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lunes, 27 de febrero de 2023

CARTA CXXXIX. Reflexiones, concilios, Inscripciones antiguas halladas en Tarragona.

CARTA CXXXIX. 

Reflexiones sobre lo que falta que hacer en la publicación de los concilios Tarraconenses. = Inscripciones antiguas halladas en Tarragona. 

Mi querido hermano: Es muy justa y muy propia de un eclesiástico el ansia con que esperas la noticia de los concilios Tarraconenses. Cuanto hay de ilustre y grande en esta iglesia, fábrica, alhajas, fama interior, Prelados, todo es menos que el menor de sus concilios. Por ellos ha sido y es celebrada en todo el orbe, teniendo la gloria de haber continuado esta santa costumbre casi hasta nuestros días. Esta es la causa porque ninguna otra iglesia podrá presentar tantos concilios provinciales como la nuestra, cuyo número asciende a noventa, salvo error. ¡Grandes auxilios para la historia y disciplina eclesiástica de España! Así es que Tarragona, después de haber sido el emporio de la superstición y lujo de los Romanos, ha venido a ser el tesoro de nuestra literatura cristiana.

El daño está en que las riquezas se hallan por la mayor parte esparcidas, inservibles, ignoradas y acaso despreciadas. De los noventa concilios sólo se hallan en la colección que publicó el Arzobispo Don Juan Terés (que es la última y más completa) las constituciones de cuarenta y seis, y estas no todas, sino sólo las que podían ser útiles a la disciplina de aquel tiempo, omitiendo las ya anticuadas, y las que suponen costumbres o vicios que ya no existían. Tampoco se publicaron por el orden con que se establecieron, sino clasificadas por materias. Este plan era por cierto útil para el estudio y gobierno eclesiástico, mas no para la historia, que necesita ver en los documentos el progreso de la disciplina, según los tiempos, la noticia de los Obispos, Abades y otros personajes 

que asistieron a tan venerables asambleas, las causas que en ellas se trataron, sus sesiones, actas, etc. La lectura sola de las constituciones y cánones del concilio de Trento serviría de muy poco para la historia eclesiástica, si por otra parte no constara la noticia de los herejes a quienes condena, sus prórrogas, personas ilustres, protestas, etc. Las 

constituciones de los concilios son el resultado de una serie de hechos anteriores, cuyo conocimiento interesa sumamente a la iglesia. 

Esto por lo tocante a los cuarenta y seis Tarraconenses, de quien se han publicado ya las constituciones.

Los restantes cuarenta y cuatro concilios quedan ignorados en sus actas y constituciones, y lo más que el público ha visto de ellos es el brevísimo análisis que hizo de algunos de sus cánones el Illmo. Sr. Don Félix Amat, 

Arzobispo de Palmira y Abad de San Ildefonso en su Historia eclesiástica. Porque el Cardenal Aguirre sólo hizo memoria en su colección de diez y nueve concilios Tarraconenses, a excepción del de Tortosa en 1429, cuyas actas y decretos pone a la larga; de los demás habla muy ligeramente. Resulta de todo esto que de los noventa concilios celebrados en esta provincia, sólo se ha publicado entero el que acabo de decir: que de cuarenta y seis se han publicado solas las constituciones desunidas sin los otros auxilios que suministran a la historia; y que de los restantes cuarenta y cuatro sólo se sabe que los hubo. Cosa por cierto asombrosa y que no podrían mirar con indiferencia los Prelados que los convocaron, si les fuera dado salir de sus sepulcros. "Para esto, dirían, trabajamos y sacamos a nuestros sufragáneos de entre sus ovejas, y a los Abades del retiro de sus monasterios, y gastamos y gastaron ellos el patrimonio de los pobres, y consumimos largas vigilias! Para esto nos dio el Señor su sabiduría, con la cual dictamos aquellas leyes y reglas de bien vivir, que ahora yacen sepultadas sin el menor fruto! (a).”

(a) Todos los pensamientos de esta carta y hasta pasajes al pie de la letra se hallan ya vaciados en la carta LXXXIV, tomo X; no hay más diferencia sino que el número de concilios Tarraconenses que en ella se supone de 100, en esta se rebaja al de 90. 

Por justas que fuesen estas quejas de tan celosos e ilustrados Arzobispos, lo es mucho más la de toda la nación, que tiene un derecho incontestable a disfrutar este tesoro común, y sobre el cual los particulares no tienen más inspección que la custodia. Cualquiera que ame de veras las iglesias deseará por medio de la publicación de estos documentos su exaltación y su gloria, ¿Qué buen Español mirará con ánimo sereno despreciadas estas fuentes domésticas de la doctrina eclesiástica, al paso que se buscan y se compran los libros de esta clase de otros reinos y provincias?

Solas trece mañanas empleé en registrar parte del archivo de esta catedral. La caridad me obliga a callar el nombre del que por sus ocupaciones o por otra causa no pudo sufrir la carga de mis visitas; así como la justicia me obliga a publicar el de los que auxilian mis tareas. Si en tan poco tiempo y con el agobio y desabrimiento que suelen inspirar los genios tétricos, pude descubrir y aclarar algunos puntos de la historia de esta iglesia y tomar noticias para escribir extendidamente y publicar su Archiepiscopologio (que aun de esto carecían, cuando Barcelona y otras iglesias los tienen publicados y muy completos): ¿cuánto ganaría la historia eclesiástica y crecería la gloria de esta metrópoli con la publicación de otros documentos que allí están enterrados y las noticias de los concilios, de que me consta haber un cajón en el archivo?

Y porque se vea que son fundadas mis quejas y que no pido cosas imposibles, sino fáciles y hacederas, diré lo que en esta parte se puede hacer, y lo que yo hiciera, si hubiera hallado más franca acogida. Todo el trabajo se reduce a formar una colección de todos los concilios Tarraconenses, para la cual no se necesita ni debe adoptarse otro plan que el cronológico. Los concilios que ya se han publicado deben presentarse formando cada uno un cuerpo de sus constituciones, recogiéndolas para el efecto de los títulos que las dividen en las colecciones, y cotejándolas de nuevo con los códices que aquí existen. 

Los historiadores, y mucho más los documentos y notales de la iglesia suministrarán la noticia de los años y lugar en que se tuvieron, el tiempo de su duración, número de sesiones, objeto de su convocación, Prelados que asistieron, y otras curiosidades que deben escribirse al principio de cada concilio. Donde parezca oportuno deben ponerse notas históricas que descubran la causa de las resoluciones conciliares y cuanto interese 

al público para su mayor inteligencia. Esto por lo que toca a los existentes. En los que hayan perecido del todo por el furor de las guerras y otros acontecimientos, después de hechas todas las diligencias en las iglesias sufragáneas y monasterios, donde acaso existirían ejemplares o fragmentos, dígase a lo menos lo que la historia conserva de ellos, como lo hizo respeto de algunos el Cardenal Aguirre. Esto es mucho más fácil respecto de los celebrados desde fines del siglo XV hasta la mitad del XVIII, cuyos procesos originales se conservan en el archivo de Provincia. 

Cópiense de ellos las convocatorias, las protestas y juicios principales, y a lo menos dígase el objeto y resultado de sus deliberaciones. Dispuesta esta obra cronológicamente, como he dicho, es negocio de pocas manos y cuando más de dos años de trabajo, y sobre esto de grande utilidad para la nación, y de lustre e interés muy seguro para esta iglesia. Lo mismo digo respeto de los sínodos diocesanos, aunque no son de tanta consideración, sobre los cuales es muy poco lo que hay trabajado, y aun de esto somos deudores al sabio Don Antonio Agustín, que recogió y publicó sus sínodos y de sus inmediatos antecesores, y tal cual constitución de tres o cuatro sínodos antiguos. Doce envié desde Valencia celebrados en los siglos XIV y XV, hallados en un ms. de aquellos tiempos, donde se copiaban conforme se iban celebrando: existe este precioso códice en la biblioteca de mi convento de aquella 

ciudad. En resolución, no me es posible excusarte el chasco que te llevas en este correo: tú esperabas concilios provinciales, y yo no puedo enviar hoy más que piedras. Pero son piedras de Tarragona, donde, como dice Don Antonio Agustín, hasta las paredes hablan latín. A bien que este es un tesoro abierto, y que el deseo que anima al canónigo Don Carlos González de Posada, no permite que quede cerrado y desconocido a ningún curioso. Este sabio individuo de nuestra Real Academia de la Historia, y conocido por el primer tomo, que ya publicó, de los Varones ilustres de Asturias, sobre otras muchas noticias que me dio pertenecientes a la historia de esta iglesia, ahora, sin otro interés que el de cooperar en cuanto puede a la ilustración nacional, me ha comunicado y ayudado a cotejar las copias que tenía de las inscripciones antiguas, halladas gran parte por él mismo en estos últimos años, después de las que publicaron Flórez, Ponz y Masdeu. Y es de notar que el hallazgo de ellas es obra de la casualidad: por donde se ve cuánto daría de sí una excavación meditada y bien dirigida.

Así que, mientras los que trabajan en el Viaje pintoresco de España preparan la deseada publicación de los fragmentos antiguos que aquí se conservan, copiaré los de los letreros descubiertos ahora, apuntando antes la anécdota siguiente, que es curiosa.

Don Antonio Agustín, con el entrañable amor que profesaba a la antigüedad, deseó formar en su casa arzobispal un museo donde se recogiesen todos los restos de los monumentos Romanos Tarraconenses. Con esta idea pidió al Cabildo permiso para arrancar las inscripciones que había en las capillas y altares (a: De esto queda memoria en las resoluciones capitulares de 20 de noviembre de 1584, donde se lee: Super lapidibus scriptis, seu epigramatis, quae sunt intus ecclesiam in certis capellis et altaribus, quas petit Illmus. Dominus sibi dari ad ponendum eas in quodam museo, seu loco, quem construere intendit in horto palatii, cum aliis multis, quas acumulare fecit; fuit determinatum nemine discrepante, quod dentur omnes quotquot inventae erunt, cum hoc quod reficiantur altaria bene et decenter sumptibus dicti Domini Illmi. prout se obtulit facere.)

