales, por amor a la paz, firmó compromiso en Don Guillermo, Obispo de Vique, Don Juan, Obispo de Albarracín (b).

(a) Ya se dijo en su lugar el éxito que tuvo esta causa, y la inocencia del Obispo acusado.

(b) Blanc asegura haber visto la sentencia original, dada a 31 de agosto de 1214; mas en este tiempo no era Obispo de Albarracín Juan, sino Hispano, que asistió al concilio Lateranense en noviembre de 1215, como ya dijimos en la Carta XIX. Así que hubo error en el nombre o en la fecha, que bien pudo ser posterior a la muerte del Arzobispo Don Raimundo; y entonces sería cierto que Don Juan Egidio llena el hueco que hay en el Episcopologio de Segorbe y Albarracín entre Don Hispano y Don Domingo.

Guillermo Botet, ciudadano de Lérida, y Vidal, canónigo de esta última ciudad. Entre otras cosas pretendía el pueblo, que pues la ciudad y su campo eran de la iglesia y se había aumentado la población, se hicieran nuevos templos para la comodidad de los fieles. Dijeron los jueces que no era esto necesario; y que en los días de trabajo los canónigos o comensales fuesen a decir algunas misas en las iglesias de Nazaret, San Miguel y otras; y en los festivos acudiesen todos los fieles a la misa mayor de la catedral. Pedían igualmente que la administración de Sacramentos, entierros, etc., se hiciese gratis; en lo cual resolvieron los jueces que no se debía despojar a la iglesia de la posesión en que estaba de percibir algunos derechos por estos actos. Otras memorias de menor entidad quedan de este Prelado, entre las cuales cuentan la institución de dos comensalías con la advocación de San Agustín. En el Necrologio de esta iglesia se lee que murió día 6 de enero de 1214. La misma época fija la inscripción que se halla en su entierro junto a la capilla de Santa Bárbara que dice así: Obiit Reverendus Pater Raimundus de Rocabertino, Archiepiscopus Sedis Tarraconensis VIII idus januarii anno Incarnationis     Dominicae M.CC.XIV cuius ossa sunt in hac tumba posita. Pero es de advertir que esta cuenta corresponde al 6 de enero de 1215 del cómputo que ahora usamos. Con lo cual viene bien la fecha del testamento que hizo a 1 de julio de 1214. De este documento, cuya copia envié, consta que ya entonces se estaba construyendo el claustro de esta iglesia, para cuya obra mandó mil sueldos. Item, dejó trescientos sueldos para su sepulcro de mármol, que acaso será el que hay en el patio de palacio, traído allí después de la traslación de sus huesos al lugar mencionado por alguno de los Rocabertis, Prepósitos de la iglesia, que fueron los primeros que construyeron su habitación donde hoy es palacio arzobispal. Entre varias mandas al monasterio de Santas Cruces se halla: et unum Sarracenum qui vocatur Mafometh, et alium Sarracenum de melioribus baccallariis, quos habeo. Ducange dirá lo que ello es. En fin allá va la copia donde lo verás mejor (a: Ap. núm. XIX.). Sucediole


Don Sparago (leo Spárago) de Barca, natural de Montpeller, a quien el Rey Don Jaime I llamaba su tío por el parentesco que tuvo con Doña María, madre de este Príncipe. Era Obispo de Pamplona desde el año 1212: eligiole el Capítulo unánimemente a mediados de febrero de 1215. De 22 del mismo mes es la carta con que pidieron al Papa Inocencio III la confirmación. Firman en ella además de los dignidades y canónigos, los Obispos Pedro de Urgel y Ponce de Tortosa, y Bertrán, Prior de Escornalbou, a quien también convocaban para la elección de Arzobispo; bien que esto sólo duró hasta que en 1219 quedó unido este priorato a la mitra, como ya dije (a: Véase Ap. núm. IX). Lograron por entonces estos reinos que se les restituyese la persona del niño Rey Don Jaime, detenido por el Conde Simón de Monfort. Nuestro Prelado no sólo por el deudo que con él tenía, sino también por su gran crédito, fue nombrado ayo y consejero del Rey en su menor edad; y logró tenerle en sus brazos y presentarle a todos los señores del reino en las cortes de Lérida, cuando le juraron por su señor. Para proteger al niño Rey, y consolidar en sus manos el gobierno, hizo alianza con el Obispo de Tarazona, Don Pedro Fernández, Señor de Albarracín, Jimén Cornel, Guillermo de Cervera, Guillermo, Vizconde de Cardona, y Guillermo de Montagut. Existe en el archivo general de Aragón la escritura fecha en Monzón en 25 de septiembre de 1216. En Lérida celebró después en 1229 un concilio el Legado Apostólico Juan, Obispo Sabinense; el cual instó a nuestro Arzobispo para que juntase otro en Tarragona con el fin de obligar mejor a la provincia a su observancia. Este último se tuvo en 1230. Las constituciones de ambos se hallan en la colección de las Tarraconenses: siendo las de este concilio las primeras que se conservan, y de que se ha hecho uso. A pesar de las disposiciones que habían tomado los Reyes anteriores contra los Valdenses, era grande el estrago que hacían con sus errores en este país. No bastando por sí solo este Prelado para cortar el mal, rogó a los Padres Cartujos de Scala Dei que dejasen su retiro por el bien de sus hermanos. Grandes conversiones se cuentan hechas por aquellos religiosos, y singularmente por su Prior Randulfo, a quien Don Sparago autorizó con facultades muy amplias, y después en premio de sus trabajos dio algunos lugares y distinciones (a: Ap. núm. XLII.). Mas como ni aun con todo esto pudiese extirpar el mal, singularmente en la parte meridional de su provincia, logró que el Papa Gregorio IX expidiese la bula Declinante, en que estableció en estos reinos el santo Oficio de la Inquisición, el cual por esta razón hay quien dice que comenzó en Don Sparago. Esto es cierto que tuvo gran parte en su establecimiento, estimulando con San Raimundo de Peñafort al Rey Don Jaime para que lo admitiese como el medio más eficaz para arredrar a los que otras providencias no bastaban a contener. También tuvo mucha parte nuestro Arzobispo para la conquista de Mallorca, para la cual ayudó con gran cantidad de dinero, y dando permiso a varios Prelados para acompañar al Rey con gente de guerra, ya que él por su crecida edad no pudo asistir personalmente. En razón de esto se dieron algunas posesiones a esta iglesia en aquella isla. Del mismo modo se portó en los principios de la conquista del reino de Valencia. Era el apoyo del Rey y de todas sus empresas, que siempre hallaron buena acogida en su ánimo. Murió este gran Prelado a 3 de marzo de 1233. Tiene su entierro en una urna de mármol en lo alto de la pared junto a la capilla de los Santos Cosme y Damián, donde con no poco peligro leí la siguiente inscripción:

