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miércoles, 17 de agosto de 2022

CARTA LXXIV. Viaje a la villa de Ager. Origen de los vizcondes, y de su nombre y título.

CARTA LXXIV. 

Viaje a la villa de Ager. Origen de los vizcondes, y de su nombre y título. Si el de Ager era propio del condado de Urgel. Situación, antigüedad y conquista de esta villa. Noticia de su conquistador y de los vizcondes sus sucesores. Suerte final de este señorío. 

Mi querido hermano: Acabo de llegar a Ager, villa bien conocida y apreciada de los anticuarios por conservarse muchas memorias de lo que ella fue aun en el orden civil: cosa de que suelen escasear las ciudades principales. Y pues he tenido la fortuna de recoger aquí y en otras partes muchos documentos que ilustren este punto particular de nuestra historia, antes de engolfarme en la de su colegiata, quiero decir de su vizcondado y señorío, digo de su origen y alternativas. Y primero extractaré aquí lo que en las memorias de los condes de Urgel tengo escrito muy a la larga, acerca del origen de los vizcondes y de su nombre y título. Porque es innegable que cada condado tenía su vizconde, como encargado de suplir en su gobierno las ausencias y enfermedades del conde. Pero la memoria de estos señores principales es más antigua que la de aquel título subalterno; el cual en el principio se llamó Loco-positus (como locum tenentem, lugarteniente, etc) y Vicarius comitis (vicecomite, vicecomes, vizconde &c). De este último se formó andando el tiempo el vicecomes, cuya primera noticia, según los historiadores de Languedoc (lib. IX. c. 74 y 120), es del año 832. Acá en Cataluña tenemos una anterior, y es la donación del conde Fredelao al monasterio de S. Saturnino de Tabernoles, hecha en el año 815, donde ya se halla ese título como ahora lo usamos. Mas los que lo obtenían, debiendo ser amovibles o vitalicios, como lo fueron en un principio los condes, es claro que mientras lo eran no tenían otro dictado diferente del conde. Quiero decir que eran vizcondes de todo el condado, sin título de fundo particular, y con sólo el general de todo el señorío. Así en la Marca Hisp. (col. 883) hallarás varias veces nombrados a los vizcondes Ceritanensium y Barchinonensium (Cerdaña y Barcelona). En la escritura que días pasados envié de la fundación del monasterio de Roca rosa (a: V. sup. pág. 86), el vizconde de Cabrera Geraldo se intitula asimismo Gerundensium et Urgellensium vicecomes. Esto fue el año 1145, hasta cuya época verás en las citadas memorias que los llamados vizcondes de Urgel, nunca tomaron el título de heredamientos particulares, sino cuando más el de todo el condado, siendo lo regular llamarse vicecomes sin añadidura alguna. En este estado de cosas que debes tener por muy cierto, aunque no es posible ahora dar las pruebas de ello, ¿quién hará caso de la opinión que atribuye a Carlo Magno la distribución de toda Cataluña en condados, con la adjudicación de vizcondes, comitores y valvasores a cada uno de ellos, y los títulos de heredamientos a todos estos oficios subalternos? Y por acercarnos más a lo que tratamos, ¿qué quiere decir D. Antonio Agustín (dial. IV. de las medallas) cuando asegura que en esa distribución el vizconde de Urgel era el vizconde de Ager? ¿Quiere decir que el señor de aquellos estados era el vizconde de todo el condado? Si esto fuese así, sería preciso suponer que Urgel estuvo sin vizconde hasta la mitad del siglo XI; porque Ager no fue ganada de los moros hasta ese tiempo. Y si antes de dicha época había vizcondes en Urgel, según consta de innumerables documentos y lo dicta la razón, los cuales estaban sin duda heredados en otros fundos, ¿cómo es que el título de estas posesiones se mudó en el de la nueva conquista? o ¿cómo los poseedores más antiguos de otras villas y tierras dejaron arrebatarse el honor del vizcondado, permitiendo que pasase a la persona y familia de Arnaldo Mir de Tost, conquistador de Ager? Porque una de estas cosas era preciso que sucediese, para que el señor de Ager viniese a ser vizconde de Urgel. Y si sucedieron, cierto no fue hasta el siglo XII, en el cual comienzan a comparecer vizcondados intitulados con el nombre particular de los fundos o heredamientos paternos, con los cuales pasaba también a los hijos y se perpetuaba en ellos el título, o por consideración a los méritos y servicios de los padres, o por constitución que no ha llegado a nuestra noticia. Y de entre esos vizcondes el más rico y poderoso es natural que entonces se alzase con ese título en todo el condado, sin que en ello pensasen Carlo Magno ni los reyes sucesores hasta el tiempo que dije; sino así insensiblemente y por costumbre y condescendencia, sin ley ni convenio que sobre ello se hiciese, como en otras cosas civiles ha sucedido. En resolución, ni Carlo Magno es autor de la distribución y títulos que tenían los vizcondes y otros oficiales inferiores a los condes, ni el señorío de Ager fue título de los vizcondes de Urgel hasta mucho después de su conquista. Esto quedará más a la larga explicado en las memorias de dichos condes. Ahora vengamos a tratar del origen de este señorío, y de sus primeros poseedores. Ager es la villa capital de un valle fertilísimo que se extiende de E a O, entre los dos ríos llamados Noguera de Pallás (Pallaresa; Pallars) y Noguera de Ribagorza (Ribagorzana), y de N a S, desde la cumbre de Montsech hasta el castillo de Santaliña, llamado, según dicen, en tiempo de los romanos Saltus Liciniae. Pedro de Marca opina que Ager es la antigua Erga de Ptolomeo, cuyo nombre se corrompió en el actual (metástasis, las letras de Erga son Ager, o Agre, Rega). 

El P. Caresmar, fundado en el testimonio de Juan Biclarense, obispo de Gerona, afirma que estos son los Montes Agerenses, cuya conquista no pudieron lograr los godos hasta siglo y medio después que sujetaron lo restante de España; es a saber, en el año 574 de Cristo, en que el rey Leovigildo con grande ejército derrotó y se llevó cautivo a Aspidio, jefe de estos montañeses. Y a la entrada de Leovigildo por estas tierras atribuyen algunos sabios catalanes una u otra moneda de dicho rey, halladas en estos montes. De algunas antiguallas romanas que quedan en esta villa, se dirá cuando se haga la descripción de su iglesia. El dominio pacífico de los moros en este valle duró hasta principios del siglo XI, en el cual un caballero de este condado, llamado Arnaldo Mir de Tost, por ser señor del castillo de Tost, sito al S de Urgel en distancia de unas cuatro leguas, emprendió la conquista de terreno tan importante. Ya en el año 1036 y 1041 suena esta villa poblada de cristianos, y con un monasterio gobernado por el abad Lanfranco. Pero antes del 1050 volvieron los moros a recobrar su posesión, aunque por poco tiempo, quemando en su entrada las escrituras que hallaron de los cristianos. Dícelo una poco posterior, es a saber, del año 1061, la cual está en el archivo de esta colegiata num. 2123, y va copiada (a: Apend. n. XII). En ella verás la querella de una mujer llamada Persona contra su hermana Honorata, por haber vendido un campo de lino a un tal Lorenzo: cosa que no podía enajenar conforme al testamento de Jaginta, madre de ambas litigantes. Y verás como mandando el juez que se exhibiese dicho testamento, no fue posible, porque quando Sarraceni ipsum castrum et villam de Ager ceperunt, omnes scripturas, quas ibi repererunt, cremaverunt, et deleverunt. Lo cual no puede entenderse que se hubiera alegado en juicio, si no fuese cierta y muy averiguada para los mismos jueces esta segunda invasión de los árabes, y no muchos años anterior al de 1061. Este mismo destrozo que los moros hicieron, nos priva de las memorias anteriores a aquella calamidad; por las cuales acaso nos constaría la primera conquista de este valle. Sólo una u otra se salvó de los años 1037 y 1041, según se dijo y dirá después, por donde sabemos que estaba entonces la villa pacíficamente habitada de cristianos, con abadía propia que ya reclamaba posesiones que se le habían usurpado. Y como poco después de esos años en 1056 hallemos una nueva fundación de abadía hecha por Arnaldo Mir de Tost, y este diga que ganó aquella villa y castillo del poder de los moros, debe ser tenido este por el segundo conquistador de Ager, hacia los años 1050 de Cristo. 

Viniendo ahora a las memorias de esta familia, dicho caballero fue hijo de algún Miro o Mirón, según lo indica su apellido, que sin duda es patronímico; y los que lo eran no tenían en Cataluña su terminación en ez como en Castilla (N. E. ¿y en Aragón cómo se llamaba al hijo de Ramiro o de Sancho, Sancio? ¿Y en Valencia?. Mas no creo que el padre fuese el Miro vicecomes sin duda Urgelense, que se nombra y firma en la escritura con que el conde Ermengol III confirmó varias donaciones a la iglesia de Urgel en el año 1047 o siguiente, la cual publica la Marca Hisp. (ap. n. CCXXXIII), y yo copié de nuevo en mi viaje a aquella iglesia, donde junto con ese vizconde Miro se nombra también y firma después de él Arnaldo Mir. Digo que no creo que este sea hijo del otro, porque entonces tendríamos que el título de vizconde de Urgel era ya en el siglo XI propio del tronco de la familia que después obtuvo el señorío de Ager. Lo cual es falso como quedó antes insinuado; constando que más de un siglo después de conquistada esta villa, todavía eran vizcondes de Urgel los que o no pertenecían a la familia de ese conquistador, o por lo menos no tomaban el título de esta nueva posesión (N. E. siendo cuatro gatos y una madre, ninguno es familia del otro; me parece estar leyendo a los Bofarull, y no a un Villanueva). Por otra parte el catalán Tomich asegura que este Arnaldo era hijo de Arnaldo Roger, conde de Pallás. Lo cual me parece uno de los muchos desvaríos en que incurrió aquel escritor. Otros le suponen descendiente de la casa de Fox. Mas dejando estas dudas acerca del padre y ascendencia de este valiente caballero, en lo que no la hay es en que estuvo casado con Arsendis; de la cual, como dice Diago (Hist. de los condes de Barcel. lib. 2. c. 53.) tuvo tres hijos varones, es a saber, Arnaldo y dos Guillermos, que murieron antes que su padre. Yo sólo he hallado memoria de uno de ellos llamado Guillermo Arnaldo en escritura del año XXII del rey Enrique, que es el de 1053 de Cristo. Con el nombre de Guillermo solamente es nombrado en la escritura de la dotación de esta abadía en 1056, y en la bula con que la confirmó el papa Nicolás II en 1060. También tuvo dos hijas Ledgarda y Valencia. La primera casó con Ponce, vizconde de Cabrera, hijo de Geraldo y de Ermesindis, fundadores del monasterio de S. Salvador de Breda, en cuya escritura del año 1038 dicen que erigían aquella casa, entre otros motivos, pro salute Poncii filii nostri, et ut Deus omnipotens eripiat eum de omnibus tribulationibus, vel de inimicis suis. 