Lo mismo hizo con muchas de las de la ciudad. Mas no llegando a realizarse el proyectado museo, quedaron sueltas por los patios de su palacio: de las cuales sólo se salvaron unas pocas, que su sucesor el señor Don Juan Terés colocó en la raíz de la puerta de la Curia. Así vino a suceder que, en vez del museo que preparaba a sus amadas inscripciones aquel Prelado, les labró contra 

su voluntad un sepulcro. Y esta es la causa porque ya no existen en los lugares citados por Icart y otros antiguos las inscripciones que ellos copiaron. Otra causa de haber desaparecido muchas de las inscripciones de Tarragona, fue el saqueo que los Ingleses hicieron de esta ciudad, al tiempo de abandonarla, en las guerras que llamamos de sucesión, a principios del siglo XVIII; porque entonces, como dice el Deán Martí, cargaron dos naves de las inscripciones que hallaron en Tarragona. Alléganse a esto las causas ordinarias y comunes, es a saber, el enjalbegamiento de las paredes, con que se ocultan las letras y su mala colocación a tiro de manos de niños, ruedas de carros, y aun tras de las ollas y sartenes de las castañeras.

Pero dejando esto aparte, vamos a copiar las recogidas por el señor Posada. 

I. En el arenal, llamado playa del Milagro, junto al cuartel de los presidiarios, hay una piedra de jaspe de cinco palmos de largo y la mitad de ancho, con esta inscripción: 

D. M

CA... SSI

CHRYSAMPELI 

HERMIONE

LIB. ET HERES

EX TESTAMENTO 

F. C. 


II. En un fragmento de mármol descubierto en 1794, se lee: 

… HOSTILIS. C (efecto espejo, luna creciente). LIB...

… HOSTILIA. (misma C). LIB. 

HYMNI... 

Está en casa de dicho señor Posada.


III. En el mismo año se descubrió junto a la huerta del convento antiguo de Capuchinos un pavimento de mosaico; en uno de sus trozos leía el mismo señor Posada: 

… OS. VENIR (la I muy larga)

B.


Advierto que en el mismo sitio se encontró dos o tres años antes la inscripción, que por mal copiada (leyendo SACERO en lugar de SACERD.) 

aplicó Masdeu a la familia de los Sacerones. Y no hay duda que sería de 

algún sacerdote, indicando las ruinas haber habido allí algún templo.


IV. Por ese mismo tiempo en las excavaciones de la cantera del muelle, se halló una tabla pequeña de mármol, con este letrero:

A. VALERI

IVCVNDVS. DOMIT

MELITON. VF ...

VMERIVS 

Consérvala en su casa Don José Antonio Castelarnau (Castellarnau).


V. A 11 de abril de 1799, derribando unas casas que compró Pedro Valls en la calle Mayor, se encontró una piedra de poco más de vara de alta, la cual se colocó en la pared de las mismas casas, mirando a la calle de 

Riudecols. Dice así:

M. VALERIO 

M. F. GAL

ANIENSI

CAPELLIANO

DAMANITANO. ADLEC

TO. IN. COLONIAM

CAESARAGVSTANAM

EX. BENEFIC. DIVI. HADRIANI

OMNIB. HONORIB. IN. VTRAQ

REP. FVNCTO. FLAM. ROM- 

DIVOR. ET. AVG

P. H. C


VI. Otra piedra se halló y colocó en el mismo sitio que la antecedente, y es esta: 

L. IVNIO. BL(ESI)

F. QVIRI ... 

MARONIAE (NO) ...

PATERNO. LANCIEN(SI)

OMNIB. IN. REPVBLICA

SVA. HONORIB. FVNCTO

(IIV)IR. BIS. SACERD. ROM. ET

AVG. CONVENT. AVSTVRVM

ADLECTO. IN. QVINQ. DECVRI

… ITVMAE. ROMAE. IVDICANTIVM

FLAMINI. AVSTALI. P. H. C 

P. H. C

Se ha suplido entre paréntesis lo que falta en el letrero. Apenas se distingue la última L de la linea primera; pero ciertamente lo es, y viene bien con el nombre Bleso, de que hay memoria en un Propetor (pro pretor ?), que fue de la Tarraconense, llamado Junio Bleso, después de 

haberlo sido de África, según puede inferirse de Veleyo Paterculo (lib. II). También se ha suplido en la linea séptima el IIV, estando clara, como lo está, su terminación IR.


VII. En la cantera del muelle se halló en el año 1799 un gran pedazo de ara, al parecer, y en ella estas letras, como de medio palmo:

I.O.M 


VIII. En un machón de la fachada de la iglesia mayor, junto a la sacristía de la capilla de las Vírgenes, se halla colocada desde el siglo XIII una inscripción, que por estar casi enterrada no se ha publicado hasta ahora. Leyola el señor canónigo Posada en 1799, y dice así:

SEMPRONIO

M. F. GAL ... 

...

… TR. MILIT...

… CYTHIC.... 

LEG. VI. FER. TR.

MIL. LEG. III. GAL.

TRIB. MIL. LEG...

VV. FLAMINI... 

P. H. C.


IX. En los cimientos de la fuente antigua del jardín de la catedral, se halló en 4 de diciembre de 1800 la siguiente inscripción, maltratada y sin sentido: 

… IIDIEVO

… AGLARETAE

… INIBORT...

… BVS SI

… L. AELIANVS


X. En el mismo año 1800, componiendo la calle del Rosario, se halló escrito en un pedazo de mármol el principio de una inscripción, en esta forma: 

::: CTO (t alta) MITHRI (IT altas)

El Sr. canónigo Posada guarda con aprecio este fragmento, que cree el más antiguo de las inscripciones Tarraconenses, y a lo que yo entiendo con razón. El carácter de la letra, y la lectura que ofrece Victo Mithridate, 

hacen sospechar que sean del tiempo de la república Romana. Debió ser dedicatoria a Pompeyo el Grande, que tenía por acá muchos apasionados, o a alguna deidad, comenzando por ablativo absoluto, porque estas palabras, sin disputa, están en la primera linea de la inscripción: cosa que no es frecuente en las piedras de inscripciones, y no sé que haya ejemplar en las muchas de Tarragona. Las letras grandes tienen ocho pulgadas y siete las menores. Otra particularidad me hizo observar en esta piedra el señor Posada, y es que anteriormente hubo en ella otra inscripción, la cual borraron para hacer estotra; y la superficie donde estaba la antigua la destinaron para asentar allí la estatua.


XI. En 16 de enero de 1801 abriendo los cimientos para el cuartel de presidiarios que se hizo en la área del anfiteatro romano, se halló una piedra de más de seis palmos de alta, en la cual pudo leerse lo siguiente: 

D. M.

CLEARCHI

HIC CLEARCHVS QVI DVM VIXIT

GRAECO MAGNO NOMINE

NVNCVPATVS FACTIS MERVIT

NOMEN HOC ET LITTERIS

INFANS CAP … ANNIS

FELICI CVRI ...

FVIT NEPOS I...

HOSTIVM ...

Es notable el ritmo de que usó en esta inscripción, no porque sea cosa nueva en la antigüedad romana; que muy sabido es que ya usaron los Romanos de este género rítmico en canciones populares, y tal cual vez las aplicaron al objeto que aquí tiene, sino por hallarse en España letreros de esta clase, de lo que hay seguramente pocos ejemplares.


XII. En 3 de mayo de 1803 en la casa del Barón de las Cuatro torres Don Carlos Morenas, al fin de la calle Mayor, se halló la siguiente inscripción:

… IO

Q … FVSIO

.. II VIR. FLAM. DIVI

CLAVDI. PRAEF. ORAE

MARIT

FLAMINI. DIVORVM. ET

AVGVSTOR. PHC. PROVINC 

HISPANIA. CITER 

(OR)DO. TARRACONENS

HONORES. DECREVIT

En las primeras líneas falta el pronombre, nombre, padre y tribu de este Fusio a quien honró la España citerior: en la penúltima línea se puede suplir et ordo.


XIII. En la misma casa se halló junto con la antecedente esta otra:

C. IVLIO. C.F. 

GAL. PILAE.

SEGOBRICENSI.

FLAMINI. ROMAE

DIVORVM. ET. AVGVST. 

PROV. HIS. CITER. 

P. H. C. 

En la misma casa y al mismo tiempo se halló la siguiente:

Q. LICINIO

M. F. GAL. SILVA 

NO. GRANIANO 

FLAMINI. ROMAE 

ET. AVG. PROVINC 

HISPAN. CITER 

PRAEFECTO. ORAE 

MARITIMAE

PROC. AVG

P. H. C. 

El último palo de la M se enlaza con el primero de la A, en la octava linea. De este Licinio, habló el M. Flórez en el tomo XXIV, pág. 19; mas esta inscripción añade la noticia de su padre y de la tribu. La piedra, que es de jaspe, conserva su bocelito: tiene cuatro palmos de alta y tres de ancha. 


XV. De la misma calidad y dimensiones es la siguiente, hallada también en el mismo lugar.

C. EMILIO. C. F. 

GAL. FRATERN 

PRAEF. FRABR. II 

TRIB. MIL. LEGIO

NIS. V. ALAVDA 

FLAMIN. P. H. C 

HIC. CENSVM 

EGIT. IN PROVIN

GALLIA. AQVITANIC 

P. H. C.

Las dos II de la línea tercera deben significar E, equivalente de et, según lo que usaban los Romanos, y observa Flórez en el tom. XXIV, pág. 314. La palabra Alauda de la línea quinta está bien copiada, y significa una legión de tropas Francesas que dicen levantó Julio César, llamada Alauda, por la cresta o plumaje que usaban los soldados en el morrión, casco o sombrero. Acaso se tomó esta denominación del ave que ahora llamamos cogujada, y en tiempo de Plinio se llamaba alauda (Plin. lib. XI, c. 37). Cicerón ad Attic. lib. 16, epist. 8, dice: Antonium cum legione Alaudarum ad urbem pergere. Así puede leerse en esta piedra Alaudarum concertando con militum, y también Alauda, diciendo V legionis (quae vocabatur) Alauda; del mismo modo que en la penúltima línea lee bien Gallia Aquitanica sin régimen, porque supone así: in provincia (quae vocatur) Gallia Aquitanica. El apellido Fraternus no es desconocido en Tarragona; y son fáciles de hallar sus memorias en Grutero, Finestres y Flórez. Y siendo este C. AEmilio Fraterno, puede dudarse si hubo equivocación en la que publicó Flórez, p. 297 de C. AEmilio Paterno.