Anno Domini M.CC.XXXIII. V. nonas martii.

Pontificum splendor, lux cleri, fons bonitatis,

Moribus et vita Sparagus iste fuit

Simplex et rectus, humilis, pius; indeque vitae

Laudibus illius addere nemo potest.

Tu, qui cuncta potes, hunc coeli culmine dotes.


Muerto este Prelado fue electo por sucesor Don Berenguer de Palou, Obispo de Barcelona. El Papa anuló esta elección por lo necesaria que era en aquella iglesia su persona. Esta noticia, ignorada hasta ahora, consta de una carta de Gregorio IX, que he visto en este archivo, dirigida a este Cabildo, fecha idibus februarii, pontificatus anno VII, que corresponde a 13 de febrero de 1234. El Cabildo procedió entonces a nueva elección, junto con los Obispos sufragáneos, y nombraron Dominum Egidium tit. SS. Cosmae et Damiani Diaconum Cardinalem. Consta esto de la carta con que dieron noticia de ello a S. S. fecha V. kal. junii M.CC.XXX quarto. De la cual he visto un duplicado auténtico en este archivo. En ella expresamente dicen que hicieron esta elección por haber anulado S. S. la del Obispo de Barcelona. No me consta la suerte que tuvo la de este Cardenal. Solamente sé que el Papa nombró Arzobispo a San Raimundo de Peñafort. De lo cual, y de la humildad con que el Santo echó de sí carga tan pesada, compuso una elegante canción Lupercio Leonardo y Argensola, que anda entre sus obras, diciendo entre otras cosas:

¿Careces de experiencia?

¿O temes la obediencia

Con que el Pastor supremo te ha obligado

a regir la cabaña 

que dio su nombre a la mitad de España?


San Raimundo no sólo logró escapar de la dignidad, sino que con la cabida que tenía con el Papa Gregorio hizo que recayese en


Don Guillermo de Mongrí, Sacrista de Gerona; el cual por su humildad se resistió fuertemente a las instancias con que el Cabildo le rogaba que cuanto antes se consagrase. Mas él instó al Papa que le admitiese su renuncia; y a la postre fue compelido a quedarse a lo menos con la administración de esta iglesia; y así en nombre de ella y en calidad de electo emprendió con permiso del Rey en 1235 la conquista de las islas de Iviza y Formentera, ayudado de los famosos Don Pedro, Infante de Portugal, y Nuño Sánchez, Conde de Rosellón. Las banderas de que se sirvieron en la expedición se conservan en esta catedral, y todavía se colocan sobre la reja del coro en el día de San Pedro, que fue el en que se verificó aquella conquista. Libres con esto las costas de las correrías de los Moros, marchó a Roma y logró que fuesen oídas sus súplicas, con lo cual pudo retirarse a Gerona, reservándose los frutos de Iviza y de la villa de Constantí, como consta de dos cartas que hay sobre esto del citado Papa. Con estos réditos, viviendo frugalmente, fundó la Cartuja de 

San Pol de Maresmes en el vizcondado de Cabrera, que en el siglo XV se trasladó e incorporó con la de Montealegre, junto a Barcelona. Dicen que murió en Gerona, de lo cual he hallado en el Necrologio la noticia siguiente: XI. kal. julii, anno Domini M.CC.LXXIII, obiit bonae memoriae Guillermus de Monte (a), electus Tarraconensis et Sacrista Gerundensis. 


(a) Los latinos de aquel tiempo le llamaban de Monte grino, como consta de escrituras que he visto; así que esta lección está diminuta, sabiéndose que el de que se habla en ella es el mismo electo de Tarragona. Otros anticipan muchos años el día de su muerte; lo cual no tiene lugar, pues a 1.° de abril de 1272 hizo cesión al Infante Don Pedro de Aragón del castillo y villa de Torrella (Torroella) de Mongrí. Existe el documento original en el archivo real de Barcelona, en el cual se llama sólo Sacrista Gerundensis. 

