Mostrando las entradas para la consulta obispado ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas para la consulta obispado ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas

domingo, 7 de agosto de 2022

CARTA LXI. Viaje a S. Juan de las Abadesas.

CARTA LXI. 

Viaje a S. Juan de las Abadesas. Origen de este nombre; error de Pedro de Marca sobre ello. Pruebas de la existencia de monjas en aquel monasterio desde el siglo IX: expulsión de ellas a principios del XI. Erección del obispado de Besalú, y si esta iglesia fue la sede. Muéstrase la equivocación del P. Flórez sobre esto. Canónica Aquisgranense y Agustiniana en S. Juan: sujeción a S. Víctor de Marsella: nueva introducción de monjas: decreto y época de un concilio de Tolosa sobre la restauración de los Agustinianos: su restablecimiento total a principios del siglo XII. Catálogo de sus abades. Noticia de un capítulo de canónigos Agustinianos en Lérida. Estado actual de esta colegiata. Códices, templo, sepulcro del V. Mirón. Noticia de una santa forma depositada en la cabeza de una imagen de J. C. 

Mi querido hermano: Del monasterio de Santa María de Ripoll pasé a la villa de S. Juan de las Abadesas, situada tres horas hacia el E, a la orilla del río Ter. Se llamó en lo antiguo S. Juan de Ripoll, por estar todavía en el valle de este nombre, de donde nació la confusión con que algunos escritores tomaron el monasterio de S. Juan de canónigos Agustinianos por el de Santa María de monjes Benitos, de que hablé en el correo anterior. El primero es comúnmente conocido con el nombre de S. Juan de las Abadesas (S. Ioannis de Abbatissis) en las escrituras del siglo XIV. Comenzaba ya a usarse este título en el siglo XII, como he visto en escritura copiada en el cartoral llamado de Carlo Magno en el archivo episcopal de Gerona, fecha el año XX de Luis el Gordo (1127). El arzobispo Pedro de Marca creyó haber encontrado la etimología de este nombre en la Beseda romana; del cual se formase badesa, y no de abadesas, ni de monjas que hubiese habido allí en lo antiguo, como dicen nuestros historiadores. Opinión que trata como una fábula monstruosa con estas palabras: “Vocis istius antiquae ignoratio peperit monstrum ad explicationem huius appellationis inveniendam... Ut interpretationem iuvarent fabulà, somniarunt eo in oppido fuisse monasterium sanctimonialium, in quo plures erant abbatissae. Egregium sane commentum, quod plures contra disciplinam canonum, et perpetuum ecclesiae usum, abbatissas eodem tempore uni monasterio tribuit, ad favendam nimirum concordiam muliebrem. Nulla unquam in hoc loco fuit domus aut habitatio sanctimonialium, sed collegium tantum canonicorum regularium Sancti Augustini &c.'' (Marca Hisp. col. 189, seq.). Si este escritor hubiera registrado, como dicen que lo registró, el archivo real de Barcelona, era imposible que no topase con alguno de los innumerables instrumentos que allí existen relativos a aquel monasterio antiguo de monjas; con lo cual no dijera con tanta confianza y con tan injusto desprecio de nuestros historiadores lo que acabas de leer.  

Sea enhorabuena aquel lugar el sitio de la Beseda romana. Lo cierto es que la voz Badesa, que él tiene por su derivado, en la lengua vulgar catalana antigua y actual significa Abadesa. Y como el nombre de la villa San Juan de las Abadesas o Badesas, sea tan moderno en la lengua vulgar, que sólo comience a ser frecuente después del siglo XII, es más que verosímil que lo tomaron del S. Ioannis de Abbatissis que ya vemos usado en ese tiempo, o digamos que el nombre latino se tomó del vulgar, que es a lo que más me inclino. Y sea lo uno o lo otro, debes tener por cierto que no hay un documento anterior a esta época que ni en latín ni en vulgar llame a este sitio o monasterio con el dictado de Abbatissis o Badesas; sino que siempre le dijeron S. Juan de Ripoll, en cuantas escrituras quedan desde el siglo IX inclusive hasta el XII. 

Estando pues tan desusado y olvidado el nombre Beseda, ¿no es más regular dar otro origen al de las Badesas la primera vez que se oye en los tiempos modernos? y ¿qué cosa más llana que derivarlo de las Abadesas que gobernaron en aquel monasterio? No afirmaré yo que hubiese muchas en él a un mismo tiempo. Lo que diré es que negar la existencia del monasterio por la imposible coexistencia de muchas abadesas en él, no debía caber en un escritor tan versado como suponen en la historia de Cataluña. Cualquiera que la conozca medianamente, sabe que hubo en este país algunos monasterios en que había a un mismo tiempo dos y tres abades, y eran benedictinos como aquellas monjas. Igualmente era contra los cánones Aquisgranenses el estado de matrimonio en los canónigos que servían las catedrales. Y con todo eso Balucio, fidelísimo discípulo del S. Marca, no tuvo dificultad en creer que hubo uno de ellos casado en la iglesia de Vique, gobernada por aquellos mismos cánones (ib. col. 448 y 1097). Por fortuna esta es una fábula inventada por el mismo, y de poco honor para el crédito de su erudición (a: V. tom. VI, pág. 64 y 195). Y también es una calumnia atribuir así en cerro a toda Cataluña la opinión de que en aquel monasterio hubo muchas abadesas simultáneas, y que de ahí tomó su nombre el lugar. Los juiciosos siempre han dicho que por ser aquella villa del señorío de las abadesas del monasterio, se llamó de las Abadesas, como se llama San Sebastián de los Reyes, Carrión de los Condes. Lo demás lo ha dicho el vulgo. Mas para Marca y para otros toda España es vulgo. La ignorancia de un punto tan principal de la historia de este país, fue la que precipitó a aquel escritor: que con haber visto no más que los índices antiguos del archivo real, saliera de su error. Hubo ciertamente un monasterio de monjas en el lugar que decimos, fundado por los condes de Barcelona Wifredo y su esposa Winilde el año 887 para su hija Emo, Ema o Emona (que con todos estos nombres la expresan los instrumentos). Yo no he podido dar con esta escritura que los PP. Domenech (a: Historia de los santos de Cataluña, pág. 92) y Ribera (b: Centuria mercenaria, pág. 612) aseguran haber visto. Mas sí puedo afirmar que existen en aquel archivo muchísimos instrumentos de compras y establecimientos hechos por esta señora, como abadesa de la nueva casa; los cuales llegan hasta el año III.° después de la muerte de Carlos el Simple (932). Otra abadesa hallo más adelante llamada Adalaicis, elegida por el obispo de Vique Wadamiro, por el conde Suñer y otros. La escritura está en el archivo real, fecha ante Guiliarado presbítero XVII. Kal. Sept. anno XIIII. regni Leudovici filii Karoli, Indictione VIII, que es el año de Cristo 949, en que la indicción debía ser VIIII. Cinco años después hay memorias de otra abadesa llamada Ranlo, de la cual quedan algunas dotaciones de iglesias que se dirán en otros viajes. En el año 965 gobernaba este monasterio la abadesa Fredeburga, la cual con la congregación de monjas y de canónigos habitantes en dicha casa, bajo la regla de S. Benito, de consentimiento de Atton, obispo de Vique, hizo un cambio con el conde Seniofredo y Oliva, ibidem comiti, y su hermano el levita Miro, del alodio de Vidrá en el condado de Osona, por el de Arca y Camrodon o Genestosa en el de Besalú, que era del monasterio. La escritura está en el citado archivo y va copiada (a: Apend. n. XII), para que veas al mismo tiempo los nombres de las monjas que allí vivían. De este instrumento consta que en aquel monasterio se profesaba la regla de S. Benito. Acaso por esta razón el monje de Santa María de Ripoll que escribió los libros Sententiarum de S. Isidoro el año 911, de los cuales hablé en la carta anterior, los dedicó a estas religiosas como a sus hermanas, a las cuales llama sanctimoniales puellae; constándome por otras escrituras del mismo siglo X que les daban comúnmente ese mismo dictado. También observarás en esa escritura que junto con las monjas había en aquella casa congregación de canónigos, los cuales no debían ser sólo asistentes y pagados para el servicio de la iglesia, puesto que figuran en las compras y ventas. Así que puede este ser tenido por uno de los monasterios dobles. Otra abadesa llamada Ingilberga presidía aquí a principios del siglo XI, la cual era hermana de Oliva, abad de Santa María de Ripoll, y tía de Guillermo, que después fue obispo de Vique desde el año 1047, como se dijo en su lugar. Estas son las memorias ciertas que he recogido de las abadesas de aquel monasterio. Parece que de la cohabitación de los canónigos, o de la concurrencia de los nobles del país a aquel lugar con motivo de la caza, debió nacer verosímilmente la enorme y escandalosa disipación de que informaron al papa Benedicto VIII el conde Bernardo Tallaferro, y el arcediano, primicerio y otros clérigos de la iglesia de Vique. El papa citó a las monjas para que se justificasen, y no compareciendo expidió una bula dirigida al obispo de Vique Borrell, y a Oliva abad de Santa María de Ripoll, mandándoles que arrojadas las monjas de la casa, la ocupasen canónigos que con su santa vida purificasen el lugar profanado con tantas deshonestidades y parricidios. Esta bula está bien reducida por el P. M. Flórez al año 1017. Va copia de ella sacada del archivo real de Barcelona (a: Apend. n. XIII), donde se guarda no original sino en copia simple, a la cual se añaden seguidamente otros privilegios y documentos en favor de aquella casa. Mas esta copia debió servir para notificación u otro acto judicial, puesto que al pie del pergamino se hallan originales algunas certificaciones de obispos y de abades que aseguran ser copia fiel de sus respectivos autógrafos. Los que esto afirman son B. obispo de Elna, Dalmacio abad de Santa María de Ripoll, Pedro abad de San Lorenzo (que puede ser del Monte, Marunys, Bagá &c.) G. abad de Villabertrán y Otón abad cisterciense de Fuenfría en la diócesi de Narbona (abadía, abbaye de Fontfroide; font freda; fons frigidus). 

La coexistencia de todos estos prelados solo se verifica desde los años 1250 hasta 1256. Y así se ha de creer que la copia es de este tiempo, y que ellos vieron entonces el original. 

Después de tantas pruebas y tan terminantes de la existencia de monjas en San Juan de las Abadesas, ¿qué caso haremos de las palabras de Marca: nulla unquam in hoc loco fuit domus aut habitatio sanctimonialium? 

Efectuose lo mandado por el papa; y así hallamos que en el mismo año 1017 el conde de Besalú Bernardo Tallaferro, pidiendo a S. S. el honor de silla episcopal para su condado, propuso que se erigiese o en Besalú, o en S. Pablo de Fenollet, o en S. Juan de Ripoll: cosa que ni pidiera ni se efectuara, si la única iglesia que consta hubiese en este lugar de que hablamos, estuviese servida y ocupada por las monjas. Esto quedará más en claro con la noticia de este obispado que acabo de insinuar, que tan de cerca toca a la iglesia de S. Juan. El condado de Besalú estaba casi todo incluido en las diócesis de Gerona y Vique. El conde Bernardo Tallaferro, príncipe muy poderoso en aquellos tiempos, aspiraba a tener obispo propio de sus estados, para estar así menos dependiente de los otros condes que pertenecían a aquellas diócesis. Con este fin hizo un viaje a Roma acompañado de su hijo Guillermo y de Wifredo, para pedir al papa esta gracia. Concediola S. S. eligiendo y consagrando en obispo al sobredicho Wifredo, y reservando a la santa sede la consagración de sus sucesores. Reflexiona cuan anterior es esto al pontificado de S. Gregorio VII. De las tres iglesias citadas antes, el conde señaló para sede episcopal, según la permisión apostólica, la de S. Salvador, Santa María, S. Miguel y S. Ginés de Besalú. Las dos escrituras que prueban lo dicho se hallan en la Marca Hisp. (ap. n. CLXXVII y sig.). Quién fuese este obispo Wifredo, y el cómo y por qué se suprimió este obispado de Besalú, se dirá a la larga en el viaje a aquella iglesia, como en su propio lugar; y ya algo se insinuó en el episcopologio de Vique. Sólo añadiré aquí lo que hace a estotra de S. Juan, de que tratamos. La primera de las posesiones con que el conde dotó a su nueva sede, dice así: 