XVI. Del mismo lugar y tiempo es la siguiente:

M. PORCIO

M. F. GAL

NARBONENSI

TRIB MIL LEG XXII

PRAEF ALAE THRAC

HERCLAN PRAEF

ORAE MARITVME 

FLAMINI DIVORVM AVG

PROVINCIAE HISP CITER

Esta inscripción carece de puntos: Herclan (linea 6) puede ser abreviatura de Herculanae, como Hercle lo es de Hercule.


XVII. En 30 de julio de este año de 1804 en la caballeriza de Juan Alomá, calle del Roser, se halló una piedra de jaspe del país, alto como tres palmos; está quebrada en la parte superior, pero se conserva la mitad de un escudo con tres estrellas. Es rara por esto y por callar el nombre del liberto a quien se dedica. Dice así:

D. M.

T VINICIVS 

SOGALVS II

SEST VINI

CIA EVPOEA

LBERTO B M

La A de Vinicia no tiene palo travesaño. El apellido de la misma es Eupolema, y es bien de notar el nexo que tiene y no se puede imprimir bien. 


XVIII. En la huerta del Colegio Tridentino se halla el siguiente fragmento.

...

MARITIMAE ...

CVM QVASI ...

ANN XXVIII HIC ...

FVIT INIMICV ...

CAECILIA MIHI KARlSS...

El segundo renglón puede leerse supliendo después del CVM QVA SANTISSIME VIXIT Ó SINE QVERELLA VIXIT; porque es común en iguales epitafios y lo restante lo está pidiendo.


XIX. En casa del Sr. canónigo Posada existen los fragmentos de las tres piedras siguientes:

1.° 


D M

SEXTILIO

SVLONI

ATILIAN 

..XORI...


2.°

D M

DOMITIO ...

CATOCO NV ...

MISIO ...


3.° 

...

II (punto alto) L 

DANAIS

CVRAVIT


XX. Cerca de esta ciudad y junto a la torre llamada de los Scipiones, se halló en el camino real en el mes de julio de 1803 una piedra común, la cual llevó Don Estanislao Vallescar a su casa en Torredembarra. Dice así: 

LICINIVS (. alto) CALI

DROMVS... 

PROSA(LV)TE

MEA 

VOTVM . SOLVI

IOVI . DOMNO

L. B. S. 

XXI. En septiembre de 1803 se halló entre Cambrils y el Mombrio (Montbrió), cerca del camino real, una columna de trece palmos y medio  de alta, y en ella la inscripción siguiente:

TI CLAVDI

CAESAR

GERMA 

MAX TRI

COS IIII

PATER 

CXI 

Algunas otras letras se leen en la vuelta de la columna, como es I correspondiente al pontificado a que sigue MAX. El Tiberio Claudio tuvo el IV consulado con L. Vitelio, año de Roma 798 y de Jesucristo 47. Es 

apreciable esta inscripción, no sólo por hacer memoria de Claudio, de quien algunos creyeron que no la había en piedras de Tarragona, sino por ser miliaria, de ciento y once mil pasos, a lo que parece, con que se pudiera ayudar mucho a la geografía, sino que la cavaron para hacer un sepulcro y cubrieron el cadáver con ladrillo y argamasa, con lo cual

desconcertaron la escritura. Hoy está en Reus para colocarla en la ermita de nuestra Señora de la Misericordia.

XXII. En 1.° de junio de 1805 en las excavaciones de canteras para la obra del muelle, en el huerto del Cabildo llamado de Rebollado, se halló una piedra de jaspe del país, alta cuatro palmos y dos de ancha, con la inscripción siguiente:

C (. alto) VALERIO

AVITO (. alto) IIVIR

VAL (. alto) FIR 

MINA (. alto) FIL

TRANSLATO 

AB (. alto) DIVO (. alto) PIO

(EX) MNC (. alto) AVGVS(T) 

(I)N (. alto) COL (. alto) TARRAC (la c más alta y pequeña) 

En la penúltima linea la V de Municipio está enlazada con la M en el centro. Quede para otros averiguar cuál era el municipio Augustano de donde fue trasladado este Duumviro a Tarragona; el cual existiría sin duda o en España o fuera de ella, así como los había Elianum, Claudianum, Septimianum, denominados de los Emperadores.

XXIII. En el mismo tiempo y lugar que la antecedente se halló una piedra jaspe del país de cuatro palmos y medio de altura y medio de ancho y espesor, escrita en dos de sus superficies, de las cuales la primera, maltratada en el remate de las lineas y suplida por una que trae Flórez (España Sagrada, tom. XXIV, pág. 216), dice así:

Q (todos puntos altos) HEDIO . (L . F . POL .) 

LOLLIAINO . (GFNTI) (o GENTI)

ANO . LEG . ...

PR . PR ... P ...

PRAESIDIOR(VM)

CORNICVLA(RII)

EIVS . ET . CON (MILITONES)

ET . SPECVL(ATORES)

LEG . VII G (E efecto espejo) M (. P . F .) 

Con esta inscripción, que está bien copiada, pueden corregirse las que del mismo Q. HEDIO publicaron con mucha variedad Grutero, Pighio, Schoto y Finestres (V. Flórez, loc. laud.). Por ella se ve que la Legión Séptima Gemina estuvo algún tiempo en Tarragona, es a saber, en el de Septimio Severo y Antonino Pío, que es cuando vivía este Q. Hedio Lolliano, como se ve en la inscripción que produce Flórez, loc. laud. Así que no es tan cierto, como comúnmente se cree, que dicha legión residió siempre en León, de cuya ciudad no es irregular que se ausentase después de dos siglos y más que pasaron desde la conquista de los Astures, año 25 antes de Cristo, hasta los tiempos de estos Emperadores. Las siglas PR . PR . de la línea cuarta pueden significar Propraetori o Praesidi Provinciae, o acaso Praefecto Praetorio o Praetorii o Praesidii, o Praefecto Procons. Puede verse la descripción de estas y otras siglas semejantes en el docto tratado de Siglis veterum de Juan Nicolai, cap. XXI, pág. 139 y 140. En tal caso podrá añadirse este más al número de los que lo fueron en la Tarraconense.

XXIV. La otra inscripción de la misma piedra está falta en su principio, y lo que queda dice así:

CORNICVL 

POMPEIVS AGRI 

IVLIVS AVITVS 

COMM

C IVLIVS CRASSVS 

T PVBLIENTVS LVPV S 

SPECVL

Q ALFIVS IANVARIVS

G VALERIVS MARCIANVS 

L MA(E vuelta)NAIVS S(E vuelta)M(E vuelta)NTINVS 

G CAECILIVS RESTITVTVS

G AVRELIVS OCTAVIVS

G AVFIDIVS HILARVS

L AVRELIVS ... ILETERVS (a) 

L ALFIDIVS VRBANVS

G IVLIVS FLOR(E vuelta)TNINVS (FLORENTINUS)

L SEMPRONIVS FIRMANVS

(a) Puede leerse Phileterus por estar comida la primera sílaba. 

Aunque esta inscripción muestra mucha mayor antigüedad que la antecedente, y no le parece ni el carácter ni en los puntos, que enteramente omite, téngola, sin embargo, por del mismo tiempo y aun por continuación de la otra; puesto que se hallan distinguidas las tres clases Cornicularii, Commilitores, Speculatores, que son puntualmente los dedicantes de la otra, escrita en otra superficie de la misma piedra, todos ellos de la Legión VII. Gemina, existentes en Tarragona. 

XXV. No debo omitir las inscripciones de carácter desconocido, antes las tengo por más apreciables, porque acaso con la repetición de estos ejemplares podría llegar a fijarse el alfabeto, de que tantas utilidades resultarían. Tres son las piedras de esta clase halladas aquí. Una en 1803 en las excavaciones de la huerta del Barón de las Cuatro torres sobre las canteras del muelle, y ahora se halla en la casa del deanato. Es un pedestal de poco menos de vara de alto, en el cual se ven estos únicos caracteres (a: Véase la estampa núm. 1).

Los caracteres son de dos pulgadas, a excepción de las OO, que son menores.  

pedestal, caracteres, Fulvia Lintearia,

Las otras dos inscripciones son bilingües. Una de ellas se encontró a 27 de febrero de 1801 en las excavaciones de la huerta de Capuchinos sobre el puerto, y debajo de ella había huesos humanos. Dice así (a: Véase la estampa núm. 2.).

Cerca del mismo lugar y en 1794 se halló la otra inscripción que decía, en piedra ordinaria, y es esta (b: Id. id. núm. 3.).

XXVI. Con la ocasión de abrir la carretera para el tránsito de los Reyes nuestros Señores junto a la torre llamada de los Escipiones, fue hallado por el arquitecto Don Juan Antonio Rovira un vaso de vidrio bien conservado y tapado herméticamente, como de palmo y medio de elevación y uno de diámetro en su mayor convexidad: estaba encastado entre dos piedras de sillería selladas con plomo, y dentro de él había otros dos pequeños vasos lacrimatorios, y una medalla del Emperador Augusto, que hoy tiene el señor Posada, con la inscripción DIVVS 

AVGVSTVS PATER, y en el reverso corona de laurel con estas iniciales en el centro: C. V. T. T., que es, Colonia Victrix Togata Tarraco. Es la que publicó Flórez, núm. 1.°, en la tabla de las medallas de Tarragona. 

El vaso encerraba los huesecitos de un niño.