No debo omitir otra memoria que hallo de este Prelado, y es el breve que le dirigió el Papa Gregorio IX a 24 de abril año IX (1235), encargándole que él con sus sufragáneos, Abades, Arcedianos y nobles de la provincia hiciesen paz con el Rey Don Jaime I, y que de cinco en cinco años renovasen el juramento que con este motivo debían hacer, dándole facultad de usar de censuras contra los perturbadores. Las causas que dieron ocasión a esto no son para dichas ahora. Con la renuncia que dije hubo lugar para la elección del sucesor, que fue


Don Pedro de Albalat, Aragonés, (N. E. hay varios Albalate en Aragón) Obispo de Lérida. No consta el año de su elección, mas es cierto que fue antes o en el principio del 1238, puesto que a mediados del mismo se halló en la conquista de Valencia, en la cual gastó cinco mil marcos de plata, y purificó además su iglesia mayor, y logró que su catedral se declarase sufragánea de Tarragona contra la pretensión del Metropolitano de Toledo. En un códice de los Privilegios de Mallorca, mss. a fines del siglo XIII, que posee en aquella villa Don Antonio Ignacio Pueyo, se halla al fin un breve Cronicón (varias palabras no se pueden leer), escrito del mismo tiempo: y hablando de la conquista de Valencia en 1238 dice: 

et in eodem anno fuit Archiepiscopus Terraconensis magister P. de Albalat, Episcopus Illerdae, qui in obsidione praedicta pallium primo suscepit, et celebravit ibidem primo. Mucho contribuyó a esto la decidida voluntad del Rey Conquistador, quien según su promesa deseaba exaltar y engrandecer a la metrópoli, a quien tanto debía. Por lo mismo quiso el Rey que el primer Obispo de Valencia fuese Don Ferrer Pallarés (y no de San Martí), que era Pavordre de Tarragona desde el año 1217. Esmerose 

mucho nuestro Prelado en la celebración de concilios provinciales. Ocho se cuentan tenidos hasta el año 1248. Aun hay memoria de otros dos que celebró en Alcañiz. De uno de ellos, tenido a 25 de febrero de 1249, he hallado posteriormente algunas constituciones, que con otras verás a su tiempo. Hallose también en el concilio general Lugdunense I de 1245. En el año 1247 recibió comisión Apostólica para que junto con San Raimundo de Peñafort y el venerable fray Miguel de Fabra sosegase los disturbios de la iglesia de Lérida, ocasionados en la elección de Obispo: nombraron los tres al maestro fray Guillermo Barberá, Dominico, por el marzo de 1248. En el mismo año fundó el convento de mi orden en esta ciudad (a: Ap. núm. XLIII.), que primero estuvo fuera de sus muros, y después con motivo de las guerras de sucesión se trasladó al sitio actual, dentro del que ocupaba el circo máximo de los Romanos. Del mismo año es la constitución que ya dije en otro correo, en que mandó que la admisión de los nuevos canónigos se hiciese a pluridad, no con uniformidad de votos. También se atribuye al mismo, año 1248, la constitución que hizo de que en el altar mayor de la catedral sólo celebren sus canónigos, permitiéndolo a los Obispos con anuencia del Cabildo. Asistió con su persona, vasallos y dinero al Rey Conquistador en la toma de Játiva. Consagró el altar mayor de San Pedro de Huesca en 1241, y la iglesia de Escornalbou en 1240, y las de Santa María la mayor y del santo Sepulcro en Calatayud en 1249. De vuelta de las cortes de Monzón de 1250, en las que trabajó mucho en favor del Rey y reino (Véase Zurita, lib. III, cap. XIV). murió en el monasterio de Poblet a 2 de julio de 1251, como consta del instrumento de elección del sucesor


Don Benito de Rocaberti, electo a 9 de agosto del mismo año. Era canónigo y Camarero de esta iglesia y capellán del Papa Inocencio IV, el cual le envió el palio a 28 de febrero de 1252. Celebró tres concilios y asistió a la junta de Obispos en Lérida que convocó en 1257 el Rey Don Jaime I, cuyas actas publicó Aguirre. Terminó como Metropolitano el juicio que en la diócesi de Urgel habían comenzado contra los Valdenses el Obispo Don Ponce de Villamur y el Inquisidor Fr. Pedro Tenes, Dominico, quedando suspensos de su jurisdicción aquel por el Papa y este por su Provincial. No tengo de esto otra noticia más que la que dan las cartas de nuestro Arzobispo a San Raimundo de Peñafort y a Fr. Pedro de San Ponç, Prior de mi orden en Barcelona, y las contestaciones de estos que copié y fueron a su tiempo. De este Arzobispo, dice Blanc, ho se hallan sino pleitos, cuestiones e inquietudes, que echaron a perder la iglesia y la pusieron en gran confusión (a: Ap. núm. XLIV.). Prosigue este escritor especificando estos escándalos, los cuales ocasionaron varias comisiones pontificias, que he visto y sería molesto especificar aquí. Sostuvo con ardor los derechos de su iglesia contra Don Sancho, Arzobispo de Toledo, que obraba como Primado en la provincia Tarraconense, protestando y apelando a la Sede Apostólica, y mandando además al clero de su provincia que observase puntualmente la constitución de Archiepiscopo Toletano del concilio provincial de Valencia de 1240. Ambos documentos hallarás en el apéndice a la disertación de Primatibus de Pedro de Marca. Murió el Prelado en Huesca a 2 de mayo de 1268. Sus huesos fueron trasladados después en 1333 por Don Geraldo Rocaberti, Prepósito, a la capilla de Corpore Christi del claustro de esta iglesia. Un año antes de su muerte se fundó con su licencia el convento de Santa Clara de Tarragona. Visitó este Prelado toda la provincia Tarraconense, lo cual solían hacer con frecuencia estos Arzobispos (a). Debió vacar la Sede más de un año.

