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miércoles, 15 de febrero de 2023

Carta CXXXII. Murta, Montalegre, San Miguel del Fay, Tarrasa, San Cugat del Vallés, Valdebron

Carta CXXXII. 

Viaje a la Murta, Montalegre, San Miguel del Fay, Tarrasa, San Cugat del Vallés, Valdebron, etc, etc., y noticia de los Breviarios, Misales antiguos, códices raros, y otras preciosidades que hay en estos monasterios. = Varias inscripciones sepulcrales. = Catálogo de los Abades de San Cucufat. = Lápida romana, junto a la villa de Badalona, mal interpretada por el Arzobispo Marca … 

Mi querido hermano: Diré hoy de una expedición de once días que hemos hecho por los monasterios y lugares más insignes de esta diócesi. Salimos de aquí el día 21 del pasado mes de octubre, y pasando el río Besós vimos el lugar de San Adrián, donde estuvo el monasterio antiguo de canónigos reglares de San Agustín, en el cual abrazó este instituto el santo Obispo de Barcelona Olaguer. Hoy nada queda de su gloria antigua. Subiendo después una cuesta, ni áspera ni suave, llegamos al monasterio de PP. Gerónimos llamado de la Murta, cuya fundación podrás ver en el P. Sigüenza. Llevábanos allá principalmente la golosina de ver los preciosos manuscritos que según noticias se guardaban en esta casa. Poco tardamos en saber que una buena porción de ellos paran hoy día en la biblioteca del Marqués de la Romana en Valencia, reputada por una de las mejores de la nación. Fácil es de entender cuán a mal hubiera llevado la facilidad de aquellos padres el presbítero Don Jaime Ramón Vila, que con gran trabajo había recogido aquellos códices, y con no menor afición los depositó en esta casa, creyendo dejarlos a cubierto de los tiros de la codicia y de la ignorancia. Fue este un bienhechor insigne del monasterio, donde pasó los últimos años de su vida, y al fin se enterró en su iglesia. Las reliquias que quedan de aquel despojo son de poca consideración. Lo mejor es una colección de Breviarios impresos de Elna, Vique, Barcelona, y varias órdenes religiosas, todos anteriores a la reforma: un Misal romano en Venecia 1482: Horas de nuestra Señora en Zaragoza por Jorge Cozi (Coci), 1542 con un Psalterio Mariano en Burgos 1511 y un Breviario en lengua abisina. Hay también una Biblia manuscrita en vitela con grande esmero. Lo último que de ella se escribió es el libro de los Macabeos, cuyo epígrafe final dice así: Explicit liber Machabeorum secundus. Scripsit Nicolaus Berti de Gentiluciis de Sancto Geminiano, civis Florentinus, pater Amantii et Francisci, complevitque die sabbati decima nona mai M.CCCC.LIII. post completum et scriptum testamentum novum ad laudem et gloriam Omnipotentis Dei qui ex sua superhabundanti gratia donavit mihi velle et perficere. En este género es muy curioso un Devocionario en vitela, lleno de primorosas miniaturas, y que nada más contiene digno de memoria. Item un manuscrito, Sermo quem coram Domino Papa et Cardinalibus Avinione in capella Domini Papae explicavit venerabilis Fr. Bernardus Oliverii, magister in theologia de ordine heremitarum S. Augustini sub anno Domini M.CCC.XXX quarto, die dominicae Pasionis. = Principio. = Morior fratres propter gloriam vestram (I. Cor. XV.) = B. Bernardus in quodam sermone hodierni sanctissimi misterii volens ostendere Passionis Christi memoriam fore nobis utilem et necessariam, dicit sic: Quid tam efficax ad curam, etc. Guárdase también un Santoral lemosín que puede ser un extracto del de Vorágine, y no creo que sirva sino para el artículo Anónimos de la Biblioteca catalana. Del mismo que dio todos estos y otros libros, hay una obra no concluida que muestra su laboriosidad, y es un Nobiliario o colección heráldica repartido en cuatro grandes volúmenes de folio, en los cuales pinta distribuidos por clases lodos los escudos de armas de las iglesias catedrales, monasterios, abadías de canónigos regulares, Reyes, ciudades, familias principalmente de Cataluña con algunas noticias históricas en muchos de estos artículos. Del mismo hay copias de varios diplomas, Cronicones, Necrologios y otras cosillas para la historia.

Vi allí mismo algunas buenas ediciones del siglo XV, la cosmografía de Ptolomeo ab Hermano Levilapide, Coloniensi Vicentiae impresa M.CCCC.LXXV. idibus septembris. Item Expositio canonis missae, impresa por Frederico Creusner, sin nota de año ni lugar; pero de los principios de la tipografía. Poco más hallé digno de memoria, sino es un crucifijo de buena escultura en la iglesia. La fábrica de todo el monasterio es de tiempo de la fundación en el sido XV. Entre los árboles que se crían en el luneto del claustro, me hicieron observar dos naranjos cuyo fruto tiene los dos sexos perfectamente distinguidos: semejante rareza dicen que se cría en un lugar de la costa próxima del mar. Despedímonos de los padres que nos trataron con mucho amor y con muestras sinceras de no tener más curiosidades que presentar. 

Poco más de una hora hay de aquí al monasterio de PP. Cartujos de Montealegre, la cual anduvimos a pie por terreno quebrado, pero bien plantado y cultivado con esmero. Hallamos a los padres en su deporte, con cuya conversación nos recreamos; tras ello fuimos bien recibidos, como era de esperar, y admitidos a ver todo lo más curioso del monasterio. Hay en él bastantes cuadros buenos repartidos entre la iglesia y capillas particulares de los claustros. Los más singulares son los ocho que hay en el sagrario, obra de Juncosa el Cartujo, y los que se han colocado en la capilla de San Bruno, pintados por Viladomat. La estatua de dicho Santo es buena, obra de Damián Campeny, pensionado en Roma por el consulado de Barcelona. Algunas pinturas regulares hay ya colocadas y otras dispone un religioso de esta casa llamado Fr. Cayetano Tegel, joven todavía. En la biblioteca común, que está en la celda prioral según costumbre, hay una Biblia manuscrita del siglo XIII en vitela en un tomito en 8.° trabajada con grande igualdad de pluma. Vi allí la rara obra del Fortalicium fidei en dos ediciones, la una de Nuremberga por Antonio Koberger en 1485, y la otra desconocida, aunque algo más moderna. Examinando la historia de esta casa en el archivo, topé con el documento original que ya publicó Baluzio en la Marca Hispan., tocante a la existencia de dos monasterios de Benedictinos en el siglo X. Uno en el lugar de S. Pol de Maresme (S. Pablo de la marina) en la diócesi de Gerona, y otro llamado de S. Félix en el lugar de Jetfales o Gecsales, en el mismo condado de Gerona, el cual sospecho que sea S. Feliu de Guixols. Ambas casas mandó el Rey Lotario, año XVI de su reinado (968), que fuesen gobernadas por el Abad Suniario durante su vida, y que muerto él cada casa tuviese su propio Abad. Este Suniario dice que había venido ex partibus Gothici regni. Esto es lo que consta del documento citado. El que decimos de S. Pol fue unido e incorporado por 

Don Ramón Berenguer I, Conde de Barcelona y su mujer Almodis ad ecclesias S. Mariae et S. Honorati, y a Adalberto su Abad, esto es, al monasterio de Lerin en Francia en el año 1068 IIII nonas januarii regnante Philippo Rege anno IIII. Debió ser la causa de esta incorporación la relajación de la observancia, la cual tampoco pudieron contener los de Lerin, ni impedir que se acabase aquella abadía, puesto que ya en 1265 compró para sí el castillo de S. Pol Don Guillermo de Mongri, y en 1269 fundó allí mismo una Cartuja con doce monjes. Era este fundador aquel famoso Arzobispo electo de Tarragona, de quien hablaré en el Archiepiscopologio de aquella iglesia, el conquistador de las islas de Iviza y Formentera, el cual renunciada aquella dignidad hacia el 1238, se retiró a su dignidad de Sacrista en Gerona. He visto aquí dos testamentos suyos, uno del 1248, y otro del 1263; en ambos se ve que era hermano del noble y famoso Bernardo de Santa Eugenia. Perseveró esta fundación hasta principios del siglo XV en que con autoridad del Papa Eugenio IV fue trasladada al sitio actual, incorporándola con la que pocos años antes se había trasladado al mismo lugar desde la villa de Terrasa, donde la había fundado Doña Blanca de Centelles, con el título de San Jaime de Val de Paradis en el año 1344. Formada de las dos una sola Cartuja, tomó el nombre de Montealegre, y se hizo la fábrica que hoy dura en todas sus partes, de gusto elegante para lo de aquel tiempo. Por la antigüedad de la de San Pablo es tenida esta Cartuja por la segunda de España. El cuerpo de dicha Doña Blanca está enterrado en la iglesia. En vano he buscado en ella el del canónigo José Gerónimo Besora, de quien dije en la carta CXXVIII, porque ni en la iglesia, ni en otra parte hay memoria de su sepultura, ni menos aparece el letrero que él mandó en su testamento se grabase en ella.

Con el mismo nombre de Montealegre eran conocidas las monjas que vivieron en la cresta de este monte, donde ahora está la conreería del monasterio. Comenzaron a congregarse aquellas señoras sin regla ni instituto conocido hacia los principios del siglo XIII, y poco después en 1256 el Obispo de Barcelona Don Arnaldo de Gurb las dio la regla de San Agustín, y cedió juntamente la próxima iglesia de San Fausto de Cabanes (hoy San Fost) con todas sus rentas. Admitió todo esto su primera Priora llamada Guillerma con doce monjas más. Así vivieron hasta el 1362, en que bien considerado lo expuestas que estaban en aquella soledad y más en tiempo de guerra, fueron trasladadas a Barcelona y colocadas donde ahora es el hospicio público o casa de caridad. Del lugar que dejaron las religiosas tomó posesión el Prior del monasterio de Santa Eulalia del Campo, al cual debieron estar sujetas, siendo como eran ambas comunidades de un mismo instituto y regladas por el mismo Obispo Don Arnaldo. Así vivieron aquellas canongesas hasta que Clemente VIII a 22 de septiembre de 1593 suprimió su monasterio con bula particular y aplicó la casa y rentas a la erección del Seminario Tridentino, la cual verificó el Obispo Don Juan Dimas Loris en 1598. El seminario se trasladó después a la casa de los PP. Jesuitas.

Saliendo de Montealegre tomamos la derrota del norte hacia la villa de Granullers y santuario de nuestra Señora de Bellulla, proprio del convento de PP. Dominicos de Barcelona. Hay por toda esta tierra muchos de estos santuarios en despoblado, objetos de piedad para la gente sencilla y de diversión para los que no lo son. El deseo de llegar cuanto antes al famoso eremitorio de San Miguel del Fay, de que hablaré después, me hizo olvidar el que tenía de ver con mis ojos una inscripción gótica del siglo X, que se halla en una ermita de nuestra Señora intitulada del Camí en la heredad de casa de Torres, parroquia de San Esteban de la Garriga, no lejos de Granullers. Por fortuna he conservado un dibujo exacto de la piedra con todas sus roturas y cifras, el cual me regaló un monje de nuestra Señora de Monserrate. Su lectura, reducida a nuestra letra común, dice así: Hic requiescit bonae memoriae Chixiloni (o Chixloni) Deo dicata, filia Wifredi Comitis. Dimittat ei Deus. Amen. Quae obiit VIII kals. martii, era D.CCCC.LXXXIII. anni Domini D.CCCC.XLV. anno VIIII, regnante Leodovico Rege. 