XXVII. Tras estas antigüedades romanas bien será decir de las de otras gentes que aquí se hallan. La primera es un arco árabe que debió ser adorno de alguna ventana, hallado en los cimientos de la capilla nueva de Santa Tecla, y colocado hoy día en el claustro de la catedral junto a los fragmentos del templo de Augusto. Los encargados del Viaje pintoresco han copiado este monumento, que es de labor muy delicada y no dejarán de publicarle. Me regaló copia el señor Posada de un letrero árabe que hay en dicho arco, tomada del natural y con la más escrupulosa exactitud.

XXVIII. Inéditas son también dos inscripciones sepulcrales hebreas, que hoy se hallan en la pared exterior de la casa del señor Deán de esta iglesia, sobre las cuales me ha comunicado la siguiente relación el doctor Don Félix Torres y Amat, Rector del Seminario episcopal, y catedrático de escritura en esta universidad, que fue el primero que la interpretó, y yo no tengo que añadir a sus juiciosas reflexiones. Dice así:

"Paseándose Don Carlos de Posada por el trozo de carretera que hay entre el edificio que fue convento de PP. Trinitarios, y el fuerte de la Reina, vio en la pared sobre la cual estriba parte del camino, y circuye la viña de Don Ventura Canals, una piedra con caracteres que conjeturó serían hebreos o árabes. Vino luego a buscarme, y fuimos a dicho lugar, en donde vimos desenterradas dos piedras, la una de seis palmos de largo y cuatro de ancho, y la otra de ocho de largo y cinco de ancho, con caracteres hebreos muy bien formados, que copiados con toda la exactitud posible dicen así: 

(la imagen está en la pág. 101 del pdf)

“Este sepulcro es del Rabino Jaiam, hijo de Isaac, que murió en marzo del año 395. 

(siguiente imagen)

“Este sepulcro es del Rabino Janamá, hijo de Simeón Arlabí, que murió en la luna de abril del año 484. No puede casi dudarse que la fecha del 

primer epitafio es 395, según indican claramente los puntos colocados sobre las letras de las últimas palabras  *hebreo Jehovah nos salvará. Es cosa muy sabida que acostumbraban los Judíos tomar una palabra o expresión análoga al asunto, y denotar con todas o algunas de sus letras el número de los años que querían. Para cuyo fin señalaban con un punto sobre, o a veces tres, las letras que servían al cómputo. Y de ahí es que para la fecha de la primera inscripción, usaron de las palabras: Jehova yoschijénu, cuyas cinco letras primeras *hebreo toman la suma de 395. Esta manera de contar se llama entre los Judíos *hebreo  Cómputo menor o pequeño, porque para la mayor brevedad, se omiten los millares, como sucede entre nosotros cuando decimos que corre ahora el año 800 de Cristo. Así, pues, en las dos inscripciones debe suponerse la suma de cuatro mil años: de modo, que según el cómputo mayor de los Hebreos, la fecha de la primera inscripción es 4395 del mundo. Contando, pues, que nuestra era de la creación del mundo discrepa 240 años de la de los Judíos, que cuenta esta de menos; y por lo mismo, añadiéndolos a los 395, sacamos que el año de la primera inscripción es el de 4635 del mundo, o 635 de Jesucristo.

Casi con igual certeza se puede asegurar que la fecha de la segunda inscripción es 724 de Jesucristo, o 4724 del mundo; pues aunque en la última linea hay algunas letras muy mal conservadas, como por fortuna han quedado íntegras las que sirven para denotar los años, se puede afirmar con bastante seguridad que la fecha de la segunda inscripción es la dicha de 724, cuyo número componen las letras *hebreo, junto con los 240 años que han de añadirse, y tiene de menos la era de los Judíos.

(El cuadro con caracteres hebreos, su equivalencia en números y suma está en la pág. 104 del pdf)

Primera inscripción. Segunda inscripción. 

(Magnitud de los caracteres)

Esta explicación se hace más verosímil, si es verdad lo que dice Masdeu, tomo XIII, en su España Árabe, que en 852 fue tomada Barcelona de los Moros por traición de los Judíos que había en ella. No sólo Monjuich, sino algunos pueblos de esta costa conservan muy antiguas memorias de los Judíos, y aun en Falset me ha dicho el Ilmo señor Arzobispo, Don Fr. Francisco Armañá, que pasando de visita le hablaron de alguna inscripción hebrea que hay cerca de las minas de plomo de aquella villa, a las cuales quizá acudirían los Judíos. Por lo que toca a esta ciudad no puede dudarse que fue muy poblada de Judíos, pues no solamente leemos en la Geografía del Nubiense, clima 5, p. 1, que Tarragona se apellidaba ciudad de los Hebreos, sino que hay tierras en estos contornos del Seminario Tridentino hacia el fuerte del Rey, que en los Cabreos antiguos se dicen sitas en la partida llamada Torre del (dels) Jueus, y hay casas en la Judería, etc.

El señor Arzobispo, que ha querido copia de estas inscripciones, me ha dicho que le parecían muy fundadas mis reflexiones, y con un voto de tanto peso, no he tenido reparo en enviárselas al sabio Marini, bibliotecario de la Vaticana, por medio de mi común amigo y filólogo Don Buenaventura Prats.” Hasta aquí el citado señor Torres.


XXIX. Por último, digamos de un sepulcro romano cristiano, esto es, que sirvió para depósito de Cristiano después de haberlo sido gentil. Es una arca grande de mármol hallada en el cementerio antiguo en 1786 con estas inscripciones:

MEMORIAE

FIRMIDI . CAECILI

ANI . B . F . COS . LEG

VII . GEM . P . F . VALE

RIA . PRIMVLA . VXOR

MARITO . B . M . F

Al lado opuesto se lee estotra: Anno Domini M.CCCVII nonas octobris obiit Dominus G. de Bagnariis, Praepositus Ecclesiae Tarraconensis, qui instituit unum capellanum commensalem in dicta ecclesia, et unum anniversarium. Cuius anima requiescat in pace. Amen. Este era Guillermo de Bañeres, Prepósito, cuya muerte fija el Necrologio en ese mismo año. Hoy se halla esta arca en el jardín del claustro frente a la famosa del rapto de Proserpina, ambas llenas de tierra y cubiertas con azulejos para servir de canapé. A la clase de estas sepulturas mixtas sospecho que pertenezca otra grande arca de piedra medio enterrada en la parte exterior de la catedral, en la puerta llamada antes de San Juan, después de Santa Tecla, y que ahora se llamará con más razón de San Olaguer por su capilla inmediata. No desagradará a los Españoles ver confirmado con pruebas domésticas lo que con otras de varias naciones han manifestado los anticuarios extranjeros. A lo que sobre este punto tenemos dicho en el tom. I de este Viaje, merecen añadirse las observaciones de L. A. Muratori en su Disquisitio de antiquis Christianorum sepulchris.

XXX. En 19 de julio de 1805 cavando en casa de Don Ramón Caputo, notario en Tarragona, se descubrió una lápida de jaspe del país, de cinco palmos de alto, tres de ancho y dos y medio de grueso, con la inscripción siguiente que está íntegra:

POMP . MAXIMINAE

EX . G . BRACAR AVG (superíndice) 

FLAM . VXORI 

VLPI . REBVRRI

FLAM 

P. H. C. 

Su lectura es esta: Provincia Hispaniae Citerioris (posuit) Pompejae Maximinae, ex conventu Bracaragustano, Flaminicae, Ulpii Reburri Flaminis Uxori. 

Existe en Tarragona otra lápida puesta por la provincia a M. Ulpio Reburro, del convento jurídico de Braga, y Flamen de la provincia Tarraconense, o España Citerior, y ahora resucita su mujer a reunírsele, de la cual no había memoria; y se añade una Flamínica a las conocidas en Tarragona. La inscripción del marido publicaron Apiano, Verderio, Scotho, Grutero, Finestres y Flórez, (tom. 24 de Esp. Sagr. pág. 178), donde pretende que Reburro era nombre de familia y de pueblo en Galicia, y que Marco Ulpio era Gallego.

Basta por ahora. Mañana marcho a ver los monasterios de esta diócesi, y según noticias no será inútil el viaje.

A Dios. Tarragona, etc. 

miércoles, 15 de febrero de 2023

Carta CXXXIII. Voluntaria sujeción de los Obispos de Cataluña al Arzobispo de Narbona, durante el cautiverio de Tarragona.

Carta CXXXIII. 

Voluntaria sujeción de los Obispos de Cataluña al Arzobispo de Narbona, durante el cautiverio de Tarragona. Restaurada esta, volvieron a sujetarse a su propio y antiguo Metropolitano. Elecciones de los Arzobispos en aquellos tiempos. Elecciones de los Obispos. Danse muestras de estas elecciones en las que se hicieron en las iglesias de Barcelona, Lérida y Gerona. Confirmación de los Obispos por el Metropolitano. Parte que tuvo la iglesia Tarraconense en la confirmación de los Obispos, y en la Sede vacante.

Mi querido hermano: La mala acogida que tuve, y los repetidos desaires que sufrí la primera vez que me presenté al cabildo de Tarragona, y mi pronta y bochornosa retirada de esta ciudad, no por culpa de tan digna corporación, sino por la de un solo individuo suyo, en quien ella depositara toda su confianza, me han obligado a terminar mi viaje a las iglesias de Cataluña, por donde debía haberlo comenzado. A la de Tarragona le tocaba de derecho el ser la primera, y cabalmente ha sido la última. A comenzar por ella, procedía que dijera yo a qué Metropolitano estuvieron sujetas las iglesias restauradas de Cataluña durante el cautiverio de Tarragona: cómo después de quebrantado por esta el yugo agareno, se elogian sus Arzobispos y los Obispos sufragáneos: quién los confirmaba: qué parte tuvo en la confirmación de estos y en Sede vacante la iglesia Tarraconense: en suma, cuál era la disciplina que sobre dichos extremos en aquellos tiempos regía. Pero, pues, en el viaje anticipado y prematuro, sí, pero forzoso a las otras iglesias del principado, quedan deslindadas muchas de estas cosas, aunque tocadas por incidencia, lo que a comenzar yo por Tarragona hubieran sido noticias preliminares conducentes a dar luz y facilitar la inteligencia, para cuando se tratase de las iglesias sufragáneas: lo que voy a decir ahora será una confirmación, o más bien recapitulación de cuanto llevo expuesto en la materia. Mientras duró el cautiverio de la ciudad de Tarragona por la invasión de los Árabes, las iglesias catedrales de Cataluña que tuvieron la felicidad de sacudir su yugo a fines del siglo VIII, o principios del IX, reconocieron constantemente por Metropolitano al Arzobispo de Narbona; más por efecto de las circunstancias y del engrandecimiento de los Reyes de Francia a quienes debían su restauración, que por el supuesto decreto de la Sede Romana a favor de aquella metrópoli. 