(a) El Marqués de Mondéjar en las Memorias de Don Alonso el Sabio (lib. IV. cap. XXVIII), pone en 1265 un Arzobispo de Tarragona llamado Fr. Pedro Ginés, Cisterciense, a quien el Papa Clemente IV dirigió en 22 de mayo de ese año un breve, que copia allí mismo, traducido al español, con que se lamenta de la rebelión de los Moros contra Don Alonso X de Castilla, y le exhorta que anime a los fieles a tomar las armas con las indulgencias de la cruzada, etc. Como no hay rastro de tal Fr. Pedro en esta Silla, y sea cierto que el Arzobispo Don Benito murió en 1268, hemos de creer que fue equivocación del Marqués, que escribió Tarragona por otra Silla que debía ocupar ese fray Pedro, y acaso sería el llamado fray Pedro Garcés, Cisterciense, Obispo de Segorbe.

A lo menos sé que lo estaba en noviembre y diciembre de 1269, cuando el Capítulo y Prepósito confirmaron la elección del Obispo de Urgel Pedro de Urgio, el cual juró obediencia Domino meo futuro Archiepiscopo, y el Obispo de Vique, que le consagró, dice que lo hizo auctoritate ecclesiae Tarraconensis, Sede vacante. Está la escritura original en este archivo. Le sucedió 


Don Fray Bernardo de Olivella o Çolivella, de la orden de la Merced, el cual fue trasladado a esta Silla de la de Tortosa, a cuyo Episcopologio me remito para las noticias anteriores a esta época. Residía ya aquí a 20 de marzo de 1272, en que el Rey Don Jaime I le nombró árbitro en el pleito de si los nobles de Cataluña, que tenían feudos por él, debían seguirle siempre que él lo mandase en las guerras contra Moros, singularmente 

en la que entonces movió al Rey de Granada en favor del de Castilla. Los nobles que resistieron principalmente fueron R. de Cardona, P. de Berga, R. de Urgio. No sé lo que sentenció el nuevo Arzobispo, pero es cierto que este nombramiento, que existe original en el archivo real de Barcelona, es una prueba de la alta opinión que de él se tenía. 

Cuéntanse de él mil bienes en este pontificado, donde continuó en mostrar con más extensión su celo pastoral, cuanto era mayor su obligación y la necesidad que de él tenía toda la provincia. Para remedio de los males que en ella había celebró tres concilios en esta ciudad. Creó y dotó en su catedral las dignidades de Deán, Arcediano de San Fructuoso y el de Vilaseca. La fábrica del templo le debió su conclusión, costeándola con lo que ahorró retirado en Escornalbou, de cuya colegial era Prior por ser Arzobispo, como ya se dijo en otras ocasiones. Fue el primer Arzobispo de Tarragona que puso en práctica la facultad de ungir a los Reyes de Aragón que les había concedido el Papa Inocencio III, ungiendo en Zaragoza (en la Seo) a Don Pedro III, llamado el Grande, en 1276. Debió en los años siguientes las más singulares confianzas al mismo Monarca hasta el momento de su muerte, acaecida en Villafranca de Panadés, y aun fue uno de sus testamentarios. No había sido menos estimado de su padre el Rey Don Jaime I, de quien fue Capitán general y lugarteniente en toda la corona de Aragón, como dice Zurita. Ordenó los códices del oficio eclesiástico, de los cuales usó toda la diócesi hasta la corrección que nuevamente dispuso el sucesor Don Pedro de Urrea. En su tiempo estuvo preso San Luis, Obispo de Tolosa, con Roberto, su hermano en el castillo de Ciurana de esta diócesi. Otro asunto ruidoso manejó este Prelado, que fue la competencia de su iglesia con la de Toledo sobre la jurisdicción metropolítica de la iglesia de Segorbe y Albarracín. Duró la contestación hasta el año 1318 en que el Papa Juan XXII la hizo sufragánea de Zaragoza, erigida entonces en metropolitana. Nuestro Arzobispo se portó en este negocio con tal moderación, que ocupando la Silla de Segorbe Don Fr. Pedro Çacosta, elegido por sólo un voto de aquel cabildo en discordia con Don Miguel Sánchez, electo por la mayor parte de él, sin embargo que este pidió y obtuvo su consagración del Arzobispo de Toledo, negola el nuestro a Çacosta, aunque la pedía con ansia, pretextando que estaba pendiente la lid y no queriendo mezclarse en el gobierno de un intruso. Murió este Prelado lleno de gloria a 29 de octubre de 1287. No se sabe dónde se depositó interinamente su cuerpo, pero el Necrologio a 6 de febrero, sin decir el año, pone su traslación al sepulcro que hoy tiene en Santa Tecla la vieja en una grande arca de mármol, trabajada con sencillez, sin inscripción alguna, como él mandó; está colocada debajo de un arco, entrando en la iglesia a mano izquierda; sobre ella se ve una estatua tendida con el vestido pontifical y la mitra muy pequeña. Envié copia del testamento que otorgó el mismo día de su muerte, donde entre otras cosas verás las capellanías que fundó en Santa Tecla la vieja, a quien dejaba sus Breviarios y otros libros rituales, y los de teología a Santo Domingo, San Francisco y otros. No será mal documento para la colección (a: Vid. el Ap. núm. XVII.). Mucha extrañeza me causa que entre estos legados no haga mención del convento de la orden de la Merced, que ya estaba aquí fundado, si es verdad que era individuo de esta orden, como comúnmente se asegura. Lo que no se podrá probar es que fuese su General, como algunos dicen, puesto que hasta entrado el siglo XIV la gobernaron los caballeros legos. Acaso de Capitán General de Aragón le hicieron equivocadamente General de la Merced. Vamos al sucesor, que fue