Geraldo había ya muerto en 1050 y Ermesindis en 1057, según consta de donaciones hechas por los respectivos albaceas. Ponce concluyó e hizo consagrar la iglesia en 1068; y en la escritura original de ello, que se copió en el viaje a aquel monasterio, firma su mujer la vizcondesa Sibilla, que no era persona distinta, sino la misma Ledgarda, que aún vivió algunos años más. Esto de tener una misma señora dos nombres diferentes, y el usar ora de uno, ora de otro, o bien de los dos juntos, era entonces harto frecuente, y de ello se verán algunos ejemplares en mis condes de Urgel. La otra hija de Arnaldo Mir, llamada Valencia, fue mujer de Raimundo, conde de Pallás. Ambas hermanas firman con sus dictados respectivos en la amplísima dotación de la canónica e iglesia de Ager, que hizo su padre en el año 1068. También mencionó Arnaldo a estas dos hijas suyas en el testamento que ordenó en 1071; en el cual, por hallarse sin hijos varones, dejó los estados de Ager a su nieto Geraldo Ponce, hijo de Ledgarda y de Ponce, vizcondes de Cabrera. A los otros nietos y a las dos hijas heredó en otros castillos y lugares que había ganado a los moros en la Ribagorza, como Purroy (puig roig, pueyo royo, podio rubeo, etc), Pilsá y otros. Entre ellos se contaba el castillo de Castserres, sito entre los de Falcs y Estopañá, cerca de Benavarre, el cual había ya enajenado en 1067, vendiéndolo a los condes de Barcelona propter mille uncias auri, quae sunt septem mille manchusi (mancusos) Barchinonensis monetae: castillo que él mismo dice haber ganado de los moros (Diago ibid.). Dos cosas advierto aquí. La primera el valor de los mancusos o áureos como llaman otras escrituras, cada uno de los cuales era una séptima parte de la onza de oro. La segunda y más propia de lo que tratamos, es a saber, el valor y esfuerzo de este caballero, que a tan grande distancia llevó sus armas contra los moros, y esto con sola la gente del país, y por empresa suya particular. Porque estas eran correrías aisladas, que acaso se hacían sin convenio con los otros príncipes cristianos, aunque de ellas resultaba bien para todos con ir debilitando las fuerzas de los enemigos. Y nuestro Arnaldo tampoco fue en esto ayudado de los franceses, con los cuales ya no se contaba para nada desde el reinado de Hugo Capeto. 

No consta el año de la muerte de este valiente catalán; porque el sepulcro que la tradición supone ser suyo, y está, según diré otro día, en la iglesia de Ager que él construyó, no tiene inscripción alguna. Sólo se ven en él escudos llanos sin ninguna divisa, y una figura de caballero armado con morrión y celada. Por donde es claro que la divisa de los vizcondes de Ager, que D. Antonio Agustín dice ser una faja negra en campo de plata, y en ella cinco lisonjas de oro, fue inventada como otras y adoptada mucho después de la muerte del que sin ella, siendo un señor particular, fue el terror de los moros y cepa de casa tan ilustre. Vengamos a los sucesores.

GERALDO. Poseyó los estados de Ager desde el año 1071 o poco después Geraldo 

Ponce de Cabrera, nieto de Arnaldo, como hijo de su hija Ledgarda, casada con 

Ponce de Cabrera. De varias escrituras que he visto resulta que este Geraldo tuvo tres mujeres. Porque a XVIII de las calendas de Febrero de 1082 (1083) comparece dotando a su esposa Stefanía (Estefanía; como Stephan, Esteban): en 1090 suena casado con una señora llamada Malesignata: y en 1097 con Gelvira. En 1115 hay ya memoria de su hijo Pedro Geraldo, que fue el conquistador del fuerte e inexpugnable castillo de Os, al cual por lo mucho que le debió costar llamó él mismo malignum castrum de Os. Está situado junto al monasterio de Bellpuig de las Avellanas, que es de Premonstratenses. 

De Geraldo he visto un testamento hecho en 1125 y otro en 1131. En el último menciona a sus dos hijos Ponce y Ferrer. Este Ferrer firma también en una donación de su padre del mismo año. (V. Marca Hisp. col. 494). El Ponce, según he leído en algunas notas del P. Caresmar, es el conde de Castilla de ese nombre, que en varios diplomas subscribe como mayordomo mayor del rey D. Alonso VII, el emperador. En 1128 pasó a aquella provincia acompañando a Berenguela, hija del conde de Barcelona Ramón Berenguer III. Aquel monarca le heredó allí en el castillo de Alboer, que él ganó de los moros. Puso sitio a Urgi, cerca de Andújar, y la entró a la fuerza, no perdonando en ella ni a vidas ni a edificios. Se halló en el cerco de Baeza y en la conquista de Almería, que fue ganada en Octubre de 1147. Debió morir hacia la mitad de 1173, puesto que hasta el Junio de ese año subscribe en los diplomas reales con el dictado de mayordomo, y en el Julio ya tenía sucesor en ese oficio. Esto es del citado escritor. Lo cual no dudo que podrá confirmarse con las historias de Castilla. Yo sólo tengo a mano lo que dice Salazar de Mendoza (orig. de las dign. de Cast. y León, lib. 2. c. 5.) que es lo siguiente: “El conde D. Ponce de Cabrera, mayordomo mayor del emperador, fue catalán, y confirmaba por este tiempo. Estando en el cerco de Cuenca en la era de 1207 (año de Cristo 1169) hizo donación al maestre de Calatrava D. Fernando de Escaça y a su orden, unos molinos en Toledo, debajo de la puente de la grande anoria (noria; puente femenino). Esta anoria es la que se muestra muy arruinada y perdida entre la puente de Alcántara y el aqueducto de Janelo Turriano."

Muchas dudas me ocurren sobre el sucesor de ese vizconde Geraldo. Porque de una parte se ignora el año de su muerte, y de otra hallamos todavía memorias de un vizconde Geraldo Ponce en 1158 y también en 1179, casado con Berenguela; y cierto no es creíble que viviese ahora el que ya era vizconde hacia el 1070. Por consiguiente se ha de suponer que el Ponce que dijimos, hijo de Geraldo, obtuvo también este vizcondado, y fue el padre de este segundo Geraldo Ponce. La  dificultad está en determinar quien es este Ponce, si el que dijimos mayordomo mayor del rey de Castilla, u otro hijo del primer Geraldo. Como quiera que esto sea, y mientras no se hallen nuevos documentos que lo aclaren, no podemos dejar de arreglar esta cronología, de manera que al primer Geraldo Ponce sucediese

Ponce Geraldo de Cabrera hasta casi la mitad del siglo XII, de cuya mujer sólo se sabe que se llamó Sancha. Hijo suyo fue el sucesor

Geraldo Ponce de Cabrera, que en 1158 suena ya en escrituras ciertas vizconde propietario de Cabrera, y en una del año anterior, XIX del rey Luis el joven, a 12 de las calendas de Julio se dice casado con la vizcondesa Berenguela; la cual ordenaba ya su testamento dicho día, disponiendo entre otras cosas lo siguiente: dimitto Sancto Salvatori de Breza (Breda) corpus meum ad tumulandum, et animam meam ad gubernandum... et bonis feminis de Valle Mariae dimitto XX. solidos. También sospecho que este mismo Geraldo Ponce es el que en 1145 se intitulaba ya Gerundensium ac Urgellensium vicecomes, según advertí esotro día hablando del monasterio de Roca rosa, en cuya escritura de fundación consta el nombre que dije de su madre Sancha. Y el ser vizconde de Gerona le vino de las grandes posesiones que tenía en aquel condado, de las cuales era una el señorío de Breda, donde sus antepasados habían fundado un siglo antes el monasterio de S. Salvador de la orden de S. Benito. 

Ponce de Cabrera, hijo del anterior, casó con Miracle, hermana del conde de Urgel Ermengol VIII; el cual por no tener hijos varones y más que todo por su debilidad, sufrió una guerra abierta de nuestro Ponce, que aspiró a poseer aquel condado por el derecho que tenía su esposa, llamada también a la sucesión por el conde antecesor Ermengol VII (N. E. Las mujeres también tenían derecho a heredar condados y vizcondados, no sólo se trasmitían por linea masculina, aunque era lo más normal). En efecto se hallan algunas escrituras de fines del siglo XII, en que Ponce toma el título de conde de Urgel. Esta misma competencia dan por supuesta las constituciones de paz y tregua que se hicieron en 1187, las cuales junto con el conde prometió observar nuestro Ponce en cuanto poseía desde una Noguera a otra, y desde Monsech hasta Corbins, que son los cuatro límites de nuestro vizcondado. Esta disputa se terminó en el hijo de Ponce 

Geraldo de Cabrera, el cual muerto sin sucesión varonil Ermengol VIII, se apoderó de sus estados, a pesar de las pretensiones de Aurembiaix, única hija del difunto, cuyas fuerzas eran pocas, respecto de las de tan poderoso rival, que aun al rey de Aragón vino a hacerse temible. Así que primero por la fuerza en 1208, y después por convenio con dicho monarca obtuvo aquel condado desde 1213 hasta 1228 en que murió, dejándolo por herencia a sus sucesores que lo disfrutaron durante un siglo, hasta que faltando la sucesión en esa linea, se incorporó con la casa reinante de Aragón. De todo esto se habla largamente en las memorias de dichos condes. 