Esta verdad, que la negó Masdeu a la sombra del pirronismo que introdujo en la historia, (N. E. Más claro, un tergiversador moderno de la historia, incluso con documentos a mano. Sería hoy el presidente del institut Nova història) está atestiguada por innumerables documentos auténticos, de los cuales consta que las iglesias de Barcelona, Urgel, Vique y Gerona, no reconocieron otro Metropolitano que el Narbonense en las confirmaciones de sus Obispos, asistencia a los concilios, apelaciones judiciales, etc.

Duró esta práctica por espacio de cuatro siglos, sin más interrupción que las dos épocas en que los Obispos de Vique Atón y Berenguer Rosanes obtuvieron el honor de Metropolitanos Tarraconenses; el primero a poco más de la mitad del siglo X, y el segundo a fines del XI.

Este último Prelado tuvo la gloria de ver reconquistada a Tarragona el año 1089. Y aunque el Arzobispo de Toledo Don Bernardo, como Legado Pontificio le impidió celebrar un concilio y algún otro acto propio de su

autoridad; mas no le quitó la jurisdicción metropolítica que él y sus sucesores ejercieron constantemente desde entonces sobre las cuatro iglesias sufragáneas ya citadas, sobre las de Tortosa, Lérida, Mallorca y Valencia, que se conquistaron después, y sobre las restantes de Zaragoza, Tarazona, Huesca, Calahorra y Pamplona, de que se componía en ese tiempo la provincia Tarraconense.

De esto son pruebas indubitables la asistencia de los sufragáneos a los concilios, la apelación en las causas eclesiásticas y la confirmación de las elecciones de Obispos que hacía el clero de las iglesias catedrales.

Y puesto que sólo se desea saber lo que la historia nos ha conservado acerca de este último punto, diré de ello lo que nos queda en los documentos existentes en los archivos de las iglesias de Cataluña; por los cuales se verán tres cosas:

1.a Que el Arzobispo de Tarragona confirmó todas las elecciones de sus Obispos sufragáneos hasta el pontificado del Papa Juan XXII, y aun algunas veces después de haber este Papa consolidado las reservas pontificias. 

2.a Que aun vacando la Sede Tarraconense, el Prepósito y cabildo de aquella iglesia hacía en esto las veces de su Pastor.

3.a Que las iglesias catedrales resistieron con ansia las reservas, y trataron cuantas veces pudieron de conservar el derecho de elegirse Obispo, y al Metropolitano el de confirmarle. 


ELECCIONES DE ARZOBISPOS.


Vacando la Sede de Tarragona el Prepósito de la misma iglesia, primera dignidad de su clero, que siempre se intitulaba Praepositus et Capitulum ecclesiae Terracon. convocaba a los Obispos sufragáneos para elegir sucesor; y en la elección, si se hacía por compromiso, el Prepósito era voto nato. El cual, junto con dos canónigos y dos de los Obispos sufragáneos, elegidos todos por el Capítulo, nombraban (los cinco) el Arzobispo futuro. Estas prácticas y las fórmulas correspondientes constan a la larga entre otros documentos por las actas de la elección del Arzobispo Don Benito Rocaberti, hecha en 1251 por muerte de Don Pedro de Albalat. Existe también en el archivo de la misma iglesia una protesta del Obispo de Barcelona Don Berenguer de Palou, hecha el año 1234, 

por no haberle convocado el Capítulo de Tarragona a la elección de Arzobispo después de la muerte de Don Sparago. Esta era la costumbre, a pesar de no hallarse expresada en la bula del Papa Celestino III del año 1194, en que hablando de las vacantes de Arzobispos confirma, como una de las libertades de la iglesia y de sus costumbres antiguas, la de que el Capítulo elija el sucesor uniformemente o por mayoría de votos. 

No existe memoria alguna de las elecciones de los Arzobispos del siglo VIII. La primera que hay es la de Don Sparago de Barca, electo unánimemente por el Capítulo a mediados de febrero de 1212. De 22 del 

mismo mes está fecha la carta en que pidieron su confirmación a Inocencio III. En ella, además de los del Capítulo, firman los Obispos Pedro de Urgel y Ponce de Tortosa, también Bertrán, Prior del monasterio de canónigos reglares de Escornalbou, que tenía derecho de asistir a estas elecciones, hasta que en 1219 quedó el priorato unido a la mitra.

En su muerte eligió el Capítulo del modo dicho a Don Berenguer de Palou, Obispo de Barcelona. El Papa anuló la elección por lo necesaria que era su persona en aquella capital. En seguida se hizo otra elección en el Cardenal Gil, del título de San Cosme y San Damián. No consta la suerte de esta. Sábese que Su Santidad nombró a San Raimundo de 

Peñafort, que este se excusó y logró que el Papa proveyese la Silla en Don Guillermo de Mongrí, que nunca quiso consagrarse y logró se le admitiese su dimisión en 1237.

En 1251 fue electo Don Benito Rocaberti, como se dijo.

Muerto Don Rodrigo Tello en 1308 eligió el Capítulo a Don Guillermo de Rocaberti. Hállase una carta de Clemente V al Rey de Aragón, fecha en los idus de febrero, año IIII de su pontificado, en que dice que por estar 

de viaje en el monasterio Caonense, diócesi de Narbona, y hallarse ausentes los Cardenales, no se atrevía a confirmar la elección de Arzobispo de Tarragona, mayormente estando ya reservada tiempo había a Su Santidad la provisión de dicha Silla a instancia del mismo Rey (Don Jaime II). Sin embargo, aparece confirmado después. Fue así que el Rey 

Don Jaime II pidió al Papa que se reservase la elección. Respondió S. S. data en Tolosa VII idus januarii, anno IV, que a pesar de ser el negocio tan grave por el voto que tenían los sufragáneos en la elección de Arzobispo, con todo condescendía en su súplica. Sin embargo, el Capítulo eligió, y el electo quedó confirmado.

Muerto este en 1315, el Capítulo eligió a Don Juan de Aragón, hijo del Rey, que no tenía aún doce años de edad. Por esta razón lo anuló el Papa, y en su breve, dirigido al Rey desde Aviñón a 15 de diciembre de 

1316, le ofrece dar la dignidad arzobispal a uno de los tres o más que le propusiese. 

Esta es la última memoria que queda de elecciones de Arzobispos, hechas por el Capítulo de Tarragona con los Obispos sufragáneos.

Dicho se está que estos eran confirmados por S. S, quien en este acto les enviaba el palio, de lo cual son continuas las memorias.


ELECCIONES DE OBISPOS.


Así como la iglesia de Tarragona, según asegura el Papa Celestino III, tenía entre otras libertades antiguas la de elegirse su Pastor, así también la tuvieron todas sus iglesias sufragáneas hasta el siglo XIV sin contradicción alguna, ni de parte de los Reyes, ni de los Romanos Pontífices. Estas elecciones, a lo menos desde el siglo IX, que es hasta donde se nos conservan monumentos, las hacía el clero de cada iglesia; habiendo motivo para creer que bajo este nombre, no sólo se entendía el Capítulo de canónigos, sino algunos otros presbíteros: como de la iglesia de Gerona consta por un proceso formado en 1239, en que se declaró que los presbíteros llamados allí de Capítulo habían asistido a las elecciones de los Prelados, sin embargo de no ser canónigos. En la elección del Obispo de la misma iglesia Servus Dei, hecha en 886, se lee que asistieron a ella los clérigos rurales con los civitatenses. Mas esto no debe tomarse tan a la letra que digamos que todos fuesen electores, sino que se hacía mención de ellos en lo que llamaban decreto o carta dirigida al Metropolitano, cuando pedían la confirmación del electo. En la cual

siempre dijeron que la elección o aclamación la habían hecho clerus et populus, y solían añadir urbis et dioecesis, y tal cual vez expresan la concurrencia de los nobles especificando sus nombres. Estos no eran electores, sino que consentían en ello, cuando el Capítulo, hecho el nombramiento, salía cantando el Te Deum a la iglesia, y el Primicerius lo anunciaba desde el púlpito al pueblo que estaba esperando. Hecho esto se extendía el decreto del modo dicho. El Capítulo de Barcelona en el decreto de elección del Obispo Bernardo de Berga en 1172, dice que lo eligieron antiquae libertatis nostrae consuetudinem sequentes y ad petitionem plebis.

Como quiera que esto fuese, es constante que la elección de los Obispos sufragáneos era peculiar de cada iglesia. Este derecho lo procuraron conservar a toda costa las iglesias, procediendo varias veces a elegir aun 

después de estar ya introducidas las reservas pontificias, como se verá por las notas siguientes, tomadas de los originales respectivos de cada iglesia. 


Iglesia de Barcelona.


Hacia la mitad del siglo XV (año 1456) a pesar de estar ya tan autorizadas las provisiones hechas por el Papa, el Capítulo proveyó la Sede vacante por muerte de Don Jaime Girad en Mosen Bernardo de Casasaje, eligiéndolo per via de Sant Sperit, esto es, por escrutinio. El Papa Calixto III anuló la elección y dio a otro la silla.