Don Rodrigo Tello, Sevillano y Obispo de Segovia. No consta el tiempo de su elección, pero estaba ya en posesión de esta iglesia en 1290, la cual gobernó hasta el día 16 de diciembre de 1308. Del primer año de su pontificado hay una constitución económica para la conservación de los bienes de la mitra en vacantes o ausencias de los Arzobispos. Y otra para que los canónigos pudiesen testar en favor de sus criados y obras pías; pero muriendo ab intestato se nombrasen dos canónigos que dispusiesen de sus bienes en obras pías. Aún hoy se practica esto, después de cerca de tres siglos que los canónigos se han secularizado. En 1291 coronó en Zaragoza a Don Jaime II, que sucedió en el reino a su hermano Don Alfonso III. Perfeccionó el edificio de la catedral, construyendo, según dicen, la torre de las campanas. Celebró cuatro concilios, cuyas constituciones son conocidas. Una memoria hallo de su tiempo digna de ser notada, aunque no pertenece a sus hechos, y es la facultad que Don Fr. Raimundo Despont, Obispo de Valencia, como comisionado del Papa Bonifacio VIII, dio al Prepósito de Tarragona para que en esta diócesi 

pudiese absolver de las censuras Apostólicas fulminadas con ocasión de la guerra de Sicilia a cuantos hubiesen apoyado las pretensiones del Rey Don Pedro III, y de sus tres hijos Alfonso, Jaime y Fadrique. Cuento ruidoso, sobre el cual no es menester decir más. He visto la dicha subdelegación original en este archivo, fecha en Barcelona a 16 de noviembre de 1295, y escrita en papel de algodón (a: Ap. núm. XLV.). Tiene nuestro Arzobispo su entierro en el plano del coro, entre el facistol y la reja, y sobre la piedra de jaspe que le cubre hay este letrero: An. Domini M.CCC.VIII. XVII. kal. januarii obiit Dominus Rodericus Archiep. Tarracon., qui instituit duas capellanias, et capellani tenentes eas tenentur quolibet anno tria facere anniversaria. Fue el sucesor


Don Guillermo de Rocaberti, el tercero de esta ilustre familia de Cataluña que fue promovido a esta dignidad, lo cual no sé cuando se verificó. Lo que sé es que a 7 de los idus de enero, año IV de su pontificado (1309), 

escribió el Papa Clemente V al Rey Don Jaime II desde el monasterio Caonense, diócesi de Narbona, que por hallarse en camino y estar ausentes los Cardenales no se atrevía a confirmar la elección de Arzobispo de Tarragona, hecha por el Capítulo en la persona del Prepósito de la misma iglesia, ni dar facultad a ninguno de sus sufragáneos para que lo consagrasen y diesen el palio; supuesto que la

provisión de la Silla de Tarragona, a instancias del mismo Rey, ya tiempo había que estaba reservada a la Silla Apostólica: y así le ruega que acuda a la misma el electo para recibir la confirmación y el palio, según constare de la justicia de su elección (a: Aps. núms. XLVI y XLVII.). Conjeturo que el electo de que aquí se habla es el mismo Don Guillermo de Rocaberti, el cual en el mismo año 1309, debió quedar confirmado por S. S., puesto que en el siguiente 1310 ya tuvo uno de los concilios provinciales que se le atribuyen, según parece de la petición que presentó el Rey Don Jaime II a los Prelados juntos en Tarragona sobre subsidio para la guerra contra infieles, fecha VI idus decembris 1310. Con mayor extensión puedo hablar de los que celebró con ocasión de la ruidosa causa de los Templarios. Ya se dijo en el tomo V. carta XLIV, como el Rey Don Jaime II de Aragón, a instancias del de Francia y del Papa, había procedido contra los Templarios de su reino desde fines del año 1307 (a: Ap. núm. XLVIII.): y cómo ellos se encastillaron, y al fin se entregaron al Rey: y los juicios que se abrieron para su causa: y la firmeza con que el Rey de Aragón se unió con los de Castilla y Portugal para que no saliesen de sus dominios los bienes de aquella orden, y otras muchas cosas que en ello hubo. En el mismo lugar constan los concilios Tarraconenses que se tuvieron para el examen de esta causa. Entre ellos el más considerable fue el del año 1312, en que se hallaron los Obispos de Valencia, Zaragoza, Vique, Huesca, Tortosa y Lérida. Comparecieron los acusados, y después de un examen riguroso fueron absueltos y declarados libres de toda sospecha de herejía. La sentencia definitiva se leyó en pleno concilio en la capilla de Corpore Christi, día 4 de noviembre del mismo año 1312, por Arnaldo Cescomes, canónigo de Barcelona, que después fue Arzobispo de Tarragona. En virtud de esta sentencia quedaron los Templarios de estas provincias sujetos a sus respectivos ordinarios, recibiendo una congrua sustentación de los mismos bienes que se les habían ocupado, hasta que el Papa dispusiese lo que de ellos se había de hacer. Así estuvieron hasta el 1321, en que el Papa Juan XXII les permitió entrar en otras órdenes religiosas.