San Miguel, Fay, Dezfay, Desfay, Fai, Fall

Finalmente llegamos al deseado S. Miguel del Fay o Desfay, sitio frecuentado por todos los viajeros y aficionados a observar las raras perspectivas que suele ofrecer la naturaleza, del cual es extraño no hallar mención en nuestros viajeros. Hállase esta iglesia en el confín de las diócesis de Barcelona y de Vique, y es de patronato del Arcediano mayor de Gerona. Más de media hora antes de llegar a ella se ha de caminar por un estrecho barranco, y luego hay que subir otro tanto por una de sus vertientes, que son rápidas y peligrosas. Toda aquella hondura tan estrecha queda cerrada con montañas altas, pero quebradas y rotas con tal artificio que no hay palabras que lo puedan expresar. De lo alto del monte y haciendo frente al barranco y en el último ángulo de él, se despeña un río llamado Rosignol (rossinyol: ruiseñor), que trae bastante agua, y en las avenidas mucha, que es cuando lo vimos. Con tres saltos cada uno de cincuenta a sesenta varas baja a formar el arroyo profundo que llaman de Santa Eulalia. En la vertiente lateral y en distancia de doscientas varas del dicho río, se despeña de igual altura el llamado Tenas, sino que este sólo forma un salto y en lo demás dos cascadas, cuya hermosura sólo es para vista. Las aguas de este río forman varias petrificaciones e incrustaciones. No es ponderable lo sorprendente que es esta situación así por el estrépito de las aguas, como por los iris continuos que forma el sol, por la vista lejana de prados y villas, y por la inmediata del cultivo de las dichas laderas, que no parecen sino un anfiteatro. No es menos admirable la situación de la iglesia de San Miguel, colocada toda entera debajo de una roca, que es su techo, sobre la cual pasa el dicho arroyo Rosignol, despeñándose en su primer salto delante de la puerta de la iglesia, y a distancia de ella cinco o seis varas solamente. Todo el monte está lleno de cascadas y fuentes; y lo dejo aquí, porque ni ya podría decir lo que ello es, y sé por otra parte que los señores del viaje pintoresco han trabajado aquí cuatro o seis días para dar buenas perspectivas de esta situación.

¿Quién había de creer que en estas roturas casi inaccesibles se hallase algo para el Viaje literario? Pues no hay más. La iglesia conserva en su portadita humilde el carácter del siglo XI. Aquí mismo hay copias auténticas de varios documentos que acreditan la existencia de esta cueva desde el siglo X; entre ellas es la donación que el Conde de Barcelona Raimundo Borrell con su mujer Ermesinda hicieron a Gombaldo de la cueva de San Miguel III idus junii, anno I qui cepit regnare Ratbertus Rex, filio Ugoni Regi, qui pridem fuit Dux, que corresponde al año 997. Esta escritura publicó Martene (Vet. Script. tom. I, col. 353). Dicho Gombaldo hizo después cesión de esta cueva con todas sus pertenencias al monasterio de San Víctor de Marsella y a su Abad Isarno para que instituyesen allí un monasterio. Fue esto en los idus de octubre, año XII del Rey Enrique y de Cristo 1043. (V. Mart. loc. laud. col. 406). En esta escritura se apellida Gombaldo de Castro Bisaure, y su mujer ya difunta Guisla, con una hija del mismo nombre, que también suscribe. Por este mismo tiempo, es a saber, a 26 de abril del año XIII del mismo Rey Enrique, el Conde Ramón Berenguer I con su mujer Isabel, vendieron a dicho Gombaldo, a quien apellidan Ermemiro, el alodio S. Michaelis de Fallio por precio de quinientos sueldos valentes decem uncias auri. Cuatro antes, en 1039, suena ya aquí monasterio, a quien se vendieron unas viñas. Debieron ser estos sus principios, pero estaba ya formado en 1045, cuando el Obispo Guislaberto de Barcelona le cedió los diezmos de la parroquia inmediata de S. Vicente de Riells en prenda de las diez onzas auri boni de Ispania per XV uncias auri legitime pensatas, que le prestó el monasterio para los gastos de la fábrica de la catedral de Barcelona (Id. ibid. col. 409). En 1113 IX. kal. april., anno V regni Regis Ludovici, vendió Ermengardis a Pedro Homine, Prioris S. Michaelis Fallensis, et alii congregationi fratres, el alodio de San Vicente de Riells. No sé hasta qué tiempo duró este monasterio, del cual acaso serán vestigios los que permanecen pegados a una roca desgajada. Al mismo debe pertenecer una inscripción que hay en una capillita al pie de la iglesia que dice: Hic jacet frater Andreas de Arbicu Monecus vius domus: rogo vos oretis pro eo. Curiosa es también la inscripción en mármol que suponen hallada en 1790, y ahora está colocada en una pilastra de dicha iglesia y dice así:

Hic Wielme, jaces, Paris alter, et alter Achilles:

Non impar spetie, non probitate minor.

Te tua nobilitas, probitas tua, gloria, forma

Invidiosa tuos sustulit ante dies.

Ergo decus (decet) tumulo pia solvere vota sepulto,

O juvenes, quorum gloria, lausque fui.

También anda suelta por la iglesia una ara de mármol consagrada con las firmas varias y sin orden de todos los clérigos que residían en ella, según la costumbre de los tiempos antiguos. Los pocos nombres que he podido leer son los siguientes: Johannes, Galindus, Recasindus, Armemirus, Daniel, Levita, Bellom … praesbiter, Servo Dei, clericus, Sendredus, levita, Ferriolus, Arremirus, praesbiter, y Brunsus, sacerdos. Está muy maltratado este monumento y lleno de rayas y letreros modernos, cosa que me lastimó mucho y obligó a rogar al capellán que allí vive, Don José Pujola, que la ocultase a los ignorantes y la pusiese a cubierto de sus majaderías. El mismo me dejó ver las pocas alhajas y reliquias que aquí se guardan, y son: una patena con algunos esmaltes y fondo en el centro caída en la orilla: una cruz alta con las figuras de Cristo y Evangelistas, representados estos al otro lado con los animales proféticos a que acompañan los letreros respectivos góticos, los cuales con las figuras que son pésimas y horribles, denotan bastante antigüedad: hay también dentro de una cajita unos pañitos que creen ser reliquias de nuestro Redentor Jesucristo, y lo que deben creer es que son los lienzos donde se envolvieron las reliquias que se colocaron debajo de la ara mayor. Acaso estos lienzos sirvieron para envolver las formas consagradas que también solían depositarse en las aras, como en Barcelona en el altar de San Marcos de la cofradía de los zapateros. Todo dentro de un cofrecito de madera con esmaltes antiguos, de quien se tiene esta tradición. Esto es lo que hallé digno de memoria en S. Miguel Desfay, cuyo nombre no se deriva de Haya (faig; fagus), como parecerá a alguno, sino que es de origen extranjero, común a otros terrenos y no peculiar de esta situación extraña ni de caídas de ríos. (V. Ducange, V. Fallium). (N. E. Ver alemán Wasserfall, Waterfall inglés, )

Con temor de que nos cogiese la noche en aquel sitio, y de no poder dormir con el horrísono estruendo de las aguas, nos bajamos a Caldes de Mombuy, donde en muy mala posada descansamos de la fatiga del día. Es este lugar muy conocido ya desde el tiempo de los Romanos por sus aguas tan calientes que casi igualan a las de fuego artificial. Es muy de ver una fuente que hay en la plaza que exhala de sí tal copia de vapores y humo tan espeso, como pudiera de una caldera de agua hirviendo. No quise detenerme a ver una imagen de Cristo que aquí se venera, a la cual la piedad atribuye tales circunstancias históricas que no son para escritas, por no exponerlo todo a la burla de los incrédulos. A otro día pasamos a la famosa villa de Terrasa, donde hospedados caritativamente de los Padres de la orden de S. Francisco, registramos con comodidad las antiguallas de la Egara antigua y otras de tiempos posteriores. El sitio de aquel pueblo y silla antigua es sin duda el que ahora ocupan las tres respetables iglesias de San Pedro, San Miguel, y Santa María. La más antigua, que es la de San Pedro, conserva algunos rastros de obra romana; tal es toda la pared exterior del presbiterio con algunos trozos de mosaico en el pavimento detrás del altar mayor. En este se halla colocada una ara grande de mármol consagrada con suscripciones al modo de la que dije en San Miguel del Fay, que puede pertenecer a los siglos X o XI y acaso sería del tiempo de la restauración de la iglesia, que será de por entonces, según indica la fábrica de toda la nave principal. Allí vi también un baño o más bien sepulcro de mármol bien conservado, donde está custodiada la fuente bautismal.

No parece inferior en la antigüedad una iglesia pequeña llamada de San Miguel, próxima a la antecedente, la cual es cuadrada, y tiene por lado diez y siete pasos regulares. En el medio tiene una claraboya o linterna  sostenida por ocho columnas puestas en cuadro que forman un luneto de siete pasos por lado: las cuatro columnas de los ángulos son de pórfido, dos de las intermedias de alabastro, y las dos restantes de jaspe. No corresponden a estas columnas los capiteles, que son más modernos, y del gusto gótico del siglo X u XI, en que debió restaurarse este edificio, que en su figura no desmiente la fama común y tradición de haber servido de baptisterio. Por algunas roturas del pavimento se descubre una cavidad subterránea que dicen ser otra iglesia como la de arriba, en la cual es muy peligroso el bajar y el permanecer en ella, y así tuve que reprimir los deseos de verla; pudo ser el baptisterio de mujeres. Tres altares hay en esta iglesia viejos; pero no tanto que lleguen al siglo XII. Uno de ellos representa en varios cuadritos la traslación de las reliquias de San Abdón y Senén. La tercera iglesia inmediata a la dichas tiene por titular a Santa María, y en el último cuerpo del altar mayor a San Rufo: fue reparada a principios del siglo XII, a lo menos consagrada entonces, es a saber, a 5 de enero de 1112 por Raimundo, Obispo de Barcelona.