Conclúyese de todo lo dicho que el vizcondado de Ager, por haber faltado en su principio la línea masculina de Arnaldo Mir Tost, pasó a la familia de Cabrera; y que cuando esta se apoderó del condado de Urgel, entonces se unieron a aquellos estados los de Ager. Así es que este Geraldo de quien hablé últimamente, siempre se intituló a sí mismo conde de Urgel y vizconde de Ager: y ambos títulos siguieron siempre unidos hasta el último conde D. Jaime de Aragón en la entrada del siglo XV. En tal estado de cosas está muy bien dicho que el conde de Urgel tenía por su vizconde al de Ager. Pero esto ya se ve cuanto dista de la opinión de los que lo atribuyen a Carlo Magno (N. E. ¿El Papa nombra virreyes? No. Los nombran los reyes). Sin embargo es de advertir que tal cual vez pareció destinarse el estado de Ager para dotación de los hijos segundos, como se ve en el conde D. Álvaro de Cabrera, que lo dejó a su hijo segundo Álvaro, el cual lo poseyó desde el año 1268 hasta fines de ese siglo XIII. Estas pequeñas variaciones se verán mejor en las sobredichas memorias. Verificada la prisión del último conde de Urgel, el nuevo rey D. Fernando I que deseaba acabar con la casa de rival tan poderoso, deshizo enteramente sus estados por medio de ventas, donaciones &c. Y lo primero que enajenó fue el señorío de Ager, dándolo día 1.° de Noviembre de 1412 a D. Pedro Çagarriga, arzobispo de Tarragona. Dícese que este prelado lo cedió en su testamento a su misma iglesia, con la condición que si el rey lo quisiese recobrar, diese por él nueve mil libras barcelonesas. El catalán Monfar que escribió del condado de Urgel hacia la mitad del siglo XVII (lo editó Próspero de Bofarull en su colección; lo edité, no se leía bien el pdf que tuve), dice que en su tiempo tenía aún aquel señorío dicha mensa archiepiscopal. No es esto tan averiguado, que no quepa acerca de ello alguna duda. Y yo me acuerdo de haber visto en el archivo de la bailía general de Valencia (lib. de provisions &c. ) que hacia la mitad del siglo XV poseía este vizcondado de Ager la familia de Roiç de Corella. Esto es lo que he podido recoger acerca del señorío de Ager. Acaso las noticias eclesiásticas de la misma villa aclararán algo de lo que va dicho. A Dios, hasta otro correo. 

domingo, 14 de agosto de 2022

Tomo IX. 9. Viaje a Solsona, Ager, Urgel. ÍNDICE DE LAS CARTAS QUE CONTIENE ESTE TOMO.

TOMO IX. 

VIAJE A SOLSONA, AGER Y URGEL.

1806 Y 1807.

(Escudo de España) 

VALENCIA 

EN LA IMPRENTA DE OLIVERES, ANTES DE ESTEVAN (Esteban). 

1821. 


ÍNDICE DE LAS CARTAS QUE CONTIENE ESTE TOMO. 

(Las páginas no coinciden con este formato; en el pdf está este índice en la página 7)

Carta LXVIII. Antigüedades civiles de Cervera: su moneda. Descripción de su universidad literaria: códice raro que allí se guarda. Créese patria de Arnaldo de Vilanova y de Ausias March... 

Carta LXIX. La parroquia de Cervera, antes sujeta a Ripoll; mas no fue monasterio de Benedictinos. Su titular, fábrica de tu templo, inscripciones, arquitectos, torre de campanas, consagración de su altar mayor. Priorato de S. Pedro: monasterio doble de los Hospitalarios: conventos antiguos y modernos, sus reliquias, códices etc. Noticias del lignum crucis, que llaman el sant misteri. 11 

Carta LXX. Examen de los documentos en que se apoya el famoso milagro llamado la santa duda de Iborra. Inscripción romana existente en aquella parroquia. 32 

Carta LXXI. Viaje a Solsona. Conjeturas sobre la situación de esta ciudad, y origen de su nombre. Memorias de su iglesia y canónica. Dos dedicaciones de su templo. No fue en lo antiguo sede episcopal. Códices notables que allí quedan. 40 

Carta LXXII. Catálogo de los priores, prepósitos y abades de Solsona. 59 

Carta LXXIII. Secularización de la iglesia de Solsona, y erección en sede episcopal. Catálogo de sus obispos. 68

Carta LXXIV. Viaje a la villa de Ager. Origen de los vizcondes, y de su nombre y título. Si el de Ager era propio del condado de Urgel. Situación, antigüedad y conquista de esta villa. Noticia de su conquistador y de los vizcondes sus sucesores. Suerte final de este señorío.

Carta LXXV. Origen de la iglesia de Ager y de su abadía y de su jurisdicción nullius. Carácter de su canónica y su secularización: iglesias comarcanas sujetas a ella: noticia del monasterio de Monmagastre. Catálogo de sus prelados. 107 

Carta LXXVI. Descripción del templo de Ager: sepulcros notables que hay en él: época fija de la muerte del conde de Urgel Ermengol III: baño romano. Iglesia subterránea. Reliquias insignes: entre ellas las de Santa Sabina: descripción de su urna: origen de su culto. Preciosidad de su archivo: noticia de algunos documentos importantes inéditos: códices: aula capitular etc. 125 

Carta LXXVI. Viaje a la iglesia de Urgel. Algunas noticias de la villa de Puigcerdá. Por qué medios vino a desmembrarse de esta diócesi la Cerdaña francesa: y a ser de su jurisdicción el valle de Aran (en castellano, Arán, con tilde, en aranés, sin tilde). 151 

Carta LXXVII. Etimología del nombre de Urgel. Restauración de esta ciudad y de su iglesia. Origen de su canónica: pruébase a la larga que fue secular Aquisgranense, aun instituidos los canónigos reglares de S. Agustín en la iglesia vecina de S. Miguel. Reliquias de la vida canónica. Número de los canónigos, y por qué se llamaron Statores. Origen, número y obligaciones de los prepósitos. Títulos antiguos de sus arcedianatos: creación el deanato. Hábitos canonicales antiguos. 162 

Carta LXXVIII. Titular de esta catedral: sus sellos. Época del templo actual y su consagración: noticia de un arquitecto del siglo XII: qué eran los lambardos entre los trabajadores. Reliquias, pinturas etc. Qué es OBCEDA como parte de este edificio. Hermandad de esta iglesia con la de Palencia etc. 188 

Carta LXXIX. Por qué el capítulo de la iglesia de Urgel se intitula de canónigos prelados. 197 

Apéndice de documentos. 205 

martes, 16 de agosto de 2022

Carta LXXI. Viaje a Solsona. Conjeturas sobre la situación de esta ciudad, y origen de su nombre.

Carta LXXI. 

(No es igual el texto que en el índice)

Viaje a Solsona. Conjeturas sobre la situación de esta ciudad, y origen de su nombre. Memorias de su iglesia y canónica; la cual primero fue Aquisgranense y después Agustiniana. Mujeres canónigas. Dos dedicaciones de su templo. No fue en lo antiguo sede episcopal. Códices notables que allí quedan.  

Mi querido hermano: En la santa iglesia de Solsona hallé también hecho en gran parte mi trabajo. Y es que uno de sus últimos prelados, el Sr. D. Fr. Rafael Lasala, de la orden de S. Agustín, trajo consigo un religioso lego de su misma orden, natural de Valencia, llamado Fr. Miguel Llisterri, hombre medianamente instruido en la latinidad, y muy aficionado a la investigación de las antigüedades. Dedicose pues con ahínco al examen de estos archivos, y al cabo de algunos años logró completamente su objeto, que fue averiguar y clasificar en todos sus ramos la historia de esta iglesia. Por su muerte, acaecida aquí mismo a 5 de Mayo de 1789, dejó su trabajo en borrador, repartido en tres tomos, los cuales puso en limpio y aumentó en alguna parte D. Domingo Costa y Bafarrull (no Bofarull), cura de Castellnou de Seana, ya difunto. Esta obra es la que yo decía que ha aliviado en gran parte mi trabajo, no sólo porque presenta al golpe digeridos los puntos más curiosos de la antigüedad, sino porque regularmente se funda y bien en escrituras existentes aquí mismo; de lo cual he hecho pruebas repetidas. No entiendas por eso que me he dispensado de examinar por mí mismo los archivos, que me han franqueado los ilustrísimos señor obispo y capítulo; antes eso mismo me obligó a poner en su escrutinio mayor esmero y atención. Pero ya se sabe la diferencia que hay entre andar un camino trillado por otro, y tener que abrirlo de nuevo. Mayormente que yo no busco en cada iglesia y monasterio lo que a ellos solos toca, sino lo que hace para otras corporaciones y varios ramos sueltos de la anticuaria. Así es que de esta iglesia he copiado algunas docenas de escrituras, de que no se hará mención en su historia; pero andando el tiempo ellas saldrán. Supuesto esto, vamos en nombre de Dios a nuestra labor.

Solsona se cree ser la Setelsis romana, perteneciente a los pueblos Jaccetanos, (Jacetania, Jaca) como la pone López en su mapa de 1786. Esta opinión de Marca y otros debe ser preferida a la que hace a esta ciudad sucesora de la Celsa antigua, que está a las orillas del Ebro, cerca de Zaragoza. Y aunque este y otros puntos semejantes no pueden averiguarse por las escrituras modernas, suelen sin embargo algunas de ellas conservarnos algún vestigio de los nombres desusados. Y esto sucede con una de este archivo, y del año XXXI de Carlos el simple, 928 o 29 de Cristo; la cual es una venta ad domum Sancta Maria de una tierra sita in castro Setelisona, que es casi la misma palabra Setelsis, con la terminación ona, propia de los godos. Si alguno repara en que no consta que ese castrum Setelisona sea la misma ciudad de Solsona; yo responderé que ya que no sea la misma, no podrá a lo menos negarse que hubiese en su distrito algún castillo a quien corresponda este nombre godo, y por consiguiente el antiguo romano. (N. E. por ejemplo, Barcino, Barchinona, Barcelona, etc) Va copia de este documento (a: Apend. n. IV), tomada de la que sacó el sobredicho religioso, porque no me ha sido posible encontrar el original que él cita y dice haber visto. Lo que sí aseguraré es que en el siglo XI todas las escrituras llaman a esta ciudad Celsona (aquí se parece más a Lepida Celsa, asentamiento romano, actual Velilla de Ebro, o a Gelsa de Ebro, que está a 4,6 km a pie), Solsona, Sulsona, y también Sulsuna.

