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miércoles, 15 de febrero de 2023

Carta CXXXIII. Voluntaria sujeción de los Obispos de Cataluña al Arzobispo de Narbona, durante el cautiverio de Tarragona.

Carta CXXXIII. 

Voluntaria sujeción de los Obispos de Cataluña al Arzobispo de Narbona, durante el cautiverio de Tarragona. Restaurada esta, volvieron a sujetarse a su propio y antiguo Metropolitano. Elecciones de los Arzobispos en aquellos tiempos. Elecciones de los Obispos. Danse muestras de estas elecciones en las que se hicieron en las iglesias de Barcelona, Lérida y Gerona. Confirmación de los Obispos por el Metropolitano. Parte que tuvo la iglesia Tarraconense en la confirmación de los Obispos, y en la Sede vacante.

Mi querido hermano: La mala acogida que tuve, y los repetidos desaires que sufrí la primera vez que me presenté al cabildo de Tarragona, y mi pronta y bochornosa retirada de esta ciudad, no por culpa de tan digna corporación, sino por la de un solo individuo suyo, en quien ella depositara toda su confianza, me han obligado a terminar mi viaje a las iglesias de Cataluña, por donde debía haberlo comenzado. A la de Tarragona le tocaba de derecho el ser la primera, y cabalmente ha sido la última. A comenzar por ella, procedía que dijera yo a qué Metropolitano estuvieron sujetas las iglesias restauradas de Cataluña durante el cautiverio de Tarragona: cómo después de quebrantado por esta el yugo agareno, se elogian sus Arzobispos y los Obispos sufragáneos: quién los confirmaba: qué parte tuvo en la confirmación de estos y en Sede vacante la iglesia Tarraconense: en suma, cuál era la disciplina que sobre dichos extremos en aquellos tiempos regía. Pero, pues, en el viaje anticipado y prematuro, sí, pero forzoso a las otras iglesias del principado, quedan deslindadas muchas de estas cosas, aunque tocadas por incidencia, lo que a comenzar yo por Tarragona hubieran sido noticias preliminares conducentes a dar luz y facilitar la inteligencia, para cuando se tratase de las iglesias sufragáneas: lo que voy a decir ahora será una confirmación, o más bien recapitulación de cuanto llevo expuesto en la materia. Mientras duró el cautiverio de la ciudad de Tarragona por la invasión de los Árabes, las iglesias catedrales de Cataluña que tuvieron la felicidad de sacudir su yugo a fines del siglo VIII, o principios del IX, reconocieron constantemente por Metropolitano al Arzobispo de Narbona; más por efecto de las circunstancias y del engrandecimiento de los Reyes de Francia a quienes debían su restauración, que por el supuesto decreto de la Sede Romana a favor de aquella metrópoli. 

Esta verdad, que la negó Masdeu a la sombra del pirronismo que introdujo en la historia, (N. E. Más claro, un tergiversador moderno de la historia, incluso con documentos a mano. Sería hoy el presidente del institut Nova història) está atestiguada por innumerables documentos auténticos, de los cuales consta que las iglesias de Barcelona, Urgel, Vique y Gerona, no reconocieron otro Metropolitano que el Narbonense en las confirmaciones de sus Obispos, asistencia a los concilios, apelaciones judiciales, etc.

Duró esta práctica por espacio de cuatro siglos, sin más interrupción que las dos épocas en que los Obispos de Vique Atón y Berenguer Rosanes obtuvieron el honor de Metropolitanos Tarraconenses; el primero a poco más de la mitad del siglo X, y el segundo a fines del XI.

Este último Prelado tuvo la gloria de ver reconquistada a Tarragona el año 1089. Y aunque el Arzobispo de Toledo Don Bernardo, como Legado Pontificio le impidió celebrar un concilio y algún otro acto propio de su

autoridad; mas no le quitó la jurisdicción metropolítica que él y sus sucesores ejercieron constantemente desde entonces sobre las cuatro iglesias sufragáneas ya citadas, sobre las de Tortosa, Lérida, Mallorca y Valencia, que se conquistaron después, y sobre las restantes de Zaragoza, Tarazona, Huesca, Calahorra y Pamplona, de que se componía en ese tiempo la provincia Tarraconense.

De esto son pruebas indubitables la asistencia de los sufragáneos a los concilios, la apelación en las causas eclesiásticas y la confirmación de las elecciones de Obispos que hacía el clero de las iglesias catedrales.

Y puesto que sólo se desea saber lo que la historia nos ha conservado acerca de este último punto, diré de ello lo que nos queda en los documentos existentes en los archivos de las iglesias de Cataluña; por los cuales se verán tres cosas:

1.a Que el Arzobispo de Tarragona confirmó todas las elecciones de sus Obispos sufragáneos hasta el pontificado del Papa Juan XXII, y aun algunas veces después de haber este Papa consolidado las reservas pontificias. 

2.a Que aun vacando la Sede Tarraconense, el Prepósito y cabildo de aquella iglesia hacía en esto las veces de su Pastor.

3.a Que las iglesias catedrales resistieron con ansia las reservas, y trataron cuantas veces pudieron de conservar el derecho de elegirse Obispo, y al Metropolitano el de confirmarle. 


ELECCIONES DE ARZOBISPOS.


Vacando la Sede de Tarragona el Prepósito de la misma iglesia, primera dignidad de su clero, que siempre se intitulaba Praepositus et Capitulum ecclesiae Terracon. convocaba a los Obispos sufragáneos para elegir sucesor; y en la elección, si se hacía por compromiso, el Prepósito era voto nato. El cual, junto con dos canónigos y dos de los Obispos sufragáneos, elegidos todos por el Capítulo, nombraban (los cinco) el Arzobispo futuro. Estas prácticas y las fórmulas correspondientes constan a la larga entre otros documentos por las actas de la elección del Arzobispo Don Benito Rocaberti, hecha en 1251 por muerte de Don Pedro de Albalat. Existe también en el archivo de la misma iglesia una protesta del Obispo de Barcelona Don Berenguer de Palou, hecha el año 1234, 

por no haberle convocado el Capítulo de Tarragona a la elección de Arzobispo después de la muerte de Don Sparago. Esta era la costumbre, a pesar de no hallarse expresada en la bula del Papa Celestino III del año 1194, en que hablando de las vacantes de Arzobispos confirma, como una de las libertades de la iglesia y de sus costumbres antiguas, la de que el Capítulo elija el sucesor uniformemente o por mayoría de votos. 

No existe memoria alguna de las elecciones de los Arzobispos del siglo VIII. La primera que hay es la de Don Sparago de Barca, electo unánimemente por el Capítulo a mediados de febrero de 1212. De 22 del 

mismo mes está fecha la carta en que pidieron su confirmación a Inocencio III. En ella, además de los del Capítulo, firman los Obispos Pedro de Urgel y Ponce de Tortosa, también Bertrán, Prior del monasterio de canónigos reglares de Escornalbou, que tenía derecho de asistir a estas elecciones, hasta que en 1219 quedó el priorato unido a la mitra.

En su muerte eligió el Capítulo del modo dicho a Don Berenguer de Palou, Obispo de Barcelona. El Papa anuló la elección por lo necesaria que era su persona en aquella capital. En seguida se hizo otra elección en el Cardenal Gil, del título de San Cosme y San Damián. No consta la suerte de esta. Sábese que Su Santidad nombró a San Raimundo de 

Peñafort, que este se excusó y logró que el Papa proveyese la Silla en Don Guillermo de Mongrí, que nunca quiso consagrarse y logró se le admitiese su dimisión en 1237.

En 1251 fue electo Don Benito Rocaberti, como se dijo.

Muerto Don Rodrigo Tello en 1308 eligió el Capítulo a Don Guillermo de Rocaberti. Hállase una carta de Clemente V al Rey de Aragón, fecha en los idus de febrero, año IIII de su pontificado, en que dice que por estar 

de viaje en el monasterio Caonense, diócesi de Narbona, y hallarse ausentes los Cardenales, no se atrevía a confirmar la elección de Arzobispo de Tarragona, mayormente estando ya reservada tiempo había a Su Santidad la provisión de dicha Silla a instancia del mismo Rey (Don Jaime II). Sin embargo, aparece confirmado después. Fue así que el Rey 

Don Jaime II pidió al Papa que se reservase la elección. Respondió S. S. data en Tolosa VII idus januarii, anno IV, que a pesar de ser el negocio tan grave por el voto que tenían los sufragáneos en la elección de Arzobispo, con todo condescendía en su súplica. Sin embargo, el Capítulo eligió, y el electo quedó confirmado.

Muerto este en 1315, el Capítulo eligió a Don Juan de Aragón, hijo del Rey, que no tenía aún doce años de edad. Por esta razón lo anuló el Papa, y en su breve, dirigido al Rey desde Aviñón a 15 de diciembre de 

1316, le ofrece dar la dignidad arzobispal a uno de los tres o más que le propusiese. 

Esta es la última memoria que queda de elecciones de Arzobispos, hechas por el Capítulo de Tarragona con los Obispos sufragáneos.

Dicho se está que estos eran confirmados por S. S, quien en este acto les enviaba el palio, de lo cual son continuas las memorias.


ELECCIONES DE OBISPOS.


Así como la iglesia de Tarragona, según asegura el Papa Celestino III, tenía entre otras libertades antiguas la de elegirse su Pastor, así también la tuvieron todas sus iglesias sufragáneas hasta el siglo XIV sin contradicción alguna, ni de parte de los Reyes, ni de los Romanos Pontífices. Estas elecciones, a lo menos desde el siglo IX, que es hasta donde se nos conservan monumentos, las hacía el clero de cada iglesia; habiendo motivo para creer que bajo este nombre, no sólo se entendía el Capítulo de canónigos, sino algunos otros presbíteros: como de la iglesia de Gerona consta por un proceso formado en 1239, en que se declaró que los presbíteros llamados allí de Capítulo habían asistido a las elecciones de los Prelados, sin embargo de no ser canónigos. En la elección del Obispo de la misma iglesia Servus Dei, hecha en 886, se lee que asistieron a ella los clérigos rurales con los civitatenses. Mas esto no debe tomarse tan a la letra que digamos que todos fuesen electores, sino que se hacía mención de ellos en lo que llamaban decreto o carta dirigida al Metropolitano, cuando pedían la confirmación del electo. En la cual

siempre dijeron que la elección o aclamación la habían hecho clerus et populus, y solían añadir urbis et dioecesis, y tal cual vez expresan la concurrencia de los nobles especificando sus nombres. Estos no eran electores, sino que consentían en ello, cuando el Capítulo, hecho el nombramiento, salía cantando el Te Deum a la iglesia, y el Primicerius lo anunciaba desde el púlpito al pueblo que estaba esperando. Hecho esto se extendía el decreto del modo dicho. El Capítulo de Barcelona en el decreto de elección del Obispo Bernardo de Berga en 1172, dice que lo eligieron antiquae libertatis nostrae consuetudinem sequentes y ad petitionem plebis.