Esta resolución del concilio provincial Tarraconense no debe mirarse como contraria a la que tomó el concilio general Vienense en la condenación de aquella orden. Primeramente es de notar que un Cronicón de este tiempo, hablando de la junta que Clemente V formó de Cardenales y Prelados del concilio Vienense para examinar la causa de los Templarios, dice inter quos tamen non fuit provincia Tarraconensis. Acaso eran ya reconocidos por inocentes los Templarios de esta provincia en aquel concilio general, o lo que es más cierto, no fueron comprendidos (comprehendidos) en la proscripción común, constando en Labbé que el Papa Clemente V cuando reservó a su disposición los bienes de aquella orden, exceptuó los de los reinos de Aragón, Mallorca y Portugal. En segundo lugar se ha de reflexionar la bula del Papa Clemente V, que se publicó en el lugar citado, en que manda a los Templarios de todas las provincias que comparezcan ante sus propios Obispos, y da facultad a los concilios provinciales para examinar y sentenciar su causa, y consignarles una decente pensión de los bienes de su orden, ya extinguida en caso de hallarles inocentes. Esta bula enlaza nuestro concilio provincial con la sentencia de extinción fulminada en el concilio, publicada por Labbé, o (por decirlo con propiedad) con la publicada por nosotros en el tomo V, con antelación de dos meses de fecha. El no haberse podido hallar hasta ahora las actas de este concilio Tarraconense, o alguna copia de su sentencia, y la escasez con que nuestros historiadores hablaron de él, es la causa por que Harduino habló con tanta duda de la existencia de este concilio, mentándolo solamente en el índice. Mas sobre las pruebas de su existencia, que se dieron en nuestro tomo V, puedo todavía alegar otras dos. Una es el testamento de Don Fr. Raimundo Despont, Obispo de Valencia, que enfermó en Tarragona hacia la fiesta de Todos Santos del año 1312, habiendo venido, como él dice, al concilio provincial (V. este testamento, tomo IV, pág. 313). La otra prueba, todavía más convincente, es la carta que nuestro Arzobispo escribió al Rey Don Jaime II desde Exea a 25 de noviembre del mismo año 1312, pidiéndole los bienes, reliquias y posesiones de los Templarios, de los cuales dicho Príncipe consta que se había apoderado desde 1307 (a), para poder cumplir lo que acababa de disponer el concilio de Tarragona.

(a) En un Diario de Barcelona hallo las siguientes noticias, de cuya autenticidad no salgo responsable: En aquest any (1274) fonch la destruccio dels Templaris y tots en un día per tots los tres regnes. = En aquest any (1307) fonch deposat lordre dels Templaris e moriren la maior part a mala mort, e degollats, per lo gran pecat que ab ells era.

Volviendo a nuestro Arzobispo se sabe que creó los oficios de síndicos del Cabildo, y dotó veintidós lámparas en esta iglesia: que en 1314 dio en Lérida la bendición nupcial a Don Alfonso, hijo de Don Jaime II, que casó con Doña Teresa de Entenza: y por último, que murió en San Desiderio, diócesi de Magalona, a 25 de febrero de 1315. Hizo testamento dos años antes, a 29 de noviembre, con ocasión de emprender un viaje a Roma, el 

cual no sé si efectuó, ni cuál era su motivo. He visto el original de este instrumento, aunque no lo he podido copiar. Es notable en él que elige sepultura in Sede Terraconensi iuxta altare B. Augustini more praedecessorum nostrorum. Este altar estaba en la puerta que ahora es de la capilla del Sacramento, y por eso, cuando la edificó Don Antonio Agustín, se le mandó reponer dentro de la capilla un altar de San Agustín. Es pues constante que aún en tiempo de Don Guillermo Rocaberti era costumbre de los Prelados enterrarse junto a aquel altar, y sin duda en el pavimento. Así que las urnas que están colocadas allí mismo, en lo alto de la pared, deben reputarse por posteriores, siendo, como son la mayor parte de ellas, osarios y no más. Una de ellas es la de este Arzobispo, en la cual están las armas de su familia, es a saber, tres barras de oro con tres rocas de azul, y la inscripción siguiente: Anno Domini M.CCC.XV. et V. kls. martii obiit reverendus pater Guillelmus de Rocabertino sanctae Terrachonensis ecclesiae Archiepiscopus, qui instituit unum capellanum perpetuum in altari S. Martini, quod ipse in Sede ista erexit, et viginti duas lampades, quae die ac nocte ardeant, et unum anniversarium die obitus sui stabilitum perpetuo voluit. Moribus ornatus, et probatus, iustitia gratus, et sanguine nobilitatus; cuius anima requiescat in pace, amen.