Otros dicen que estaba en los pueblos Lacetanos (si no son los mismos que los Jaccetanos) (N. E. con I, Iacetanos, Iacetania, Jacetania, jacetanos, Jacca, Iacca, Jaca, etc), y que fue su presidio o capital. Los que esto dicen se fundan en que algunas escrituras de los siglos XI y XII llaman monte Lacetano al que hoy es conocido con el nombre de S. Bartolomé, el más vecino a Solsona. Yo no he topado con estos documentos; sólo he hallado una escritura que va copiada para este efecto (b: Apend. n. V), de donación hecha el año 1003 de cierta posesión, entre cuyos límites se expresa in monte Lecitano, que según me han dicho los prácticos en este terreno, miradas bien las restantes afrontaciones, corresponde al sobredicho monte de San Bartolomé. Mas dejando esto a los indagadores de la geografía antigua, paso a ordenar las memorias eclesiásticas que nos quedan de esta ciudad; la cual (porque no se me olvide) pinta en su escudo de armas un sol, en alusión a la primera sílaba de su nombre; unos cardos y una cruz, divisas de la casa de Cardona y del obispo, ambos conseñores de ella.

La primera memoria que nos queda de iglesia existente en Solsona, es la que ya dije del año 928 (XXXI del rey Carlos el simple), es a saber, la donación que hicieron Exibiro y su mujer Doteleva ad domum Sancta Maria, terra in castro Setelisona, in loco vocitato Sancti Gervasii. En otra escritura del año 965 suena junto con la iglesia de S. Pedro, y de ambas se dice en ella: qui sunt fundati prope castro Celsona. En otra del 970 se dice fundada subtus castro Celsona: en el 980 subtus urbe Celsona, y en 984 prope civitate Celsona. Todo conviene a la actual iglesia de Santa María, que está en la parte baja del castillo, y entonces fuera de la ciudad. La iglesia de S. Pedro que se nombra junto con ella, era sin duda la capilla de S. Pedro, incluida ahora en la misma, y que ya en lo antiguo fue como hoy titular de su parroquia. Esta iglesia existente ya en el siglo X fue construida por Suñer (o Seniofredo), conde que fue de Urgel desde el año 911 hasta el de 929, y desde entonces juntamente de Barcelona hasta el de 950 en que murió. Dícelo su nieto y sucesor en Urgel Ermengol I, en una escritura muy importante para la historia de esta iglesia, fecha VI. Idus Aprilis, anno IIII. regnante Rodebertus rex, que es el 999 o 1000 de Cristo. Estando el sobredicho conde Ermengol en su castillo y palacio de Olius con su corte, compareció ante él Raimundo prior de esta iglesia, pidiendo le concediese carta de franqueza, o licencia para adquirir bienes. Concediola el conde, añadiendo la donación de una franqueda suya llamada Muntada; y de la iglesia dice: quam avus meus construxit in sua propria dominicatura. Va copia de este documento (a: Apend. n. VI), no sólo por lo dicho, sino también porque es la primera noticia de prior de esta casa, lo cual supone canónica ya formada en el año sobredicho. Y para mí tengo que lo estaba desde que construyó la iglesia el conde Suñer. A lo menos la escritura que antes cité del año 928 de Cristo, da a entender que había entonces comunidad o congregación de muchos en una casa o claustro para el servicio de la iglesia; que esto significa, como en otras partes he dicho, el hacerse aquella donación ad DOMUM Sancta Maria. Y cierto que si había prior en el año 1000, no constándonos que fuese el primero, hemos de suponer precisamente canónica anterior. En todo el siglo XI suenan ya constantemente en las escrituras los nombres de canónica y canónigos. En una del año 1036 constan los nombres de tres de ellos: Ubi, dice, residebat (en esta iglesia) sacerdos nomine Mironi, et Wifredus iudex, et Dalmacio, canonici. ¿Y de qué especie era esta canónica? 

Yo no hallo que fuese otra más que la Aquisgranense, que era la única conocida entonces por acá, y la que regía en las catedrales antiguas de este principado, como he demostrado, y aún se demostrará varias veces. Particularmente consta esto de la de Urgel, a quien estaba sujeta, y era muy principal después de ella la iglesia de Solsona. Y así es verosímil que se conformase con ella en la regla de vida clerical. Esta conjetura tiene mucha fuerza, si advertimos que existe en esta catedral un códice, en que después del calendario se halla escrita de letra de principios del siglo XI la sobredicha regla canonical Aquisgranense con la carta de Ludovico Pío que le sirve de prólogo, y su epilogo final después del último capítulo 143. Ya sabes la costumbre de las canónicas que leían diariamente después del martirologio un trozo de su regla, de lo cual quedan vestigios en algunas órdenes religiosas, y yo lo sé de la mía. Es pues evidente que en ese tiempo la canónica que aquí regía era la Aquisgranense. Verdad es que al fin del mismo códice se halla la regla de S. Agustín; mas también lo es que es de escritura posterior, lo menos de fines de ese mismo siglo XI. Lo cual sólo probará que en este tiempo se introdujo la canónica Agustiniana, como es así la verdad, aunque es también muy dificil fijar exactamente su época. Yo sospecho que debió ser hacia el año 1070, en que como veremos, se hizo la primera consagración y dotación solemne de la iglesia; porque esta era ocasión muy oportuna, según lo que aparece de otras iglesias y monasterios. Antes de ese año el obispo Eriballo de Urgel en el testamento que hizo el año 1040, hace algunas mandas a los individuos de esta iglesia, y los llama solamente clericos. Cincuenta años después en el de 1090, Guitardo, restaurador de la canónica de Orgañá, convocó para ello a los canónigos de Urgel, de Cardona y de Solsona; y siendo así que a los primeros los llama la escritura (que se verá en su lugar) simplemente canonicos sedis Urgelli, a los restantes los nombra así: canonicos religiosos Sanctae Mariae Celsonae, et religiosos canonicos Cardonae; notando con la palabra religiosos la diferencia de estas canónicas de la de Urgel que siempre permaneció Aquisgranense. Esta es la primera noticia, y para mí harto cierta, de canónica Agustiniana en esta iglesia. Y digo que es la primera, porque otra que suponen del año anterior 1089, y es una sentencia a favor de esta canónica y su prepósito Bernardo (lib. donat. eccl. Celson. fol. 26 b. n. 40.) está notoriamente equivocada, y le falta a su fecha una nota de C., de modo que deba pertenecer al año 1189. La razón de esto es, que uno de los jueces se llama Petro de Tavarteto Ausonense sacrista electo in iudicem a domino rege. En 1089 no había rey que mandase en Cataluña (N. E. revisa la segunda carta puebla de Cardona, 986, https://viaje-literario-iglesias-espana.blogspot.com/2022/08/charta-populationis-cardonae-anno-986-carta-puebla-cardona.html que tú mismo copiaste, anda, y verás quién era el rey franco que mandaba en Cataluña; “et sub iussione magno imperio nostro Leudovico rege obediente, filio Leutarii regi, anno I eo regnante, et misericordia Dñi postulante: Ego Borrellus gratiâ Dei comes et marchio facio preceptum et securitatem adque liberacionem in castro vocitato Cardona...” ), ni le hubo hasta casi un siglo después, tiempo en que me consta que vivía ese Pedro de Tavartet, sacrista de Vique, tío del obispo de aquella iglesia Guillermo de Tavartet, que lo fue hasta casi la mitad del siglo XIII (a: V. tom. VII. pag. 14). Además en esta escritura alegó el prepósito que poseía el honor de Jonqueres, sobre que se disputaba, ex donatione domini regis, et comitis eius patris. ¿Quién no ve que se habla aquí del rey D. Alfonso II, hijo del conde de Barcelona Ramón Berenguer IV, que murió en 1162, (N. E. lo parió la reina Petronila, que siempre la olvidáis o ninguneáis, hija del rey de Aragón Ramiro II “el monje”) y que de ningún modo se verifica esta locución en el siglo XI? Es cierto pues que la escritura pertenece al año 1189, en que de otras memorias consta que era prepósito el citado Bernardo. La segunda memoria cierta que hay de canónica Agustiniana es la bula del papa Urbano II fecha el año 1097, que va copiada (a: Apend. n. VII). En ella aprueba la vida canónica que el prior Raimundo y sus hermanos profesaban en esta iglesia, y confirma la posesión de todos sus bienes. Es verdad que el papa no dice expresamente que la canónica sea de S. Agustín; pero claramente la designa diciendo: statuimus ut nemini inter vos, professione exhibita, proprium quid habere... licitum sit; dando además al prior total y completa jurisdicción sobre sus súbditos: que cierto son caracteres propios de la canónica Agustiniana. Esta aprobación de Urbano II se halla después confirmada por los papas Eugenio III en 1150, Alejandro III en 1180 y Clemente III en 1188, los cuales todos expresan que era canónica Agustiniana. Sólo advierto que aun en los principios del siglo XII se llama tal cual vez prior el superior de la casa; mas desde el año 1120 se llama constantemente prepósito (prior : primero; pre posito : puesto el primero) hasta el de 1409, en que erigida su abadía se llamó abad (abbas; abún, aíta, padre o abuelo en otras lenguas) hasta su secularización y erección en catedral en los tiempos de Clemente VIII. 

En todo el siglo XII hay varias escrituras, con las cuales algunos legos se ofrecían en canónigos de la iglesia. Las hay también de mujeres que prometían obediencia al prepósito, y vivir y comer en la canónica. Ego Adalaidis (dice una de dichas escrituras de 1156) dono et delibero me ipsam Domino Deo, et Sanctae Mariae Celsone, ut vivam ibi omnibus diebus vitae meae, et habeam meum victum in ipso loco. En otra de 1180 se lee: Ego Sancia de Ivorra dono &c... in manu Bernardi eiusdem loci praepositi, et aliorum canonicorum, ut vivam ibi sub obedientia Domini Bernardi praepositi, et sim soror illius loci, et particeps... sicut una aliarum sororum &c. Dos dedicaciones o como decían consagraciones se hicieron de esta iglesia en la antigüedad: la una en el año 1070, y la otra en el de 1163. De la primera no nos queda escritura auténtica, y sólo se halla en el tomo III de papeles varios del archivo episcopal un extracto del instrumento original de aquel suceso, el cual se dice allí que estaba muy roto, y que solo pudieron leer en él que dicha consagración fue hecha por el arzobispo de Narbona Guifredo, y por el obispo de Urgel el año de Cristo 1070, era 1108, indicción VIII, año VIII del rey Felipe, a 6 de los idus de Diciembre. Aquel templo debía ser ya distinto del primitivo que construyó el conde Suñer; y así lo da a entender un leccionario del siglo XV propio de esta iglesia en las lecciones del día VIII de la fiesta de la segunda dedicación; parte de dichas lecciones se ingirió en el breviario de la misma, impreso en Zaragoza año 1514 por Jorge Coci. En su copia adjunta (a: Apend. n. VIII) verás que aquel templo del siglo XI fue construido a expensas y con los desvelos del obispo de Urgel Guillermo Guifredo, y con el auxilio de los vecinos: y que el día 25 de Agosto de 1069 en que se concluyó su fábrica (que no fue viernes como dice sino martes) sucedieron todos los portentos extraordinarios que allí se refieren, y por los cuales, como indican algunas donaciones de los años siguientes, vino a ser aquel templo tan famoso, que aun de tierras apartadas era visitado con frecuencia. Algunos artículos pueden salir para nuestro Glosario de las lecciones sobredichas. 