Como quiera que esto fuese, es constante que la elección de los Obispos sufragáneos era peculiar de cada iglesia. Este derecho lo procuraron conservar a toda costa las iglesias, procediendo varias veces a elegir aun 

después de estar ya introducidas las reservas pontificias, como se verá por las notas siguientes, tomadas de los originales respectivos de cada iglesia. 


Iglesia de Barcelona.


Hacia la mitad del siglo XV (año 1456) a pesar de estar ya tan autorizadas las provisiones hechas por el Papa, el Capítulo proveyó la Sede vacante por muerte de Don Jaime Girad en Mosen Bernardo de Casasaje, eligiéndolo per via de Sant Sperit, esto es, por escrutinio. El Papa Calixto III anuló la elección y dio a otro la silla.

Verificáronse poco después las discordias del Príncipe Carlos de Viana con su padre el Rey Don Juan II de Aragón. Y como el Papa seguía el partido del Rey y Barcelona el del Príncipe (N. E. De un Principado es lo que cabe esperar, como hicieron siglos antes, y era su derecho), en los diez años de vacante que hubo desde el 1463, se resistieron mutuamente Papa y Capítulo a reconocer las varias elecciones que cada uno hizo por su parte. El Papa anuló las que el Capítulo hizo de Don Cosme de Monserrat, Obispo de Vique, a 5 de diciembre de 1463, y la de Don Miguel Sorrelles, hijo del conde de Iscla, a 1.° de septiembre de 1468. Correspondió el Capítulo no admitiendo a Don Fr. Juan Jiménez Cerdán, Aragonés, monje de Poblet, provisto por Paulo II en 1465. 


Iglesia de Lérida.


A pesar de algunas provisiones hechas ya por el Papa, el Capítulo eligió Obispo en 1341 a Don Jaime Ciyó por muerte de Don Ferrer de Colom. 

El Papa anuló al pronto la elección y luego la confirmó.

En 1380 por muerte de Don Romeo Cescomes, provisto por el Papa, convocó el Capítulo al de Roda, según costumbre, y eligieron a Don Geraldo de Requesens; elección que como veremos confirmó el Capítulo de Tarragona, Sede vacante.

Muerto este Obispo en 1399 juntáronse ambos Capítulos y eligieron Obispo a Don Pedro de San Clemente. Protestaron algunos canónigos, alegando el derecho de la reserva del Papa. La controversia fue larga, y el Papa tuvo lugar para anular la elección.

Vacando la Sede en 1449 por muerte de Don García Aznares, procedieron ambos Capítulos a la elección de Obispo. Parte de los electores nombró a Don Jorge de Bardají, Obispo de Tarazona, y parte a Don Antonio Cerdá. Prevaleció esta última, no por derecho de elección, sino porque el Papa Nicolao V, pocos días antes que esta se efectuase, había provisto a Cerdá en esta Sede. 




Iglesia de Gerona. 


El primer Obispo de esta iglesia provisto por el Papa fue Bernardo de Vilamarí, año de 1292. El sucesor también lo fue en 1311. Muerto este en 1318 el Capítulo eligió por compromiso sin perder momento al sucesor Pedro de Rocaberti.

Por muerte de este en 1324 eligió el mismo Capítulo a Gilaberto de Cruillas. Existen el decreto y las citaciones del Arzobispo para confirmarlo. Al fin el Papa anuló la elección y nombró a Don Pedro de Urrea, que es el primero en esta Silla de quien consta que usó el dictado Dei et Apostolicae Sedis gratia Episcopus.

En 1334 volvió el Capítulo a elegir por compromiso al mismo Gilaberto de Cruillas, el cual pidió y logró la confirmación del Capítulo Tarraconense, Sede vacante. El Papa anuló todo lo hecho y lo nombró de nuevo Obispo.

En 1384 eligió a Berenguer de Anglesola.

En 1408 a Francisco de Blanes.

En 1416 a Dalmacio de Mur.

Estas tres elecciones no son tan de extrañar por ser del tiempo del gran cisma. 

Muerto en 1457 el Obispo Bernardo de Pau eligió el Capítulo a Roger de Cartella, el cual no admitió por humildad, ni pidió la confirmación. Al cabo de dos años nombró el Papa a Don Jaime de Cardona.

Luego que en Gerona se supo la muerte del Obispo Cardenal Margarit, que falleció en Roma en 1484, inmediatamente eligió el Capítulo por escrutinio a Berenguer de Pau, sobrino del difunto, que también estaba en Roma, y el Papa confirmó la elección.

Por estas pocas muestras se ve el conato con que los Capítulos de las iglesias procuraron conservar su antigua libertad en este ramo. Y cuando no podían verificar la elección, sino que la debían esperar de S. S., le escribían y movían a que lo hiciese también la municipalidad, pidiéndole determinada persona para Obispo. Lo mismo hicieron con el Rey en todo el siglo XVI, después del concordato de Adriano VI.


CONFIRMACIÓN DE OBISPOS POR EL METROPOLITANO.


Que las elecciones de los sufragáneos eran todas confirmadas por el Metropolitano, es una verdad notoria a cuantos hayan leído algo de la disciplina eclesiástica antigua. Pudieran citarse en apoyo de ella centenares de escrituras que existen en el archivo de la catedral de Tarragona, que son los decretos de elección que dirigían al Metropolitano pidiendo la confirmación los Capítulos electores de Barcelona, Gerona, Urgel, Vique, Tortosa, Lérida, Mallorca, Valencia, Zaragoza, Tarazona, Huesca, Calahorra y Pamplona, que son las (se lee los) catedrales que en varias épocas componían el todo de la provincia. Sería pues una cosa superflua amontonar noticias para probar el derecho del Metropolitano en esta parte, que aun los mismos Papas, en la época anterior a las reservas, reconocieron y mandaron conservar, de lo cual bastará citar dos o tres ejemplares. 

En el año 1199, cuando Bernardo de Castelló, Obispo de Urgel, pidió al Papa Inocencio III la absolución de la carga episcopal, conservando su honor, S. S. le absolvió de ambas cosas, y escribió al Capítulo que procediese a nueva elección, y al Metropolitano que cuidase de que fuese pacífica. Aguirre publicó estas cartas. Yo he visto además el decreto de elección del sucesor Bernardo de Vilamur, donde consta todo ello. Está dirigido al Arzobispo de Tarragona Raimundo de Rocaberti, que confirmó la elección, y en cuyas manos el electo prestó la obediencia.

En 1243, electo por el Capítulo de Barcelona Pedro de Centelles, manifestó que tenía hecho voto de ser fraile Dominico. Acudió al Papa, y este mandó al Arzobispo de Tarragona que procediese a confirmar la elección haciendo que el electo cumpliese antes su voto, como lo verificó. Existe el proceso original en Tarragona.

Todavía es más notable lo acaecido en Lérida en 1248. Porque no concordando los capitulares de Lérida y Roda en la elección de Obispo, resolvieron enviar a Roma los comisionados, a quienes, a 7 de noviembre del año anterior, dieron poderes para que eligiesen ellos solos Obispo, de voluntad y consentimiento de S. S. Resentido de esto el Arzobispo de Tarragona, a quien tocaba la devoluta, envió también su embajador a Roma pidiendo que se conservase ileso su derecho, y se declarasen los de Lérida inhábiles para elegir. El Papa Inocencio IV cortó la disputa, dando comisión para nombrar el Obispo al mismo Arzobispo de Tarragona, a San Raimundo de Peñafort y a un Fr. Miguel, ambos Dominicos. Los tres eligieron por Obispo a Fr. Guillermo de Barberá, también Dominico, el cual fue confirmado por el Metropolitano, a quien prestó la obediencia.

Por estas muestras se ve cuan asentado y fijo estaba entonces en la disciplina el derecho del Metropolitano para confirmar a los Obispos sufragáneos, que ni aun en las ocasiones en que la elección se puso en manos de S. S. quiso este alterar la costumbre antigua, ni defraudar la jurisdicción metropolítica.

Aun cuando se introdujeron las reservas, los electos por el Papa prestaban obediencia al Metropolitano bajo la misma fórmula con que lo habían hecho los electos por el clero. Así Don Ponce de Vilamur, electo por el Capítulo de Lérida en 1322, fue confirmado por el Papa, dirigiéndole las bulas sin mentar dicha elección, idénticas con las que expedía para los nombrados por S. S., y con todo, el electo prestó obediencia al Metropolitano more solito. Así lo hicieron muchos de sus sucesores. Los Obispos confirmados en el acto de su consagración prestaban la obediencia canónica al Metropolitano, o por procurador, si no podían acudir a Tarragona con motivo de enfermedad, o personalmente en dicha catedral, y esto era lo más frecuente, jurando siempre super altare Beatae Teclae, y extendiéndose de estas actas las escrituras respectivas de que hay muchas docenas en Tarragona firmadas por los que juraban. 

Aun las reservas pontificias sabemos que comenzaron con el título de haber vacado los obispados in curia. Prueba clara de que no se halló título para despojar de golpe a los capitulares del derecho de elegir sus Obispos, y a los Metropolitanos el de confirmarlos. Advierto por último que la mayor parte de las veces en que los capitulares trataron de recobrar su derecho de elegir Obispo en los siglos XIV y XV, se halla que los Arzobispos de Tarragona acudían a recobrar el suyo para confirmarlos; lo cual lograba unas veces y otras no, a proporción del estado político que tenían los negocios de la corona respecto de la Corte Romana. Así lo hizo el Arzobispo Don Ximén de Luna en 1325, en la elección que ya cité de Gilaberto de Cruillas para Obispo de Gerona.


PARTE QUE TUVO LA IGLESIA TARRACONENSE EN LA CONFIRMACIÓN DE OBISPOS Y EN LA SEDE VACANTE. 


Verificadas las elecciones de los Obispos de las iglesias sufragáneas, solían los electores, además del derecho de ellos, que dirigían al Arzobispo Tarraconense pidiendo su confirmación, escribir también al Capítulo de la metrópoli para que intercediese con el Prelado, y le facilitase la confirmación. El Capítulo solía tomar sus informaciones secretas sobre la idoneidad del electo, y después de hacer los oficios correspondientes concurría por medio de sus representantes a la consagración de los ya confirmados, la cual no mandaba hacer el Arzobispo sine consensu Capituli. Prueba de esto es que cuando el Capítulo de Tarragona presentó su nuevo Obispo electo Don Fr. Vicente, Abad Cisterciense, al Arzobispo Don Pedro de Albalat, estando en Valencia celebrando concilio provincial, año 1240, considerando este Metropolitano la falta que hacía el Obispo en Zaragoza, y que entonces estaban reunidos en Valencia los Obispos, mandó que el electo fuese confirmado y consagrado allí mismo; y esto dice que lo hizo de consilio et assensu Praepositi et Sacristae, et aliorum canonicorum ibidem presentium, non in contemptu Capituli Terracone, nec volentes eidem iniuriari. Está la escritura original en el archivo de Tarragona.