Verificáronse poco después las discordias del Príncipe Carlos de Viana con su padre el Rey Don Juan II de Aragón. Y como el Papa seguía el partido del Rey y Barcelona el del Príncipe (N. E. De un Principado es lo que cabe esperar, como hicieron siglos antes, y era su derecho), en los diez años de vacante que hubo desde el 1463, se resistieron mutuamente Papa y Capítulo a reconocer las varias elecciones que cada uno hizo por su parte. El Papa anuló las que el Capítulo hizo de Don Cosme de Monserrat, Obispo de Vique, a 5 de diciembre de 1463, y la de Don Miguel Sorrelles, hijo del conde de Iscla, a 1.° de septiembre de 1468. Correspondió el Capítulo no admitiendo a Don Fr. Juan Jiménez Cerdán, Aragonés, monje de Poblet, provisto por Paulo II en 1465. 


Iglesia de Lérida.


A pesar de algunas provisiones hechas ya por el Papa, el Capítulo eligió Obispo en 1341 a Don Jaime Ciyó por muerte de Don Ferrer de Colom. 

El Papa anuló al pronto la elección y luego la confirmó.

En 1380 por muerte de Don Romeo Cescomes, provisto por el Papa, convocó el Capítulo al de Roda, según costumbre, y eligieron a Don Geraldo de Requesens; elección que como veremos confirmó el Capítulo de Tarragona, Sede vacante.

Muerto este Obispo en 1399 juntáronse ambos Capítulos y eligieron Obispo a Don Pedro de San Clemente. Protestaron algunos canónigos, alegando el derecho de la reserva del Papa. La controversia fue larga, y el Papa tuvo lugar para anular la elección.

Vacando la Sede en 1449 por muerte de Don García Aznares, procedieron ambos Capítulos a la elección de Obispo. Parte de los electores nombró a Don Jorge de Bardají, Obispo de Tarazona, y parte a Don Antonio Cerdá. Prevaleció esta última, no por derecho de elección, sino porque el Papa Nicolao V, pocos días antes que esta se efectuase, había provisto a Cerdá en esta Sede. 




Iglesia de Gerona. 


El primer Obispo de esta iglesia provisto por el Papa fue Bernardo de Vilamarí, año de 1292. El sucesor también lo fue en 1311. Muerto este en 1318 el Capítulo eligió por compromiso sin perder momento al sucesor Pedro de Rocaberti.

Por muerte de este en 1324 eligió el mismo Capítulo a Gilaberto de Cruillas. Existen el decreto y las citaciones del Arzobispo para confirmarlo. Al fin el Papa anuló la elección y nombró a Don Pedro de Urrea, que es el primero en esta Silla de quien consta que usó el dictado Dei et Apostolicae Sedis gratia Episcopus.

En 1334 volvió el Capítulo a elegir por compromiso al mismo Gilaberto de Cruillas, el cual pidió y logró la confirmación del Capítulo Tarraconense, Sede vacante. El Papa anuló todo lo hecho y lo nombró de nuevo Obispo.

En 1384 eligió a Berenguer de Anglesola.

En 1408 a Francisco de Blanes.

En 1416 a Dalmacio de Mur.

Estas tres elecciones no son tan de extrañar por ser del tiempo del gran cisma. 

Muerto en 1457 el Obispo Bernardo de Pau eligió el Capítulo a Roger de Cartella, el cual no admitió por humildad, ni pidió la confirmación. Al cabo de dos años nombró el Papa a Don Jaime de Cardona.

Luego que en Gerona se supo la muerte del Obispo Cardenal Margarit, que falleció en Roma en 1484, inmediatamente eligió el Capítulo por escrutinio a Berenguer de Pau, sobrino del difunto, que también estaba en Roma, y el Papa confirmó la elección.

Por estas pocas muestras se ve el conato con que los Capítulos de las iglesias procuraron conservar su antigua libertad en este ramo. Y cuando no podían verificar la elección, sino que la debían esperar de S. S., le escribían y movían a que lo hiciese también la municipalidad, pidiéndole determinada persona para Obispo. Lo mismo hicieron con el Rey en todo el siglo XVI, después del concordato de Adriano VI.


CONFIRMACIÓN DE OBISPOS POR EL METROPOLITANO.


Que las elecciones de los sufragáneos eran todas confirmadas por el Metropolitano, es una verdad notoria a cuantos hayan leído algo de la disciplina eclesiástica antigua. Pudieran citarse en apoyo de ella centenares de escrituras que existen en el archivo de la catedral de Tarragona, que son los decretos de elección que dirigían al Metropolitano pidiendo la confirmación los Capítulos electores de Barcelona, Gerona, Urgel, Vique, Tortosa, Lérida, Mallorca, Valencia, Zaragoza, Tarazona, Huesca, Calahorra y Pamplona, que son las (se lee los) catedrales que en varias épocas componían el todo de la provincia. Sería pues una cosa superflua amontonar noticias para probar el derecho del Metropolitano en esta parte, que aun los mismos Papas, en la época anterior a las reservas, reconocieron y mandaron conservar, de lo cual bastará citar dos o tres ejemplares. 

En el año 1199, cuando Bernardo de Castelló, Obispo de Urgel, pidió al Papa Inocencio III la absolución de la carga episcopal, conservando su honor, S. S. le absolvió de ambas cosas, y escribió al Capítulo que procediese a nueva elección, y al Metropolitano que cuidase de que fuese pacífica. Aguirre publicó estas cartas. Yo he visto además el decreto de elección del sucesor Bernardo de Vilamur, donde consta todo ello. Está dirigido al Arzobispo de Tarragona Raimundo de Rocaberti, que confirmó la elección, y en cuyas manos el electo prestó la obediencia.

En 1243, electo por el Capítulo de Barcelona Pedro de Centelles, manifestó que tenía hecho voto de ser fraile Dominico. Acudió al Papa, y este mandó al Arzobispo de Tarragona que procediese a confirmar la elección haciendo que el electo cumpliese antes su voto, como lo verificó. Existe el proceso original en Tarragona.

Todavía es más notable lo acaecido en Lérida en 1248. Porque no concordando los capitulares de Lérida y Roda en la elección de Obispo, resolvieron enviar a Roma los comisionados, a quienes, a 7 de noviembre del año anterior, dieron poderes para que eligiesen ellos solos Obispo, de voluntad y consentimiento de S. S. Resentido de esto el Arzobispo de Tarragona, a quien tocaba la devoluta, envió también su embajador a Roma pidiendo que se conservase ileso su derecho, y se declarasen los de Lérida inhábiles para elegir. El Papa Inocencio IV cortó la disputa, dando comisión para nombrar el Obispo al mismo Arzobispo de Tarragona, a San Raimundo de Peñafort y a un Fr. Miguel, ambos Dominicos. Los tres eligieron por Obispo a Fr. Guillermo de Barberá, también Dominico, el cual fue confirmado por el Metropolitano, a quien prestó la obediencia.

Por estas muestras se ve cuan asentado y fijo estaba entonces en la disciplina el derecho del Metropolitano para confirmar a los Obispos sufragáneos, que ni aun en las ocasiones en que la elección se puso en manos de S. S. quiso este alterar la costumbre antigua, ni defraudar la jurisdicción metropolítica.

Aun cuando se introdujeron las reservas, los electos por el Papa prestaban obediencia al Metropolitano bajo la misma fórmula con que lo habían hecho los electos por el clero. Así Don Ponce de Vilamur, electo por el Capítulo de Lérida en 1322, fue confirmado por el Papa, dirigiéndole las bulas sin mentar dicha elección, idénticas con las que expedía para los nombrados por S. S., y con todo, el electo prestó obediencia al Metropolitano more solito. Así lo hicieron muchos de sus sucesores. Los Obispos confirmados en el acto de su consagración prestaban la obediencia canónica al Metropolitano, o por procurador, si no podían acudir a Tarragona con motivo de enfermedad, o personalmente en dicha catedral, y esto era lo más frecuente, jurando siempre super altare Beatae Teclae, y extendiéndose de estas actas las escrituras respectivas de que hay muchas docenas en Tarragona firmadas por los que juraban. 

Aun las reservas pontificias sabemos que comenzaron con el título de haber vacado los obispados in curia. Prueba clara de que no se halló título para despojar de golpe a los capitulares del derecho de elegir sus Obispos, y a los Metropolitanos el de confirmarlos. Advierto por último que la mayor parte de las veces en que los capitulares trataron de recobrar su derecho de elegir Obispo en los siglos XIV y XV, se halla que los Arzobispos de Tarragona acudían a recobrar el suyo para confirmarlos; lo cual lograba unas veces y otras no, a proporción del estado político que tenían los negocios de la corona respecto de la Corte Romana. Así lo hizo el Arzobispo Don Ximén de Luna en 1325, en la elección que ya cité de Gilaberto de Cruillas para Obispo de Gerona.


PARTE QUE TUVO LA IGLESIA TARRACONENSE EN LA CONFIRMACIÓN DE OBISPOS Y EN LA SEDE VACANTE. 


Verificadas las elecciones de los Obispos de las iglesias sufragáneas, solían los electores, además del derecho de ellos, que dirigían al Arzobispo Tarraconense pidiendo su confirmación, escribir también al Capítulo de la metrópoli para que intercediese con el Prelado, y le facilitase la confirmación. El Capítulo solía tomar sus informaciones secretas sobre la idoneidad del electo, y después de hacer los oficios correspondientes concurría por medio de sus representantes a la consagración de los ya confirmados, la cual no mandaba hacer el Arzobispo sine consensu Capituli. Prueba de esto es que cuando el Capítulo de Tarragona presentó su nuevo Obispo electo Don Fr. Vicente, Abad Cisterciense, al Arzobispo Don Pedro de Albalat, estando en Valencia celebrando concilio provincial, año 1240, considerando este Metropolitano la falta que hacía el Obispo en Zaragoza, y que entonces estaban reunidos en Valencia los Obispos, mandó que el electo fuese confirmado y consagrado allí mismo; y esto dice que lo hizo de consilio et assensu Praepositi et Sacristae, et aliorum canonicorum ibidem presentium, non in contemptu Capituli Terracone, nec volentes eidem iniuriari. Está la escritura original en el archivo de Tarragona.