En el documento que envío (a: Ap. núm. I.) se dice que estaba situada juxta ecclesiam parrochialem S. Petri in loco eodem ubi antiquitus Egarensis Sedes erat constructa. Por donde parece que en aquel tiempo se creía que este lugar, y no el que ocupa la iglesia de San Pedro, fue el de la antigua catedral. Colocáronse entonces en el ara algunas reliquias de los Mártires de Zaragoza, y de los Santos Mártires Severo, Julián y Valentín. Púsose con ellas este rótulo en pergamino: Hic requiescunt venerandae reliquiae SS. MM. Caesaraugustanorum, et Beatissimorum MM. Juliani, Valentini atque Severi, sepultae per manus vener. Raimundi Barchin. Episcopi kalendis januarii anno Dom. Incarnat. M.C.XII. insistentibus ecclesiasticis jam dictae Sedis, Rodlandus Abbas S. Cucuphatis, et Petrus Sacrista, Berengarius Capiscoli, Petrus Eliardi Archidiaconi Sedis Urgellensis, Petrus Ermengaudi, Guillermus Giberti, Berengarius Guadalli et Geraldus Tuita, y otros que se hallan firmados en el documento citado. Hallose este rótulo en 1611, a 24 de septiembre, con ocasión de renovar el altar mayor, que era muy viejo. He visto la acta fehaciente de todo, y de ella son las cláusulas copiadas. Quedan algunos vestigios de los claustros donde moraron los canónigos reglares de San Agustín, bajo la disciplina de San Rufo de Aviñón, a quien permanecían todavía sujetos en tiempo de Inocencio VIII, el cual, en 1488, confirmando a aquel monasterio francés todas sus posesiones e iglesias, cuenta entre ellas ecclesiam Sanctae Mariae de Terracia, cum ecclesiis S. Petri, S. Michaelis, S. Fructuosi, S. Juliani et Sancte Eulaliae: las tres primeras son las que he dicho, las otras tres son de los lugares vecinos.  

Otra iglesia dicha de San Martín, en el lugar llamado Sorbed, sujeta a San Pedro de Terrasa, suena consagrada por el Obispo de Barcelona Fulco en el año 1096, cuyo documento va copiado (a: Ap. núm. II.). Dichos canónigos fueron extinguidos, como los demás, por Clemente VIII. En la misma iglesia de Santa María se guardan dos inscripciones romanas, que ya copiaron y publicaron Marca, Finestres, Pons y otros. Entre las campanas de San Pedro hay una con este letrero: Aquesta stuela (squela) (esquella) a nom Riguolfa. Nada más de Terrasa, y aun esto tú lo cotejarás con lo que escribió el P. Mtro. Risco en el tomo XLII de la España Sagrada, que no me ha sido posible hallar por acá.

De allí pasamos al célebre monasterio de San Cucufat del Vallés, propio de los PP. Benedictinos claustrales de la congregación Tarraconense. Está situado en el mismo lugar donde el Emperador Augusto, en su venida a España, edificó una casa de campo, o digamos un sitio real de buena proporción para la caza, el cual se llamó de su nombre Castrum Octavianum, cuyas ruinas y vestigios oculta del todo el edificio del monasterio. Lo único acaso que queda aquí de los Romanos, y eso del tiempo bajo, es un sepulcro que hoy sirve de pilón a una fuente en la entrada del primer patio. No tiene más adorno que una figura de relieve en un óvalo del centro, y en los dos extremos unas pilastritas corintias, y lo demás estrías espirales. En vano he buscado la inscripción romana que han publicado varios eruditos como hallada aquí. Existe también en una torre del palacio del señor Abad una estancia de ocho pasos de largo y poco menos de ancho, con bóveda que arranca del pavimento, y en la llave de ella un agujero cuadrado como para bajar los presos, que sin duda era cárcel, como conjeturamos y es fácil de entender, porque la puerta que hoy tiene es moderna. Es constante que el monasterio se fundó aquí particularmente para conservar la memoria de los martirios de San Cucufat y sus discípulos Santa Juliana y Semproniana, San Severo, Obispo de Barcelona y otros. No hay memoria de su existencia hasta un privilegio del Rey Lotario, el cual confirma todos los concedidos por Luis, su padre, y por Carlo Magno a dicho monasterio, destruido por los Paganos. Fue así que los Moros, en una invasión que hicieron el año 986, mataron al Abad Juan y algunos de sus monjes, destruyeron la casa, quemando todos sus libros y documentos. Daños que repitieron varias veces con ocasión de batir la próxima ciudad de Barcelona. El sucesor Odón u Oto acudió a Lotario el año siguiente, y logró dicha confirmación, la cual fue roborada luego por los Papas Silvestre II y Juan XVIII. El Rey se explica en estos términos: Concedimus praedicto coenobio omnes res quas per praecepta nostrorum praedecessorum, scilicet, Karoli Magni, seu Ledovici, genitoris nostri, vel per scripturas aliorum Christi fidelium combustas per infestationem Paganorum...  

Así es que no atribuyéndose aquí la fundación del monasterio a Carlo Magno, ni sabiéndose su origen, el P. Flórez se inclina a que ya existía en tiempo de los Godos. Lo regular es tenerle por fundación de Carlo Magno, hacia el año 783, y hecha con motivo de la venida de este Príncipe a dicho lugar, como conjetura el cronista Pujades en la parte II de la Historia de Cataluña, que todavía no anda impresa, y cuyo original dicen que se trasladó a la biblioteca real de París en 1650. Diago (Historia de los Condes de Barcelona, lib. I, cap. 10) dice que Carlos el Calvo restauró esta casa hacia el año 870. Lo cierto es que de estos dos siglos VIII y IX no se sabe con certidumbre la suerte de este monasterio ni los hechos de sus Abades; aunque de uno y otro se puede hablar por conjeturas bien fundadas: pero es indubitable que existía en ese tiempo, según el testimonio del documento citado, por el cual se empieza a saber auténticamente la historia del monasterio. Y así, como se debe su restauración y extensión de privilegios al Abad Otón, así también se le atribuye comúnmente la fábrica actual de la iglesia, que es de tres naves con crucero. Es cierto que la parte superior de ella, incluso el crucero, no desdice del siglo XI, mas lo restante es posterior, y su portada es del siglo XIV. Sólo hay capillas colaterales a una parte, y aun esto es sin duda obra posterior. En el día se halla renovada, principalmente el presbiterio, por el actual señor Abad. El altar mayor es de madera, gótico, de tres cuerpos, de fines del siglo XIV, sin otra imagen que la de San Cucufat en el nicho principal. En las paredes colaterales había antes unos cuadros con la historia del Santo Mártir, que hoy están en el archivo: hallo en una nota que los pintó un maestro Alfonso en 1473 por precio de 900 florines. La mesa del altar mayor es de una pieza de piedra común de 20 palmos de longitud y 12 de latitud, y casi dos de espesor. Parece piedra de Monjui. Está corriente el uso de la cortina negra, que se eleva durante la elevación de la hostia y cáliz. Había en el presbiterio antes de su renovación dos piedras sepulcrales que ahora no se han podido hallar. Pertenecían a la iglesia antigua, y eran entierros de principios del siglo IX: publicolas Don Benito de Moxó, monje de esta casa, y hoy Arzobispo de Charcas, en las Memorias históricas de San Cucufate del Vallés, que publicó en 1790. En la sacristía se guardan las reliquias de San Emeterio, a quien llaman S. Medi, que padeció con San Severo, Obispo de Barcelona, parte del cuerpo de este Santo Obispo, el de San Cándido, Santa Fides, Santa Juliana y Santa Semproniana; las del titular San Cucufate están en una arca de plata, adornada con relieves góticos que expresan su martirio. En el sagrario se conserva incorrupta una santa hostia de forma orbicular y una pulgada de diámetro, en cuyo centro se lee XPS.: es sin disputa de pan ázimo. 

La tradición es que en el año 993, entrando por acá los Sarracenos, y habiendo destruido todo el poder del Conde de Barcelona, y muerto al mismo en la llanura llamada de Matabous, el Abad Otón, huyendo precipitadamente de su furor, escondió esta santa forma envuelta en unos corporales, los cuales en volviendo, pasada la revolución, halló ensangrentados. Estos lienzos se conservan separadamente en un relicario, y se ven rastros de sangre: un letrerito puesto allí dice: 

Haec linteamina sunt sancta corporalia vetera, et in medio est Corpus Domini involutum in capsa lignea. En 1409, a 6 de abril, visitó formalmente la santa hostia el Abad Don Berenguer de Rejadell, y la rompió en dos iguales partes, como hoy se ve, hallando incorruptas las especies sacramentales. Allí mismo hay una cajita hexágona con relieves curiosos y varias figuras de marfil, que contiene porción de algunas reliquias menores. En la sacristía vi varias alhajas y vasos de alguna antigüedad; pero nada llega a la de una copa o cáliz que llaman de Carlo Magno, y aunque no lo fuese es muy antigua. Tiene un palmo de elevación en todo: el cráter cónico tiene ocho dedos de diámetro y la mitad de profundidad: acompaña una patena con escudo de esmalte en el centro, que representa una mano en ademán de bendecir que extiende sus dedos, sobre una cruz. Igual escudo se ve en las llaves de algunas bóvedas de la iglesia. Entre los altares de ella merecen atención el cuadro de San Bartolomé en la capilla de la comunión, y una nuestra Señora, de escuela Veneciana si no me engaño. Hay algunos sepulcros de Abades allí mismo, cuyas inscripciones copiaré en su catálogo.

El claustro pegado a la iglesia contenta al espectador con su graciosa distribución de columnas. Tiene quince arcos, pequeños por lado, sostenidos cada uno de dos columnitas de piedra jaspe de Gerona, las cuales, con las de las pilastras, son en todo ciento cuarenta y cinco, ni más ni menos. Pons contó unas cuatrocientas. Son de cuatro palmos y medio catalanes con poca diferencia: el gusto en los capiteles es caprichoso y sin uniformidad ni consonancia, pero todos del modo corintio. Tiénese por obra comenzada por el Abad Guitardo, que lo era ya en el año 1013: vendió para este efecto algunos alodios del monasterio al Conde Don Ramón de Barcelona, con acuerdo de los Obispos Deodato de Barcelona, Pedro de Gerona, Borrell de Vique y Armengol de Urgel. El citado señor Moxó publicó esta escritura, que he visto en el Cartoral. Dice el Abad que los vendía ut ex eorum praetio edificassent ipsa claustra quod habebant inchoata. El escultor que trabajó en esta obra se llamaba Arnaldo Gatell o Catell, según consta de la inscripción que queda en uno de los ángulos del claustro, que ni Pons, ni Moxó copiaron bien. Dice así: 

Haec est Arnalli

Sculptoris forma Gatelli 

Qui claustram tale

Construxit perpetuale.

Estos dos hexámetros mal limados y con rima, suponen que estaba próxima la imagen o busto de este artista y lo será sin duda la figura de relieve en un capitel inmediato a ella que representa a un cantero trabajando un capitel. Hállase ya sin cabeza. En el aula capitular hay un cuadro bueno de San Benito. Allá va otra copia de una inscripción sepulcral que no merece quedar oculta, siquiera por ser de un escritor. Hállase en la parte exterior de la pared colateral de la iglesia, y dice:

Haec quem tumba tenet Christus super astra serenet.

Tarrega natalis fuit; ordo sibi monachalis. 

Hunc divina bonis ditavit gratia donis

Lege sacra plenus, verbis, ac voce serenus

Fecit claustrales sermones et sinodales, 

Carmina, tractatus, ritmos, prosas modulatus.

Est liber hic testis praebens solatia mestis. 

Vixit mente pia, vera praestante sophia. 

Est Petrus dictus Ferrerus, sit benedictus.