“Dono igitur ad supra dictam sedem Sancti Salvatoris (de Besalú) ex iure paterno abbatiam Sancti Iohannis, quae est sita in comitatu Riopollensi... ut semper illi sit súbdita; eo tamen conventu atque definitione, ut nulli unquam episcopo liceat praedictam abbatiam Sancti Iohannis destruere... sed semper in canonicali ordine cum honestate magna permaneat, ibique assidue Domino servientes ea omnia, quae ad praedictam abbatiam pertinent, secure et quiete possideant sub ordine canonicae religionis, et cum ordinatione episcopi praedictae sedis &c.” Vese claro en estas palabras que en el año 1017, que es al que pertenece esta escritura, ya no quedaban monjas en esta iglesia de S. Juan, sino que sólo había canónigos presididos por un abad, que al mismo tiempo era obispo de Besalú. Mas este obispado, a quien se anexó la abadía, duró muy poco. Marca dice que no pasó del año 1020. Será así; pero la abadía de S. Juan permaneció anexa a la misma persona de Wifredo, trasladado al obispado de Carcasona, no al de Narbona (como dijo Diago), confundiendo a este Wifredo con el hijo del conde de Cerdaña promovido a aquella metrópoli. El obispado de Carcasona de nuestro abad consta del necrologio de esta iglesia de S. Juan, donde de letra del siglo XI se lee lo siguiente: V. Kal. Octobris, anno dominicae Incarnationis M.L.IIII. obiit domnus Gaufredus (sic) huius ecclesiae episcopus, et postea Carcassonensis episcopus, et abbas huius loci. Al margen de letra del siglo XII se añade: Hic fuit episcopus huius ecclesiae, impetrante comite Bisuldunense a domino papa. Postea contradicentibus episcopis Vicensi, Gerundensi, et aliis, non potuit obtinere quod hic locus esset episcopalis, et remansit abbas; et fuit postea episcopus Carcassonensis. Esta pequeña nota, que tan poco trabajo costó a su autor, nos ha conservado la historia de dicho obispado, y cómo Wifredo o Gaufredo (Guifre) depuesto de aquel honor quedó abad de S. Juan, y cómo lo fue hasta el fin de su vida, aun después de trasladado a la sede de Carcasona. Consta también el día y año de su muerte, que fue el 27 de Septiembre de 1054, época ignorada en la Gallia Christ., donde se hace ver que ya era obispo de Carcasona desde el año 1031. Este pontificado no fue conocido por el autor de la Marca Hispánica, aunque pudiera colegirlo viendo un Wifredo obispo de Carcasona asistente a la consagración de la iglesia de Ripoll en 1032, y de la de Gerona en 1038, cuyas actas se hallan en la misma obra (ap. nn. CCVIII y CCXXVIII). De lo dicho se ve claramente por qué en algunos actos judiciales pertenecientes a S. Juan de las Abadesas, Wifredo que ejercía allí su jurisdicción como abad, se llama al mismo tiempo episcopus, con relación ciertamente a la silla de Carcasona. Del mismo modo, y porque debió quedar con el gobierno de Santa María de Besalú, se entenderá la escritura de un censo que hizo a favor de Raimundo Mirón el año XVII del rey Enrique (1047), la cual vi en el archivo real de Barcelona, y dice: Wifredus gratiâ Dei episcopus cum cuncta congregatione Sanctae Mariae, qui est sita infra muros Bisulduni &c. Porque cierto es que estaba ya suprimido mucho tiempo había el obispado de Besalú, y que sólo podía llamarse obispo por serlo de Carcasona, de donde ciertamente lo era entonces. Y de esto hay ejemplos repetidos en Oliva obispo de Vique y Arnulfo de Gerona, ambos abades juntamente de Ripoll, los cuales dicen tal cual vez: Ego Oliva, o Arnulfus, episcopus cum cuncta congregatione S. Mariae Rivipulli, sin que por eso se diga que eran obispos de Ripoll. También entenderás ahora que en esto consistió la equivocación del P. M. Flórez, cuando dijo que nuestro Wifredo fue obispo de Vique. Porque viéndole ejercer su jurisdicción en S. Juan de las Abadesas con el dictado de obispo, le tuvo por territorial. Y no fue sino que como abad (llamado obispo por serlo de Carcasona) recibió la restitución que a él y a sus canónigos hizo Guillermo obispo de Vique, de la iglesia de S. Quirico, enajenada de aquel monasterio por la abadesa Ingilberga poco antes del año 1017, cuya posesión me consta que perteneció a aquella casa desde su fundación, y que jamás tocó ni tuvo relación con la iglesia de Vique. Otra cosa conviene aquí examinar. En la nota citada del necrologio de esta iglesia de S. Juan, Wifredo es llamado dos veces episcopus huius ecclesiae: y añade que por la resistencia de los obispos Ausonense y Gerundense non potuit obtinere quod hic locus esset episcopalis. Donde parece que se da a entender que esta iglesia fue la propia sede del obispo Wifredo. Por otra parte consta que el papa Benedicto VIII no designó la del nuevo obispado, sino que dejó en libertad al conde Bernardo Tallaferro para elegir en catedral una de las tres iglesias que él le había propuesto. Es igualmente cierto que este príncipe eligió, como dije, la de Santa María de Besalú, sujetándole la abadía de S. Juan de Ripoll. Mas ¿quién sabe si esto se verificó con todo rigor: o si en el poco tiempo que hubo para plantificar el nuevo obispado, las tres iglesias se tomaron el honor de sede episcopal, quedando todas igualmente concatedrales? A esta sospecha da margen la nota sobredicha, que puntualmente es la única noticia descubierta hasta ahora sobre las publicadas en la Marca Hisp. Por donde vendría a verificarse que aquel obispado no se llamó de Besalú, por serlo sólo de la iglesia de aquella villa; sino por serlo de todo el condado, que es lo que bastaba para que se cumpliesen las miras del conde. 

Vuelvo ahora a tomar el hilo de mi narración. Los canónigos que sirvieron esta iglesia, excluidas las monjas en el año 1017, profesaron sin duda alguna la vida canónica Aquisgranense. De esto puede ser indicio y aun prueba el códice MS. a principios del siglo XI, que se guarda en el archivo de esta iglesia y contiene aquella regla. No me consta quien fue el sucesor del abad Wifredo, ni aun se puede asegurar que lo tuviese; pues parece que excluidos los canónigos Aquisgranenses, pasó esta iglesia a ser de monjes, si creemos a un cronicón de Ripoll que dice: anno Domini MLXXXIII. cenobium Sancti Iohannis redditur monachis. A no ser que por monjes entendiese este cronicón con grande impropiedad a los canónigos reglares de S. Agustín, que fueron introducidos en esta iglesia por ese tiempo. Mas yo tengo por época de esta nueva canónica el año 1086 en que Bernardo conde de Besalú, hallándose en esta iglesia el día 13 de Octubre, la entregó a los clérigos que allí había y a sus sucesores, con tal que profesasen la regla de S. Agustín, jurando no quitarles la casa y posesiones. De toda esta buena disposición fue el autor y trazador el obispo de Vique Berenguer Rosanes, el cual quedó constituido abad de la nueva canónica, a quien había enriquecido con gran liberalidad. Por su muerte podían elegir los canónigos abad sucesor. Va copia de esta escritura como también de la bula del papa Urbano II (a: Apend. nn. XIV y XV) dada el año 1089, y dirigida al mismo obispo en que confirma todo lo sobredicho, imponiendo a la nueva canónica el censo anual de tres mancusos de moneda valenciana (N. E. atención a la moneda valenciana en 1089) en reconocimiento de la protección apostólica, y de la exención de la potestad secular que había logrado. Establecida así la casa, el obispo Berenguer renunció la abadía; y yo sospecho que quiso apoderarse de ella un presbítero llamado Pedro Rigual, abandonando la iglesia de Santa María de Vilabertrán, de cuyo gobierno estaba encargado. A lo menos da margen a ello la queja de los canónigos o precepto del sobredicho obispo, mandándole dejar libre esta iglesia y volver a su oficio. Quede esto así: de lo cual ya te hablé en otra ocasión (a: V. tom. VI. pág. 212). Mas sea que los canónigos no solicitasen el consentimiento del conde en la elección del abad sucesor, como había mandado el papa Urbano, sea por inconstancia de ánimo de aquel príncipe, a quien por esta razón algunos cronicones llaman perjuro; lo cierto es que él faltó a su palabra, y arrojando a los nuevos canónigos de este monasterio, lo entregó al de S. Víctor de Marsella y a su abad Ricardo, el cual volvió a poblar la casa de monjas, y le usurpó posesiones y ocasionó otros daños. Un cronicón de Ripoll, que está en la biblioteca del Carmen descalzo de Barcelona, fija la segunda entrada de estas monjas en el año 1099 con estas palabras: Era M.CXXXVII. anno Dñi MXCVIIII. Hoc anno venerunt sanctimoniales in monasterio Sancti Iohannis. De este tiempo queda la memoria de una abadesa llamada Elisabet, que junto con el prior de este monasterio admitieron la donación de un manso en el término de Cabats, año XLIII del rey Felipe (1103 de Cristo). Otras muchas escrituras hay de ese tiempo, en las cuales suena aquí comunidad de monjes y de religiosas. Los canónigos arrojados dieron su queja contra el abad Ricardo de Marsella en un concilio de Tolosa, el cual presidió Renerio cardenal y legado de la santa sede, con asistencia de Amato arzobispo y legado del papa Urbano II, y veinte prelados más entre obispos y abades. Oída allí la queja, se mandó restituir a los canónigos el monasterio y sus posesiones, y para ello escribió el sobredicho cardenal a los obispos B. de Gerona, B. de Vique, B. de Urgel, B. de Barcelona, y A. de Elna. Esta carta y la noticia de lo decretado en el concilio existe en un pergamino escrito a fines del siglo XI o principios del siguiente, en el archivo de esta iglesia, y va copiada (a: Apend. n. XVI). Está sin fecha; mas las letras iniciales de los obispos que pone la carta, pueden fijar la época de este suceso, siendo cierto que corresponden a los prelados que gobernaron las iglesias expresadas, como verás por el estado siguiente.

En Gerona fueron obispos Berenguer Wifredo y Bernardo Umberto desde 1051 a 1111.

En Barcelona lo fue Bertrán de 1086 a 1095.

En Urgel Bernardo Guillem de 1076 a 1091.

En Vique Berenguer Rosanes de 1075 a 1099. 

En Elna Artaldo de 1087 a 1096.

Resulta pues que este concilio y la carta pertenecen a los años desde 1086 al de 1091. y deberá fijarse en el de 1090, en que la Gallia crist. menciona un concilio celebrado en Tolosa ese año para la reforma de costumbres. Con todo eso es preciso decir que no tuvo efecto este decreto, puesto que como vimos en 1099 entraron en el monasterio las monjas, y en los años inmediatos suenan abadesas y monjes gobernando esta casa sin mención alguna de canónigos. Parece que esto fue efecto de una nueva bula de Urbano II en que confirmó la sujeción de este monasterio al de S. Víctor de Marsella. De esta concesión da noticia la que luego citaré de Pascual II.

Muerto el conde de Besalú Bernardo Guillem en el año 1111, volvieron los canónigos a arrojar de la iglesia al abad Ricardo y a las monjas que él había introducido, y quedaron en posesión de ella. Dieron los expulsos su queja a la sede apostólica, apoyados en el decreto citado de Urbano II. Mas era ya papa con el nombre de Pascual II el mismo cardenal Renerio que había mandado restablecer a los canónigos agustinianos en S. Juan de Ripoll. Resolución que sostuvo ahora declarando que no fue lícito al conde sujetar a otro monasterio una iglesia censual de la sede romana, y mandando restituir por entero la casa y sus posesiones al abad Berenguer y a sus canónigos, que allí viviesen según la regla de S. Agustín y costumbres de S. Rufo. Va copia de esta preciosa bula que vi en el archivo real de Barcelona (a: Apend. n. XVII), la cual abraza toda la historia de esta casa, e indica la alternativa con que se sucedieron clérigos, monjas y monjes, expresando además el censo anuo trium aureorum, correspondiente sin duda a los tres mancusos de moneda valenciana que dije arriba, impuesto por Urbano II. Su fecha es del 4 de Diciembre del año 1114. Un año más alargan esta restauración los cronicones de este país, de los cuales dice uno: anno M.C.XV. Monasterium Sancti Iohannis tollitur devotis, et redditur clericis. Como quiera que sea, esta es la época en que se fijó en esta iglesia la canónica Agustiniana, para no padecer ya más alteraciones que las comunes a las otras de este principado, que son las reservas papales, las encomiendas, y la extinción de este género de vida en 1592. De todo esto iré dando razón al mismo tiempo que escriba el catálogo de sus abades, formado sobre los documentos existentes particularmente en el archivo de esta iglesia, que he visto a mi satisfacción: merced a la franqueza de su capítulo y de sus dos comisionados para el efecto D. Juan Puig y D. Valentín Torres y Amat, canónigos. 

Catálogo de abades de San Juan de las Abadesas desde el año 1114. 

Berenguer Arnal existía en 1114, a quien el papa Pascual II le dirigió la bula sobredicha. Sus memorias continúan hasta el año 1128. Le he añadido el apellido Arnal, por haberlo hallado así en una escritura del cartoral llamado de Carlo Magno en la curia episcopal de Gerona, fecha el año XX de Luis el Gordo (1127 o sig.). Por donde infiero que sea este mismo el Berenguer Arnal, de quien el necrologio de esta iglesia de S. Juan hace un grande elogio por el celo que mostró en la expulsión de las monjas intrusas. Porque cierto a este abad se debe la última restauración de la casa. Pero es de reparar que el necrologio no le llama abad, y fija su muerte a 21 de Octubre de 1137, lo cual es incompatible con las noticias del sucesor

Pedro, que ya era abad en 1131 y lo fue hasta 1139. A él y a su canónica prometió el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV que cumpliría lo mandado por el papa Pascual acerca de esta casa, como lo había hecho el conde su padre. Va copia de esta escritura original (a: Apend. n. XVIII) que en su exordio se dice hecha XIIII. Kal. Februarii del año 1137 (1138), y al fin data el año XXVII del rey Luis (el Gordo), que más corresponde al 1134 o 35. Ni podía ser de la primera época, pues entonces había ya fallecido S. Olaguer, arzobispo, al cual supone vivo la escritura. En ella subscriben como testigos Raimundo obispo de Vique, Berenguer obispo de Gerona, y Udalgario de Elna. 

Ponce de Mulnells o Monells, consta por escrituras que era ya abad en 1144. Concluyó la fábrica de su iglesia que aún hoy subsiste, la cual dedicaron el año 1150 los obispos Pedro Redorta de Vique, Guillermo Torroja de Barcelona, y Berenguer de Llers de Gerona, con asistencia de los abades Pedro Raimundo de Ripoll, Gaufredo de S. Rufo, Raimundo de Arles (Arlés) y Bernardo de Besalú, y de muchos canónigos de catedrales y nobles. Va copiada del original (a: Apend. n. XIX). También se dedicó en 1164 la pequeña iglesia de S. Miguel que estaba iuxta domum infirmorum, esto es, la enfermería del monasterio, la cual aún hoy existe pegada al claustro. El año siguiente 1165 fue electo obispo de Tortosa, donde vivió hasta el 26 de Julio de 1193 en que murió, conservando siempre el gobierno de esta abadía, como demostré en el viaje a aquella iglesia (b: V. tom. V. pág. 75), don-de se copió el epitafio del sepulcro que allí tiene. Ahora añado que fue hermano de Guillermo de Monells, obispo de Gerona. 

Pedro Guillem. Hay memorias de él en 1194 y 1197.

Raimundo lo era en 1198.

Pedro de Soler existía ya en 1204, y murió en el mes de Septiembre de 1217. Está enterrado en el pórtico de esta iglesia, llamado antes claustro de S. Mateo. 

Arnaldo de Curzavell entró a ser abad en 1217, y continúan sus memorias hasta 1225.

Arnaldo, creo que distinto del anterior, y llamado al mismo tiempo Prior Mauseolensis (de Manlleu) suena en escritura del año 1229.

Raimundo de Bisbal. Hay de él noticias desde 1230 hasta el 1248. Este abad cercó de muros la villa. 

Guillermo existía en 1248.

Berenguer Arnau, o de Sancto Stephano (Sant Esteve). Quedan memorias de él desde el año 1254 hasta 1259, en que renunció en manos de S. Raimundo de Peñafort, comisionado pontificio.

Dalmacio de Minyana. Hay noticias de él en los años 1263 hasta 1273. Sábese que renunció y se hizo religioso dominico.

Berenguer de Blanes. Su primera memoria es del 1280: murió en Junio de 1293: está enterrado en el pórtico sobredicho.

Guillermo existía en 1296, continúan sus memorias hasta 1309.

Raimundo de Cornellá era ya abad en 1315: murió en Enero de 1319, y se enterró en el mismo lugar con este epitafio de leoninos:

Anno milleno ter C.°IX.° que deno 

Sex Idus in Iano finem de Corneliano 

Clausit Raimundus, vir honestus, corpore mundus, 

Et meritis pollens, cunctis gratus, mala tollens, 

Multis non annis abbas Sanctique Iohannis 

Extitit inventus: caruit sua labe iuventus. 

Hac iacet in fossa sua quâ clauduntur et ossa, 

Pro quo mente pia laudetur Virgo Maria. 