Más notable es el derecho que tenía el mismo Capítulo para confirmar en Sede vacante las elecciones de los sufragáneos, aunque no recibía de ellos la obediencia. Sirvan de prueba los hechos siguientes:

Los Capítulos de Huesca y Jaca, en su carta fecha XIIII. kal. martii in claustro Oscensi anno Dni. MCCXXXVII. (16 de febrero de 1238), escribieron a Ferrer, Prepósito del Capítulo de Tarragona, pidiéndole que mandasen consagrar al Obispo Vidal de Canelles. (N. E. Muy importante nombre para el estudio del Vidal Maior)

Al pie de esta carta, que está original en Tarragona, firman el Prepósito y canónigos de la misma iglesia, como admitiendo la elección. Cuatro días anterior a la fecha de esta carta es la de la escritura con que el mismo Obispo Vidal, estando personalmente en la metropolitana, prestó la obediencia super altare Beatae Teclae Archiepiscopo venturo. Circunstancias cuya combinación persuade que el Capítulo Tarraconense confirmó al electo. Lo que aquí son conjeturas es demostración con los datos siguientes: 

Por muerte del Obispo Abril eligió el Capítulo de Urgel por sucesor a Pedro de Urgio día 3 de noviembre de 1269. El mismo día pidió su confirmación al Prepósito y Capítulo de Tarragona (Escritura, archivo de Urgel), los cuales lo confirmaron, y con su autoridad fue consagrado por el Obispo de Vique Raimundo de Anglesola día 29 de diciembre del mismo año. En el mismo acto prestó la obediencia canónica Domino meo futuro Archiepiscopo; y el consagrante suscribe con estas palabras: Ego Raymundus Dei gratia Vicensis Episcopus, qui auctoritate ecclesiae Tarraconensis Sede vacante praedictum Episcopum consecravimus asistentibus (igual se encuentra con ss que con s) mihi Dominis A. Barchin. et B. Dertusen. Episcopis (Escritura original en Tarragona). 


La elección del Obispo de Tortosa Don Berenguer de Prat, que el Capítulo de la misma iglesia hizo por compromiso a 27 de octubre de 1316, fue confirmada por Jofre de Cruilles, Prepósito de Tarragona, Sede vacante,

y el electo prestó su obediencia super altare Beatae Teclae a 5 de diciembre inmediato, siendo testigos Jimeno, Obispo de Zaragoza, y G., 

Obispo de Lérida (Escritura original, ibid.). 

Todavía era reconocido en la provincia este derecho del Capítulo de Tarragona el año 1334, cuando electo Obispo de Gerona Gilaberto de Cruillas por su Capítulo día 25 de agosto, pidió el electo la confirmación al Prepósito Tarraconense, Sede vacante, por sus procuradores Guillermo de Cornellá y Jasperto Folcradi, añadiendo que no iba él personalmente propter senectutem et propter estivos calores. Verificose la confirmación, mas el Papa anuló todo lo hecho, y nombró de nuevo al mismo Gilaberto por Obispo de Gerona.

De estas muestras se infiere que el Capítulo Tarraconense, Sede vacante, confirmaba las elecciones de los Obispos sufragáneos, así como en el mismo caso oía y juzgaba las apelaciones de toda la provincia, según le 

concedió el Papa Lucio III, año 1181; y convocaba también a los concilios provinciales, como consta de los procesos y actas originales de los mismos. Siendo de notar que, así como el Arzobispo nunca los convocaba sine consensu Capituli, así tampoco confirmaba los sufragáneos sin la mediación y asistencia del mismo, quedando en ambas cosas autorizado para suplir la falta de su Pastor. 

De este modo se procuraba en aquel tiempo facilitar la confirmación de los Obispos, cuya asistencia y gobierno personal, siempre se tuvo por tan necesario como lo es a las iglesias. “Porque la grey, decían los electores, no esté por más tiempo expuesta a los asaltos y carnicería de los lobos con la falta de pastor, suplicamos, etc.” Con esta y semejantes fórmulas, pidieron siempre las iglesias a su Metropolitano o a su Capítulo la confirmación de sus Obispos. Y es de notar que a excepción de los tiempos perturbados con guerras, etc, apenas se hallará en Cataluña una iglesia que vacase más de cuatro meses.

Tal era el conato que se ponía en esta parte tan importante que aun faltando el Metropolitano, y no pudiendo acudir a su Capítulo, se procuraba por los Obispos sufragáneos la confirmación de sus comprovinciales, como el último remedio que les quedaba para proveer pronto a las necesidades de las iglesias vacantes. De esta clase nos queda un hecho insigne de principios del siglo XI en una vacante de la silla de Roda.

Muerto su Obispo Aimerico II fue electo por sucesor Borrell, en el año 1017. El decreto de esta elección existe original en la iglesia de Urgel, a cuyo Obispo San Ermengol se presentaron los electores con el electo, pidiéndole la confirmación, por ser esta Sede capud omnium ecclesiarum jam dicto comitatu (Ripacurcensi). San Ermengol lo confirmó con estas palabras: “Iterum atque iterum ego Ermengaldus (: Ermengaudus : Hermenegildo : Armengol : Ermengol) praefatus Episcopus una cum katerva clericorum praedictorum advocamus, atclamamus (t : d : adclamamus) atque eligimus jam dicto Borrello, ut per divina manu Salvatoris protegente vel donante ad honorem et benedictionem atque ordinationem sui praesulatus accedat, et susceptione perveniat sub tuitione almae Mariae Sedis praefatae, et sub dominatione Domno Ermengaudo Episcopo et succesores ejus. Exaratus est autem haec titulus electionis praesulatus XI kal. decembris anno XXI, regnante Rothberto Rege.” Tres días después está fecha otra escritura original (ibid), y es la de la consagración de este Obispo, hecha por el mismo San Ermengol con asistencia de Adalberto, Obispo de Carcasona, y Pedro, Obispo de Comenge, que después de haber ordenado a Borrell en todos los grados eclesiásticos, le admitieron en el número de los Obispos sus hermanos. En ella se repite la expresión de que el Obispo se ordenaba sub tuitione Sedis Urgellen. et dominatione Domno Ermengaudo et

succesores ejus. Lo cual ha hecho creer a algunos que esta Sede de Roda se consideraba como sufragánea de la de Urgel: cosa inaudita y del todo fuera de camino. Otros han inferido de estos documentos, que invadida Roda por los Moros, que cierto lo estaba por ese tiempo, el clero se refugió a Urgel, donde accidentalmente hizo elección de su Obispo, y que el de Urgel la corroboró como cabeza de esta última iglesia. Algo más que esto aparece en la escritura última citada, cuyo exordio descubre la causa de la confirmación dada por San Ermengol. Dice así a la letra: “Locorum primates preceptorum, quibus gerarchice atque telatargice vigent prischa, modernaque ecclesiarum moderamina teoloqueriis sanxere cannonibus quo (quod) arripientibus viam universe terre quarumlibet Sedium Presulibus per vicionerem (viciniorem )Episcopum aut per quemlibet alium Episcopum, cui Archimadrita iniuncxerit extincti fratris tumulatorem, orbateque Sedis visitatorem atque consolatorem, sine cuius conscientia sacri vetant canones confiteri atque confici de subrogatione Episcopi perficiatur eclesiasticarum inventarium rerum. Tunc vero prioribus viduate Sedis dispositis echonomis comendetur; postmodum autem cleri plebisque ordinis desiderium consensus requiratur. Quinimmo amotis simoniacis saculis, postpositisque omnium cupiditatum argumentis universa fideliter noticie archiepiscopali significentur. Quo disponente cuncta in talibus expedit cum suffraganeorum consilio sub divina censura disponi negociis atque ordinari. Igitur Metropolitano dominica vocatione rebus humanis utraque (vitaque) perfuncto, hec eadem fideliter sunt exigenda omnia a visitatore atque tumulatore, et omnium condiocesaneorum, si fieri potest, cognicionis (cognicioni) significanda prudencialiter, quo urbes que gentilium temporibus habebant idolicole flamines, nunc gubernent christicole Presules. Cum ergo Pastorem contigerit subrogandum post adclamationem et vocationem cleri, petitionemque viduate plebis … expedit orbate Sedi cum Episcoporum eleccione, cleri ac populi ipsius comitatibus aclamatione, Episcopum ordinari atque intronizari. Quapropter ego Ermengaudus, etc.” En esto se ve que la causa porque San Ermengol confirmó, entronizó y ordenó al Obispo de Roda Borrell, fue porque después de haber sido como más vecino visitador de aquella iglesia en la muerte de Aimerico, le correspondió como tal hacer con el consentimiento de los comprovinciales lo que tocaba hacer al Metropolitano, si viviera. Estaba sin duda vacante la Sede de Narbona, y por eso los tres Obispos sin esperar a más, confirmaron y consagraron al electo. 

Como quiera que se expliquen estos documentos, sólo el ver que a los tres días de hecha la elección, sigue la confirmación e intronización, prueba el conato con que se procuraba este beneficio a las iglesias vacantes.

A Dios. Tarragona, etc. 

Carta CXXXII. Murta, Montalegre, San Miguel del Fay, Tarrasa, San Cugat del Vallés, Valdebron

Carta CXXXII. 