Ipsius est obitus julii bis quatuor idus, 

Anno Incarnationis Domini M.CC.XXXI. (1231)

No se sabe qué libro es el que indica el verso séptimo, si no lo es una Consueta de este monasterio escrita por él, en que abrazó todas las costumbres de la casa, así en la parte ritual como en la económica: libro excelente para la historia de los ritos monásticos de España, en los años 1221, que es cuando lo concluyó. La biblioteca contiene algunos libros de buenas ediciones, tales como las Filípicas de Cicerón, de Venecia 1474: el Salustio de 1475, y otros extranjeros. De libros manuscritos hay una porción decente, de los cuales apuntaré los siguientes: un vol. fol. vit. del siglo XI que contiene los Profetas y los libros de los Macabeos: otros dos códices de los cuatro Evangelistas sin capítulos y con glosas marginales. Varios códices rituales y litúrgicos desde el siglo XI, hasta el XV: el Martirologio de Adón, escrito en el siglo XI, o por ahí: colección de las Decretales de Gregorio IX hecha por San Raimundo de Peñafort, y escrita a fines del siglo XIII. Otro volum: fol. de los Decretos, con varias glosas, y al fin dice: Explicit textus Decreti die veneris post Laetare Jerusalem anno Domini M.CCC.XLIII. Las homilías de San Agustín in Johannem, códice del siglo XII: del mismo tiempo es un vol. fol. vit. que contiene Liber B. Augustini de materia virtutum et de conflictu vitiorum atque virtutum. = Exceptiones moralium B. Gregorii in lib. Job. = Epístolas varias de San Gerónimo, con otras obritas menores. De Fr. Francisco Eximenis hay el Regiment de Princeps. Item Fr. Egidii Romani de regimine Principum, escrito en papel en 1433, por Fr. Pedro Erbolet, monje de Santas Cruces, por mandado de su Abad Fr. Juan Piñana. De un anónimo provenzal es un vol. intitulado. Les leys damor: que es un tratado de rimar en la ciencia gaya con muestras de buen gusto (en la web biblioteca episcopal bcn org pone mal gusto). Un tratado de Doctrina cristiana en lemosín escrito en el siglo XIV. Al fin dice: aquest libre feu I frare dels Preycadors a raquesta del Rey Felip de Fransa, en lany de la Incarnacio de nostre Senyor M.CC.LXXIX. (1279) Del Agustiniano Fr. Bernardo Oliver, un tratado Contra perfidiam Judeorum. Principio. Ambulabunt ut caeci quia Domino peccaverunt. Manipulus curatorum, dedicado por Guidon de Monte Rocherii a Don Raimundo Gastón, Obispo de Valencia, con fecha de Teruel 1339. De Fr. Antonio de Canals, versión catalana de la epístola de San Bernardo a su hermana, dirigida a Don Galcerán de Senmanat. Diadema monachorum, obra de un Abad Smaragdo (: Esmeraldo), manuscrito del siglo XII. Del Albertano Brixiense hay las obritas que cité en las bibliotecas de Barcelona; un Lactancio muy parecido al que tú posees, y ahora veo que ambos son del siglo XIV lo más, y de mano extranjera. Omito otras cosas que aun estas hubiera dejado de apuntar, si hubiera advertido que el citado señor Moxó publica al fin de su obrita un catálogo de estos manuscritos, tomado del que trabajó el canónigo Caresmar. Ya no queda que hacer sino poner el catálogo de los señores Abades de. este monasterio, que como de casa tan principal hacen papel en la historia. Lo he tomado de los que he hallado formados aquí por varios monjes, y en diferentes tiempos y he cotejado y arreglado sus épocas con los documentos de este archivo, copiados todos en un Cartoral curioso.

Catálogo de los M. Illtres. Sres. Abades del imperial monasterio de San Cucufat del Vallés.

Existencia.

Donum Dei o A Deo dato 785. 

Aurebaldo, o Adrebaldo 820. 

Seniofredo 836. 

Donadeo 850.

Odegario 866. 

Odilon 874. 

Ostofredo 878.

La existencia de este Abad en este año consta del lib. L. Antiq. fol. 2. de la catedral de Barcelona, donde hay un privilegio en que el Rey de Francia Luis concedió al Obispo Frodoino de Barcelona domum S. Cucuphatis et S. Foelicis ad locum Octavianum.

Adeodato 895.

En el Cartoral fol. 215, se halla un instrumento de este año en que el Obispo de Barcelona Teodorico, dio las iglesias de Santa Cruz en el valle del castillo de Cervellón a Donum Dei, Abad de San Cucufat, II idus aprilis anno VII. regnante Carolo post Odonem.

Guidisclo, o Guidisselo 920.

Borrello ...

Bonus homo 960. 

Guilimundo 966.

Teuderico, o Landerico. 967. 

Ponce 970.

Juan 974.

Este es el degollado con todos sus súbditos por los Sarracenos en la cruel invasión del año 986.

Odo, o Othon 986.

Este es el restaurador de esta casa, como ya se dijo: Obispo de Gerona después del año 998, en que la bula del Papa Silvestre a favor del monasterio sólo le llama Abad, aunque en el Cartoral hay escritura del año VIII de Hugo Capeto (994), en que ya le llama Episcopus, et nutu Dei Abbas S. Cucufatis. Retuvo la abadía con el obispado, y murió después en la batalla que los Cristianos dieron a los Moros cerca de Córdoba, en 1010. Trájose acá su cuerpo, y tiene su entierro en una de las paredes colaterales de la iglesia, y al lado se halla el elogio largo que ya publicó el señor Moxó.

Guitardo 1011. 

Andrés Sendredo 1053. 

Guillermo de Cervelló     1060. 

Audegario Domuncio 1064. 

Andrés Riculfo 1064. 

En su tiempo, es a saber, en 1079, se descubrió el cuerpo de San Cucufate como ya mucho tiempo por causa de las invasiones de los Sarracenos se hubiese venerado con sólo el nombre de mártir incógnito. (V. al citado Moxó).

Berengario 1091.

Dicen que fue después Obispo de Barcelona en 1099. Consta que fue Abad de este monasterio, de la donación de la iglesia de Santa María de Fonte rubea hecha por Geraldo Mirón a dicha casa, en la cual firma Berengarius eiusdem loci Abbas atque Barchinon. Episcopus. 

Raimundo de Moncada 1104. 

Renardo 1104.

Rolando 1109.

Anda suelta por el monasterio su piedra sepulcral, cuya inscripción está muy comida. Es curiosa y digna de que se publiquen los siguientes fragmentos:

Hic est locus Rutilandi 

tumba ... tumulandi

nomina ... gloria.

Tu qui legis hanc scripturam

roga Deum Patrem ... 

… sanctae legis

filius ecclesiae.

Rectus, prudens, et fidelis, 

imitator Israelis,

amator justitiae. 

Cunctis fuit hic lucerna,

sit ei quies aeterna

Rex aeternae gloriae.

Hic columba in serpente, 

hic dilexit pura mente

Christum super omnia.

Hic fundatus supra petram

mereatur Patris dextram

cernere in patria.

...

corpus jacet sub hac petra

positum ... 

coelos ponat spiritum Amen, Amen.

Aucto fructu aut terdeno,

sexageno vel centeno

fructus crescant ...

Haec scriptura … dicta

super petram fuit scripta

in hoc anno Domini.

M … CC ... 

… aprilino

haec est summa numeri. Amen. Fiat. F.

Ermengaudo 1134. 

Geraldo de Castellet 1143

Alerando de Sarria 1146.

Raimundo de Sanct Manat 1151.

Guillermo de Aviñón 1172.

Berengario de Santa Oliva 1205. 

Raimundo de Bañeres         1216. 

Arnaldo de Palou 1226.

Pedro de Amenis 1230. 

Pedro de Torrella 1255.

Pedro Felice 1261. 

Geraldo de Clascarino         1277.

Geraldo de San Martín (otros le llaman de Santa Oliva) 1294. 

Ponce Burgueto         1296. 

Tiene este Prelado su entierro en el claustro con este letrero: Anno Domini M.CCC.VI, XIII kal. septembris obiit Vener. Fr. Poncius Burgeti Dei gratia Abbas S. Cucufatis … fama praeclarus, opinione mirabilis, scientia et moribus adornatus, cuius corpus in hoc praesenti tumulo requiescit. Amen. 

Galcerando Solá 1306. 

Bernardo de Montornés 1333.

Galcerando de Lupetis 1334.

Bernardo de Vallseca 1339.

Arnaldo Ramón de Biure 1348.

Es famoso el remate fatal que tuvo este Prelado, que fue asesinado en la noche de Navidad del año 1351 por unos facinerosos de los lugares vecinos al tiempo de cantarse la primera antífona del segundo nocturno. 

Estaba él con todo el pontifical, y así fue herido y asesinado en su silla del coro. Consérvanse sus huesos en la sacristía y el alba, amito y capa pluvial ensangrentada y llena de cuchilladas, y el libro de canto también ensangrentado y casi borrada con sangre la plana. La capa sobredicha es de la forma de las nuestras sin el escudo que pende de ellas.

En la arca de sus huesos se leen estos dísticos modernos:

Hic Biure Abbatis cineres, hic ossa teguntur,

Quae sanie mixta, quae latuere diu.

Atque triumphator Martyr celeberrimus aevo, 

Sic vitae exemplar tradidit ecce suae.

Fuit interfectus anno 1351.

Queda entre las Constituciones de Cataluña la que el Rey Don Pedro IV hizo con esta ocasión (lib. IX, tit. 2). Acaso serían parientes suyos dos canónigos que hubo en Tarragona por estos tiempos, es a saber, Jofre de Biure, que murió en 1334 a 5 de mayo, y Pedro de Biure; ambos dignos de memoria por haber hecho la primera colección de las Constituciones provinciales Tarraconenses.

Pedro de Busqueto 1351.

Bernardo Tereni 1385.

Este es el primer Abad que suena electo por el Romano Pontífice.

Juan Armengol 1394.

Obispo después de Barcelona en 1398.

Berenguer de Rejadell 1399.

Dalmacio de Cartella 1409.

Jaime de Moncorp 1411. 

Bernardo Strucci 1416. 

Juan Trías 1420. 

Pedro 1431.

Pedro Sort o Sors 1451.

Antonio Alemani         1461.


Abades comendatarios. 


Pedro, Cardenal de San Sixto. 1471. 

Esteban, Cardenal de. S. Adriano 1473.

Gaufredo Sort 1479.

Don Alfonso de Aragón, Arzobispo de Zaragoza 1508.

Juan Lázaro Serapica 1521.

Enrique de Cardona, Cardenal 1522.

Alejando (Alejandro) Cesarini, Cardenal 1530. 

Jaime Paratge 1534. 

Pedro Ángel Despuig 1539. 


Abades de patronato real. 


Luis de Cervellón 1561. 

Murió en 1573 y vacó esta abadía diez y seis años.

Miguel Quintana 1586. 

Miguel Aimerich 1595. 

Francisco de Eril 1618.

Gaspar de Sala 1645.

Francisco Bernardo de Pons         1670.

Baltasar de Montaner y Çacosta 1696. 

Fue electo Obispo de Vique en 1705, pero no llegó a consagrarse.

Antonio de Solanell y Montalla 1711.

José de Lupia y Roger         1726.

Fue hecho Obispo de León en 1735. 

Francisco de Serra y Portell. 1736. 

Buenaventura de Gayola y Vilosa 1747.

Eustaquio de Azara 1784.