Menos dudosa es la noticia que tenemos de la segunda consagración y dedicación hecha por el obispo de Urgel Bernardo Roger en 1163, acompañado de los obispos Pedro de Zaragoza, Raimundo de Pamplona y Guillermo Torroja de Barcelona, y también del conde de Urgel Ermengol VII, de Raimundo Folch, vizconde de Cardona, y de otros nobles. Después de consagrada la iglesia cada obispo de por sí fue confirmándole la posesión de lo que tenía en sus respectivas diócesis, y añadiendo donaciones nuevas. Lo mismo hizo el conde (a quien llaman illius ecclesiae ex magna parte fundatorem) y a su ejemplo otros magnates. El obispo y clero de Urgel hablan de esta manera: ego Bernardus Urgellensis episcopus, et clerici Urgellensis ecclesiae Celsonensem ecclesiam, quae ad nostram diocesim sive regimen pertinet, concedimus esse canonicam regularium clericorum; et volumus ut Bernardus, eiusdem ecclesiae praepositus, et eius successores, custodiant clericos ibidem Deo servientes sub regula et habitu beati Augustini &c.: concédenle territorio para cementerio, asilo &c. Todo lo verás en la copia de la escritura original (a: Apend. n. IX) y que es muy importante para el episcopologio de Urgel. Su fecha entera, unido el exordio con el remate, es esta: anno incarnati verbi C.° LX.° III.° post millesimum, era M.a CC.a I.a, Indictione XI. epacta XXV. ciclo decemnovenali quinto, IIII. Idus Novembris, pontificatus dompni Bernardi Urgellensis episcopi anno primo. La exacta consonancia de todas estas notas cronológicas entre sí dan a esta escritura todo el peso de certidumbre que la historia necesita. La fiesta de esta dedicación se ha celebrado siempre y aún hoy se celebra en el mismo día 10 de Noviembre en que se verificó. Los códices propios de la iglesia no traen para el oficio otras lecciones más que las del común, y sólo en el día octavo ponen las que antes dije de los portentos obrados en 1069. Otra prueba de haberse celebrado en dicho día y año esa consagración es la escritura separada que hizo el citado conde Ermengol de la misma donación que indica brevemente la escritura sobredicha de consagración; en la cual dice: dono ecclesiae beate Marie, in cuius consecratione praesens assisto: y su fecha es la misma que la otra. La he visto copiada en un cartoral de esta iglesia, fol. 33. Muy poco queda de aquel templo antiguo. El actual es todo obra de los siglos XIV y XV, a excepción del testero exterior de la iglesia, que sin duda es de lo construido en el siglo XII. Algunos han querido decir que la iglesia de Solsona fue en lo antiguo catedral, o por lo menos consede (co-sede) de la de Urgel, de modo que el obispo residiese aquí alguna parte del año. Fúndanse en que algunas escrituras la llaman Sancta Maria sedis Celsonae. Cuan poco vale esto lo conocerá quien sepa que otras muchas iglesias se llaman sedes (seu) sin haber tenido ni ahora ni antes sede episcopal. Manresa llama la seu a su colegiata, lo mismo Gandía a la suya; y a buen seguro que ninguna de las dos ciudades se atreva a decir que tuvo en la antigüedad obispo propio. Este es un título de principalidad en un partido, o condado o distrito, adoptado por imitación de la catedral, primera iglesia de la diócesi. Otro argumento toman de un testamento que aquí he visto (arch. episc. tit. de Figueras) hecho el año XL del rey Felipe (1100 de Cristo) por un Pedro Arlovino, que dice entre otras cosas: Dimitto ad Sanctam Mariam de Celsona, et ad episcopum, meum habere... et episcopus cantet missam pro anima mea, et solvat meum monumentum. Es de notar que dispuso ser enterrado en esta iglesia; de modo que parece indicar que aquí había obispo propio y permanente. Mas yo no infiero tal cosa; y cuando no hay documento alguno de los que con tanta abundancia se conservan en las catedrales, y prueban que lo fueron, ¿qué he de decir sino que esas cláusulas deben entenderse del obispo territorial, que atendida la principalidad de la iglesia y lo poblado de esta parte de su diócesi, residiría aquí con frecuencia, o bien huyendo de la mayor aspereza de la Seo de Urgel, o de guerras que por allí hubiese? En las lecciones que envié de la dedicación de esta iglesia, la llaman sedes, ut vetustiores dicunt, ab Urgellensi sede secunda. Mas como este códice, y creo que las mismas lecciones, son obra del siglo XV, de aquí sólo puede inferirse la tradición y opinión común en aquel tiempo, y nada más. Dejando ya esto aparte, voy a concluir la carta con la noticia de los pocos códices que conserva esta iglesia. 

1.° El primero es el que ya dije MS. del siglo XI, que contiene las canónicas Aquisgranense y Agustiniana para el uso diario en la pretiosa.

2.° Otro hay de mucho valor. Es un vol. fol. que sólo contiene el necrologio de la iglesia, del que se servían también diariamente a la misma hora, leyendo el óbito correspondiente después de leer un trozo de la regla canonical. Cada llana (plana) está dividida en dos columnas, en lo alto de las cuales se halla escrito el día del mes y uno o dos de los santos que a él pertenecen, dejando en blanco todo lo restante para ir escribiendo los óbitos que ocurriesen, no sólo de los individuos de la iglesia, sino también de otros personajes ilustres y bienhechores de ella. Es monumento precioso por acotar los años de su fallecimiento, con lo cual desaparecen muchas dudas, particularmente sobre el remate de los pontificados de Urgel, que a pesar de la diligencia en registrar otros archivos, no había podido fijar en gran parte. Se escribió indubitablemente antes de la mitad del siglo XIII; pero entrado ya él. Vese esto en que faltan las fiestas de Santo Domingo, S. Francisco y S. Pedro mártir; pero se halla la de la Concepción y otras poco anteriores. Otra prueba es que los óbitos hasta el siglo XIII se hallan por la mayor parte al margen, sin haber casi ninguno en el centro de la columna. Parece pues que se escribió entonces, como dejando a la posteridad todo el lugar desocupado. Adjunto va un extracto de los artículos más notables para la historia (a: Apend. n. X), digno de publicarse ilustrado con notas, como otros que han ido e irán de esta especie, cuando llegue la hora de la colección general.

3.° Breviarium secundum ritum insignis ecclesiae Celsonae. Es un volumen en 8.° 

Al fin se lee: Requisitus per venerabilis capituli Dominos insignis ecclesiae Celsonae ob plurimorum laborum relevationem ille Georgius Coci (Jorge Coci) imprimendi breviarium hoc onus ut assumerem: Quod summa cura assumens impressi ea certe qua decens erat solicitudine, divino adiutus favore feliciter in inclita civitate Cesaraugustana consumavi. Anno 1514 nono Kal. Novembris.

4.° Ordinario propio de dicha iglesia MS. hacia el año 1480, como aparece por las tablas de cómputo. De este códice y del anterior se han tomado varias notas para la historia de nuestros ritos. 

5.° Para lo mismo y con mayor abundancia ha servido una consueta ordenada a fines del siglo XV por Pedro Juan de Lobera, bachiller en derechos, canónigo de esta iglesia, y juntamente de la de Tortosa y la de S. Juan de las Abadesas. Otra hay también del siglo XVI.

6.° Leccionario MS. a fines del siglo XV, del cual se han copiado algunas actas de santos que saldrán a su tiempo.

Y no hay más códices, ni otra cosa que decir por hoy. A Dios &c.

miércoles, 24 de agosto de 2022

Carta LXXX. Catálogo de los obispos de Urgel: inexactitudes del impreso en las sinodales.

Carta LXXX. 

Catálogo de los obispos de Urgel: inexactitudes del impreso en las sinodales. Los santos Ctesifon y Urbicio no fueron los primeros obispos de esta iglesia, ni consta ninguno de los que la gobernaron en los siglos III, IV y V. El primero conocido es S. Justo: noticias sobre su culto y escritos, entre ellos el sermón inédito de S. Vicente M. De los otros prelados hasta fines del siglo VIII. Dudas sobre algunas cosas que se cuentan del famoso obispo Félix: proyecto de una apología sobre su carácter, santidad, y sincera retractación de sus errores. 