Viaje a la Murta, Montalegre, San Miguel del Fay, Tarrasa, San Cugat del Vallés, Valdebron, etc, etc., y noticia de los Breviarios, Misales antiguos, códices raros, y otras preciosidades que hay en estos monasterios. = Varias inscripciones sepulcrales. = Catálogo de los Abades de San Cucufat. = Lápida romana, junto a la villa de Badalona, mal interpretada por el Arzobispo Marca … 

Mi querido hermano: Diré hoy de una expedición de once días que hemos hecho por los monasterios y lugares más insignes de esta diócesi. Salimos de aquí el día 21 del pasado mes de octubre, y pasando el río Besós vimos el lugar de San Adrián, donde estuvo el monasterio antiguo de canónigos reglares de San Agustín, en el cual abrazó este instituto el santo Obispo de Barcelona Olaguer. Hoy nada queda de su gloria antigua. Subiendo después una cuesta, ni áspera ni suave, llegamos al monasterio de PP. Gerónimos llamado de la Murta, cuya fundación podrás ver en el P. Sigüenza. Llevábanos allá principalmente la golosina de ver los preciosos manuscritos que según noticias se guardaban en esta casa. Poco tardamos en saber que una buena porción de ellos paran hoy día en la biblioteca del Marqués de la Romana en Valencia, reputada por una de las mejores de la nación. Fácil es de entender cuán a mal hubiera llevado la facilidad de aquellos padres el presbítero Don Jaime Ramón Vila, que con gran trabajo había recogido aquellos códices, y con no menor afición los depositó en esta casa, creyendo dejarlos a cubierto de los tiros de la codicia y de la ignorancia. Fue este un bienhechor insigne del monasterio, donde pasó los últimos años de su vida, y al fin se enterró en su iglesia. Las reliquias que quedan de aquel despojo son de poca consideración. Lo mejor es una colección de Breviarios impresos de Elna, Vique, Barcelona, y varias órdenes religiosas, todos anteriores a la reforma: un Misal romano en Venecia 1482: Horas de nuestra Señora en Zaragoza por Jorge Cozi (Coci), 1542 con un Psalterio Mariano en Burgos 1511 y un Breviario en lengua abisina. Hay también una Biblia manuscrita en vitela con grande esmero. Lo último que de ella se escribió es el libro de los Macabeos, cuyo epígrafe final dice así: Explicit liber Machabeorum secundus. Scripsit Nicolaus Berti de Gentiluciis de Sancto Geminiano, civis Florentinus, pater Amantii et Francisci, complevitque die sabbati decima nona mai M.CCCC.LIII. post completum et scriptum testamentum novum ad laudem et gloriam Omnipotentis Dei qui ex sua superhabundanti gratia donavit mihi velle et perficere. En este género es muy curioso un Devocionario en vitela, lleno de primorosas miniaturas, y que nada más contiene digno de memoria. Item un manuscrito, Sermo quem coram Domino Papa et Cardinalibus Avinione in capella Domini Papae explicavit venerabilis Fr. Bernardus Oliverii, magister in theologia de ordine heremitarum S. Augustini sub anno Domini M.CCC.XXX quarto, die dominicae Pasionis. = Principio. = Morior fratres propter gloriam vestram (I. Cor. XV.) = B. Bernardus in quodam sermone hodierni sanctissimi misterii volens ostendere Passionis Christi memoriam fore nobis utilem et necessariam, dicit sic: Quid tam efficax ad curam, etc. Guárdase también un Santoral lemosín que puede ser un extracto del de Vorágine, y no creo que sirva sino para el artículo Anónimos de la Biblioteca catalana. Del mismo que dio todos estos y otros libros, hay una obra no concluida que muestra su laboriosidad, y es un Nobiliario o colección heráldica repartido en cuatro grandes volúmenes de folio, en los cuales pinta distribuidos por clases lodos los escudos de armas de las iglesias catedrales, monasterios, abadías de canónigos regulares, Reyes, ciudades, familias principalmente de Cataluña con algunas noticias históricas en muchos de estos artículos. Del mismo hay copias de varios diplomas, Cronicones, Necrologios y otras cosillas para la historia.

Vi allí mismo algunas buenas ediciones del siglo XV, la cosmografía de Ptolomeo ab Hermano Levilapide, Coloniensi Vicentiae impresa M.CCCC.LXXV. idibus septembris. Item Expositio canonis missae, impresa por Frederico Creusner, sin nota de año ni lugar; pero de los principios de la tipografía. Poco más hallé digno de memoria, sino es un crucifijo de buena escultura en la iglesia. La fábrica de todo el monasterio es de tiempo de la fundación en el sido XV. Entre los árboles que se crían en el luneto del claustro, me hicieron observar dos naranjos cuyo fruto tiene los dos sexos perfectamente distinguidos: semejante rareza dicen que se cría en un lugar de la costa próxima del mar. Despedímonos de los padres que nos trataron con mucho amor y con muestras sinceras de no tener más curiosidades que presentar. 

Poco más de una hora hay de aquí al monasterio de PP. Cartujos de Montealegre, la cual anduvimos a pie por terreno quebrado, pero bien plantado y cultivado con esmero. Hallamos a los padres en su deporte, con cuya conversación nos recreamos; tras ello fuimos bien recibidos, como era de esperar, y admitidos a ver todo lo más curioso del monasterio. Hay en él bastantes cuadros buenos repartidos entre la iglesia y capillas particulares de los claustros. Los más singulares son los ocho que hay en el sagrario, obra de Juncosa el Cartujo, y los que se han colocado en la capilla de San Bruno, pintados por Viladomat. La estatua de dicho Santo es buena, obra de Damián Campeny, pensionado en Roma por el consulado de Barcelona. Algunas pinturas regulares hay ya colocadas y otras dispone un religioso de esta casa llamado Fr. Cayetano Tegel, joven todavía. En la biblioteca común, que está en la celda prioral según costumbre, hay una Biblia manuscrita del siglo XIII en vitela en un tomito en 8.° trabajada con grande igualdad de pluma. Vi allí la rara obra del Fortalicium fidei en dos ediciones, la una de Nuremberga por Antonio Koberger en 1485, y la otra desconocida, aunque algo más moderna. Examinando la historia de esta casa en el archivo, topé con el documento original que ya publicó Baluzio en la Marca Hispan., tocante a la existencia de dos monasterios de Benedictinos en el siglo X. Uno en el lugar de S. Pol de Maresme (S. Pablo de la marina) en la diócesi de Gerona, y otro llamado de S. Félix en el lugar de Jetfales o Gecsales, en el mismo condado de Gerona, el cual sospecho que sea S. Feliu de Guixols. Ambas casas mandó el Rey Lotario, año XVI de su reinado (968), que fuesen gobernadas por el Abad Suniario durante su vida, y que muerto él cada casa tuviese su propio Abad. Este Suniario dice que había venido ex partibus Gothici regni. Esto es lo que consta del documento citado. El que decimos de S. Pol fue unido e incorporado por 

Don Ramón Berenguer I, Conde de Barcelona y su mujer Almodis ad ecclesias S. Mariae et S. Honorati, y a Adalberto su Abad, esto es, al monasterio de Lerin en Francia en el año 1068 IIII nonas januarii regnante Philippo Rege anno IIII. Debió ser la causa de esta incorporación la relajación de la observancia, la cual tampoco pudieron contener los de Lerin, ni impedir que se acabase aquella abadía, puesto que ya en 1265 compró para sí el castillo de S. Pol Don Guillermo de Mongri, y en 1269 fundó allí mismo una Cartuja con doce monjes. Era este fundador aquel famoso Arzobispo electo de Tarragona, de quien hablaré en el Archiepiscopologio de aquella iglesia, el conquistador de las islas de Iviza y Formentera, el cual renunciada aquella dignidad hacia el 1238, se retiró a su dignidad de Sacrista en Gerona. He visto aquí dos testamentos suyos, uno del 1248, y otro del 1263; en ambos se ve que era hermano del noble y famoso Bernardo de Santa Eugenia. Perseveró esta fundación hasta principios del siglo XV en que con autoridad del Papa Eugenio IV fue trasladada al sitio actual, incorporándola con la que pocos años antes se había trasladado al mismo lugar desde la villa de Terrasa, donde la había fundado Doña Blanca de Centelles, con el título de San Jaime de Val de Paradis en el año 1344. Formada de las dos una sola Cartuja, tomó el nombre de Montealegre, y se hizo la fábrica que hoy dura en todas sus partes, de gusto elegante para lo de aquel tiempo. Por la antigüedad de la de San Pablo es tenida esta Cartuja por la segunda de España. El cuerpo de dicha Doña Blanca está enterrado en la iglesia. En vano he buscado en ella el del canónigo José Gerónimo Besora, de quien dije en la carta CXXVIII, porque ni en la iglesia, ni en otra parte hay memoria de su sepultura, ni menos aparece el letrero que él mandó en su testamento se grabase en ella.

Con el mismo nombre de Montealegre eran conocidas las monjas que vivieron en la cresta de este monte, donde ahora está la conreería del monasterio. Comenzaron a congregarse aquellas señoras sin regla ni instituto conocido hacia los principios del siglo XIII, y poco después en 1256 el Obispo de Barcelona Don Arnaldo de Gurb las dio la regla de San Agustín, y cedió juntamente la próxima iglesia de San Fausto de Cabanes (hoy San Fost) con todas sus rentas. Admitió todo esto su primera Priora llamada Guillerma con doce monjas más. Así vivieron hasta el 1362, en que bien considerado lo expuestas que estaban en aquella soledad y más en tiempo de guerra, fueron trasladadas a Barcelona y colocadas donde ahora es el hospicio público o casa de caridad. Del lugar que dejaron las religiosas tomó posesión el Prior del monasterio de Santa Eulalia del Campo, al cual debieron estar sujetas, siendo como eran ambas comunidades de un mismo instituto y regladas por el mismo Obispo Don Arnaldo. Así vivieron aquellas canongesas hasta que Clemente VIII a 22 de septiembre de 1593 suprimió su monasterio con bula particular y aplicó la casa y rentas a la erección del Seminario Tridentino, la cual verificó el Obispo Don Juan Dimas Loris en 1598. El seminario se trasladó después a la casa de los PP. Jesuitas.

Saliendo de Montealegre tomamos la derrota del norte hacia la villa de Granullers y santuario de nuestra Señora de Bellulla, proprio del convento de PP. Dominicos de Barcelona. Hay por toda esta tierra muchos de estos santuarios en despoblado, objetos de piedad para la gente sencilla y de diversión para los que no lo son. El deseo de llegar cuanto antes al famoso eremitorio de San Miguel del Fay, de que hablaré después, me hizo olvidar el que tenía de ver con mis ojos una inscripción gótica del siglo X, que se halla en una ermita de nuestra Señora intitulada del Camí en la heredad de casa de Torres, parroquia de San Esteban de la Garriga, no lejos de Granullers. Por fortuna he conservado un dibujo exacto de la piedra con todas sus roturas y cifras, el cual me regaló un monje de nuestra Señora de Monserrate. Su lectura, reducida a nuestra letra común, dice así: Hic requiescit bonae memoriae Chixiloni (o Chixloni) Deo dicata, filia Wifredi Comitis. Dimittat ei Deus. Amen. Quae obiit VIII kals. martii, era D.CCCC.LXXXIII. anni Domini D.CCCC.XLV. anno VIIII, regnante Leodovico Rege. 