Obispo de Iviza y de Barcelona.

José Gregorio de Montero 1788.  

Por último sepas que a este monasterio está unido el de San Lorenzo del monte, ya suprimido, situado a corta distancia en lo alto de un monte. Hállanse ya documentos de esta incorporación de los años 1012 y 1099. También lo estuvo el de Santa Cecilia de Monserrate y el de San Pablo del campo de Barcelona, de lo cual ya se habló en las cartas pasadas. También es filiación de esta casa la de San Salvador de Breda y la de Santa María del Coll cerca de Barcelona. Tenían antiguamente los monasterios hermandad unos con otros, de la de este con el de Ripoll hay memoria en un calendario viejo que dice: Feria V. post cineres commemoratio omnium fratrum Sanctae Mariae Rivipulli.

Lo mismo se nota VII. idus martii respecto de los de Poblet. Otras curiosidades monásticas dejo para la historia de los ritos; aunque en lo que es la de este monasterio, no hay duda que hubiera podido aprovechar más, si existiera aquí el libro que sobre ello escribió el docto monje de esta casa Don Juan Bautista Castellarnau, bien conocido por sus cartas a los continuadores de los Bolandos. No se sabe a quien se prestó este libro, y así será muy difícil recobrarlo. En alhajas de esta clase no debía haber tanta condescendencia.

Junto al monasterio y del mismo nombre que él hay una villa, cuya iglesia parroquial se llama S. Pedro de Octaviano. Hay ya memoria de su existencia a mediados del siglo XI (V. Campillo Disquisitio methodi, etc. in append. pág. 40). (N. E Pongo una captura de pantalla al final) Creen guardar en ella un báculo o fragmento del de San Severo, Obispo de Barcelona, y la arca de madera donde primero fue depositado. Lo que yo puedo decir es que vi dentro de una arca moderna varios fragmentos y la cubierta casi entera de otra antigua, que es de álamo blanco y sería de cuatro palmos de longitud y dos de latitud, con varios rastros de pintura y trozos de tafetán, fleques y lienzos. La poca decencia y custodia con que tratan ambas alhajas, no cuadra bien con la creencia que domina en aquellos vecinos. En nuestras especulaciones literarias debimos a los monjes de este imperial monasterio toda la franqueza que podíamos apetecer y que es muy de desear en otras partes, particularmente quedamos deudores al señor Don Ramón Oriola, Pavorde mayor y Vicario general del señor Abad, que se hallaba ausente, y a los señores Don Fausto Prat, Pavorde de Panadés, Don Mariano Ciscar y Don Francisco Bojons.

De vuelta a Barcelona pasamos por una ermita de San Madi (Medi más arriba) o Emeterio, compañero de San Severo en el martirio. Sobre la puerta de la iglesia, que es vieja, hay esta inscripción: 

Anno Domini CCCC.XXXXVII, (447) escrita con caracteres góticos en el siglo XIII, lo más pronto. El P. Caresmar publicó sobre ella una Disertación probando con mucho ingenio y no menor erudición que antes de Dionisio Exiguo ya se usaba el cómputo de los años de Cristo, y que en el de esta inscripción pudo ya haberse introducido el carácter gótico en España. Débense dar las gracias a este erudito escritor, curiosísimo investigador de las antigüedades; mas en esta de que tratamos me parece que no hay más que decir sino que es un letrero puesto en el siglo XIII y acaso en el XIV, cuyo autor notó con el cómputo corriente en su tiempo el año en que según la tradición se había construido primitivamente aquella iglesia.

Viniendo después al monasterio de Padres Gerónimos de Valdebron hallamos en su biblioteca algunas buenas ediciones españolas del siglo XV. Tal es la traducción valenciana de Q. Curcio, hecha por Luis Fenolletnatural de Játiva, impresa en Barcelona en 1481, de que ya habló Ximeno. = El Arbor scientiae de Raimundo Lull, impreso allí mismo por Pedro Posa, Catalán, en 1482, edición desconocida a Nicolás Antonio. Tampoco conoció este bibliógrafo una obra de Fr. Pedro Castrovol, que hay aquí con este epígrafe: Incipit tractatus super libros Phisicorum compilatus per Fr. Petrum de Castrovol, ordinis fratrum Minorum ac sacrae theologiae magistrum, natione Hispanum, de regno Legionensi, et de villa vocata Mayorga. Sábese también con esto su patria; el libro es impreso en Lérida en 1489. En la sacristía guardan la mandíbula inferior de San Andrés Apóstol; un cíngulo o cinta de San Gerónimo, regalado por Santa Paula; un brazo de San Simón Stilita, y otro de Santa Elena; una carta original de San Ignacio de Loyola, fecha en Roma a 1.° de febrero de 1542; un lignum Crucis con este letrero: hoc lignum S. Crucis á R. Domino Archiepiscopo Miralles rite examinatum. Per ignem examinatum fuit anno Domini M.D.XXX., VI. nonas octobris ... ad laudem et gloriam Dei. De este Arzobispo Miralles ya di otras noticias en los correos anteriores.

A distancia de una hora de esta ciudad hay un monasterio de religiosas Franciscas, llamado de Pedralbes (peres albes, piedras blancas), nombre que ya tenía este territorio a mediados del siglo XI. El monasterio es fundado por Doña Elisendis de Moncada, mujer del Rey Don Jaime II de Aragón, en 1327, en que se hizo la escritura de la dotación, pero en la fábrica ya se entendía dos años antes. Así se entienden bien dos letreros sepulcrales que hay en las capillas de la iglesia. El edificio es de aquel tiempo y de una sola nave, afeado con malísimos altares, de que hay por acá gran cosecha. La fundadora, que murió allí en 1364, tiene su sepulcro de mármol en el presbiterio, al lado de la epístola, sin inscripción alguna. He copiado el inventario que se hizo de sus alhajas, que es curioso. Las religiosas me dejaron ver un cáliz del siglo XIV, con el cráter cónico y patena de un palmo de diámetro cincelada. En la orla de la cavidad del centro hay de relieve estas palabras: Aquest calza à fet Madona Sor Francescha Saportela (Çaportella), Abadesa; la qual es del altar de nostra Dona Sancta Maria de Pedralbes. Nada más hallé digno de memoria. 

Crecería infinito esta carta si hubiese de hablar de todas las iglesias parroquiales de esta diócesi, respetables por su ancianidad. Hay memorias de muchas de ellas de los siglos X y XI en instrumentos de consagraciones, dotaciones, ventas, testamentos, etc., de todo lo cual tengo recogidas varias apuntaciones, y aun copias de instrumentos, buenos en sí, pero importunos para decir ahora; mejor será guardarlo para en adelante.

Concluiré la carta con una especie sabrosa, y de mil sabores, por los que halló el famoso Arzobispo Marca en una lápida, cerca de Badalona, dedicada al dios de ellos. Es el caso que cerca de esta villa, llena de inscripciones romanas, ya publicadas mil veces, hay una montañuela que llaman Puntigalá, y en ella, en paraje muy despejado, y frente al nacimiento del sol, se halla un letrero Romano, de solas dos lineas, grabado en la roca viva, sin más pulimento ni adorno que el que la naturaleza dio a aquella tabla o plano inclinado del peñasco. Por apreciable y raro que sea esto, que lo es sin duda alguna, todavía lo parece más su contenido. El sabio Arzobispo Marca, que anduvo por acá, y estuvo muy de asiento trabajando en el monasterio de PP. Gerónimos de la Murta, vecino al lugar que digo, la vio con sus ojos, y por sí mismo la copió en su Marca Hisp. (V. Betulo), de esta manera: 

SOLI . D . SAPORVM

A .P . ABASO . ANVS

interpretándola así: la vieja Abaso puso esta ara al sol, dios de los sabores: ingeniándose tras ello en explicar la propiedad con que aquella vieja, de paladar estragado, pudo intitular así a aquel planeta. No se saborean menos en la explicación del letrero cuantos lo copiaron de aquel escritor. Yo, que en punto a sabores corro parejas con aquella pobre vieja, quise ser testigo del monumento a que le obligó su necesidad. Mas no puedo explicarte el sinsabor que tuve, cuando vi con mis ojos y toqué con mis manos que aquel SAPORUM se había desvanecido (ya se ve como cosa de dos mil años de antigüedad), y en su lugar se hallaba un nombre incompatible con lo profano. Dejemos chanzas en cosa seria. La piedra dice así:

SOLI . D . SACRVM

… ABASO . ANVS.

Esto dice, y nunca ha dicho más a excepción de lo borrado al principio de la segunda linea que acaso se conservaría en tiempo del señor Marca. Pero el SAPORVM es una equivocación de marca, en la que cayeron también los que fiaron de su dicho, pudiendo como nacionales muchos de ellos tomarse el ligero trabajo que yo me tomé de verificarlo. Para mayor seguridad mía, quise que me acompañasen al lugar el doctor Don Ignacio Torres, bibliotecario del Seminario episcopal, el P. Presentado Fr. Domingo Comerma, bibliotecario de este convento de Santa Catalina, y el que ni a mí, ni a los dichos quiera creer, allí tiene el peñasco inmóvil, que habla por sí, y con elocuencia muda, vuelve por el honor vulnerado de aquella anciana Abaso que no estaba tan falta de paladar como suponen, y que era muy devota del sol ut sic, sin condimento de sabor ninguno. A Dios. Barcelona, etc.

S. Pedro de Octaviano. Hay ya memoria de su existencia a mediados del siglo XI (V. Campillo Disquisitio methodi, etc. in append. pág. 40)

viernes, 10 de febrero de 2023

CARTA CXXIV. Biblioteca de la catedral de Barcelona.

CARTA CXXIV. 

Biblioteca de la catedral de Barcelona. Ley del Rey Don Jaime I mandando que en los pleitos no se admitan abogados, sino que cada parte abogue por sí; y que contra la antigua costumbre de escribir en latín todos los instrumentos legales y forenses se escriban estos en lemosín. Dos códices fol., en pergamino, que contienen el uno algunas Homilías y un Sermón de San Gregorio Magno con el sínodo Romano que celebró dicho Santo, y el otro los Morales o Comentarios sobre Job y varias cosas curiosas. Otro códice con otras obras del mismo Santo doctor. Homilías del venerable Beda sobre el Evangelio de San Marcos. Otros códices no menos apreciables. Archivo de esta iglesia.

Mi querido hermano: Ya es razón que digamos de la biblioteca de esta Santa iglesia catedral, que a buena cuenta por aquí debí comenzar la relación de mi viaje a esta capital. Fui admitido en ella día 8 de enero del presente año 1805 por el Cabildo de esta santa iglesia con tanta voluntad como la que yo tenía de registrar las riquezas literarias que le honran. Para esto presenté un memorial en catalán, condición precisa para ser admitido, y reliquia de los usos patrios de esta corona. Era aquí, como en casi toda la Europa, costumbre general en la edad media escribir en latín todos los instrumentos legales y forenses. La primera ley que cortó esta costumbre es de Don Jaime I y del año 1264, la cual he hallado en el archivo real de esta ciudad, y aunque cortada en muchas partes de la polilla, la he copiado por ser tan curiosa (a: Ap. núm. II.). 