Más notable es el derecho que tenía el mismo Capítulo para confirmar en Sede vacante las elecciones de los sufragáneos, aunque no recibía de ellos la obediencia. Sirvan de prueba los hechos siguientes:

Los Capítulos de Huesca y Jaca, en su carta fecha XIIII. kal. martii in claustro Oscensi anno Dni. MCCXXXVII. (16 de febrero de 1238), escribieron a Ferrer, Prepósito del Capítulo de Tarragona, pidiéndole que mandasen consagrar al Obispo Vidal de Canelles. (N. E. Muy importante nombre para el estudio del Vidal Maior)

Al pie de esta carta, que está original en Tarragona, firman el Prepósito y canónigos de la misma iglesia, como admitiendo la elección. Cuatro días anterior a la fecha de esta carta es la de la escritura con que el mismo Obispo Vidal, estando personalmente en la metropolitana, prestó la obediencia super altare Beatae Teclae Archiepiscopo venturo. Circunstancias cuya combinación persuade que el Capítulo Tarraconense confirmó al electo. Lo que aquí son conjeturas es demostración con los datos siguientes: 

Por muerte del Obispo Abril eligió el Capítulo de Urgel por sucesor a Pedro de Urgio día 3 de noviembre de 1269. El mismo día pidió su confirmación al Prepósito y Capítulo de Tarragona (Escritura, archivo de Urgel), los cuales lo confirmaron, y con su autoridad fue consagrado por el Obispo de Vique Raimundo de Anglesola día 29 de diciembre del mismo año. En el mismo acto prestó la obediencia canónica Domino meo futuro Archiepiscopo; y el consagrante suscribe con estas palabras: Ego Raymundus Dei gratia Vicensis Episcopus, qui auctoritate ecclesiae Tarraconensis Sede vacante praedictum Episcopum consecravimus asistentibus (igual se encuentra con ss que con s) mihi Dominis A. Barchin. et B. Dertusen. Episcopis (Escritura original en Tarragona). 


La elección del Obispo de Tortosa Don Berenguer de Prat, que el Capítulo de la misma iglesia hizo por compromiso a 27 de octubre de 1316, fue confirmada por Jofre de Cruilles, Prepósito de Tarragona, Sede vacante,

y el electo prestó su obediencia super altare Beatae Teclae a 5 de diciembre inmediato, siendo testigos Jimeno, Obispo de Zaragoza, y G., 

Obispo de Lérida (Escritura original, ibid.). 

Todavía era reconocido en la provincia este derecho del Capítulo de Tarragona el año 1334, cuando electo Obispo de Gerona Gilaberto de Cruillas por su Capítulo día 25 de agosto, pidió el electo la confirmación al Prepósito Tarraconense, Sede vacante, por sus procuradores Guillermo de Cornellá y Jasperto Folcradi, añadiendo que no iba él personalmente propter senectutem et propter estivos calores. Verificose la confirmación, mas el Papa anuló todo lo hecho, y nombró de nuevo al mismo Gilaberto por Obispo de Gerona.

De estas muestras se infiere que el Capítulo Tarraconense, Sede vacante, confirmaba las elecciones de los Obispos sufragáneos, así como en el mismo caso oía y juzgaba las apelaciones de toda la provincia, según le 

concedió el Papa Lucio III, año 1181; y convocaba también a los concilios provinciales, como consta de los procesos y actas originales de los mismos. Siendo de notar que, así como el Arzobispo nunca los convocaba sine consensu Capituli, así tampoco confirmaba los sufragáneos sin la mediación y asistencia del mismo, quedando en ambas cosas autorizado para suplir la falta de su Pastor. 

De este modo se procuraba en aquel tiempo facilitar la confirmación de los Obispos, cuya asistencia y gobierno personal, siempre se tuvo por tan necesario como lo es a las iglesias. “Porque la grey, decían los electores, no esté por más tiempo expuesta a los asaltos y carnicería de los lobos con la falta de pastor, suplicamos, etc.” Con esta y semejantes fórmulas, pidieron siempre las iglesias a su Metropolitano o a su Capítulo la confirmación de sus Obispos. Y es de notar que a excepción de los tiempos perturbados con guerras, etc, apenas se hallará en Cataluña una iglesia que vacase más de cuatro meses.

Tal era el conato que se ponía en esta parte tan importante que aun faltando el Metropolitano, y no pudiendo acudir a su Capítulo, se procuraba por los Obispos sufragáneos la confirmación de sus comprovinciales, como el último remedio que les quedaba para proveer pronto a las necesidades de las iglesias vacantes. De esta clase nos queda un hecho insigne de principios del siglo XI en una vacante de la silla de Roda.

Muerto su Obispo Aimerico II fue electo por sucesor Borrell, en el año 1017. El decreto de esta elección existe original en la iglesia de Urgel, a cuyo Obispo San Ermengol se presentaron los electores con el electo, pidiéndole la confirmación, por ser esta Sede capud omnium ecclesiarum jam dicto comitatu (Ripacurcensi). San Ermengol lo confirmó con estas palabras: “Iterum atque iterum ego Ermengaldus (: Ermengaudus : Hermenegildo : Armengol : Ermengol) praefatus Episcopus una cum katerva clericorum praedictorum advocamus, atclamamus (t : d : adclamamus) atque eligimus jam dicto Borrello, ut per divina manu Salvatoris protegente vel donante ad honorem et benedictionem atque ordinationem sui praesulatus accedat, et susceptione perveniat sub tuitione almae Mariae Sedis praefatae, et sub dominatione Domno Ermengaudo Episcopo et succesores ejus. Exaratus est autem haec titulus electionis praesulatus XI kal. decembris anno XXI, regnante Rothberto Rege.” Tres días después está fecha otra escritura original (ibid), y es la de la consagración de este Obispo, hecha por el mismo San Ermengol con asistencia de Adalberto, Obispo de Carcasona, y Pedro, Obispo de Comenge, que después de haber ordenado a Borrell en todos los grados eclesiásticos, le admitieron en el número de los Obispos sus hermanos. En ella se repite la expresión de que el Obispo se ordenaba sub tuitione Sedis Urgellen. et dominatione Domno Ermengaudo et

succesores ejus. Lo cual ha hecho creer a algunos que esta Sede de Roda se consideraba como sufragánea de la de Urgel: cosa inaudita y del todo fuera de camino. Otros han inferido de estos documentos, que invadida Roda por los Moros, que cierto lo estaba por ese tiempo, el clero se refugió a Urgel, donde accidentalmente hizo elección de su Obispo, y que el de Urgel la corroboró como cabeza de esta última iglesia. Algo más que esto aparece en la escritura última citada, cuyo exordio descubre la causa de la confirmación dada por San Ermengol. Dice así a la letra: “Locorum primates preceptorum, quibus gerarchice atque telatargice vigent prischa, modernaque ecclesiarum moderamina teoloqueriis sanxere cannonibus quo (quod) arripientibus viam universe terre quarumlibet Sedium Presulibus per vicionerem (viciniorem )Episcopum aut per quemlibet alium Episcopum, cui Archimadrita iniuncxerit extincti fratris tumulatorem, orbateque Sedis visitatorem atque consolatorem, sine cuius conscientia sacri vetant canones confiteri atque confici de subrogatione Episcopi perficiatur eclesiasticarum inventarium rerum. Tunc vero prioribus viduate Sedis dispositis echonomis comendetur; postmodum autem cleri plebisque ordinis desiderium consensus requiratur. Quinimmo amotis simoniacis saculis, postpositisque omnium cupiditatum argumentis universa fideliter noticie archiepiscopali significentur. Quo disponente cuncta in talibus expedit cum suffraganeorum consilio sub divina censura disponi negociis atque ordinari. Igitur Metropolitano dominica vocatione rebus humanis utraque (vitaque) perfuncto, hec eadem fideliter sunt exigenda omnia a visitatore atque tumulatore, et omnium condiocesaneorum, si fieri potest, cognicionis (cognicioni) significanda prudencialiter, quo urbes que gentilium temporibus habebant idolicole flamines, nunc gubernent christicole Presules. Cum ergo Pastorem contigerit subrogandum post adclamationem et vocationem cleri, petitionemque viduate plebis … expedit orbate Sedi cum Episcoporum eleccione, cleri ac populi ipsius comitatibus aclamatione, Episcopum ordinari atque intronizari. Quapropter ego Ermengaudus, etc.” En esto se ve que la causa porque San Ermengol confirmó, entronizó y ordenó al Obispo de Roda Borrell, fue porque después de haber sido como más vecino visitador de aquella iglesia en la muerte de Aimerico, le correspondió como tal hacer con el consentimiento de los comprovinciales lo que tocaba hacer al Metropolitano, si viviera. Estaba sin duda vacante la Sede de Narbona, y por eso los tres Obispos sin esperar a más, confirmaron y consagraron al electo. 

Como quiera que se expliquen estos documentos, sólo el ver que a los tres días de hecha la elección, sigue la confirmación e intronización, prueba el conato con que se procuraba este beneficio a las iglesias vacantes.

A Dios. Tarragona, etc. 

jueves, 26 de enero de 2023

CARTA CXXI. Adiciones e ilustraciones a lo publicado por el padre maestro Flórez

CARTA CXXI. 

Adiciones e ilustraciones a lo publicado por el padre maestro Flórez sobre el estado antiguo de esta iglesia de Barcelona hasta entrado el siglo XII, y sus Obispos Wilara, Guislaberto, Fulco o Folch, y San Olaguer. 

Mi querido hermano: Como el padre maestro Flórez disfrutó completamente de los archivos de esta ciudad, y posteriormente recibió otras muchas noticias que le comunicó el padre Caresmar, pudo tratar con mucha exactitud y casi completar la historia del estado antiguo de esta iglesia de Barcelona hasta la muerte de su Obispo San Olaguer. Mas esta clase de investigaciones nunca agotan todo su objeto, y siempre dejan a los que vienen después algo que descubrir y añadir. Esto me ha sucedido a mí particularmente, habiendo podido examinar los archivos de otras catedrales y monasterios, con cuya historia tiene conexión la de esta iglesia. Que muy cierto y averiguado es que sin el auxilio de archivos ajenos no se puede completar la historia de cada iglesia y monasterio. Por esta razón haré aquí un breve apunte de las adiciones e ilustraciones que pueden hacerse a lo que publicó aquel sabio escritor, para que sirvan cuando se haga una segunda edición de su obra.