En la vacante de esta prelacía fue condenada la doctrina del famoso Arnaldo de Vilanova, año 1311, el cual siete años antes (a: Ap. núm. XLIX y L.) había dado varios motivos para que el Papa Clemente V escribiera dos cartas al Rey de Aragón Don Jaime II. Fueron los jueces con comisión pontificia el Prepósito de Tarragona Don Jofre de Cruillas, electo Abad de Fox, de allí a dos años, y el Inquisidor mencionado arriba Fr. Juan Llotger (a: Ap. núm. LI.). Entre los teólogos que se hallaron presentes, uno fue Fr. Pedro Marsilio, Dominico, autor de la Crónica latina del Rey Don Jaime I. El Papa Juan XXII rehusó confirmar al sucesor electo por el Cabildo, que era Don Juan de Aragón, hijo del Rey Don Jaime, por razón de su tierna edad, que no excedía de los 12 años. Envío el breve dado en Aviñón a 15 de diciembre 1316, por ser curioso (b: Ap. núm. LII.). En él ofrece el Papa al Rey dar la dignidad arzobispal a uno de los tres o más que le propondría. Y yo creo que por este camino vino a gobernar esta iglesia


Don Jimén de Luna, Aragonés, Obispo que era de Zaragoza. Hallábase ya aquí a 26 de julio de 1317, como se infiere de algunas escrituras del archivo general de Aragón. A pocos días de tomada posesión convocó a concilio: otro tuvo más adelante. A mitad de 1318 se erigió en metropolitana la iglesia de Zaragoza, con lo cual se atajaron los pleitos de Tarragona con Toledo sobre la Silla de Segorbe. Desmembración que no repugnaría mucho nuestro Arzobispo por ser Aragonés, y más bien por el provecho espiritual que de ella debía resultar. En 1319, dio en la villa de Gandesa la bendición nupcial a Don Jaime, primogénito del Rey Don Jaime II, que casó con doña Leonor, hija de Don Fernando de Castilla. Notorio es como no quiso el Infante consumar el matrimonio; de lo cual, y de como tomó luego en Tarragona el hábito de San Juan de Jerusalem, habla Zurita, lib. VI, cap. 32. En el archivo de la corona de Aragón (Armario de Urgel), existe un breve del Papa Juan XXII de 10 de mayo 1320 en que dispensa a dicho Infante el voto de entrar religioso en el monasterio de Santas Cruces, puesto que ya lo era de la orden de San Juan. Del mismo Príncipe conserva el Necrologio de esta iglesia la memoria siguiente: XII cal. decemb. anno Domini M.CCC.XXI. Dominus frater Jacobus filius illustrissimi Jacobi II. Regis Aragon. instituit in hac ecclesia anniversarium pro animabus quorundam clericorum, quos ultimo suplicio deputavit: pro quo dimissit Praeposito IIII morabetinos censuales. Fue nuestro Arzobispo comisionado por el Papa para el remate de la causa de los Templarios, que fue el ingreso en religiones aprobadas como ya dije arriba. La casa que tenían en Tarragona se dio a

los PP. Dominicos. En 1320 consagró a Don Juan de Aragón, Arzobispo de Toledo, en Lérida; y como este Prelado comenzase luego a usar de cruz alta, puso el nuestro entredicho y cesación à divinis donde quiera que estuviese y por donde pasase el de Toledo, conforme a lo ordenado por Don Pedro de Albalat en el concilio tenido en Valencia año 1240, sobre lo cual te envío estos dos documentos (a: Aps. núms. LIII y LIV). Resintiose de esto aquel Arzobispo, y más el Rey su padre; con lo cual se introdujo en la curia Romana el pleito de primacía de ambas iglesias, que todavía está por sentenciar. Del año 1321, a 15 de enero hay una carta del Papa Juan XXII al Rey excusando la conducta de los Arzobispos de Tarragona y Zaragoza en esta ocasión, y suplicándole los admita de nuevo a su gracia, pues en ello no procedieron sino por celo y amor a los derechos de sus provincias. Este y otros documentos tocantes a aquel negocio publicó Pedro de Marca en su Concordia Sacerd. et Imper. 

Asistió Don Jimén a las cortes de Gerona de 1321, en que se decretó la conquista de Cerdeña, a cuyos gastos hizo que sus vasallos de Tarragona ayudasen con 100.000 sueldos. Otros y graves negocios manejó nuestro Arzobispo, que sería muy largo de contar. En 1323 recibió esta iglesia la insigne reliquia del brazo de Santa Tecla, que solicitó del Rey de Armenia el de Aragón Don Jaime. Deberá entenderse esto de su solemne depósito en la catedral; porque en el 1321 ya estaba en la diócesi esta preciosa reliquia, como consta de la carta con que nuestro Arzobispo Don Jimén convocó a los jurados y vecinos del campo de Tarragona, para que acudiesen a solemnizar la próxima donación que haría el Rey de la reliquia a su catedral. La fecha es X cal. maii 1321. Acaso se dilató dos años, porque consta que el Rey caminaba entonces a las cortes de Gerona. Van copias así de la carta del Rey al de Armenia, como del edicto de nuestro Arzobispo (a: Aps. núms. LV y LVI). En 1326 se erigió el priorato de la iglesia de Reus, dando para esto comisión a nuestro Arzobispo el Cardenal Guillermo de Godin, Obispo Sabinense, a quien como a Camarero de Tarragona pertenecía aquella iglesia. Había enviado el Papa Juan XXII este Cardenal Dominico por su Legado a España en 1320, y en 1322 había celebrado un concilio provincial en Valladolid. En 1324 ya estaba en Aviñón. Con esta ocasión le harían Camarero. Poco después, es a saber a 1 de septiembre de 1327, fue trasladado este Arzobispo a la Silla de Toledo, de donde vino el que antes dije.