Renueva primeramente este decreto la ley que había expedido el mismo Rey Don Jaime mandando que en los pleitos no se admitiesen abogados, sino que cada parte abogase por su causa, menos en caso de ser muy ignorante. Así lo había prescrito también al Justicia de Teruel con fecha de 6 de enero de 1258. En segundo lugar prohíbe que se presenten memoriales o querellas escritas ni en latín ni en romance, prescribiendo que las peticiones y defensas propuestas sencillamente y de palabra se escriban por orden del juez en el libro de la curia, y esto precisamente en romance, en cuyo idioma se escriban siempre así las actas como las sentencias. Aun antes de esto desde el 1250 he visto tal cual escritura, singularmente de venta, escrita ya en lemosín, que era el romance que decía Don Jaime o lingua laica, como la llamaban los notarios que autorizaban en lengua latina los traslados de los documentos lemosines. El fin que en ello tuvo este Rey tan sabio como guerrero es fácil de conocer, que pues el lemosín era el lenguaje de la corte y de la educación, era más fácil explicarse en él, y no exponer asuntos tal vez delicados a los barbarismos y necedades gramaticales con que los notarios y otros poco instruidos en el latín pudieran afear y aun equivocar negocios graves y de consecuencia. Otro objeto pudo tener en ello, que fue pulir por este camino el idioma patrio, que en el siglo siguiente llegó a su mayor perfección. Así supo anticiparse el Rey de Aragón y aun dar ejemplo a Don Alonso X de Castilla, que mandó lo mismo después en sus reinos, y con mucha mayor necesidad por la incultura de su lengua, que comenzaba a nacer de entre las ruinas del Lacio. Ejemplo que siguieron las demás naciones. Duró aquí con más o menos puntualidad la observancia de esta ley renovada por nuevos decretos de los Reyes posteriores hasta el año 1714, en que se mandó usar del castellano. Esta es la época de la decadencia del lenguaje patrio, que tanto deleita todavía con su armonía y concisión, en que hablaron tantos historiadores y filósofos, y a quien la Francia e Italia deben la restauración de la poesía. Vendrá un tiempo en que sean muy raros los que entiendan los libros lemosines, aun los impresos; ¿qué será de los mss. ya por sus nexos harto difíciles? ¿Y qué de los documentos que tanto interesan a la nación y a las familias?
Sed nunc non est his locus.

Los comisionados por el cabildo fueron sus individuos los señores Don Francisco Antonio de Orteu, decano, Don Mariano Quintana y Don Ramón Ignacio de Sans y de Rius, doctoral; los cuales me trataron con la franqueza que exigía mi encargo, poniéndome desde luego en estado y comodidad suficiente para examinar la biblioteca de la iglesia, que es la mayor parte de mss., y tal que mereció que el sabio P. Don Jaime Caresmar, Premonstratense, dedicase algunos meses para examinarla y formar su índice. Allí mismo se conserva el primer borrador de su trabajo, que fue un inventario de los códices y de todos los tratados que contienen, conforme le venían a mano. De este formó después un índice alfabético con remisivas a los números que él puso a los códices; hay de él varias copias, y es de creer que, como sucede en esto, se hayan alterado algunos números. Así en el número 110 ponen las copias de varios sínodos Barcinonenses y Tarraconenses, y no hay tal cosa en ese número, y lo que es más ni en otro alguno de los de la biblioteca: cosa que no sé a qué atribuir. También omitió aquel padre la nota de un libro precioso, sino que según me han dicho no sé qué circunstancias le obligaron a interrumpir su trabajo. Es un códice en folio de más de 300 hojas de pergamino fuerte, que contiene algunas Homilías de San Gregorio Magno sobre los Evangelios, su Sermón de mortalitate y el sínodo Romano que celebró en el año 595. Antes de decir de esto en particular, será bien examinar la antigüedad de este ms. Yo le tengo por del siglo X. Persuádelo bastante su carácter, que todo es mayúsculo, de la manera que indica la muestra adjunta en el número 1.°: la del 2.° es de algunas palabras que se hallan escritas en el margen, que bien muestran aquella antigüedad y por consiguiente suponen la del códice. Advierto que todas son tomadas del natural. Ahora bien, es sentado y corriente entre los que tratan de paleografía, que el uso de escribirse los libros con solas mayúsculas cesó hacia el siglo VII o siguiente. Y aunque los Romanos conocieron el uso del cursivo y minúsculo, pero las obras maestras y de grande estimación se escribieron del otro modo para mayor claridad, hasta que se vio que con menos coste y volumen podía satisfacerse a la dignidad de las obras y a la curiosidad de los lectores. Yo no creo que este libro se escribiera para servirse de él en los divinos oficios, porque sobre no ser del caso el sermón y concilio últimos, hace muy difícil su lectura la ninguna separación de palabras y aun el mismo uso de las mayúsculas, que no deja lugar para fijarse la vista que corre sobre una plana con rapidez. Sin embargo, es de observar que en los Breviarios impresos de esta iglesia las Homilías del Santo doctor se tomaron de este códice, copiando los epígrafes y hasta el título de la basílica donde las dijo. Hasta las cubiertas de este códice merecen ser examinadas. Se conserva la de una parte solamente, porque a la verdad está maltratado, y a fe que merece encuadernación muy rica y colocación muy distinguida. Pues digo que la cubierta que permanece es una especie de tejido de palma, cubierto con piel, y por refuerzo interior se halla un pergamino antiguo de escritura del siglo X o siguiente, y es un fragmento de un diccionario de sinónomos (sinónimos). Es también de notar que esta es ya segunda encuadernación, como se echa de ver en el lomo. Pues si tan estimable es la parte material del libro, lo es mucho más su contenido. Ya dije que contiene principalmente las Homilías de San Gregorio Magno. Son en todo XX, puntualmente las mismas que publicaron los PP. Maurinos en el segundo libro de las Homilías del Santo doctor y con el mismo orden. Dícelo claramente el epígrafe final: Favente Dno. Jhu. Xpo. expliciunt Homilias XX. in secunda parte super Evangelium expositio Beati Gregorii Papae urbis Romae feliciter utere felix. Amen. Se expresa al principio de cada una las iglesias donde se dijeron, y entre ellas hay cuatro in basilica S. Johannis quae appellatur Constantiniana. Esto más hay que añadir a lo que dijeron aquellos padres en la prefacion a las Homilías del Santo doctor, probando que la basílica Constantiniana estuvo dedicada a San Juan y no a San Salvador. En muchas se halla también notado el día en que se dijeron y concuerdan con los impresos. Observo que hay variantes así en el texto de las Homilías como en el de los Evangelios, que se ponen también a la larga. Pero no he tenido comodidad para hacer el cotejo que quisiera.

No puedo pasar en silencio una pequeña observación, y es que en la homilía núm. 14 después del título, que es de bermellón como todos los demás, y acaba: habita ad populum in basilica SS. Johannis et Pauli, en medio de la línea siguiente se halla de letras grandes y también de bermellón esta sola palabra: VIVAS. La inconexión de ella con lo antecedente y consiguiente hace sospechar que quisiesen expresar el nombre del Obispo, que así se llamó a fines del siglo X, en cuyo tiempo pudo ser que se escribiese el libro. También he hallado una conformidad total entre su escritura y la de la primera linea de un documento del año 957 y es la restauración de la canónica de Vique por su Obispo Wadamiro, de la cual se dijo a su tiempo (a: Vid. tom. VI, pág. 33.).

A las homilías sigue el Sermón conocido del Santo de mortalitate, con este título: Incipit sermo de mortalitate ad populum in basilica S. Johannis, quae appellatur Constantiniana. Está como en los impresos, sino que remata en la indicción de las letanías sin expresar las iglesias de donde debían salir. Por último, se halla el concilio que dije con este epígrafe: Incipit decretum ad clerum in basilica Beati Petri Apostuli. Lo he querido copiar a la letra por ser breve y haber observado que con su lectura se puede enmendar el texto que publicó Labbé, singularmente en las suscripciones de Obispos y presbíteros, las cuales pone todas este códice con alguna diversidad en los nombres y sillas episcopales y títulos de los presbíteros, y además añade tres que Labbé no puso y son: Vir bonus, Episcopus Tuscanensis. = Deus dedit, presbiter tit. S. Praxedis. = Crescens, presbiter tit. S. Laurentii (a: Ap. núm. III.). Esto poco he podido hacer en obsequio de la mayor pureza de los escritos del Santo doctor, a quien tanto debemos los Españoles. Y por esta muestra se verá que por no haberse contado hasta ahora con los códices de nuestra nación para las ediciones de los SS. Padres, falta todavía mucho que hacer para la perfección de sus obras. La antigüedad de este códice Barcinonense, a la cual no llega ninguno de los que vieron los Maurinos para la publicación de las Homilías de San Gregorio, le hace digno de ser conservado con esmero para lo que con el tiempo se medite sobre esta materia. Del mismo Santo doctor hay otro códice señalado con el número 102, y contiene los Morales o Comentarios sobre Job. Es un vol. fol. max. en pergamino de más de 400 hojas, escrito a principios del siglo XI y de un carácter casi igual al que diré de la Biblia del monasterio de Poblet. Por desgracia están cortadas en muchos lugares con la golosina de las miniaturas, de que apenas queda uno u otro vestigio. Es más sensible esta falta en el remate del libro por donde acaso pudiera rastrearse el tiempo en que se escribió. Comienza por el texto entero de Job, al cual sigue el remate de la carta del Obispo Tajón a Quirico, Obispo de Barcelona, que publicó Baluzio en sus Misceláneas: a esto la relación del hallazgo de los Morales de San Gregorio por Tajón en Roma, conforme se halla en Aguirre, con diferencias levísimas que no merecen el trabajo de copiarse de nuevo. Tras esto una breve noticia de San Gregorio y de sus obras, donde leo estas palabras: Fertur tamen isdem excellentissimus vir et alios libros morales scripsisse, totumque textum quatuor Evangeliorum sermocinando in populis exposuisse. Incognitum scilicet nobis opus. Felix tamen et nimium felix qui omnium studiorum eius monumenta potuit cognoscere. No hay que hacer hincapié en los otros libros morales que expresa el mismo que copia los Morales sobre Job; más notable es que ignorase las homilías sobre los Evangelios. De lo cual se infiere o que no poseía todavía esta iglesia el códice que antes dije a principios del siglo XI, que es cuando se escribió este de que hablamos, o que este último, que es sin disputa Español, se trabajó en otra ciudad muy distante de Barcelona. Aunque también pudo ser que se copiaran aquellas palabras de otro códice, y sean de algún escritor antiguo que ignorase esa obra. Tú lo verás.

Sigue luego un breve Comentario de Job, cuyo autor no es fácil averiguar, y tras él los Comentarios de San Gregorio con su prefacion, en los cuales, aunque bien conocerás que me era imposible hacer ningún cotejo, sia embargo, la antigüedad del códice da margen a conjeturar que habrá muchas variantes y acaso algo más. Al fin se halla un catálogo de los canónigos de esta iglesia que debía haber en el siglo XII, de cuyo tiempo es indubitablemente la letra. Lo copiaré aquí porque es cosa curiosa. Están a dos columnas:

Col. I... ps. aut suus stator: Archidiachonus: Poncius, sacrista: Dalmatii Geriberti: Dalmatii Remundi: Guilaberti Seniofredi: Olivae Remundi: Guitardi Boetii: Remundi Seniofredi: Mironi Goltredi: Remundi Dalmatii: Riculphi: Ermengaudi Bernardi: Guillermi Donutii: Guillermi Suniarii: Bernardi Guifredi: Mironi Balluvini: Bernardi Ermengaudi: Guilaberti Remundi: Remundi Sendredi. 