San Miguel, Fay, Dezfay, Desfay, Fai, Fall

Finalmente llegamos al deseado S. Miguel del Fay o Desfay, sitio frecuentado por todos los viajeros y aficionados a observar las raras perspectivas que suele ofrecer la naturaleza, del cual es extraño no hallar mención en nuestros viajeros. Hállase esta iglesia en el confín de las diócesis de Barcelona y de Vique, y es de patronato del Arcediano mayor de Gerona. Más de media hora antes de llegar a ella se ha de caminar por un estrecho barranco, y luego hay que subir otro tanto por una de sus vertientes, que son rápidas y peligrosas. Toda aquella hondura tan estrecha queda cerrada con montañas altas, pero quebradas y rotas con tal artificio que no hay palabras que lo puedan expresar. De lo alto del monte y haciendo frente al barranco y en el último ángulo de él, se despeña un río llamado Rosignol (rossinyol: ruiseñor), que trae bastante agua, y en las avenidas mucha, que es cuando lo vimos. Con tres saltos cada uno de cincuenta a sesenta varas baja a formar el arroyo profundo que llaman de Santa Eulalia. En la vertiente lateral y en distancia de doscientas varas del dicho río, se despeña de igual altura el llamado Tenas, sino que este sólo forma un salto y en lo demás dos cascadas, cuya hermosura sólo es para vista. Las aguas de este río forman varias petrificaciones e incrustaciones. No es ponderable lo sorprendente que es esta situación así por el estrépito de las aguas, como por los iris continuos que forma el sol, por la vista lejana de prados y villas, y por la inmediata del cultivo de las dichas laderas, que no parecen sino un anfiteatro. No es menos admirable la situación de la iglesia de San Miguel, colocada toda entera debajo de una roca, que es su techo, sobre la cual pasa el dicho arroyo Rosignol, despeñándose en su primer salto delante de la puerta de la iglesia, y a distancia de ella cinco o seis varas solamente. Todo el monte está lleno de cascadas y fuentes; y lo dejo aquí, porque ni ya podría decir lo que ello es, y sé por otra parte que los señores del viaje pintoresco han trabajado aquí cuatro o seis días para dar buenas perspectivas de esta situación.

¿Quién había de creer que en estas roturas casi inaccesibles se hallase algo para el Viaje literario? Pues no hay más. La iglesia conserva en su portadita humilde el carácter del siglo XI. Aquí mismo hay copias auténticas de varios documentos que acreditan la existencia de esta cueva desde el siglo X; entre ellas es la donación que el Conde de Barcelona Raimundo Borrell con su mujer Ermesinda hicieron a Gombaldo de la cueva de San Miguel III idus junii, anno I qui cepit regnare Ratbertus Rex, filio Ugoni Regi, qui pridem fuit Dux, que corresponde al año 997. Esta escritura publicó Martene (Vet. Script. tom. I, col. 353). Dicho Gombaldo hizo después cesión de esta cueva con todas sus pertenencias al monasterio de San Víctor de Marsella y a su Abad Isarno para que instituyesen allí un monasterio. Fue esto en los idus de octubre, año XII del Rey Enrique y de Cristo 1043. (V. Mart. loc. laud. col. 406). En esta escritura se apellida Gombaldo de Castro Bisaure, y su mujer ya difunta Guisla, con una hija del mismo nombre, que también suscribe. Por este mismo tiempo, es a saber, a 26 de abril del año XIII del mismo Rey Enrique, el Conde Ramón Berenguer I con su mujer Isabel, vendieron a dicho Gombaldo, a quien apellidan Ermemiro, el alodio S. Michaelis de Fallio por precio de quinientos sueldos valentes decem uncias auri. Cuatro antes, en 1039, suena ya aquí monasterio, a quien se vendieron unas viñas. Debieron ser estos sus principios, pero estaba ya formado en 1045, cuando el Obispo Guislaberto de Barcelona le cedió los diezmos de la parroquia inmediata de S. Vicente de Riells en prenda de las diez onzas auri boni de Ispania per XV uncias auri legitime pensatas, que le prestó el monasterio para los gastos de la fábrica de la catedral de Barcelona (Id. ibid. col. 409). En 1113 IX. kal. april., anno V regni Regis Ludovici, vendió Ermengardis a Pedro Homine, Prioris S. Michaelis Fallensis, et alii congregationi fratres, el alodio de San Vicente de Riells. No sé hasta qué tiempo duró este monasterio, del cual acaso serán vestigios los que permanecen pegados a una roca desgajada. Al mismo debe pertenecer una inscripción que hay en una capillita al pie de la iglesia que dice: Hic jacet frater Andreas de Arbicu Monecus vius domus: rogo vos oretis pro eo. Curiosa es también la inscripción en mármol que suponen hallada en 1790, y ahora está colocada en una pilastra de dicha iglesia y dice así:

Hic Wielme, jaces, Paris alter, et alter Achilles:

Non impar spetie, non probitate minor.

Te tua nobilitas, probitas tua, gloria, forma

Invidiosa tuos sustulit ante dies.

Ergo decus (decet) tumulo pia solvere vota sepulto,

O juvenes, quorum gloria, lausque fui.

También anda suelta por la iglesia una ara de mármol consagrada con las firmas varias y sin orden de todos los clérigos que residían en ella, según la costumbre de los tiempos antiguos. Los pocos nombres que he podido leer son los siguientes: Johannes, Galindus, Recasindus, Armemirus, Daniel, Levita, Bellom … praesbiter, Servo Dei, clericus, Sendredus, levita, Ferriolus, Arremirus, praesbiter, y Brunsus, sacerdos. Está muy maltratado este monumento y lleno de rayas y letreros modernos, cosa que me lastimó mucho y obligó a rogar al capellán que allí vive, Don José Pujola, que la ocultase a los ignorantes y la pusiese a cubierto de sus majaderías. El mismo me dejó ver las pocas alhajas y reliquias que aquí se guardan, y son: una patena con algunos esmaltes y fondo en el centro caída en la orilla: una cruz alta con las figuras de Cristo y Evangelistas, representados estos al otro lado con los animales proféticos a que acompañan los letreros respectivos góticos, los cuales con las figuras que son pésimas y horribles, denotan bastante antigüedad: hay también dentro de una cajita unos pañitos que creen ser reliquias de nuestro Redentor Jesucristo, y lo que deben creer es que son los lienzos donde se envolvieron las reliquias que se colocaron debajo de la ara mayor. Acaso estos lienzos sirvieron para envolver las formas consagradas que también solían depositarse en las aras, como en Barcelona en el altar de San Marcos de la cofradía de los zapateros. Todo dentro de un cofrecito de madera con esmaltes antiguos, de quien se tiene esta tradición. Esto es lo que hallé digno de memoria en S. Miguel Desfay, cuyo nombre no se deriva de Haya (faig; fagus), como parecerá a alguno, sino que es de origen extranjero, común a otros terrenos y no peculiar de esta situación extraña ni de caídas de ríos. (V. Ducange, V. Fallium). (N. E. Ver alemán Wasserfall, Waterfall inglés, )

Con temor de que nos cogiese la noche en aquel sitio, y de no poder dormir con el horrísono estruendo de las aguas, nos bajamos a Caldes de Mombuy, donde en muy mala posada descansamos de la fatiga del día. Es este lugar muy conocido ya desde el tiempo de los Romanos por sus aguas tan calientes que casi igualan a las de fuego artificial. Es muy de ver una fuente que hay en la plaza que exhala de sí tal copia de vapores y humo tan espeso, como pudiera de una caldera de agua hirviendo. No quise detenerme a ver una imagen de Cristo que aquí se venera, a la cual la piedad atribuye tales circunstancias históricas que no son para escritas, por no exponerlo todo a la burla de los incrédulos. A otro día pasamos a la famosa villa de Terrasa, donde hospedados caritativamente de los Padres de la orden de S. Francisco, registramos con comodidad las antiguallas de la Egara antigua y otras de tiempos posteriores. El sitio de aquel pueblo y silla antigua es sin duda el que ahora ocupan las tres respetables iglesias de San Pedro, San Miguel, y Santa María. La más antigua, que es la de San Pedro, conserva algunos rastros de obra romana; tal es toda la pared exterior del presbiterio con algunos trozos de mosaico en el pavimento detrás del altar mayor. En este se halla colocada una ara grande de mármol consagrada con suscripciones al modo de la que dije en San Miguel del Fay, que puede pertenecer a los siglos X o XI y acaso sería del tiempo de la restauración de la iglesia, que será de por entonces, según indica la fábrica de toda la nave principal. Allí vi también un baño o más bien sepulcro de mármol bien conservado, donde está custodiada la fuente bautismal.

No parece inferior en la antigüedad una iglesia pequeña llamada de San Miguel, próxima a la antecedente, la cual es cuadrada, y tiene por lado diez y siete pasos regulares. En el medio tiene una claraboya o linterna  sostenida por ocho columnas puestas en cuadro que forman un luneto de siete pasos por lado: las cuatro columnas de los ángulos son de pórfido, dos de las intermedias de alabastro, y las dos restantes de jaspe. No corresponden a estas columnas los capiteles, que son más modernos, y del gusto gótico del siglo X u XI, en que debió restaurarse este edificio, que en su figura no desmiente la fama común y tradición de haber servido de baptisterio. Por algunas roturas del pavimento se descubre una cavidad subterránea que dicen ser otra iglesia como la de arriba, en la cual es muy peligroso el bajar y el permanecer en ella, y así tuve que reprimir los deseos de verla; pudo ser el baptisterio de mujeres. Tres altares hay en esta iglesia viejos; pero no tanto que lleguen al siglo XII. Uno de ellos representa en varios cuadritos la traslación de las reliquias de San Abdón y Senén. La tercera iglesia inmediata a la dichas tiene por titular a Santa María, y en el último cuerpo del altar mayor a San Rufo: fue reparada a principios del siglo XII, a lo menos consagrada entonces, es a saber, a 5 de enero de 1112 por Raimundo, Obispo de Barcelona.