Raimundo fue abad desde 1322 hasta 1346. De él hay una memoria insigne tocante a nuestra historia eclesiástica. El papa Benedicto XII expidió una bula de reforma para los canónigos reglares de San Agustín, dada Idibus Maii, pontific. anno quinto, mandando entre otras cosas que se reuniesen en congregaciones, las cuales celebrasen sus capítulos y tratasen de restaurar la disciplina canónica. Estas constituciones publicó Eusebio Amort (vet. disc. canon. regul. part. IV. cap. I.), y añade (cap. II.) con el testimonio de Pennoto que las provincias Cesaraugustana y Tarraconense se juntaron in castro regio civitatis Ilerdensis, donde se admitieron las constituciones del papa. Yo puedo añadir que en la iglesia de Solsona he visto un códice que contiene la celebración de este capítulo de Lérida, al cual asistieron todos los prelados de canónigos Agustinianos de ambas provincias, incluso el obispado de Mallorca. Convocaron a él con autoridad apostólica Ximeno abad de Montaragon (Montearagón, junto a Huesca), y nuestro Raimundo de S. Juan de las Abadesas, fijando su celebración a 26 de Agosto de 1339. La escritura que certifica haberse celebrado el capítulo y leído en él las constituciones del papa, que también se insertan, está fecha a 7 de los Idus de Mayo de 1340. 

Francisco Roig lo era ya en 1348, y murió en el Diciembre de 1355, como consta de su sepulcro en el lugar citado.

Raimundo de Vallmanya (valle magna), electo en 1356: murió en 1393. 

Arnaldo Villalba, era natural de la casa de la Serra, sita sobre el collado de donde nace el arroyo Trentapassa, caminando desde la villa de S. Celdoni (Celoni; Celedonio) al lugar de Linás (Llinars). Esto dice la escritura que luego citaré hablando de la santa Hostia que aquí se guarda. Fue abad desde 1393 hasta 1427 en que murió. Este prelado logró para sí y sus sucesores el uso de insignias episcopales.

Pedro de Moncorp (de Montecurvo) gobernó desde 1427 hasta 1447.

Pedro Calbo desde 1448 hasta 1454.

Bernardo Guillem de Çamassó de 1454 hasta 1456 en que murió. En la vacante el capítulo eligió por sucesor a D. Juan de Avinyó, abad de Santa María la Real de Perpiñan. Fue esto en el Agosto del mismo año 1456. Mas no prevaleció esta elección, porque el papa Calixto III a 1.° de Septiembre del mismo año dio esta abadía a

Miguel Isalguer, que la gobernó hasta 1484 en que murió. 


Abades comendatarios. 


Juan, cardenal de Santa Sabina, llamado vulgarmente de Aragón: 1485, 1486. 

Juan Miguel, cardenal de S. Marcelo, vulgo de Santangelo, obispo de Verona: 1486, 1499.

Juan de Peralta, obispo de Vique: 1503, 1505.

Alfonso de Aragón, arzobispo de Zaragoza: 1513, 1516.

Bernardo Juan de S. Clemente: 1524, 1526.

Henrique de Cardona. 1527, 1530.

Miguel Agullana: 1530, 1581.

Aquí acaba la serie de los abades de esta canónica Agustiniana, porque ella también acabó el año 1592 en la supresión general de estas canónicas en toda Cataluña y Rosellón, hecha por Clemente VIII. Erigiose entonces en colegiata compuesta de un arcipreste y doce canónigos. Mas gran parte de sus rentas se aplicaron a la erección de los deanatos de Gerona y Vique, y de la tesorería y arcedianatos de Badalona y Llobregat en la catedral de Barcelona.

Pocas reliquias quedan acá de las costumbres reglares antiguas, sino es algunas consuetas, necrologios, rituales y misales, de que me he aprovechado para lo de ritos y otros puntos. Consérvase también en el archivo una biblia en dos tomos fol. impresa en Venecia en 1471. Item el códice de la canónica Aquisgranense, de que ya hablé. En uno de los martirologios está dibujada la figura de la corona antigua canonical, abierta en la parte superior de la cabeza, de gran tamaño. Allí mismo están las fórmulas de ingreso y profesión, y la con que eran admitidos a la congregación y hermandad canonical muchos legos y aun mujeres. El necrologio está lleno de óbitos de monjes de varios monasterios, y singularmente de canónigos de la catedral de Tortosa, con cuya iglesia tenía la nuestra hermandad particular. Después de la secularización el hábito coral de los canónigos era hasta pocos años ha sotana azul, sobrepelliz y muceta también azul con cenefa de tafetán carmesí. Así continúa hoy día, sino que la sotana es negra. 

La iglesia es la misma que se construyó a principios del siglo XII y se dedicó en 1150, con sólo una pequeña alteración en la bóveda del testero. Su figura es de una cruz espaciosa, con una nave que cerca el altar mayor. Este es de madera, formado todavía al estilo gótico y dividido en tres cuerpos llenos de pinturas bastante buenas, todo de fines del siglo XV o principios del siguiente. Otros altares hay de la misma antigüedad; entre los cuales es notable el de S. Agustín ejecutado en mármol. De la misma materia es la imagen de nuestra Señora, que ya de muy antiguo se venera en una hermosa capilla en la nave que rodea el altar mayor. Sobre el nicho de nuestra Señora hay un balcón por donde se manifiesta al pueblo la imagen de Jesucristo en la actitud del descendimiento de la cruz, colocada en un hermoso camarín, al cual se sube por los lados exteriores de la capilla. La cabeza del Cristo está cóncava con una puertecilla en la frente, donde se conserva y venera una santa forma, a quien llaman aquí el Sant Misteri. Es tradición apoyada con el testimonio del siglo XV, que va copiado (a: Apend. n. XX), que en la cabeza de dicha imagen, mandada fabricar por Dulcet año 1251, se depositó entonces la sobredicha forma partida en tres trozos, y en las espaldas reliquias de varios santos: y que queriendo el abad Arnaldo de Villalba pintar de nuevo en 1426 estas figuras deterioradas, hallaron esta novedad que ya se había borrado de la memoria de los hombres, cuya noticia conservaba un misal en cierta nota que copian en el citado instrumento. Yo no he podido dar con este misal, ni sé más que lo que dice la sobredicha escritura, la cual aunque está sin las formalidades legales, es indubitablemente de letra de ese tiempo. También puedo decir que desde entonces ha sido visitada la santa Hostia varias veces por los obispos diocesanos, y nuevamente por el actual Señor D. Francisco de Veyán y Mola, los cuales, vista su incorruptibilidad, nada han innovado en orden a su culto. En otra capilla colateral está depositado en el hueco de la pared el cuerpo del venerable Mirón, canónigo reglar de esta iglesia, que murió el año 1161, cuya vida publicó el P. Flórez (tom. XXVIII, pág. 233). Hasta nuestros días ha tenido culto y lámparas colgadas en su sepulcro: el que se le hizo de nuevo en 1345 quedó casi derrotado en la entrada que hicieron por acá las tropas francesas en 1794; y aunque se ha reparado en lo posible, han perecido las inscripciones que en él había, las cuales pondré aquí copiadas de un libro antiguo. Dicen así:

Hic discessit bis centenis 

Lustris Christo genito 

Annis centum et sex denis

Uno superaddito: 

Die tertio pridie idus

In mense Septembrio 

Coeli regna petit sidus 

Perfruendi bravio.

Quia Miro vir beatus 

Huic monasterio 

In canonicum est datus 

Pro Dei servitio; 

Et quia fuit Deo grata 

Eius conversatio, 

Ideo est huc translata 

Ossium collectio 

Anno et festo Augustini 

Sub Christo millesimo 

Quinto sint viginti bini 

Hic cum trecentessimo. 


Aquí ves claro que el año de la muerte del venerable Mirón fue el de 1161 (bis centenis Lustris, dos centenas de lustros, 2*100*5=1000 … centum et sex denis (160) Uno superaddito : 1 sobreañadido), y el de su traslación al actual sepulcro el de 1345. 

En un libro que contiene la descripción de la iglesia, se dice que de las dos puertas que hay en ella, una era para los hombres y otra para las mujeres. Este uso del siglo XVI, de cuyo tiempo es el MS., no deja de ser notable. Una de dichas puertas salía al claustro llamado de S. Mateo, entierro común de abades y canónigos, de los cuales quedan todavía algunos sepulcros en el pórtico inmediato a dicha puerta. El claustro que queda al otro lado es obra del siglo XV. De principios del mismo son los vestigios de claustros, capilla y otras piezas que hay dentro del palacio de los abades, obra del abad Arnaldo Villalba, de quien es también un báculo y mitra que se guardan en la sacristía. El no quedar vasos, alhajas y libros de grande antigüedad, debe atribuirse a las vicisitudes y mudanzas de dueños que tuvo esta casa, y a las hostilidades que tan frecuentemente ha sufrido este país limítrofe. 

A Dios &c. 

martes, 31 de mayo de 2022

CARTA XXI. Conclúyese el catálogo de los Obispos Segobricenses.

CARTA XXI. 

Conclúyese el catálogo de los Obispos Segobricenses. 

Mi querido hermano: No me canso de alabar la conducta del Papa Gregorio XIII en la división de estas dos Iglesias de Segorbe y Albarracín. Las cuales desde aquella época han gozado de los bienes que disfruta una grey pequeña, a quien puede registrar de una ojeada su pastor; cuando antes, divididas casi por una jornada intermedia de ajena jurisdicción, padecían frecuentemente los daños que trae consigo la ausencia del Prelado. Estos y otros refiere dicho Pontífice en su bula que tendrás ya vistos: no me he propuesto hoy sino acabar el catálogo de los Prelados de la ya única silla de Segorbe. En virtud pues de dicha división fue nombrado Obispo de Segorbe 

XXX. D. Francisco Sancho, natural de Morella en este reino (el de Valencia), siendo canónigo de Salamanca y decano de la facultad de teología en aquella Universidad. Su ciencia le había hecho digno de ser escogido por el Obispo D. Pedro González de Mendoza, para que le acompañase al Concilio de Trento el año de 1563. Tomó posesión de esta silla a 23 de Diciembre de 1577 siendo ya muy anciano; la gobernó hasta el 23 de Junio del año siguiente, en que murió. Por la brevedad de su pontificado y otras causas que debieron sobrevenir, no pudo poner por obra todo lo mandado en la bula del Papa acerca de los cuatro canonicatos que erigía de nuevo, de los cuales sólo proveyó dos; y acerca de la masa común canonical, establecida después en el año 1594. Poco más vivió en esta silla su sucesor 

XXXI. D. Gil Ruiz de Liori, el cual tomó posesión de ella en Junio de 1579, y murió a 16 de Agosto de 1582 a los cincuenta y seis de edad. Era natural de Gandesa en Cataluña (provincia de Tarragona), de dónde fue también cura, y después canónigo y arcediano de Culla en la Iglesia de Tortosa. No se conserva otra memoria señalada de este Obispo sino su resistencia a la pretensión del de Albarracín D. Martín de Salvatierra, el cual aprovechando la ocasión de la vacante de D. Francisco Sancho se apoderó de cuatro lugares llamados Cuervo, Alovras, Tramacastiel y Tormón, como pertenecientes a su Iglesia, siendo así (añade el Señor Pérez) que siempre habían pertenecido al Arcedianato y Vicariato de Segorbe. Mas los Tribunales Reales inclinados a favorecer a la Iglesia de Albarracín por su pobreza, jamás oyeron la solicitud de la de Segorbe, aun cuando abogaba por ella el mismo que le había disputado este derecho, que fue 

XXXII. D. Martín de Salvatierra, trasladado a esta silla de la de Albarracín a 23 de Marzo de 1583. Era natural de Vitoria en la provincia de Álava; antes de ser promovido al obispado había sido Inquisidor en Valencia, y Promotor fiscal en la Suprema. Celebró en esta ciudad a 30 de Abril de 1586 un sínodo, que no he podido hallar; y al cabo de cinco años fue trasladado al obispado de Ciudad Rodrigo por el mismo Papa Gregorio XIII a 15 de Mayo de 1591. Hallóse en las cortes que celebró en Monzón Felipe II el año 1584. Fue muy celoso en defender las rentas, señaladamente de las fábricas. Con igual ardor disputó al Cabildo ciertos derechos, de que se originaron muchos pleitos. Parece haber permitido Dios estas inquietudes para que campease más el glorioso pontificado del grande Obispo 

XXXIII. D. Juan Bautista Pérez, de cuyos escritos y hechos anteriores hablaré otro día de propósito, ya que he tenido la suerte de reconocer gran parte de sus MSS. Hoy, por no interrumpir el catálogo comenzado, me contentaré con referir brevemente algunas memorias de su tiempo. No consta el año en que nació este Prelado; pero sí que nació en Valencia, y fue bautizado en la Parroquia de Santa Catarina. Sus grandes talentos le hicieron estimable al Arzobispo D. Martín de Ayala, y le merecieron la elección que de él hizo el Cardenal Quiroga para que trabajase en la colección de los Concilios de España, y asistiese como secretario al que celebró en Toledo el año 1583. Era ya entonces canónigo de aquella Iglesia; y lo fue hasta que en 1591, a 21 de Noviembre, 

le nombró el Papa Inocencio IX para el obispado de Segorbe, cuya posesión tomó por su procurador el Arcediano de Alpuente D. Melchor Ocaña a 20 (en su testamento dice a 21) de Febrero de 1592. Consagrado por el Cardenal, vino a su diócesis a 21 de Marzo siguiente. Halló a su esposa lastimada con los pleitos de quince años, que había producido la dicha erección de cuatro canonicatos, y la institución de la masa común canonical: ambos artículos mandados por Gregorio XIII y de difícil ejecución. Mas la prudencia y doctrina del nuevo Prelado allanaron todos los estorbos: tuvo el gozo de ver verificadas ambas cosas, y aprobadas por Clemente VIII a 1.° de Noviembre de 1593. No contribuyó poco a reconciliar y preparar los ánimos para esta, que a algunos parecería mudanza dañosa, el sínodo que celebró en 28 de Octubre de 1592. Dos veces visitó su Iglesia Catedral, es a saber, en el dicho año y en 1596. Los libros que acerca de esto se conservan en el archivo, están descubriendo su incansable solicitud en desenterrar todas las instituciones (página borrosa), patronatos, cargas y dotaciones de los beneficios, y cuanto concierne al régimen de una Iglesia. Igual diligencia aplicó en los beneficios de toda la diócesis. Habla en su testamento de estos libros, que legó al archivo episcopal, como también el episcopologio de esta Iglesia. Así, dedicándose a ilustrar las antiguas memorias de su Iglesia, cumplía con la conservación de ellas, tan recomendada a los Obispos por S. Carlos Borromeo, mayormente en lo que toca a los hechos y providencias gubernativas de los Prelados anteriores (a). (a) “Episcopus id quod ab initio nascentis Ecclesiae institutum fuit, ut rerum episcopalium studio curaque gestarum monimenta existerent, conquiri diligentissime curet; tum singulorum episcoporum, qui praecesserunt, nomina, genus, et pastorales eorundem actiones. Quae omnia litteris consignatis, ordineque conscr¡pta in librum certum referri curet, ut eorum memoria conservetur: et quae ab eodem acta vel instituta sunt, ad aliquam ecclesiasticae disciplinae normam perpetuo usul esse possint, atque adjumento in illam Ecclesiam bene gerendam.” (Act. Eccl. Mediolan. lib. V de episcopalibus gestis memoria commendandis núm. 12.)