En primer lugar advierto que el Concilio tenido en esta iglesia el año 906 ha sido impugnado después de la muerte del padre Flórez por el ex-jesuita Masdeu como apócrifo y fingido por los Franceses por probar la supuesta sujeción de nuestras iglesias catalanas a la de Narbona. En el tomo de mi Viaje a Vique queda demostrado hasta la última evidencia la verdad de esta sujeción metropolítica todo el tiempo que duró el cautiverio de Tarragona, que fue el de cuatro siglos. Allí mismo copié y publiqué uno de los documentos más claros de ello, que es el concilio de que hablamos, en el cual Idalcario, Obispo de Vique, se quejó de que el Arzobispo de Narbona al tiempo de consagrarle le impuso el censo anual de una libra de plata. ¿Qué valen todas las cavilaciones de Masdeu para probar que este concilio es apócrifo? En el archivo de aquella catedral están sus actas originales con las subscripciones de los Obispos, a cuya vista se disipa el nuevo pirronismo de los infatuados en ciertas y ciertas manías

Wilara. Dei Obispo Wilara no conoció el padre Flórez otras memorias que las que alcanzan al año 950. Débese añadir que vivía aún en 955, a cuyo año pertenece una escritura original que he visto en Monserrate, fecha VI. kal. januarii, anno II. regnante Leutario Regem. Su exordio dice: 

In nomine Domini Borrellum et Mironem uterque fratres et Marchiones Comes et Owillara Pontifex. Es una donación al monasterio de Santa Cecilia de Monserrate de varios alodios en Amendolelles, dados ya por la Condesa Richildis, cuyos albaceas eran los dos Condes y el Obispo. Estas pocas palabras inducen grande alteración en la cronología de los Condes de Barcelona, pues vemos vivo en 955 a Mirón, que todos suponen muerto en 950. Item Borrell, su hermano, no sé si es tan conocido. También vivía en 957, año III del Rey Lotario, cuando pasó a la iglesia de Vique, según disponían los cánones, a asistir al Obispo Wadamiro en su última enfermedad, darle sepultura, hacer el inventario de los bienes de la iglesia, visitarla en su vacante y cuidar de la elección del sucesor que hacía el clero. Todo esto consta de la escritura original que se copió y publicó en el mismo tomo de Vique. 

Guislaberto. A las noticias de este Prelado hay que añadir las siguientes: 

1.a Este Guislaberto, hijo de los Vizcondes Odolardo y Richildis, era ya levita el año 1005. En el archivo episcopal de Solsona (tit. Panadés) he visto una escritura original de venta que hizo el padre a la madre de ciertas tierras. Ego Odolardus (dice) gratia Dei Vices Comite vinditor sum tibi uxori mea Richilde Vices Comitissa: expresa las tierras y continúa: qui mihi advenit de genitore meo (sin nombrarlo). Et est haec omnia in comitatum Barchinonensem infra termine de castro Fontanedo, in loco que nuncupant Frexano … in propter precium pesas XV. in rem valentem … Facta vinditione nonas febr., anno X. regnante Roberto Rege. Este año es de 1005; sigue la firma original del Vizconde, y luego otra original Guislibertus levita, que como hijo autorizaba aquel contrato doméstico. Era pues levita ese año 1005.

Flórez con Diago y otros suponen que nuestro Obispo había sido casado, y que le vivía aún su mujer después de ser Obispo. No sé componer con esto el grado de levita y de canónigo, a que subió siendo aún tan joven que ya lo obtenía treinta años antes de ser elevado a la Silla episcopal.

2.a He dicho que era hijo de estos Vizcondes. Pruébalo otra escritura que vi allí mismo original, y es la donación que su madre le hizo de todo lo que había comprado de su marido en la escritura anterior. Empieza así: Ego Richillis gratia Dei Vice Comitissa donatrice sum tibi filio meo karissimo domno Guisliberto Episcopo … su fecha es II. non. martii, anno X. regni Henrici Regis, que corresponde al año 1041, en que ya era Obispo. Este alodio, ya propio suyo, lo vendió él después a Gondebalo y su mujer Ermessindis III. idus septembris, anno XVI, regni Henrici Regis (1046), in propter precium septuaginta quinque uncias auri in rem valentem. También está allí mismo original esta escritura, en la que firma igualmente Udalardus Vices Comes, mas no Richillis.

3.a Más importante que todo esto es la memoria cierta que nos queda de la consagración de este Obispo, verificada en el monasterio de San Pedro de Fronteña (hoy llamado de la Portella) el año 1035 a 21 de septiembre por el Arzobispo de Narbona Wifredo, San Ermengol, Obispo de Urgel, y Wifredo de Carcasona. Da razón de esto una escritura, preciosa por muchos respetos, que se conserva original en el archivo de aquella casa, donde la vi y copié con tanto gusto como cuidado. Pondré aquí su exordio, que es lo que basta para lo de ahora. Dice así: 

Anno Incarnationis Dominice XXXV. post millesimum, era M.LXXIII. indictione III. epacta XX. XI. kal. octobris, anno V. regni Aienrici Regis, 

convenerunt in unum in Dei Omnipotentis nomine Wifredus Sancte Narbonensis ecclesie Archiepiscopus, ac nobilissimus Antestis Ermengaudus, necne Guifredus Episcopus Carcasonensis, ut consecraret Episcopum Barchinonensem, nomine Guilabertum, in cenobio Sancti Petri Frontenianensis, et consecraverunt eandem ecclesiam in honore Domini nostri Jhu. Xpi., et Beati Petri Apostolorum Principis, etc. La admirable consonancia de todas las épocas de cómputo que acota la escritura, y las firmas originales, no sólo de los tres nombrados, sino las de todos los Obispos que se hallaron en el concilio inmediato de Narbona, a donde, como en ella misma se dice, fue llevada para que todos confirmasen las donaciones hechas a este monasterio, y la cofradía que el diocesano San Ermengol erigió en él el mismo día de la consagración del templo; todo esto, digo, hace mirar a este instrumento como uno de los más solemnes y respetables que nos ha conservado la antigüedad. Ya se publicará entero cuando se trate de aquel monasterio. Entre tanto baste lo dicho para fijar la época del pontificado de Guislaberto, Obispo de Barcelona.

4.a En el archivo del monasterio de Monserrate he visto un traslado hecho el año 1239 de una escritura, en que nuestro Obispo, dedicando la iglesia de San Miguel, sita en aquel monte, le hace donación, junto con su madre la Vizcondesa, a quien llama Rachel, y su hermano Johannes de ipso mont, de algunas heredades. La fecha del original es XIIII. kal. junii anno XI. regni Henrici Regis (1042) (a: Ap. núm. XLVIII.). Firman en la escritura, además del Obispo y su madre, el padre Udalardus Vice Comes, y Johannes Udelard, y no más. Este Juan, que toma por apellido el nombre del padre, es el hermano del Obispo que antes dije, cuyo nombre ignoró Flórez (tom. 29. pág. 223).

Fulco o Folch, a quien el P. Flórez da muy bien de pontificado desde 1096 hasta 1099.

En el Episcopologio de Urgel queda demostrado que fue hijo de Fulcon y de Guisla, Vizcondes de Cardona, hermano de Raimundo Folch, por cuya muerte heredó el nuestro en 1086 dicho señorío, que conservó hasta la muerte. También queda dicho que fue Arcediano, no de Urgel, sino de San Vicente de Cardona, desde antes de 1068, y que siempre permaneció en aquella iglesia, en la cual introdujo la canónica Agustiniana antes del 1090.

Item: que muerto en 1092 Bernardo Guillem, Obispo de Urgel, fue electo sucesor en discordia con Guillermo Arnal, que siempre estuvo en Urgel, y el nuestro en Cardona, donde hay escrituras originales en que se intitula Obispo Urgelense hasta el año 1095.

Que muerto a fines de este año su competidor Guillermo, debió renunciar Fulco su derecho para que el Capítulo eligiese Obispo, como lo hizo con San Odón. Así hubo lugar para que este Capítulo le eligiese por su Obispo. De cuya prelacía, además de las memorias que publicó Flórez, hay muchas escrituras en el archivo abacial de Cardona, en que juntamente se intitula Episcopus Barchinonensis, y Vice Comes Cardone.

En fin allí copié la nota de su óbito, según está en el Necrologio de Cardona, la cual repetiré aquí. Dice así: IIII. idus decembris Barchinone depositio recolende memoriae Fulchonis, Episcopi eiusdem urbis, atque Vice Comitis Cardonensis, cuius industria, clerici huius loci (Cardona) regularibus sunt documentis edocti quibus et ipse humiliter subiectus, postremo adepto culmine episcopatus, apud prephatam urbem quivit beato fine sepultus anno MXCIX.

De San Olegario diré dos palabras. No puede dudarse, en vista de datos y documentos, que fue canónigo y pavordre de esta iglesia de Barcelona, y después Prelado de ella y de la de Tarragona; que de canónigo de esta iglesia pasó a canónigo Lateranense del monasterio de San Adrián, y que después fue Abad en el de San Rufo de la Provenza. También puede añadirse la extraordinaria integridad y flexibilidad de su sagrado cuerpo. La flexibilidad es notoria, y puede asegurarse por muchas y varias experiencias. No ha mucho que a mi sabio amigo y Chantre de esta iglesia Don Mariano Oliveras de Plana, le fue preciso ponerle al Santo una sortija que le había ofrecido la devoción de un particular; y al colocarla en uno de los dedos asegura que levantó y bajó su brazo y mano, como lo habría hecho en un cuerpo vivo.

Tengo copia de una homilía o como sermón de este Santo, que se encontró pocos años hace en el archivo de la santa iglesia de León, según me han dicho. Ya te la enviaré en otra ocasión, pues ahora anda revuelta entre mis papeles.

A Dios. Barcelona, etc.