En el documento que envío (a: Ap. núm. I.) se dice que estaba situada juxta ecclesiam parrochialem S. Petri in loco eodem ubi antiquitus Egarensis Sedes erat constructa. Por donde parece que en aquel tiempo se creía que este lugar, y no el que ocupa la iglesia de San Pedro, fue el de la antigua catedral. Colocáronse entonces en el ara algunas reliquias de los Mártires de Zaragoza, y de los Santos Mártires Severo, Julián y Valentín. Púsose con ellas este rótulo en pergamino: Hic requiescunt venerandae reliquiae SS. MM. Caesaraugustanorum, et Beatissimorum MM. Juliani, Valentini atque Severi, sepultae per manus vener. Raimundi Barchin. Episcopi kalendis januarii anno Dom. Incarnat. M.C.XII. insistentibus ecclesiasticis jam dictae Sedis, Rodlandus Abbas S. Cucuphatis, et Petrus Sacrista, Berengarius Capiscoli, Petrus Eliardi Archidiaconi Sedis Urgellensis, Petrus Ermengaudi, Guillermus Giberti, Berengarius Guadalli et Geraldus Tuita, y otros que se hallan firmados en el documento citado. Hallose este rótulo en 1611, a 24 de septiembre, con ocasión de renovar el altar mayor, que era muy viejo. He visto la acta fehaciente de todo, y de ella son las cláusulas copiadas. Quedan algunos vestigios de los claustros donde moraron los canónigos reglares de San Agustín, bajo la disciplina de San Rufo de Aviñón, a quien permanecían todavía sujetos en tiempo de Inocencio VIII, el cual, en 1488, confirmando a aquel monasterio francés todas sus posesiones e iglesias, cuenta entre ellas ecclesiam Sanctae Mariae de Terracia, cum ecclesiis S. Petri, S. Michaelis, S. Fructuosi, S. Juliani et Sancte Eulaliae: las tres primeras son las que he dicho, las otras tres son de los lugares vecinos.  

Otra iglesia dicha de San Martín, en el lugar llamado Sorbed, sujeta a San Pedro de Terrasa, suena consagrada por el Obispo de Barcelona Fulco en el año 1096, cuyo documento va copiado (a: Ap. núm. II.). Dichos canónigos fueron extinguidos, como los demás, por Clemente VIII. En la misma iglesia de Santa María se guardan dos inscripciones romanas, que ya copiaron y publicaron Marca, Finestres, Pons y otros. Entre las campanas de San Pedro hay una con este letrero: Aquesta stuela (squela) (esquella) a nom Riguolfa. Nada más de Terrasa, y aun esto tú lo cotejarás con lo que escribió el P. Mtro. Risco en el tomo XLII de la España Sagrada, que no me ha sido posible hallar por acá.

De allí pasamos al célebre monasterio de San Cucufat del Vallés, propio de los PP. Benedictinos claustrales de la congregación Tarraconense. Está situado en el mismo lugar donde el Emperador Augusto, en su venida a España, edificó una casa de campo, o digamos un sitio real de buena proporción para la caza, el cual se llamó de su nombre Castrum Octavianum, cuyas ruinas y vestigios oculta del todo el edificio del monasterio. Lo único acaso que queda aquí de los Romanos, y eso del tiempo bajo, es un sepulcro que hoy sirve de pilón a una fuente en la entrada del primer patio. No tiene más adorno que una figura de relieve en un óvalo del centro, y en los dos extremos unas pilastritas corintias, y lo demás estrías espirales. En vano he buscado la inscripción romana que han publicado varios eruditos como hallada aquí. Existe también en una torre del palacio del señor Abad una estancia de ocho pasos de largo y poco menos de ancho, con bóveda que arranca del pavimento, y en la llave de ella un agujero cuadrado como para bajar los presos, que sin duda era cárcel, como conjeturamos y es fácil de entender, porque la puerta que hoy tiene es moderna. Es constante que el monasterio se fundó aquí particularmente para conservar la memoria de los martirios de San Cucufat y sus discípulos Santa Juliana y Semproniana, San Severo, Obispo de Barcelona y otros. No hay memoria de su existencia hasta un privilegio del Rey Lotario, el cual confirma todos los concedidos por Luis, su padre, y por Carlo Magno a dicho monasterio, destruido por los Paganos. Fue así que los Moros, en una invasión que hicieron el año 986, mataron al Abad Juan y algunos de sus monjes, destruyeron la casa, quemando todos sus libros y documentos. Daños que repitieron varias veces con ocasión de batir la próxima ciudad de Barcelona. El sucesor Odón u Oto acudió a Lotario el año siguiente, y logró dicha confirmación, la cual fue roborada luego por los Papas Silvestre II y Juan XVIII. El Rey se explica en estos términos: Concedimus praedicto coenobio omnes res quas per praecepta nostrorum praedecessorum, scilicet, Karoli Magni, seu Ledovici, genitoris nostri, vel per scripturas aliorum Christi fidelium combustas per infestationem Paganorum...  

Así es que no atribuyéndose aquí la fundación del monasterio a Carlo Magno, ni sabiéndose su origen, el P. Flórez se inclina a que ya existía en tiempo de los Godos. Lo regular es tenerle por fundación de Carlo Magno, hacia el año 783, y hecha con motivo de la venida de este Príncipe a dicho lugar, como conjetura el cronista Pujades en la parte II de la Historia de Cataluña, que todavía no anda impresa, y cuyo original dicen que se trasladó a la biblioteca real de París en 1650. Diago (Historia de los Condes de Barcelona, lib. I, cap. 10) dice que Carlos el Calvo restauró esta casa hacia el año 870. Lo cierto es que de estos dos siglos VIII y IX no se sabe con certidumbre la suerte de este monasterio ni los hechos de sus Abades; aunque de uno y otro se puede hablar por conjeturas bien fundadas: pero es indubitable que existía en ese tiempo, según el testimonio del documento citado, por el cual se empieza a saber auténticamente la historia del monasterio. Y así, como se debe su restauración y extensión de privilegios al Abad Otón, así también se le atribuye comúnmente la fábrica actual de la iglesia, que es de tres naves con crucero. Es cierto que la parte superior de ella, incluso el crucero, no desdice del siglo XI, mas lo restante es posterior, y su portada es del siglo XIV. Sólo hay capillas colaterales a una parte, y aun esto es sin duda obra posterior. En el día se halla renovada, principalmente el presbiterio, por el actual señor Abad. El altar mayor es de madera, gótico, de tres cuerpos, de fines del siglo XIV, sin otra imagen que la de San Cucufat en el nicho principal. En las paredes colaterales había antes unos cuadros con la historia del Santo Mártir, que hoy están en el archivo: hallo en una nota que los pintó un maestro Alfonso en 1473 por precio de 900 florines. La mesa del altar mayor es de una pieza de piedra común de 20 palmos de longitud y 12 de latitud, y casi dos de espesor. Parece piedra de Monjui. Está corriente el uso de la cortina negra, que se eleva durante la elevación de la hostia y cáliz. Había en el presbiterio antes de su renovación dos piedras sepulcrales que ahora no se han podido hallar. Pertenecían a la iglesia antigua, y eran entierros de principios del siglo IX: publicolas Don Benito de Moxó, monje de esta casa, y hoy Arzobispo de Charcas, en las Memorias históricas de San Cucufate del Vallés, que publicó en 1790. En la sacristía se guardan las reliquias de San Emeterio, a quien llaman S. Medi, que padeció con San Severo, Obispo de Barcelona, parte del cuerpo de este Santo Obispo, el de San Cándido, Santa Fides, Santa Juliana y Santa Semproniana; las del titular San Cucufate están en una arca de plata, adornada con relieves góticos que expresan su martirio. En el sagrario se conserva incorrupta una santa hostia de forma orbicular y una pulgada de diámetro, en cuyo centro se lee XPS.: es sin disputa de pan ázimo. 

La tradición es que en el año 993, entrando por acá los Sarracenos, y habiendo destruido todo el poder del Conde de Barcelona, y muerto al mismo en la llanura llamada de Matabous, el Abad Otón, huyendo precipitadamente de su furor, escondió esta santa forma envuelta en unos corporales, los cuales en volviendo, pasada la revolución, halló ensangrentados. Estos lienzos se conservan separadamente en un relicario, y se ven rastros de sangre: un letrerito puesto allí dice: 

Haec linteamina sunt sancta corporalia vetera, et in medio est Corpus Domini involutum in capsa lignea. En 1409, a 6 de abril, visitó formalmente la santa hostia el Abad Don Berenguer de Rejadell, y la rompió en dos iguales partes, como hoy se ve, hallando incorruptas las especies sacramentales. Allí mismo hay una cajita hexágona con relieves curiosos y varias figuras de marfil, que contiene porción de algunas reliquias menores. En la sacristía vi varias alhajas y vasos de alguna antigüedad; pero nada llega a la de una copa o cáliz que llaman de Carlo Magno, y aunque no lo fuese es muy antigua. Tiene un palmo de elevación en todo: el cráter cónico tiene ocho dedos de diámetro y la mitad de profundidad: acompaña una patena con escudo de esmalte en el centro, que representa una mano en ademán de bendecir que extiende sus dedos, sobre una cruz. Igual escudo se ve en las llaves de algunas bóvedas de la iglesia. Entre los altares de ella merecen atención el cuadro de San Bartolomé en la capilla de la comunión, y una nuestra Señora, de escuela Veneciana si no me engaño. Hay algunos sepulcros de Abades allí mismo, cuyas inscripciones copiaré en su catálogo.

El claustro pegado a la iglesia contenta al espectador con su graciosa distribución de columnas. Tiene quince arcos, pequeños por lado, sostenidos cada uno de dos columnitas de piedra jaspe de Gerona, las cuales, con las de las pilastras, son en todo ciento cuarenta y cinco, ni más ni menos. Pons contó unas cuatrocientas. Son de cuatro palmos y medio catalanes con poca diferencia: el gusto en los capiteles es caprichoso y sin uniformidad ni consonancia, pero todos del modo corintio. Tiénese por obra comenzada por el Abad Guitardo, que lo era ya en el año 1013: vendió para este efecto algunos alodios del monasterio al Conde Don Ramón de Barcelona, con acuerdo de los Obispos Deodato de Barcelona, Pedro de Gerona, Borrell de Vique y Armengol de Urgel. El citado señor Moxó publicó esta escritura, que he visto en el Cartoral. Dice el Abad que los vendía ut ex eorum praetio edificassent ipsa claustra quod habebant inchoata. El escultor que trabajó en esta obra se llamaba Arnaldo Gatell o Catell, según consta de la inscripción que queda en uno de los ángulos del claustro, que ni Pons, ni Moxó copiaron bien. Dice así: 

Haec est Arnalli

Sculptoris forma Gatelli 

Qui claustram tale

Construxit perpetuale.

Estos dos hexámetros mal limados y con rima, suponen que estaba próxima la imagen o busto de este artista y lo será sin duda la figura de relieve en un capitel inmediato a ella que representa a un cantero trabajando un capitel. Hállase ya sin cabeza. En el aula capitular hay un cuadro bueno de San Benito. Allá va otra copia de una inscripción sepulcral que no merece quedar oculta, siquiera por ser de un escritor. Hállase en la parte exterior de la pared colateral de la iglesia, y dice:

Haec quem tumba tenet Christus super astra serenet.

Tarrega natalis fuit; ordo sibi monachalis. 