A esta guerra jurada contra el ocio, y a la suma parsimonia con que se trataba, se siguieron vehementes dolores de estómago, que al cabo dieron fin a su preciosa vida en Valencia, adonde había ido a convalecer. Murió en la alquería vecina al convento de Jesús, extramuros de dicha ciudad, que era de Antonio Pau Font, el día 8 de Noviembre de 1597 a los sesenta años de su edad, y sexto de su obispado. Enviaré copia de su testamento para excusarme de contar el fondo de su caridad, celo y otras virtudes. Enriqueció esta Iglesia con su copiosa biblioteca y muchos MSS., que bastan ellos solos para hacerla insigne y conocida en la Europa. Asistióle en su muerte, y díjole la recomendación del alma el B. Juan de Ribera. Su cuerpo se trasladó luego a Segorbe, y yace en la sepultura de los Obispos. Sucedióle

XXXIV. D. Feliciano de Figuereo, natural de Bornos, diócesis de Sevilla, secretario de dicho B. Ribera, y chantre y canónigo de Valencia. Tomó posesión a 28 de Abril de 1599. Recibió en esta ciudad al Rey Felipe III, que pasaba a la de Zaragoza después de celebrar sus bodas en Valencia con Doña Margarita de Austria. En los diez años que le duró el gobierno de esta silla, le llevó la primera atención la salud espiritual de los moriscos que recientemente habían vuelto como perros al vómito. Con este objeto fundó nuevas Iglesias parroquiales, dividió algunas de las unidas; y como para su dotación le fuese preciso echar mano de algunas rentas de la matriz, se originaron de ello algunas contestaciones, que puestas al fin en manos del B. Ribera no pudieron impedir lo establecido a favor de los nuevos cristianos. Otros litigios se suscitaron con el Cabildo, tantos y de tanta entidad, que no pudiendo este ilustre cuerpo sufrir tan pesada carga, pidió al Rey que intimase a su Prelado la concordia tan deseada. A la menor insinuación del Rey renunció el Obispo a todos los pleitos, y junto con su Cabildo cantó solemnemente el Te Deum por la paz. Acción digna de un Prelado que supo ceder, templando su natural fuerte para evitar mayores daños. Fue esto hacia el año 1607. Desde Octubre del siguiente hasta el próximo Marzo se celebró en Valencia una congregación, en que se establecieron nuevas ordinaciones para los moriscos. Asistió a ella nuestro Obispo con los de Tortosa y Orihuela, y uno de los Inquisidores. Poco más sobrevivió; al emprender su visita murió en Chelva a 25 de Julio de 1609, sesenta y ocho de su edad. Su cuerpo se trasladó poco después a esta Catedral. Este Prelado dio principio al convento de San Martín de religiosas en esta ciudad, donde dicen hubo una ermita del Santo construida por el Rey D. Martín de Aragón. Concluyó esta fundación su sucesor

XXXV. D. Pedro Ginés de Casanova, que de Vicario general de Valencia, donde había nacido el año 1555, fue promovido a esta silla por Paulo V a fines de 1609. Gobernóla con mucha paz hasta 27 de Marzo de 1635 en que murió. Yace su cuerpo en el dicho monasterio, que concluyó y dotó liberalísimamente a 14 de Enero de 1613, plantando en él la observancia religiosa que en nuestros días ha llegado a su perfección, permaneciendo sujeto al Ordinario. Trajo para fundadoras cinco religiosas del convento de Santa Úrsula de Valencia; visten el hábito de San Agustín, y viven bajo la regla de Santa Teresa. La Iglesia del convento es obra de este Prelado, construida con tanta inteligencia como prontitud. De ella, y más de sus pinturas muy buenas, habla Ponz en su viaje (Tomo IV. Carta VII. n. 38.). No fue este el único objeto del celo y amor de nuestro Obispo. Era liberal sobre manera, socorría francamente a los pobres, a quienes trataba y oía con mansedumbre y amor de padre. Visitó cuatro veces la diócesis por sí o por visitadores. Celebró un sínodo en Segorbe por el mes de Noviembre de 1611, el cual se imprimió de allí a dos años en Valencia por Crisóstomo Garriz. Algunas ocurrencias hubo en su tiempo, en que parece haber favorecido declaradamente los derechos del nuevo Duque de Segorbe Don Enrique de Cardona. Cosa que indispuso los ánimos de algunos, y enturbió en cierta manera los días alegres de su pontificado. Murió muy viejo, generalmente fue de todos sentida su falta, mucho más que la del sucesor 

XXXVI. D. Juan Bautista Pellicer, Canónigo de Valencia, promovido a esta Iglesia por Urbano VIII a 18 de Febrero de 1636, y muerto a 22 de Diciembre de 1638. Gobierno corto, lleno de contestaciones con su Cabildo, por ser hombre de conciencia tímida y de aprehensión inflexible, según le pinta Villagrasa; aunque en lo demás era virtuosísimo y de ejemplo singular. Su cuerpo le llevaron a la sepultura de su familia en la parroquia de Santa Cruz de Valencia. 

XXXVII. D. Fr. Diego Serrano, natural de Chillón, diócesis de Córdoba, y Religioso de la orden de la Merced, fue trasladado a esta silla de la de Solsona por el Papa Urbano VIII a 30 de Mayo de 1639. Pasáronle después a la de Guadix, donde murió a su llegada en el año de 1652. Su cuerpo se depositó en el convento de su orden de Granada, y sobre el sepulcro dicen que mandó grabar este modesto y sencillo epitafio: Aquí yace un Obispo, hijo de esta casa. En los trece años que gobernó esta diócesis, conservó reformado el Clero, y mostró en su persona la moderación de simple religioso. A mi juicio nada descubre mejor su sinceridad y celo por el bien de sus ovejas, que el Sínodo que celebró por el mes de Junio de 1644. Le he visto impreso en Valencia en 8.° por Bernardo Nogués el año siguiente. De él diré algo otro día. Hizo varias donaciones a su Iglesia, fundó en ella algunos ejercicios piadosos, de los cuales he visto todavía en práctica el solemne rosario que se reza todos los Domingos después de completas por quince eclesiásticos con capas pluviales. En la peste que afligió este reino el año 1648 estuvo pronto a sacrificarse como buen pastor: sobre no abandonar la ciudad, expendió grandes sumas e hizo otros esfuerzos para consuelo de los enfermos y precaución de los sanos. Dos veces visitó por sí mismo el obispado y tercera por medio de un visitador. En el santuario de la Cueva santa mandó labrar la capilla nueva, fundando en ella dos capellanías. Otras muchas cosas refiere del tiempo de su prelacía Villagrasa, que le conoció y trató como su Vicario general. Más brevemente habló este escritor, y creo que con justo motivo de las cosas del sucesor 

XXXVIII. D. Fr. Francisco Gabaldá (o Gavaldá, pone Gabalda), natural de Cabanes, pueblo de este reino. Era General de la orden de S. jerónimo cuando fue elevado a esta silla en 14 de Octubre de 1652. Llamado a Valencia al cabo de ocho años para asistir a la consagración del Obispo de Orihuela D. Fr. Acasio March, murió día 19 de Mayo de 1660 en el convento de S. Miguel de los Reyes, donde había recibido el hábito. Dicen que este Prelado muy sabio para las escuelas, no lo fue tanto para el gobierno prudente y pacífico que exige la dignidad episcopal. En él se acaban las memorias publicadas de los Obispos Segobricenses. De los restantes insinuaré lo que resulta de los documentos de este archivo: gracias al ilustrado celo del actual Prelado y de algunos doctos individuos de este Cabildo. Prosiguiendo pues nuestro catálogo, al difunto Obispo sucedió

XXXIX. D. Fr. Atanasio Vives de Rocamora, natural de Orihuela, Carmelita calzado. Había sido ya Provincial en la corona de Aragón, cuando a presentación de Felipe IV fue promovido a esta silla por el Papa Alexandro VII a 30 de Mayo de 1661, de la cual tomó posesión a 19 del Agosto siguiente. Quedan de su gobierno vestigios que honran su nombre. Construyó a sus expensas el atrio y portada de la Catedral. Llevado más del celo pastoral que del afecto al hábito que había vestido, protegió la nueva fundación de Carmelitas descalzas de la villa de Caudiel. Los sobrinos de D. Pedro Miralles, fundador de aquella casa, pretendían para sí su patronato y administración. Previendo el Prelado los daños que de esto pudieran seguirse, se opuso a esta pretensión, logrando que quedase todo a cargo del Obispo. Concluida la fábrica del convento, tuvo el gozo de recibir las religiosas fundadoras que venían del de Santa Teresa de Zaragoza, y darles posesión de la nueva casa a 21 de Octubre de 1671. Débele también esta diócesis además de sus visitas, la celebración de un Sínodo, que así por ser el último de los de esta Iglesia, como por la claridad y buen orden de sus decisiones, es el que rige hoy día. Túvose a 12 de Abril de 1668, y se imprimió en Valencia por jerónimo Villagrasa el año siguiente en 4.° Renunció la mitra el año de 1672, y se retiró al convento de su orden en la villa de Onda, dejándole la tercera parte de sus frutos, y lo restante a la Catedral. Muerto en 1674 fueron trasladados sus huesos a esta Iglesia a 7 de Junio del año siguiente, y depositados en una capilla que había erigido, dedicada a nuestra Señora del Carmen, donde el actual Prelado ha construido el altar de S. Lorenzo. Las exequias que le mandó celebrar el Cabildo y los servicios que le hizo durante su enfermedad en Onda, mostraron bien el amor que le profesaban, y su reconocimiento al celo, beneficencia, y otras prendas de aquel digno Prelado. Fue su sucesor 

XL. D. Fr. Josef Sanchís, natural de Valencia, y bautizado en la Parroquia de los Santos Joanes a 19 de Diciembre de 1622. Entró en la orden de nuestra Señora de la Merced en 17 de Septiembre de 1636, y profesó dos años después. Estudió en Salamanca, recibió los grados de maestro en artes y doctor de teología en la Universidad de Valencia, donde obtuvo cátedra de filosofía. Fue electo Provincial de Valencia en el convento del Puig a 25 de Abril de 1659, y en 18 Octubre de 1664 General de toda su orden: concluido este oficio la Reina madre de Carlos II le promovió al obispado de Ampuria en Cerdeña; pero antes de pasar allá fue trasladado al de Segorbe, del cual tomó posesión a 18 de Septiembre de 1673. Al cabo de seis años, en 6 de Marzo de 1679, fue promovido a la metropolitana de Tarragona, donde murió a 26 de Marzo de 1694. Dejó este Prelado ilustres monumentos de su piedad y magnificencia.

XLI. D. Crisóstomo Royo de Castelví (Castellví), natural de Valencia, y Pavordre en aquella Universidad por espacio de veinte y ocho años, a los cincuenta y uno de su edad fue elevado a esta silla, de que tomó posesión a 11 de Marzo de 1680. Fue pacífico; consultando con el verdadero carácter de su dignidad más que con las etiquetas de un decoro a veces mal entendido, hizo varias concordias con su Cabildo sobre el acompañamiento y ceremonias que se debían guardar cuando el Prelado baja a la Catedral y en otros actos. En correspondencia debió al Cabildo en el año 1691 las más vivas demostraciones de piedad para implorar el restablecimiento de su salud. Mas llegada su hora murió ese año a 3 de Julio. Sucedióle

XLII. D. Antonio Ferrer y Milán, natural de Valencia: tomó posesión de esta silla a 16 de Marzo de 1692. En tiempo de este Prelado se renovó el presbiterio de la Catedral,  quedando el altar mayor como lo había construido su antecesor D. Fr. Gilaberto Martí. Resplandecieron sus virtudes pastorales en las guerras llamadas de sucesión. A pesar de las revueltas y males de aquellos tiempos, nacidos más de la discordia civil que del furor de los ejércitos, supo conservar la capital y toda la diócesis en paz y obediencia. Prueba de esto es el asilo que buscaron en ella las veinte y cuatro religiosas de mi orden de Villa-Real, arrancadas de su convento por el estrépito de las armas. Dispuso el Prelado que saliesen a recibirlas a distancia de una legua el Cabildo, el Ayuntamiento y la Nobleza de Segorbe, que las condujeron al monasterio de S. Martín, donde saliendo cuatro días después, y visitando la Catedral y sus reliquias y el convento de Dominicos, pasaron con el mismo acompañamiento al de Carmelitas descalzas de Caudiel; de las cuales se separaron con lágrimas para volver al suyo seis meses después a 5 de Septiembre de 1706. Poco sobrevivió el Prelado a esta época: pues murió a 29 de Octubre de 1707. Sucedióle

XLIII. D. Rodrigo Marín y Rubio, natural de la villa de Tíxola, diócesis de Almería

Había sido canónigo lectoral de aquella Iglesia, magistral y maestreescuela de la de Granada, catedrático de prima, y dos veces rector de la Universidad de la misma ciudad, y visitador general de su arzobispado, predicador y capellán de honor del Rey. De su prelacía sólo sabemos que la sirvió desde 16 de Diciembre de 1708, a los cuarenta y nueve años de su edad, hasta 28 de Mayo de 1714 en que fue trasladado a Jaén. Tan escasa es la memoria que queda de su sucesor

XLIV. D. Diego Muñoz Baquerizo, natural de Pinto junto a Madrid, colegial mayor de Cuenca en Salamanca, e Inquisidor de Cataluña, Navarra, Murcia y Valencia. Fue promovido a esta silla en 1714 a los cuarenta y nueve de su edad: tomó posesión a 25 de Octubre del mismo año: visitó la Catedral, y murió a 19 de Noviembre de 1730. Ninguna memoria suya se conserva.

XLV. D. Francisco Zepeda y Guerrero, natural de Cádiz, canónigo de aquella Iglesia, visitador y examinador sinodal de su obispado, fue electo Obispo de Segorbe en 1731, tomó posesión a 25 de Febrero del siguiente. Por su devoción a Santa Teresa de Jesús estableció y dotó su fiesta en el convento de religiosas de Caudiel; y también en el de S. Martín de esta ciudad, donde además fundó la capellanía para el confesor ordinario. Esto sabemos de su gobierno, que duró diez y seis años y medio; muriendo a 24 de Septiembre de 1748.