Col. II. Capitis scolae: Guillermi Remundi: Guillermi Sendredi: Stephanus Adalberti: Remundi Guitardi: Bonifilius Petri: Mironi Petri: Poncii Guillermi: Compagni Tudiscli: Mironi Guillermi: Vivas Cuadalli: Guillermi Giscafredi: Guillermi Bernardi: Petri Arnalli: PREPOSITVS: quatuor Ebdomadarii: Berengarii Remundi: alii Berengarii Remundi: Ugoni Guillermi. Algunos de estos nombres y apellidos parecen del siglo XI y anteriores también; v. g. el Tudisclo, Sendredo y Vivas Guadalli. Mas esto no quita que los hubiese en el XII, en cuyo tiempo se escribió este catálogo, en que es muy regular se escribiesen los presentes y no los pasados. El que pueda descubrir la época de alguno de ellos podrá conjeturar sobre los demás.

Todavía queda que decir de San Gregorio Magno. El códice núm. 64, escrito, según conjeturo, a fines del siglo XI, después de varias obras de PP. y de la Exposición de Ezequiel del mismo Santo doctor, concluye con dos Comentarios in Cantica, atribuidos al mismo en el catálogo que hizo al fin un canónigo de esta iglesia llamado P. Arbert, que floreció hacia la mitad del siglo XIII y asistió como procurador de su Capítulo al VIII concilio Tarraconense de Don Pedro de Albalat en 1248. El primero se atribuye equivocadamente a San Gregorio, pues es entero el de San Isidoro que hallarás entre sus obras, edición de Madrid de 1778. Comienza con los mismos hexámetros: Hunc cecinit Salomon mira dulcedine librum, etc. Principio: Tangat me dulcedine praesentiae suae. Fin: saltem crebra visitatione me consolari memento. El segundo Comentario no desdice del carácter de San Gregorio Magno y hasta el título parece atribuírsele. Dice: Incipit Epitolamium Gregorii y no más, comenzando seguidamente la obra así: “Osculetur me osculo oris sui, quoniam bona ubera tua super vinum. Audistis Epitolamium carmen, dilectissime frater, quod Spiritus Sanctus per Salomonem ex voce sponsi et sponsae, id est, Christi et Ecclesiae pro coelestium allegorica decantatione praedixit; quando Christus sponsus et anima sponsa obpignoraverunt sibi invicem castam coniugii voluntatem, et facti sunt duo in carne una, id est, Deus et homo. Sponsum autem Christum et sponsam Ecclesiam probat Johannes Baptista dicens de Christo: Qui habet sponsam, sponsus est. Amicus autem sponsi stat et audit eum, et gaudio gaudet propter vocem sponsi. Et alius Propheta: Disponsabo te mihi in spe. Et iterum: Disponsabo te mihi in fide et caritate. Denique, ut sciatis hoc carmen pro Christo et ecclesia esse praedictum, praetitulatio ipsa manifestat, sic enim pronuntiatur: Cantica canticorum, eo quod super omnia cantica quae aut Moyses aut Maria in Exodo, aut Esaias, aut Abacuc et ceteri cecinerunt, haec meliora sunt cantica; quia illi aut pro liberatione populi aut pro conversatione hominum, aut pro admiratione divinorum operum accensi animo ac mente Deo laudes dixerunt. Hic autem Christi et Ecclesiae vox psallentis auditur.”

Basta esto para muestra. Qué dieras tú porque esta obra fuese de San Gregorio? Y qué hallazgo más precioso que este, si tal sucediere? Cabalmente convienen todos los historiadores en que San Gregorio escribió sobre los Cantares; pero mientras Mabillon, Ceillier y otros atribuyen al Santo doctor la exposición que se halla en la edición de los Maurinos, Casimiro Oudin y otros muchos niegan con no poco fundamento que sea obra del Santo, y la atribuyen a un Abad Roberto, que floreció en el siglo XI en los tiempos de San Gregorio VII (a). 

De todos modos convienen en que en el estado en que se halla aquel escrito no se le debe atribuir. Conque están todavía por descubrir los genuinos Comentarios de San Gregorio Magno sobre los Cantares. 

Y como podía suceder que fuesen estos que aquí se hallan, he querido copiarlos, pues sólo constan de cinco libros breves.

Del venerable Beda están las homilías sobre el Evangelio de San Marcos (núm. 28). Es códice extranjero y del siglo XII. En las cubiertas se lee copia de una cesión hecha a favor del Arcipreste Alifano, et ecclesiae Sanctae Mariae in Calabio, por Bartolomé, Abad de un monasterio, infra fines Telesiae civitatis, año 1184, anno XVIII. Domini nostri secundi Regis Wilielmi.

(a) V. Oudin, De Scrip. eccl. (tom. I, pág. 1543, y II página 777), donde copia esta obra de Roberto, y por su cotejo con la de los Maurinos se ve que son una misma cosa, a excepción del principio hasta la mitad del primer capítulo, que es del todo diferente. 

Estos son los mejores códices que aquí hay de las obras de los Santos Padres. Apreciables son los escritos en los siglos XIV y XV; pero son comunes y se hallan por ahí a cada paso. Sólo quiero advertir brevemente que en el vol. 69, que contiene los III. libros Sententiarum de San Isidoro Hispalense, en el capítulo VIII del libro I, que se intitula: De mundo, donde los impresos concluyen: Ut semper ea cogites inmensa, continúa así este ms.: Fecit ergo Deus omnia valde bona. Nichil ergo naturâ malum est: quando et ipsa quae in creaturis essent poenalia, si bene utantur, ea bona et prospera sunt; si male utantur, noceant. Ita ergo, etc., y así va prosiguiendo. Porque veas cuánto pueden servir estos ejemplares ms., aun siendo tan recientes como del siglo XV, como lo es este volumen 4.° vit. Vamos a otra cosa.

El códice núm. 2 contiene varios opúsculos sobre las cuestiones que se ventilaron con tanto calor en el siglo XV de potestate Papae, Ecclesiae, et Principum saecularium, de los cuales da razón el índice que ya dije, formado por el P. Caresmar. Entre ellos hay una Disertación inédita y desconocida del canónigo de esta iglesia Juan Palomar, que hizo un papel muy distinguido en el concilio de Basilea, donde dijo la oración que publicó Labbé en el tomo XVII de la Colección de concilios, y fue uno de sus Legados a Bohemia: cosas que podrás ver en el Nicolás Antonio, Bibl. vet., con las notas de Bayer (a). Disuelto por segunda vez el concilio se ausentó de él Palomar, y estuvo por Eugenio IV, a lo que yo creo, aun cuando el Rey Don Alfonso V de Aragón mandó que sus vasallos permaneciesen en Basilea. Así puede inferirse de el papel que digo, que tiene este título: Incipit quaestio D. Johannis Palomar, utriusque juris doctoris: cui parendum est, an SS. D. N. Papae Eugenio IIII. an concilio Basiliensi, tamquam superiori. Principio: Non fuit moris mei, etiam cum adhuc juvenis essem, allegationis cumulos facere, etc. El motivo de haberle copiado no es precisamente por enriquecer el orbe literario con esta obra más, sino porque al paso que justifica la conducta de Eugenio IV, cuenta algunas cosas secretas que pasaron en aquellas reyertas. Parece que lo escribió después de haber regresado a Barcelona hacia el año 1444 (b), porque al fin dice: Dedi autem maxime operam ad facti narrationem, quae in hiis partibus ut plurimum ignoratur... Recitavi etiam ex certa scedula per me olim scripta. En fin allá va copia de todo por si te parece digno de nuestra colección. Advierto que el ms. llama claramente al autor Palomar, no Polmar ni Polemar, como Labbé, loc. laud. col. 779 y 1207.

(a) Bayer sospecha que Juan Palomar fue Valenciano y no Catalán. Yo puedo añadir que uno de los primeros canónigos que lo fueron de la colegiata de Játiva en el año de su erección 1414 se llamaba Juan Palomar.

(b) En el volumen I de las Actas capitulares de Gerona se halla en 1442 la provisión de un canonicato, vacante por muerte de su obtentor Juan Palomar. No me consta si es del que hablamos; y tampoco es inverosímil que obtuviese a un tiempo dos canonicatos, cosa tan frecuente en aquel siglo. 

Sobre la misma materia he copiado otros dos escritos inéditos. El primero tiene este título: Responsio facta per Serenissimum Dominum Alfonsum, Regem Arragonum et Ciciliae, Domino Eugenio Papae quarto, conquaerenti quare suos Praelatos et subditos Romanam curiam sequentes, de curia recedere, et ad concilium Basiliense iubebat accedere. Sus razones todas están cargadas de textos del Derecho, que hace su lectura pesada; pero ello es lo que es. Débese referir al año 1438 poco más o menos. Está en el códice 26. La otra es del códice 1, y es la oración que en el concilio Bituricense, congregado para deliberar el partido que el Rey de Francia podía tomar en los negocios del concilio Basileense en 1438, dijo el Legado del concilio Tomás de Corcelles. El aprecio que hicieron de él los Basileenses puedes verlo en Labbé (tomo XVIII., columna 1385 y 1418). Ignoro de qué nación sea; el apellido no desdice de este país. Al fin, si es extranjero, poco se perdió en el poco tiempo que costó copiar esta obrita.

Hay otros muchos volúmenes y tratados pertenecientes a esta materia del concilio Basileense. Están copiadas también todas sus actas en el códice 4, formadas por cuatro notarios, desde 7 de septiembre de 1431 hasta 1 de julio de 1441; al fin dice: Vilasalo me scripsit: y varios tratados y oraciones en los códices 1, 2, 4, 16, 26, 101 y otros en que no habré reparado.