Mi querido hermano: En los correos anteriores procuré darte una idea general de la santa iglesia de Urgel, tocante a su constitución interior, usos, fábrica y otras cosas, cuanto bastaba para descubrir como de un golpe el terreno, y dar a conocer este campo fértil de nuestra historia eclesiástica. Obra más larga es y trabajosa el irlo recorriendo paso a paso, examinando uno tras otro los hechos de sus prelados. Pero hay entre ellos algunos tan ilustres y señalados en letras y virtud, que estoy cierto que no te ha de pesar el tiempo que gastares en leer, como yo doy por bien empleado el que me ocupó en examinar los monumentos que nos dejaron, y en escribir lo que de ellos resulta. Aun de los que no pueden igualarles en la importancia de su nombradía, desea la historia, saber la existencia y cronología exacta para la mejor y más fundada averiguación de los hechos civiles, puesto que en los congresos y en los diplomas reales era costumbre que se hallasen y asistiesen los obispos. Y si quisieren aprovecharse, no será poca la utilidad que sacarán los vecinos de la Galia Narbonense, cuya historia eclesiástica no puede llegar a su perfección sin el puntual conocimiento de los obispos de la que llamaban Marca Hispánica. La perspectiva de estas utilidades, y más que todo el placer de hallar la verdad en sus mismas fuentes, me han sostenido para que no desmayase en esta empresa, ardua sobre manera, por no haberme precedido ninguno en semejante trabajo, y por haber tenido que sacrificar mucho tiempo a la fastidiosa ocupación de registrar centenares de pergaminos que sólo eran útiles para fijar la existencia de los obispos. Cosa que quien haya probado, ese solo sabrá apreciar en lo que vale. Mas esta es mi obligación, y Dios quiera que haya cumplido bien con ella. He dicho que nadie me ha precedido en este trabajo; porque nada me ha aliviado en él el catálogo de obispos de esta iglesia desde los tiempos apostólicos, que en 1747 se imprimió al principio de las sinodales del ilustrísimo Señor Don Fr. Sebastián de Victoria y Emparan (o Emparán). Antes, si he de decir lo que siento, ha duplicado mi fatiga por las increíbles equivocaciones, anacronismos e inexactitudes de que está lleno. Frecuentemente omite nombres de obispos, sin dejarles hueco entre el antecesor y sucesor, los adelanta y los atrasa, y también hace de uno dos y de dos uno. Dejo a parte que guiado por los falsos cronicones, y dejándose arrastrar de un amor desmedido a su iglesia, pone por su primer obispo y fundador a S. Ctesifon, uno de los siete varones apostólicos, por la semejanza de Vergi, ciudad donde fijó su silla aquel santo obispo, con Urgellum y Orgellum. Lo cual ya no hay quien lo tenga por verosímil, mucho menos por cierto. En igual grado está el segundo obispo que señala en el año 52 de Cristo, es a saber, S. Urbicio M., bastándole para ello la autoridad de Marcillo (Crisis de Catal.) y la de Argaiz en sus anales. Tengo para mí que así como la semejanza de Vergi fue ocasión de poner al primer obispo, así para el segundo lo fue el hallar un S. Urbicio que padeció martirio en Serrateix, lugar que antes era de esta diócesi. Mas ya en lo de aquel monasterio se dijo, que este santo mártir pertenece al siglo VIII (a: V. tomo VIII de este viaje, pág. 125 sig.). No me admiro que el amor de la patria incline el ánimo del que escribe a desear, como digamos, que fuesen ciertas las glorias que de ella se cuentan; mas que se diga afirmativamente lo que el que escribe sabe que está lleno de dudas, esto no lo sé entender; como si la verdad histórica por ser de esta clase dejara de ser verdad, y de merecer todo el respeto que a ella se debe, o como si por tratarse de cosas piadosas fuese menor pecado dar entrada a la mentira, que ninguna ley tolera ni aun en las civiles. Digo pues que dejo esos arcanos históricos para los escritores que con mayor comodidad y copia de libros puedan demostrar esas fábulas, en que no es menester que se fatiguen mucho. Yo como viajero diré sólo de lo que pueda apoyarse en algún documento existente. Por tal cuento el precioso códice de cánones, que se guarda en esta iglesia, del cual diré otro día, y en donde están las subscripciones de los obispos que asistieron a los concilios. 

Así que empezaré mi catálogo de obispos Urgelenses desde donde empieza esta noticia, no contando en su serie a los que no consten en este códice ni en el Gerundense, cuyos apuntes tengo a la vista. No será inútil para el mismo objeto la copia (a: Apend. n. 1) de un breve catálogo de estos prelados, que hallé en uno de los cartorales del monasterio de Gerri. Llega hasta la mitad del siglo XII, que es cuando se escribió, como lo indica la letra. Defectos tiene, y no pocos; mas también tiene aciertos, que han contribuido a hallar la verdad. Y si por defectos las hubiéramos, inéditos deberían quedar todos los cronicones antiguos, sin exceptuar uno solo. La historia necesita que se divulguen sus pruebas cualesquiera que ellas sean. Baste de esto, y vamos a nuestra labor. Sólo advierto que aunque comenzaré desde el siglo VI, no por eso se infiera que no hubo prelados anteriores que gobernasen esta iglesia; antes tengo por verosímil que los hubo desde el primero o segundo siglo de la cristiandad, la cual consta que plantó aquí S. Saturnino O. de Tolosa, de quien decía un códice de Ripoll en el siglo XI: qui primus post apostolos nostrarum partium ignorantiae tenebras evangelicâ praedicatione detersit (a: V. tom. VIII de este viaje, pág. 26). Y siendo cierto que S. Fructuoso era metropolitano de Tarragona a mitad del siglo III, no sería extraño que hubiese otros obispos en la provincia, y que uno de ellos fuese el de Urgel. Mas con todo eso, no constando quienes eran, mejor es pasar todo ese espacio de tiempo en silencio, viniendo a lo cierto e indubitable. Por la misma razón dejo de hablar de los que el catálogo de Gerri pone inmediatos a San Justo; no porque yo niegue que lo fuesen Egigano por espacio de XXII años, y Gudila VIIII; sino que veo que no guarda el orden cierto, colocando a Maurelio antes de S. Justo, y así hay otras dudas que me obligan a desentenderme de ese examen que a ti y a mí sería fastidioso, y a contentarme con mi códice de cánones: en el cual el primero que hallo cierto e indudable es 

S. JUSTO. 

Desde antes de 527 hasta después de 546. 

Era hermano de Justiniano, obispo de Valencia, Nebridio o Nifridio de Egara (hoy Terrasa) y Elpidio, obispo de silla no conocida. Gobernaba esta iglesia en el año 527 en que aprobó los cánones del concilio Toledano II, aunque llegó después de estar ya determinados. Dícelo él mismo en la suscripción, que es como sigue en el códice Urgelense: In Christi nomine Iustus, ecclesiae catholicae Urgellitanae episcopus, hanc constitutionem consacerdotum meorum in Toletana urbe habitam, cum post aliquantum temporis advenissem, salvâ auctoritate priscorum kanonum, relegi, probavi, et subscripsi. Con las mismas palabras subscribió su hermano el obispo Nifridio; y esto prueba que ambos fueron juntos al concilio, y que algún incidente les estorbó llegar al tiempo de su celebración, aunque todavía debieron hallar reunido aquel congreso. Mas según la fundada sospecha de Nicolás Antonio, tengo para mí que como obispos de otra provincia no fueron llamados a aquel concilio, que sólo fue provincial; sino que el hallarse en Toledo nació de otras causas que les debieron obligar a ir a aquella corte. Y sin embargo firmaron aprobando sus cánones; porque esta era la costumbre y atención que se guardaba con todos los obispos extraños que por cualquier motivo se hallaban en la corte, como se usó también con Marracino, desterrado de su silla y confinado en aquella ciudad. Ferreras y Flórez sospechan que acaso nuestros dos obispos fueron allá con motivo de lo que se tratase contra este Marracino; lo cual si así fuese, debíamos tenerle también por obispo de la provincia Tarraconense. El hallarse sus firmas en último lugar, no prueba que fuesen más modernos que los otros obispos en la dignidad. También se halló S. Justo en el concilio de Lérida de 546 (a: Otros fijan este concilio en el año 524. Yo sigo por ahora la cuenta del cód. Gerundense, que lo supone celebrado en la Era 584, año 546), al cual subscribió en segundo lugar sin indicar su sede, como tampoco la expresan los otros obispos confirmantes; mas no hay dificultad en creer que sea nuestro obispo Urgelense, el mismo que subscribía en Toledo 19 años antes. Y más constando con evidencia que no comenzó a ser obispo hasta después del año 517, puesto que Nifridio, que siempre firma antes que el nuestro, sólo suena obispo desde ese año en el concilio de Gerona, y en el de Tarragona del año anterior subscribe sólo como presbítero y ministro de la iglesia de Egara. De donde es llano inferir que Justo, menor en la ordenación que Nifridio, no fue obispo hasta después del año 517, y que lo fue hasta pasado el 546. De las virtudes y culto de este santo obispo hallará noticia el que la quisiere en los Bollandos y en Domenech (SS. de Cataluña). Acá se celebra su fiesta a 28 de Mayo, con el oficio todo del común, sin haber en ningún códice memoria de haberlo jamás tenido propio. Más digno es todavía de notarse que habiendo memoria cierta de que en el siglo XI eran aquí veneradas sus reliquias, y empleadas como dije otro día (a: V. el tom. IX, pág. 193 y 195) en la consagración de los altares, y aun de haberse erigido algunos en honor suyo en las iglesias de la diócesi, según se verá en este catálogo cuando lleguemos al año 1079; sin embargo no hay mención de su fiesta en 1161, al tiempo que se señalaron las principales del año para fijar las obligaciones de los prepósitos en ellas (b: V. ibid. pág. 294). Sin duda se reputaba por fiesta poco principal, o acaso no la había, como ciertamente lo podemos asegurar de los siglos XIV y XV, puesto que no se halla memoria de ella en esos siglos ni en los misales ni en los breviarios propios de esta iglesia, como tampoco en una consueta entera y muy bien digerida del siglo XV. El mismo silencio se observa en cuantas letanías he visto desde el siglo XIII hasta el XV, siendo así que jamás se omite en esos códices la memoria de los Santos Ermengol y Odón, que son tan posteriores; aunque acaso esa misma pudo ser la razón de ser venerados los unos y no el otro, hasta que la impresión de los concilios y de las obras antiguas recordó el mérito de este insigne doctor de la iglesia goda. El cual no es menos célebre por su literatura, como puede verse en la bibliot. vet. de Nic. Antonio, donde se halla que escribió un comentario sobre los Cantares de Salomón, y además una carta a Sergio, obispo de Tarragona (ad Sirgam papam) enviándole dicho libro, y otra al diácono Justo, que fue el que le movió a que lo escribiese. Estas obras se imprimieron varias veces, y las hallarás en la bibliot. vet. PP., y las dos cartas en los concilios del cardenal Aguirre, y yo las he hallado también MSS. en algunos archivos en códices de poca antigüedad. Y esto es lo único que se sabe de sus escritos. De los cuales S. Isidoro en el tratado de viris illustr. dice solamente: Iustus, Urgellitanae ecclesiae episcopus Hispaniarum, et frater praedicti Iustiniani, edidit libellum expositionis in Cantica Canticorum, totum valde breviter, ac aperte, per allegoriarum sensum. Mas yo puedo presentar a los eruditos otra obrilla de este doctor, inédita hasta ahora que yo sepa, y es un sermón predicado por él en la solemnidad de S. Vicente M.; el cual he hallado en dos códices de estos archivos. El primero es un breviario de la iglesia de Cardona, que hoy está en el monasterio de Bellpuig de las Avellanas, adonde se lo llevó y depositó el P. D. Jaime Pascual, individuo de aquel monasterio. Está escrito a principios del siglo XIII o a fines del anterior. Hállase en él el oficio propio de S. Vicente M. tal cual lo tiene hoy mi orden de Predicadores; sino que las seis primeras lecciones tienen este título: Passio Sancti Vincentii archidiaconi, et martyris Christi, edita a dompno Prudentio: Princ. Quoniam nobilem beati Vincentii triumphum &c. La lección VII es del evangelio: la VIII y IX son del sermón sobredicho, con este título: Sermo sancti Iusti Urgellen. episcopi. Grande fue el gozo que tuve con este hallazgo, y con el de algunos fragmentos del mismo escrito que hallé en algunas hojas sueltas de otro breviario, donde igualmente se atribuye al mismo padre, porque eso solo era ya una prueba de ser obra de este doctor, cuyo lenguaje además en nada desdecía del que usaron los PP. de nuestra iglesia goda. En este estado llegué a la iglesia de Roda en Aragón, donde entre otras cosas preciosas, de que hablaré algún día dándolo Dios, conservan un códice santoral o leccionario fol. vit. MS. en carácter gótico cursivo, lo más tarde a principios del siglo XI, que sólo contiene sermones en las fiestas de nuestra Señora, actas de los mártires primitivos, y de solos tres confesores, es a saber, S. Bricio, S. Martín y S. Nicolás. En este libro pues, entre varios sermones para la fiesta de S. Vicente, titular de la iglesia, se halla entero y mucho más completo que en aquel breviario el sobredicho sermón con este epígrafe: Sermo sancti Iusti, Urgellensis episcopi, in natale sancti Vincentii martyris. La copia adjunta dirá lo que ello es (a: Apend. n. II), en la cual, por no alargar ahora mi narración y distraerme mucho de mi objeto, he puesto varias notas sobre algunos pasajes de esta obrilla, tocantes a la verdadera patria de tan insigne mártir, al lugar donde se predicó este sermón, y otras cosas curiosas. Desembarazado de esto, prosigo mi catálogo de obispos, en el cual hallo que el impreso cuenta por sucesores de S. Justo a Egigano y a Marcelo, sin citar autor ni documento por donde conste su existencia y el lugar que les da: y del primero afirma que fue obispo desde el año 540 hasta 575 en que murió: y el segundo desde el año siguiente hasta cerca del 590. Mucho acotar es esto en quien confiesa que no queda monumento alguno de tales prelados. El MS. de Gerri los antepone a S. Justo: y de un Marcelo hay memoria en el concilio Valentino de 546, en el cual firmó por él su vicario el arcediano Salustio: y en el Toledano I subscribe un obispo de ese nombre; mas en ninguno de los dos lugares se expresa su silla. 