XLVI. D. Francisco Quartero y Lumbreras, natural de Tabuenca, diócesis de Tarazona, tomó posesión de esta silla a 9 de Marzo de 1749; y su pronta muerte, acaecida en 20 de Febrero de 1751, impidió que continuara las pruebas que había empezado a dar de su actividad y celo. Había sido colegial en el de Aragón, y en el Mayor de S. Ildefonso de Alcalá, catedrático en aquella Universidad, confesor en la Encarnación de Madrid, canónigo penitenciario de la Iglesia de León, examinador, visitador y gobernador de su obispado.

XLVII. D. Pedro Fernández de Velarde tomó posesión en 16 de Agosto de 1751, y murió de allí a seis años a los sesenta y siete de edad el día 9 de Octubre. Falta su retrato en el aula capitular, y sólo sabemos de él que era natural de Cortes, diócesis de Salamanca, y dignidad de maestreescuela de aquella Iglesia. Algunas memorias quedan aún de su genio nimiamente bondadoso. En el mismo año 1757 fue promovido a esta silla y tomó posesión de ella a 28 de Abril del siguiente 

XLVIII. D. Fr. Blas de Arganda, en el siglo Roldán, monje jerónimo, natural de la villa de Arganda. Había sido tres veces Prior del Real monasterio de S. Lorenzo y General de toda su orden. Fue prelado liberal con esta Iglesia, y con casi todas las de la diócesis: a la primera regaló una alfombra magnífica. Comenzó a destinar para seminario clerical la casa de los expulsos Jesuitas, fundando en él algunas becas. Pero habiendo muerto en 6 de Abril de 1770, no pudo ver cumplida esta grande obra, que estaba reservada para su sucesor

XLIX. D. Fr. Alonso Cano, natural de la Mota del cuervo, Trinitario calzado, de gusto y finura en las buenas letras. Tuvo varios cargos honrosos en su orden, fue calificador de la Suprema, censor de libros, y académico de la Historia. Fue electo Obispo en 22 de Junio de 1770, y tomó posesión de esta silla en 27 de Octubre del mismo año. Su primer cuidado fue la erección del Seminario conciliar, paso muy aventajado para la reforma del clero: suyas son las constituciones, el plan de estudios, y del gobierno interior en lo espiritual y temporal: mejoró y aumentó sus fincas, obteniendo privilegios de amortización, y socorriéndole con crecidas sumas en sus urgencias. Fue exacto en la observancia de los cánones sobre dispensas de proclamas, y no llevar derechos en las órdenes y licencias: alivió los gastos en las visitas de la diócesis, estando pronto a mantenerse a sus expensas si se lo hubiera permitido la generosidad del clero. Cooperó a las fábricas de varias Iglesias, y a que se hiciesen según el gusto de la sólida y sencilla arquitectura. Cuidó mucho de las religiosas de Caudiel, a quienes regaló libros, y les dejó fundadas dos fiestas. En ellas y en las que se celebraban en esta ciudad, manifestó cuanto deseaba promover la sólida devoción (a). 

(a) Copiaré acerca de esto las palabras del P. Fr. Manuel Denche, Trinitario calzado, en su oración fúnebre. “Reconoció (dice) ciertas festividades de los Santos, que llamaban de las calles, y se estremeció en su reconocimiento; porque halló que por un concepto equivocado de la verdadera piedad, o engañados de una falsa idea del culto verdadero, en estas profanidades de danzas, comedias, corridas de toros, y otras semejantes, se malograban no menos que noventa y seis días de cada año; y en ellas se daba fomento a la desenvoltura, ocasión a contiendas peligrosas, motivo a los alborotos arriesgados; y embebidos en estos abusos lastimosos y malogros lamentables del tiempo, los miserables se hacían más infelices, y crecía insensiblemente el descuido de las haciendas y el abandono de las familias, principio y raíz de muchos males. Abominó estas festividades, realmente profanas, aunque disimuladas con el pretexto de piedad... y en una carta circular llena de doctrina santa y de celo sagrado las prohibió con autoridad episcopal, y bajo de graves penas, mezclando en esta pastoral algunos rasgos y expresiones de indignación y de fuego, bien semejantes a las otras con que prohibió San Pedro Crisólogo los juegos que se hacían en Rávena en las calendas de Enero.” 

Fue muy limitado en sus gastos por socorrer a los pobres: promovió la agricultura, fomentando el plantío de olivos, y pagando tres o cuatro reales por cada uno que se plantase de nuevo: estableció en varios pueblos escuelas de primeras letras, y las puso bajo la protección real: formalizó y condujo el plan beneficial de la catedral y del obispado; y formó una biblioteca episcopal pública, que acredita su buen gusto y el deseo de la instrucción que quería fomentar en la capital y diócesis. Murió este gran Prelado en 7 de Abril de 1780 a los sesenta y nueve de su edad, dejando un nombre correspondiente a sus talentos, virtud y celo. Escribió un método de estudios monásticos, una disertación sobre la cabaña real, o ganados trashumantes, la topografía de Argel, y otros papeles eruditos.

L. D. Fr. Lorenzo Lay y Anzano, natural de Huesca, religioso dominico, trasladado del obispado de Albarracín, tomó posesión de este en 4 de Marzo de 1781. Su temprana muerte, ocurrida en 14 de Julio del mismo año a los sesenta y cuatro de su edad, privó a esta diócesis de las esperanzas que tenía fundadas en su buen talento y su distinguida carrera en la Universidad de Huesca, y en el gobierno acertado y pacífico de la diócesis de Albarracín. Sucedióle el actual Prelado 

LI. D. Lorenzo Gómez de Haedo. Nació en el Valle de Carranza del Señorío de Vizcaya, diócesis de Santander, a 23 de Octubre de 1737. Cursó el derecho canónico en Alcalá, y concluidos sus estudios, mereció la doctoral de Burgos, a pesar de sus pocos años, que no llegaban a los veinte y tres. A los treinta y seis de su edad le nombró el Rey Auditor de la Rota española, que se erigió en 1773, de donde siendo su decano fue promovido al cabo de once años a esta silla, cuya posesión tomó a 3 de Marzo de 1784, habiendo sido consagrado en Madrid a 1.° de Febrero del mismo año. Con la larga vacante habían nacido en el Seminario conciliar con menoscabo de su opinión varios partidos, en que tomaron interés muchos del pueblo, y aun algunos capitulares. Buena ocasión para que descubriera el nuevo Prelado su talento pacificador, su doctrina y su caridad. Adquirió a esta casa nuevas fincas, y mejoró las antiguas, dando sumas cuantiosas para que no decayese el decoro de un establecimiento, que siempre debe merecer el amor y celo episcopal. Mejoró el plan de estudios, con lo cual y con el esmero de la educación, ha logrado ya servirse para ministros de las Iglesias de los mismos que como tiernas plantas crecieron bajo su dirección. Después de esto volvió toda su atención a la Iglesia catedral, cuya fábrica y escasa dotación de sus beneficiados no podía ver con ojos serenos. Hizo una visita en que no dejó que desear a los sucesores acerca de las reducciones de misas, liquidación de obligaciones, dotación de ministros, y otras cosas pertenecientes al gobierno interior, aprovechándose de la buena armonía con su cabildo para que este ilustre cuerpo aplicase algunos fondos de su mensa a la congrua de los beneficiados. No le halló menos pronto a gastar gruesas cantidades para la renovación de la catedral de que ya hablé en mis cartas anteriores: edificio hermoso, fruto de una paz larga, que formará época en esta Iglesia. No son menos deudoras a su largueza las religiosas de esta ciudad y las de Caudiel, donde estableció y mantiene la vida común, supliendo frecuentemente lo que falta para su total asistencia. En el convento de Caudiel ha costeado los reparos del edificio, la sillería del coro, rejas, tribunas, sacristía, pisos y conductos de agua, mejorando la heredad que llaman de Pina, dándoles anualmente con que cubrir el atraso de cuatrocientos pesos, que hubieran padecido en cada uno de los diez años últimos. Ha contribuido también a la mejora de la enseñanza de primeras letras, erigiendo nuevas escuelas y aumentando la dotación escasa de los antiguos maestros: ha tomado bajo su protección a los expósitos y a los enfermos, porción la más acreedora a la beneficencia. Es de mucha edificación su humanidad y llaneza, especialmente con los pobres, a quienes socorre a manos llenas, y también su amor a la paz y su tino y prudencia en establecerla. Pocas diócesis de España podrán lisonjearse de lo que veo aquí, y es, que en los veinte años de esta prelacía, no se ha conocido el uso de los procesos criminales. Otras memorias de este pontificado contará la posteridad en los fastos de esta Iglesia, como el tiempo de la caridad, de la ilustración y de la paz y armonía tan conforme al espíritu del evangelio. 

Dios te guarde muchos años. Segorbe &c. 

miércoles, 17 de agosto de 2022

CARTA LXXIII. Secularización de la iglesia de Solsona, y erección en sede episcopal. Catálogo de sus obispos.

CARTA LXXIII. 

Secularización de la iglesia de Solsona, y erección en sede episcopal. Catálogo de sus obispos. 

Mi querido hermano: Varias veces te he dicho que el papa Clemente VIII secularizó las canónicas Agustinianas de los condados de Barcelona, Rosellón y Cerdaña, expidiendo para ello su bula fecha a 1.° de Agosto de 1592. Ahora añado que la primera que entre ellas expresa es la de Santa María de Solsona; la cual por otra bula de 19 de Julio de 1593 erigió en iglesia catedral, desmembrando al efecto el dilatadísimo territorio de la diócesi de Urgel, agregando alguna porción del de Vique, y creando las dignidades de deán, arcediano, chantre y tesorero, con doce canonicatos. Dotó la mensa episcopal con las rentas de la abadía suprimida, y con las del priorato de benedictinos de S. Lorenzo de Morunys: las dignidades con las rentas de la abadía de Vilabertran secularizada (cosa que no se verificó en gran parte): y la mensa canonical con los réditos de todos los oficios claustrales suprimidos, con los prioratos de Rocarosa, de S. Pedro de Clará, de Santa María de Gualter y de S. Emeterio y Celedonio de Sellés; de cuyos monasterios antiguos se hablará a la larga cuando se trate de los suprimidos en la diócesi de Urgel. A la sacristía y fábrica asignó los prioratos de canónigos reglares de Serrabona y de Castellnou, en la diócesi de Elna. Dicha bula tardó a publicarse hasta el 20 de Febrero de 1595, después de estar ya en posesión el primer obispo. Con esta ocasión erigió en ciudad la villa de Solsona; lo cual debe tenerse por una declaración de estilo, porque cierto es que los documentos desde el siglo X y XI, la llaman siempre urbs y civitas. El rey Felipe II autorizó esto mismo con su decreto de 30 de Julio de 1594. No es menester que yo diga las dificultades que hubo que vencer en el establecimiento de la nueva sede y capítulo, en la consignación de rentas y demarcación de territorio &c. Mas era muy grande el bien que de ello debía resultar a esta feligresía, cuanto lo era el daño que le causaba la distancia e influencia remota del obispo: daño que todavía lloran otras ciudades y partidos de gran población, a los cuales alcanza muy de tarde en tarde y cansada la voz del pastor, por impedirlo los muchos negocios que cargan sobre él, o la dilatada e irregular demarcación de sus diócesis, u otras causas, que aun siendo justas en sí, acarrean a la grey perjuicios notables. Objeto es este muy digno de la atención del Gobierno, que aun en lo temporal sacaría grandes ventajas de la desmembración de unos obispados, y de los nuevos y más cómodos límites de otros. Mas esto ni a mí me toca, ni es de este lugar. Vengamos a la serie de estos obispos, que es de lo que se sirve la historia: y ya sabes que sólo me toca fijar las épocas de los hechos, sin pararme a elogiar las virtudes. El primero fue

I. Luis Sanz y Codol, natural de Puigcerdá, donde fue bautizado a 20 de Diciembre de 1547, doctor en leyes y cánones, beneficiado de la parroquial de su patria, cura de S. Martín de Ur, canónigo y vicario general muchos años de la iglesia de Urgel, donde fue admitido a 8 de Mayo de 1574; y después proveído en un canonicato de Barcelona, vacante por promoción al consejo de Cataluña y sacristía de Tortosa de su tío Micer Gerónimo Manegat, sucediéndole también en el cargo de formar inventario de todas las escrituras del archivo real de aquella ciudad, y también abad comendatario de Gerri. Este fue el primer obispo de Solsona nombrado por el rey Felipe II, cuya noticia recibió en Barcelona a 4 de Agosto de 1594. Tomó posesión a 13 de Febrero de 1595. En 23 de Abril del mismo año ya celebró órdenes en la iglesia de S. Severo de Barcelona. A 4 de Abril del siguiente 1596 asistió al reconocimiento del cuerpo de S. Raimundo de Peñafort con el arzobispo de Tarragona D. Juan Teres (Terés), el obispo de Barcelona D. Juan Dimas Loris, el de Vique D. Pedro Jaime, y el de Elna D. Francisco Robuster y Sala. Vino a Solsona en el Noviembre del mismo año, donde fue recibido con la alegría que es de presumir. Dedicose luego a visitar y ordenar su nueva esposa; para lo cual dispuso algunas constituciones que se publicaron el día 3 y 4 de Noviembre de 1597. Entre otras cosas ordenó que de los doce canonicatos ocho fuesen presbiterales, dos diaconiles y dos subdiaconiles. Convocó y tuvo sínodo el día 1.° de Abril de 1598, después del cual salió a visitar su diócesi, comenzando por Cervera. Otros sínodos y visitas repitió en los años siguientes. En el de 1607 se dio posesión al primer canónigo penitenciario de esta nueva catedral. Gobernó este obispo su iglesia hasta el día 19 de Septiembre de 1612 en que tomó posesión de la de Barcelona, adonde fue trasladado, y donde murió en 1620. Sucedióle 

II. Fr. Juan Alvaro o Albaro, cisterciense, abad del monasterio de Veruela, cuyos registros le suponen natural de Calatayud, aunque Moreri, D. Nicolás Antonio y otros dicen que nació en Torralba de Aragón. Entró en dicha religión a 13 de Abril de 1566: fue confesor de las monjas de la Zaidía de Valencia por espacio de 22 años, y en el de 1602 fue nombrado para la abadía de Veruela: la cual sirvió hasta el 1612 en que fue electo obispo de Bossa en Cerdeña; y estando ya en Barcelona para verificar su viaje fue promovido a esta silla, de que tomó posesión a 26 de Julio de 1613. Al mismo tiempo fue nombrado abad del monasterio de Gerri. Luego convocó sínodo para el 13 de Mayo de 1614. Erigió en colegio de padres dominicos la casa hospital llamada comúnmente den Llobera, fundada en 1411 por Francisca, mujer de Bernardo Guillem de Peramola (piedra muela). Verificose la nueva fundación en 1617, y tres años después fue erigida en universidad, con facultad de conferir grados, que disfrutó casi un siglo, hasta la reunión de todas las de esta provincia con la de Cervera. Defendió con celo el derecho a las parroquias asignadas a su diócesi, desmembradas de la de Urgel; y vio terminado este pleito perjudicial. Finalmente murió visitando su diócesi en Tárrega a 13 de Octubre de 1623. Trájose acá su cadáver, y se enterró en el presbiterio de la catedral. 