Don Juan de Aragón, hijo del Rey Don Jaime que ya era Arzobispo de Toledo desde la edad de 17 años: 28 tenía cuando fue hecho Patriarca de Alejandría y administrador de esta iglesia, sacándole para esto de la soledad de Scala Dei, donde dicen que había vestido ya la cogulla (a: Véase la Historia de las Cartujas de España, que publicó Don José Vallés, Arcediano de San Lorenzo en la iglesia de Tarragona). 

Del afecto que conservó a este instituto y casa diré cuando trate de ella. Consagró este Prelado su iglesia catedral en 1331, fiesta que por entonces mandó celebrar en la dominica III post Resurrectionem. En la iglesia de nuestra Señora del Milagro con autoridad del Papa Juan XXII, promulgó la excomunión contra Luis Bávaro, Emperador, y Pedro Corbario, Antipapa, en presencia de los Obispos de Tortosa, Valencia, Urgel, Vique y Lérida, y los Abades de Poblet, Santas Cruces, Valdigna y otros. Quedan muchas constituciones de los concilios que convocó; y es muy apreciable la colección que formó de las de sus antecesores, sin lo cual acaso perecieran. De las que hizo para el gobierno interior de la catedral, la más notable es la de convocar el Capítulo general que llaman de San Fructuoso, a otro día de la fiesta del Santo: lo cual aún hoy se observa, comenzándose a tocar la campana desde las segundas vísperas de la fiesta, y no dejándolo hasta la entrada en Capítulo. En el último año de su vida tuvo ocasión de ejercitar su gran candad, con motivo de la carestía de granos que afligió a este país. Murió este ilustre Prelado a 19 de agosto de 1334 en Pobo, lugar del reino de Aragón de la diócesi de Zaragoza, caminando a las vistas concertadas entre su hermano el Rey Don Alfonso, y el de Castilla. Fue trasladado su cadáver a esta iglesia y depositado en el suntuoso sepulcro de mármol que está en el presbiterio en el cóncavo de la pared al lado de la epístola. Merece este monumento todos los elogios que le da Ponz en su viaje: sobre todo, es digno de alabanza el rostro del Arzobispo, que sin duda es retrato suyo y grandemente ejecutado. El epitafio dice así: Hic quiescit corpus sanctae memoriae Domini Johannis, filii Domini Jacobi Regis Aragonum, qui in XVII. anno aetatis suae factus Archiepiscopus Toletanus, sic donô scientiae infusae divinitus, et gratia praedicationis floruit, quod nullus eiusdem aetatis in hoc ei similis crederentur. Carnem suam ieiuniis, et ciliciis macerans in XXVIII. anno aetatis suae factus Patriarcha Alexandrinus, et administrator ecclesiae Terraconensis, ordinato per eum inter multa alia bona opera novo monasterio Scala Dei, diocesis Terraconensis, ut per ipsam scalam ad coelum ascenderet, reddidit spiritum Creatori XIV. kal. sept. anno Domini M.CCC.XXXIV. anno vero aetatis suae XXXIII. pro quo Deus tam in vita quam post mortem eiusdem est multa miracula operatus. Más brevemente, pero con mayor especificación, se dice de él en el Necrologio: XIV. kal. sept. anno M.CCC.XXXIIII. obiit illustris Dominus Johannes de Aragonia, filius legitimus Regis Jacobi secundi, Patriarcha Alexandrinus, et XVII. Terracon. Arch. qui fecit unum claustrum in monasterio Scalae Dei, et duo beneficia, et anniversaria in hac ecclesia, et quatuor cereos magnos qui ardeant certis festivitatibus iuxta altare maius Beatae Teclae. 

El llamarle aquí Arzobispo XVII, nació de no haber contado entre ellos a Don Guillermo de Mongrí, a quien este Necrologio sólo llama electo. Mas yo le di lugar en este catálogo por haber sido administrador de la iglesia. Y esta advertencia sirva para lo que se ofrezca de la misma especie en adelante. De los escritos de nuestro Prelado habló Don Nicolás Antonio, aunque omite un tratado que encontré en el Palau de Barcelona (V. allá). En un Manual de la ciudad de Gerona del año 1334, hallo que muerto este Arzobispo los jurados de aquella ciudad escribieron al Papa a 31 de agosto, rogándole que proveyese la vacante en el noble Geraldo de Rocaberti, Prepósito de Tarragona. Quedó la súplica sin efecto, y al difunto sucedió Don Arnaldo Cescomes.

A Dios. Hasta otro correo. Tarragona, etc.