Y así déjolo, porque es andar a tientas. 

SIMPLICIO.

existente desde 589 hasta 599. 

Subscribió este prelado en el famoso concilio Toledano III del año 589 entre los obispos católicos, núm. 27, como leo en Flórez y en los códices de Urgel y Gerona. También se halló en el concilio II de Zaragoza de 592 y en el de Barcelona de 599. 

El impreso que, como si lo estuviera viendo, nota la muerte de este prelado en el año 604, dice que en el siguiente le sucedió Gabila, el cual murió en 624, y que luego entró Leuderico, que habiendo asistido al concilio Toledano de 634, murió hacia el 650. Cierto es envidiable la satisfacción del que ordenó este catálogo, que así va distribuyendo el tiempo y acomodándolo como le place, de modo que venga bien a aquellos prelados, de quienes si se atreve a citar algún documento, es por desgracia equivocado. Del llamado Gabila ninguno alega; y acaso será el Gudila que el catálogo de Gerri puso mucho antes de S. Justo. Pues el haber asistido Leuderico al concilio Toledano de 634, no sé de donde lo pudo sacar, porque en el cardenal Aguirre, a quien suele citar alguna vez y que pone ese concilio IV no en 634 sino en 633, no se halla tal Leuderico obispo de Urgel, sino

RANARIO 

en 633. 

Así se escribe también en el códice de esta iglesia sin variedad alguna, ni aun en el lugar de su firma, que es el 34. Lo mismo está en el códice Gerundense, con sola la diferencia de escribir Orgelletanus, y el de aquí Urgellitanus. Con esto se hace más notable la omisión del impreso, que no contó este prelado entre los de Urgel. 

MAURELLO 

año 653 y 655 

Así le llaman nuestros códices, no Marcello, como el impreso, el cual omite su asistencia al concilio VIII Toledano. En los concilios V, VI y VII no se halla noticia de obispo de Urgel, ni de vicario que asistiese en su nombre. Mas en el VIII, celebrado en el año 653, asistió Maurello firmando según nuestros códices en el núm. 41, aunque en otros varía este lugar. Dos años después se celebró el concilio IX, y en él subscribió el mismo obispo en el núm. 10. ¿Quién hará caso de que el impreso diga que murió hacia el año 670? Aunque si esto fuese así, no habiendo por otra parte memoria del sucesor Leuberico hasta el año 683, parece quedar hueco suficiente para colocar al obispo Jacinto, el cual siguió las banderas del tirano Paulo contra el rey Wamba, y defendiendo el castillo de Livia en la Cerdaña fue hecho prisionero por las tropas de aquel rey juntamente con Araugisclo. Digo que vendría bien colocar aquí a este obispo, porque cabalmente aquel rey lo fue desde el 672 hasta el 680. Mas el daño está en que no tenemos una certidumbre de que fuese obispo de Urgel; porque aunque Pedro de Marca (M. Hisp. col. 62) es de este parecer, ¿quién asegurará que no lo fuese de otra silla de la parte de Narbona donde Paulo mandaba? Porque la historia de la expedición de dicho rey, escrita por nuestro Juliano Toledano, único documento donde se menciona Jacinto, bien le llama obispo, mas no dice de qué silla. Y el estar Livia en la diócesi de Urgel, no es una prueba que fuese su obispo el preso en aquel castillo, así como tampoco eran de este territorio e iglesia los que lo conquistaron. Ya se sabe lo que es una expedición militar. Así que mientras otra cosa no conste, seguiré contando por obispos de esta iglesia a los que ciertamente consta que lo fueron. Tal es 

LEUBERICO o Leoberico

desde 683 hasta 693. 

El impreso dice que se halló en el concilio de Toledo del año 674 (debió decir 675); mas ni en este que fue el XI, ni en el XII, hay mención de ningún obispo Urgelense. En el XIII del año 683 suena ya Leuberico, que envió a aquel congreso al presbítero Florentino, el cual subscribió entre los vicarios. Lo mismo hizo en el concilio XV del año 688. Mas en el XVI del año 693 asistió personalmente firmando en el lugar 49; y esta es la última memoria que hay de este prelado. Después del cual el sobredicho catálogo pone la serie no interrumpida de los obispos del siglo VIII de esta manera:

Principio. Muerte. 

Urbicio 700 martirizado. 704.

Marcelo 705. 721.

Justo 722. 733.

Leuderico 735. 754.

Esteban 755. 765.

Dotila 773.

Verdaderamente es para alabar la puntualidad y certidumbre con que se señalan las épocas de estos seis obispos, en medio de la escasez de documentos que confiesa el mismo autor del catálogo. No por eso negaré que lo fuesen, o que lo fuesen otros. Porque aunque a principios de ese siglo VIII se verificó la entrada de los árabes en España (711), que a manera de un torrente la inundó hasta los Pirineos; mas en estas asperezas pudieron sostenerse poco tiempo aquellos bárbaros, donde además sabemos que en 736 mandaba a los cristianos el príncipe Chintila. Así tengo para mí que no se interrumpió la serie de los obispos de Urgel, aunque muchas veces tendrían que andar prófugos y desterrados de su silla. Y si hubo alguna interrupción, debió ser muy breve, merced a las armas de Pipino y Carlo Magno, que pronto comenzaron a arredrar a aquellos conquistadores. Así hallamos que hacia el año 783 florecía ya aquí en crédito de literatura, y en la singularidad de opiniones, el famoso Félix; de cuya vida, porque no falte aquí su noticia, haré un compendio breve, según lo que de él dicen comúnmente los historiadores, dejando para tiempo más desocupado, si Dios me lo concede, hablar de él como dogmatizante, cosa en que acaso no saldrá tan feo y criminal como se supone. 

FÉLIX

desde por los años 783 hasta 799.

Era grande amigo, y algunos dicen maestro, de Elipando, metropolitano de Toledo; lo cual, como observa muy bien el M. Flórez (Esp. sag. tom. V. pág. 352), no puede entenderse de discipulado de escuela, sino de haber aprendido de él los errores que a uno y a otro hicieron tan famosos. Algunos creen que fue francés: Eginardo le supone español; lo cual no quita que fuese educado en Francia, no estando entonces España para educar jóvenes. Esta es la condición de los hombres, que nadie quiere consigo al que tiene alguna tacha. Como quiera que esto sea, lo cierto es que mucho antes del año 785 era ya Félix obispo de Urgel; porque ya en ese año comenzó a escribirse contra los errores que corrían en su nombre, como luego diré. Fue así que Elipando, arzobispo de Toledo, consultó a Félix sobre lo que debía creerse de Jesucristo como hombre: a lo cual nuestro obispo respondió que Jesucristo en cuanto a la humanidad sólo era hijo adoptivo y nominal de Dios; cuyo error propagaron ambos, Elipando en las Asturias y Galicia, y Félix en las provincias limítrofes de los Pirineos. Comúnmente se dice que Félix fue el autor de esta herejía, que de su nombre se usó llamarla Feliciana. Será esto verdad porque se esmerase más en propagarla, o porque el crédito de su sabiduría la hiciese más célebre; mas no porque fuese el primero que diese en ese desvarío; el cual tuvo su origen en Córdoba, donde ya tenían escuelas florecientes los árabes, y con ellos estaban mezclados muchos doctores cristianos. Y esa nueva doctrina de la Bética fue la ocasión de que Elipando consultase a Félix, y de que este dogmatizase sobre ello. Digo que esto debió suceder por los años 782, puesto que ya tres años después, entre otros españoles que se opusieron al error, hallamos que Beato, abad de Liébana, y Eterio, obispo de Osma, refugiado en Asturias, escribieron dos libros contra Elipando y Félix. Al mismo tiempo el papa Adriano I escribía a los obispos de España precaviéndoles contra el nuevo error. Mas los que lo defendían se obstinaban en él, respondiendo a los dos que le impugnaban con escritos, llamando a Eterio mozo y engañado, y dando a Beato el apodo de antifrasio, que significa lo contrario de su nombre, esto es, no Beato. La fama del nuevo dogma llamó la atención de los obispos extranjeros, los cuales lo condenaron en varios concilios. 