Su retrato existe en la escalera del colegio de padres dominicos con su nombre, apellido y escudo de armas, que son castillo con puerta y almenas en campo obscuro, un árbol en campo blanco, al cual se dirige una ave desde el castillo y cinco abarcas en campo rojo. De los escritos de este prelado pueden verse los citados Nicolás Antonio y Moreri. 

III. Miguel Santos de San Pedro, tomó posesión de esta iglesia a 7 de Julio de 1624. También obtuvo como sus dos antecesores la abadía de Gerri. En este primer año y los dos siguientes publicó varias pastorales, y visitó su catedral y toda la diócesi. A principios de 1627 pasó a Barcelona con el cargo de capitán general, que regentó hasta la mitad del año siguiente en que regresó a Solsona, y se dedicó a formar un código de leyes generales para toda la diócesi, las cuales publicó en el sínodo que tuvo a 11, 12 y 13 de Septiembre de 1629. Estas constituciones con las del sucesor Fr. Pedro de Santiago impresas después, como se dirá, son las que hoy rigen en este obispado. A fines de ese mismo año le nombró el rey presidente del consejo de Castilla, para lo cual pasó a Madrid, y a principios de 1631 fue promovido al arzobispado de Granada. Aquí se declaró esta vacante en 12 de Marzo de ese año. Créese que fue tío de Don Bartolomé Santos de Ribosa, electo obispo de Almería en 1633, y natural de Santervas, reino de León. Una memoria no debo callar de este prelado, y es haber renunciado en 1630 la abadía de Gerri que tenía en encomienda, pidiendo al mismo tiempo al rey que la diese en propiedad a quien cuidase de desempeñarla. Desprendimiento ejemplar, que antes y después de este prelado no tuvieron otros poseedores de semejantes dignidades. Sucedió 

IV. Fr. Pedro de Puigmari (Puigmarí, podio marino) y Funes, natural de Aveles, obispado de Elna, y benedictino de la congregación claustral Tarraconense, en la cual fue sucesivamente abad de Amer, Breda y Cuxá. Tomó posesión de esta silla a 15 de Abril de 1631. Antes de salir de Barcelona para Solsona ya dirigió a su clero y pueblo dos pastorales impresas, como preparándole para su gobierno celoso que fue bien corto. Otras pastorales y edictos publicó, de que se halla una colección en la biblioteca episcopal: tuyo dos sínodos, visitó toda la diócesi por una vez, y en la segunda murió en Bellpuig a 25 de Diciembre de 1634: traído acá su cadáver fue enterrado en el presbiterio en la sepultura común de los obispos, que antes lo fue de los abades. Sucedió

V. Fr. Diego Serrano de Sotomayor, nacido en Chillón, obispado de Córdoba en 1578, general de la orden de la Merced. Tomó posesión de este obispado a 12 de Marzo de 1636, y lo gobernó hasta el 1.° de Septiembre de 1693 en que pasó al de Segorbe, como dije en lo de aquella iglesia. Se señaló particularmente este obispo en el cuidado y recogimiento de su familia. Sucediole

VI. Fr. Pedro de Santiago, natural de Jaca, hijo de Pedro de Anglada. Entró en los agustinos descalzos, de quienes fue vicario general. Tomó posesión de esta sede a 5 de Abril de 1640. En el Septiembre inmediato tuvo sínodo, y otros dos en los dos años siguientes. Por las actas del último que quedan incompletas, consta que el partido francés, que a la sazón gobernaba en Cataluña, le desterró de su iglesia e hizo pasar a Aragón. Estando allí, y recobrada la ciudad de Lérida por las armas del rey católico, fue promovido a aquella silla nuestro obispo, cuyas bulas despachó el papa Inocencio X en 14 de Noviembre de 1644, y la silla de Solsona se declaró vacante en 22 del Diciembre inmediato. Esto consta en los registros originales de acá. Las guerras que acabo de indicar, y que son bien conocidas, tuvieron a esta iglesia sin obispo por espacio de 13 años. En cuyo tiempo hay memoria de algunos electos. Uno de ellos fue Fr. Josef de Lainez (de Laín, Laínez), agustino, el cual suena con título de obispo de Solsona hasta el año 1653 en que fue promovido a la iglesia de Guadix. Al mismo tiempo por nombramiento del rey de Francia se llamaba obispo de Solsona Fr. Vicente de Margarit, que suena así desde 1647 hasta 1652. En las actas capitulares de Urgel desde el día 3 de Enero de 1655 hasta todo el 1659 suena Juan Bautista Chaveri y Valentí, arcediano mayor de Urgel y electo obispo de Solsona. Este también lo fue por el rey de Francia, porque el de España nombró a otro, que llegó por fin a tomar posesión, y fue

VII. Fr. Francisco Roger, natural de Barcelona, de la orden de Santo Domingo. Tomó posesión de esta silla (después de 4 años de electo) a 22 de Marzo de 1657. 

Luego convocó sínodo, visitó la catedral y obispado, y en medio de estos y otros ejercicios episcopales murió en esta ciudad a 18 de Enero de 1663. Sucedió 

VIII. Fr. Luis de Pons y de Squerrer, natural de Montclar, diócesi de Urgel, benedictino claustral Tarraconense y abad del monasterio de Arlés. Tomó posesión de esta silla a 4 de Noviembre de 1664. Celebró seis sínodos, y en el tercero de ellos se decretó la impresión de las constituciones de sus predecesores Miguel Santos y Fr. Pedro de Santiago, y así se verificó. Las he visto impresas en Barcelona apud Mathevat 1665. Reimprimió el ritual de Paulo V, que ya había acomodado al uso de esta diócesi su antecesor Puigmari. Murió en esta ciudad a 4 de Enero de 1685. Cuentan que la ocasión de su muerte fue que quiso tomar un purgante preparado con clara de huevo (albúmina), y lo que en la receta decía albumin. ov., el boticario leyó alumin. ust., con que le puso alumbre calcinado en lugar de clara de huevo. Una cosa semejante me acuerdo haber leído en los apuntamientos de Pedro Simón Abril. 

IX. Manuel de Alba, natural de Madrid, tomó posesión de esta silla a 8 de Octubre de 1685, y la dejó por traslación a la de Barcelona en 3 de Noviembre de 1693. En un sínodo que tuvo en Enero de 1686 nombró por patrono de toda la diócesi a S. Raimundo Nonat.

X. Fr. Juan de Santa María. Alonso y Valeria, natural de Albarracín, de la reforma de franciscos de S. Pedro de Alcántara, tomó posesión a 27 de Abril de 1694. Tuvo además en encomienda el priorato de canónigos del Santo Sepulcro de Calatayud. En 1696 fue nombrado embajador de Carlos II a la corte de Viena. Otros negocios públicos manejó, siendo muy estimado de los papas y reyes. Fue trasladado a Lérida a 1.° de Junio de 1699.

XI. Fr. Guillermo de Goñalons, natural de Leyor, en la isla de Menorca, religioso agustino, tomó posesión a 31 de Mayo de 1700: murió a 12 de Agosto de 1708, habiendo seguido el partido de la casa de Austria en las guerras de sucesión. 

Enterrose en el convento de su orden de Barcelona. El rey Felipe V dio luego este obispado a Miguel de Marimón, arcipreste de Ager, y hermano del famoso obispo de Vique de este nombre; pero murió luego en 1709, y así prevaleció la elección hecha por el archiduque Carlos en

XII. Fr. Francisco Dorda, natural de Mataró, cisterciense y abad de Poblet, el cual tomó posesión de esta silla a 3 de Abril de 1710. Ganada Barcelona y toda Cataluña por Felipe V en 1714, fue extrañado de su diócesi con carta orden de 11 de Enero de 1715, y tratado como intruso. Retirose a Poblet, donde lleno de disgustos murió a 3 de Diciembre de 1716.

XIII. Fr. Pedro Magaña, natural de Alfaro, en la Rioja, benedictino observante, tomó posesión de esta silla a 7 de Agosto de 1717. Murió a los tres meses y once días de su residencia en esta ciudad, día 9 de Febrero.

Fue electo luego D. Josef Taverner y Ardena; mas no llegó a tomar posesión, porque en 1720 fue trasladado a la silla de Gerona, como allá se dirá. Con esta ocasión fue nombrado 

XIV. Tomás Brotó y Pérez, maestre-escuela que era de Zaragoza: tomó posesión a 8 de Agosto de 1720, y murió en Abril de 1736. En su tiempo, se suscitó la pretensión de Cervera sobre la traslación de catedralidad a aquella ciudad tan favorita de Felipe V. Reimprimió en 1725 el ritual de esta diócesi. También se construyó el altar mayor de la catedral, el cual bendijo este obispo a 20 de Mayo de 1731. Cuatro años antes se colocó en la capilla actual la imagen de nuestra Señora del Claustro. Sucediole 

XV. Fr. Josef Esteban de Noriega, natural de Salamanca, canónigo premonstratense: tomó posesión de esta silla a 10 de Abril de 1738. Murió en Bellpuig estando en actual visita a 10 de Mayo de 1739, no dejando tan temprana muerte disfrutar a esta diócesi de la literatura que su pastor mostró en su juventud en varias disertaciones, cuya noticia hallarás en Moreri. Fue enterrado en el presbiterio de la capilla de S. Pedro de esta catedral.

XVI. Fr. Francisco Zarceño, natural de Colmenar de Oreja, arzobispado de Toledo, religioso trinitario calzado: entró en posesión de esta silla a 15 de Febrero de 1740. Murió a 23 de Enero de 1746 en su palacio. Tiene su entierro en nuestra Señora del Claustro, a la parte del evangelio.

XVII. Fr. Josef de Mezquia, natural de Salvatierra, en Álava, mercenario calzado, tomó posesión a 30 de Noviembre de 1746. Era menester un largo artículo para decir su solicitud pastoral en sínodos, visitas &c., su pobreza personal y liberalidad con los pobres, y su virtud como persona privada y como obispo. En su tiempo, a saber en 1757, fundaron los padres Escolapios, y en el siguiente las religiosas de la Enseñanza. Murió con grande opinión en su palacio a 9 de Septiembre de 1772. 

Se enterró en la capilla de nuestra Señora de la Merced. (mercedario : mercenario) 

XVIII. Fr. Rafael Lasala y Locela, de quien puesto que he tenido ocasión, no quiero dejar perdidas las noticias que he adquirido. Nació en Vinaroz a 7 de Agosto de 1716. Tomó el hábito en el convento de S. Agustín de Valencia día 23 de Agosto de 1731, donde fue prior, como de otras casas de su orden; y en aquella universidad obtuvo la cátedra de filosofía, y sucesivamente la de matemáticas. Su grande y escogida sabiduría y virtud le elevaron al obispado titular de Adramita en 1767; y el año siguiente a 20 de Marzo fue consagrado en el convento de S. Felipe el Real de Madrid. Muerto el arzobispo de Valencia D. Andrés Mayoral, el sucesor D. Tomás Azpuru, que siempre estuvo en Roma, como encargado de los negocios de la corona, le nombró gobernador del arzobispado, donde además de otras muestras de su celo y prudencia, la historia conserva entre otras cosas viva la memoria del sabio plan de estudios que extendió de orden del Rey, los procesos que formó para la beatificación del V. Antonio Margil, franciscano, y la V. Inés de Beniganim: la consagración de la iglesia de la orden de Montesa a 3 de Noviembre de 1770, y de la de los PP. Escolapios dos años adelante a 18 de Abril. Poco después fue nombrado para esta silla, de la cual tomó posesión a 18 de Junio de 1773, haciendo su entrada en esta ciudad cinco días después. En el sínodo que luego celebró quiso que el subsidio caritativo, con que según costumbre le acudieron los curas y que importó 40 (símbolo) mil reales, se distribuyese entre los pobres de las mismas parroquias. Ayudó mucho a la conclusión de la fábrica de los PP. Escolapios: y costeó por entero la de su palacio episcopal, que era, según me han dicho, indecentísimo; cuya descripción omito, porque ya Ponz la hace muy detenida, publicando también la inscripción de la fachada. En la epidemia que afligió a su diócesi en 1783, hizo venir al médico Masdevall; con lo cual y con su buena diligencia y limosnas contribuyó mucho al alivio de sus feligreses. Era dadivoso sobremanera en las limosnas, cuya abundancia y los demás gastos no pudiera sobrellevar, atendida la tenuidad de sus rentas, a no ser tan grande como era su frugalidad, y la economía de su persona y familia. Consagró la iglesia de Iborra en 1782, autorizando el milagro de la Santa duda de que ya te hablé. 

Todas estas cosas, y algunas otras propias de su celo pastoral, no valdrán tanto para los literatos, como los dos catecismos que compuso e imprimió en Cervera en 1791. El santo afán con que en todas sus visitas y en sus continuos sermones en la catedral declaraba las verdades de la doctrina, no se dio por contento si no dejaba escritos estos dos libros, uno intitulado menor en 8.° de pocas hojas, para los niños y rudos, y otro mayor en folio para facilitar a los párrocos el ejercicio de catequistas. La exactitud, claridad y debida extensión que se ve en estas obras, así como las han hecho sumamente útiles a los encargados del ministerio eclesiástico, así perpetuarán en su diócesi y en toda la república literaria la memoria de este prelado, que tan oportunamente y con tan buen ejemplo supo valerse de todos sus conocimientos en las ciencias matemáticas para hacer este gran servicio a la religión. Murió este obispo a los 76 años de su edad, día 17 de Junio de 1793, y fue enterrado donde él por su humildad lo mandó; esto es, a los pies de su antecesor Mezquia.

XIX. Fr. Agustín Vázquez Varela, natural de Novelúa, cerca de Lugo, cisterciense y abad de Poblet, autor de una disertación sobre el breviario, misal y ritual de su orden, la cual publicó en 1783. Durole poco el pontificado: murió a 11 de Febrero del año 1794. 

XX. Fr. Pedro Nolasco Mora, natural de Barcelona, mercenario calzado y general de su orden, tomó posesión a 12 de Diciembre de 1794. Este es el obispo actual. 

A Dios. 