Muy conocido es el Obispo de Gerona Don Juan Moles Margarit por su Paralipomenon rerum Hispaniae, y otros escritos. Mas no lo es el que aquí he hallado, señalado con el número 83, cuyo título es Templum Domini, y su objeto el que verás en lo que voy a copiar de él. Comienza así: "Serenissimo Johanni secundo Aragonum Regi. Liber Templum Domini per Johannem de Margarit, Gerundensem Episcopum feliciter incipit. = Praefatio. = Cum in creatarum rerum ordine religio primum semper locum tenuerit, quae ab Abel primo iusto sumens initium, per omnia deinde saecula digrediens in nos quodam naturali iure pervenit, etiam per omnes sectas infelicium Deorum, et a veritate et Dei veri cultu et religione aberrantium; et intelligam, Serenissime Princeps, religionem hanc a nostris his temporibus lacerari ob nonnullas templorum ac ecclesiarum spoliationes, signanter quae in sacra domo Rivipullensi perpetrari contigit his diebus: sacrilegium utique et horrendum et detestabile; cui accidit ius sepulcri violati antecessorum tuorum, quorum corpora in eodem claustro quiescere nemo dubitat: ius itaque omni lege hebraica, gentili, catholica, divina pariter et civili privilegiatum, ac denuo nuntiatum sit magestati tuae ab eiusdem magestatis consiliariis aplausu quodam suggestum esse licere eidem eo iure, quo et Pontifici Summo licet, de iocalibus ecclesiarum in defensionem status propria auctoritate convertere. Quam rem licet compertum habeam a magestatis tuae proposito plurimum deviare, similiaque consilia nec in mentem pii Principis impressionem aliquam non esse factura; nichilominus ad  excitandum pii Regis et Principis mentem, et cum regnum nullum sine sapientia et religione possit persistere... pernecessarium existimavimus calamum ad scribendum suscipere quantum in omni lege cum hebraica, gentili, ac catholica valuerit religio de observandis et non offendendis templis, illisque in ipsam religionem oblatis. In quo proposito scripturi sumus apologeticum librum adversus irreligiosam rabiem illorum, qui templa violare contendunt. In quo opere exemplis potius quam sacrorum canonum auctoritatibus, etc.” Sigue a esto la obra dividida en XXX capítulos. Los cuatro primeros tratan de los templos entre los Hebreos, su veneración, riqueza, inmunidad, etc. Los otros cuatro tratan de lo mismo entre los Gentiles. El IX tiene este título: Mandavit Deus in evangelica lege aurum offerri ecclesiis. = X. = De Catholicis Imperatoribus observatoribus ecclesiarum, et prosperatis successibus et finibus eorum. = XI. = De impiis, Imperatoribus in Deum et ecclesias, et infelicibus imperiis, horrendisque finibus eorum. = XII. = De religiosis Regibus Gotthorum, et illorum observatione ecclesiarum. En este capítulo habla de la rebelión del tirano Paulo contra el Rey Wamba, y dice: "Cui rebellioni adhaesit pene universa Cathalonia et Gallia Gothica, quae nunc linga Occitana corrupto vocabulo apellatur, cum linga Gothicana debeat apellari. Hic igitur Paulus rapta corona aurea ab ecclesia S. Felicis Gerundae, quae fuerat ecclesiae praefatae donata a Racharedo, piissimo Gothorum Rege; quam cum suis sacrilegis manibus rapuisset, et eius capiti imposuisset, cum eadem coronatus est.” = Cap. XIII. = De malis Regibus Gothorum, et infelicibus eorum regnis, et finibus. Hablando aquí de la invasión de los Árabes en España como debido castigo de los pecados de Witiza, no hay mención de Don Julián ni de su hija, sin embargo que pondera mucho la liviandad de aquel Príncipe: tampoco hace mención del reinado de Don Rodrigo. El XIV es: De exteris Regibus, maxime qui in Hispania regnaverunt, et de illorum religionibus ad ecclesiam. = XVI. = De Regibus Aragonum, quid in ecclesias contulerunt, et eorum successibus.= XVII. = Quomodo homo habens duas partes, animam et corpus, secundum animam considerandus est. Y así prosigue hasta el fin tratando de la preeminencia de lo espiritual a lo temporal, del sacerdocio, su dignidad, etc. Con esto podrás formar idea de lo que es esta obra, la cual es regular que nunca veas, si no hay por esos rincones algún otro ejemplar, que este tiene ya muchas hojas ilegibles.

Y pues hablamos de obras ni publicadas ni conocidas, otra he hallado del célebre Fr. Guido de Terrena o de Perpiñán de la orden de nuestra Señora del Carmen y su General, y obispo de Mallorca en 1321 y de Elna en 1332, del cual hallarás noticia en la Bibl. vet. de Nicolás Antonio; pero no del escrito que hizo de orden del Papa Juan XXII, el cual se halla al fin del códice núm. 2, y comienza así: Cedulam ex parte Sanctitatis vestrae, Pater Beatissime, recepi, in qua detestabiles continentur errores; contra quos videre et scribere me Fratrem Guidonem, Maioricensem Episcopum, filium vestrum atque facturam, jubet Sanctitas vestra. De los errores que se proponía impugnar sólo se encuentra aquí la primera cuestión contra asserentes temporalia ecclesiae subesse Imperatori. Tengo esta obra por diferente de la Summa de haeresibus y de la Reprobatio operis Catalonici, que comúnmente le atribuyen.

Ya se me pasaba la noticia del códice número 18, que contiene los cuatro Evangelios escritos con suma prolijidad en vitela en el siglo XIII, a lo que entiendo. Hállanse algunas variantes de la Vulgata, y entre ellas la que ya notó el P. Caresmar en el principio del Evangelio de San Juan, donde dice: qui non ex sanguinibus, neque ex voluptate carnis, neque ex voluptate viri, sed ex Deo, etc. No me parece esa cosa en que se deba hacer mucho hincapié, ni debe tenerse por una variante de la Vulgata; porque realmente los escribientes del siglo XI y XII dijeron con frecuencia voluptas por voluntas, lo cual saben los que han visto las escrituras de donaciones y ventas de aquel tiempo: Ego N., decían, nullius cogentis imperio, nec suadentis ingenio, sed propria et spontanea mihi elegit bona voluptas, etc. Lo más notable es hallarse el texto seguido sin distinción de capítulos, lo cual es anterior al siglo XIII. En las notas marginales, que son muchas y prolijas, he observado que no se cita a ningún Padre ni Doctor de la Iglesia. 

Otros códices hay preciosos cada uno en su clase, Comentarios de leyes y de teología, Sermones, obras lemosinas que servirán para cuando se escriba la biblioteca de escritores Catalanes, libros viejos de aniversarios, consueta de la iglesia, un Misal ms. del siglo XIV, otro impreso en León en 1521 y otros de esta clase, de los cuales he formado mis extractos correspondientes para la parte ritual. No ha aprovechado poco para esto el códice 84 llamado del ventre, o de las raciones que debían dar mensualmente los Prepósitos a los canónigos, beneficiados y ministros de esta iglesia. Está escrito con limpieza en el siglo XV, pero conserva las costumbres desde el siglo XIII y acaso las que se establecieron en 1157, que es cuando se crearon las preposituras. Ya lo verás cuando pueda enviar los extractos que de él he hecho. Entre tanto sírvete para las adiciones de Ducange del artículo siguiente: In die Natalis Domini. = De distributione porci. = “Primo aperitur per ventrem, ita quod educitur primo pectus et brona per longum, et incipit a linga sive a linguare usque ad bronam, quae est inter coxias; ita quod mamillae semper remaneant in brona. Postea amputantur ei pedes, et de pernis et de spatlaribus brachia quae se tenent cum pedibus. Deinde amputatur capud juxta biscocium et prope aures; et dividitur caput in duas templas. Item removetur sujuna de longo in longum amplitudine unius boni digiti; et de illa squina amputatur porquerol versus caudam … et huic squinae additur pectus incisum inter bronam et acorador … Et est sciendum quod illi parti quae est ex parte anchae datur unus lumbus pro astç, illi vero, quae est de coxia, dantur cor et duo renes, et melça pro astç, et illa qui accipit pronam accipit tres peciolas pro costats”.

Basta de esto por ahora, pues va copia de toda la rúbrica. También omito la noticia del Santoral de esta iglesia en cinco códices, porque ya la tienes muy dilatada en el índice que formó el padre Caresmar. Uno de ellos mandó escribir Guillermo Montells, canónigo de Gerona, y lo regaló a esta iglesia el año 1360; el cual tiene al fin entre otros versos este notable:

Spi Patris et Filii ritus in nomine Sancti.

De él he copiado el opúsculo que el monje Aimonio escribió en el siglo IX sobre la traslación de las reliquias de San Vicente Mártir desde Valencia a Castres en Francia; porque está aquí mucho más completo que el que publicó Bollando (XXII januarii) y Mabillon (Acta SS. ord. S. Benedicti, saec. IV, part. 1). Hállase dividido en lecciones, según el uso del oficio eclesiástico. ¿Se podrá inferir de aquí que se celebraba fiesta de dicha traslación en esta iglesia? No lo sé. Hallo que había fiesta solemne del Santo con octava, mas en los calendarios y otros libros donde debía, no hallo tal cosa. Lo que sí se podrá inferir es que a principios del siglo XIV, que es cuando se escribió el Santoral, era opinión común en este país que las reliquias de aquel Santo se trasladaron a Castres y no al cabo de San Vicente. Lo mismo creyeron siempre los Valencianos, como ya dije en otra parte. Va también el Carmen del mismo Aimonio, y todo con las lecciones viciadas como se halla. Tú harás las correcciones que parezcan oportunas para ingerirlo en nuestra colección, donde no dirá mal este documento copiado por la primera vez de un códice Español.

El archivo de esta iglesia tiene todo el arreglo y distribución suficiente para servir al público. Además de los documentos sueltos, gran parte de los cuales no se duda que hayan perecido, conserva por fortuna cuatro grandes cartularios, que en Castilla llamarían tumbos o becerros y aquí llaman libros de antigüedades, donde están copiados todos los documentos tocantes a la iglesia, sin contar otros que son colecciones de privilegios pontificios y reales. En la escalera por donde se sube a este archivo, hay otro donde están olvidados otros muchos documentos, desde el siglo IX hasta el XV. El padre Caresmar, infatigable en sus trabajos, emprendió un extracto cronológico de todos los documentos grandes y chicos, del que no queda sino su borrador, que a la verdad es confuso, porque sobre haberse encuadernado trastrocadas las hojas, tiene la nulidad de no haber puesto en un volumen todo lo perteneciente a cada año, sino que se hallan repartidos en tres volúmenes, continuando en el 2.° y 3.° v. g., un artículo que comenzó a extractar en el primero. Sin embargo, puede y debe copiarse con buen orden y claridad, porque sobre ser un trabajo que recomienda más que otra cosa alguna la incansable laboriosidad de este anticuario, es utilísimo para la iglesia, que con sólo este repertorio tiene lo suficiente para el manejo de sus intereses y negocios. Cánsase el que lee tal multitud de extractos y no se acaba de admirar cómo sin ningún interés tuvo paciencia para acotar muchas cosas pequeñas e impertinentes de entierros, aniversarios, etc., el que amaba las antigüedades curiosas y singulares; las cuales cuanto más aficionan el ánimo con su hermosura e importancia, otro tanto le desaficionan de lo que es pequeño y bagatela.

De mí sé decir que me ha servido mucho esta lectura y ayudado grandemente para lo que digo de esta iglesia.

Se me pasó decir en su lugar, de su biblioteca antigua las pocas noticias, que han venido a mis manos. Habíala pues ya en el siglo XII, en el cual el Obispo Don Arnaldo Armengol, ordenando su testamento a 22 de diciembre de 1142, dice: Concedo S. Cruci et S. Eulaliae... meos libros qui in eadem ecclesia sunt, bibliothecam quam feci scribere, et alios.

A 13 de junio de 1195 Arnaldo de Caldes, canónigo, firmó el recibo de varios libros de decretos y leyes de la biblioteca de la catedral, que le prestó el Obispo Don Raimundo. Dos años después, a 20 de octubre, el canónigo Berenguer de Palou recibió de la iglesia varios códices bíblicos, los cuales ofreció glosar. Nada más he hallado sobre esto. A Dios. Barcelona, etc.