El primero que en esto se cuenta es el de Narbona del año 791, o de 788, como se lee en la Marca Hisp. (col. 343), en el cual se hallaron los obispos de Arles (Arlés), Aix, Embrun, Viena, Bourges, Auch y Bourdeaux (Burdeos), y en que añaden que el mismo Félix subscribió a la condenación de su error. Otra condenación se supone hecha en el mismo año 791 en un concilio de Frioul, congregado por S, Paulino, obispo de Aquileya. Félix debió reincidir en su error, puesto que en el año siguiente fue citado a la presencia de Carlo Magno y al concilio de Ratisbona, donde fue condenada de nuevo por él mismo su doctrina; y llevado desde allí a Roma la abjuró otra vez delante del papa, con lo cual se le permitió volver al gobierno de la iglesia de Urgel. Mas o sea que él recayó, o como yo creo que Elipando, que llevaba mal estas condenaciones parciales, escribió a Carlo Magno para que esto se tratase en un concilio pleno, lo cierto es que en el año 794, estando aquel rey en Francfort (Frankfurt), congregó allí un concilio de 300 obispos, que establecieron varios cánones, en el 1.° de los cuales fue condenada la herejía de los nuestros. Algo hay que decir sobre aquel congreso, que en el canon 2.° condenó también el dogma católico de la adoración de las imágenes, por no haber sabido leer o entender el canon del concilio Niceno. Mas esto ni es de este lugar, ni quita que fuese bien condenado el error de los adoptivos. Y no sólo los concilios, sino muchos sabios extranjeros escribieron contra nuestro obispo Félix; entre los cuales se distinguió Alcuino, al cual el nuestro respondió con acrimonia y con muestras de ánimo poco dispuesto a ceder en su empresa. A pesar de todo dicen que de nuevo se retractó en un concilio de Aquisgrán (Aachen) del año 797, y que recayendo otra vez, hubo necesidad de juntar un nuevo concilio en esta iglesia de Urgel en 799, al cual asistieron los obispos Laidrado de Lyon, y Nefridio de Narbona, y el abad Benedicto, con otros obispos y abades de la Gocia (Gotia). Esto dice la Marca Hisp. (col. 268 y 345), y pretende probar la existencia de este concilio por dos razones: 

1.a porque según los cánones africanos el error debía condenarse donde había nacido: 2.a porque Félix en la fórmula de confesión que hizo después, dice que según lo que le había prometido en Urgel el obispo Laidrado, vino libremente a la presencia del rey (de los Francos, franceses, Francorum y Franchorum regis; por supuesto, también de los catalanes, se llamasen o no así; y rey de parte de los alemanes), y fue allí oído sin que se le hiciese molestia ni vejación alguna. De 

donde infiere aquel escritor que en 799 estuvo en Urgel el obispo de Lyon Laidrado, lo cual no podía ser sino con ocasión del concilio. Dejando en su probabilidad la primera de estas dos razones, la segunda hace poca fuerza; porque como luego verás el Laidrado que en ese tiempo se hallaba en Urgel, era obispo de esta iglesia, y no de la de Lyon. Así que yo dudo mucho de la verdad del concilio tenido aquí, y más en ese año, en que todos los historiadores convienen que fue por última vez condenado en el concilio Romano, y depuesto enteramente de su silla en una solemne asamblea que se tuvo en Aquisgrán, y desterrado a Lyon. No sé si pudieron caber todas estas cosas en solo el año 799.

Como quiera que sucediesen, Félix acabó sus días en el destierro, privado enteramente de su silla. Algunos escritores dicen que murió en el año 800, otros en el de 804 y otros en el de 818. También varían sobre la ortodoxia final de este obispo. El primero en acriminarle fue Agobardo, obispo de Lyon, el cual al principio de un opúsculo que escribió contra los errores de Félix, afirma que halló entre sus papeles una nota o esquela en que renovó su opinión ya condenada; de donde concluye que murió en el error. Mas en cosa tan grave era necesario que aquel escritor probase que dicha cédula era posterior a su deposición y retractación. Así es que no haciéndolo, a pesar de su dicho, la mayor parte se inclinan a creer que murió en la verdadera fe de la iglesia católica. En la colección del cardenal Aguirre hallarás la confesión de su fe, que es una epístola dirigida a varios clérigos de Urgel, exhortándoles a la verdadera fe de Jesucristo, y detestación del error que abrazaron con él. Dentro de poco verás otras pruebas de la existencia de esos mismos clérigos, y de las penitencias que en razón de eso se les impusieron. Esta profesión de fe la escribió desde su destierro, cuando enteramente depuesto de su silla no tenía ya esperanza de volver a ella con el engaño de una confesión fingida. Y así es de creer que la hiciese con sinceridad, y que en ella perseverase. Otra prueba de su final conversión debe ser el carácter de Félix, a quien todos, incluso Alcuino que fue su antagonista, y el obispo Agobardo que tanto se ensangrentó (ensañó) contra él después de muerto, todos, digo, suponen ser hombre de muy santa vida, y de un celo esmerado por la pureza de la fe, cuyo ardor y no otra cosa le hiciese caer en el error. Así todos celebran lo que trabajó en defender la religión cristiana contra los mahometanos, particularmente Alcuino, el cual en su carta XV hace mención de una disputa de Félix contra un sarraceno, la cual dice que no había podido ver, y que según le habían informado se hallaría en poder de Laidrado, obispo de Lyon. Esto es lo que por ahora he recogido del famoso obispo Félix, a quien de una parte la iglesia de Urgel ha contado por uno de sus siete obispos santos, y el escritor del catálogo de Gerri en el siglo XII redondamente llama santo, y a quien junto con Elipando excusan Francisco Suárez, Gabriel Vázquez in comment. theolog. y Nieremberg en su carta a D. Lorenzo Ramírez de Prado (inter opera Luitprandi, pág. 518): y a quien de otra censuran con mayor o menor acrimonia Alcuino, Agobardo, Jonás y otros escritores franceses de aquel tiempo, a los cuales se han agregado Pagi en las notas a Baronio, Madru de Udina en la edición de las obras de S. Paulino de Aquileya y otros muchos. El que menos mal lo trata de estos le supone de un carácter ridículamente inconstante, que cinco o seis veces retractó su error, y otras tantas volvió a él. Y esta misma censura que no parece merecer un hombre, cuya santidad de vida todos confiesan, y cuyos escritos, los pocos que nos quedan, no indican esa ligereza pueril: esta misma censura es la que da margen a dudar de muchas de las cosas que de él se cuentan, y a pensar que acaso no sería tan difícil como parece ordenar una apología de prelado tan famoso; y esto sin salir de lo mismo que se lee en los historiadores franceses, ya que la desgracia ha querido que entre algunos documentos que quedan por acá del tiempo del obispo Félix, no se haya conservado ninguno de los muchos que debía haber tocantes a su causa. Quede esto en proyecto por ahora. A Dios. 

P. D. La apología que he dicho del obispo Félix no se dirige a defender el error que se le atribuye: líbreme Dios de tal crimen; sino sólo a defender o excusar cuanto pueda ser su persona, así como veo que todos le acriminan, copiándose unos a otros, y acaso sin examinar las tachas de los primeros que trataron de eso. Pudiera pues reducirse a probar los artículos siguientes. 

1.° Carácter de Félix: su vida santa e irreprensible: su celo por la pureza de la fe, y sus disputas con los sarracenos.

2.° Causas que le movieron a enseñar aquel error: motivos políticos que le empeñaron en él en un principio. 

3.° La terquedad e inconstancia casi pueril en defenderle es en gran parte supuesta. 

4.° Anacronismos y contradicciones de los escritores antiguos que hablan de las cosas de este obispo.

5.° Excepciones que deben notarse en algunos de los que le impugnaron. 

6.° Que no murió en su error. 

Así por esta manera podría clasificarse la defensa de quien tiene la desgracia de que hayan perecido los documentos que le justificarían en parte si existieran. Sobre todo, el artículo 4.° da mucho de sí, según tengo observado; por ejemplo: ¿quién creerá posible, por más que Pagi se dé tormento en hacerlo verosímil, que en solo el año 799 se tuviese el concilio de Urgel, y que de resultas fuese Félix a la conferencia libre de Aquisgrán, y que luego pasase al concilio Romano, donde fuese depuesto? ¿Caben en sólo un año tantas idas y venidas, y tantos y tan graves congresos? No lo dudes: en este negocio se han multiplicado los concilios, y aun se han alterado sus épocas; y Dios sabe lo que resultará si se examina detenidamente esta materia, en que, sobre la falta de documentos ciertos, parece haber habido empeño en no aclarar los que quedan. Así es que se da por cosa averiguada el viaje de Laidrado, obispo de Lyon, a celebrar un concilio en Urgel en 799, y otro viaje poco después para curar las llagas que hizo el error en esta cristiandad. Pues no tardarás a ver que en el año 806 tenía esta silla un obispo propio llamado Leideredo, con el cual seguramente equivocaron el otro. Más: el catálogo de Gerri sólo concede a Félix 9 años de pontificado; y esto por lo menos hace ver, que habiendo comenzado hacia el 783 o siguiente, sólo le duró hasta el 794, que es puntualmente la época del concilio de Francfort, en que fue depuesto y desterrado a Lyon, como asegura Adón en su crónica (M. Hisp. col. 271). Y si esto es así, que yo creo ser lo cierto, ¿qué lugar daremos a lo que se cuenta de la persona de Félix, digo de sus nuevos viajes y comparecencias, en los años posteriores hasta el 799? Déjolo otra vez, hasta que Dios quiera.