P. D. Al principio de esta carta mencioné varios monasterios ya suprimidos, cuyas rentas sirvieron para dotación de la nueva catedral de Solsona. De todos ellos se ofrecerá en adelante ocasión de hablar con más oportunidad. Y por si no la hay acerca del priorato de Roca Rosa, diré de él lo que tengo a mano. Era este un monasterio de benedictinos, situado en el condado de Gerona, y en el término de Ostalrich, el cual fundó Geraldo de Cabrera, vizconde de Gerona y de Urgel, cediendo y donando plenamente a un monje llamado Bernardo, el alodio de la Fredena, para que allí edificase una iglesia en honor de Santa María. Hízose esto en el año 1145, VIII de Luis el joven, con anuencia del obispo de Gerona Berenguer de Llers, el cual subscribe en la escritura que de ello se formó, como también otros dos Berengueres, el uno abad de Vilabertrán y el otro de S. Félix de Gerona. Va copia del documento (a: Apend. n. XI), sacada del cartoral de dicho monasterio, el cual existe en esta iglesia de Solsona. El sitio de la Fredena estaba muy cercano y hacia el occidente de Roca Rosa, punto que siendo por algún motivo más famoso, dio nombre a la nueva casa, de manera que sólo con él era conocida. Así todas las escrituras de dicho cartoral la intitulan Sancta Maria de Rupe ruffa, de rauca rosa, y alguna vez rupis flave (roja; rubea; rosso, rossa en italiano). De ellas mismas  consta que fueron sus priores: Bernardo en 1145. - Guillermo Arnaldo de 1185 a 1196. - Bernardo de Lemena de 1197 a 1202. - Pedro de 1203 a 1205. - Juan de 1206 a 1235. - Raimundo de 1237 a 1240. - Arnaldo de 1240 a 1257. - Vidal de 1262 a 1269 - Guillermo Lloret (Loreta, Loreti) de 1275 a 1294. - Bernardo Loreta de 1300 a 1309.

viernes, 16 de diciembre de 2022

Carta CIV. Historia de la iglesia de Roda.

CARTA CIV. 

Historia de la iglesia de Roda. 

Mi querido hermano: Cuantos han hablado de la Sede episcopal de Roda fijan su principio hacia la mitad del siglo X y el año 957, no existiendo documentos anteriores a esa época, y hallándose de ese año la escritura de la consagración de esta iglesia, en cuyo exordio se lee que la construyeron los Condes Raimundo y su mujer Ermesindis para que fuese Sede episcopal. Nació de ahí la común opinión de haber sido erigida ese año en Catedral. Esta es la tradición de esta misma iglesia, que en escritos y pinturas reconoce por su primer Obispo a Odesindo, como creado entonces por el Arzobispo de Narbona Eimerico. El padre Don Jaime Pascual, en su Disertación del antiguo obispado de Pallás, pasó más adelante, asegurando y probando con varias conjeturas que esta no fue erección de nueva Sede, sino traslación de la de Pallás, que él supone continuada desde su primer Obispo Adulfo en Atón y en Odesindo; y que este fue el que trasladó la Sede; y de Obispo de Pallás comenzó a llamarse Obispo de Roda. Como en mi Viaje a esta iglesia he tenido proporción de ver los originales de algunos documentos que acota este infatigable anticuario, y he debido examinar los motivos de dicha tradición, me atrevo a proponer algunas dudas bien fundadas en este punto curioso, por las cuales parecerá que la Sede de Roda comenzó mucho antes del año 957, y que su primer Obispo no fue Odesindo sino Atón, quedando por consiguiente destruida la supuesta traslación de Pallás a Roda en dicho año. Para que te persuadas de esto es menester, a modo de disertación, presuponer algunas cosas.

1.a La ciudad de Roda pertenecía al condado de Pallás hacia la mitad del siglo X, como se ve en muchas escrituras de ese tiempo pertenecientes a los Condes de Pallás Raimundo y Wifredo. Este último edificó la iglesia de San Esteban del Mall, junto a Roda, en 971, y la dotó, como Señor de la tierra, y el primero trasladó, o por hablar propiamente, erigió la Sede de Pallás en Roda, construyendo allí la Catedral: cosas que no podían ser sin que Roda estuviese bajo el dominio de los Condes de Pallás. Estas dos pruebas bastan, entre otras, que pueden inferirse del citado escrito del señor Pascual. 

2.a Con esto no es menos cierto que el Obispo que se estableció en Roda ejercía su jurisdicción en gran parte del condado de Pallás, como se ve en la fundación del monasterio de San Pedro del Burgall, varias donaciones al de Labax, consagraciones de iglesias en aquel distrito, y otros actos episcopales de los de Roda. En el siglo XI seguía la misma jurisdicción de los Obispos, supuesto que a fines de él, como se dirá más abajo, tenían entre sus Arcedianos uno titulado de Pallás: cosa enteramente superflua, si no tuviesen jurisdicción en aquel territorio. Consiguiente a esto, aun en la mitad del siglo XII, es a saber, en 1140, el Obispo de Urgel Pedro concordó con Gaufrido de Roda sobre algunas iglesias del Pallás. Y esto no sólo es muy cierto, sino que para el señor Pascual es el fundamento de su aserto; es a saber, que la Sede de Roda originariamente no fue otra que la de Pallás.

Presupuesto esto, dicho escritor no debió contar por segundo Obispo de Pallás a Atón por sólo hallarle ejercitando su jurisdicción episcopal en algunas iglesias y monasterios del Pallás, porque esto fue común a todos los Obispos de Roda hasta la mitad del siglo XII, los cuales jamás se titularon ni fueron Obispos Palliarenses. El único que lo fue con toda realidad, aunque intruso, es a saber, Adulfo, jamás omitió este dictado. Muerto este Obispo hállanse sucesivamente Atón, Odisendo (Odesindo más arriba) y algunos otros ejerciendo su jurisdicción en el condado de Pallás, sin expresar Sede alguna. 

¿Qué razón hay para tener a Odesindo y siguientes por Obispos de Roda y no a Atón? La única, que es la creída erección de Roda en el pontificado de Odesindo, luego veremos cuan sin fundamento es. 

En mi Viaje a la villa de Tremp establecí lo que entiendo acerca de ese obispado tan decantado de Pallás, es a saber, que el intruso Selva (o más bien Sclua) de Urgel erigió en Obispo de todo aquel condado a Adulfo, el cual quedó suprimido en el concilio de Foncuberta a instancias del Obispo Urgelense Nantigiso. Muerto Adulfo los Condes de Pallás pudieron sacar algún partido del Obispo Rodulfo de Urgel, que por ser hijo del Conde Wifredo de Barcelona era sin duda su deudo, logrando que consintiese en la erección de Roda, y que le quedase sujeta la mitad occidental de lo que ahora llamamos condado de Pallás, que es lo comprendido entre ambas Nogueras (Pallaresa y Ribagorzana). Esta cesión se prueba con la jurisdicción que vemos ejercer a los Obispos de Roda desde la mitad del siglo X en la parte occidental que dije, hallándose en la oriental memorias continuas del Obispo Urgelense. Conforme a esta división en ambas iglesias de Urgel y de Roda había a fines del siglo XI Arcedianos de Pallás, y en la mitad del XII se conserva la ya dicha concordia que hicieron ambos Obispos sobre las parroquias del Pallás. Todo esto confirma a maravilla lo que vamos diciendo, y es, que por hallar al Obispo Atón nombrado como tal al oriente de la Noguera de Ribagorza, no se infiere que fuese sucesor de Adulfo en todo el condado, ni estorba que sea dicho Obispo de Roda. Esto se aclarará más examinando la época de la erección de la Sede de Roda, la cual yo entiendo que es mucho anterior al año 957, en que la fijan; y por consiguiente, que su primer Obispo no fue Odesindo, sino el Atón que el Señor Pascual supone todavía Obispo de Pallás, y segundo en aquella Sede imaginaria. Que la iglesia de Roda no creyó que Odesindo fuese el primero de sus Obispos, se ve en la contestación que dio a la encíclica con que el monasterio de Ripoll le participó la muerte de su Abad Bernardo, año de 1102 (Orig. arch. de Ripoll). En ella piden en cambio sufragios por los Obispos difuntos, y los nombran por orden retrógrado, así: Raimundus Episcopus bonae memoriae sive sui antecessores, Salomon Episcopus, Arinulfus (Arnulfus) Episcopus, Aimericus Episcopus, Odisindus Episcopus, et aliorum quorum nomina nescimus. Sabían ellos, pues, que hubo otros Obispos anteriores, cuyos nombres ignoraban. He copiado de nuevo la escritura de consagración de esta iglesia de San Vicente M. de Roda, que ya publicó el señor Pascual (pág. 55). Ruego a cuantos tengan ojos diplomáticos que pesen y examinen muchas veces este instrumento, y me digan si hay en él otra cosa que la consagración de la iglesia, que se supone ser ya Catedral. Dicen en el exordio los Condes Raimundo y Ermesendis, que habían construido esta iglesia, ut sit Sedes episcopalis; pero esto lo suponen ya hecho y lo vuelven a referir, como se acostumbra en semejantes diplomas de Príncipes. El cuerpo de este no empieza hasta las palabras: et ideo anno DCCCCLVII; y allí dicen que el Arzobispo Eimerico de Narbona vino a consagrar la iglesia, a quien los Condes dan alodios, ornamentos y alhajas, como se acostumbraba en tales dedicaciones; y este es el carácter propio de las escrituras de dedicaciones de iglesias, como lo saben los versados en su lectura. Ni una palabra hay en esta escritura que aluda a erección de Sede en esa fecha, ni se indica el motivo, ni se señala territorio o límites, ni constitución de iglesia, ni las obligaciones de las parroquias en sínodos, crisma, etc., que es lo que se ve en todas las que hablan de Sede nueva o restauración de antigua. En una palabra, la decantada escritura de la erección de la Sede de Roda en 957 es lo mismo que la dedicación de San Esteban del Mall en 971, y lo mismo que las muchas docenas que te he enviado de iglesias pequeñísimas en el discurso de mis Viajes; y ni aun la circunstancia de asistir a esta el Metropolitano falta en otras de menor cuenta (a: Ap. núm. XLIV.). Así que para mí es cosa indubitable que la erección de esta Sede es anterior a esta época, y que ya había en ella Obispo, cuando se entendía en la fábrica de la nueva iglesia, y mucho antes de su consagración. Por otra parte es falso que el Obispo Odesindo lo fuese ya un año antes, en 956, como demostraré contra el señor Pascual en el Episcopologio Rotense, que enviaré; y es cierto que la primera memoria que hay de él es esta consagración de 957. De donde se infiere que ni él fue Obispo de Pallás, ni su antecesor Atón, cuyas memorias llegan hasta el abril de 956, ni puede dejar de ser tenido por Obispo de Roda. En esta creencia estuvo esta santa iglesia hasta el siglo XII, cuando se grabó en piedra la inscripción de sus Obispos (V. Pasq. pág. 14), entre los cuales cuenta a Atón. Este escritor, reflexionando sobre ello, dice que no habiendo en Roda Obispo alguno de este nombre posterior al año 957, es fuerza que este Atón sea el Obispo de Pallás. Yo saco la consecuencia contraria: no habiendo en Roda ningún Obispo Atón posterior al 957, es fuerza que el nombrado aquí sea el anterior a Odesindo, siempre reputado por Obispo de Roda y nunca de Pallás. Porque ¿cómo es que no contaron entre los Obispos a Adulfo, que lo fue el primero de Pallás, siendo así que gobernó también en Roda, como en lugar de su territorio? Es menester confesar que la exclusión de Adulfo es una prueba clara de que esta iglesia jamás tuvo por Obispo Rotense a ningún Obispo de Pallás; ya porque sabían que aquel obispado era una quimera, justamente proscrita por el concilio de Foncuberta del año 911; ya porque el ser Roda lugar de su diócesi, no era motivo para intitularle Obispo Rotense. En esta necedad, que evitaron los sabios individuos de esta iglesia respecto de Adulfo, hubieran incurrido respecto de Atón, contándolo entre los Obispos propios de Roda, si les constara que sólo había sido Obispo de Pallás, como les constaba de Adulfo. Algo más, pues, había en Atón que en Adulfo; y no podía ser solamente el haber él comenzado la fábrica de la iglesia de Roda, o tratado ya de esta traslación de la Sede de Pallás a Roda, cosas que indica Pascual como los dos motivos suficientes para que Roda le contara entre sus Obispos. Lo primero de la fábrica es un título pueril. 

Lo segundo es suponer grande impropiedad e ignorancia en los individuos de esta iglesia, que contasen por Obispo propio a quien no lo había sido, sólo por haber intentado la traslación, que no se verificó sino en el sucesor. Los Obispos toman su título de la Sede, y no de los deseos o miras que tengan respecto de otros pueblos. Que si por sólo esta razón y por haberse trasladado la silla de Pallás a Roda, pudo esta iglesia contar por Obispo Rotense a Atón no habiéndolo sido; con mucho mayor título debía contar a Adulfo, que fue el tronco del imaginario obispado de Pallás. En las verdaderas traslaciones de iglesias la nueva Sede ha contado siempre a sus Obispos como sucesores de los de la extinguida, y esto se podía confirmar con muchos ejemplares. Digamos que la dicha traslación es un capricho destituido de todo fundamento, y que la Sede de Roda comenzó en su Obispo Atón, verdadero y primero Obispo Rotense. Esta es la tradición que quisieron conservar los antiguos individuos de esta iglesia en la piedra que escribieron en el siglo XII, y se conserva en uno de los postes del templo actual, donde se halla escrito el nombre de Atón, Obispo Rotense, entre los que lo fueron con toda propiedad. Del mismo modo lo cuenta por Rotense el catálogo de nuestros Obispos que había en Alaón, como lo dice el mismo Señor Pascual (pág. 93, not.), y a esta tradición debieron acomodarse los que mandaron pintar los cuadros modernos de los Obispos Rotenses en la capilla de San Ramón, no omitiendo el retrato de Atón ni poniendo el dictado de primero a Odesindo. Que si faltan memorias de aquel Obispo, la primera que hay de este en 957 indica que su Sede ya estaba aquí colocada de antemano como vimos. Y si Odesindo es el que dio el título de San Vicente al templo que se consagró en ese año, eso sólo prueba que su antecesor Atón lo dejó por concluir, y que él debió de residir en otra iglesia interina mientras se construía la que debía ser la primera cátedra del nuevo obispado. En resolución, estos inconvenientes admiten interpretación conforme al estilo de otras iglesias; supuesto que pesan tan poco respecto de las razones que alegamos arriba. Establecida una vez esta Sede, continuó con algunas alternativas de más o menos consideración. A principios del siglo XI ganaron los Moros segunda vez a Roda, y el Obispo tuvo que trasladarse a Llesp, lugar más fuerte de su diócesi, llevándose consigo algunas escrituras. Debió arruinarse la iglesia con esta calamidad, pues a mediados del mismo siglo hallamos restaurado y consagrado de nuevo el templo por el Obispo Arnulfo, como se dirá en su lugar. Ganada por segunda vez la ciudad de Barbastro por el Rey Don Pedro I en el año 1101, agregó esta ciudad a la diócesis de Roda, conforme al privilegio de Urbano II (a: Ap. núm. XLV.), y aun trasladó a ella la Sede de Roda como lugar mas cómodo para habitación de los Prelados. Lo era entonces Ponce; y el que le sucedió, San Ramón, experimentó grandes persecuciones de parte del astuto y ambicioso Esteban, Obispo de Huesca; de que se hablará en su lugar. Los Obispos de Roda se llamaron en esta segunda época Barbastrenses sive Rotenses. Otra mira se tuvo en esta traslación aprobada por la Sede Romana, que fue avecinarse más a la matriz Lérida, que todavía estaba sujeta a los Moros. En varias bulas de aquel tiempo y del Papa Pascual II se habla de Barbastro como parroquia de Lérida y miembro suyo. Y en ella dice el mismo Papa que se había puesto la Silla episcopal donec per Dei gratiam ipsa Illerdae civitas ad Christianae fidei redeat principatum. El Rey Don Ramiro en un diploma del año 1135, en que confirma y adjudica la iglesia de Barbastro a la de Roda, dice que se trasladó la Sede a Barbastro usquequo Dominus Illerdam manibus reddat Christianorum (a: Ap. núm. XLVI.). De modo que Barbastro, y por consiguiente Roda, no se ha de considerar sino como un obispado interino y vicario de Lérida. En la carta con que Pascual II confirmó a San Raimundo, Obispo de Roda y Barbastro, sus posesiones, dice en el exordio, referida la irrupción de los Árabes: Unde factum est ut episcopalis cathedra quae Illerdae fuerat, in montana transiret, in oppidum videlicet, quod Rota dicitur. Inde rursum imminutis Moabitarum viribus, propius Illerdam in Barbastrae oppidum transferretur: spes etiam Christianis certior per Dei gratiam nostro tempore facta est, ut Illerdam urbem Domino prestante recipiant. Et nos igitur... constituimus episcopalem Cathedram, quae hactenus Rotae vel Barbastrae habita est, ad Illerdae urbem in posterum referendam, cum eam Omnipotens Dominus Christianorum restituerit potestati. Verificose esto sin estorbo alguno, como cosa juzgada, luego que fue conquistada Lérida en 1149, pasando a ser Obispo de aquella ciudad Guillermo Pérez, que lo era de Roda. 