Hunc divina bonis ditavit gratia donis

Lege sacra plenus, verbis, ac voce serenus

Fecit claustrales sermones et sinodales, 

Carmina, tractatus, ritmos, prosas modulatus.

Est liber hic testis praebens solatia mestis. 

Vixit mente pia, vera praestante sophia. 

Est Petrus dictus Ferrerus, sit benedictus.

Ipsius est obitus julii bis quatuor idus, 

Anno Incarnationis Domini M.CC.XXXI. (1231)

No se sabe qué libro es el que indica el verso séptimo, si no lo es una Consueta de este monasterio escrita por él, en que abrazó todas las costumbres de la casa, así en la parte ritual como en la económica: libro excelente para la historia de los ritos monásticos de España, en los años 1221, que es cuando lo concluyó. La biblioteca contiene algunos libros de buenas ediciones, tales como las Filípicas de Cicerón, de Venecia 1474: el Salustio de 1475, y otros extranjeros. De libros manuscritos hay una porción decente, de los cuales apuntaré los siguientes: un vol. fol. vit. del siglo XI que contiene los Profetas y los libros de los Macabeos: otros dos códices de los cuatro Evangelistas sin capítulos y con glosas marginales. Varios códices rituales y litúrgicos desde el siglo XI, hasta el XV: el Martirologio de Adón, escrito en el siglo XI, o por ahí: colección de las Decretales de Gregorio IX hecha por San Raimundo de Peñafort, y escrita a fines del siglo XIII. Otro volum: fol. de los Decretos, con varias glosas, y al fin dice: Explicit textus Decreti die veneris post Laetare Jerusalem anno Domini M.CCC.XLIII. Las homilías de San Agustín in Johannem, códice del siglo XII: del mismo tiempo es un vol. fol. vit. que contiene Liber B. Augustini de materia virtutum et de conflictu vitiorum atque virtutum. = Exceptiones moralium B. Gregorii in lib. Job. = Epístolas varias de San Gerónimo, con otras obritas menores. De Fr. Francisco Eximenis hay el Regiment de Princeps. Item Fr. Egidii Romani de regimine Principum, escrito en papel en 1433, por Fr. Pedro Erbolet, monje de Santas Cruces, por mandado de su Abad Fr. Juan Piñana. De un anónimo provenzal es un vol. intitulado. Les leys damor: que es un tratado de rimar en la ciencia gaya con muestras de buen gusto (en la web biblioteca episcopal bcn org pone mal gusto). Un tratado de Doctrina cristiana en lemosín escrito en el siglo XIV. Al fin dice: aquest libre feu I frare dels Preycadors a raquesta del Rey Felip de Fransa, en lany de la Incarnacio de nostre Senyor M.CC.LXXIX. (1279) Del Agustiniano Fr. Bernardo Oliver, un tratado Contra perfidiam Judeorum. Principio. Ambulabunt ut caeci quia Domino peccaverunt. Manipulus curatorum, dedicado por Guidon de Monte Rocherii a Don Raimundo Gastón, Obispo de Valencia, con fecha de Teruel 1339. De Fr. Antonio de Canals, versión catalana de la epístola de San Bernardo a su hermana, dirigida a Don Galcerán de Senmanat. Diadema monachorum, obra de un Abad Smaragdo (: Esmeraldo), manuscrito del siglo XII. Del Albertano Brixiense hay las obritas que cité en las bibliotecas de Barcelona; un Lactancio muy parecido al que tú posees, y ahora veo que ambos son del siglo XIV lo más, y de mano extranjera. Omito otras cosas que aun estas hubiera dejado de apuntar, si hubiera advertido que el citado señor Moxó publica al fin de su obrita un catálogo de estos manuscritos, tomado del que trabajó el canónigo Caresmar. Ya no queda que hacer sino poner el catálogo de los señores Abades de. este monasterio, que como de casa tan principal hacen papel en la historia. Lo he tomado de los que he hallado formados aquí por varios monjes, y en diferentes tiempos y he cotejado y arreglado sus épocas con los documentos de este archivo, copiados todos en un Cartoral curioso.

Catálogo de los M. Illtres. Sres. Abades del imperial monasterio de San Cucufat del Vallés.

Existencia.

Donum Dei o A Deo dato 785. 

Aurebaldo, o Adrebaldo 820. 

Seniofredo 836. 

Donadeo 850.

Odegario 866. 

Odilon 874. 

Ostofredo 878.

La existencia de este Abad en este año consta del lib. L. Antiq. fol. 2. de la catedral de Barcelona, donde hay un privilegio en que el Rey de Francia Luis concedió al Obispo Frodoino de Barcelona domum S. Cucuphatis et S. Foelicis ad locum Octavianum.

Adeodato 895.

En el Cartoral fol. 215, se halla un instrumento de este año en que el Obispo de Barcelona Teodorico, dio las iglesias de Santa Cruz en el valle del castillo de Cervellón a Donum Dei, Abad de San Cucufat, II idus aprilis anno VII. regnante Carolo post Odonem.

Guidisclo, o Guidisselo 920.

Borrello ...

Bonus homo 960. 

Guilimundo 966.

Teuderico, o Landerico. 967. 

Ponce 970.

Juan 974.

Este es el degollado con todos sus súbditos por los Sarracenos en la cruel invasión del año 986.

Odo, o Othon 986.

Este es el restaurador de esta casa, como ya se dijo: Obispo de Gerona después del año 998, en que la bula del Papa Silvestre a favor del monasterio sólo le llama Abad, aunque en el Cartoral hay escritura del año VIII de Hugo Capeto (994), en que ya le llama Episcopus, et nutu Dei Abbas S. Cucufatis. Retuvo la abadía con el obispado, y murió después en la batalla que los Cristianos dieron a los Moros cerca de Córdoba, en 1010. Trájose acá su cuerpo, y tiene su entierro en una de las paredes colaterales de la iglesia, y al lado se halla el elogio largo que ya publicó el señor Moxó.

Guitardo 1011. 

Andrés Sendredo 1053. 

Guillermo de Cervelló     1060. 

Audegario Domuncio 1064. 

Andrés Riculfo 1064. 

En su tiempo, es a saber, en 1079, se descubrió el cuerpo de San Cucufate como ya mucho tiempo por causa de las invasiones de los Sarracenos se hubiese venerado con sólo el nombre de mártir incógnito. (V. al citado Moxó).

Berengario 1091.

Dicen que fue después Obispo de Barcelona en 1099. Consta que fue Abad de este monasterio, de la donación de la iglesia de Santa María de Fonte rubea hecha por Geraldo Mirón a dicha casa, en la cual firma Berengarius eiusdem loci Abbas atque Barchinon. Episcopus. 

Raimundo de Moncada 1104. 

Renardo 1104.

Rolando 1109.

Anda suelta por el monasterio su piedra sepulcral, cuya inscripción está muy comida. Es curiosa y digna de que se publiquen los siguientes fragmentos:

Hic est locus Rutilandi 

tumba ... tumulandi

nomina ... gloria.

Tu qui legis hanc scripturam

roga Deum Patrem ... 

… sanctae legis

filius ecclesiae.

Rectus, prudens, et fidelis, 

imitator Israelis,

amator justitiae. 

Cunctis fuit hic lucerna,

sit ei quies aeterna

Rex aeternae gloriae.

Hic columba in serpente, 

hic dilexit pura mente

Christum super omnia.

Hic fundatus supra petram

mereatur Patris dextram

cernere in patria.

...

corpus jacet sub hac petra

positum ... 

coelos ponat spiritum Amen, Amen.

Aucto fructu aut terdeno,

sexageno vel centeno

fructus crescant ...

Haec scriptura … dicta

super petram fuit scripta

in hoc anno Domini.

M … CC ... 

… aprilino

haec est summa numeri. Amen. Fiat. F.

Ermengaudo 1134. 

Geraldo de Castellet 1143

Alerando de Sarria 1146.

Raimundo de Sanct Manat 1151.

Guillermo de Aviñón 1172.

Berengario de Santa Oliva 1205. 

Raimundo de Bañeres         1216. 

Arnaldo de Palou 1226.

Pedro de Amenis 1230. 

Pedro de Torrella 1255.

Pedro Felice 1261. 

Geraldo de Clascarino         1277.

Geraldo de San Martín (otros le llaman de Santa Oliva) 1294. 

Ponce Burgueto         1296. 

Tiene este Prelado su entierro en el claustro con este letrero: Anno Domini M.CCC.VI, XIII kal. septembris obiit Vener. Fr. Poncius Burgeti Dei gratia Abbas S. Cucufatis … fama praeclarus, opinione mirabilis, scientia et moribus adornatus, cuius corpus in hoc praesenti tumulo requiescit. Amen. 

Galcerando Solá 1306. 

Bernardo de Montornés 1333.

Galcerando de Lupetis 1334.

Bernardo de Vallseca 1339.

Arnaldo Ramón de Biure 1348.

Es famoso el remate fatal que tuvo este Prelado, que fue asesinado en la noche de Navidad del año 1351 por unos facinerosos de los lugares vecinos al tiempo de cantarse la primera antífona del segundo nocturno. 

Estaba él con todo el pontifical, y así fue herido y asesinado en su silla del coro. Consérvanse sus huesos en la sacristía y el alba, amito y capa pluvial ensangrentada y llena de cuchilladas, y el libro de canto también ensangrentado y casi borrada con sangre la plana. La capa sobredicha es de la forma de las nuestras sin el escudo que pende de ellas.

En la arca de sus huesos se leen estos dísticos modernos:

Hic Biure Abbatis cineres, hic ossa teguntur,

Quae sanie mixta, quae latuere diu.

Atque triumphator Martyr celeberrimus aevo, 

Sic vitae exemplar tradidit ecce suae.

Fuit interfectus anno 1351.

Queda entre las Constituciones de Cataluña la que el Rey Don Pedro IV hizo con esta ocasión (lib. IX, tit. 2). Acaso serían parientes suyos dos canónigos que hubo en Tarragona por estos tiempos, es a saber, Jofre de Biure, que murió en 1334 a 5 de mayo, y Pedro de Biure; ambos dignos de memoria por haber hecho la primera colección de las Constituciones provinciales Tarraconenses.

Pedro de Busqueto 1351.

Bernardo Tereni 1385.

Este es el primer Abad que suena electo por el Romano Pontífice.

Juan Armengol 1394.

Obispo después de Barcelona en 1398.

Berenguer de Rejadell 1399.

Dalmacio de Cartella 1409.

Jaime de Moncorp 1411. 

Bernardo Strucci 1416. 

Juan Trías 1420. 

Pedro 1431.

Pedro Sort o Sors 1451.

Antonio Alemani         1461.


Abades comendatarios. 