Los Obispos de Lérida conservaron el título de Rotenses, olvidado el de Barbastro, y a veces se llamaron sólo con él, como cuando autorizaban algunos actos en que sólo intervenía la iglesia de Roda. El Capítulo de esta iglesia se consideró como unido a la de Lérida, no sólo por la identidad de la canónica Agustiniana que se instituyó en Lérida, sino por el derecho que conservó el de Roda a la elección de los Obispos, acudiendo a Lérida para ello todos los canónigos, y debiendo ser mantenidos a expensas de la nueva iglesia los días necesarios para desempeñar función tan interesante (a: Ap. núms. XLVII y XLVIII.). Consérvanse algunos decretos de elecciones de ese siglo XII y siguiente con las firmas de los electores Illerdenses y Rotenses. Más es: que se halla el de la elección del Obispo Gombaldo dirigido al Arzobispo de Tarragona por el solo Capítulo de Roda, y con solas las firmas de sus individuos. Esto prueba que hubo tiempo en que cada Capítulo lo pedía separadamente al electo por todos juntos. A este derecho de la iglesia de Roda se opuso la de Lérida, y acaso no por la primera vez, hacia 1242. He visto aquí copia del procesito incoado con esta ocasión. Comienza por la reclamación interpuesta por los procuradores del Capítulo de Lérida Mateo, Arcediano de Terrantona, y P. de Morlanis, a 5 de mayo de 1243, en la cual recusan al Obispo como juez de esta competencia, por haber sido canónigo de Roda y muy adicto a las cosas de aquella iglesia. Eligiéronse tres días después jueces por parte de Lérida a R. de Espluga; por Roda el maestro Juan Ponce, clérigo de Zaragoza; nombrando el Obispo por tercero a Guillermo de Mongrí, Sacrista de Gerona, que había ya renunciado el arzobispado de Tarragona. Citáronse las partes a Tarragona para el otro día de San Lucas; pero nada se concluyó, pues que sólo compareció el citado Mongrí. Nada más dice este proceso: mas en el Libro verde de la iglesia de Lérida, folio 297 b., se conserva copia de la sentencia que a 26 de marzo de 1244 dieron Don Pedro de Albalat, Arzobispo de Tarragona, y Raimundo de Ciscar, Obispo de Lérida, en quienes finalmente se comprometieron las partes: no sé yo más por ahora. Lo cierto es que en la elección inmediata de Obispo en 1247, que no se verificó, asistieron como siempre los de Roda; y como se escogiese la vía de compromiso, entre los compromisarios fueron nombrados el Prior y dos canónigos de Roda. En el mismo derecho continuaban en 1308, en que por muerte del Obispo Pedro fue electo por ambos Capítulos Ponce de Aquilanido (Aguilaniu), Prior de Roda.

Tenía esta iglesia hermandad con Lérida, Pamplona, Pamias, y San Salvador y Santa María de Zaragoza, recibiendo y dando recíprocamente tres días de porción canonical, y en Lérida cuanto fuese menester durante la elección del Obispo. De la hermandad con Zaragoza se hablará otro día. Lo más notable de la iglesia de Roda en su estado antiguo es la supuesta subordinación a la de Urgel en lo tocante a la elección de Obispos. En las Cartas de aquella iglesia se dijo ya lo que en esto había, como San Ermengol, Obispo Urgelense, presidió la elección de Borrel, Rotense, hecha por los canónigos de Roda en la iglesia de Urgel, como le mandó ordenar allí mismo por el Obispo de Carcasona y lo consagró sub iussione et tuitione de la Sede de Urgel. También se dijo que Eriballo, Obispo de aquella silla, se quejó al Rey Don Ramiro en 1040 de que su padre el Rey Sancho le había usurpado los obispados Ripacurcense (ribagorzano) y Gestabiense (Gestau, Gistau, Chistau; chistabín), que eran de iure et dominatione atque diocesi Sanctae Mariae Sedis Urgellensis; y que el Rey Ramiro se los restituyó, añadiéndole illam terram quae dicitur Rota. Acuerdóme también haber ya prevenido allí mismo que esta queja de Eriballo y la restitución de Ramiro no recaía sobre el señorío de los condados de Ribagorza y Gistabo, como pensó Marca, ni tampoco sobre el derecho a las parroquias de ellas, de que ya el Obispo de Urgel se había despojado, cuando se erigió la Sede de Roda. Así que sólo pudo aludir lo dicho a la jurisdicción que Urgel pensaba tener sobre el Obispo de aquellos condados, que era el de presidir su elección y consagrarle. Esto dice el Sr. Pascual, pág. 95, que quedó estipulado en la erección de la Sede de Roda. Mas como la escritura, que se cree erección de esta silla en 957, nada dice de ello (y es una nueva prueba de que entonces no se erigió); y por otra parte no se halle una anterior que lo sea, quedamos con la duda de lo que entonces se pactó y de las circunstancias de todo ello, sin poder averiguar el origen de cosa tan singular, como es la sujeción de una iglesia sufragánea a otra sufragánea. En lo cual no hay que alegar la distancia de Roda a Narbona, entonces su metrópoli, porque bien hallamos que Aimerico Narbonense vino a Roda a consagrar su iglesia en 957. Es constante esta pretensión de los Obispos de Urgel sobre la subordinación de los de Roda. Y este era uno de los cargos que Urbano II hizo a San Odón, que como tan Santo no pediría cosas nuevas. Dícele en su breve: (Pascual, pág. 61) vicini Episcopi subiectionem et obedientiam a nobis requisisti.

Acerca de la constitución de esta iglesia es sabido que rigió aquí la canónica Agustiniana desde fines del siglo XI. Antes de esta época hay algunas memorias de la canónica; y aunque faltaran ellas, es claro que la debía haber; no siendo imaginable que estuviese un clero con su Obispo sin canon o regla que los gobernase. Y aunque la más común en estos países en los siglos IX y X era la Aquisgranense, como ya dije en otras iglesias, respeto (: respecto) de esta no queda indicio alguno ni en códices ni en testamentos ni en otras escrituras. La única que he hallado es el acto de profesión que hizo doce años antes de la reforma Agustiniana el canónigo Miro Roger, que está en el Cartoral mayor, núm. 9, y dice así: "Ego Miro Rogerii... dono Domino Deo factori meo et S. Vincentio inclito martyri corpus meum et animam meam et omne alodium... ea convenentia, ut Episcopus S. Vicentii semper me habeat filium et discipulum, et canonici fratrem et dilectum amicum, et sit semper mihi in eodem loco victus et vestitus honorifice in servitio Dei, et abundantia fragilitati meae in vita mea, et post mortem sepultura et requies secundum ecclesiasticam disciplinam. Et ego promitto Episcopo et confratribus meis emendationem vitae meae et stabilitatem loci et veram obedientiam et fidelem me esse canonicum iuxta possibilitatem meam et deinceps vivere sub regulari vita per iussionem proprii Episcopi et confratrum meorum. Facta carta donacionis istius anno millesimo octuagesimo Incarnationis Dominicae, pacta VII, tertio idus novembris, die solemni B. Martini Episcopi et confess. apud Rotam, in domo Bardina, circa meridiem, die mercurii, anno II castri Monionis.” Esta oblación in canonicum, aunque expresa obediencia y estabilidad de lugar, en sus frases no se indica renuncia total de propiedad; y así hallamos en dicho Cartoral que este mismo Mirón Roger dispone ulteriormente de los bienes y hacienda suya, y así queda lugar para creer que esta canónica fuese al modo de la Aquisgranense y enteramente secular. Confírmame en esta opinión la noticia que nos guardó el archivo del monasterio de Labaix (pone Lavax), de que ya he hablado otras veces, contándonos que hacia el año 1063 se destruyó allí la vida monacal e introdujo la canonical; porque dicen que esto hizo Raimundus Raimundi, canonicus Rotensis et Sedis Urgellensis, sed saecularis: prueba clara del estado puramente secular de ambas iglesias, a cuyos individuos era libre el vivir cum proprio o sine proprio. Para cortar los males que solía y debía engendrar esta monstruosa canónica, el celoso Obispo Raimundo Dalmacio introdujo aquí la renuncia total de propiedad, estableciendo una canónica, que aunque no diga ser la Agustiniana, como no lo dice, debe tenerse por tal, supuesto que obliga a todos los canónigos presentes y venideros a que nichil umquam sibi propium vendicent, nec etiam nominent, sed iuxta primitivae ecclesiae formam... sit eis communis praesentis vitae sumptus, proprioque Episcopo, ac sibi Praepositis ab eodem canonice constitutis secundum Sanctorum Patrum sententias obedientes existant in omnibus. Estando, como estaba entonces, tan autorizada por acá la canónica Agustiniana, y siendo ella por entonces la única que quitase a los canónigos la libertad de vivir cum proprio, debe tenerse sin repugnancia por Agustiniana la que se estableció aquí; porque entonces no había canónica alguna que obligase a vivir sine proprio, sino la Agustiniana. Dotola el Obispo magníficamente, adjudicándole varios derechos de su mensa, incorporándole entre otras iglesias la abadía de San Andrés de Barraves y la de Alaón (hoy la O) (María d' Alaó, de la O), mandando que en esta última hubiese convento de monjes y que su Abad fuese electo por el Obispo y canónigos de Roda y sujeto a ellos. De aquel tiempo queda el rito de admisión y profesión. Hízose escritura de esta constitución y dotación a 12 de noviembre del año 1092, la cual envío copiada junto con todas las firmas originales de los Obispos sucesores hasta Don Ponce, Obispo de Lérida de principios del siglo XIV, que confirmaron lo contenido en ella, aunque algunos poniendo alguna restricción (a: Ap. núm. XLIX.). El Obispo Don Guillermo Pérez añadió en el año 1171, día 24 de septiembre, la constitución quod nullus canonificetur nisi in die Sancti Vincentii Martyris. En la misma fijó el número de canónigos en veinte. Continuó esta canónica con las alternativas consiguientes a las cosas humanas hasta nuestros días, sin comprender la secularización general que hizo Clemente VIII de las canónicas de los condados de Barcelona, Rosellón y Cerdaña. En el año 1788 el actual señor Obispo de Lérida Don Gerónimo de Torres fue encargado por la real Cámara de realizar el plan de secularización propuesto por su antecesor, y así se efectuó en 1789, quedando reducida a Colegiata con el honor de Concatedral con la de Lérida, servida de un Prior, seis canónigos, dos de ellos magistral y doctoral, y seis racioneros. Sus hábitos corales no dicen con los de las iglesias de esta corona; porque consisten en roquete con mangas, capa talar negra con cenefa de terciopelo negro, y muceta con pechera de lo mismo. Un año después de la institución de la canónica la dotó de nuevo el Obispo Raimundo Dalmacio, estableciendo las obligaciones de los oficios y dignidades respecto a la manutención de los canónigos (a: Ap. núm. L.). De esta escritura, y otras del siglo XI, se deduce que esta iglesia en la época de su grandeza, a más de los oficios de Prior mayor, Prior claustral, Camarero, Enfermero, Hospitalero, Limosnero y Sacrista, que hoy se conservan, contaba, digo, en su clero al Abad de Alaón, Prior y Sacrista de Monzón, Abad de Barravés, Prior de San Martín de Cavallera, y otros; y a los Arcedianos de Ribagorza, Terrantona, Benasque y Pallás, al Precentor, y acaso algunas otras dignidades: todas las cuales pasaron a la iglesia de Lérida en la traslación de 1149. Hacia la mitad del siglo XIII pretendió Roda recuperar estos arcedianatos; mas por sentencia arbitral dada en 1244 por Pedro de Albalat, Arzobispo de Tarragona, y Raimundo de Ciscar, Obispo de Lérida, se les impuso silencio sobre esta pretensión, como se dirá. 

Ni fue este solo el despojo que entonces sufrió esta iglesia, antes es regular que se surtiese la nueva Catedral de libros, reliquias y ornamentos de la de Roda, conforme exigían las circunstancias y la deferencia con que miraban al Obispo Don Guillermo Pérez.

Ya se insinuó arriba que el Obispo Atón jamás usó de dictado que indicase su Sede. Odesendo (Odesindo) sólo en una memoria del año 970 se llama Ripacurcensis: los sucesores hasta el 1101 se llamaron indistintamente Rotenses y Ripacurcenses (ribagorzanos). Trasladada esta Sede a Barbastro usaron el nombre de esta ciudad y el de Roda, ya juntos, ya separados. Finalmente, en la traslación a Lérida, se llamaron los Obispos Illerdenses et Rotenses, o al revés; y alguna vez usaron del dictado solo de Roda, es a saber, en los documentos tocantes sólo a esta iglesia.