Pedro, Cardenal de San Sixto. 1471. 

Esteban, Cardenal de. S. Adriano 1473.

Gaufredo Sort 1479.

Don Alfonso de Aragón, Arzobispo de Zaragoza 1508.

Juan Lázaro Serapica 1521.

Enrique de Cardona, Cardenal 1522.

Alejando (Alejandro) Cesarini, Cardenal 1530. 

Jaime Paratge 1534. 

Pedro Ángel Despuig 1539. 


Abades de patronato real. 


Luis de Cervellón 1561. 

Murió en 1573 y vacó esta abadía diez y seis años.

Miguel Quintana 1586. 

Miguel Aimerich 1595. 

Francisco de Eril 1618.

Gaspar de Sala 1645.

Francisco Bernardo de Pons         1670.

Baltasar de Montaner y Çacosta 1696. 

Fue electo Obispo de Vique en 1705, pero no llegó a consagrarse.

Antonio de Solanell y Montalla 1711.

José de Lupia y Roger         1726.

Fue hecho Obispo de León en 1735. 

Francisco de Serra y Portell. 1736. 

Buenaventura de Gayola y Vilosa 1747.

Eustaquio de Azara 1784.

Obispo de Iviza y de Barcelona.

José Gregorio de Montero 1788.  

Por último sepas que a este monasterio está unido el de San Lorenzo del monte, ya suprimido, situado a corta distancia en lo alto de un monte. Hállanse ya documentos de esta incorporación de los años 1012 y 1099. También lo estuvo el de Santa Cecilia de Monserrate y el de San Pablo del campo de Barcelona, de lo cual ya se habló en las cartas pasadas. También es filiación de esta casa la de San Salvador de Breda y la de Santa María del Coll cerca de Barcelona. Tenían antiguamente los monasterios hermandad unos con otros, de la de este con el de Ripoll hay memoria en un calendario viejo que dice: Feria V. post cineres commemoratio omnium fratrum Sanctae Mariae Rivipulli.

Lo mismo se nota VII. idus martii respecto de los de Poblet. Otras curiosidades monásticas dejo para la historia de los ritos; aunque en lo que es la de este monasterio, no hay duda que hubiera podido aprovechar más, si existiera aquí el libro que sobre ello escribió el docto monje de esta casa Don Juan Bautista Castellarnau, bien conocido por sus cartas a los continuadores de los Bolandos. No se sabe a quien se prestó este libro, y así será muy difícil recobrarlo. En alhajas de esta clase no debía haber tanta condescendencia.

Junto al monasterio y del mismo nombre que él hay una villa, cuya iglesia parroquial se llama S. Pedro de Octaviano. Hay ya memoria de su existencia a mediados del siglo XI (V. Campillo Disquisitio methodi, etc. in append. pág. 40). (N. E Pongo una captura de pantalla al final) Creen guardar en ella un báculo o fragmento del de San Severo, Obispo de Barcelona, y la arca de madera donde primero fue depositado. Lo que yo puedo decir es que vi dentro de una arca moderna varios fragmentos y la cubierta casi entera de otra antigua, que es de álamo blanco y sería de cuatro palmos de longitud y dos de latitud, con varios rastros de pintura y trozos de tafetán, fleques y lienzos. La poca decencia y custodia con que tratan ambas alhajas, no cuadra bien con la creencia que domina en aquellos vecinos. En nuestras especulaciones literarias debimos a los monjes de este imperial monasterio toda la franqueza que podíamos apetecer y que es muy de desear en otras partes, particularmente quedamos deudores al señor Don Ramón Oriola, Pavorde mayor y Vicario general del señor Abad, que se hallaba ausente, y a los señores Don Fausto Prat, Pavorde de Panadés, Don Mariano Ciscar y Don Francisco Bojons.

De vuelta a Barcelona pasamos por una ermita de San Madi (Medi más arriba) o Emeterio, compañero de San Severo en el martirio. Sobre la puerta de la iglesia, que es vieja, hay esta inscripción: 

Anno Domini CCCC.XXXXVII, (447) escrita con caracteres góticos en el siglo XIII, lo más pronto. El P. Caresmar publicó sobre ella una Disertación probando con mucho ingenio y no menor erudición que antes de Dionisio Exiguo ya se usaba el cómputo de los años de Cristo, y que en el de esta inscripción pudo ya haberse introducido el carácter gótico en España. Débense dar las gracias a este erudito escritor, curiosísimo investigador de las antigüedades; mas en esta de que tratamos me parece que no hay más que decir sino que es un letrero puesto en el siglo XIII y acaso en el XIV, cuyo autor notó con el cómputo corriente en su tiempo el año en que según la tradición se había construido primitivamente aquella iglesia.

Viniendo después al monasterio de Padres Gerónimos de Valdebron hallamos en su biblioteca algunas buenas ediciones españolas del siglo XV. Tal es la traducción valenciana de Q. Curcio, hecha por Luis Fenolletnatural de Játiva, impresa en Barcelona en 1481, de que ya habló Ximeno. = El Arbor scientiae de Raimundo Lull, impreso allí mismo por Pedro Posa, Catalán, en 1482, edición desconocida a Nicolás Antonio. Tampoco conoció este bibliógrafo una obra de Fr. Pedro Castrovol, que hay aquí con este epígrafe: Incipit tractatus super libros Phisicorum compilatus per Fr. Petrum de Castrovol, ordinis fratrum Minorum ac sacrae theologiae magistrum, natione Hispanum, de regno Legionensi, et de villa vocata Mayorga. Sábese también con esto su patria; el libro es impreso en Lérida en 1489. En la sacristía guardan la mandíbula inferior de San Andrés Apóstol; un cíngulo o cinta de San Gerónimo, regalado por Santa Paula; un brazo de San Simón Stilita, y otro de Santa Elena; una carta original de San Ignacio de Loyola, fecha en Roma a 1.° de febrero de 1542; un lignum Crucis con este letrero: hoc lignum S. Crucis á R. Domino Archiepiscopo Miralles rite examinatum. Per ignem examinatum fuit anno Domini M.D.XXX., VI. nonas octobris ... ad laudem et gloriam Dei. De este Arzobispo Miralles ya di otras noticias en los correos anteriores.

A distancia de una hora de esta ciudad hay un monasterio de religiosas Franciscas, llamado de Pedralbes (peres albes, piedras blancas), nombre que ya tenía este territorio a mediados del siglo XI. El monasterio es fundado por Doña Elisendis de Moncada, mujer del Rey Don Jaime II de Aragón, en 1327, en que se hizo la escritura de la dotación, pero en la fábrica ya se entendía dos años antes. Así se entienden bien dos letreros sepulcrales que hay en las capillas de la iglesia. El edificio es de aquel tiempo y de una sola nave, afeado con malísimos altares, de que hay por acá gran cosecha. La fundadora, que murió allí en 1364, tiene su sepulcro de mármol en el presbiterio, al lado de la epístola, sin inscripción alguna. He copiado el inventario que se hizo de sus alhajas, que es curioso. Las religiosas me dejaron ver un cáliz del siglo XIV, con el cráter cónico y patena de un palmo de diámetro cincelada. En la orla de la cavidad del centro hay de relieve estas palabras: Aquest calza à fet Madona Sor Francescha Saportela (Çaportella), Abadesa; la qual es del altar de nostra Dona Sancta Maria de Pedralbes. Nada más hallé digno de memoria. 

Crecería infinito esta carta si hubiese de hablar de todas las iglesias parroquiales de esta diócesi, respetables por su ancianidad. Hay memorias de muchas de ellas de los siglos X y XI en instrumentos de consagraciones, dotaciones, ventas, testamentos, etc., de todo lo cual tengo recogidas varias apuntaciones, y aun copias de instrumentos, buenos en sí, pero importunos para decir ahora; mejor será guardarlo para en adelante.

Concluiré la carta con una especie sabrosa, y de mil sabores, por los que halló el famoso Arzobispo Marca en una lápida, cerca de Badalona, dedicada al dios de ellos. Es el caso que cerca de esta villa, llena de inscripciones romanas, ya publicadas mil veces, hay una montañuela que llaman Puntigalá, y en ella, en paraje muy despejado, y frente al nacimiento del sol, se halla un letrero Romano, de solas dos lineas, grabado en la roca viva, sin más pulimento ni adorno que el que la naturaleza dio a aquella tabla o plano inclinado del peñasco. Por apreciable y raro que sea esto, que lo es sin duda alguna, todavía lo parece más su contenido. El sabio Arzobispo Marca, que anduvo por acá, y estuvo muy de asiento trabajando en el monasterio de PP. Gerónimos de la Murta, vecino al lugar que digo, la vio con sus ojos, y por sí mismo la copió en su Marca Hisp. (V. Betulo), de esta manera: 

SOLI . D . SAPORVM

A .P . ABASO . ANVS

interpretándola así: la vieja Abaso puso esta ara al sol, dios de los sabores: ingeniándose tras ello en explicar la propiedad con que aquella vieja, de paladar estragado, pudo intitular así a aquel planeta. No se saborean menos en la explicación del letrero cuantos lo copiaron de aquel escritor. Yo, que en punto a sabores corro parejas con aquella pobre vieja, quise ser testigo del monumento a que le obligó su necesidad. Mas no puedo explicarte el sinsabor que tuve, cuando vi con mis ojos y toqué con mis manos que aquel SAPORUM se había desvanecido (ya se ve como cosa de dos mil años de antigüedad), y en su lugar se hallaba un nombre incompatible con lo profano. Dejemos chanzas en cosa seria. La piedra dice así:

SOLI . D . SACRVM

… ABASO . ANVS.

Esto dice, y nunca ha dicho más a excepción de lo borrado al principio de la segunda linea que acaso se conservaría en tiempo del señor Marca. Pero el SAPORVM es una equivocación de marca, en la que cayeron también los que fiaron de su dicho, pudiendo como nacionales muchos de ellos tomarse el ligero trabajo que yo me tomé de verificarlo. Para mayor seguridad mía, quise que me acompañasen al lugar el doctor Don Ignacio Torres, bibliotecario del Seminario episcopal, el P. Presentado Fr. Domingo Comerma, bibliotecario de este convento de Santa Catalina, y el que ni a mí, ni a los dichos quiera creer, allí tiene el peñasco inmóvil, que habla por sí, y con elocuencia muda, vuelve por el honor vulnerado de aquella anciana Abaso que no estaba tan falta de paladar como suponen, y que era muy devota del sol ut sic, sin condimento de sabor ninguno. A Dios. Barcelona, etc.

S. Pedro de Octaviano. Hay ya memoria de su existencia a mediados del siglo XI (V. Campillo Disquisitio methodi, etc. in append. pág. 40)